El Arte a pie de calle.

            Entorno Alcázar/ barrio de Santa Cruz

                             Miguel Carlos Martínez Alfonso

 Las calles de Sevilla son inundadas por un mar de turistas de distinta procedencia de diferentes idiosincrasias y con propósitos diversos a la hora de conocer la ciudad. A algunos les mueve un interés lúdico, es decir, vienen a divertirse a un lugar que alguien les ha recomendado; otros vienen casualmente, como secuela de algún evento deportivo, musical o festivo; también nos visitan aquellos con marcado interés cultural que buscan empaparse con la tradición, la lingüística, el arte, etc.. La inmersión en la vida y costumbres del sevillano,  es un propósito cada vez más complicado, debido a la dificultad de encontrar naturales residiendo o recorriendo el casco histórico de la ciudad, cada vez más atestado de hoteles y apartamentos turísticos. También se acercan por nuestras calles curiosos atraídos por la fama de la ciudad, y andan como perdidos, preguntando a todos qué es lo que están viendo sin saber realmente a qué han venido. También son multitud de estudiantes Erasmus o de otra índole, los que se embeben y disfrutan de su estancia en Sevilla. Yo a ciertos sectores, no me gusta llamarlos turistas, prefiero: visitantes, y en ciertos casos, invitados.

Entre todo este maremágnum de lenguas, rostros, estilos, se encuentran personas que habitan la ciudad de otro modo: músicos, malabaristas, vendedoras de abanicos, de frutos secos, de incienso;  mujeres que te leen la buenaventura en la palma de la mano con una ramita de romero, o  incontables guías turísticos que ofrecen sus servicios por el entorno del trinomio Catedral-Alcázar-Archivo de Indias.  Yo tengo cierta debilidad, y no es casual, por los pintores callejeros. Entiéndase que  este epígrafe está dedicado principalmente  a artistas que venden su obra para su subsistencia, e incluyo a  pintores  que hacen de la calle  y  demás espacios públicos su hogar por unas horas. Pintores que plasman el paisaje urbano del que también son parte. He querido con este modesto reportaje, brindar un homenaje a éstos incombustibles artistas que  están día a día a pie de calle,  con el frío húmedo  del Guadalquivir que penetra hasta los huesos en el otoño-invierno, y el calor sofocante, azotador de nuestro verano ( desde hace un tiempo desde abril a noviembre). Estos artistas se sienten parte de la ciudad aunque sean foráneos. Tanto los que han venido  de otras partes de España, como los que proceden de cualquier parte  del mundo han elegido quedarse aquí, sentirse como un sevillano más y compartir nuestra bella ciudad.  Son además, – y en esto creo que las instituciones deberían hacer algo-  promotores de la ciudad en el mundo. Los trabajos que la gente les compra, no son postales que se envían y se guardan en un cajón. Sus obras las cuelgan en las paredes, y hablan de los paisajes, del pintor o pintora que los hizo, y las narraciones basadas en: cómo compraron tal cuadro, qué significa, la leyenda que hay tras éste  o dónde se localiza tal o cual paisaje… crean historias, además de pasear las múltiples estampas de Sevilla por el mundo.

Las entrevistas efectuadas a las y los artistas que he tenido el placer de conocer mejor y aprender de ellos ,he decidido relatar sus discursos intentando captar mejor su esencia en lugar de transcribir literalmente las preguntas y las respuestas. No obstante,  ofrezco  la oportunidad de leer dicha transcripción, escuchar el audio o ver el video de presentación, que considero muy interesantes .

Me daría por satisfecho si con éste artículo hubiese conseguido concienciar a los lectores de la relevancia e importancia de estos artistas a menudo anónimos, que vemos al pasar y cuyas obras podrían estar también en vuestras paredes, como lo están en las mías. Embajadores de nuestra ciudad, y promotores de futuros visitantes a través de las imágenes de sus cuadros por el mundo. También los gobernantes de nuestra ciudad deberían apreciar y valorar en su justa medida a estos conciudadanos que impenitentes plantan a diario sus bártulos en la calle y que producen riqueza artística y cultural para nuestra ciudad. 

Nota. En este artículo aparece el subtítulo Entorno Alcázar y Barrio de Santa Cruz como un apartado dentro de un futuro trabajo en el que tendrían cabida otros epígrafes con artistas de la calle, de otras zonas y de diversas circunstancias sociales y laborales.  Artistas como pintores de tiza en el pavimento, grafiteros o pintores de estudio que pintan en la calle, son ejemplos de futuros trabajos. 

