Objetivos de investigación

La realización de la aspiración andaluza a una España simétrica enlaza estrechamente con el tipo y la fortaleza de los vínculos afectivos que los ciudadanos llegan a desarrollar con sus comunidades políticas de pertenencia. Una España de corte simétrico no será posible sin el desarrollo de identidades inclusivas y trasversales potentes. Por ello entender, los anclajes de esa identidad, la idiosincrasia que pueda presentar el caso andaluz, y sus diferencias con otras comunidades resulta relevante en el contexto actual al que se enfrenta el estado español. Esta información resulta fundamental para los actores sociales y políticos tanto para argumentar sus posturas, como para dar complimiento a su misión de representación democrática.

En este sentido, el objetivo general de la propuesta se centra en establecer qué tipo de anclaje identitario puede generar tipos de identidad inclusivas que puedan fortalecer la cohesión y solidaridad entre territorios y personas.

Este objetivo se concreta en tres específicos:

  1. Comprobar la capacidad del patriotismo social y del nacionalismo del bienestar como cohesionadores de la identidad española de manera trasversal a las ideologías y los territorios.
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  2. Conocer, de forma general, cómo han evolucionado las identidades nacionales en Andalucía y el resto de CCAA desde 2005.
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  3. Valorar si en la identidad vinculada al nacionalismo del bienestar pesan más las percepciones subjetivas de los entrevistados sobre la economía y las políticas sociales de bienestar, o las condiciones subjetivas de cada CCAA.
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Estos tres objetivos se entienden en el marco que relaciona el sentimiento de identidad nacional y la estabilidad y continuidad de los estados multinacionales. [HIPERVÍNCULO A LOS PÁRRAFOS DE ABAJO]

El sentimiento de identidad nacional es importante para la estabilidad y la continuidad de los estados en general (Dalton 2004; Easton 1965; Henderson and McEwen 2005; Linz and Stepan 1996; Smith 1991), y particularmente para los estados democráticos (Elkins and Sides 2007: 694). En tanto que la democracia descansa sobre el acuerdo de todos los grupos constituyentes acerca de la necesidad y la deseabilidad del colectivo, sus expectitivas dependen de la unidad nacional (Linz and Stepan 1996). O, en otras palabras, debe existir suficiente identidad colectiva (un sentimiento de proyecto y solidaridad comunes) entre los miembros de un grupo para se que acepten completamente las decisiones alcanzadas colectivamente (Canovan 1996; Kymlicka 1996). Como diferentes autores han apuntado, la ausencia o debilidad identidad nacional puede llevar desde la distorsión en la participación y representación democráticas (David and Bar-Tal 2009; Huddy and Khatib 2007; Straughn and Andriot 2011), hasta el rechazo violento del estado secesión (Kymlicka 1996: 105-6, 120, 122; Nordlinger 1972; Norris 2004).

Como Elkins y Sides señalan (2007: 693) los estados democráticos están, sin embargo, altamente expuestos al desencanto y la deslealtad de sus ciudadanos, a la vez que pobremente equipados para tratar con estos problemas. Es decir, la construcción y el desarrollo de la lealtad al estado a través de la identidad nacional es más difícil de articular en las democracias (Linz 1973: 27-33; Kymlicka 1996: 120). Estas dificultades dentro de las democracias multinacionales están ligadas a la emergencia de identidades duales que pueden generar conflicto acerca de con cuál de las dos comunidades políticas la gente se identifica más profundamente (Kymlicka 1996 122). Así, la politización de las identidades se ha convertido tradicionalmente en la base de los nacionalismos periféricos y las demandas de independencia política (Brass 1991; Breuilly 1990; Brown 1998; Gellner 2006; Hroch 1985; Linz 1973).

Actualmente en los estados democráticos consolidados la mayor parte de esta “movilización nacionalista” por parte de las élites se lleva a cabo a través de políticas banales (Billig 1998). Es decir, a través de prácticas cotidianas que incluyen el concepto y la definición de la nación, muchas veces a través de símbolos colectivos, como el grupo de pertenencia. Sin embargo, el nacionalismo banal implica que no existe ningún tipo de cuestionamiento sobre la condición del estado-nación, lo que no suele ser el caso en las democracias multinacionales. Entre las alternativas al nacionalismo de estado banal, esta propuesta se centra en el nacionalismo del bienestar, debido tanto a su importancia como a lo limitado de la investigación empírica en esta materia para España. Mientras que para Escocia y Québec (McEwen 2006) existen estudios sobre el efecto del nacionalismo del bienestar en la transferencia de identidades del ámbito estatal al regional, no sabemos qué ha ocurrido en España.

