Nos encontramos en la época dorada de los más cofrades, a pesar de las problemáticas que la pandemia lleva ocasionando desde el pasado año para que se pueda llevar a cabo su celebración tradicional. Afortunadamente, esta Semana Santa podemos dejar a un lado los encierros domiciliarios tan estrictos de la primavera pasada (al menos de momento) para ir a visitar a los titulares de las diversas hermandades, e incluso para atender a exposiciones cofrades que han organizado ciudades como Sevilla y Jerez de la Frontera, que ya os hemos presentado en este medio. Nos queda, pues, confiar en que la situación mejore para que el año próximo por estas fechas ya podamos estar rodeados de nazarenos, respirando incienso y deleitándonos con los tambores y las cornetas que anuncian la llegada de las distintas escenas de la Pasión de Cristo y del dolor de su madre.

Una vez puestos en situación, reflexionemos sobre lo que respecta a la celebración de las procesiones, atendiendo a un asunto en específico: a quién están dirigidas. Obviamente, estos recorridos se organizan para el deleite del pueblo, pero ¿están destinadas a todo el pueblo o únicamente a las pertenecientes a la religión en la que se enmarcan?

¿Se puede ser cofrade sin necesidad de ser cristiano? No cabe duda de que la respuesta a esta cuestión es afirmativa, aunque haya personas que opinen lo contrario y se muestren reacias a disfrutar de este emblema cultural tan sublime poniendo su agnosticismo, ateísmo o pertenencia a otra religión por delante a modo de justificación; y aunque haya personas que por el hecho de poseer fe católica miren por encima del hombro a aquellos que admiran sus celebraciones sin compartir su ideología.

¿Por qué renunciar a la cultura únicamente porque esté ligada a una creencia religiosa? Ese es el gran debate que nos concierne en el presente escrito. En este punto, tenemos que tener en cuenta la multitud de tradiciones de motivo religioso presentes en el calendario de nuestro país, que es aconfesional, y que se festejan tanto por creyentes como por no creyentes: las reuniones familiares en Navidad, la entrega y recibimiento de regalos con los seres queridos el día de la Epifanía del Señor, los calendarios de Adviento que marcan la cuenta atrás hasta las fiestas navideñas, los huevos de Pascua, las visitas a los difuntos en los cementerios en la festividad de Todos los Santos, las bromas el día de los Santos Inocentes e incluso la celebración, en sus efemérides, de los santos que llevan nuestros nombres.

No debemos olvidar, tampoco, que vivimos en un lugar donde la confluencia de culturas está a la orden del día, tanto por herencias pasadas como por el fenómeno globalizador reciente. Así pues, los movimientos de población de un lugar a otro y, de este modo, de sus respectivas culturas, son el pan de cada día. En este contexto, destaca en gran medida el turismo, lo cual nos lleva también a reflexionar: si estamos acostumbrados a visitar numerosos monumentos y edificios históricos sean cuales sean sus orígenes (romanos, musulmanes, cristianos, paganos…), ¿por qué renunciar a ser partícipes de estos «museos andantes» como son los pasos o tronos portadores de imaginería? De la misma manera que podemos ir, por ejemplo, al Museo del Prado, y disfrutar de Las Tres Gracias o de Las Hilanderas, obras de arte de temática mitológica, sin creer en ella, ¿por qué no íbamos a poder contemplar con afán las imágenes de esta otra religión?

Dejemos de tener prejuicios hacia la Semana Santa únicamente porque no simpaticemos con su carácter religioso. Aprendamos, también, a disfrutar de esta tradición respetando en todo momento la visión y el modo de vivirla del resto de personas, aunque no las compartamos. Hagamos, pues, de estas fiestas fenómenos universales y accesibles para cualquier amante del arte que se precie.

 

Imagen de portada: Santísimo Cristo de la Defensión (Jerez), extraída de Huelva Información

Jerezana merodeando por Sevilla (cuando el coronavirus lo permite). En cualquier evento musical, cinematográfico, cofrade y, en definitiva, lleno de cultura y pasión, allí me encontraréis.

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