Sarah Guldberg       

Sarah nació en Dinamarca, donde trabajaba en el campo del diseño  textil. Esta profesión requiere del contacto habitual con productos químicos, lo que le provocó un deterioro de su salud, por lo que tuvo que abandonar su profesión y su frío y húmedo país. Cuando vino a Sevilla, tenía los pulmones encharcados. Gracias al buen clima de la ciudad mejoró bastante y decidió establecerse aquí. Al principio pintaba el paisaje de las calles y los jardines de la ciudad con acuarelas, que es lo mejor para su salud.  Descubrió la geometría de los azulejos, artesonados y puertas del Real Alcázar y decidió centrar su trabajo en ese campo. Le gusta el contacto con la gente, aunque a veces como ella dice, se acercan «locos que buscan un sitio donde dejar sus problemas «. Es lo que tiene estar todo el día en la calle. Afirma, que además de artista ha de ejercer a veces de psicóloga.  La calle tiene rachas, a veces demasiado turismo, a veces el ayuntamiento hace «limpias», y también esta la soledad de la pandemia pasada. Para ella es un lujo vivir como lo hace, y ganarse la vida con la pintura, pero reconoce que la calle no es para cualquiera. A veces se acerca alguien y admira su obra y su forma de vida, y le parece un sueño, pero no reparan en que no se gana sino para sobrevivir, no es un trabajo para ahorrar. Si quieres comprarte una casa nadie te va a dar una hipoteca.  Te ayuda a llegar a fin de mes.  Uno de los puntos que más destaca en la vida en la calle, es el respeto. Respeto a los vecinos, al entorno , a los visitantes y a la ciudad.  El respeto es fundamental para la convivencia. No comparte a grafiteros que estampan su afición en lugares históricos, paredes o puertas antiguas,  sin embargo admite grafitis en lugares que previa autorización ayuden a embellecer la ciudad. O los artistas de tiza que utilizan el entorno urbano para plasmar su arte, y no es nocivo, pues con agua se borra.  En resumen, convivencia y respeto mutuo.

Video presentación                         Audio entrevista                        Transcripción entrevista

Alberto de Burgos

     Alberto es un acuarelista  de toda la vida, hoy felizmente jubilado. Ha compartido su trabajo como profesor de Geografía e Historia en un instituto de Sevilla con «su otro trabajo»: la acuarela. Desde su calidad de presidente de la Asociación de Acuarelistas de Sevilla, ha difundido esta especialidad artística, incluso enseñando a neófitos y aficionados a la pintura en clases por los distritos de la ciudad. No vende sus obras, no pinta para ganarse la vida, no le interesa mezclar el comercio con la pintura con. Si alguien  con interés insiste en adquirir alguna de sus acuarelas, en su casa,  en una exposición o directamente del caballete, él se la proporciona, pero le insta a que  ingrese el valor de lo que cree que vale la pintura en la ONG Manos Unidas. Recuerda el caso de que  a unos novios que se iban a casar,  les gustó mucho una obra que estaba realizando en el Real Alcázar, y se la regaló sin ni siquiera estar acabada. Confiesa que se sintió feliz con ese detalle, con que la pareja barcelonesa, que empezaba su andadura juntos tuvieran «un cuadrete» suyo. Después les envió otros cuadros, por supuesto gratis como regalo de bodas.

     Sobre pintar en la ciudad, Alberto recuerda que solía ir a la Avenida de la Constitución a pintar, las puertas de la catedral, etc. pero hoy en día es imposible. Incluso el Alcázar, donde solía ir a pintar es hoy un lugar en el que no se puede pintar a gusto por la cantidad de turismo que lo inunda. Observa el paisaje, lo contempla, se imbuye en la gama cromática, en los matices, en las sombras y las luces, en los cambios que se producen, en el crecimiento y evolución de las plantas, de las flores, del cielo y del suelo. Estudia las horas, las sensaciones y goza con esos sentimientos que le produce la naturaleza. Pero el silencio de su inmersión naturalista, a menudo es invadida por las máquinas de jardinería que rompen la paz del parque. Al contrario de molestarle, Alberto habla y comparte con los jardineros del parque sus impresiones, incluso enseña y aprende de ellos.  Son parte del paisaje, dice con naturalidad. Uno de los aspectos que más le apena es la poca gente joven que hay en el mundo de la acuarela,  «somos la mayoría, gente entrados en años» puede que por la dinámica de vida, por el trabajo…

     Al preguntarle sobre el arte y la formación humana, Alberto se entusiasma, y estima que: «el arte es tremendamente útil, porque además de formar, es esa parte del cerebro que se forma en la escuela: la parte racional, la parte de habilidades de tipo técnico, mecánico, intelectual… Aparte de eso, con el arte se desarrolla el cerebro subdominante, el cerebro que nos abre a la percepción, que hace que el tiempo deje de funcionar; que hace que los problemas dejen de funcionar. De hecho, por ese motivo, se usa en terapias de tipo psiquiátrico. Y todo eso es una riqueza que nos abre a realidades que no usamos para nada. La contemplación, el apreciar elementos tremendamente vivos… son el equivalente a las personas… en los árboles, una cantidad de peculiaridades únicas… flores, plantas curiosísimas». Alberto aboga por el contacto directo con la naturaleza, en este caso con el Parque de María Luisa, donde se desarrolla esta charla. Para finalizar, como reflexión final aporta ésta otra frase sobre el parque: «No sé, aquí hay algo que el espíritu puede disfrutar, cosa que en la escuela el espíritu el pobre se queda en la puerta».

