El pasado domingo 10 de marzo fue el último día para visitar la exposición temporal del escultor Pedro Roldán en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, pero no es impedimento para rendir honor a este gran escultor del barroco español.

 

El barroco fue uno de los movimientos artísticos más influyentes del siglo XVII en España, y uno de sus ejemplos más populares son las diversas obras barrocas sevillanas: desde edificios como la Iglesia de Santa María la Blanca o la fachada del Palacio de San Telmo, pasando por cuadros como Finis gloriae mundi, de Juan Valdés Leal o La Inmaculada Concepción de Murillo; hasta llegar a esculturas, como todas las de Pedro Roldán, reconocido escultor barroco español. 

Nació en 1624 en Sevilla, España. Comenzó su carrera como escultor trabajando en el taller de Alonso de Mena, donde aprendió las técnicas y estilos del barroco sevillano. Pronto destacó por su habilidad y talento, lo que le permitió establecerse como escultor independiente y abrir su propio taller. Roldán fue un prolífico artista que trabajó para importantes iglesias y conventos de Sevilla, así como para colecciones privadas. Sus obras se encuentran en museos y galerías de arte de todo el mundo, donde son admiradas por su calidad artística y su contribución al patrimonio cultural.

Además de su labor como escultor, Pedro Roldán también trabajó como profesor de escultura en la Academia de Bellas Artes de Sevilla, donde formó a una nueva generación de artistas. Falleció en 1699 en su ciudad natal, dejando un legado artístico que perdura hasta nuestros días y que lo sitúa como uno de los escultores más importantes del barroco español.

A lo largo de su vida, Pedro Roldán realizó numerosas obras de gran calidad y originalidad, entre las que destacan esculturas religiosas en madera y en escayola, que representan la vida de Jesús, desde su nacimiento hasta su martirio y muerte, como el Nacimiento o El Cristo del Perdón, o figuras de Santos como diferentes versiones de San Juan Bautista o de la Inmaculada. Su estilo se caracterizaba por ser mesurado, personal y cuidado con la fisonomía humana, además de dotarlas de gran expresividad, de la atención al detalle y de la armonía de las formas, lo que le valió el reconocimiento de sus contemporáneos y posteriores. 

 

Su implicación con Sevilla y su escuela de artistas explica que el Museo de Bellas Artes de Sevilla le haya dedicado una exposición temporal con la recopilación de muchas de sus obras principales, ya que es, según ellos, «la persona más relevante del panorama escultórico sevillano de la segunda mitad del siglo XVII y una de las figuras estelares de la escultura barroca española» (Museo de Bellas Artes, 2024).

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