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Elisa Vargaslugo y la historia del arte colonial mexicano

Inauguramos esta sección homenajeando a Elisa Vargaslugo, maestra de maestros, a quien hemos dedicado nuestro libro sobre el Tornaviaje. Ella nos introduce en este «tránsito artístico entre los virreinatos americanos y la metrópolis» a través de sus palabras preliminares. Nos honra con este escrito y nosotros le rendimos nuestro particular tributo con la semblanza elaborada por Consuelo Maquívar. Quede constancia de la admiración y respeto que el equipo de publicaciones y los autores y autoras del libro sentimos por la doctora Vargaslugo. (Enredars)

Hablar de Elisa Vargaslugo nos obliga a referirnos a la Historia del Arte Colonial de México. La maestra y la investigadora que ha dedicado su vida a la investigación y la docencia durante más de medio siglo, ha sabido inculcar en todos quienes hemos estado cerca de ella, el amor por el patrimonio de México, y según la consabida premisa de que “nadie ama lo que no conoce”, siempre procuró inculcar en nosotros el interés por conocer y divulgar lo referente a los diversos testimonios que, a lo largo de nuestro país, son referencia extraordinaria de nuestro pasado novohispano.

Sus alumnos siempre hemos de reconocer lo mucho que ha inculcado en nosotros, de la misma forma, la Doctora Elisa ha sabido valorar las semillas que sus maestros sembraron en ella: Manuel Toussaint, Francisco de la Maza o Edmundo O’Gorman, siempre aparecen en sus maravillosas pláticas de recuerdos imborrables. Bien podemos afirmar, cómo esta herencia ha continuado en los que hoy en día nos confesamos sus admiradores.

Bien recuerda los viajes extraordinarios por sitios de México y de diversos lugares del mundo en compañía de su maestro y amigo Francisco de la Maza obteniendo cientos de diversos testimonios que a la fecha se conservan en el Archivo Fotográfico del Instituto de Investigaciones Estéticas. Escuchar de sus labios estas anécdotas es de verdad una delicia, porque además debo añadir que es una conversadora extraordinaria que bien sabe trasladar a sus oyentes a cada uno de los sitios y momentos que con gran placer y lujo de detalles describe.

Fotos cedidas por la familia.

Maestra extraordinaria, supo inculcar en nosotros la disciplina, el amor por el trabajo y el respeto y admiración por los monumentos. Bien recordamos sus alumnos del Seminario de Tesis, que religiosamente impartía los martes de 4 a 6 de la tarde en su cubículo de la Torre de Humanidades, cómo nos iniciamos en la investigación de campo y de gabinete.

Fue así que conocimos los diversos sitios que cada uno investigaba para sus tesis, bien fueran de Licenciatura o Maestría. De esa forma nos adentramos por primera vez en la historia de los conventos franciscanos de Calpan, Quecholac y Huejotzingo en Puebla; de los conventos de la Merced, de Santo Domingo, de las iglesias de la Santa Veracruz y La Santísima, en la Ciudad de México, así como del maravilloso convento agustino de Molango en Hidalgo y del ex colegio jesuita de Tepotzotlán en el Estado de México. Para todos, éste fue el principio de una relación de trabajo y amistad que ha perdurado por más de 40 años.

Una de las investigaciones que más satisfacciones le ha brindado por la información que logró desentrañar, fue la que realizó para su examen doctoral sobre la Parroquia de Santa Prisca de Taxco, en el estado de Guerrero, monumento barroco por excelencia que atesora un conjunto de retablos y pinturas de los más afamados autores del siglo XVIII, y que ha servido de modelo para otros estudios del arte colonial mexicano. Tuve la fortuna de acompañar a la doctora Elisa en su viaje a Oloron Saint Marie, en el suroeste de Francia, poblado donde nació José de la Borda, el gran mecenas del monumento y que gracias a las pesquisas de Huguette Joris de Zavala, se conoció el origen francés del minero De la Borda. Nunca olvidaré la emoción de mi maestra al pisar la tierra donde había nacido el personaje a quien ella había dedicado varios años de su vida de investigadora para esclarecer su origen. El obispo del lugar celebró una solemne ceremonia en la catedral para que los habitantes de Oloron conocieran lo que había logrado construir en el Nuevo Mundo uno de sus habitantes, para lo cual, en las rejas de la catedral se exhibieron algunas de las fotografías que había sacado Dolores Dahlhaus para ilustrar el libro de Santa Prisca. En cierto momento de la ceremonia, la doctora habló brevemente de la generosidad del minero y de sus importantes aportaciones materiales que le permitieron expresar la frase célebre que lo identifica como uno de los más generosos benefactores del virreinato: “Dios darle a Borda y Borda darle a Dios”, frase que lo inmortalizó al edificar el monumento religioso que a la fecha causa la admiración de propios y extraños.

