El vino en el Arte

Desde los anales de la Historia el vino ha sido un elemento fundamental e indispensable en todas las culturas (egipcios, griegos, romanos…). Ya en la Antigüedad grecolatina la vid constituía junto al trigo y al olivo uno de los cultivos estrella de la zona y sustentaba la alimentación y la economía de gran parte de la población. Es por ello que se ha relacionado siempre con la alegría y con la fiesta. Al contacto con esta bebida el ser humano puede desinhibirse y liberar su espíritu durante unas horas para transformarse en una especie de apoteosis temporal que lo eleva al terreno celeste. No en vano, ya el Dios Baco era considerado el más cercano al hombre y a sus pasiones y disfrutes por esta y otras razones. Asimismo, se le atribuían cualidades extraordinarias como la capacidad de borrar la timidez y dejar al descubierto las mejores cualidades del ser humano. En este sentido, el poeta griego Cretino decía que “si bebes agua, nunca podrás producir una obra de arte”[1]. A pesar de ello, en el Renacimiento, el virtuoso Leonardo Da Vinci nos invitaba a beber con moderación para disfrutar siempre de los efectos positivos que el consumo del vino proporciona, los cuales se tornan negativos si no se lleva a cabo de una manera responsable.

En la pintura de Caravaggio titulada Baco, encontramos una humanizada representación del dios clásico del vino. En torno a su figura giraban las bacanales y grandes procesiones que tantas obras literarias y de arte han recogido. Siguiendo esta línea, encontramos numerosas alusiones al vino en la literatura clásica, ejemplo de ello son las Metamorfosis de Ovidio. Relatos mitológicos de este corte, inspiraron las representaciones de cerámica griega. Una de las representaciones más frecuentes fue la ceremonia del symposion, un acto social en el que los comensales se reunían en torno a una mesa para disfrutar de los placeres del vino a la vez que mantenían agradables conversaciones, escuchaban música y se deleitaban con recitales de poesía y danza. Como podemos ver, no debemos limitarnos a hablar de pinturas y esculturas a la hora de referirnos al Arte, pues abarca creaciones intelectuales mucho más amplias que se complementan y compenetran entre sí.

La abundancia de vino siempre se relacionó con la presencia de la divinidad. Así, tanto el pasaje de Filemón y Baucis de las Metamorfosis[2] como el pasaje evangélico de las Bodas de Caná en las que Jesús convirtió el agua en vino inagotable[3], dan prueba de esta realidad. De la mano de Jesucristo, el vino adquirió, además de su vertiente profana y festiva, la connotación sacra y religiosa que posee en nuestra cultura. Con el establecimiento de la Eucaristía durante la cena pascual celebrada con los apóstoles en la tarde noche del Jueves Santo, el vino se convirtió en una representación de la Sangre de Cristo. Esta creencia se vio reforzada con las disposiciones tomadas a partir de la celebración del Concilio de Trento a mediados del siglo XVI con las que se intentó recuperar la pureza del dogma católico y de la ortodoxia perdida a lo largo de la Edad Media. En consecuencia, uno de los aspectos que se defendió frente a la negativa de los protestantes fue la transubstanciación que tiene lugar en la consagración. El catolicismo reafirmaba de este modo su creencia en que el pan y el vino se transforman verdaderamente en el Cuerpo y la Sangre del Señor[4]. Fue en este momento también cuando adquirieron mayor auge las cofradías de tipo sacramental, las cuales ejercieron de mecenas de arte encargando numerosas obras y utensilios destinados al culto[5]. Destaca en este ámbito la elaboración de ricos cálices para contener el vino y de innumerables alegorías relacionadas con la festividad del Corpus Christi en las que los racimos de uvas pasaron a ser uno de los motivos de decoración más recurrentes. En la actualidad, esta costumbre se sigue manteniendo y podemos observarla en numerosas procesiones y cultos de las hermandades y cofradías.

Sin duda, nos encontramos ante un producto que ha sido parte común de la cultura de la mayor parte de civilizaciones conocidas. De ahí la importancia de poner en valor el papel que sigue ejerciendo dentro de la nuestra propia. Además de un motor económico importante, constituye el soporte de muchas fiestas, obras de arte y clásicos de la literatura, que sin su presencia no serían posibles ni entendibles. Por esta razón, debemos tomar conciencia de su pertenencia al conjunto de lo que llamamos patrimonio y su necesario cuidado y preservación de cara al disfrute de las nuevas generaciones. Es por ello, que finalizamos el presente capítulo con una obra cumbre de la Historia del Arte en la que el vino vuelve a ser el protagonista de una representación en la que se unen lo profano y lo divino a través de un Baco que festeja con hombres de clase humilde. Contemplándola, no sabe duda de que no importa la clase social o la raza de la persona que lo consuma, pues el vino se trata de una bebida al alcance de todos.

Alberto Ruiz-Berdejo Beato

NOTAS

[1] SÁNCHEZ GIL, Paz. “El Arte y el Vino, un maridaje perfecto”. Revista con la A (2015). Disponible en: http://conlaa.com/el-arte-el-vino-maridaje-perfecto/?output=pdf

[2] OVIDIO NASÓN, Publio. Metamorfosis (Traducción de Antonio Ruiz de Elvira), VIII (620-720). Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, II, 1994, pp. 121-125.

[3] Evangelio de Juan, II (1-11). Disponible en: http://www.bibliaonline.net/biblia/?livro=43&versao=54&capitulo=&leituraBiblica=&tipo=&ultimaLeitura=&lang=es-AR&pag_ini=30&cab=

[4] JEDIN, Hubert. Manual de Historia de la Iglesia. Barcelona: Editorial Herder, 1972, V, pp. 654.

[5] GARCÍA MARTÍNEZ, Antonio Claret. “Formas de devoción y culto: las Cofradías del Santísimo Sacramento en el Arzobispado de Sevilla”. XX Siglos, IV, nº15, pp. 74-82.

BIBLIOGRAFÍA

  • GARCÍA MARTÍNEZ, Antonio Claret. “Formas de devoción y culto: las Cofradías del Santísimo Sacramento en el Arzobispado de Sevilla”. XX Siglos, IV, nº15, pp. 74-82.
  • JEDIN, Hubert. Manual de Historia de la Iglesia. Barcelona: Editorial Herder, 1972, V.
  • OVIDIO NASÓN, Publio. Metamorfosis (Traducción de Antonio Ruiz de Elvira), VIII (620-720). Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, II, 1994.
  • SÁNCHEZ GIL, Paz. “El Arte y el Vino, un maridaje perfecto”. Revista con la A (2015). Disponible en: http://conlaa.com/el-arte-el-vino-maridaje-perfecto/?output=pdf
  • Evangelio de Juan, II (1-11). Disponible en: http://www.bibliaonline.net/biblia/?livro=43&versao=54&capitulo=&leituraBiblica=&tipo=&ultimaLeitura=&lang=es-AR&pag_ini=30&cab=