Rosa Perales Piqueres
Universidad de Extremadura, Cáceres, España
Recibido: 15/07/2024 | Aceptado: 02/10/2024
Resumen |
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En el contexto convulso de la España del siglo XIX, la efigie cortesiana no solo es recurrente sino necesaria, al convertirse en el paladín de los ideales sociopolíticos que rigen su tiempo, siendo representado por los conservadores y por los liberales. A ello se une una segunda vía, el perfil europeo de su imagen, cuya consciencia de valor aumenta en popularidad, al presentarse exenta de las cargas emocionales anteriores, y siendo favorecida por el movimiento romántico. En estos campos de acción se moverán las propuestas intelectuales europeas y españolas que influirán a través de publicaciones y estampas en las academias de Bellas Artes, propiciando un revisionismo histórico, iniciado en los siglos anteriores, que desembocará en una nueva mirada crítica sobre los hechos acontecidos en América y en una nueva iconografía de Hernán Cortés. |
Hernán Cortés Conquista de México Teoría del Arte Academia de Bellas Artes Arte del siglo XIX Pintura de historia |
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Abstract |
Keywords |
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In the turbulent context of 19th century Spain, the Cortesian effigy is not only recurrent but necessary, becoming the guardian of the sociopolitical ideals that govern his time, being represented by conservatives and liberals. To which they are given a second opportunity, the European profile of their image, keep in mind whose value increases in popularity, as it is presented free of the previous emotional burdens and is favored by the romantic movement. In these fields of action, European and Spanish intellectual proposals will move, those that influence through publications and prints in the Academies of Fine Arts, promoting historical revisionism, initiated in previous centuries, which will lead to a new critical look at the events that occurred in America and in a new iconography of Hernán Cortés. |
Hernán Cortés Conquest of Mexico Theory of Art Academy of Fine Arts 19th Century Art History painting |
Cómo citar este trabajo / How to cite this paper:
Perales Piqueres, Rosa. “Las ideologías nacionales en la iconografía de Hernán Cortes en el siglo XIX. El papel de la Academia.” Atrio. Revista de Historia del Arte, no. 31 (2025): 362-383. https://doi.org/10.46661/atrio.10827.
© 2025 Rosa Perales Piqueres. Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de la licencia Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 4.0. International License (CC BY-NC-SA 4.0).
Con el paso de Antiguo Régimen al concepto liberal de nación, en Europa se produce una politización social que permanece hasta nuestros días. La identidad colectiva será una necesidad impulsada, aceptada y promovida por toda sociedad moderna que se precie, creando un sistema de comunidades nacionales a nivel internacional. Desde el siglo XVIII los pensadores europeos están de acuerdo en que la base de la convivencia de la sociedad humana es la nación. El hombre y la mujer modernos aceptarán el sistema como una realidad que determinará todos los aspectos de su existencia. A finales de siglo, la religión, la monarquía y el sistema rural serán abandonados por otra forma de sociedad que es la sociedad moderna[1]. Autores como Tomás Pérez Vejo, ya plantearon la homogeneización de los pueblos a raíz de las invasiones napoleónicas, “las naciones se inventan, pero no a partir de decretos y gobiernos, sino de valores simbólicos y culturales”[2]; esta transcendencia favorecerá el alejamiento de los valores medievales y señoriales basándose en una cultura común, necesitada de héroes y de referentes a seguir. Es evidente que esta postura afecta a la visión que se tiene del pasado, de tal manera que no es de extrañar la aparición de un revisionismo histórico sobre los acontecimientos más relevantes de los últimos siglos, y en concreto sobre el descubrimiento y conquista de América, cuyo resultado fue la transformación total del continente europeo.
La sociedad, el pensamiento que genera y los comportamientos políticos, afectarán por igual al devenir de una cultura que debe romper con lo anterior, representada por su mirada al pasado clásico para centrarse en un proceso cultural abierto, basado en una nueva visión hacia un mundo que ahora aparece distinto, tanto en concepto como en geografía, en el que, hasta entonces, se había centrado Europa[3]. Las sociedades liberales y los nuevos ciudadanos quieren conocer otro mundo que no sea el Antiguo, ligado a las clases dirigentes anteriores. América significa el futuro, pero también el misterio de lo desconocido, y el nuevo viajero desea conocer otro modo de vida, otras culturas lejanas y un exotismo del que carecen las civilizaciones tradicionales del Mediterráneo. En esta amalgama de cambios, el papel de España va a ser determinante para, desde la perspectiva proteccionista y colonial europea, se enjuicie y se juzgue el comportamiento de sus militares en la conquista de América por otras potencias de ultramar, sin entrar ellas mismas en sus propias contradicciones. Naciones como las anglosajonas, Inglaterra o EEUU, se interesarán por hechos y personajes de la llegada y conquista de América, teniendo especial interés en las figuras de los conquistadores, de entre los que destaca Hernán Cortés, personaje que se ajusta a los intereses de la sociedad del momento, tras la incursión del Romanticismo como modo de pensamiento y cultura en Europa[4].
