Mirada científica

Sobre metáforas, enfermedades y guerras

De Agostini Picture Library/Universal Images Group

‘Guerra al Covid 19’, ‘El Covid 19 es muy inteligente: actúa como una guerra de guerrillas’, ‘La industria química de Tarragona en estado de guerra contra el Covid 19’, ‘Reino Unido apela al espíritu de Churchill contra el Covid 19’ son algunos de los titulares con los que nos encontramos ahora en la prensa. Recientemente en el programa ‘La Ventana’,  Carles Francino mostraba su desagrado por esta metáfora y se quejaba del abuso de las metáforas bélicas para referirse a la situación que estamos viviendo. Defendía que si bien nos enfrentamos a un grave problema de salud no debe ser considerado como una guerra y que la retórica de los ejércitos y las batallas no era la más adecuada. En una guerra –decía Francino- hay dos ejércitos y uno gana y otro pierde mientras que aquí no. Aquí estamos nosotros frente al Covid 19 y todos podemos perder. Sin embargo, justo tras decir “Esto no es ninguna guerra”, Francino continúa afirmando, “El enemigo a batir es un bicho microcóspico”. ¿En qué quedamos? Si esto no es una guerra ¿por qué tenemos “un enemigo a batir”?

Escuchando a Francino recordé Metáforas de la vida cotidiana (1980) de Lakoff y Johnson que supuso toda una revolución en la forma de entender y pensar las metáforas y que nos puede ayudar a entender el lapsus del periodista. Para la semántica cognitiva la metáfora no es solo un modo lingüístico de expresión, sino que se trata de una de las principales estructuras cognitivas. La metáfora estructura el pensamiento y nos permite tener experiencias coherentes y ordenadas de la realidad sobre las que poder razonar. La función principal de la metáfora sería proporcionar una comprensión parcial de un tipo de experiencia en término de otro tipo de experiencia. Realidades más concretas y que conocemos mejor nos permiten pensar y estructurar otras de carácter más abstracto o peor conocidas. La metáfora deja pues de ser un ardid de los poetas para convertirse en una de las herramientas cognitivas más utilizadas y un principio incisivo de la comprensión humana. Así por ejemplo, la metáfora LA VIDA ES UN VIAJE estructura nuestra comprensión de la vida como si se tratara de un viaje. Así, la persona que vive es el viajero, el nacimiento es el comienzo del viaje, las decisiones que debemos tomar son las encrucijadas del camino, los problemas personales son el equipaje con el que cargamos, los momentos difíciles son los caminos cuesta arriba, las oportunidades perdidas son los trenes que dejamos pasar, el final del viaje es la muerte… A partir de esta metáfora podemos pensar millones de expresiones metafóricas y la literatura, la prensa y nuestro día a día está lleno de ellas.

Utilizar la metáfora de la guerra para la enfermedad no me parece acertado; muchas no pueden ser superadas y eso no significa que la persona enferma o el personal médico no hayan hecho todo lo posible

Según Lakoff y Johnson, dependiendo de qué metáforas estemos empleando pensamos la realidad de forma muy diferente. EL AMOR, por ejemplo, puede ser pensado como UNA OBRA DE ARTE EN COLABORACIÓN, UN VIAJE, UNA LOCURA, MAGIA, UNA CACERÍA, UNA CÁRCEL, UNA GUERRA, UNA FUERZA FÍSICA… (Lakoff & Johnson 1991:181). Elegir una u otra no resulta indiferente pues dependerá de qué metáfora elijamos el que establezcamos una visión u otra de esa realidad. Mientras que en unos casos se va a subrayar la libertad, la cooperación o el esfuerzo, en otras priman la falta de libertad, la violencia o la dominación.

Utilizar la metáfora de la guerra para referirnos a la enfermedad no me parece acertado. Muchas enfermedades no pueden ser superadas y eso no significa que la persona enferma o el personal médico no hayan hecho todo lo que estaba en su mano. Al emplear una metáfora como ésta parece que no lucharon bien o que no lucharon lo suficiente y en cierto modo se culpabiliza a la víctima. En La enfermedad y sus metáforas Susan Sontag analiza lo dañinas que pueden resultar para los pacientes de cáncer las metáforas bélicas que se emplean para referirse a esta enfermedad. Las batallas de la vida son otras y son las que podamos ganar y perder. Ésa todos la tenemos perdida.

