El santuario de Nuestra Señora de Regla es uno de los iconos del pueblo costero gaditano de Chipiona. Este se edificó alrededor de 1835 y 1882. Parte de su fama se la debe a la Velada de Nuestra Señora de Regla, celebrada el 8 de septiembre cada año, en la que se saca en procesión a la Virgen de Regla, cuya leyenda genera devoción entre los creyentes. Se cuenta que esta procede de África. Era venerada por San Agustín en su oratorio, pero por miedo a que los vándalos que realizaban incursiones en Hispania fue traída a las costas gaditanas por los agustinianos, siendo encerrada en un pozo para evitar la profanación musulmana. Fue hallada en el siglo XIV, construyendo así el Humilladero, pequeño monumento junto al Santuario de Regla, para adorar la figura de la misma.

Pero el Santuario sufrió varios cambios a lo largo de la historia. En 1904 fue derribada, y de dicho año tenemos declaraciones de Fray Baldomero González, que protagonizó el suceso personalmente:

La pequeña y antiquísima Iglesia de Regla que fue derribada en 1904 estaba orientada en dirección completamente opuesta a la actual; de espalda al pueblo y de cara al mar. Era de estilo gótico, de tres naves abovedadas sobre las que se asentaba el noviciado. Medía unos quince metros de largo por catorce de ancho.

A continuación del presbiterio estaba el Camarín, de planta hexagonal, menos elevado que el actual, y debajo de él había un hueco de igual área, que sirvió de enterramiento a una niña (…). De las bóvedas, la central, que era semicilíndrica, de las llamadas de cañón, tendría como unos siete metros de altura, y descansaba sobre cuatro pares de arcos cuyos arranques partían de los muros extremos, siendo de mayor espesor aún los que militaban en el presbiterio.

La anchura de la nave central era de siete metros y su longitud sin el presbiterio unos doce. Las laterales eran muy estrechas, no llegando a los tres metros. Ni los muros ni los pilares tenían apenas cimientos, pues éstos consistían en unas piedras alanchadas, puestas de canto y unidas con barro. Pero era tanta su solidez que hubo que derribarlos con dinamita. El material de que estaban construidos era de piedras unidas con cal y arena sacado todo de la playa.

Otro tanto hay que decir de las bóvedas, sobre todo de la central, construida, en vez de ladrillos, con piedras alanchadas unidas entre sí por la superficie más ancha.

A los lados de las naves laterales estaban adosados dos cuadriláteros, que servían, el del lado del mar, como pórtico de entrada, única que desde la calle había; y el del lado del convento constituía una pequeña y devota capilla, donde estaba la patética y expresiva imagen del Señor de la Humildad.

En el vestíbulo del otro lado, entre la puerta de entrada y el muro, había varios escalones muy suaves y anchos para salvar la diferencia de nivel entre la iglesia y el exterior que estaba bastante más alto; y en el muro había un cancel o puerta de dos hojas con grandes postigos, que daban paso a la iglesia. Al exterior de este porche, encima de la puerta de entrada, había una hornacina con la imagen de San Agustín, de unos 60 ó 70 centímetros de altura.

La luz entraba en la iglesia por dos ventanas situadas a los lados del porche, y por la ventana alta, no muy grande, a la espalda del coro, que proyectaba su luz a través de la gran reja de barrotes de madera torneados y pintados de azul claro.

De la iglesia al claustro había una salida con doble puerta, una por el lado de la iglesia y otra por el claustro, más bajo que la iglesia, aunque ésta no estaba tan alta como la actual.

El presbiterio tenía unos siete metros de longitud y tres de latitud: su bóveda de igual altura y forma que la de la nave central, aunque con algunos adornos de relieve en yeso formando eses S, descansaba sobre tres arcos: el del medio mayor y más alto que los de los costados. En su fondo se veía el retablo de madera pintado al temple, imitando muy bien mármol oscuro con gracioso veteado azul oscuro y blanco amarillento.
Formaba tres bandas paralelas separadas por dos baquetones redondos que adosados al retablo volvían siguiendo la dirección del arco de medio punto. Estas tres bandas formaban una especie de ábside, en medio del cual estaba la entrada del camarín, detrás de una portada o arco sobre dos columnas de orden corintio con sus capiteles del mismo orden y dorados, todo muy bien ejecutado.

Este retablo fue costeado por los Serenísimos Infantes de Montpensier en 1852, cuando se restauró la iglesia. La mesa del altar mayor, muy espaciosa, tenía su frente con la misma decoración que el retablo; y estaba dividida en tres partes, siendo mayor la del medio y formando como credencial las otras dos de los lados; pero su plano de arriba estaba a la misma altura, y los manteles lo cubrían todo.”

Revista «Santuario de Regla». Nº. 32. Pág.. 24-25. Mar-abr 1956. P.V. Añíbarro, ofm

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