LA CIENCIA HISTÓRICA Y EL SHOW DE TRUMAN

Este texto reivindica la Historia como disciplina imprescindible, necesaria, insoslayable. La Historia, pese a ser, indudablemente, una disciplina científica, es a menudo relegada, menospreciada y sustituida, y este proceso de proscripción ha provocado, como bien decía Josep Fontana,

"la búsqueda inmotivada de auxilio a otras ciencias sociales menos controvertidas que la Historia y con un creciente mayor prestigio académico".

Hemos entregado la Historia a manos de sociólogos (Chandhuri, Jackobson, Focault, Bordieu…) transformando los estudios históricos en una especie de ensimismamiento estratosférico, de absurda abstracción epicúrea con crípticos análisis indescifrables, incognoscibles e indemostrables hasta para nosotros mismos. Hemos cambiado el análisis e interpretación de fuentes primarias por la teorización más inescrutable. Pero todo vale para integrarnos en la postmodernidad y no quedarnos fuera, desguarnecidos, desprotegidos ante el clamor general que nos grita que los sociólogos deben prevalecer en Historia sobre los propios Historiadores. Y de este modo, hay que ocultar la Historia y sus métodos porque ya no hay Historia-problema, sino Historia-narrativa; ya no hay Historia Económica, sino Cliometría; ya no hay geografía humana, sino Ecohistoria y no se estudian las sociedades humanas en toda su complejidad, sino sus circunstancias, sentimientos, cuerpos o los espacios que habitan a través de la heterotopología focaultiana.

Decía Schopenhauer que Fichte acostumbraba a embaucar a sus discípulos con frases como "El mundo es como es y es como es porque es así" y da la sensación de que al caer en las redes de la sociología estamos simplemente recuperando ese pensamiento que analiza cómo es la cosa sólo por lo que vemos que la cosa es.

Cuántas vueltas damos tratando de evitar la Historia, pese a intuir que, en las Historias (Políticas, Culturales, Económicas, Sociales, Educativas…), lo único insoslayable, lo único ineludible, lo único inevitable, es la Historia y no sus apellidos, que son algo contingente, casual. Y con ello quiero evidenciar que en el binomio Historia y Educación, el concepto de educación no es lo prioritario, sino lo accesorio. Se podrá o no tener educación oficial; podrá haber o no instituciones educativas; podrán o no existir procesos educativos reglados, pero la Historia siempre estará presente, porque los seres humanos somos seres históricos que necesitamos explicar nuestra existencia históricamente y que explicamos nuestra realidad a partir de la comprensión de nuestro pasado. Cuando Lucien Febvre y Marc Bloch se propusieron abordar una nueva Historia Económica y Social, afirmaron que

"…No hay Historia Económica y Social. Hay Historia sin más, en su unidad. La historia que es, por definición, absolutamente social".

La Historia es, axiomáticamente, una disciplina holística, porque es el estudio de la totalidad. Esta totalidad sólo se explica por el estudio de las partes en la que se insertan cada una de las superestructuras que surgen coordinadamente con las estructuras en donde se ubican. Si sólo analizamos los aspectos fenomenológicos de la realidad; si sólo consideramos visiones perspectivistas; si sólo examinamos los sentimientos, las tradiciones, despreciando la estructura socioeconómica de la cual se derivan; si sólo hablamos de contextos superestructurales: de derechos, de filosofías, de influjos ideológicos o religiosos, pero no de condicionamientos estructurales derivados de las relaciones materiales, estamos condenados a estudiar la cosa sólo por lo que vemos que la cosa es.

Afirmaban Marx y Engels en La ideología alemana:

"...los hombres, al desarrollar su producción y su intercambio material (es decir, las relaciones de producción), modifican también, junto con esta realidad, su pensamiento y los productos de su pensamiento. No es la conciencia lo que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia" (C. Marx y F. Engels, t. III, pág. 25).

