Hace ya una década desde que la UNESCO proclamó el flamenco “Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad”. Todo esto sucedió en un contexto en el que esta institución ya había venido cambiando los requisitos para condecorar a una expresión cultural como tal. Se había ya discutido si las expresiones culturales y populares de una sociedad, sin limitarse solamente a objetos, podían ser merecedoras de tal galardón. Este cambio supuso todo un avance en el intento por defender esas expresiones artísticas orales y que se viven y se respiran en nuestras calles, en nuestras casas, reuniones y fiestas.  Se trata de aquellas personas que lo viven y lo sienten. No es tangible, pero puede sentirse, vivirse y respirarse.

 

Este es el caso del flamenco. Con estos requisitos, no podía quedarse fuera de esta lista de la UNESCO. Así, en el año 2010, fue cuando se incluyó en ella. Esta expresión artística es de una inmensa complejidad, por sus formas y estilos, por el hecho de implicar lenguaje verbal y no verbal, con la música, la voz y el baile. A través de él podemos expresar y sentir cualquier tipo de sentimiento: la alegría, la tristeza, el amor, la soledad y aquel más escondido que cualquiera de nosotros tengamos en nuestro corazón. Es algo vivo, que podemos casi tocar, incluso sin el “casi”, en un baile, en un tablao, en una fiesta, en el arranque por bulerías de tu tío y la abuela acompañando con su baile. Se trata de expresar la alegría que no podemos contener por un aniversario. Se trata de la expresión del amor. Ese amor que puede ser absolutamente terrenal. El amor más mundano, sin duda, es un amor verdadero, pasional y a la vez puro, como ese del que nos habla el gran Rafael de Estad. Sin embargo, uno más profundo, más sublime y que trasciende todos los sentidos es el amor derivado de los sentimientos religiosos. Y son muchos los ejemplos que tenemos en las sevillanas. Son las dedicadas a la Virgen del Rocío, a la Virgen de la Cabeza y a las demás advocaciones marianas de la geografía andaluza. Aunque destacan en esta provincia las sevillanas que nos cuentan la Semana Santa y aquellas que nos muestran cómo se vive la fe en esta tierra.

 

Abundan las sevillanas que narran la vivencia de las tradiciones del pueblo andaluz. No solo en las sevillanas cofrades, sino que también en la mítica Sevilla tiene una cosa, de Pareja Obregón, aparecen las referencias a las devociones ya más que extendidas incluso más allá de la provincia sevillana. En ella, se recogen fragmentos como “Que solo tiene Sevilla, luna, sol, flor y mantilla, una risa y una pena, y la Virgen Macarena, que también es de Sevilla”. Y en el mismo palo, reza: “Y tiene además Sevilla un tesoro a cada orilla, la Giralda y sus campanas; la Esperanza de Triana que también es de Sevilla”. Descubre esta sevillana también al Señor: “Y Sevilla por tener tiene la Gloria en su mano: a Jesús del Gran Poder, que también es sevillano”.

 

Ya dentro del ámbito religioso, destacan sevillanas como Madrugá en Sevilla, la cual hace un repaso por la devoción a la Esperanza de Triana, a la Esperanza Macarena y al Cachorro. Muchas son las personas que han puesto voz a estos versos, pero podemos destacar a Rocío Jurado, su voz, su pasión y su sentimiento: “De tu `costao´ divino, un chorro de Sangre mana, y el río lava tu pena, ¡ay, Cachorro de Triana!”. Estas son las palabras que esta sevillana, “Madrugá”, dedica a este Cristo de la Expiración, tallado por Francisco Antonio Ruiz Gijón, natural de Utrera, a finales del siglo XVII. Y en su estribillo viene el sentir de un pueblo, de unas calles abarrotadas, de aquellos que están por el incienso, por las cornetas y tambores, por el arte de un palio bien “mecío”, pero sobre todo por ese “no se puede explicar”: “Madrugá, madrugá del Viernes Santo bajo una luna que brilla; lágrimas derrama el cielo que las recoge Sevilla”.

 

Y, ¿cómo no recordar al “Trovador de Sevilla”? Sí, hablo de El Pali. Al pensar en él, muchos son los calificativos que se me vienen a la mente, pero hay uno que podría definirlo a la perfección. Se trata de la palabra “artista”. Y tantos calificativos como sevillanas que él mismo cantó. De ellas, un gran número define esta gran Semana para la ciudad. Destaca, entre otras, “Costalero”, que define el sentimiento del hijo joven y atrevido que quiere seguir los pasos de su padre, a la vez que el sentimiento de la madre, preocupada por el sufrimiento de su hijo bajo el paso. Dice así: “Madre, no me riñas más por salir de costalero…, costalero fue mi padre y costalero mi abuelo”. Sin embargo, el hijo insiste en salir de costalero y le dice a su madre las palabras clave para que una madre con fe trianera comprenda que ha de hacerlo: “Madre, no me riñas más, a ver si alegras tu cara, porque el Domingo de Ramos llevaré sobre mis hombros a mi Estrella de Triana”.

 

Vuelve a hablar de las devociones sevillanas este cantaor y lo hace en cada uno de los palos de “Alfarero”. Nos cuenta también el amor por el Señor de Sevilla: “Sigue buscando un color, y sigue sin encontrarlo, para pintar al Gran Poder la noche del Viernes Santo”.

 

De las devociones marianas podemos hablar páginas y páginas. Quedémonos con esos sentimientos agolpados en La Esperanza Macarena y en la Esperanza de Triana. A la primera, La Macarena de Dios: “Hace ya cincuenta años, Sevilla puso en tus sienes una corona de amor y te llamó para siempre la Macarena de Dios”. Y para la segunda, el palo que apasionado cuenta: “La Esperanza da sentido a Dios caiga tres veces y, aunque tres veces caído, Triana al Cristo lo mece, ¡ay!, calle de los suspiros. Calle de un año esperando, calle llena de cornetas, calle que calla y que reza. Corazón de Triana que late por calle Pureza”.

 

Esto es el flamenco. Es puro sentimiento, es risa y es pena; es alegría y es llanto. Es expresar lo más profundo del corazón en unos versos imposibles de componer sin ternura, sin piedad, sin pasión. Por ello, sigamos disfrutando de este patrimonio inmaterial que tanto nos llena y nos recuerda esos momentos de juventud, de la niñez, de compartir con familia y amigos. Sigamos, pues, poniendo Pasión a la vida.

 

Imagen de eldiario.es

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