En la actualidad son pocos los oficios tradicionales que se resisten a producir en serie en un mundo eminentemente industrial. Más de un siglo de trabajo basado en la producción a gran escala han convertido en una rareza al oficio artesano, que ha definido la forma en la humanidad ha realizado sus artefactos durante milenios. A pesar de la desaparición masiva de artesanos e incluso de oficios y labores artesanales, aún quedan algunos ejemplos de una forma de trabajar más tradicional y creativa, donde el trabajador, un auténtico técnico que convierte la materia en herramienta, tiene el control sobre lo que fabrica y cómo lo fabrica. Con una ocupación que en la actualidad supone, a todas luces, una situación excepcional, estos trabajadores en ocasiones se ven desbordados por la competencia y desamparados por las administraciones.

Un buen ejemplo de empleo artesano continuado a lo largo de los años es la zapatería Velázquez Perejón, el negocio de dos hermanos que se ha convertido en una referencia de la artesanía del calzado en la provincia. Herederos del oficio tradicional familiar, su taller sobrevive en una época de globalización y marcas gracias a su buen hacer y a la buena experiencia que hace que su público repita.

En esta ocasión le damos voz a ellos, a Manuel y Bonifacio Velázquez Perejón, que han accedido a una entrevista a distancia y por separado, como alternativa a las dificultades que estos días trastocan la vida ordinaria en todo el mundo. Lamentamos no haber podido realizar este coloquio de forma presencial. Desde aquí les dedicamos un agradecimiento a ellos, así como a su familia, pues sin el ánimo y las molestias de todos ellos, no hubiese sido posible esta entrevista.

 

EPC: ¿Desde cuándo llevan fabricando calzado?

B: En Sanlúcar la Mayor, desde el año 81. Pero anteriormente, cuando estábamos en Benacazón, desde el año 78.

 

EPC: Por lo que tenemos entendido, el vuestro ha sido un oficio de tradición familiar. ¿Cómo y cuándo se inició su familia en la zapatería?

M: Se sabe por familia que fue antes de la guerra, aproximadamente sobre 1909, 12, 13… Por parte de un tío abuelo mío, vaya.

B: Los antepasados nuestros se iniciaron aproximadamente, según calculamos, sobre primeros del siglo XX. Procedían de la familia de mi madre, de apellido Perejón, y fueron primos hermanos de mi abuelo, tíos de mi madre y tíos directos míos.

 

EPC: ¿Cómo fueron sus inicios en el oficio? ¿Se prolongó mucho su aprendizaje?

B: Los inicios en el oficio fueron con mis tíos y mi hermano, y el aprendizaje mas o menos podría tardar, ininterrumpidamente, desde la edad del colegio. E incluso estando en el colegio, ya empezamos y después se prolongó aproximadamente –la base principal para decir que mas o menos puedes vivir el oficio– por lo menos tres o cuatro años.

M: Salí del colegio con catorce años y entré en la zapatería de los titos. Mi padre me dio a elegir entre la panadería de los titos o la zapatería de los otros titos, y elegí ser zapatero antes que panadero. Podía haber sido al revés. Empecé con catorce años y más o menos a los diecisiete años, con tres años de aprendizaje ya me daban un sueldo de aprendiz bastante considerable, y a los dieciocho ya me daban un sueldo de persona mayor… Tres años, tres años y pico más o menos.

 

EPC: A priori se diría que han sabido ofrecer cierta variedad de servicios, quizás porque en su momento supieron darse cuenta de qué necesitaban sus clientes. ¿Podrían decirnos qué tipos de calzado fabrican o venden? ¿Qué otros trabajos realizan en su taller?

M: Del taller vivimos tres personas: yo, mi hermano y mi hijo, actualmente. Hace poco también estaba un tío mío por parte de mi madre que ya se ha jubilado. Éramos cuatro, y ahora somos tres, y vivimos de la reparación, en parte. No mucho, pero tres o cuatro horas diarias se echan en reparar calzado. El consumismo ha hecho que la gente compre y tire, compre y tire, pero hay cierto tipo de calzado que no se puede tirar, porque vale mucho dinero, y es el que actualmente se repara. Aparte, vivimos de hacer calzado a medida, como zapatos y sobre todo botas de montar. Sobrevivo gracias a la afición que hay en esta zona al caballo.