Pero en nuestras complejas sociedades, inferir que la conciencia social se desarrolla directamente a partir de las relaciones materiales es una simplificación: el Estado, las relaciones jurídicas y políticas, el pensamiento religioso, ejercen un influjo decisivo sobre la conciencia social. La conciencia social adquiere una cierta independencia, aunque siempre mantiene una relación con las condiciones materiales entre las que nace y con las representaciones espirituales que son un producto, otra vez, HISTÓRICO de la sociedad: la educación, la filosofía, el arte… son acumulaciones culturales históricas y para analizar nuestra sociedad, necesitamos el referente histórico sobre el que se asienta nuestra construcción ontológica actual. Necesitamos comprender la Historia para entender cómo la élite, tras asegurar los medios de poder y producción, pudo obtener la primacía sobre el mundo simbólico: controlar, decía Gramsci, la reproducción de una ideología que explicase y legitimase las relaciones de poder existentes, al tiempo que propusiera nuevas fórmulas que refrendasen esta dominación.

La Historia, la Filosofía, la Psicología Social, la Física Teórica o la Neurociencia, nos informa de nuestros límites en la toma de decisiones y al tiempo, al delimitar nuestro campo de estudio y restringir nuestra capacidad de acción, nuestro libre albedrío, dotan a la Historia de su carácter científico.

Nos informa la neurociencia que

“diseñar un acto motor no sólo consiste en desear hacerlo, sino que hay que planearlo de acuerdo con las leyes físicas que rigen en el entorno”,

Y esto, traducido a términos filosóficos, en palabras de Schopenhauer significaría que “El hombre puede hacer lo que quiera, pero no puede querer lo que quiera” o, que también, según el mismo autor, que “El hombre hace siempre lo que quiere y sin embargo lo hace necesariamente”, o que, según Spinoza:

"Todos los seres humanos pretendían poseer libertad, pero ésta, sólo consiste en que el hombre es consciente de su deseo, pero sin conocer las causas que determinan su actuar".

Por tanto, nuestra existencia se desarrolla en un mundo acotado: social, histórica e individualmente, decía Xavier Zubiri, donde interpretamos una realidad histórica a partir de la subjetividad que emana de la conciencia que emerge de nuestro entorno estructural. La subjetividad es insoslayable y forma parte de nuestra existencia, aunque se la ha utilizado para desprestigiar la Historia y su carácter científico.

El origen del pensamiento posibilista derivado de la postmodernidad, de ese relativismo individualista que olvidando los grandes sistemas teóricos se recluye y focaliza en el yo y en su circunstancias, tiene su origen en la decepción con la que numerosos intelectuales observan las sociedades que sobreviven a la gran tragedia de la segunda guerra mundial.

Lutz Niethammer en “Posthistoire”, afirmó que:

El optimismo de un progreso evolucionista o en la voluntad colectiva, cedió su lugar a un pesimismo cultural elitista, que no veía más que petrificación y masificación en las democracias occidentales estables después de la Segunda Guerra Mundial.

Frente a los metarrelatos a los que aludía Jean-François Lyotard, o los macrorrelatos que menciona Niethammer, debían, decían los postmodernos, prevalecer los modestos y triviales libros sobre la gente común. El escepticismo como la norma invariable de la postmodernidad. El escepticismo ante los grandes sistemas o historias explicativas; el escepticismo porque en los textos históricos o literarios, no aparece lo que, según decían, “sucedió en realidad, sino los prejuicios, cultura y era particulares del escritor”; el escepticismo ante el monismo metodológico; el escepticismo ante el marxismo por ser, según Manuel Cruz, “excesivamente verdadero, sin posibilidad de falsación, y por tanto, no ciencia”. El escepticismo como constante y empequeñecer el prisma de la investigación como método, sin saber que, paradójica e irónicamente, la desvirtuación del método sólo oculta los principios básicos, subyacentes que explican, en definitiva, las causas últimas fundamentales de los microrrelatos históricos.