OBJETIVO ESPECÍFICO 1

Comprobar la capacidad del patriotismo social y del nacionalismo del bienestar como cohesionadores de la identidad española de manera trasversal a las ideologías y los territorios, en relación a otros tipos de anclajes identitarios

Lo que denominamos nacionalismo del bienestar (o patriotismo social) ha sido la estrategia más importante que los estados modernos, y especialmente, las democracias han utilizado para promover identidades nacionales de ámbito estatal como una ideología legitimadora, particularmente después de la Segunda Guerra Mundial. Dicha estrategia ha consistido en presentarse a sí mismos como agentes del desarrollo igualitario, de manera que la imagen de la nación se ha reconstruido como una comunidad de justicia social (Brown 1998: 2; véase también Crane 1998, y Hettne 1993). Esta misma idea, etiquetada como teoría de la cohesión por Solt (2011), está presente en los escritos de Deutch (1964) cuando afirma que a través de la creación de unas buenas condiciones de vida los gobiernos crean vínculos con el estado; más aún, defiende que no solo el mantenimiento del bienestar es importante sino también asegurar una amplia distribución de los beneficios entre la población (Deutsch 1964; 64). En el mismo sentido McEwen (McEwen 2006: 51) reclama que la transformación de las naciones estado en estados de bienestar está entre los cambios más significativos en las democracias capitalistas avanzadas, un cambio a través del cual los estados han asegurado el consentimiento de las minorías nacionales y acomodado sus identidades territoriales dentro del marco del estado nación. Aunque la relación entre el sentido de solidaridad común y el crecimiento del bienestar puede ser recíproca, Keating (2001: 40) también señala que a pesar de todo el estado de bienestar pruebe sentimiento de identidad nacional y unidad.

En tanto que el nacionalismo del bienestar se nos presenta como un concepto capaz de construir identidad nacional desde una perspectiva racional, de manera que los ciudadanos trasladan sus apego a la comunidad política de la que perciben que depende su bienestar, el patriotismo social bascula más hacia el terreno de los sentimientos (o populismo), construyendo un concepto de nación basado en los intereses de las clases populares (bajas y medias) opuesto a los intereses “bastardos” de las élites políticas y económicas (Ruiz Jiménez, Navarro Ardoy, and Rueda Córdoba 2016).

El potencial cohesionador de ambos conceptos para el caso de España se intuye al algunos datos parciales con los que contamos. Así, un estudio llevado a cabo en el País Vasco por la Fundación Ipar Heoga y el grupo de investigación Parte Hartuz en 2016 pone de manifestó como un tercio los ciudadanos que votarían a favor de la independencia en hipotético referéndum cambiarían el sentido de voto si ello no significara una mejora en las políticas de bienestar social (Zabalo et al. 2016: 48). Y viceversa: personas que están en contra de un estado vasco, cambiarían de opinión si eso garantizase mejores políticas sociales en el territorio: un 43,9% de los entrevistados contrarios a un nuevo estado vasco estaría dispuesto a cambiar el sentido del voto, y apoyarlo, si este incorporara mejoras en el ámbito de las políticas sociales (Zabalo et al. 2016: 43).

Para alcanzar este objetivo se analizarán de forma trasversal los barómetros autonómicos del CIS de 2005 (2610), 2010 (2829) y 2012 (2956). En ellos se contienen preguntas relacionadas con la marcha de la economía y así como la prestación y valoración de diferentes políticas públicas de bienestar cuyo impacto sobre la identidad se puede valorar con las técnicas adecuadas. Estos estudios contienen otros indicadores relacionados con el resto de anclajes de identidad que hemos mencionado, y cuya importancia frente al nacionalismo de bienestar (y/o patriotismo social) puede así ser evaluada.