B: El trabajo artesanal fundamentalmente ronda en torno al mundo de la hípica, no porque nos guste más ni menos, sino porque es el mundo que tiene más demanda. Si no hubiera sido por el mundo del caballo, la artesanía en el calzado en la zona de Sevilla, en lo que yo conozco, hubiera desaparecido. Y no hemos ampliado muchas cosas, por ejemplo, se hace la bota inglesa, se hace algún tipo de zapato que antes no se hacía y hemos mejorado y fabricado algún que otro complemento para el mundo del jinete, aunque la base sigue siendo el calzado para el mundo del caballo, como la bota corta, la polaina o el boto campero. En artículos para el caballo, principalmente, artículos para la monta: bridas y atalaje. Fuera del mundo del caballo, se suele hacer algún complemento relacionado con el mundo de la zapatería: marroquinería, alguna cartera, bolsos, riñoneras, sobre todo cinturones… Digamos que son artículos auxiliares dentro de la zapatería.

 

EPC: Tenemos entendido que recurren a las técnicas tradicionales de la profesión. ¿Existe cierta evolución en ellas, o esencialmente son las mismas?

B: Son esencialmente las mismas. Nosotros podemos utilizar herramientas que se podían utilizar perfectamente a últimos del XVIII o principios del XIX en la zapatería. Hay herramientas que yo tengo que pueden tener cien años y las sigo utilizando. La artesanía básica en sí misma, sigue utilizando la misma herramienta que hace doscientos años. No ha tenido evolución, ni los complementos principales: el cáñamo natural, la cera, la perrubia, e incluso las cosas fundamentales para coser siguen siendo las mismas, no han evolucionado.

M:  En el tallercito hay pequeña herramienta –alguna tiene cien años–, pero esa herramienta existía ya en el siglo XV o XVI: herramientas como la chaveta, la lerna, el cortafrío, el sacabocados, la esteca, la pata de cabra… Son herramientas del Siglo de Oro español, el siglo XV, el siglo XVI, XVII… En el siglo XV se supone que ya se cosía con cerco o empalmillado en la costura interior, se cosía con cáñamo, y todas esas técnicas antiguas las seguimos practicando. No ha cambiado prácticamente nada el oficio nuestro.

 

EPC: ¿Se podría decir que su calzado tampoco ha evolucionado? ¿Las modas no han afectado a este tipo de mercado?

B: El calzado dedicado a la monta vaquera y el mundo del caballo no ha evolucionado mucho; ha tenido alguna que otra variante, como la forma de las hormas, que antes gustaban tipos de puntas, tipos de tacones… Ha habido distintas modas a lo largo del tiempo, pero lo básico no ha variado. Se suelen usar las mismas pieles… Todo igual.

La moda en la artesanía que nosotros manejamos ha influido, pero en muy poca proporción, muy poca.

M: Poco, en la fábrica de calzado artesanal nuevo, poco. Hacemos el zapato blucher –que el zapato blucher es antiquísimo–; hacemos el zapato enterizo, también antiquísimo, no se sabe desde cuándo existe ese modelo; y hacemos el boto campero, que existe desde que se monta a la vaquera en Andalucía: estamos hablando de doscientos o trescientos años de antigüedad que la silla vaquera existe. Cada silla de montar del mundo tiene su calzado apropiado, y la bota de la silla vaquera es el boto campero. Quizás se haya variado un poco en la estética: ahora más más acinturado, y antiguamente el boto era más bajito y con más arrugas, mientras ahora es más alto y un poco más estrecho; se incorporó la cremallera desde hace unos treinta o cuarenta años al calzado, y antiguamente no existía… Ha evolucionado algo, pero en esencia, nada: es prácticamente lo mismo.

Manuel Velázquez durante un día de trabajo.

EPC: ¿Qué tipo de calzado es el que más venden? ¿Cómo son los encargos habituales?

M: Lo que se suele vender es el boto de montar a caballo clásico, con estilo vaquero. Es lo que más hacemos. Luego, por ejemplo, si se va a casar una persona y quiere un zapato fino, se le hace, pero no es lo habitual. A groso modo, es el calzado vaquero para montar a la antigua usanza.

