Jean Baptiste Harguindéguy, Universidad Pablo de Olavide; Antonio M. Jaime-Castillo, UNED – Universidad Nacional de Educación a Distancia; Francisco Javier Ramirez Leiva, Universidad Pablo de Olavide y Xavier Coller, UNED – Universidad Nacional de Educación a Distancia
Las elecciones en Andalucía han supuesto un cambio sin precedentes en la distribución de la representación en el Parlamento autonómico. No obstante, aun siendo un terremoto de grandes proporciones, tendemos a abusar del calificativo histórico para los momentos, al tiempo que menospreciamos el ritmo lento al que se van produciendo los cambios.
El cambio político en Andalucía venía produciéndose desde hace al menos dos décadas. El predominio global del PSOE en la comunidad era ya muy desigual por provincias y, sobre todo, por tipo de hábitat. El bloque de la derecha era ya claramente mayoritario en algunas provincias y municipios costeros y en amplios grupos de población, como los de estudios superiores.
Lo que ha ocurrido el 19 de junio es que todas esas tendencias de fondo que venían alterando la composición del mapa electoral de Andalucía se han conjugado entre sí en un entorno y momento propicios (una tormenta casi perfecta) para dar lugar a este vuelco electoral sin precedentes. Una participación moderadamente baja, una coordinación del voto de centro y derecha en torno al PP por la caída de Ciudadanos, la dispersión de la oferta de la izquierda y las primas implícitas del sistema electoral han dado lugar a este resultado que hoy todo el mundo llama “histórico”.
Estas consideraciones no deberían llevar a pensar que lo ocurrido es un espejismo. Todo lo contrario. Refleja cambios que se vienen acompasando a lo largo del tiempo y que es difícil que se reviertan en la comunidad a corto plazo. Vamos con un poco de análisis.
Una campaña in crescendo
En un sistema de gobierno multinivel como el español, el contexto nacional suele interactuar con el autonómico. El auge de la inflación (y especialmente de los precios de la energía), la guerra en Ucrania, los numerosos cuellos de botella en la economía productiva y la previsible subida de tipos por parte del Banco Central Europeo han marcado el contexto de las elecciones andaluzas, caracterizadas por notables dosis de incertidumbre económica, política y social.
Al mismo tiempo, los resultados previos de las elecciones en Castilla y León han convertido las elecciones andaluzas en una prueba de estrés para el Ejecutivo de Pedro Sánchez y el resto de las fuerzas políticas estatales.
La campaña electoral se ha centrado en temas locales, regionales y nacionales en función del momento. El cultivo de frutos rojos en Huelva, el mal estado del parque de Doñana, la sequía, el aumento de los costes en la agricultura, la inmigración en Almería, el miedo a la extrema derecha, la identidad andaluza, la ley de costas, el caso de los ERE o la educación concertada han focalizado la atención de los candidatos como se pudo comprobar durante los debates televisivos del 6 y el 13 de junio.
Mientras el Partido Popular ha intentado diluir la marca del partido detrás de la personalidad de Juan Manuel “Juanma” Moreno Bonilla, el Partido Socialista, liderado por Juan Espadas, ha intentado reagrupar a sus fieles para impedir la posible entrada de Vox en el gobierno andaluz.
Por su parte, el candidato de Ciudadanos, Juan Marín, se ha esforzado en demostrar que su formación no estaba condenada a la irrelevancia. La coalición Por Andalucía, capitaneada por Inma Nieto, se ha centrado en los aspectos más sociales de la campaña. En una línea cercana, la candidata de Adelante Andalucía, Teresa Rodríguez, ha desarrollado un discurso izquierdista-autonomista en defensa de los intereses de Andalucía. Finalmente, la candidata de Vox, Macarena Olona, ha sido fiel a la línea programática nacional de su partido insistiendo en el descontento contra el Gobierno de Pedro Sánchez.
Los sondeos pronosticaban una victoria holgada del Partido Popular desde el principio, pero el margen de Moreno Bonilla se fue acrecentando hacia el final de la campaña. Aun así, se estimaba que los conservadores no llegarían a la mayoría absoluta y que necesitarían el apoyo de otra formación. Ninguno de los sondeos más relevantes pronosticaron una mayoría absoluta del PP. Los que más se aproximaron se quedaron cortos, sugiriendo que es muy probable que una buena parte del voto se ha decidido en las últimas jornadas de campaña.
