Cursos de Verano

“Las conductas infantiles inadecuadas pueden presentar cierta normalidad en determinadas etapas”

La trabajadora social Adela María Aguilar ha señalado que es necesario tomar medidas cuando la magnitud, frecuencia o perseverancia en el tiempo de estas conductas sean excesivas

La trabajadora social Adela María Aguilar dirige el curso ‘Rebeldía o desconcierto. Trastornos de conductas en menores’
La trabajadora social Adela María Aguilar dirige el curso ‘Rebeldía o desconcierto. Trastornos de conductas en menores’

La desobediencia, las rabietas, el negativismo… constituyen parte de los trastornos de conducta más habituales durante la infancia; y en los últimos años los casos de niños tratados por estos problemas han aumentado en magnitud, pero también ha descendido la edad de los que lo padecen. Sin embargo, “las conductas infantiles inadecuadas pueden presentar cierta ‘normalidad’ en determinadas etapas del ciclo vital”, ha señalado Adela María Aguilar, trabajadora y educadora social.

Estas declaraciones las ha realizado Aguilar en el marco del curso que dirige: ‘Rebeldía o desconcierto. Trastornos de conductas en menores’ dentro de la XIV edición de los Cursos de Verano de la Universidad Pablo de Olavide en la localidad sevillana de Carmona.

Aguilar ha advertido de que aunque estos comportamientos se puedan calificar como normales, “cuando la magnitud, frecuencia o perseverancia en el tiempo de estos son excesivos, pueden llegar a necesitar la intervención de un profesional para que puedan ser corregidos a tiempo”. Además, ha sostenido que la coordinación entre los profesionales que intervienen con los niños y la familia es “primordial” para que sea efectivo el abordaje del trastorno.

Dos niños iguales no existen, según los expertos; sin embargo, un indicativo de la poca incidencia de conductas inadecuadas en un menor, sostiene Aguilar, es el establecimiento de un buen vínculo afectivo con sus padres. “Ello pasa por estar más tiempo juntos desde edades muy tempranas, y para ello, el juego es un elemento esencial”, señala.

No obstante, “no sólo es cuestión de estar más con el niño. Es necesario prestar más atención cuando efectúa conductas adecuadas y expresarle satisfacción verbalmente. Del mismo modo, no hay que darle ningún tipo de satisfacción cuando presente episodios de rabietas o exigencias de caprichos”, afirma Aguilar.

Según la experta, el estilo educativo de los padres es clave a la hora de educar a los hijos, siendo el más adecuado “aquel que combina la existencia de un alto grado de vínculo afectivo con un nivel de control sobre hábitos y conductas adecuados”. Desaconsejando modelos totalmente autoritarios o que, contrariamente, no desempeñen ningún control sobre sus hijos.

“La familia posee el papel protagonista en la vida de los menores”, añade Aguilar, quien admite que “es el principal agente de socialización primaria, el encargado de que adquiera unos valores y una pautas de conducta que, sumado al tipo de educación formal por la que se opte, conseguirán la formación de la personalidad de los menores”. Siendo primordial a la hora de detectar e intervenir en los casos en los que se diagnostique un trastorno de conducta, denominado también trastorno disocial, caracterizado por la persistencia y reiteración de conductas que violan las normas sociales y los derechos de las personas.

Los síntomas de estos trastornos suelen aparecer antes de los trece años, y los expertos señalan entre los más comunes el síndrome del emperador –que sufren niños que se convierten en “verdaderos tiranos” en su relación con sus padres– o diversos trastornos como el trastorno por déficit de atención (con o sin hiperactividad), el trastorno negativista desafiante, los trastornos de alimentación o el trastorno obsesivo compulsivo.

Frente a la creencia popular que asume que los acontecimientos vitales negativos en menores o los problemas en el núcleo familiar están intrínsecamente relacionados con los trastornos de conducta, los avances en genética han descubierto que, en casos concretos, existen “los episodios de conductas que son consecuencia de un trastorno genético subyacente y no siempre todo puede explicarse en términos de educación”, ha concluido Aguilar.

 

 

27 de junio – 19:30 h