B: El zapato que más se construye, o lo que más se hace ahora mismo, es el boto campero, pero con forma hípica: una adaptación de hace unos diez años para poder utilizarse de una manera a la vaquera y poder usarse con brichis de montar. Es como un híbrido: un boto campero con forma inglesa. Una de las últimas evoluciones que ha tenido el mundo de la artesanía es esa. Es actualmente el producto principal de nuestro taller.

Otro encargo habitual, que ese sí que no ha cambiado, es la bota corta. La bota corta, que llega al tobillo, se utiliza desde hace décadas y cientos de años, esa no ha variado. Su nombre técnico es bota moldeada, porque no lleva empalmes; hay que moldear el cuero entero. Es lo más clásico que se hace en la zapatería actualmente.

 

EPC: ¿Hay algún encargo especialmente curioso del que se acuerden?

B: Pues hay algún encargo curioso, por ejemplo, no hace mucho tuvimos que hacer un cuarenta y nueve. Un zapato –además un zapato, no una bota– del número cuarenta y nueve no es algo muy habitual. Hay otras cosas muy curiosas, por ejemplo, haber hecho unas botas para un productor de cine, o mandar botas a América y cosas así que se salen de lo normal.

Fuera de aquí el producto no está muy demandado, pero sí es apreciado. No se puede encargar porque la mayoría de las veces no podemos hacer las botas sin tomar las medidas. Aún así, sí que se hace para el mundo de fuera. Lo que sí notamos es que el mercado exterior tiene mucho interés a este tipo de trabajos porque se ve que en sus países ya no existe.

M: Hombre, encargos curiosos… Desde llegar una persona a mi casa con un pie nada más porque tenía una sola pierna, y hacerle un solo zapato, hasta una persona que tiene en un pie un cuarenta y cinco y en el otro un cuarenta y uno … Personas con defectos de nacimiento por la polio, teniendo un pie muy gordo y otro muy delgado… O para un señor que era de América, un director de cine, hacer un cincuenta y dos, que es el número más grande que he hecho en mi vida. Eso no se me va a olvidar, no es nada habitual.

 

EPC: ¿Cuáles son las principales dificultades que conlleva su fabricación?

M: Pues teniendo en cuenta que nosotros compramos toda la materia prima y partimos de cero, leyendo un papel con unos números y un dibujo que en teoría es el de la plantilla del pie, y unas medidas… Se parte de un papel, lo haces todo de cero. Es complicado, pues aparte de gustarle al cliente, tiene que caminar con él bien, no molestarle. Es un oficio complicadillo.

B: La principal dificultad que tiene es que no se utiliza ningún medio para medir las cosas iguales, sino que en todo el proceso se trabaja con lo que llamamos el ojímetro. Nosotros nos fijamos en algo en el pie derecho y luego ir construyendo el izquierdo; ir fijándonos constantemente el uno en el otro con la única referencia de nuestra vista. No es todo manual, no existe nada que mida que son iguales.

 

EPC: Tendemos a pensar en el trabajo artesanal como un valor añadido a un objeto; el saber hacer, la dedicación y el esfuerzo del profesional que se le pone a cada pieza, y que la hace única. ¿Qué cualidades de su calzado lo hace superior al fabricado en serie?

M: La materia prima que se usa es de muchísima mayor calidad. Dentro de las peleterías, las pieles de España son las mejores de Europa –no porque yo sea español, pero es así, vaya–: llegas a una tienda donde venden pieles y hay diferencia de precio entre la nacional y la que viene de fuera, siendo la nacional más cara. Además de las pieles, todo el trabajo es artesano, desde que empiezas hasta que acabas. Hay una diferencia de duración: es un producto muy imperecedero, que dura muchos años si se sabe cuidar. Después, si se hace a medida, resulta mucho más cómodo que un zapato que se hace en serie, evidentemente.

B: Algo que lo hace superior es que, al fabricarlo para alguien, estás fabricando algo personalizado. Ese cliente sabe que le vas a dedicar un cuero escogido, que le has tomado medidas a su pie, y que le vas a dedicar veintiocho o treinta horas de tu vida a hacerle un boto exclusivamente a él. Eso le da un valor que normalmente el cliente aprecia, y eso es lo más importante. También está el que nunca haces un boto igual; haces un día unas botas y otro día otras, pero por mucho que las mires, nunca son iguales. Siempre se hacen cosas totalmente diferentes: detalles diferentes, formas diferentes… Aunque quieras hacerlo igual, nunca salen igual.

