Como mínimo, desde el inicio del siglo XIX la ciudad es un fenómeno territorial y social en expansión. Lo es en la medida en que, en aquel momento, la muralla como objeto físico que definía la ciudd y la ciudadanía, se convirtió en algo obsoleto y por lo tanto prescindible.

Era una superación económica, legal y tecnológica. desde entonces, la ciudad, como bien se sabe, ha crecido en muchos casos de una manera exponencial tanto en población como en extensión, dando lugar a una nueva forma urbana que rompe drásticamente con la tradicional y que supone la aparición de extructuras y organizaciones territoriales cada vez más diversas y complejas (Feria 2006).

Los procesos metropolitanos constituyen el referente básico para evaluar las condiciones, perspectivas y problemas que las caracterizan en dimensiones tan importantes como la de la eficiencia económica, la sostenibilidad ambiental, la ordenación territorial o la gobernabilidad; y esto es así porque, como señala Mumford en su libro La cultura de las ciudades (1957): “Las ciudades son, después del lenguaje, la obra de arte más grande del mundo del hombre; la más clara expresión de la civilización y, por tanto, la obra que mejor refleja la mente del hombre, su relación con la naturaleza, su forma de entender el mundo y de entenderse con los demás”.

Como suele decirse, las ciudades constituyen un reflejo fidedigno de lo mejor y de lo peor que hemos llegado a ser. Es la realidad que mejor refleja dado su elevado contenido simbólico (por ser esencialmente el espacio del poder) el orden económico, político y social actual. Es la cara “buena” del mundo; la cara del éxito.

Si tuviéramos que definir a muy grandes rasgos el funcionamiento económico y social actual de las ciudades en el mundo desarrollado, podríamos destacar algunos aspectos que nos permitirían además matizar un poco más eso del “éxito”. Estos aspectos son:

  • Eficiencia económica ciega y parcial.
  • La dinámica económica actual tiende a concentrar actividades y dispersar población. Como señala Mumford (1957) “Los hombres como ciudadanos se disocian y se separan durante el proceso mismo de unirse para imponer organizaciones económicas”. El individuo cada vez está más subordinado a la producción y al beneficio, y el “modo de vida urbano” es un buen reflejo de esto. En este mismo sentido Borja y Castells (1997) señalan que asistimos a una separación de una proporción creciente de la población (sobre todo norteamericana) de cualquier experiencia urbana en su cotidianeidad; los nuevos sistemas de comunicación añaden, tienden a concentrar actividades y a dispersar población. Las ciudades existen y existirán, pero cada vez con menos habitantes.
  • Las ciudades, como espacio del poder, y siguiendo un estricto orden jerárquico, se reservan las actividades menos penosas, más lucrativas y mejor valoradas económica y socialmente. Aparecen así las llamadas “ciudades globales”, que en el proceso de creciente división y fragmentación del trabajo se han reservado las tareas de gestión de la economía global apropiándose de este modo de la mayor parte del “valor”.
  • Concentración de la capacidad de compra (riqueza monetaria) y del consumo.
  • Reproducción en su seno del Cuarto Mundo y una acentuación extrema de la exclusión social y espacial (“la ciudad dual”).
  • Insostenibilidad medioambiental, “vampirización” y huella ecológica.

A un nivel más concreto, la globalización (última fase de desarrollo del capitalismo industrial), ha traído consigo una acentuación de los rasgos estructurales básicos que se derivan del modo de funcionamiento de este sistema económico y que se traducen en:

  1. La acentuación de algunos rasgos ya existentes desde la I Revolución Industrial, pero sobre todo desde los años 50-60 (periodo en el que se configuran las primeras áreas metropolitanas).
  2. La aparición de algunos rasgos novedosos.

¿Por qué esta concentración de la población y de la producción (tomada en el sentido más o menos estricto) se da de forma tan despilfarradora, sin ninguna preocupación por los límites?

  1. Aumento de las economías de escala de las actividades de servicios y ubicación de los mismo en la periferia más externa de la ciudad.
  2. Copia del modelo norteamericano: dispersión de la población y dependencia del automóvil.
  3. Separación extrema de actividades económicas por funciones y de grupos sociales por clases.
  4. Crecimiento más que proporcional de las áreas de servidumbre: infraestructuras de transporte, redes de abastecimiento y de desecho, vertederos, etc. Al ser un modelo urbano y social extremadamente despilfarrador en consumos (agua, energía…) y abundante en desechos, las áreas de servidumbre necesariamente tienen que aumentar conforme se acrecientan los flujos de energía, agua, materiales e información. Este crecimiento por otro lado es muy superior al crecimiento demográfico. De nuevo se vuelve a producir aquí un “círculo vicioso” ya que estas infraestructuras que acaban fomentando de nuevo la suburbanización, con lo que el proceso se retroalimenta.
  5. Expulsión de la población más pobre (desempleados y excluidos que no pueden pagar las rentas de la vivienda) a los “barrios de la miseria” con una tipología urbanística de baja densidad y pésima calidad. Esta suburbanización de la pobreza, no ha sido siempre espontánea, sino que a menudo ha sido promovida por el sector público.
  6. Barrios de lijo en la periferia más externa: urbanización de muy baja densidad de chalets individuales en grandes parcelas, muy parecidos a los “barrios cerrados” de las ciudades norteamericanas.
  7. Desregulación del uso del suelo y una planificación u ordenamiento que favorece y estimula este crecimiento extensivo con el objetivo de “hacer más competitiva la ciudad” (Márquez 2006).

Fuente:

Feria, JM (2006). Los procesos metropolitanos: materiales para una aproximación inicial. Fundación Centro de Estudios Andaluces. ISBN: 84-609-9368-X

Márquez, C. (2006). Los procesos metropolitanos: materiales para una aproximación inicial. Fundación Centro de Estudios Andaluces. ISBN: 84-609-9368-X