Presencia española en la escena artística en Puebla a finales del siglo XIX

Spanish Presence in the Artistic Scene in Puebla at the End of the 19th Century

Isabel Fraile Martín

Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México

isabelfrailem@gmail.com

0000-0003-3643-0224

Recibido: 28/06/2024 | Aceptado: 28/09/2024

Resumen

Palabras clave

El panorama de las artes en la Puebla del porfiriato nos remite a un periodo de máximo esplendor en el que confluyen artistas destacados en diferentes ámbitos. La proliferación de certámenes artísticos que en la esfera internacional se venían desarrollando desde las últimas décadas del siglo, convergen en este momento en una muestra singular, la Exposición del Círculo Católico, celebrada en Puebla en 1900. En este escenario coinciden un amplio abanico de expositores de diversa procedencia, siendo la obra de algunos autores españoles la que destaque de manera señalada. El gusto por estas obras de arte foráneas se encuentra motivado, en buena medida, por la presencia de una burguesía española que vive en la ciudad y frecuenta el consumo de este tipo de piezas con las que los lazos culturales entre España y México se vuelven, en definitiva, en una realidad inquebrantable.

Exposición Círculo Católico de Puebla

Arpa

Bernadet

Espronceda

1900

Porfiriato

Abstract

Keywords

The art scene in Puebla during the Porfiriato takes us back to a period of maximum splendor in which outstanding artists from different fields came together. The proliferation of artistic competitions that had been developing in the international sphere since the last decades of the century, converged at this time in a singular exhibition, the Exhibition of the Catholic Circle, held in Puebla in 1900. In this scenario a wide range of exhibitors coincide. of diverse origin, with the work of some Spanish authors being the ones that stands out in a notable way. The taste for these foreign works of art is motivated, to a large extent, by the presence of a Spanish bourgeoisie that lives in the city and frequents the consumption of these type of pieces with which the cultural ties between Spain and Mexico become, In short, in an unbreakable reality.

Puebla Catholic Circle Exhibition

Arpa

Bernadet

Espronceda

1900

Porfiriato

Cómo citar este trabajo / How to cite this paper:

Fraile Martín, Isabel. “Presencia española en la escena artística en Puebla a finales del siglo XIX.” Atrio. Revista de Historia del Arte, no. 31 (2025): 506-526. https://doi.org/10.46661/atrio..

© 2025 Isabel Fraile Martín. Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de la licencia Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 4.0. International License (CC BY-NC-SA 4.0).

A todos los que vinieron,

a los que están y a los que seguirán llegando

Introducción

En los últimos años se han publicado diferentes investigaciones que subrayan la relación que existe en materia artística entre España y México a lo largo de todo el siglo XIX y las primeras décadas del XX[1]. Se trata de un periodo que coincide con el porfiriato y la apuesta por desarrollar un país moderno y vanguardista que, en términos culturales y artísticos, también dejaría una huella notable en la esfera internacional. En el mapa artístico del país, Puebla continúa ocupando un lugar destacado tanto en el consumo como en la producción de arte. Se dan cita en la ciudad importantes artistas, muchos de ellos formados en una incipiente y funcional Academia de Bellas Artes que había visto la luz arrancado el siglo XIX y seguía puliendo sus mecanismos bien adentrada la centuria[2]. Con una relación cercana con la Ciudad de México en la que florece la principal Academia del país, los aprendices fluyen entre ambas instituciones, en busca del perfeccionamiento del oficio artístico que les propiciara mejores oportunidades. En paralelo al buen clima cultural que vive la Angelópolis, encontramos a una clientela demandante de obra de arte, deseosa de apreciar los nuevos discursos y planteamientos pictóricos que en la escena local encuentran lugar gracias a la llegada de artistas foráneos[3] y otros oriundos que han tenido la posibilidad de ampliar sus conocimientos en Europa[4]. Cabe mencionar, por otra parte, el crecimiento notable de un coleccionismo apremiante que aún siendo admirador de la estética francesa, tan de moda desde las instancias oficiales de gobierno, no pierde el gusto por la tradición hispana, aún vigente, también en el periodo finisecular, en la escena artística nacional y, particularmente, en Puebla[5].

La idea de este texto es, precisamente, arrojar un poco más de luz acerca de la presencia de los españoles en la Puebla del porfiriato, en relación a la Exposición del Círculo Católico de 1900, tratando de visualizar sus nexos con el aparato artístico del momento, bien como patrocinadores de eventos culturales y, también, como consumidores del arte de la época. En consecuencia, trataremos de reflejar cómo el asiento en Puebla de algunos artistas españoles potencializa de manera más clara estas relaciones.

Los españoles en la Puebla de finales del siglo XIX

Según los datos que ofrece el Registro Nacional de Extranjeros, la mayoría de los peninsulares que llegan a Puebla desde mediados del siglo XIX son de origen asturiano, en su gran mayoría y del resto de provincias en un porcentaje menor[6]. El amplio grupo que se instala en la Ángelópolis, forma parte de una burguesía destacada que despunta desde el ámbito empresarial y alcanza las cuotas más elevadas en el aspecto social. En ese sentido, si nos referimos a la élite del momento, no podemos perder de vista la notoriedad de algunas de estas familias de origen español, en primera o segunda generación que, con sus actividades económicas y sus entrelazados vínculos personales, florecen en la cúpula de la cerrada sociedad poblana. La inmigración española en México en este periodo es un tema relevante, íntimamente unido al crecimiento empresarial y al desarrollo mercantil de la región, que ha despertado el interés de diversos investigadores seducidos por la historia migratoria de la entidad, aunada al desarrollo económico de la misma. Merecen considerarse al respecto las abundantes aportaciones de Leticia Gamboa[7], Rosalina Estrada[8], Pilar Pacheco[9] o, en tiempos más recientes, Sergio Rosas[10] y Blanca E. Santibáñez[11], que han apuntalado el perfil histórico económico de una sociedad en Puebla, la de finales del XIX y primeras décadas del XX, cuyos vínculos con España están muy definidos.