OBJETIVO ESPECÍFICO 2

Conocer, de forma general, cómo han evolucionado las identidades nacionales en Andalucía y el resto de CCAA desde 2005

Desde 2005 España, y el resto de España, han sufrido una profunda crisis económica que muy probablemente ha afectado al vínculo afectivo con el territorio. Son numerosos los autores que señalan cómo los buenos resultados económicos del gobierno y, de forma más general, el aumento del bienestar ha contribuido a crear estados fuertes, entendidos como comunidades políticas solidarias, o comunidades de justicia social (Brown, 1998: 2; Deutsch, 1964: 143; McEwen, 2006: 51; Keating, 2001: 40). Por tanto, podemos pensar que los malos resultados económicos y la crisis tengan los efectos contrarios. Algunos autores piensan que la desigualdad entre individuos y grupos dentro de las fronteras del estado conducen a la desafección respecto a una identidad de ámbito estatal. Centrándose en los sentimientos ciudadanos, Deutsch (1964: 146) defiende que el conflicto social y las tendencias desintegradoras emergen donde la (re)distribución de la riqueza es demasiado desequilibrada. Desde un punto de vista psicológico, Brown (1998: 10-11) señala que la existencia de desigualdades puede ser interpretada como la ausencia o deficiencia de la nacionalidad y que, por tanto, los individuos que no se sienten protegidos o seguros dentro de la imagen de comunidad que ofrece el estado-nación, es probable que “empiecen a buscar, e imaginar, en otro lugar”. Normalmente, en el contexto de crisis, esto significa una redefinición sobre qué se entiende por “insiders” y “outsiders”, favoreciendo interpretaciones más restrictivas de la membresía, basadas bien en la interpretación estricta de la ciudadanía o el territorio (las fronteras del estado), o en la etnia (excluyendo a inmigrantes o segmentos marginados de la sociedad que pueden ser miembros del estado pero que no son socialmente aceptados como miembros de derecho de la nación) (Brubaker 2011: 94-95). En otras palabras, la desigualdad incrementa la inseguridad, y esto lleva al cierre de los individuos, a ser menos tolerantes hacia los grupos minoritarios del estado (Andersen and Fetner 2008: 10-11), rechazando de este modo la idea de comunidad de justicia social entre todos los miembros del estado. Desde una perspectiva complementaria, McEwen (2006) argumenta que una de las consecuencias del retraimiento actual del estado de bienestar (en parte como consecuencia de la crisis económico) ha conducido a el trasvase de identidad estatal hacia identidades regionales en regiones como Quebec o Escocia (véase también Béland et al. 2005.

Para alcanzar este objetivo se analizarán de forma longitudinal los barómetros autonómicos del CIS de 2005 (2610), 2010 (2829) y 2012 (2956).

OBJETIVO ESPECÍFICO 3

Valorar si en la identidad vinculada al nacionalismo del bienestar pesan más las percepciones subjetivas de los entrevistados sobre la economía y las políticas sociales de bienestar, o las condiciones subjetivas de cada CCAA.

Como menciona Brubaker (2011: 94-95), las crisis económicas (o la situación de la economía, de forma general) no se transforman directamente en nacionalismo: las respuestas políticas al sufrimiento económico depende de cómo se enmarcan e interpretan esos problemas. Las crisis, en otras palabras no son auto-interpretadas. De hecho, una cosa es cómo las élites reaccionan ante la crisis y responden a ella en términos nacionalistas, y otra diferente cómo los ciudadanos interpretan esos mensajes.

En este sentido, lo que planteamos en comprobar la importancia de las opiniones y actitudes de los ciudadanos, que son subjetivas y que tenemos disponibles en los barómetros autonómicos, frente a la situación económica objetiva de su CCAA de residencia. Ellos nos permitirá valorar si, como parece ocurrir en otras democracias multinacionales, el retraimiento del estado del bienestar ha transferido identidad desde el nivel estatal al regional, para aquellas regiones más “generosas” –percibidas como más generosas, u objetivamente más generosas (McEwen, 2006).

Para alcanzar este objetivo crearemos una nueva base de datos con información económica agregada para cada CCAA, que incorporaremos a los barómetros. Para garantizar un número de casos elevado, uniremos los tres barómetros, y en esta base de datos se imputará la información objetiva obtenida para las Comunidades en 2005, 2010 y 2012.