El profesor González de Molina es doctor en Historia Contemporánea por la Universidad de Granada donde ejerció como catedrático hasta su incorporación a la Universidad Pablo de Olavide en 2001. De 2004 a 2007 ha sido director general de Agricultura Ecológica en la Consejería de Agricultura, Pesca y Alimentación de la Junta de Andalucía. Es especialista en Historia Agraria, Historia Ambiental y Agroecología. Todos sus trabajos se han centrado en el estudio del mundo rural contemporáneo ahondando en la evolución del campesinado, la identidad andaluza, los condicionamientos ambientales del crecimiento agrario o las bases teóricas de la nueva Historia Ambiental. Elegido nuevo presidente por unanimidad de la Sociedad Española de Historia Agraria, Manuel González de Molina nos habla en esta entrevista de esta institución fundada en 1990.
Ha sido elegido recientemente presidente de la Sociedad Española de Historia Agraria ¿qué supone para usted desempeñar este cargo?
Voy a asumir un reto muy importante que es el de la internacionalización de esta sociedad, que va a pasar a llamarse Sociedad de Estudios de Historia Agraria para dar cabida a investigadores de Latinoamérica, ya sean del ámbito de lengua portuguesa o del ámbito de lengua castellana, e incluso de todos aquellos hispanistas o investigadores que trabajen sobre Latinoamérica. Mis compañeros me han elegido para encabezar esta nueva fase porque llevo mucho tiempo viajando a Latinoamérica y conociendo compañeros con los cuales mantengo vínculos de cooperación científica y académica.
Por otro lado, una de las tareas fundamentales que desempeña la sociedad es la de consolidar la revista Historia Agraria, revista que está indexada en el Journal Citation Report con un factor de impacto alto. Es una de las primeras revistas de Economía de España y la primera en el campo de la Historia Económica. Queremos, ya que se edita en castellano, inglés y portugués, dar cabida a originales y contribuciones del mundo latinoamericano. Lo que pretendemos es incrementar la visibilidad de la investigación agraria hecha tanto en América Latina como en la Península Ibérica.
Y en el terreno personal ¿qué ha supuesto?
En un terreno más personal, el que yo haya sido elegido presidente de esta sociedad es un reconocimiento a un trabajo que llevo desarrollando durante 37 años. Significa, más que un reconocimiento a mi persona, un reconocimiento a las líneas de investigación que desarrollamos en el Laboratorio de Historia de los Agroecosistemas y que se basan principalmente en la integración de los aspectos ambientales dentro del discurso histórico. Llevamos tiempo estudiando las transformaciones agrarias ocurridas en nuestro país desde una perspectiva agroecológica, lo que nos ha permitido construir un relato completamente nuevo de nuestro pasado agrario que tiene, además, una evidente proyección de futuro.
¿Qué promueve la sociedad que preside?
La Sociedad Española de Historia Agraria promueve la investigación, el debate y el intercambio de ideas entre historiadores de distintos períodos cronológicos, desde la Prehistoria hasta la Contemporaneidad, que dedican sus investigaciones al mundo rural y a la agricultura. Lo que pretende es intercambio académico, científico, de publicaciones, organización de congresos, jornadas, y cualquier otra actividad que permita producir y compartir conocimientos.
Como experto en agroecología ¿qué le ha motivado para profundizar en el conocimiento del mundo rural y la ecología?
Empecé en este mundo de la Agroecología buscando las causas de los problemas actuales de la agricultura y el mundo rural andaluz, que han sido generados por el modelo de agricultura y sistema agroalimentario industrializado. Este modelo ha producido daños ambientales como la sobreexplotación de los acuíferos y su contaminación por nitratos y pesticidas, altas tasas de erosión, contaminación de los alimentos, etc., sin por ello mejorar la renta de los agricultores. Todo lo contrario, el modelo de agricultura industrial ha deteriorado la rentabilidad de la actividad agraria y ha colocado a los agricultores en una situación de dependencia de la gran distribución y de las grandes empresas de insumos. Todo esto me motivó a buscar alternativas a un modelo que ya no funciona.
Por otro lado, busqué también las razones por las que se consideró históricamente a Andalucía un territorio atrasado, especialmente su agricultura y su mundo rural, incapaz de modernizarse. Esta idea del atraso ha sido un sambenito que aún hoy tenemos que soportar. Idea que en absoluto es cierta. Hemos demostrado con nuestras investigaciones sobre la agricultura andaluza y española que lo que en realidad ocurrió es que las condiciones ambientales limitaron el crecimiento agrario antes de la llegada de la moderna irrigación y de los fertilizantes químicos. En cuanto esas limitaciones se superaron con medios tecnológicos y grandes cantidades de energía barata, la agricultura andaluza alcanzó productividades muy elevadas, eso sí, a cambio de los problemas ambientales y de rentabilidad que he mencionado.
Usted es firme defensor de la agricultura ecológica ¿Qué ventajas tiene frente a la agricultura convencional o industrial?
El modelo de agricultura industrial no es sostenible porque presenta tres principales inconvenientes: no es ambientalmente sano, no es viable económicamente, y socialmente no es equitativo, produce grandes desigualdades sociales. Pues bien, la alternativa que ha demostrado puede superar estos inconvenientes hoy por hoy es la agricultura ecológica. Desde el punto de vista ambiental o agronómico es una agricultura respetuosa con el medio ambiente y produce alimentos sanos, es decir, es una agricultura sana desde el punto de vista de la alimentación y de la tierra. Es una agricultura más rentable que la convencional, que sólo es capaz de proporcionar a los agricultores una renta que apenas llega al 65% de la que percibe un ciudadano medio en la ciudad. En términos comparativos, la agricultura ecológica genera un 30% más de ingresos que la convencional. Por último, la agricultura ecológica es mucho más equitativa en términos sociales, puesto que predomina la explotación familiar en la que hay una significativa incorporación de la mujer y de los jóvenes al trabajo.
En Andalucía tenemos, además, ventajas comparativas para practicar este modelo de agricultura. Somos ya líderes en producción ecológica a escala nacional. Sobre esa base se debería promover un cambio de modelo definitivo: pasar de una agricultura industrial que produce daños en los tres campos que he comentado a una agricultura ecológica que produce tantos beneficios y en la que Andalucía es competitiva.
¿En qué está trabajando actualmente?
En el Laboratorio de Historia de los Agroecosistemas nos dedicamos a estudiar la racionalidad de la producción tradicional a través de metodologías biofísicas: metabolismo social, balances de energía, emisiones de gases de efecto invernadero, etc. Es decir, aplicamos metodologías de vanguardia al estudio de la agricultura tradicional para extraer manejos o formas de resolver problemas que pudieran ser utilizados actualmente en la agricultura ecológica. En esta línea, hemos estado llevando a cabo proyectos de recuperación de manejos tradicionales del olivar, una línea de investigación que ha dado muy buenos resultados. En estos momentos estamos desarrollando un experimento de campo sobre variedades tradicionales de trigo y habas para agricultura ecológica, donde, además, hemos reproducido las condiciones históricas del manejo tradicional para conocer en detalle cómo funcionaba este tipo de agricultura. A este método le hemos llamado Historia Experimental.