Video presentación                                 Audio  entrevista                                    Transcripción entrevista

Norberto León

Norberto nació en Cali, Colombia capital mundial de la salsa,  afirma. Llegó a España en el año 2000, a Santiago de Compostela, donde comenzó a trabajar en la calle. Se trasladó a Sevilla para ampliar expectativas, al principio en la calle Tetuán, y más tarde al Patio de Banderas. Consiguió la licencia para trabajar en este lugar, aunque tiene un taller en Triana. Es necesario, nos cuenta tener un espacio protegido por el tema de los ácidos, y del volumen de toda la maquinaria que utiliza.  Norberto lleva a la calle una pequeña prensa para la impresión de aguafuertes con intención didáctica, a través de la cual explica el proceso de diseño e impresión de sus trabajos.  A este colombiano le apasiona el trato con la gente, es empático, generoso y solidario con sus compañeros de profesión, y de los trabajadores de la calle en general. Dice no considerarse un artista, al que contradicen la belleza de sus grabados, cree que se necesitan otros elementos para considerarse así; se siente más bien un trabajador de esa técnica. Ha realizado trabajos para el ayuntamiento de la ciudad, para la Hermandad del Amor, la Hermandad del Rocío de Sevilla y para otras administraciones públicas.

Sostiene que trabajar en la calle no le resuelve toda la economía, pero aguanta en parte porque resuelve parte de sus necesidades pecuniarias.  También este ejercicio le reporta relacionarse con las personas, cuestión que considera esencial, por ello, disfruta mostrando su prensa y enseñando a los interesados  cómo se realiza su trabajo. La elaboración de las distintas especialidades plásticas, como la acuarela, o el óleo, pueden ser contempladas sin mayor dificultad, solo se necesita un caballete, unas pinturas y un pincel. Pero no el grabado, que se expone en público pero no se conoce la técnica ni su elaboración, por eso, de forma didáctica, nos enseña en el vídeo presentación  paso a paso cómo se elabora un grabado al aguafuerte, como valor agregado a la adquisición de su obra, en una actividad artística que parece ir desapareciendo por el costo que supone mantener un taller de grabados. Pero Norberto no ceja en ello, y continúa apostando por ésta técnica.

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Antonio García Abellán

Antonio llegó a Sevilla hace cuarenta años procedente del Puerto de la Cruz (Islas  Canarias). En las terrazas del Lago Martiánez formaron un grupo de miniaturistas. Ese fue el origen y el contacto con los clientes locales y con el  turismo internacional. Él y su esposa hacían retratos, y más tarde se especializó en miniaturas al óleo. Sus motivos están relacionados con el paisaje urbano de la ciudad, en este caso, Sevilla, a la que considera una ciudad fácil a la hora de encontrar rincones estimulantes para ser reflejados en sus cuadros. El pinta en directo a la vez que está pendiente de la venta de sus obras expuestas en plena calle Judería, en el Barrio de Santa Cruz, donde tiene la licencia de sus dos metros cuadrados. Para muchos visitantes, es un descubrimiento ver al artista en plena acción, a diferencia de exposiciones y otros lugares donde sólo ven expuesta  la obra terminada. Su contacto con la gente es vital, pues además de hablar con aquellos interesados de pintura, también hablan de historia y de la singularidad e idiosincrasia de la ciudad. Afirma poder vivir de la pintura sin demasiadas exigencias, y se siente agradecido a Sevilla por poder vivir de su trabajo. Sobre su grupo nos dice que  son cinco pintores muy bien distribuidos en el entorno del barrio de Santa Cruz, en el casco antiguo. Considera con acierto que son embajadores de la ciudad en el mundo, porque como bien dice: «las postales se ven y se guardan en un cajón, pero las pinturas  se regalan, y se cuelgan en las paredes… son motivo de conversación a través de nuestras pinturas y publicitamos nuestra ciudad por el mundo entero. Por último asegura que está muy agradecido a la ciudad y que tiene muy buena relación con los turistas, la policía y con los vecinos del barrio, con los que colabora a menudo en fiestas y en otros asuntos.

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Verónica Merande

Verónica Merande llegó a Sevilla en 2009 procedente de Argentina, su país natal.  La conocí ayudando, y aprendiendo de Jesús Herrera,  pintor con muchos años de calle, que ya algo mayor ha decidido dejado de «sufrir» las  inclemencias del tiempo y abandonar el bullicio de la gente para dedicarse a la pintura en el sosiego de su casa en el barrio de Santa Cruz. Verónica, como digo, aprendió de Jesús Herrera  y de otros artistas el arte de la pintura y de la venta callejera. Ella ha aportado su sello personal a la impronta adquirida y plasmada en sus obras, una gama cromática personal; una intensidad particular y una  visión propia  del entorno a través de sus pinceles. Le gusta el contacto con turismo, y suple las molestias que supone estar tantas horas en la calle con el disfrute del paisaje y conocer a gente nueva

Comenzó a pintar y hasta que llegado el  tiempo se sintió capaz de emprender un camino en solitario en la calle, creando su obra y ofreciéndosela a los viandantes. La necesidad pecuniaria de subsistencia le hizo ver que ese era un medio de vida alcanzable y con la gran ventaja  de vivir ejerciendo una oficio que la apasiona.

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