La postmodernidad ha reducido el estudio de la totalidad a Truman Burbank (el show de Truman), a investigar su día a día y sus circunstancias propias, concretas y contingentes, la hermenéutica para conocer el contenido del discurso en sí mismo, sin saber que, al igual que Truman, lo que hacemos, cómo vivimos y cómo investigamos está determinado por las condiciones estructurales y superestructurales de nuestra existencia. Este es el origen del menosprecio por la Historia, otro de cuyos hitos lo encontraremos en “El Fin de la Historia” de Fukuyama, que pretendía poner punto y final a ese afán de perfectibilidad, del progreso que sostenían desde el siglo XVIII, grandes pensadores ilustrados como Giambattista Vico que afirmaba que "cada ciclo histórico es superior al anterior y prevalece el progreso, aunque no de manera lineal ni simplista", o de John Bagnell Bury, para quien "los seres humanos progresan lentamente en una dirección definida como consecuencia de la naturaleza social del hombre y no por la Providencia”. El fin de la Historia es el fin del progreso para Fukuyama, porque el ser humano había alcanzado con el neoliberalismo el mayor progreso que podría haber imaginado.

Para la postmodernidad, sin embargo, la Historia queda convertida en poco más que un género literario: Paul Ricoeur en “Historia y verdad” afirmaba que

"la Historia se produce a través de una narración (no de una explicación) y que esa narración es autoexplicativa porque la narración produce sentido por medio de una trama";

Hayden White en su obra "El contenido de la forma. Narrativa, discurso y representación histórica", afirmaba que la Historia no era más que un género literario; Raymond Aron en "Lecciones sobre la Historia", afirmaba que la explicación histórica "pretendía manifestar los sucesos construidos por el historiador, no los sucesos en bruto"; o Friedrich Hayek en "Teoría de los Fenómenos Complejos", donde indicaba que

"Las predicciones en ciencias naturales son posibles porque el objeto de estudio es un sistema cerrado con alto grado de recurrencia. Pero no son posibles en sistemas humanos porque no sabemos hoy lo que conoceremos mañana. El proceso histórico es singular -decía-, no general; sólo nos cabe hablar de tendencias".

Tenemos así una Historia que para la postmodernidad es narrativista, que es un género literario y que construye los hechos artificiosamente y, en el mejor de los casos, sólo es capaz de conjeturar tendencias. Pero todas estas disquisiciones sobre el subjetivismo del análisis histórico que tanto han redundado en el menosprecio a la Historia, también las abordó una ciencia tan poco controvertida como la Física Teórica, que tuvo en su teoría sobre "El Realismo dependiente del modelo", un paradigma fundamental para construir una ciencia afirmando que "la realidad que percibimos se construye a partir del observador" ¿De verdad que es posible que la subjetividad en la construcción de la investigación histórica en Historia sea motivo de menosprecio y crítica y en Física Teórica constituya todo un paradigma teórico básico para la elaboración de cualquier teoría? Indica la neurociencia que

"las actividades de nuestro cerebro son propiedades emergentes de la materia que es el propio cerebro, y, por tanto, que esas propiedades tendrían que estar asimismo sometidas a las leyes naturales".

Confirmando lo que afirmase Nietzsche 100 años antes:

"Todas las formas en que es posible el conocimiento son una invención del sujeto que conoce"

Pero debemos saber que la invención del sujeto que conoce, siempre podrá realizarse desde un individualismo relativista y escéptico, o desde las fuentes y su interpretación a través de una Historia total, holística, amparada en un materialismo histórico que aún es capaz de proporcionarnos las explicaciones que necesitamos para contestar nuestras preguntas y construir nuestras hipótesis.

Un conocido cantautor, dice en una muy reciente canción, que:

En el mundo postmoderno
No han dejado nada eterno
Hacen más de lo que pueden
Y nunca tanto como deben (…)
En un mundo de apariencias
Necesitas referencias

Pues eso.