La comida es esencial para nuestra supervivencia pero también es uno de los grandes placeres de la vida. No sorprende pues, que toda clase de alimentos y bebidas hayan sido motivos comunes en la pintura y la escultura desde la época romana hasta nuestros días, albergando un significado más profundo de lo que pueda parecer en un primer momento. Los romanos no sólo disfrutaban comiendo y banqueteando, sino que también atribuían las frutas, nueces y cereales a sus dioses y diosas. Las uvas, por ejemplo, eran para Baco, el dios del vino y simbolizaban la juerga y una vida futura feliz, mientras que el trigo era para Ceres, la diosa del grano, que encarnaba la virtud y el vicio. Los mosaicos que decoraban los suelos a menudo representaban los restos de comida “sin barrer” porque no recogerla inmediatamente después de los banquetes era una práctica habitual y por lo tanto, un motivo que se reproducía en el arte. Los pintores de frescos de las paredes pintaban, de igual modo, la comida, las bebidas, los animales y las vajillas aunque formando parte de escenas devocionales y seculares. Esta pintura cuidadosa y realista conocida como «de naturalezas muertas» era una oportunidad de características constantes, que tenían los pintores para mostrar su habilidad artística a lo largo de la historia del arte occidental.

La preparación y el consumo de alimentos es una realidad que no sorprende, ya que desde los manuscritos medievales, podía encontrarse una gran cantidad de imágenes que describen dicho proceso y ofrecen vislumbres de las distintas culturas alimentarias del pasado: pueden decirnos qué tipo de comida abundaba entre las clases sociales, cómo se elaboraba, cómo se servía y cómo se ingería, si con cubiertos o sin ellos. Hacia finales de la Edad Media, la mesa aristocrática se llenó de excelentes comidas pero si los ricos se negaban a alimentar a los pobres, serían enviados directamente al infierno por lo que la gula tenía una moraleja y una consecuencia. 

La Última Cena es probablemente la comida representada con más frecuencia en toda la historia del arte y a pesar de que el foco compositivo sigue siendo la traición de Judas a Jesús, en las representaciones de la fatídica escena siempre aparecen el pan y el vino como elementos simbólicos. Algunos teólogos consideran la probabilidad de que la famosa cena se celebrase durante la Pascua y fuese el proponente original de la dieta mediterránea, en cuyo caso es presumible que se pusiera sobre la mesa de Jesús otros alimentos como los frijoles guisados, las aceitunas y los dátiles. 

Los holandeses y flamencos fueron maestros del género pictórico de bodegones barrocos. Estas pinturas eran exhibiciones abundantes y lujosas de riqueza comestible en las que pueden observarse enormes langostas, suculentas ostras y camarones finos entre cítricos exóticos que se extendían sobre lujosas telas de terciopelo y damasco; festines dignos de reyes y comerciantes adinerados. La pintura de Johannes Vermeer destaca entre la de sus contemporáneos holandeses porque tomó un camino diferente: utilizó pigmentos costosos de colores intensos para crear una iluminación excepcional para pintar los alimentos más comunes como la leche y el pan. En un giro del destino artístico, una escena tan sencilla como esta ha trascendido más que los fastuosos festines que pintaban sus compañeros.

 Las pinturas de frutas no siempre trataban sobre religión, virtud y abundancia, a veces eran decididamente eróticas y en ellas, se aludía a los símbolos de la sexualidad femenina (el repollo) y masculina (el pepino y la zanahoria) mediante figuras que se inclinan para realizar tareas tan cotidianas como picar las verduras para agregarlas a algún guiso pero sin dejar de mirar sugestivamente al espectador. 

Resulta fascinante las maneras en las que el arte se ha adaptado a los gustos populares y cambiantes de la población, así como una prenda de ropa que se pone de moda durante una temporada. En los siglos XVII y XVIII por ejemplo, se creó un nuevo género de pintura llamado turquerie, a raíz de la fascinación occidental que se tenía por todos los aspectos de la cultura turca. Los europeos habían descubierto las especias y las bebidas exóticas como el café, el chocolate y el té gracias a las redes comerciales globales del momento. Esta singular imaginería se empezó a plasmar en las imágenes de los libros de los viajeros del siglo XVII, por lo que los pintores no tardaron en copiarlas en sus cuadros hasta el punto de convertir a las cafeterías en el centro de la vida pública (sería entonces cuando surgen los primeros hípsteres?). En cambio, las escenas domésticas a pequeña escala de las naturalezas muertas fueron consideradas el tema más tedioso por la Real Academia Francesa del siglo XIX aunque Paul Cézanne demostró, produciendo toda una serie de bodegones de frutas durante la década de 1870, que este modesto género poseía el potencial necesario para avanzar hacia las ideas de la pintura moderna. Estas pinturas representaron un punto culminante de su carrera y una evolución en su estilo pictórico desde las pinturas representativas y llenas de luz de los impresionistas hasta los tonos más apagados, las formas abstractas, difíciles de definir y las perspectivas distorsionadas e inestables de los modernistas y cubistas. 

Inaugurada por la famosa serie Campbell’s Soup de Andy Warhol, la comida y la bebida han desempeñado un papel fundamental en el arte moderno, un pilar para los artistas contemporáneos de todo el mundo. Las imágenes que muestran alimentos producidos en masa, a menudo son percibidas como una crítica a la cultura del consumismo. El artista coreano Nanda ha yuxtapuesto en muchas de sus obras, elementos de su cultura tradicional con algunos más actuales relacionados con las grandes cadenas internacionales. Otra pieza que llama la atención es la esfinge gigante de espuma de poliestireno recubierta de azúcar (llamada Sugar Baby) de la artista estadounidense Kara Walker. Ubicada dentro del edificio de la fábrica de azúcar de Domino’s, en Brooklyn, donde la acompañan 15 figuras moldeadas de azúcar y melaza que forman una instalación que alude a los distintos significados del imperialismo y la trata de esclavos que ofrecía los cuerpos de miles de inocentes a cambio de azúcar. 

Hoy en día, la comida hace su aparición en fotografías que subimos a nuestras redes sociales, traspasando los límites del simbolismo que se le otorgaba a la comida hace apenas cincuenta años pero no deja de ser una expresión artística que en ocasiones, revela alguna alegoría oculta bajo las primeras apariencias. 

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