Cuando conocemos una nueva ciudad siempre quedan lugares por visitar, rincones por ver y, Sevilla no iba a ser la excepción. Aquí te enseñamos cinco lugares que no debes perderte en tu próxima visita y que no encontrarás en cualquier guía turística.
Atarazanas
Estas siete naves fueron en el paso la industria naval de la Corona
de Castilla entre los siglos XIII y XV. Originalmente eran diecisiete naves y su especialidad era la construcción de galeras. Además, es uno de los lugares de la ciudad que han aparecido en famosísimas series de televisión como Juego de Tronos.
Hamán Almohade en el Bar Giralda
En el Bar Giralda de la famosa Calle Mateos Gago junto a la Catedral se encuentra un hamán almohade del siglo XII, que apareció gracias a la remodelación que Vicente Traver llevó acabo a inicios del siglo pasado. Sin duda alguna, una de las verdaderas joyas de la ciudad que se ha mantenido casi intacta durante siglos gracias al remoto lugar en el que se encontraba oculto.
Plaza Santa Marta
Esta pequeña plaza recibe su nombre del antiguo Hospital Santa Marta. Rodeada de callejuelas en pleno casco histórico, el tiempo parece detenerse en este pequeño rincón de la ciudad. Es un lugar perfecto para encontrar tranquilidad en medio del bullicio. Además, el lugar también fue el emplazamiento de un mercadillo de filatelia y numismática que se celebraba los domingos. Por otro lado, uno de los tres portales que podemos encontrar en la plaza es la entrada al convento de la Encarnación.
El callejón del beso
La Calle Reinoso en el barrio de Santa Cruz es la calle más estrecha de Sevilla con 103 cm de anchura. Se conoce como la calle o el callejón del beso porque en su parte más angosta, a la altura del número 3, se dice que dos enamorados pueden darse un beso entre los balcones.
Columnas romanas de la calle mármoles
Si paseas por la Calle Mármoles te encontrarás con tres columnas de un antiguo templo romano, uno de los pocos vestigios de la antigua Hispalis. En un principio, había hasta seis columnas, pero las restantes fueron trasladadas a la Alameda de Hércules en 1578 por orden del Conde de Barajas. Todavía hoy se desconoce la función del templo al que pertenecían las columnas, aunque todo apunta a que podría ser un pórtico de acceso a una zona monumental.