A la abundante literatura existente del tema, la cual nos abre un panorama amplio sobre sus sólidos negocios y el poder que mantenían a través de sus relaciones parentales, nos interesa adentrarnos en aquellos nombres que, por diversos motivos, se mantienen más enlazados con los aspectos sociales y culturales. Como bien refiere Santibáñez “los españoles en Puebla (…) en la esfera social fueron muy reconocidos pues siempre resultaron participando en obras de caridad, eventos culturales, recreativos y deportivos, así como en actividades religiosas por supuesto que tenían que ver con las prácticas católicas”[12].

Muchos de ellos coinciden, además, con el liderazgo de las distintas instituciones benéficas que estaban a cargo de la comunidad española. Las que existían entonces eran el Círculo Español, mandado a construir a finales del siglo XIX por Ángel Díaz Rubín; la Beneficencia Española, el Casino y el Círculo Católico, estas últimas de corte recreativo y cultural[13]. Todas estas organizaciones se mantenían ligadas a nombres que trascienden en sus negocios y se involucran con otros aspectos relevantes, como son los casos de las familias Quijano, Conde, Rivero y De la Fuente quienes, según los analistas del periodo, conforman el núcleo más sólido de la sociedad empresarial, de origen español, que reside en la Puebla de finales del siglo XIX[14].

Gracias a las aportaciones de Montserrat Galí conocemos la relación de algunos de los miembros de estas mismas dinastías con artífices españoles inmersos en el ambiente artístico de la época[15]. La investigadora discierne sobre la estirpe de las familias mencionadas, y amplía de esta manera la ya de por sí analizada biografía que hace Gamboa de todos ellos, pero presta mayor atención al papel que desempeñan como miembros de la burguesía poblana con los temas relativos a la cultural en general. El caso más evidente lo encontramos a través de Antonio Quijano y su íntima vinculación con el artista sevillano José Arpa, afincado en Puebla desde 1897. Este voluminoso corpus bibliográfico se nutre y enriquece gracias a estudios más recientes que exploran con mayor detalle la entrañable estancia del artista hispalense en Puebla, como la acuciosa tesis doctoral de Carmen Rodríguez acerca del pintor José Arpa[16] o el artículo que ella misma propone sobre los mecenazgos artísticos en México para cobijar la producción de los artistas españoles[17]. La autora, atenta a los vaivenes de la familia Quijano entre Puebla y Sevilla, también detalla con esmero la fusión de los Quijano con los Rivero, aunando así a dos de las estirpes españolas con mayor capital económico que viven en Puebla en las décadas finales del siglo XIX.

Los contactos de la burguesía española de Puebla y el mundo de las artes también estaban de manifiesto en la propia ornamentación de los espacios. Se aprecia desde el engalano y la reforma de las viviendas, en las que se incorporan los principales avances en materia de tecnología y decoración, haciendo alarde de las novedades de Europa a través de una amplia colección de objetos y elementos suntuosos que, en palabras de Galí, respondía a la expresión de “una burguesía periférica con aspiraciones cosmopolitas”[18].

Volviendo a la presencia ibérica en materia cultural podemos señalar, sin ir más lejos, otros eventos del año 1900, además de la celebración de la Exposición del Círculo Católico de la que hablaremos más tarde. De hecho, a inicios de febrero de 1900, la prensa manifiesta el acontecimiento que reúne a parte de la comunidad hispana con motivo de las presentaciones que se llevaron a cabo para apoyar el próximo periodo presidencial del Gral. Porfirio Díaz. El día cuatro de ese mes, Puebla había mostrado su apoyo a través de una serie de actos que implicaron la representatividad de varios líderes de la comunidad. Desfilaron entre todo tipo de corporaciones, según narra la prensa, los obreros de la fábrica La Covandonga, la creada por Díaz Rubín que lleva el nombre de la patrona de los asturianos, quienes desfilaron con sus respectivos estandartes de la Virgen[19]. Una ceremonia en la que sobresale, de nuevo, el notable José Arpa, a cargo de arreglar el carro de los manufactureros poblanos. La nota se refiere al trabajo del hispalense del siguiente modo:

El carro de los manufactureros poblanos, arreglado por el pintor D. José Arpa, llevaba en su centro un pedestal sobre el cual y además sobre un cojín, iba un busto del Gral. Díaz, de tamaño mayor que el natural. En derredor hallábanse convenientemente distribuidas: una paca de borra, varias piezas de maquinaria, como poleas y engranes y algunas macetas con plantas naturales. Sobresalía adyacente al busto una bonita bandera blanca, emblema de la paz. La parte baja del carro, cubríala un cortinaje festonado y con fleco color de oro. Una de las cosas que comunicaban mayor atractivo a este alegórico vehículo, eran los tres troncos de caballos que de él tiraban, uno de ellos prestado por el Sr. Leopoldo Gavito y otro por el Sr. Rivero, conducidos todos por palafreneros con librea[20].

