En estas collaciones -un tiempo en San Isidoro y luego en San Nicolás- también residió algún tiempo Murillo, y probablemente por sus calles estableció contacto con algunos de los clientes y mercaderes extranjerosespecialmente los de origen flamenco.

Los flamencos desde muy temprano fundaron su propio consulado mercantil para defender sus intereses comerciales. En los primeros años del siglo XVII contaban con un hospital y una capilla en el claustro del Colegio de Santo Tomás. Los más reputados comerciantes de origen flamenco ocuparon algún cargo en esta institución a lo largo de su vida.

Una de las familias con mayor fortuna de las que se establecieron en la ciudad, fue la de los Maestre. Se instalaron cerca de la calle Francos y adquirieron una Capilla al lado del altar mayor en la parroquia de San Isidoro. Diego Maestre ostentó varios cargos dentro del consulado de la nación flamenca en distintos periodos, incluso llegó a ser veinticuatro de la ciudad, consiguiendo en 1684 la ejecutoria de hidalguía.

Pero, sin duda alguna, el mercader con mayor vínculo con Murillo fue Nicolás Omazur. Oriundo de Amberes, se casó con Isabel Malcampo, también perteneciente a una familia de origen flamenco que se estableció en Sevilla en la misma época. Ambos se desposaron en la Iglesia de San Isidoro en 1669. Sería este matrimonio el que daría a Murillo la oportunidad de realizar una pareja de retratos excepcionales. Nicolás Omazur adquirió más lienzos realizados por Murillo, como atestiguan sus inventarios de bienes en los que figuraban varios cuadros de la mano del maestro sevillano. Hechos que demuestran una relación artista-comitente cercana.