La egresada de la Facultad de Ciencias Sociales Alba María Aragón, Premio Joven a la Cultura Científica por su estudio sobre las secuelas sociales del cáncer infantil

La egresada de la Universidad Pablo de Olavide Alba María Aragón ha sido galardonada con el ‘Premio Joven a la Cultura Científica 2020’, otorgado por el Ayuntamiento de Sevilla a través de su Delegación de Juventud y Cooperación al Desarrollo, con la colaboración del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

Egresada del Doble Grado en Sociología y Ciencias Políticas de la UPO, Alba María Aragón ha sido galardonada con el Premio a la Investigación en el ámbito de las Ciencias Humanas y Sociales en la modalidad Investigadores/as de Grado y Postgrado sin título de Doctorado, por su trabajo ‘Interacción en contextos sociales de supervivientes de un cáncer infantil a partir de sus trayectorias vitales’.

El estudio premiado es el resultado de la investigación realizada por Alba María Aragón para su Trabajo Fin de Grado, dirigido por la profesora del Departamento de Sociología Rosalía Martínez García, que comenzó a gestarse cuando esta egresada realizó sus prácticas curriculares en la Asociación Española para los Efectos del Tratamiento del Cáncer.

Esta asociación, integrada por familias, supervivientes y voluntarios, en su mayor parte universitarios, trata de atender las necesidades tanto de los supervivientes como de sus familias tras recibir el alta hospitalaria. Hacer las prácticas en este centro permitió a la alumna conocer sus experiencias y comprobar que las necesidades de los supervivientes y sus familias van mucho más allá del tratamiento hospitalario. Y es que la mayor parte de trabajos realizados en materia de supervivencia y cáncer infantil suelen estar orientados a su análisis desde las secuelas físicas y psicológicas que experimentan los pacientes, tanto durante como después del tratamiento. Sin embargo, cada son más los profesionales del campo sanitario que demandan la necesidad de investigación e intervención desde las Ciencias Sociales.

“Consideramos que con posterioridad al tratamiento existen secuelas sociales, que serían todos aquellos retos que los supervivientes deben afrontar en sus relaciones con agentes sociales como la familia, la escuela o el grupo de iguales, entre otros”, explica Alba María. Así, cuando un niño enferma de cáncer, se genera una ruptura con todos estos contextos por las necesidades del tratamiento. Por ejemplo, hay familias que se separan; los padres y, más frecuentemente las madres, deben abandonar sus puestos de trabajo para atender al hijo enfermo, con las consecuencias económicas que esto conlleva; los niños deben abandonar la escuela para someterse al tratamiento, dificultando su acceso a estudios superiores; pierden el contacto con su grupo de amigos y compañeros de clase, dando lugar a aislamiento social y dificultades de integración; experimentan alteraciones físicas que pueden ser crónicas y que los alejan de sus iguales (pérdida del pelo, sustitución de miembros del cuerpo por prótesis, delgadez extrema…).

En definitiva, todos estos elementos condicionan su desarrollo social durante y tras la enfermedad, con consecuencias importantes para su bienestar subjetivo y su trayectoria social. “En la actualidad no existe ningún protocolo específico por parte de las instituciones públicas para atender estas necesidades, por eso es necesario resaltar que después del cáncer hay vida y que los supervivientes y sus familias no solo necesitan apoyo durante la hospitalización, sino también con posterioridad a esta. Cuando hablamos de cáncer, hablamos de enfermedad, pero también de género, de educación, de proyección laboral, de familias, de grupos de amigos… Todos ellos, ámbitos susceptibles de ser investigados desde las Ciencias Sociales”, defiende Alba María, que actualmente disfruta en la UPO de una beca en el recién creado Laboratorio de Ciencias Sociales.

Respecto al premio, la galardonada se muestra orgullosa y emocionada por el reconocimiento a un trabajo repleto de sentimientos. “Me siento muy agradecida a los y las jóvenes que han compartido conmigo su historia, su confianza y su valentía para rememorar dichos momentos difíciles y su implicación tanto con las asociaciones como con las familias que cada día reciben el diagnóstico oncológico y que pueden ver en sus trayectorias vitales una historia de superación y, sobre todo, de esperanza”, declara la joven, quien también agradece a la profesora Rosalía Martínez su implicación y dedicación, “que ha hecho posible esta investigación».