Con ciencia de mujer

El legado de Dorotea Barnés, una química insigne y ejemplar

Santiago Lago Aranda
‘Con ciencia de mujer’: investigadores de la UPO nos hablan de sus científicas de referencia


Dorotea Barnés
Dorotea Barnés

Comienzo a escribir este artículo en el avión de regreso de Ciudad de México, la capital del país que más apoyo dio a la ciencia española después de la guerra civil. La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) cuenta aún con varios profesores que llevan el apellido Barnés como Dorotea Barnés, protagonista de este artículo. Dorotea es muy probablemente la mejor científica de todas las personas que tuvieron que exiliarse allí. Para mí, ha constituido un ejemplo asombroso desde que tuve noticia de ella, hace ya algunos años. Auténtica primus inter pares, la mayor, no solo en edad, en el conjunto de sus extraordinarias hermanas ¿Qué tuvo Dorotea que la hace tan admirable? Voy a tratar de responder concisamente a esta pregunta, centrándome sobre todo en su aspecto estrictamente profesional. Si Dorotea Barnés hubiera nacido en la costa este de los Estados Unidos nos parecería casi lógico que fuera tan buena pero Dorotea nació en Pamplona en 1904 y su padre, Francisco Barnés González, había nacido en Algeciras. No era pues de sangre anglosajona ni seguramente aria pero su familia sí que formaba parte de la burguesía intelectual que floreció en España a principios del siglo pasado. Francisco Barnés fue catedrático de instituto y llegó a ser ministro de Instrucción Pública en dos breves ocasiones durante la Segunda República Española. Su condición de catedrático le hizo pasar por diferentes lugares de España, terreno abonado para abrir el espíritu de una mujer capaz como Dorotea.

La familia Barnés es un ejemplo excepcional de vocación científica: tres de las hijas fueron químicas (Dorotea, Adela y Petra) y una, farmacéutica (Ana). Todas enseñantes y notables investigadoras. Además, las avanzadas opiniones de Francisco Barnés que decía que “sus hijos a casarse y sus hijas a estudiar” crearon un magnífico ambiente para el trabajo de Dorotea. Ella estudió el bachillerato en Ávila y se incorporó en Madrid al Instituto Escuela, una de las instituciones en la órbita de la Institución Libre de Enseñanza. Su licenciatura y doctorado en Madrid las realizó en la cercanía de la Residencia de Estudiantes, dependiente de la Junta de Ampliación de Estudios (hoy CSIC), creada por Santiago Ramón y Cajal, y que tuvo su institución paralela en la Residencia de Señoritas creada por María de Maeztu. Ahí fue donde Dorotea fue becada para iniciar su carrera científica profesional en el Instituto Rockefeller después de tener como director de tesis a Miguel Catalán, descubridor de los dobletes en los espectros electrónicos . Sus becas continuaron en Austria, donde trabajó con Kohlrausch, y en Estados Unidos, donde lo hizo con las doctoras Forster y Anslow formadas en la Universidad de Yale.

Personalmente, Dorotea me recuerda el caso de Arthur Rimbaud el poeta simbolista que pasó como un relámpago por el mundo de la literatura dejando una intensa obra interrumpida pronto para siempre sin razón aparente y que podría ser el paralelo vital de la vida científica de Dorotea Barnés. Una carrera extremadamente brillante pero que terminó muy pronto. Lo mismo que la producción poética de Rimbaud es bastante corta pero muy intensa, la de la Dra. Barnés es también corta pero con importantes logros.