La abstención
Uno de los fenómenos políticos más relevantes para medir la calidad de la democracia es el grado de implicación de la ciudadanía en las elecciones identificado con la abstención. Este fenómeno ha tendido a subir desde mediados de los años 1990 en Andalucía. Los resultados de 2022 demuestran que, a pesar de haberse reducido el porcentaje de abstencionistas, encontramos datos que rozan el máximo histórico de 1990.
Las elecciones del 19J nos señalan que cuatro de cada diez electores andaluces no han ejercicio su derecho al voto, datos que dejan los niveles de abstención en 41,67 %, 1,77 puntos menos que en 2018, pero por encima de la mayor parte de los comicios celebrados.
Los resultados electorales
Los resultados han demostrado que el ganador de la noche electoral en Andalucía ha sido un Juanma Moreno destacado contra el fondo desdibujado del PP. Ha ganado en todas las provincias, incluso en Sevilla, el bastión socialista elección tras elección. El bloque de la izquierda pierde apoyos, como cada uno de sus integrantes considerados individualmente. Ciudadanos desaparece y Vox frena su crecimiento.
El PP obtiene una enorme victoria que está muy vinculada a la caída de Ciudadanos y al no crecimiento de Vox, pero que va más allá. La expectativa del desplome de Ciudadanos ha llevado a una apuesta por el voto útil entre el electorado moderado-conservador andaluz. Esto ha podido afectar incluso al resultado de Vox, pues algunos de sus votantes potenciales han podido percibir que la disgregación del voto conservador podía ser perjudicial para un gobierno conservador fuerte.
Habrá que esperar a las encuestas poselectorales para poder analizar con detalle los trasvases de voto pero, mirando a los números de votos absolutos, es posible que haya un número no insignificante de antiguos votantes del PSOE que han podido transitar hacia la opción del PP en un contexto en el que el PP aparece como una fuerza moderada, especialmente si ya se ha hecho la transición del PSOE a Ciudadanos en las anteriores elecciones.
¿Podrá volver el PSOE al poder en Andalucía?
Los resultados son especialmente negativos para el PSOE, que no solo ha perdido (previsiblemente) un número no despreciable de votos por el centro, sino que tampoco ha conseguido atraer votos a su izquierda. Una vez perdido el poder institucional, sus opciones de volver al poder en Andalucía quedan seriamente dañadas a corto plazo. La izquierda en general sufre el efecto de una gran desmovilización y el miedo a la posible entrada de Vox en el gobierno no ha sido suficiente para movilizar a su electorado.
La caída de Ciudadanos ya se veía venir, pero no puede dejar de mencionarse. Es reflejo de los tiempos convulsos que vive el sistema de partidos español desde hace una década. La aparición de nuevos partidos implica que, si bien el voto no viaja de un espectro ideológico a otro en grandes proporciones, sí que se producen reestructuraciones considerables del voto dentro de cada bloque. Y esto, unido a los efectos del sistema electoral, tiene un efecto amplificador sobre la presencia institucional de los diferentes partidos.
La contundencia del resultado en Andalucía permite también sacar algunas lecciones importantes a nivel nacional. Es un serio aviso a los partidos en el gobierno, tanto al PSOE como a los socios de coalición. Por una parte, Andalucía es la autonomía que más diputados aporta al Congreso de los Diputados y, como ya hemos dicho, lo vivido el 19 de junio no es un espejismo, sino reflejo de una tendencia a largo plazo. Por otro lado, es cierto que los contextos son muy diferentes y lo que ha ocurrido en Andalucía no tiene que reproducirse a nivel nacional.
No obstante, las incertidumbres en el horizonte económico internacional (y sus previsibles repercusiones a nivel nacional) y la desmovilización acusada del voto de izquierda conforman un escenario bastante complicado para los partidos que sostienen al ejecutivo. Está por ver si la estrategia inaugurada por el nuevo PP en estas elecciones de Andalucía puede imponerse en otros contextos y llevar a un cambio político a nivel nacional.
Jean Baptiste Harguindéguy, , Universidad Pablo de Olavide; Antonio M. Jaime-Castillo, Profesor Titular de Ciencia Política, UNED – Universidad Nacional de Educación a Distancia; Francisco Javier Ramirez Leiva, Assistant researcher, Universidad Pablo de Olavide y Xavier Coller, Catedrático, Dpto. Ciencia Política y de la Administración, UNED – Universidad Nacional de Educación a Distancia
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.