Cargando

❝ Amar al libro sobre todas las cosas… ❞

A José Manuel Padilla no le hacía falta concluir su prontuario para libreros con este último item. Quienes tuvimos la suerte de conocerlo lo teníamos seguro: amaba los libros sin límites. Del mismo modo que también reconocíamos en él ese particular sentido del humor que le hizo completar la frase que encabeza el texto con una apostilla: «nunca sobre las personas (salvo algunas)».

Su historia de amor con los libros fue tan larga en el tiempo como fructífera. En cincuenta años de ejercicio abrió hasta cuatro librerías. De la primera tenemos noticia por su compañero de aventura, otro bibliófilo conocido, Antonio Castro:

«Empecé a dedicarme a los libros con dieciocho años. Abrí una librería con un amigo, José Manuel Padilla. No era de libros viejos, sino de novedades. Estaba situada en el Pasaje de los Azahares. Eso fue alrededor de 1969.

Librería Cenital, agosto de 1972.

Éramos lectores y muy jóvenes, no sabíamos bien qué queríamos hacer. Yo estaba haciendo teatro en el grupo Esperpento, que por aquel entonces dirigían Alfonso Guerra y José María Rodríguez Buzón. Padilla también pertenecía al grupo de teatro. Guerra y Buzón abrieron la librería Antonio Machado y nosotros decidimos abrir la nuestra. Se llamaba Cenital, en referencia a la luz central que ilumina un escenario teatral.

Hay una anécdota curiosa respecto al nombre de aquella librería. Eran años complicados, en plena efervescencia fascista. Mi padre era un anarquista reconocido y hubo gente que interpretó que el nombre era una suerte de clave, convirtiendo Cenital en CNT. Curiosamente, aquello nos sirvió para vender libros de teatro y anarquistas; empezamos a traer obras prohibidas que distribuía una editorial (y librería) llamada Visor Libros.» (Ismael F. Cabeza. «Los libreros somo unos supervivientes». Libro antiguo de Sevilla [x]).

Conocí a Padilla y su mundo en su segunda librería, la de Laraña, donde no pocos nos entregamos a los viajes de largo trayecto, algunas veces de la mano del propio José Manuel, tan magnífico anfitrión como divertido compañero de travesía. Allí tuve la oportunidad de conocer también sus habilidades como impresor, al quedar de su cuenta, durante mi tránsito milenarista, mi Tesis Doctoral, de la que extrajo un hermoso libro que  siempre tendrá un lugar destacado en mi biblioteca personal.

Librería Padilla, calle Laraña.

De esta etapa, en la nueva sede, se dijo: «es un oasis de prodigios y artes mágicas en medio de la sociedad reinante de las agencias de viajes, los grandes almacenes, los concesionarios de coches, los teléfonos móviles y las tarjetas de crédito. […]. La librería es en eso infalible: pocos locales ponen a prueba a la gente con una exactitud tan peligrosa. […] La librería es un imán irresistible para gente de mente no uniformada.» (Santiago Belausteguigoitia. «El librero de los prodigios». El País, 03/08/1999).

También dijo, quien escribiera su necrológica del ABC, que «Laraña fue uno de los centros potentes culturales de Sevilla. El librero editaba «El Heraldo de Padilla»; presentaba libros; colaboró en la edición de la maravillosa revista «Calle del Aire», donde estaban poetas como Fernando Ortiz, también desaparecido. Los viernes las tertulias se alargaban hasta la madrugada. Fue presidente del gremio de libreros en los años 80, crítico teatral en Diario 16, coleccionista, y observador de una ciudad que cambiaba con rapidez a su alrededor».

Y concluye Marta Carrasco, autora de este homenaje, con el lamento: «Ha muerto Padilla como vivió, de forma teatral, en época teatral, acordándose de Zorrilla y huyendo del maldito invento extranjero que hace que la gente parezca un engendro por las calles de una ciudad que huele a buñuelos y a huesos de santo. Ha muerto un hombre de la Cultura de una Sevilla que no fue la que conoció.» (Marta Carrasco. ABCdeSevilla, 01/11/2019).

Y más allá de este trasiego sevillano, con los libros a cuesta, quienes se han ocupado de retratarle, valoran su versatilidad. Más allá de la letra, la palabra; y con la palabra, la escena. Como editor y librero fue celebrado. Pero no se olvida su labor en el teatro.

«Coetáneo del mayo francés, del Ruedo Ibérico y los dos triunfos españoles en Eurovisión, de la llegada del hombre a la Luna antes de que la Luna llegara al hombre en la canción de Lole y Manuel. A veces, el editor, el actor y el librero se funden en productos primorosos como la cuidada edición que Padilla ha hecho de Farsa y licencia de la Reina Castiza, de Valle-Inclán. También editó un libro titulado Los miércoles a las ocho. Parece un relato de Agatha Christie. Es el día y la hora en el que se celebraba el taller de Escritura dirigido por Eduardo Jordá. El libro lleva el subtítulo Trece historias, trece autores y un prólogo de Jordá titulado ¿Por qué escribo? Leer es otra cosa. Efecto viento en la tramoya del teatro. Bravo, Padilla, un comunero en la galaxia Gutenberg, Villalar de los Chapineros.

Medio siglo de la historia cultural de la ciudad desde Los Azahares hasta Trajano, con escalas en Laraña y en la calle Feria. Padilla vuelve a la tramoya del Lope para fabricar tempestades por exigencia del guión que se llevan por delante el sombrero del apuntador. Regresa a esa otra faceta de su poliédrica biografía. Echará de menos sus paseos cadenciosos, socarrones con Benito Moreno. Vuelve al catálogo de la tramoya de un teatro que también está lleno de libros. Los recuerda Antonio Álamo, uno de sus directores, que vio en el Lope de Vega a Mario Vargas Llosa, Barry Gifford o Nick Hornby.» Francisco Correal. «Las bodas de oro de Padilla con los libros», Diario de Sevilla, 29/05/2019.

Fue un resistente, sobrevivió a las modas culturales, al desdibujamiento de las ideologías, y siempre tuvo una mirada conciliadora con el pasado, que no pasó desapercibida a quienes le trataron:

«Te conocí buscando libros de geografía de orientación izquierdista en el año 1976. Estábamos en la parte alta de tu librería de la calle Laraña, la segunda que tuviste. Allí había tertulias tan prohibidas por Franco como los libros de la editorial “Ruedo Ibérico” que traías de Francia. Con tu educación cervantina me susurraste irónicamente: “Busca algo el señor, en que le pueda ayudar”. Yo tenía 18 melenudos y hippies años. Tú acababas de cumplir los 33. El gran respeto con que me hablaste me impresionó hasta la médula. No lo olvidaré. Tampoco tu “look” de izquierdas, con ese tupé ondulado, tus pantalones de pana beige o marrón y tu jersey verdioscuro de lana. Pensé que podías ser un perfectamente un profesor de La Sorbona, exiliado al Mediodía tras el mayo parisino del 68. Y también que tu aspecto no difería mucho de ese líder naciente del socialismo español de aquellos años: Felipe González.» (Carlos Parejo Delgado. «Un Hernando Colón contemporáneo, en recuerdo del librero sevillano José Manuel Padilla (1943-2019)».  Revista La Comuna, 01/11/2019). (x)

· Foto de portada: Diario de Sevilla, 29 de mayo del 2019.