No podríamos entender la influencia en la plástica artística del cuestionamiento crítico sobre la llegada y conquista de los españoles a América, y su transformación en el siglo XIX, si dichos planteamientos no se hubieran suscitado ya desde los primeros tiempos. No solo por la leyenda negra, sino también desde la perspectiva filosófica e intelectual del efecto que causó en la sociedad europea moderna. Una de las figuras críticas, determinante en el panorama cultural europeo, será el filósofo y ensayista Charles Louis de Secondat, señor de la Brède y barón de Montesquieu (1689-1755), conocido como Montesquieu, quien, en dos de sus escritos más notables, las Cartas Persas (1717)[5] y Del espíritu de las leyes (1735)[6] analiza las razones y las consecuencias de los actos españoles realizados en América, y sus consecuencias en territorio europeo. Montesquieu, en consonancia con la política francesa de apreciar en poco la labor de los españoles en el continente americano, alude, influido por la tradición cristiana, al providencialismo de los conquistadores, dominados por la evangelización y apoyados en la fe religiosa: “Diría también que la religión otorga a los que la profesan el derecho de reducir a esclavitud a los que no la profesan, para trabajar más fácilmente en su propagación”[7]. Con su postura crítica y negativa impulsará aún más la leyenda negra, generalizándose la opinión en el pensamiento de los filósofos franceses de la crueldad de los acontecimientos y los terribles resultados de destrucción[8]. Será José Cadalso (1741-1782), militar y escritor español, quien rebata las tesis de Montesquieu a través de sus escritos, aportando el lado humanitario y militar de la hazaña española, con los títulos Defensa de la nación española contra la carta persiana LXXVIII de Montesquieu (1775)[9], obra que fue olvidada hasta el siglo XX, y las Cartas Marruecas (1793), cuyos escritos tendrán un importante peso en determinar las composiciones y la estética de los pasajes de la conquista de México.
Sorprende que Montesquieu en su sesgado relato sobre los acontecimientos históricos utilice el mismo recurso pragmático para no apuntar en responsabilidad a las acciones de los protagonistas, como es el caso de Hernán Cortés, y alude a la acción generalizada de los españoles en el Nuevo Mundo. Motivo basado en la evangelización como el soporte ideológico utilizado en los siglos anteriores e incluso incorporando la duda sobre la acción divina para conseguir la victoria de Cortés en difíciles circunstancias[10]. José Cadalso, fiel defensor de la acción española en América, coincide con el autor francés en ser crítico con estos aspectos legendarios, que son narrados en la tradición de los siglos anteriores, e ironizará sobre la aparición de Santiago Matamoros en las batallas de Centla en 1519 o la de Cholula en 1520[11].
Los escritos de José Cadalso servirán de soporte moral e intelectual a lo largo del siglo XIX, no solo para los estudios históricos, sino también para perfilar a las figuras protagonistas desde una estética que, si bien se inicia próxima a un clasicismo basado en la recuperación de imágenes que simbolicen el valor y la fortaleza moral, se desprenden lentamente de los preceptos del Neoclasicismo para aproximarse a la representación legendaria y romántica de los mismos.