En la década de los ochentas del siglo pasado, la doctora Vargaslugo invitó a algunos de sus alumnos, a participar en una de las investigaciones históricas más interesantes e importantes que se han realizado en México, sobre un artista novohispano, me refiero a la vida y producción del pintor mulato del siglo XVII, Juan Correa. Dicho estudio significó mucho para los que aceptamos el reto de colaborar con ella en un proyecto de “largo aliento” pues duró muchos años, porque se trataba de localizar la obra del pintor, en donde estuviera, bien fuera en nuestro país o en alguna otra región del mundo, porque tal como se logró dar a conocer en los libros ya publicados, las pinturas de Juan Correa salieron de México y llegaron a Guatemala, España, Hungría y Estados Unidos de América. Con este proyecto vivimos experiencias inolvidables al recorrer nuestro país, algunas veces acompañados por su esposo, el siempre recordado, doctor Carlos Bosch, quien no sólo fue un gran historiador de México, sino que además gustaba de pintar en sus lienzos los paisajes por los que circulábamos, y así mientras nosotros nos adentrábamos en la vida y obra de Juan Correa, el doctor Carlos, compañero de vida de doña Elisa, también nos apoyaba y alentaba con su maravillosa compañía.

No sólo ha sido a través de los textos impresos que Vargaslugo ha dado a conocer nuestra historia del arte novohispano, innumerables cursos y conferencias impartidas en México y en el extranjero, así como varias exposiciones temporales han permitido que los amantes del arte colonial admiren y disfruten este periodo del arte mexicano. Tal es el caso de la magnífica muestra titulada “Imágenes Guadalupanas. Cuatro Siglos,” que se organizó en 1987 donde la doctora tuvo una participación sobresaliente en el apartado dedicado a las obras virreinales de la Virgen de Guadalupe y que gracias a esta muestra se conoció la pintura que se conserva en España y que hasta ese momento era la más antigua sobre el tema firmada por el gran pintor Baltazar Echave Orio en 1606.

Años después, el año 2000 fue invitada para coordinar la exposición intitulada “Parábola novohispana. Cristo en el arte virreinal” que permitió que admiráramos más de cien obras novohispanas, algunas de ellas inéditas, en las que la figura de Cristo fue el tema central. La constancia de esta magna exposición quedó plasmada en el magnífico libro que se editó y que a la fecha nos permite analizar las obras que se reunieron para tal efecto.

Sobra decir que la Doctora ha sido reconocida por diversas instituciones, tanto del extranjero como de nuestro país, por sus importantes aportaciones en el campo de la historia del arte mexicano. En primer lugar, su Alma Mater le otorgó el Premio Universidad Nacional en Investigación de Humanidades en 1994; un año después fue nombrada Investigadora Emérita del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM y en 2005 esta institución la premió con la Medalla Sor Juana Inés de la Cruz. Por su parte, el Gobierno de México le otorgó el máximo galardón que suele dar a sus académicos, por lo que el año de 2005 la doctora Vargaslugo recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes. Fue así también que Hidalgo, su estado natal, a través de su Congreso, le otorgó la medalla Pedro María Anaya el año de 2014.

La doctora Elisa es un ejemplo de dedicación y responsabilidad y siempre se ha preocupado por desentrañar muchos temas que aún se desconocen a profundidad, de tal forma que a sus más de 90 años de edad, continúa leyendo y discutiendo con sus colegas y amigos diversos asuntos de su interés, fue así que apenas hace dos años se presentó el libro que con el título Reflejos de Americanidad llevó a cabo junto con su colega y amigo, el historiador José Rubén Romero.

Finalmente hay que decir que el último reconocimiento que obtuvo el año pasado fue la medalla Federico Sescosse que anualmente entrega el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios, ICOMOS México, porque si en algo se ha distinguido la doctora Vargaslugo es en su lucha constante por la defensa, conservación y difusión del patrimonio de nuestro país.

Consuelo Maquívar Instituto Nacional de Antropología e Historia

· Foto de portada: Elisa Vargaslugo fotografiando. Por Lothar Knauth. AFMT-UNAM.