Eva Jiménez JuradoHoy os traigo un tema que quizás se aleja un poco de lo que podemos tener entendido por «patrimonio» ya que vengo a hablaros de agricultura, de producción vegetal, en definitiva, de la riqueza del patrimonio genético de nuestros productos agrícolas, de esa biodiversidad que podemos denominar domesticada y que, precisamente por esa domesticidad, a veces no la consideramos un objeto patrimonial necesitado de protección.
Andalucía, aunque está dando pasos de gigante rumbo al desarrollo industrial y tecnológico, todavía hoy es una región eminentemente agrícola. Sus gentes, desde tiempo inmemorial, se dedican a las labores del campo para subsistir, lo que la convierte en una región rica tanto en variedad como en producción.
No obstante, no debemos olvidar que ese «progreso», que lleva implícito en su nombre un avance hacia adelante, a veces, puede dejar muchas cosas tras de sí en el camino. Un ejemplo lo encontramos en nuestras costumbres gastronómicas, es evidente que los andaluces de hoy no tienen los mismos hábitos de alimentación que tenían sus abuelos, esto conlleva cambios, también, en la agricultura.
La agricultura del futuro introducirá -ya está introduciendo- nuevos métodos de producción, nuevas rutinas de trabajo y, sobre todo, nuevos cultivos, todo ello encaminado a conseguir una mayor rentabilidad de las distintas explotaciones agrarias. Con estos cambios, sin embargo, ha surgido un nuevo problema, la pérdida de la riqueza varietal en los cultivos, lo que pone en riesgo de desaparición a muchas especies vegetales. Es por esto por lo que que debemos tomar conciencia de que tan importante es apostar por el futuro, y por lo que esta por venir, como preservar la riqueza que nos ha legado el pasado.
Para evitar esta pérdida irreparable son fundamentales los bancos de germoplasma, que permiten mejorar los cultivos existentes, así como preservar de forma indefinida variedades vegetales en desuso que podrían ser nuevamente puestas en producción, si fuese necesario.
Los bancos de germoplasma son colecciones de material vegetal que contribuyen a preservar el patrimonio genético. Son, buscando un símil que nos pueda ayudar a comprender un poco mejor su función, como los museos que albergan obras dignas de conservación por su valor artístico o histórico, en este caso, nuestros «bancos-museos» albergan vida que debe ser protegida para no perder nuestras raíces.
En Andalucía, la administración autonómica es consciente de la necesidad de contribuir a la preservación de variedades y especies vegetales autóctonas y cultivares en desuso, por lo que cuenta con cinco de estos bancos de germoplasma ubicados en varios de sus centros de investigación, en los que se conserva germoplasma de olivo, vid, leguminosas, fresa y de distintas variedades hortícolas como tomate, calabaza/calabacín y pepino. De entre ellos, podemos destacar el Banco Mundial de Germoplasma de Variedades de Olivo que es reconocido como el primer Banco Internacional de Referencia del olivo.
Con esta última referencia, terminamos, por hoy, nuestro paseo por el campo andaluz, espero que os haya resultado interesante este pequeño artículo con el que quería mostraros otra visión de lo que puede representar nuestro patrimonio y, aunque se aleje un poco de la esencia de la revista, no debemos olvidar la riqueza gastronómica de Andalucía (que constituye todo un arte con mayúsculas) cuyas recetas y platos forman parte del patrimonio inmaterial de su pueblo y para la que es un factor indispensable su agricultura.