En la noticia se mencionan no sólo los detalles del trabajo artístico de Arpa, sino que igualmente incluye, una vez más, la relación entre el artista y la comunidad española; las familias Gavito y Rivero patrocinaron su obra al ceder los troncos de caballos que conducían el magnífico carruaje. En ese mismo cortejo participa otro destacado artífice local, Mariano Centurión, reconocido escultor y profesor de la Academia de Bellas Artes, quien interviene realizando el carro alegórico del comercio, “de fino trabajo con estilo churrigueresco”[21], que fue el más notable de todos y el que recibió mayores aplausos, según menciona la prensa. Ambos autores, José Arpa y Mariano Centurión, como veremos más adelante, desempeñan un papel importante en la Exposición del Círculo Católico.

Tiempo después, en el mes de septiembre de ese mismo año, el Diario El Popular publica los festejos que se van a llevar a cabo, por primera vez en Puebla, con motivo de las fiestas destinadas a la Virgen de Covadonga: “la rica, numerosa y opulente colonia Española residente en Puebla… que nunca hasta ahora había acostumbrado a celebrar en Puebla el aniversario del triunfo de Covadonga… En pocos días concibió la idea un puñado de jóvenes iberos animosos y sueltos”[22].

Los flamantes festejos a la patrona de los asturianos durarían tres días en los que tendrían lugar diversas acciones, desde la tradicional eucaristía a la proyección de fuegos artificiales que, además, fueron arreglados según los modelos propuestos por el pintor José Arpa. Otros símbolos de la comunidad hispana estuvieron presentes mediante la elaboración de unos castillos destinados a las órdenes militares más representativas de España: la orden de Santiago, la de Alcántara y la de Montesa[23]. Tras la misa en la iglesia de Santo Domingo la comitiva, liderada por diversas personalidades entre quienes sobresalen los Quijano, Conde y De la Fuente, se dirigió al velódromo donde se había diseñado una caseta de estilo arábigo y, para continuar con las raíces asturianas, se levantó un hórreo por parte de los señores Juan Mier y Florencio Noriega que, según relata la nota, estaba “hecho a todo costo y lujosamente adornado”[24]. De esta manera apreciamos la que pudiera ser la primera celebración a la Virgen de Covadonga en Puebla, en una romería que fue preparada con todo el decoro y que se ha mantenido vigente hasta nuestros días, por parte de esa misma comunidad.

El mundo del arte y la Exposición de Bellas Artes del Círculo Católico de 1900

El panorama artístico encuentra dos eventos esenciales en este momento que sostienen la construcción de nuestro relato acerca de la presencia española en el ámbito de las artes: la XXIII Exposición de la Escuela Nacional de Bellas Artes de México, celebrada a finales de 1898, y la Exposición del Círculo Católico de Puebla, en 1900. Ambos certámenes fueron considerados como los grandes hitos culturales de finales de siglo y, en los dos, la participación de artistas españoles fue más que notable. De manera paralela, también son los integrantes de esta misma comunidad española los principales compradores de las obras.

Para la Exposición Capitalina se engrosa la lista de artistas con una amplia asistencia de autores españoles que, sin necesidad de vivir en territorio nacional, intervienen en la muestra[25]. En palabras de Pérez Vejo esta situación plantea uno de los grandes conflictos en el escenario cultural del momento: el hecho de que artistas que no residen en México participen con total normalidad en una Exposicion Nacional[26]. Nos interesa rescatar este punto pues de la mano de la llegada de estos lotes de cuadros elaborados por autores como José Cusachs, Ramón Tusquets, Vicente Cutanda o Jiménez Aranda, existía un ávido interés por adquirir estas piezas por parte de una amplia comunidad de españoles que no dudó en pagar altos precios para hacerse de tales pinturas[27]. En contraste con ello, hay una polémica clara por la presencia de obra española en la muestra y así lo refleja la prensa de la época, lo que ocasionó una crítica desfavorable hacia estas obras de arte contrastando, como veremos a continuación, con la buena imagen que ocasionaron los trabajos españoles dos años después en Puebla.

Lo acontecido en la Exposición Nacional Capitalina nos sirve de claro antecedente para visualizar lo que encontraremos en la gran Exposición del Círculo Católico. En primer lugar, hay que comprender –en clave artística– la trascendencia de este acto, pues sería la primera vez que se celebra una magna exposición, de carácter nacional, fuera de la capital. Esta circunstancia presenta a Puebla como una ciudad que está a la altura para celebrar un certamen de estas características, poder solventar logísticamente el proyecto y, al mismo tiempo, contar con el apoyo económico necesario y la concurrencia participativa de una comunidad artística lo suficientemente amplia, en número y calidad, como era de esperar para una exposición de este calibre.

Para canalizar todo este esfuerzo hay que entender la notoriedad que adquiere la sociedad que conforma el Círculo Católico, esta potente institución que inaugura en 1887 el obispo José María Mora y Daza, tras la fundación hecha por Rafael Mendívil y Secundino Sosa, impulsados por el jesuita Pedro Spina[28]. Se trata de un organismo que, a pesar de tener una serie de intereses amplios que no necesariamente restringen su preocupación hacia los aspectos del arte, también consideran que esta labor, la de convertirse en benefactores del buen gusto, igualmente es una faena atractiva para quienes se sabían responsables como mecenas tradicionales del arte a lo largo de la historia y de cómo su implicación en estas cuestiones “podía remediar” los derroteros del arte moderno. No en vano, la organización tenía entre sus compromisos reforzar el reglamento para “ensanchar la esfera de acción social” del grupo[29].

