Nombre de la localidad frente al I.E.S Ruiz Gijón. Fuente: perfil del ayuntamiento en Facebook

 

Treinta años acaban de pasar desde que Renfe iniciara su recorrido con el tren de alta velocidad que unió primero a la capital española con la hispalense. En el inconmensurable patrimonio sevillano al que nos acerca como visitantes encontramos las pequeñas joyas que son sus pueblos, testigos de su historia, con sus imponentes templos, sus palacios, sus antiguas casonas solariegas, sus casas patio donde confluyen tradición y folclore por doquier; hasta los molinos, antiguos obradores o restaurantes donde con el producto de la tierra los artesanos todavía crean auténticos manjares y néctares de dioses. En ellos recorremos las calles en las que los aromas del arte culinario de ayer y hoy son transportados por la brisa limpia que corre por los paseos y callejuelas de aquellos pueblos.

Aprovechando la efeméride el Club Renfe y su revista nos hacen viajar de Sevilla a una de las joyas que atesora entre su campiña y sus marismas: el histórico pueblo de Utrera. Allí nos llevan a la tierra del flamenco, de una arquitectura sin parangón, con las exquisiteces de su cocina de toda la vida y de sus parajes para recorrer y por los que casi buscar perderse. Sin olvidar sus calles por donde su gente pasea y aún se regocija entre fiestas y celebraciones; algunas de ellas centenarias y tan emblemáticas como la Semana Santa de Utrera, declarada de Interés Turístico, o la feria que se inicia cada 8 de septiembre coincidiendo con el día de la patrona de la localidad, Santa Consolación.

 

Paso procesional de Ntra. Sra. De los Ángeles en su Soledad. Fuente: Wikimedia

 

En el Club nos recuerdan como es cuna de algunos de los más grandes cantaores, como fueron Bambino, Curro de Utrera, Fernanda y Bernarda, Perrate, Enrique Montoya y un largo etcétera. Aquellas voces que aún resuenan en las celebraciones típicas utreranas, como el Potaje Gitano, con casi siete décadas de historia en su haber. Y a la sazón del buen comer que es motivo de celebración en la localidad, encontramos allí el Festival del Mostachón, que se celebra cada primer fin de semana de noviembre. En el festival el protagonista es aquel postre abizcochado que tantos viajes en tren ha endulzado durante décadas por toda España. Desde luego en la repostería encontramos uno de los baluartes del patrimonio culinario utrerano. Prueba de ello son los obradores tradicionales de Diego Vázquez con el celebérrimo mostachón o sus dulces andalusíes y el de Cordero que no se queda a la zaga con sus lenguas de nata.

 

Mostachones de Utrera. Fuente: elaboración propia

 

Pero Utrera no solo cuenta con sus reposteros de siempre si no que también son típicos sus obradores de pan o su aceituna con la calidad que acredita su Indicación Geográfica Protegida de la Manzanilla y Gordal de Sevilla. Y por supuesto están sus bebidas espirituosas, como son el típico anís Flor de Utrera e incluso nuevos artesanos que siguen la tradición cervecera, como hace Vandalia, galardonada en certámenes internacionales especializados en la espumosa bebida y cuya fábrica podremos visitar.

El patrimonio culinario utrerano es innegable y permite al visitante hacer un recorrido del que dejará un sabor de boca inigualable. Pero además entre parada y parada el visitante en Utrera descubrirá edificios de enorme riqueza artística. Podrá recorrer su casco histórico con sus casas palacios, que datan del siglo XVI al XIX, al girar en muchas de las esquinas de sus calles. El actual ayuntamiento, por ejemplo, se encuentra en el palacio de los condes de Vistahermosa, con sus característicos salones historicistas.

 

 

Ayuntamiento de Utrera. Fuente: perfil del ayuntamiento en Facebook           

 

Salón árabe del ayuntamiento de Utrera. Fuente: ABCdesevilla

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En el casco histórico se encuentran también la Iglesia de las Carmelitas con su artesonado mudéjar, la Iglesia de los Dolores de planta elíptica o el Santuario de Nuestra Señora de Consolación, con decoración neomudéjar y que, a poco más de quince minutos a pie del casco histórico, alberga una importante colección de antigüedades de romerías.  El barrio de Santiago, dentro del mismo casco histórico, enmarca piezas del patrimonio histórico artístico tan valiosas como el Hospital de la Santa Resurrección, cuya edificación culminó en 1514, la imponente Iglesia de Santiago, el Hospital de la Santa Resurrección y cruzando el antiguo postigo de la Misericordia, que hoy se conoce como el callejón del Niño Perdido, se llega al barrio de Santa María.

 

Callejón de El Niño Perdido: Fuente: Turismosevilla.org

 

En este barrio podrán deleitarse con la vista de la torre de la Iglesia de Santa María de la Mesa, el pórtico que aún se conserva de la muralla medieval y que llaman el Arco de la Villa y poco más adelante encontrarán la Fuente de los Ocho Caños. Pero sin ningún lugar a dudas la joya del patrimonio utrerano es el castillo medieval con cuyo panorama se recibirá al visitante que entre por la avenida de la Corredera.

 

Iglesia de Santiago en Utrera. Fuente: Wikimedia

 

Castillo de Utrera. Fuente: Wikimedia

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Además, la localidad disfruta de una posición privilegiada en el Complejo Endorreico de Utrera que está clasificada como reserva natural. Por sus parajes el visitante paseará a pie, a caballo o en bicicleta para imbuirse de la pureza de la naturaleza. Y podrá contemplar, además, lagunas centenarias que albergan ecosistemas de gran valor tanto por su fauna como por su vegetación. Por no mencionar como en las zonas aledañas de su entorno natural se encuentra la Salina de Valcargado, que se recuperó para volverla a hacer funcionar con el sistema tradicional y que el visitante también podrá visitar.

En definitiva, gracias a Renfe cualquier visitante hispalense o de Andalucía y del resto de España puede adentrarse en un enclave de tradición inigualable; en el que volver a entrar en contacto con la cultura de los pueblos alejándose del bullicio de la urbe.

 

Referencias:

 

Apasionado de la cultura en general y del patrimonio histórico en particular; además lector infatigable de A. Christie.

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