Investidura Rector Magfco. 2016

Investidura Rector Magfco. 2016

03 de mayo de 2016

Hoy, como hace cuatro años, comienzo agradeciendo a la Comunidad Universitaria de la UPO la confianza depositada en este equipo de trabajo que encabezo para gobernar nuestra Universidad durante los próximos cuatro años.  Esta confianza tiene más valor, para mí, por cuanto se revalida tras los cuatro años anteriores en los que hemos tenido que ejercer nuestra labor en un contexto extremadamente difícil que exigía de medidas drásticas y muchas veces poco populares pero necesarias. Por lo tanto, muchísimas gracias.

Tanto el Equipo de Gobierno como yo afrontamos este nuevo mandato con mucha ilusión, esfuerzo y trabajo, ingredientes que dan resultado para gobernar una Universidad Pública y hacerla progresar. Quiero agradecer de corazón a Gerente, Vicegerenta (y Vicegerente, un recuerdo emocionado a José Manuel Jiménez Cañete), Secretario General, Vicesecretaria General,  Vicerrectores y Vicerrectoras, Directores  y Directoras Generales, Coordinadores, su magnífico y excelente trabajo durante los años anteriores, así como su compromiso inquebrantable para seguir afrontando estas difíciles responsabilidades en los próximos años.

En los últimos años, como acabo de decir, hemos pasado por uno de los períodos más duros de nuestra reciente historia, con una conjunción de crisis, económica, social, política, de valores, que han propiciado un contexto muy hostil de trabajo. Todo ello ha afectado también a las Universidades Públicas, sobre todo con un conjunto de medidas legislativas y económicas que han afectado en grado importante su capacidad de maniobra en formación e investigación, y por lo tanto, su capacidad de hacer compromiso social real. Han sido años de sacrificio y esfuerzo que han recaído en gran parte sobre las personas: profesores, investigadores, gestores, estudiantes. Estas, y otras señales, apuntan a que el modelo económico y social ha agotado un ciclo, porque sus consecuencias no son asumibles en cuanto no hace sino abrir brechas cada vez mayores entre personas y retroceder en derechos que estaban consolidados. Pero no parece que tengamos claro cómo continua la historia.

Y es ahí donde entran en juego las Universidades. Hay que crear un nuevo modelo económico y social; y se debe generar desde el conocimiento y la innovación, desde los valores del estado social y democrático, desde la responsabilidad y el compromiso social, desde la transparencia y la rendición de cuentas. Todos estos elementos están en las Universidades, llamadas ahora más que nunca en la historia reciente a tener un papel transformador del modelo productivo, del modelo económico, del modelo social, y esa es la responsabilidad que nos toca asumir. Y debemos ser plenamente conscientes de esa responsabilidad porque no somos, ni más ni menos, que servidores públicos que disponen de unas herramientas valiosas que debemos emplear para construir una sociedad más justa, más igual, más equitativa, de mayor bienestar, que elimine la pobreza y la exclusión.

La sociedad, y las personas, nos miran y espera soluciones. Es más, puede y debe, está en su derecho, exigirnos que demos solución a sus problemas y debemos responder a esta exigencia por más que sea un momento histórico que nos enfrenta, no a problemas desconocidos, no es esa la cuestión, sino a una convergencia simultánea y muy cambiante de desafíos cuantitativos y cualitativos: sociedad de la información, redes sociales, tecnología exponencial, internet de las cosas, sociedad colaborativa, conocimiento abierto, datos e informaciones accesibles prácticamente sin límites, cambios significativos en los mercados de trabajo y de producción, migraciones, modelos económicos necesitados de revisión.

Desde las Universidades no sólo debemos responder a los problemas y retos de lo cotidiano o lo más cercano, sino a los que tienen carácter global. Las mal llamadas crisis migratorias europeas (que ofrecen una imagen lamentable de una Unión Europea con la que no cabe identificarse en este tema), la existencia de grandes bolsas de pobreza y exclusión, los lacerantes y desgraciadamente frecuentes casos de discriminación por razón de edad, sexo, credo, sexualidad, pensamiento, la incesante y dolorosa lacra de la violencia de género, las malditas guerras. Es misión de la Universidad, en cumplimiento de su ineludible compromiso social, dar respuestas a todas estas cuestiones, a aquellos que se revelan como crónicos y que aparecen, cada vez de forma más evidente, como lastres que impiden conseguir esa sociedad más justa, abierta, igual, libre, digna y con niveles cada vez mayores de bienestar para toda persona. En el escenario descrito la Universidad tiene que responder con la construcción de una auténtica teoría de la justicia social, legal, distributiva, de un modelo económico equitativo y no especulativo, de una teoría y práctica de la ética como eje vertebrador de la actuación de toda persona, especialmente aplicable a los que tienen más responsabilidades, sobre todo si son públicas.

Para afrontar con éxito todos estos desafíos necesitamos el conocimiento, creado y transmitido como fruto del pensamiento crítico y reflexivo, y este ha sido siempre el cometido de las universidades. Claro que los tiempos actuales exigen que dejemos de ser una torre de marfil encerrada en sí misma y seamos el hogar del saber abierto a todos.

