Sevilla en el siglo XVI

La Ciudad de Sevilla en el Siglo XVI

Montserrat Cachero Vinuesa, Universidad Pablo de Olavide

Contrariamente a la opinión generalizada, antes del Descubrimiento de América se contaba Sevilla en el grupo ciudades más emblemáticas de Europa. Lugar de confluencia de rutas comerciales, por mar hacia el Mediterráneo y Berbería y, por tierra, hacia Medina del Campo y Toledo, Hispalis se convirtió en el gran mercado entre Europa y África. Los esclavos, los productos exóticos procedente de las Canarias y las Azores, la seda granadina o la orfebrería cordobesa hicieron de Sevilla un nodo central en el transporte y distribución hacia el mercado europeo.

 

Entre los productos autóctonos destacan sobre todo aquellos procedentes del sector primario. En concreto, la triada mediterránea se erigió ya desde época romana en protagonista absoluta de la contribución económica del campo andaluz. Olivares y aceite del Aljarafe, mosto y vinos de la Sierra Norte y cereales de la vega de Carmona fueron exportados masivamente primero hacia el continente europeo y más tarde hacia el Nuevo Mundo.

Del sector secundario destaca la sedería, la industria jabonera, la cerámica o la naval concentrada alrededor de las atarazanas. La producción artesanal por su parte se encontraba organizada en gremios, como en el resto de ciudades europeas. Destacan en la ciudad los gremios de carpinteros, albañiles, curtidores, zurradores, violeros (dedicados a la fabricación de instrumentos musicales), calafates, borceguineros, chapineros, sastres, calceteros o juboneros por citar algunas de las asociaciones de muchos y variados profesionales que acogía la ciudad de Sevilla.

A nivel institucional, también poseía Sevilla un amplio y variado abanico de organismos al servicio de la administración local que ocupaban a un elevado número de funcionarios. Contó Sevilla con un cabildo o ayuntamiento. En este tipo de organismos existía un número variable de regidores o concejales según la importancia de la ciudad, si bien en la mayoría de los municipios dicho número solía ser inferior a 10. En Sevilla se estabilizó en 24, es por ello que los miembros del Cabildo se conocieron en la época como caballeros veinticuatro.

También poseía la ciudad uno de los cabildos eclesiásticos más relevante de toda Castilla puesto que era sede arzobispal al cargo del otras diócesis andaluzas. Además, por erigirse la sevillana en iglesia-catedral, existía un cabildo para la gestión de la misma. De igual modo, en el aspecto religioso se convirtió Sevilla en la Baja Edad Media en la sede del primer tribunal inquisitorial. Concretamente, en el año de 1481 se estableció en el Castillo de San Jorge la primera de las sedes provinciales de la Inquisición Española.

Sin embargo, y a pesar de lo anteriormente expuesto, fue el Descubrimiento de América el hecho que transformó a la ciudad de Sevilla en el centro del mundo conocido hasta entonces. Son muchos los cronistas de la época que señalan la trascendencia de la Sevilla del siglo XVI, desde el alemán Münzer que en 1495 describe Sevilla como “la mayor de las ciudades de España que visité”, hasta el embajador veneciano Navajero quien en 1526 señala las “calles anchas y hermosas y los palacios más bellos de España”.

Sin embargo es Lucio Marineo Sículo el más entusiasta en su descripción de la ciudad, así en 1533 afirma que “es Sevilla una ciudad muy grande, muy noble y si no me engaño la más apacible […] que ninguna otra de España”.

La elección de Sevilla por los Reyes Católicos como puerto y puerta a las Indias en 1503 otorgó a la ciudad un estatus preferente respecto al resto de ciudades castellanas. Y es que, una vez puesto de manifiesto el potencial económico de los territorios descubiertos por el almirante, los monarcas españoles decidieron retirar las prerrogativas concedidas a Colón y sus descendientes y, en su lugar, explotar las nuevas tierras en su propio beneficio. Para servir a dicho propósito diseñaron un modelo comercial basado en la idea del monopolio. En concreto tres fueron los pilares fundamentales que definieron la política comercial de los Reyes Católicos en América: un solo puerto, una sola institución y un único órgano legislativo que entendiera los asuntos de las Indias. El puerto designado fue Sevilla que, por su condición fluvial, parecía algo más resguardado de los ataques piratas. La institución creada para el control del comercio americano fue la Casa de la Contratación que, con sede en la capital andaluza, se encargaría de regular la navegación, registrar las mercancías con destino el Nuevo Mundo y recepcionar las que, a su vez, llegaban a Sevilla previo pago de los correspondientes derechos de aduana. En el aspecto legislativo fue creada una nueva sección del Consejo de Castilla para que entendiera de los asuntos generales relacionados con los territorios americanos: El Consejo de Indias.

La idea final que subyace a este diseño institucional es la de control del flujo de mercancías, no con la finalidad de ejercer el comercio en exclusividad por la Corona, sino, para evitar el fraude fiscal. En teoría, cualquier súbdito de la corona castellana podía ejercer libremente el comercio con América, la única condición era la de satisfacer el pago de los impuestos exigidos por la monarquía. En la práctica, casi todos los individuos que pasaron por Sevilla en mayor o en menor medida participaron de este comercio. Castellanos y extranjeros, artesanos, mercaderes, agricultores, gente de mar, soldados y hasta miembros de la curia eclesiástica se lucraron de los elevados beneficios del intercambio mercantil colonial.

Sevilla como único puerto se transformó entonces en el punto de interconexión de las rutas marítimas que unían Europa con África, con Asia y América. Y es que la totalidad de las mercancías y los pasajeros con destino al Nuevo Mundo debían embarcarse en Sevilla. La ciudad entonces se llenó de productos y personas procedentes del mundo entero. Se convirtió Sevilla en una urbe cosmopolita donde genoveses, alemanes, franceses, florentinos, portugueses, ingleses o flamencos convivían juntos; donde circulaban productos como la batata, el chocolate, las especias, las plumas de aves exóticas, la seda, los lienzos de Flandes o las ferramentas vascas. América impactó en Sevilla en muchos y variados aspectos no sólo en su economía o sociedad sino también en su gastronomía, arte, el paisaje y hasta desarrollo urbanístico.

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