El Coliseo, también conocido como Anfiteatro Flavio, es un monumento de renombre mundial que se encuentra en el centro de Roma (Italia). Construido entre los años 72 y 80 d. C. con travertino, toba y hormigón revestido de ladrillo, es el anfiteatro más grande jamás construido hasta la fecha. Al igual que un estadio moderno, el Coliseo tenía asientos numerados y “secciones VIP”: la puerta norte estaba reservada únicamente para el emperador, mientras que las demás puertas (sur, oeste y este) se reservaban para otros personajes importantes. Los billetes estaban hechos de fragmentos de vasijas rotas y tenían grabados los números de los asientos.

El tercer dato quizás no resultará muy sorprendente debido a la extensa representación audiovisual de este monumento pero lo cierto es que estaba plagado de pasadizos secretos y trampillas. Hoy en día, esta red de túneles y pasadizos se conoce como hipogeo y se expone abiertamente al aire libre pero originalmente se ocultaba bajo el suelo de la arena y albergaba animales, esclavos y gladiadores, preparados para saltar al exterior a través de las numerosas trampillas ocultas. En relación con el tema de los animales decir que convertirse en alimento para los leones es pura ficción. Si bien la imagen de los cristianos enviados a enfrentarse a los leones (afirmado por primera vez por el Papa Benedicto XIV en 1749) era y sigue siendo de lo más popular, no es estrictamente cierta. Hay evidencias irrefutables de que los cristianos fueron ejecutados de esta manera en el Circo Máximo de Roma pero no así de que también sucediese en el Coliseo.

Puede que nos parezca difícil de creer pero al Coliseo no se le ha dado la misma importancia a lo largo de la historia. Durante la Edad Media por ejemplo, no se consideraba especialmente valioso, por lo que sus arcos se alquilaban para utilizarse a modo de talleres y almacenes. Llegó a albergar una pequeña capilla e incluso su piedra se extrajo para poder utilizarse en otros edificios de la ciudad. Es más, durante los siglos XVI y XVII, los funcionarios de la Iglesia intentaron beneficiarse del Coliseo, por lo que el Papa Sixto V trató de convertir el edificio en una fábrica de lana para proporcionar empleo a las prostitutas de Roma pero la idea se consideró descabellada y nunca se llevó a cabo. Aisladas de las concurridas calles de la ciudad, las ruinas se fueron convirtiendo en una especie de jungla, en un hábitat único para una variedad asombrosa de plantas que fue progresivamente catalogada por el médico Domenico Panaroli a mediados del siglo XVII. En el último recuento se registró la existencia de 242 especies.

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