La conformación de este Círculo Católico y el desarrollo de sus actividades ha sido un tema referencial en la trayectoria de Sergio Rosas, quien se adentra en el papel social, religioso y político que adquieren los miembros de este particular grupo[30]. El autor no se centra, al menos hasta ahora, en el impulso que confieren al ámbito de las artes ni tampoco se inclina por reflexionar sobre el papel de la institución al apuntalar este magno proyecto cultural, de impacto nacional, que se convertía en la exposición clave para iniciar el flamante siglo. Quien sí ha incursionado en lo ocurrido en esta muestra ha sido Cecilia Olivera en su tesis de maestría, donde puntualiza el desarrollo de la exposición, especificando las características del encuentro, las personalidades involucradas y todos los procesos relativos al certamen, desde la procuración de fondos hasta el listado de las obras premiadas[31].

Para que la Exposición se llevara a cabo, destaca la concurrencia en Puebla de algunos personajes. Ya hemos referido en páginas anteriores el arraigo que el pintor José Arpa tiene con la ciudad en el poco tiempo que lleva establecido en ella. De hecho, lo hemos visto participando en otras actividades en ese mismo año, relacionado siempre con la comunidad española. Si bien la fortuna crítica no le favoreció con la obra presentada en la Exposición Nacional Capitalina[32] nada más llegar al país, es completamente lógico plantear que sus buenas conexiones con los Quijano le cobijaran en una Puebla que se mostraba mucho más abierta a la llegada de nuevas propuestas artísticas. Si a ello añadimos que esta dinastía mantenía unas consolidadas relaciones con la élite de la ciudad –de la que también formaba parte–, el aprecio al artista y, también a la persona, no tardarían en llegar.

Este estatus de consabido respaldo seguramente impulsó al pintor sevillano para presentar la propuesta de la Exposición a la Junta Directiva del Círculo Católico. Lo haría a finales de 1899, de la mano del pintor poblano Daniel Dávila y los señores Guillermo de Velasco y Edelmiro Traslosheros. Juntos armaron la petición de realizar en Puebla una gran Exposición Nacional de Bellas Artes. La Junta, por su parte, aceptó con agrado la propuesta por considerarla “muy propia a los fines de la Institución”, otorgando de inmediato la anuencia para conformar las distintas gestiones necesarias para llevarla a cabo[33].

La Comisión organizadora quedaría integrada por algunos de los nombres ya reconocidos en el panorama local tanto en el sector empresarial como en el artístico: D. Mariano Centurión, D. José de la L. Traslosheros, D. Juan Traslosheros Soto, D. Manuel de Velasco, D. Manuel Ortiz de Borbolla, Jr; quedando como presidentes los Sres. Dávila y Arpa y como tesorero D. Edelmiro Traslosheros. La relatoría del evento quedó plasmada en un importante documento del que podemos extraer toda esta información[34]. La exposición transcurrió con éxito desde la inauguración el día 15 de abril hasta que cerró sus puertas el 27 de mayo. El encuentro permitió la concentración de artistas de varios estados de la República con un total de 268 cuadros, 22 colecciones de fotografías, 7 colecciones de proyectos arquitectónicos y 6 esculturas exhibidas[35]. El éxito arrollador de la muestra se vio favorecido con el honorable jurado compuesto por personalidades reconocidas en el ámbito de la cultura a nivel nacional, entre quienes destacamos a D. Leandro Izaguirre, D. Tiburcio Sánchez y D. Luis Monroy[36].

Partiendo de la memoria de la exposición y del rico estudio de Olivera, nos interesa rescatar varios aspectos esenciales que perfilan con claridad la intención de este texto: apreciar la presencia española en la Exposición del Círculo Católico de Puebla desde al menos dos ámbitos distintos: su intervención como suscriptores del evento y su participación como artistas, puesto que el tercer aspecto que nos interesa, el de su implicación en la adquisición de las obras de arte, sigue siendo a día de hoy el que menos información nos ha arrojado. No obstante, veremos cómo hay una amplia representatividad de la comunidad hispana, lo que nos remite a un contexto muy particular en el que todos tenían, desde su propia trinchera, una participación notable.

Empecemos por señalar el papel de los suscriptores, donde no podemos dejar de apreciar los ya mencionados Ángel Díaz Rubín, Alberto De la Fuente, Antonio Quijano, Ramón Gavito, la familia Rivero, Manuel Díaz Noriega[37] y un largo etc. de personalidades cuyos nombres formaban parte de esa amplia comunidad hispana, la misma que participaba de los eventos culturales del municipio, que bautizaba sus empresas y negocios con nombres de tradición patria y que, en aras de mantener sus vínculos de origen, aumentaban sus patrimonios mediante lazos de sangre; mientras que con cierta generosidad recibían a los paisanos que fueran llegando incluidos, entre ellos, los propios artistas. El día de la inauguración de la Exposición, de hecho, la prensa señala la llegada de una concurrencia selecta entre quienes estaban las esposas, hijas y hermanas de los suscriptores: Ana Amavízcar, Josefina Traslosheros, Concepción Quijano y Ana Ortiz Borbolla, entre otras[38].

En cuanto a la participación de autores españoles en la Exposición del Círculo Católico, la memoria nos remite a la obra de tres pintores: Juan Bernadet, José Arpa y Juan Escudero y Espronceda; una cantidad de artífices reducida si la comparamos con los que intervienen en la Exposición Capitalina, aunque su contribución resulta esencial para los fines de este estudio[39]. Como era de esperarse, la colaboración de José Arpa no sólo fue vital para la gestión de la propia exposición, como ya hemos referido con anterioridad, sino que su papel como artista también ha resultado ampliamente satisfactorio, a juzgar por los elogios que recibió de su larga lista de obra presentada[40] y la premiación a la misma por parte de los miembros del jurado.