Y volvemos a la metáfora bélica que nos ocupa. ¿Es adecuada la metáfora de la guerra para referirnos al Covid y a la situación en la que estamos viviendo? “Estamos en guerra” dijo Macron en el discurso televisado en el que anunciaba el confinamiento o Pedro Sánchez vuelve a aludir a ella para decir “Nadie puede ganar solo esta guerra”. En los discursos del presidente del Gobierno de España oímos hablar de ‘batallas’, ‘victoria’, ‘armas’, ‘frente’, ‘primera línea’…  Y ante una situación de guerra rápidamente salen los ‘policías de balcón’. Como le dijeron que «aquí todos somos soldados» ahí está insultando a la médica o al reponedor del supermercado que van camino de su trabajo. Se ve que no se le ocurrió como tarea de soldado sacar la basura o comprar la comida del matrimonio mayor que vive a su vera. En estas situaciones se saca lo mejor, y también lo peor de nosotros. Por suerte, los policías del balcón son los menos. “En la guerra no hay fines de semana”, dicen en una de las ruedas de prensa, como si en la UCI sí los hubiera. En la UCI también todos los días son lunes, hoy y hace tres años.

En la guerra hay dos ejércitos, cada uno con un plan. En la guerra, un ejército no ataca y otro se defiende y viceversa y los muertos forman parte del cálculo estratégico, esto es, cuántos muertos estás dispuesto a aceptar para conseguir la victoria. Nada de esto hay aquí. Josep Ramoneda (2000) señala que la metáfora bélica ampararía los planteamientos iniciales de Boris Johnson o de Donald Trump cuando calculaban la necesidad de asumir las víctimas necesarias para conseguir la autoinmunización. La metáfora bélica alimenta también planteamientos tan inaceptables como los de aquellos que relacionan la enfermedad con un país. Durante mucho tiempo Trump se estuvo refiriendo al Covid 19 como ‘el virus chino’, sin tener en cuenta lo que eso podría suponer para los estadounidenses de origen chino o asiático. Aquí también un político decía que sus ‘anticuerpos españoles’ estaban luchando con ‘el virus chino’. Con el racismo y la xenofobia ya reinante lo único que nos falta es ligar enfermedades con naciones, etnias y religiones. Parece que no hemos aprendido mucho de lo sucedido en pandemias del pasado.

“Las metáforas pueden matar”, decía G. Lakoff en una conferencia que impartió en 1991 analizando las metáforas empleadas por G. Bush para justificar la guerra contra Irak y como dichas metáforas servían para invisibilizar lo que realmente estaba sucediendo. Una de esas metáforas identificaba una nación con una única persona. La guerra era contra Sadam Hussein, no contra el pueblo iraquí, pero las tres mil bombas que se lanzaron en los dos primeros días no cayeron sobre él (Lakoff 2007). Nada era inocente. Las imágenes tienen un enorme poder sobre nosotros y tratar de presentarnos un escenario de guerra ahora no es tampoco algo inocente. No se puede pensar sin metáforas pero hay metáforas de las que es mejor abstenerse o tratar de apartarse. Con las referencias a la guerra se abre el camino a un refuerzo de las posiciones autoritarias. Se sabe muy bien cuándo empiezan las restricciones de las libertades pero no cuando acaban y el discurso ensalzador de como China ha afrontado la pandemia no se entiende y no ayuda.

“Existe un peligro importante para el día después y es que el miedo, que ha servido para forzar que la gente se confine acríticamente, siga vivo y comporte la aceptación de cosas que normalmente no se hubiesen aceptado.” (Ramoneda 2020)

Con el Covid 19 no es que todo haya cambiado es que todo ha quedado más a la vista. Antes de él también éramos vulnerables pero algunos parece que lo habían olvidado. Como bien nos recuerda Flores d´Arcais (2020) en el Titanic los de tercera clase murieron más, porque los botes los cogieron los de la primera clase. No es verdad que todos estemos en el mismo barco durante el confinamiento. No lo estábamos antes y seguimos sin estarlo ahora. No lo olvidemos. Por todo ello, frente a este lenguaje bélico debemos reclamar el lenguaje de la responsabilidad, de la solidaridad y de los deberes (López de la Vieja et. al. 2020).

Qué va a pasar, no lo sabemos. Es fácil confundir nuestros deseos con lo que está por venir. Las profecías no sirven de mucho porque no nos ayudan a entender nuestro presente y hoy necesitamos, más todavía, ideas progresistas que nos permitan superar no solo la crisis del Covid 19 sino también la económica y la climática y que nos ayuden construir sociedades más equitativas.

Termino citando de nuevo a Carles Francino que fue quien me hizo recordar las metáforas convencionales de Lakoff y Johnson y que me acompaña todas las tardes:

“Esto no es una guerra y no necesitamos cuentos de soldaditos sino transparencia en los datos, eficacia en la gestión y lealtad de los que hoy no mandan. El resto, disciplina social, empatía, solidaridad y resiliencia ya lo ponemos los ciudadanos y sin pegar ni un tiro”.

Y por eso nos quedamos en casa. Y desde casa seguimos dando clases, haciendo tutorías, dirigiendo los trabajos fin de grado y preocupándonos porque nuestros estudiantes estén bien y porque todos tengan un ordenador y una conexión a internet cuando llegue la hora de los exámenes.

Marian Pérez BernalMarian Pérez Bernal

Profesora de la Universidad Pablo de Olavide, especialista en Filosofía del Lenguaje

 

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