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“Carboneros primitivamente era una Venta y allí se fundó una de las poblaciones de Sierra Morena por Carlos III (…) Fue nombrado juez subdelegado el teniente del Regimiento de Voluntarios de Caballería de España don Ramón de Salas. Se cree que su nombre se deba a la gran riqueza de carbón vegetal de la cercana sierra”

F. Olivares Barragán

Esta localidad fue una pieza más de un revolucionario proyecto colonizador ilustrado. Hoy es unos de los siete municipios de Jaén que nacieron gracias a la idea de repoblar tierras casi desiertas de Sierra Morena y Andalucía durante el reinado de Carlos III, con Pablo de Olavide como Superintendente.

La primera llegada de colonos a Carboneros se produjo a final de verano de 1768, a finales de ese año en Sierra Morona vivían ya más de 2.900 individuos, y el número en 1774 era de 4.802. De ellos vivían en Carboneros 413 individuos, colonia que ocupaba el cuarto lugar en cuanto a número de pobladores de las de Sierra Morena.

Por entonces el núcleo inicial de población se había extendido: partiendo de cinco casas (alrededor de la actual parroquia), la nueva población tenía varias aldeas: El Acebuchar, nombre que ya se cita en el Libro de Monterías de Alfonso X, La Escolástica, hoy absorbida por el núcleo urbano, los Cuellos, desaparecida, y la Mesa, que debe su nombre a la orografía del terreno.  

Aunque existe bastante “uniformidad colonial” en todo lo que tiene que ver con el pasado de estas colonias, ello no restó a Carboneros rasgos propios, como un trazado lineal urbano y ser una de las colonias con mayor porcentaje de familias alemanas.

El pueblo fue creciendo, adoptando un urbanismo ordenado: pósito, ayuntamiento, cárcel y las escuelas públicas simbolizaban el orden social imperante. Un cementerio separado de la Iglesia representa la preocupación por la higiene. Un horno de pan, construido en 1770, cubría las necesidades alimenticias básicas de sus vecinos. En adelante, para progresar dependía del trabajo de sus habitantes, dedicados sobre todo a cultivar cereales y legumbres, criar ganado y a alguna actividad artesana menor. Aunque pronto se dieron cuenta de que su progreso estaba en el olivar. Respecto al gobierno municipal, se ajusta en todo a lo dispuesto por el Fuero (artículo 14).

El poder civil lo detentaba el Comandante, ayudado por los jefes de los departamentos (alcaldes pedáneos). El departamento mayor estaba en la actual aldea de El Acebuchar. El trabajo, incluso el ocio, era controlado por las autoridades, sujetas a un organigrama piramidal.

Un hito importante para los colonos fue la decisión del superintendente Ondeano de dar a los Jefes de Suerte su legítima carta de propiedad en 1781, como recoge el “Libro de Repartimiento”, conservado el de Carboneros en el AHP de Jaén. Este libro, que finaliza sus anotaciones hacia 1819, aporta datos interesantes para su historia. En cada página se anota el número de la Suerte y el Departamento, su Jefe, nacionalidad y estado civil. El total de jefes de suerte entre 1781-1794 son 108, y predominando los alemanes (67) sobre otras nacionalidades (40 españoles, y un francés). Hay 9 mujeres y 14 menores como jefes de suerte. La tasa de instrucción, a partir de la capacidad de firmar, indica que son más cultos los extranjeros, pues de ellos Muy importante para construir correctamente la historia de estos nuevos pueblos es conocer su evolución demográfica secular.

En 1792 había en Carboneros 90 casas y 450 almas y sigue ocupando el cuarto lugar de las Nuevas Poblaciones. Pero esta colonia tiene más miembros por unidad familiar, garantía de holgura económica. Por ello cabe pensar que en Carboneros hubo menos pobreza que en otros lugares.

La primera mitad del siglo XIX, de crisis demográfica general en Jaén, Madoz da la cifra de 500 habitantes. Por fortuna no era un declive definitivo gracias a la expansión del olivar y a la actividad minera. Carboneros en 1900 alcanzó 983 habitantes de derecho y aumentó su censo hasta bien entrado el siglo XX: en 1940 tenía 1.415 habitantes y se seguían construyendo viviendas, caso de la Barriada Belén (veintiséis casas, entre los años 1949- 1966). En adelante se mantuvo por encima de los 1.000 habitantes hasta 1975. Luego se hizo imparable el éxodo rural, pese a que el olivar producía riqueza. Pero faltaba tejido industrial. Políticamente cabe señalar que la vigencia del fuero cesó en 1835, y que ese año Carboneros fue unido a La Carolina. Ello provocó rechazo vecinal, y en 1839 se segregó. Pero siguieron las tensiones con La Carolina largos años. En general no fue fácil este siglo en la provincia, y de ello no se libraron las Nuevas Poblaciones, muy afectadas durante la Guerra de la Independencia.