El pintor sevillano recibe reconocimientos a su obra en dos categorías: un segundo premio en el rubro de composición para la obra Artista del Jacal (Fig. 1), e igualmente un segundo premio en la categoría de paisaje para la pintura Vista de Calipan. Con la primera de ellas, una de las piezas más apreciadas en el repertorio americano del autor, se percibe la cercanía del pintor a este contexto íntimo de la religiosidad mexicana, la devoción popular hacia ciertas imágenes, como la misma que el protagonista de la obra está retocando ante la atenta mirada del niño. La capacidad extraordinaria de Arpa para transmitir el ambiente del jacal, aunado a su maestría en el dominio del pincel, con esos toques de color que distribuye por la escena hace que esta pintura, una de las primeras fechadas en México, tenga un valor especial para el propio autor[41].

Fig. 1. José Arpa, Artista del Jacal, 1898. Óleo sobre lienzo, 60.6 x 76 cm. Colección privada. San Antonio, Texas. © Fotografía: Carmen Rodríguez Serrano.

La segunda obra premiada, Vista de Calipan, corresponde a una temática que el hispalense trabaja en varios momentos de su etapa mexicana debido a que la hacienda de Calipan formaba parte del entramado económico de los Quijano y, muy seguramente, era un lugar visitado con frecuencia por el pintor quien era gustoso, por otra parte, de representar estos paisajes rurales. Prueba de ello es la pintura que anexamos a este texto bajo el título Finca de Calipan (Fig. 2), también registrada en la Exposición del Círculo Católico, aunque no recibió ningún premio. Se trata de una pieza especial que no sólo refuerza el carácter apaisado que el autor confiere a este tipo de temáticas, en las que la luz del ambiente cobra vital importancia, sino que, como bien recupera la experta en la obra del hispalense, el pintor tiene a bien dedicáserla a su mecenas y amigo, reforzando con ello el vínculo entre ambos: “(Calipan) Recuerdo al amigo Don Antonio Quijano J. Arpa”[42].

Fig. 2. José Arpa, Finca de Calipan, hacia 1900. Óleo sobre tabla, 32 x 48 cm. Colección privada. Sevilla. © Fotografía: Carmen Rodríguez Serrano.

El desarrollo de esta temática, precisamente, relaciona la obra de Arpa con la de otro de los españoles presente en la Exposición del Círculo Católico, el catalán Juan Bernadet. Muy poca información se tiene acerca de este artista a pesar de lo importante que resulta su participación en el establecimiento de la Academia de Bellas Artes en Xalapa, responsabilidad que toma junto a Natal Pesado[43]. Desde el ámbito académico se han hecho algunos acercamientos para reconocer a esta figura, de la que aunque no se sabe con exactitud la fecha de su llegada, se estima que esté instalado en Xalapa en 1895 para conformar la mencionada Academia. Artista de formación amplia en Europa y con destreza técnica para varios registros temáticos, gran parte de su obra se conserva en uno de los edificios más emblemáticos de la localidad, el Colegio Preparatorio de Xalapa, una ciudad que lo cobija hasta su muerte en 1932. Desde allí mismo, Bernadet también envía su obra a la Exposición Capitalina de 1898, igual que lo hizo Arpa, como pintores españoles que residen en la capital veracruzana[44]. Ambos artistas, Arpa y Bernadet, serían maestros de pintura en esa incipiente academia de Xalapa influyendo de manera determinante en la formación de otros jóvenes artistas.

El registro pictórico que presenta Bernadet para la Exposición del Círculo Católico de Puebla es amplísimo, superando la docena de pinturas y abarcando con ellas prácticamente todos los géneros[45], aunque principalmente queda articulada en tres de las secciones reconocidas: composición, paisaje y retrato, recibiendo premiación en cada una de ellas. En el caso del paisaje, comparte un segundo lugar con Arpa, con una sencilla pieza titulada Una calle de San Juan Coscomatepec, recreando en ella una mirada detenida al paisaje rural que resuelve con acierto a través de una perspectiva muy marcada. Lamentablemente sólo conocemos la pintura a través de la tesis de Olivera, por lo que no podemos anexarla a este texto.

Bernadet recibe un tercer premio por una obra, cuyo nombre desconocemos, dentro de la sección de composición. Por otra parte, cuenta con un primer premio en la categoría de retrato y lo comparte con el italiano Felipe Mastellari[46]. La prensa relataría la instalación de sus retratos en la exposición: “… en las obras del Sr. J. Bernardet, de Jalapa, en uno de cuyos cuadros se ve al Ilmo. Sr. Pagaza escribiendo sus primorosas poesías y recibiendo de los ángeles su inspiración”[47]. Tal vez coincida esta descripción con la pintura que Olivera titula en su tesis Inspiración Divina.

En la sección de paisaje, donde Arpa y Bernadet comparten un satisfactorio segundo premio, el tercero recae sobre un joven poblano, Mariano Centurión, hijo del notable escultor –del mismo nombre– que participó en la comisión organizadora de la exposición junto a Arpa. Centurión Jr., como era común nombrarlo para distinguirlo de su padre, también se había trasladado a la flamante Academia de Xalapa en la que era discípulo de Natal Pesado. La manera de abordar el paisaje en la producción del poblano debe el carácter, con total seguridad, a la enseñanza de los dos españoles, Arpa y Bernadet, cuya huella se transmite en su obra, igualmente premiada por el jurado en la exposición poblana.