La labor científica de Dorotea Barnés estuvo orientada desde el principio a la espectroscopia es decir al conjunto de técnicas que permiten dilucidar la estructura molecular de un sistema a partir de la luz que emite bien espontáneamente o mediante una excitación previa. Por luz entendemos aquí la radiación electrónica en todo su conjunto desde la muy energética radiación ultravioleta hasta las casi inocuas ondas de radio. De hecho, Dorotea Barnés trabajó toda su vida con radiaciones de las zonas ultravioleta e infrarroja. En el caso de la zona de infrarrojo, utilizó tanto la radiación espontánea en la técnica que hoy conocemos como espectroscopia infrarroja de vibración-rotación, como la producida mediante la excitación previa de una luz de la zona del visible. Esta última técnica la conocemos hoy como espectroscopia Raman ya que estaba desarrollándose justo en los años treinta por su descubridor Chandrasekar Raman, premio Nobel de Física en 1930. Los científicos españoles y, en particular, Dorotea Barnés tenían formación suficiente para poder utilizarla de manera eficiente en fechas muy tempranas. En concreto, Dorotea Barnés la aplicó a sustancias de bastante complejidad molecular como eran los aminoácidos que son los constituyentes esenciales de las proteínas y a las bases púricas que constituyen las bases químicas de los ácidos nucleicos. Esta investigación sería relevante hoy en día pero Dorotea Barnés ya la realizaba hacia 1930 lo que da idea del carácter innovador de su investigación. Además, su trabajo docente como catedrática de Enseñanza Media desde 1933 del Instituto Lope de Vega de Madrid le permitiría difundir sus novedosas ideas entre gente muy joven. Sus resultados se publicaron en revistas nacionales e internacionales de primera línea. Así, sus trabajos sobre espectroscopia Raman fueron los primeros que se publicaron sobre esta técnica en los Anales de la Real Sociedad Española de Física y Química en 1930. Otro de sus mejores trabajos se publicó en 1930 en el Journal of Biological Chemistry, que sigue siendo una de las revistas punteras en el campo con un muy elevado índice de impacto en el lenguaje actual. Este trabajo trata sobre el aminoácido cisteína un componente de las proteínas al que hacíamos referencia más arriba.

Dorotea Barnés tuvo también una rica vida personal contrayendo matrimonio en 1933 con José Giral, miembro de otra de las grandes familias españolas emigradas a México en la segunda mitad de los años treinta. La sublevación militar de 1936 la sorprendió en Carcasonne, Francia, y desde allí emigró con su familia a México. De América volvió tempranamente a España en 1940, demasiado tempranamente en mi opinión, y su carrera científica no se recuperó. Se le prohibió enseñar, depurándola de su enseñanza en el Lope de Vega y también se le prohibió investigar, lo que resulta aún más llamativo: Dorotea era miembro de una familia en buena posición, casada con un miembro de otra familia de buena posición, con menos de 40 años y madre de dos hijos. Resulta difícil imaginar que sus enseñanzas pudieran tener un contenido no ya peligroso sino simplemente sospechoso. ¿Por qué entonces ese ensañamiento hundiendo no solo sus expectativas personales sino truncando todo el incipiente desarrollo científico de la ciencia española? La vida de Dorotea fue extraordinariamente larga: murió en Fuengirola en 2003 pero su funeral tuvo lugar en Madrid en la iglesia de San Fermín de los Navarros, como correspondía a su origen de nacimiento y a la elevada clase social de la que provenía. Es decir, su fallecimiento tuvo lugar más de 60 años después de su abandono de la ciencia. Una carrera muy corta para una gran científica. Tuvo tiempo de que le preguntaran en su larga vida varias veces por la razón de ese abandono. Su sorprendente respuesta, sorprendente hoy para nosotros, era que no se había debido fundamentalmente a la actuación represora de Franco sino, sobre todo, a su voluntad de acomodarse a lo que le pedía su marido. ¿Será verdad que el techo de cristal del que hablan nuestras colegas actuales existía y existe? Pues si es así habrá que romperlo, o mejor continuar rompiéndolo, para que pueda existir una ciencia de primera línea y útil en nuestro país. Dicho sea de paso, la consideración de México por las hermanas Barnés fue siempre muy alta y sus descendientes siguen siendo científicamente activos en la UNAM, la universidad más grande del mundo. Menos mal que las fronteras en ciencia están dibujadas con trazos más tenues que en otros campos. Pobre consuelo el que nos ha quedado.

 

Santiago Lago Aranda, Catedrático de Química Física
Universidad  Pablo de Olavide. Sevilla

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27 de junio – 19:30 h