Hoy Carboneros (con las aldeas El Acebuchar y La Mesa), es un municipio con proyección de futuro. Todavía conserva huellas alemanas y su entramado urbano es diáfano y ordenado, lleno de encanto. La industria aceitera, con dos cooperativas, es un pilar básico en la economía, mientas nuevas luces de esperanza se abren en su polígono industrial. También sus antiguas dehesas mantienen la tradición cinegética, convertida en riqueza turística.

Pósito

Sobrio edificio civil Neoclásico situado frente a la iglesia, en una idea igualitaria entre poder civil y religioso propio del liberalismo. Estructura horizontal adintelada. Puerta flanqueada de dobles ventanas, con doble escalera de acceso. Magnífico sótano, caso único en Sierra Morena, salvo Montizón. Excelente artesonado, doble arcada y doble nave, separadas por arcos. Habilitado para temas culturales, sociales, exposiciones temporales y centro de interpretación.

Iglesia parroquial

La actual se construye en 1788, bajo la advocación de La Inmaculada. Según J. J Quesada, es la de mayor calidad arquitectónica en estas colonias. Obra neoclásica, Barroco- Clásico –Romano, de una sola nave (“de Cajón”), con el espacio justo, sin adornos, aunque con magnifico juego de bóvedas de medio cañón, articulada con arcos fajones, pechinas en el coro y alguna pintura inspirada en los flamencos de la Capilla Real de Granada. Sencilla espadaña central de inspiración conventual. Sin torre. Tiene un reciente retablo barroco realizado y donado por el imaginero sevillano Alfredo Muñoz Arcos en recuerdo a su esposa, Mariana Ming, natural de Carboneros. En su pila bautismal fue bautizado don Martin Sheroff Avi, descendiente de carbonarenses y primer mentor literario del poeta García Lorca.

Casa del colono

Se conserva alguna en la aldea de la Mesa. Humildes pero suficientes para cubrir las necesidades de entonces. Su diseño se atribuye el ingeniero francés Simón Desnaux. Construidas por los propios colonos usando materiales del lugar. Tuvieron hasta dos plantas. En la de abajo, puerta central flanqueada de dos ventanas, para vivienda, y aparte las cuadras y patio. Arriba, granero con pequeña ventilación. La mayoría de las primeras casas se levantaron en sus aldeas, con ayuda de algunos albañiles de Lorca.

Posada

Se conserva una en la orilla del camino. Sobria fachada de piedra, amplia entrada y ventanas adinteladas en sus dos plantas.

Fuentes

Una excelente en el pueblo, y otras en las aldeas, de época.

Monumento al colono

En la avenida de entrada, con vistas a Sierra Morena; retrato de Olavide, con los nombres de todos los primeros colonos; realizado por el ceramista Rivas.

La dehesa El Cotillo

En ella existe un hotel, coso y demás espacios vinculados al mundo del toro bravo.

Pabellón “Álvaro del Bosque”

Instalación deportiva moderna, sede de las competiciones de las selecciones nacionales Síndrome Down, y de otros colectivos.

La Inmaculada Concepción. El domingo de Pascua y “fiesta del Pintahuevos”. La fiesta de la Cruz en la aldea de La Mesa, La de San Isidro en la aldea del Acebuchar. La Feria de La Fundación de agosto. La entrega de premios “Corazón de Olavidia”, y Torneo nacional de fútbol- sala Álvaro del Bosque”, en otoño.

Se conserva la cocina tradicional gracias a la labor de algunas asociaciones de vecinas que recogen esta faceta cultural en soporte escrito y digital. Cabe citar, entre otros el Conejo al barrillo, Moje de Bacalao, los Jarapos, Gachas dulces, Roscos de viento, Guiso de habas, Almortas, Potaje de panecillos, el Rin –Ran, y gran variedad de platos relacionados con la riqueza cinegética y el mejor aceite: AOVE. 

Texto: Adela Tarifa Fernández
Fotografías: Área de Comunicación y Estrategia Fundaciones UPO