El tercero de los autores españoles que participa en la Exposición de Puebla de 1900 es Juan Escudero y Espronceda, un reconocido retratista de origen cántabro que se traslada a México a finales de 1850[48]. Reconocido por su amplio bagaje de relaciones, trabaja desde la capital para varios clientes y mueve su obra con total reconocimiento entre las muestras nacionales e internacionales, de ahí su presencia también en la de Puebla de 1900[49]. La prensa relata cómo el autor solicita un espacio de “8 por 6 metros a fin de exhibir en él algunos trabajos hechos por su excelente pincel”[50]. El reconocimiento a su producción artística por parte de la prensa es más que satisfactorio, así que ante su esperada participación en la muestra los reporteros dirían: “El artista español D. José Escudero y Espronceda, llegará á ésta (Puebla), según sabemos, el lunes próximo y, entre otros cuadros, presentará al concurso de bellas artes organizado por el Círculo Católico, un retrato de cuerpo entero del Illmo. Sr. Amézquita. ¿Por qué no comprar entre todos los católicos de esta ciudad dicho cuadro para ofrecerlo a nuestro Ilmo. Prelado el día de su santo, que es el miércoles de la entrante semana?”[51]. Otras referencias aparecen en la prensa señalando la genialidad de su obra y el gusto con que fue recibida en Puebla dentro de los marcos de esta Exposición. Cuesta creer por ello que, a pesar del talento de su trabajo, Espronceda no recibió ninguna condecoración dentro de la muestra.

Conclusión

La notoriedad de la comunidad española en la Puebla del porfiriato ha sido un tema ampliamente trabajado para poner en valor la historia económica de la región en un periodo en el que el papel de algunas familias fue decisivo para avanzar en materia de tecnología y progreso. Es también conocido el poder de colaboración entre los miembros de esta misma comunidad cuando están en el exilio. No obstante, hay que profundizar más en las posibles relaciones que establecieron, de forma colaborativa, con la comunidad artística, una línea esta última que aún debe trabajarse más a fondo, muy a sabiendas de que los intereses de la comunidad española de la época estaban en realidad más centrados en otros aspectos de la vida que los puramente artísticos.

Por otra parte, la presencia en Puebla de José Arpa y su estrecha relación con la familia de Antonio Quijano obedece, más bien, a una amistad de largo, que se acentuó más durante el periplo mexicano del pintor y que, con seguridad, le sirvió para hacerse un hueco en esa particular burguesía poblana de la que el propio Quijano formaba parte. Hay que entender también que la etapa del hispalense previa a su llegada a México, con esos viajes por Europa en los que conoció a otros artistas, es igualmente necesaria para comprender no sólo la llegada del pintor a México, sino su permanencia en el país, al menos en materia artística. Su relación con el pintor de Orizaba Natal Pesado y su desempeño docente en la flamante Academia de Bellas Artes de Xalapa –de la que también participaba Juan Bernadet–, supuso para el sevillano un aire fresco en su carrera y una buena forma de extender su técnica artística a unos jóvenes pintores mexicanos, ávidos de conocer las corrientes más modernas del viejo continente. En ese ambiente, de hecho, se forja el joven Mariano Centurión, el pintor de paisajes rurales y temáticas costumbristas que estamos convencidos que no sólo aprendió de los españoles entre Xalapa y Puebla, compartiendo con ellos espacios en las exposiciones antes mencionadas, sino que muy seguramente es, también gracias a ellos, sobre todo Juan Bernadet, que cuando se marcha a Europa se forma en la Academia Baixas de Barcelona.

La figura del pintor catalán debe estudiarse más a fondo pues su impacto en la conformación de la escuela de pintura de Xalapa fue determinante y aún se desconocen muchos aspectos de su vida y su obra, a pesar de su prolongada estancia en el país por más de treinta años. En el caso de Juan Escudero y Espronceda a quien estudios recientes le atribuyen una producción amplia y de quien se ha registrado una participación activa en varios de los certámenes del periodo, nos sorprende con la presentación de varias obras en el concurso poblano, a pesar de ser esta actividad poco reconocida dentro de su carrera, tal vez resultado de no haber sido premiado con ninguno de los reconocimientos que se otorgaron a los artistas.

La suerte del arte en cada uno de estos autores, junto al desarrollo de sus propios talentos, marcó su destino más allá de los premios y reconocimientos otorgados en la Exposición de Puebla de 1900. La influencia que ejercen en otros muchos autores jóvenes serviría de base formativa para una comunidad artística nueva que seguiría trabajando y, seguramente agradando, a la burguesía española asentada en la Angelópolis.

Referencias

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[1] Isabel Fraile y Magdalena Illán, eds., Arte, identidad y cultura visual del siglo XIX en México, Colección de Publicaciones La Fuente, vol. 20 (Puebla: Benemérita Universidad Autónoma de Puebla; Sevilla: Universidad de Sevilla, 2023), https://doi.org/10.59892/TE2003.

[2] Para ver aspectos relacionados con la institución cultural véase: Guadalupe Prieto Sánchez, La Academia de Bellas Artes de Puebla (Puebla: Gobierno del Estado de Puebla, Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Puebla, 2014).

[3] Carmen Rodríguez Serrano, “La presencia europea en el panorama pictórico poblano del porfiriato: el caso de Filippo Mastellari,” NORBA, Revista de Arte, vol. XXXVIII (2018): 133-149.