 

EPC: ¿Qué consideran lo más gratificante de su trabajo? ¿Y la peor parte?

B: Lo más gratificante es dedicarte a una profesión en que tienes la certeza de estar haciendo algo muy poco visto; es casi –en algunas comarcas de España– algo único. En España, probablemente, zapateros artesanos de forma profesional pueden existir muy pocos, y esa es una de las cosas que, a veces, a ti por una parte te entristece y por la otra te gratifica al saber que tiene algo que tú lo estás manteniendo y que probablemente contigo muchas de esas cosas se perderán.

Esa es también la peor parte; sabes que es una profesión que salvo que haya gente que le de por aprenderla de aquí a que nosotros nos vayamos yendo, seguramente se perderá. Tristemente, porque los que vengan a aprender van a hacerlo de una forma muy diferente a la antigua. Estamos notando que hay gente que quiere aprender, pero falta conocimiento de maestros antiguos que les transmitan la información, de manera que esa información no es totalmente correcta porque faltan maestros que enseñen. Las nuevas generaciones, que vemos que tienen mucho interés, no tienen a su mano gente para poder aprender. Por lo tanto, hay técnicas que puede que con los maestros antiguos desaparezcan.

M: Lo más gratificante es cuando llega el cliente de toda la vida, que lleva muchos años viniendo a tu casa, que ya tienes allí incluso el molde del pie de esa persona porque sólo se calza con lo que tú le haces y no se pone otra cosa en los pies, solo lo tuyo. Hay personas que son muy agradecidas. Eso, para mí, es muy gratificante: que se me agradezca en mi profesión y se le valore a uno.

Luego, lo menos gratificante, la diferencia con nuevas hornadas de clientes. El antiguo cliente, de campo, que gusta de sus botas para salir y luego el boto para montar… Hay una nueva hornada de gente joven que no valoran esto, lo ven de forma distinta. No le dan el valor que realmente creo que esto tiene: estamos hablando de artesanía, algo hecho con las manos, que hoy, en los tiempos que corren, no es muy habitual. Por ello, no es gratificante cuando esa persona, después de darle las puntadas muy pequeñitas y de esmerarte mucho en el trabajo, te lo trae para limpiarlo al cabo de un mes y te lo trae, de verdad, que da pena de verlo. No saben cuidar las cosas, y las cosas buenas, cuando se cuidan, duran más.

 

EPC: ¿Cuáles son los retos a los que se puede enfrentar este tipo de oficios en el futuro?

M: La supervivencia. Con los tiempos que corren, este oficio inevitablemente va en decadencia. Nadie quiere dedicarse a un oficio en el que empiezas a trabajar, cuando hay mucho trabajo, a las siete de la mañana, te vienes a las dos, te vas a las cuatro y llegas a las diez de la noche, todos los días. Es un oficio que tiene que gustar mucho para que la gente se dedique a esto. La gente hoy no quiere trabajar tanto. Con las nuevas tecnologías, esto, evidentemente ha cambiado mucho y yo creo que es un oficio en decadencia; llegará el día en que se termine, que se acabe.

 

B: El principal reto es que exista una demanda que te permita vivir. Ese es uno de los principales retos; otro de ellos es que, las administraciones no son capaces de ponerse las pilas y hacer que nuestra actividad –estamos declarados como Actividad Industrial Artesanal– se trate fiscalmente y ante la administración con unas connotaciones diferentes a otros tipos de comercio más convencionales. Si no nos tratan bien en el ámbito fiscal, seguramente nuestro oficio estará destinado a no ser totalmente profesional, sino a ser “segunda actividad”, o para personas que lo quieran aprender por curiosidad. Si se quiere dedicar de manera profesional, uno de los mayores retos es que la administración tributaria y fiscal de verdad trate a los artesanos de una manera que les permita vivir.

Agradecimientos: A los hermanos Velázquez Perejón por dedicarnos su tiempo y prestarnos su imagen para esta entrevista, y a sus familiares por su colaboración, pues sin ella, no hubiera sido posible realizar esta entrevista durante el Estado de Emergencia.

Estudiante de Humanidades. Interesado especialmente por la Arqueología y la Historia.

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