Las Universidades Públicas de Andalucía conformamos un sistema específico que, por la variedad y calidad de sus integrantes, conforman  una pieza estratégica en el desarrollo de Andalucía. Cada una de las Universidades, y todas como sistema, nos comprometemos con el avance de Andalucía y lo hacemos desde la defensa de la enseñanza universitaria pública, modelo de igualdad de oportunidades y de formación e investigación de calidad, modelo que predica con la apuesta por el conocimiento como clave y respuesta para la sociedad del siglo XXI y, sobre todo, para las personas. Sabemos de la confianza del Gobierno de Andalucía, con su Presidenta a la cabeza, en las Universidades Públicas, agradecemos el excelente trabajo que está haciendo el Consejero de Economía y Conocimiento y todo su equipo, trabajo que ha permitido solventar algunos problemas muy graves. Pero sería muy conveniente disponer de un marco nuevo que fortaleciera al Sistema y que garantizara que los problemas no se volverán a repetir y que los actualmente existentes encuentran solución, un marco de certidumbre económica, financiera, investigadora, formadora, que permita planificar y desarrollar estrategias conjuntas e individuales que redunden en el más positivo desarrollo de Andalucía. Además de soluciones, las razonables, las que puedan alcanzarse, temas como la deuda, los remanentes de libre disposición, la justificación de los proyectos de investigación, la paralización del I+D+i, no deben volver a repetirse. Y, como dije el miércoles pasado, el nuevo modelo de financiación no puede ni debe aplazarse más, debería estar funcionando en 2017.

A la Comunidad Universitaria de la UPO, a su gente aquí representada, decirle que son nuestro mejor activo, que tienen talento sobrado, y que ya han demostrado su generosidad y enorme capacidad de esfuerzo y sacrificio, especialmente en los últimos duros cuatro años en los que hemos tenido que reducir el déficit en buena parte, seis millones de euros, con esfuerzos propios de la Universidad y de su Comunidad Universitaria y con el inflexible, pero sabio, criterio de nuestro Gerente. Durante estos cuatro años he reafirmado mi opinión porque ha dado y sé que dará lo mejor de sí misma y ha sabido y sabrá estar a la altura de las circunstancias, juntos seremos capaces de seguir marcando la diferencia como Universidad, de innovar y de ser referencia.

Somos una buena Universidad Pública, con indicadores muy positivos en formación e investigación, y tenemos una especial y efectiva vocación de compromiso social. Logramos todo esto en un contexto de dificultades económicas y presupuestarias sobre la base de un modelo de financiación, el actual, que nunca nos ha dado la necesaria suficiencia y estabilidad, como he dicho reiteradamente. Si a ello añadimos, los efectos de la crisis y de las medidas de recortes, sobre todo en investigación y en personal, y los esfuerzos para eliminar el déficit, se comprenderá fácilmente que seamos una buena Universidad, con una capacidad excelente para mejorar, pero que actualmente estemos débiles, mejor, bastante mejor, que hace cuatro años, pero débiles. Por ello, insisto, necesitamos medidas específicas de fortalecimiento en personal, investigación, equipamientos e infraestructuras. Especialmente urgente son las primeras porque estamos en un momento delicado en el que nuestros profesores, investigadores, gestores, no encuentran incentivos, más allá de su profesionalidad y de su compromiso con la UPO, en términos de promoción y estabilización, no tenemos margen de maniobra para garantizarlos razonablemente. Esto afecta a la motivación y está provocando ya que estemos perdiendo talento porque se van a otras Universidades o a otros Centros de Investigación donde tienen mejores perspectivas.

Permíteme, Consejero, que ponga un ejemplo al hilo de los devastadores efectos que ha propiciado la tasa de reposición en la UPO: No podemos retener a nuestro talento, no podemos captar nuevo talento, y este es un problema gravísimo para nosotros. El riesgo de que otros investigadores jóvenes y de gran talento sigan el mismo camino es muy alto: si un investigador joven capta tres millones de euros de fondos europeos para investigación y no podemos darle un contrato estable, tarde o temprano se irá allí donde sí se lo ofrezcan que si es fuera de nuestra Comunidad Autónoma, no sólo se pierde ese investigador para la UPO sino para Andalucía.

Esperamos que estos problemas se puedan solucionar, pero en cualquier circunstancia, y como hemos hecho hasta ahora, seguiremos trabajando cada día para ser una Universidad cada vez mejor, innovadora, transparente, al Servicio de Andalucía, al servicio de la sociedad, al servicio de las personas.

Un último apunte. El pensamiento crítico y el conocimiento son condición indispensable pero no única para avanzar hacia una sociedad más justa. Debemos añadir los valores, la educación en el respeto a los valores que encarnan la defensa de los derechos humanos y las libertades públicas, en su versión clásica y en su ampliación hacia los derechos económicos, sociales y culturales. La Universidad no sólo es crisol del pensamiento y del conocimiento, lo es también de los estos valores que deben estar presentes en nuestra labor de formación, investigación y gestión, y que debemos transmitir como sello indeleble a nuestros estudiantes. Sin los valores, ninguna solución será adecuada, estable, ni permanente. Al final el conocimiento sirve tanto para el bien como para el mal, tanto para el que actúa como lobo (Plauto, Hobbes) como para el que cree que el ser humano es sagrado. La Universidad está entre estos últimos, como reza el lema de la UCIIIM.

Para terminar, quiero dejar constancia de la enorme importancia del incondicional apoyo de Victoria, mi mujer, y de nuestra hija, que como tienen un año recién cumplido no es consciente todavía pero me apoya. Siempre he creído en que nuestro trabajo debía servir para cambiar la sociedad a mejor, tener una hija a los 49 años no sólo me reafirma en ello sino en que es urgente dejar atrás la situación actual. También quiero agradecer todos los que han influido en mi formación y trabajo académico, y hoy, que me excusen los demás, quiero mencionar específicamente a Rosario Valpuesta, a Víctor Moreno, mi maestro, y a José Antonio Colmenero.

Muchas gracias.

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