[4] Isabel Fraile Martín, “Pintores mexicanos en España: reconstruyendo la vida y obra de Mariano Centurión,” Quiroga. Revista de Patrimonio Iberoamericano, no. 6 (2014): 24-34.

[5] Francisco J. Cabrera, El coleccionismo en Puebla (México: Editorial Libros de México, 1988); Ana Marta Hernández Castillo, “Acerca del Museo José Luis Bello y González. Bastión del coleccionismo poblano,” Quiroga. Revista de Patrimonio Iberoamericano, no. 4 (2013): 38-46.

[6] María del Pilar Pacheco Zamudio, “Grandes empresarios españoles del centro de México, 1870-1900. El privilegio de una época,” en Presencia española en Puebla, siglos XVI–XX, eds. Agustín Grajales y Lilián Illades (Puebla: Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla / Embajada de España en México, 2002), 147-148.

[7] Leticia Gamboa Ojeda, Los empresarios de ayer. El grupo dominante en la industria textil de Puebla, 1906-1929 (Puebla: Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 1985); “Los españoles en la historia de la ciudad de Puebla,” en Grajales y Illades, Presencia española en Puebla, siglos XVI–XX, 23-30.

[8] Rosalina Estrada Urroz, “Nuevas máquinas, menos hombres. La modernización de una empresa textil en Puebla: ‘La Covadonga’,” en Empresas y empresarios textiles de Puebla. Análisis de dos casos, eds. Leticia Gamboa y Rosalina Estrada (Puebla: Cuadernos de Historia Contemporánea 1, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Instituto de Ciencias, Centro de Investigaciones Históricas del Movimiento Obrero, Seminario de Historia Contemporánea, 1986).

[9] Pacheco Zamudio, “Grandes empresarios españoles del centro de México, 1870-1900. El privilegio de una época,” 143-153.

[10] Sergio Francisco Rosas Salas, “Inmigración, inversión e industria en Puebla. La trayectoria empresarial de los hermanos Díaz Rubín, 1878–1914,” Tzintzun. Revista de Estudios Históricos, no. 53 (2011): 11-46.

[11] Blanca Esthela Santibáñez Tijerina, “Los inmigrantes españoles en Puebla y sus organizaciones sociales y religiosas durante el porfiriato” (conferencia, XIX Congreso de AHILA Pensar los vínculos sociales en Iberoamérica. Lenguajes, experiencias y temporalidades –siglos XVI-XXI–, París, 23-27 de agosto de 2021).

[12] Blanca Esthela Santibáñez Tijerina, “Literatura e identidad: historias de vida de españoles en Puebla a fines del siglo XIX,” en Actas XV Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas (Monterrey, 9-24 de julio de 2004), coord. Beatriz Mariscal y Aurelio González (Madrid: Centro Virtual Cervantes, 2004), 1:98.

[13] Cecilia Beatriz Olivera Banchero, “La Exposición de Bellas Artes organizada por el Círculo Católico de Puebla en 1900” (tesis de maestría, Universidad Nacional Autónoma de México, 2011), 30.

[14] Gamboa Ojeda, Los empresarios de ayer. El grupo dominante en la industria textil de Puebla, 1906-1929.

[15] Montserrat Galí Boadella, “José Arpa Perea en México (1895-1910),” Laboratorio de Arte, no. 13 (2000): 241-261.

[16] Carmen Rodríguez Serrano, “El pintor José Arpa Perea y la renovación de la pintura sevillana de su tiempo” (tesis doctoral, Universidad de Sevilla, 2015).

[17] Carmen Rodríguez Serrano, “El mecenazgo artístico entre México, Estados Unidos y España: los Quijano y el pintor José Arpa Perea,” en Coleccionismo, Mecenazgo y Mercado Artístico: Su Proyección en Europa y América, eds. Antonio Holguera Cabrera, Ester Prieto Ustio, y María Uriondo Lozano (Sevilla: Universidad de Sevilla, 2018), 535-547.

[18] Galí señala en este texto la trasformación arquitectónica que se da en parte del patrimonio edificado del centro de Puebla durante el porfiriato; una nueva moda sostenida, en gran medida, gracias al capital económico de esta élite poblana que podía costearlo. Véase: Montserrat Galí Boadella, “El Modernismo en Puebla, expresión de una burguesía periférica con aspiraciones cosmopolitas,” en Actas del II Congrés Internacional coupDefouet, (Barcelona, 25-28 de junio de 2015) (Barcelona: Publicacions i edicions UB, Col-lecció Singularitats, 2018), s. p.

[19] “Manifestaciones en Puebla el día 4 en honor del presidente de la República,” El Popular. Diario Moderno e Independiente, 7 de febrero de 1900 (México): 2.

[20] “Manifestaciones en Puebla,” 2.

[21] Manifestaciones en Puebla,” 2.

[22] “Las fiestas de Covadonga en Puebla. Fuegos artificiales. Suntuosa función en el templo de Santo Domingo. Espléndidas fiestas,” El Popular. Diario Moderno e Independiente, 11 de septiembre de 1900, (México): 2.

[23] “Las fiestas de Covadonga,” 2.

[24] “Las fiestas de Covadonga,” 2.

[25] Angélica Velázquez Guadarrama, “La presencia del Arte Español en la XXIII Exposición de la Escuela Nacional de Bellas Artes, 1898-1899” (tesis de licenciatura, Universidad Iberoamericana, 1994).

