En este tiempo que nos ha tocado vivir, raro, singular, excepcional y absolutamente insólito, en el que todo el mundo está en jaque por un “bichito” no visible al ojo humano, podemos recordar aquellas pestes que tantas veces han brotado a lo largo de la historia. Muchas han sido las epidemias que han hecho estragos en las poblaciones de las distintas épocas. Y es en este momento en el que podemos pensar en ellas. La peste negra durante la Edad Media, la gran peste que asoló Sevilla ya en la Edad Moderna, en 1649, enfermedades, fiebres y calenturas a las que la población estaba expuesta continuamente.

 

En esos momentos de tribulación, la devoción popular, la fe del pueblo, se manifestaba con mayor intensidad en las peticiones a los santos. Uno de los santos preferidos en momentos de epidemias era (y sigue siendo) San Roque. ¿Cómo pedían la intercesión de este santo protector? Una de las maneras era la veneración personal o en comunidad y otra muy común era la de poner este nombre a los recién nacidos para que, así, siempre obtuvieran su favor en tiempos difíciles. Una de las coplas dedicadas a este santo francés que en vida se dedicó a curar enfermos de peste durante su peregrinación a Roma es la siguiente:

                                           

                                            Por decir ‘Viva san Roque’
                                           me metieron prisionero,
                                           y ahora que estoy en prisiones
                                          ¡Viva san Roque y el perro!

                                           Arrímate a mi viña
                                           que soy san Roque
                                           que si viene la peste
                                           que no te toque.

Sin embargo, eran más numerosas las peticiones de intercesión que se realizaban a las distintas advocaciones marianas. Una muy particular y que hace alusión directa a la enfermedad es la Virgen de las Fiebres. En esta imagen, vemos cómo el sentimiento de los cristianos es el de la búsqueda de una mano y mirada maternales. Dice un canto popular “Acuérdate de la hora en que te nombró Jesús nuestra Madre y protectora desde el árbol de la Cruz”. Y es este el momento que parece que se nos ha grabado a fuego a todos los que acudimos a su maternal protección. Es este el momento en el que pensamos cuando necesitamos ayuda y en el que numerosos artistas, ya sean estos escultores o pintores, se han fijado para trazar sus obras de arte.

 

 

En Sevilla son muchas las obras que plasman a la Virgen en los diversos momentos de su vida. Sin embargo, una imagen muy representada es la de la Virgen con el Niño en sus brazos. Él la mira a Ella y Ella lo mira a Él. Es la mirada del hijo pequeño que busca el consuelo de su madre, del pequeño que busca la comprensión, del enfermo que busca salud, de los perseguidos que buscan auxilio. Los escultores se han afanado en representar esa mirada maternal en la imagen de María. Es lo que consiguió el escultor Juan Bautista Vázquez el Viejo en su obra de la Virgen de las Fiebres.

Esta imagen de la Virgen de las Fiebres, ubicada en la Parroquia de la Magdalena de Sevilla, es una réplica de la original y a la que se encomendaron personas tan importantes como el rey Pedro I de Castilla. La actual data de finales del siglo XVI. En ella, vemos todas las expresiones nombradas en el párrafo anterior. Es un conjunto en el que el Niño y la Madre se comunican y nos transmiten confianza, tan necesaria en tiempos de dificultad. Además, destacan sus pliegues tallados y sus colores. Esas telas que componen su manto y con el que cubre al Niño, así, como cubriéndolo con su protección.

 

Y así es como llegan hasta hoy estas advocaciones marianas de gran tradición en otros tiempos en los que las epidemias eran más comunes. Es el reflejo de cómo la devoción popular ha ido transformando la sociedad, y al contrario, en una simbiosis que ha hecho que nuestro arte sea tan amplio y rico. Esta simbiosis ha enriquecido y enriquece nuestras calles, iglesias y hogares. Una fe que retomamos en estos momentos en los que nos aferramos a la búsqueda de ayuda de una fuerza superior.

 

 

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