Las torres de vigilancia que se encuentran a lo largo de la costa onubense se tratan prácticamente de un símbolo de la provincia de Huelva. Su origen se remonta a 1577, después de que Felipe II ordenara levantarlas con el fin de albergar militares que hicieran frente a piratas berberiscos, aunque fue finalmente su sucesor en el trono quien las terminó. 

Para situarse en el contexto de la época, hace quinientos años la costa de la provincia se hallaba dominada por acantilados sobre los que estas torres estaban situadas. Hoy en día, sin embargo, la situación es muy diferente debido al retroceso del mar, de forma que algunas de estas torres se encuentran a bastante distancia de la línea de costa o incluso situadas en las calles dentro del pueblo en cuestión. 

En el año 1577, la construcción se inició después de que el rey le encargara al visitador real de la zona costera de Andalucía, Luis Bravo de Lagunas, que realizara el trabajo de campo. El objetivo era situar una serie de torres de vigilancia por toda la zona del golfo de Cádiz. Así, se preverían los ataques, pero también se pretendía que se pudiera atacar desde las propias torres, pues estas estaban equipadas con la artillería necesaria. 

 

Imagen extraída de elDiario.es

Sin embargo, la financiación de las torres no fue una tarea sencilla. Conseguir los fondos requeridos para construir las torres fue una labor dificultosa, pues las diferentes entidades territoriales de la época se negaban a aportar económicamente. En consecuencia, el Estado buscó una solución definitiva: parte del impuesto sobre la pesca, la cual era la actividad principal de la zona, se dedicaría a la construcción de las torres vigías. 

Las torres se culminaron ya en el reinado de Felipe III. Esto quedó reflejado en una placa situada en una de las torres: la de Punta Umbría, que se encuentra situada dentro del propio casco urbano. 

En total, se estima que se trataban de quince torres; sin embargo, no todas han conseguido ser conservadas hasta la actualidad. Aquellas que quedan se hallan en muy diferente estado de conservación, además.

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Asimismo, cada una tiene un uso diferente en la actualidad. La de Punta Umbría, mencionada anteriormente, es un centro de interpretación de estas mismas torres, mientras que la de Matalascañas se halla en ruinas y volcada boca abajo, situada dentro de la orilla del mar. En cuanto a la de Mazagón, ocurre un hecho curioso: rodeándola irás pisando diferentes términos municipales, concretamente, los de Almonte, Moguer, Lucena del Puerto y Palos de la Frontera.

De las quince torres, cuatro fueron destruidas y de cinco solo quedan ruinas. Las que quedan en pie son la torre de Canela en Ayamonte, el Catalán en Lepe, la de Punta Umbría, la torre Arenillas en Mazagón, la torre Carbonero en Matalascañas y la torre San Jacinto en Almonte. 

A día de hoy es objeto de conjeturas dónde podrían haber estado situadas aquellas que fueron destruidas. Asimismo, tampoco hay seguridad del número total de torres, pues, aunque se estiman que fueron quince, para una comunicación correcta con señales las torres deberían estar muy cerca unas de otras y para eso se requerirían más de quince torres. 

Fuente consultada:

elDiario.es

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