Murillo pasará los últimos años de su vida en la collación de Santa Cruz. El artista, ya consagrado, seguiría trabajando incansable hasta el final de sus días. Vivía en una casa frente al Convento de San José, en la calle Santa Teresa. Se trataba de una casa de dos plantas. En la parte inferior se situaba un patio que estructuraba la vivienda. Alrededor se encontraría la cocina y el taller del pintor. En la planta superior se encontraba un comedor con una zona de recibimiento, la cámara de su hijo Gaspar Esteban y las habitaciones del servicio.

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