La Iglesia de Santa María la Blanca, en origen una antigua sinagoga, empezó su reforma barroca hacia 1640, consolidándose el cambio a partir de 1650, después de la plaga de peste que asoló la ciudad. El impulso renovador lo llevó a cabo el Canónigo Justino de Neve, y confiaría parte de esa transformación a Murillo.

La primera aportación de Murillo a la iglesia fue el lienzo de La última cena para la hermandad Sacramental en 1650, un año después de la terrible epidemia. Todavía no existía vínculo directo con Justino de Neve, que llegaría, probablemente unos cuatro años más tarde. En 1655 se nombró a Neve como visitador de capillas, y tomó cierto interés por Santa María la Blanca. 

 

Salas visitadas
36.36%