[26] Tomás Pérez Vejo, “¿El reencuentro del 98? Pintores españoles en la XXIII Exposición de la Escuela Nacional de Bellas Artes de México 1898-1899,” en De ida y vuelta. América y España: los caminos de la cultura, eds. Pilar Cagiao y Eduardo Rey (Santiago de Compostela: Universidad de Santiago de Compostela, 2007), 89-102.

[27] Los españoles que estaban a cargo de las grandes instituciones españolas del país aparecen entre los clientes más interesados en adquirir estas piezas. Así, Pérez Vejo menciona a Wenceslao Quintana, Telesforo García, Pedro Albaitero o Francisco Fernández del Valle, quienes invierten en más de un 60 % de los cuadros creados por autores españoles para esta Exposición. Pérez Vejo, 98.

[28] Sergio Rosas Salas, “El Círculo Católico de Puebla, 1887-1900,” Estudios de historia moderna y contemporánea de México, no. 43 (2012): 41, https://doi.org/10.22201/iih.24485004e.2012.43.32065.

[29] Rosas Salas, 58.

[30] Destacar al menos dos de sus investigaciones centradas en la importancia de este grupo en la Puebla del momento, Sergio Rosas Salas, “Nuevo catolicismo en una ciudad episcopal: sociedad, culto y devoción en Puebla, 1885-1914,” Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, no. 50 (2023): 321-349, https://doi.org/10.15446/achsc.v50n2.103730; “El Círculo Católico de Puebla,” 35-67.

[31] Olivera Banchero, “La Exposición de Bellas Artes organizada por el Círculo Católico de Puebla en 1900”.

[32] José Arpa participa en la Exposición con Estudios del natural. Velázquez Guadarrama, “La presencia del Arte Español en la XXIII Exposición de la Escuela Nacional de Bellas Artes, 1898-1899,” 195.

[33] Olivera Banchero, “La Exposición de Bellas Artes organizada por el Círculo Católico de Puebla en 1900,” 7.

[34] Memoria del Primer Concurso de Bellas Artes organizado por el Círculo Católico de Puebla (Puebla de los Ángeles: Imprenta Artística, 1900): 1.

[35] Memoria del Primer Concurso, 4.

[36] Memoria del Primer Concurso, 5.

[37] Memoria del Primer Concurso, 9-12.

[38] “Por la Exposición de Bellas Artes. La inauguración” El Amigo De La Verdad, 19 de abril de 1900 (México): 2.

[39] Cabe mencionar que entre el listado de participantes aparece registrado el trabajo de varias mujeres seguramente emparentadas con los suscriptores antes mencionados, a tenor de los mismos apellidos: Josefa Sánchez Gavito, Concepción Sánchez Gavito, J. de la Luz Traslosheros, Pilar Traslosheros de Velasco, entre otras. Algunas, de hecho, también reciben mención por sus trabajos. Olivera Banchero, “La Exposición de Bellas Artes organizada por el Círculo Católico de Puebla en 1900,” 85-86. La participación femenina en la muestra y el trabajo de las artistas poblanas de este momento forma parte de otra investigación en curso.

[40] La obra que presenta Arpa a la exposición poblana incluye los siguientes títulos: Vista de Jalapa, Apuntes del Jalapa, Ensayo general, Artista del Jacal, Vista del Guadalquivir, Hijo de un artista, Vista de la Hacienda de Calipan, Vista de Calipan, Fundación de Puebla, Retrato del Sr. José Arpa y Paisaje. Olivera Banchero, 84.

[41] Carmen Rodríguez Serrano, José Arpa Perea, un pintor viajero. Visiones de México, Texas y Sevilla (1858-1952) (Sevilla: Diputación de Sevilla, 2017), 164.

[42] Rodríguez Serrano, 166.

[43] Galí Boadella, “José Arpa,” 246.

[44] Galí Boadella, 246.

[45] La producción que presenta Bernadet en la Exposición del Círculo Católico es: Calle del Panteón, Una Señorita, Patio de la Calle de San Jerónimo (Puebla), Recuerdo de Cosamaloapan, Una Jarocha, Inspiración Divina, Virgo Virginum, Sagrado Corazón de Jesús, Calle de San Juan Coscomatepec, Retrato del Señor Manuel Beltrán, Un Ángel más, Retrato del Sr. Lic Aguilar, Calle del Telégrafo. Olivera Banchero, “La Exposición de Bellas Artes organizada por el Círculo Católico de Puebla en 1900,” 86.

[46] Memoria del Primer Concurso, 5.

[47] “Por la Exposición de Bellas Artes. Idea general,” El Amigo De La Verdad, 20 de abril de 1900, (México): 2.

[48] Gustavo Amézaga Heiras, “El triunfo de su pincel: el pintor español José Escudero y Espronceda en la prensa mexicana,” Bibliographica 6, no. 1 (2023): 114, https://doi.org/10.22201/iib.2594178xe.2023.1.328.

[49] Sus obras presentadas en esta Exposición son: Copia de la Virgen de Murillo, Retrato de S.S. León XIII, Retrato del Sr. Gral. D. Porfirio Díaz, Retrato del Ilmo. Sr. Dr. Don Ramón Ibarra y González. Olivera Banchero, “La Exposición de Bellas Artes organizada por el Círculo Católico de Puebla en 1900,” 81.

[50] “Puebla al vuelo,” El Popular. Diario Moderno e Independiente, 7 de abril de 1900, (México): 2.

[51] “Idea Luminosa,” El Amigo De La Verdad, 17 de abril de 1900, (México): 2.