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Una nueva colaboración

Hablando de cultura, he de reconocer que me gusta aventurarme por nuevos caminos. Pareciera que uno se adocena cuando pisa sobre su propia huella una y otra vez, hasta abrir surcos en el suelo, como atado por coyunda. Cada comienzo suscita temores y entraña riesgos, y no duele poco cuando se yerra en el intento. Pero no es más que eso: un intento. El fracaso ha de ser fin y principio: trayendo consigo la simiente de un nuevo fruto. Y al fin nada mejor que acumular experiencias que, todas juntas, permiten contar una historia propia que, cuando menos, produce satisfacción.

Llevo tiempo repensando mi trayectoria, considerando que tal vez debiera buscar un apeadero, para disfrutar en él de un tiempo de calma, cerrar los ojos y callar. No es tanto una necesidad como una prudente actitud, porque siento que me agoto y aún me queda mucho por hacer.

En ello estaba, decidido a dar el paso a un lado, cuando llamó a mi puerta otro espíritu inquieto, en realidad un tándem que cargaba a sus espaldas un proyecto que despertó en mí nuevas ganas de hacer: Me refiero a Eva Bravo (x) y Aline Lara Galicia, ambas de la Universidad de Sevilla, quienes compartieron conmigo su gran proyecto, que me trajo de retorno a mi normalidad.

Sabía por Aline de la existencia del IEAL (Instituto universitario de Estudios sobre América Latina [x]). Tuve incluso la oportunidad de colaborar en una atractiva iniciativa que tuvo sobre las lenguas originarias. Junto con Eva me propusieron compartir con Enredars la publicación de la Tesis Doctoral sobre temas americanos premiada en un concurso que habían convocado meses atrás. Me gustó la idea. En esta sociedad teníamos mucho que ganar en compañía de tan activos miembros.

Al fin, tras la resolución de la prueba, y después de mucho pensarlo, se decidió que, en lugar de una, serían dos tesis doctorales las que se publicaran, porque el premio se dio ex-aequo a los ensayos realizados por sendas doctoras noveles: Esperanza Márquez López, que había realizado su ensayo sobre Edúcame Primero. Perú y la prevención del trabajo infantil; y Marta Rodríguez Manzano, cuyo trabajo, de carácter filológico se centró en el Estudio de testamentos e inventarios de bienes de difuntos novohispanos (siglos XVI-XVIII), llevando por título principal Vida y muerte en el México colonial.

Pusimos manos a la obra, estudiamos las condiciones de la colaboración y definimos nuestros libros en un buen acuerdo. Se trabajó el diseño integral de los mismos, que afectaba a textos, imágenes, maquetas y portadas. Al cabo fueron los detalles los que más alargaron el proceso editorial. Las autoras tuvieron una participación muy activa. Las coeditoras no dejaron nada al albur. Al fin, en esta semana que concluye, después de muchas otras dedicadas a la labor editorial, hemos podido compartir a través de nuestras respectivas webs las versiones digitales de los libros. Con un resultado muy satisfactorio que nos hace pensar en haber cumplido nuestra misión, que no sólo es la de materializar los ensayos doctorales, sino en hacer un nuevo aporte al conocimiento de nuestra cultura.

Seguiremos hablando sobre esta empresa y otras apreciables muestras de la solidaridad cultural, pero ahora, en este silencioso otoño, toca concluir. Y lo hago con el verso de Basilio Fernández:

«…

Es preciso amar al sembrador

que confunde los días, las amapolas,

que no sabe si sus heredades

son riberas del tiempo

o estériles sábanas,

que ignora si la yunta y el arado

son las asas lícitas del trabajo

o el rubor de los trigos.

Vedle caminar así, a tientas, entre complots,

rozando peñascos de olvido

con el alma desfigurada,

sintiendo cómo los soles se levantan

del fondo de sí mismos,

y prolongan su hiedra hasta el anochecer

en que la luna

configura de acantilados sus mejillas. …» («En otoño»)

— Fernando Quiles.