Cursos de Verano

Los secretos del milenario arte del mosaico romano resurgen en la «Carmo» del siglo XXI

Santiago Recio dirige un curso práctico en el que los alumnos aprenden a fabricar su propio mosaico empleando las mismas técnicas y herramientas que ya se utilizaban hace miles de años

Santiago Recio, técnico auxiliar de Arqueología y Musivario.
Santiago Recio, técnico auxiliar de Arqueología y Musivario.

“Estábamos buscando algo nuevo y, sin darnos cuenta, nos hemos encontrado con algo muy antiguo: el mosaico romano, un arte milenario”. Quien así se expresa es Santiago Recio, técnico auxiliar de Arqueología y Musivario y monitor de cursos de formación, para quien el mosaico romano es “una forma de parar el tiempo”, de volver a la tranquilidad huyendo del acelerado ritmo de vida de la sociedad actual. “Por experiencia personal puedo dar fe de que los mosaicos son una forma de relajación, concentración y beneficio personal”, asegura.

Santiago Recio ha realizado estas declaraciones con motivo de la inauguración del curso que dirige, titulado “Patrimonio histórico: el mosaico romano en Carmona. Taller práctico de elaboración”, y que se celebra hasta el viernes en el marco de los cursos de verano que la Universidad Pablo de Olavide organiza cada año en su sede de Carmona.

Para este experto, la máxima romana que reza “sólo las musas o los inspirados por ellas pueden realizar un mosaico” ya no es un mito, sino que se hace realidad por segundo año consecutivo en la sede de la UPO en Carmona convertida, por unos días, en una “auténtica officina musivaria” al estilo de las originales que un día poblaron la antigua Carmo. “Cuando cortas tu primera tesela con el tagliolo y la martellina -tajadera y martillo-, te das cuenta de que este oficio milenario desprende algo especial”, comenta. De hecho, la segunda edición del curso, eminentemente práctico, ha pasado de 15 a 20 horas lectivas, y de cuatro a seis talleres distribuidos en tres días a lo largo de los cuales los alumnos confeccionarán sus propios mosaicos romanos con bocetos tomados de piezas expuestas en el museo y en el Ayuntamiento de Carmona.

Recio explica que el mosaico era una de las “formas de decoración más apreciadas entre las clases aristocráticas del mundo antiguo”. Conocida bajo dos formas (el mural y el pavimental), la técnica consiste en la yuxtaposición de teselas de piedra, mármol o pasta vítrea y fue utilizado ampliamente en Hispania y en la Bética durante la época romana. En aquellos tiempos, los mosaicos eran una suerte de alfombras contemporáneas, de manera que las clases altas los sustituían periódicamente en una forma de hacer ostentación de su riqueza, “alcanzando el proceso una organización de métodos de trabajo casi industrial”.

No obstante, y pese a la alta especialización que requería todo el proceso, los artesanos que se dedicaban a este oficio “no eran excesivamente bien considerados”, señala. Era una profesión colegiada, donde cada artesano se encargaba de una parte específica del trabajo “bajo la protección tutelar de la diosa Minerva”. Así, en cada taller convivían desde el maestro hasta el operario que preparaba la cal, diseñaba los mosaicos, cortaba las teselas o las colocaba.

Por último, señala que los orígenes del mosaico se remontan a la prehistoria. Los ejemplos más antiguos “fueron hallados en la región de Mesopotamia, como el arpa del ajuar funerario de la reina Subad en Ur (2.500 a.C.)”. Le siguieron los pavimentos de Creta y Grecia, realizados con guijarros blancos y negros (1.600-1.000 a.C.). Precisamente, es durante la época griega cuando se perfecciona este arte, “evolucionando desde unos diseños geométricos hacia otros figurativos, con representación de temas mitológicos”. Con la expansión del Imperio, “los romanos adoptan la técnica, la desarrollan y expanden sus conocimientos”. En el siglo I a.C. nace en Roma el término mosaico, “que en principio sólo designaban a los mosaicos consagrados a las musas, y luego se aplicaron también a los murales”, concluye.

 

Curso 2024/25