Cadalso en sus Cartas Marruecas alude a Hernán Cortés en términos que, posteriormente, veremos representados en las imágenes de las obras creadas para los concursos nacionales de pintura en la Real Academia de San Fernando, por lo que consideramos de gran valor su relato en cuanto a la transformación de la apariencia cortesiana aceptada a lo largo de todo el siglo XIX. En su Carta IX[12] utilizará la imagen de Cortés para contrarrestar las críticas que se achacan a la nación española como cruel e injusta. Sus escritos estarán en línea con la Historia de la conquista de México, población y progresos de la América septentrional, conocida por el nombre de Nueva España de Antonio de Solís y Ribadeneira (1684), que había sido editada nuevamente en 1784[13]. El autor ensalza el mérito de Hernán Cortés, sin obviar su desobediencia a la autoridad y conflictos con la corona, destacando la barbarie de los aztecas, paralizando los sacrificios humanos o ensalzando su calidad de negociador y diplomático con los pueblos indígenas, que contrarresta la condescendencia de los intelectuales ilustrados, influidos por las teorías rousseaunianas del buen salvaje. Al exponer el buen hacer en la gestión de Hernán Cortés en México, Cadalso evita responsabilizarlo de sus acciones, que quedarán en segundo plano, ante la crueldad de los ejércitos mexicanos y la necesidad de salvar a los soldados españoles para evitar ser sacrificados[14]. En su relato, escenifica su valor en pasajes que muestran el avance y la suma de aliados, los múltiples combates y el triunfo final de Cortés, siendo presentado como un héroe que supera todas las dificultades para triunfar. Esta relación de fragmentos históricos servirá como referente compositivo para ser escenificados en las composiciones pictóricas.
El autor vuelve a ensalzar la figura cortesiana en su obra Los eruditos a la violeta (1772)[15], con un aspecto a destacar que influirá directamente en la percepción popular de la conquista de México: la imagen del héroe patriota[16]. Concepto que se une a las representaciones estéticas de un personaje de miras elevadas, cuyo destino es la gloria. De este modo, Hernán Cortés queda reflejado en las Bellas Artes del siglo XIX, alejado del aspecto crítico, como un personaje que muestra la visión heroica de su españolidad en el Nuevo Mundo. Las palabras de Cadalso corroboran la creación romántica del prohombre cuando aboga por la necesidad de ensalzar a sus héroes con esculturas públicas, propuestas por el escritor, cuando afirma que hay que situar “estatuas, monumentos y columnas… en los parajes más públicos de la villa capital con un corto elogio de cada uno, citando la historia de sus hazañas”, considerando a Hernán Cortés como una de las figuras más carismáticas, a la altura de Alejandro o Aquiles, “Repetid, que tan poca fe dais al Alejandro de Quinto Curcio, y al Cortés de Solís como al Aquiles de Homero”[17].
Frente a las teorías negativas sobre la acción española en América, en el ámbito europeo hay autores excepcionales como el francés Voltaire que dedica un capítulo de su obra Essai sur les mœurs et l’esprit des nations (1756)[18] al extremeño, y cuya influencia en los escritos de Cadalso es destacable[19]. Su imagen se asemeja al héroe cívico, consciente de su destino para alcanzar la gloria y como responsable de sus actos, frente al resto de los conquistadores[20], más próximo a la idea del hombre renacentista. Este perfil heroico recoge la imagen generalizada del conquistador en la sociedad francesa, quien, a través de series de grabados y estampas, es representado como un héroe romántico. De gran valor en su difusión serán las ilustraciones editadas en revistas como Le Magasin Pintoresque, Magasin Pittoresque, L’Illustration, Journal Universal o Tour de Monde, que lo incluyeron frecuentemente en relación a la historia americana, así como los álbumes fotográficos y estampas sueltas[21] editados con carácter popular. Otros autores en la estela de Voltaire han coincidido en plasmar la imagen cortesiana de manera caballeresca y romántica, es el caso de Rinaldo Froldi, quien en su obra La conquista dell’America e Cadalso, cita a Hernán Cortés como el héroe “ci appare dunque come un virtuoso nel senso quasi rinascimentale e machiavellico del termine, un uomo che nell’ambito della realtà dei contemporanei si staccò da essi perché ad essi superiore”[22].
El Romanticismo se consolida a partir de los años treinta en toda Europa como movimiento literario y artístico, fechas en las que las publicaciones en torno al descubrimiento y conquista de América suscitan revisionismo y controversias; serán por lo tanto un fondo temático apropiado a la época y a la situación que se vive. Frente a las posturas enfrentadas de España y de México, interesados en contar su historia a su manera, el resto de Europa se dejará arrastrar por las teorías ilustradas del siglo XVIII, y por los escritos previos realizados por autores franceses, interesados en mostrar la decadencia de la monarquía española desde finales del siglo XVII.
Será México quien utilice la plástica de la conquista desde la perspectiva teórica francesa e inglesa. Esta fisonomía de discordia, que al mismo tiempo rechaza el paternalismo europeo, será empleada en el ámbito cultural académico y social, de gran calado en el colectivo mexicano[23]. Las decisiones y acciones de la monarquía reinante durante los hechos acontecidos quedan relegadas, para redefinir a Cortés como máximo responsable de las guerras y destrucciones ocurridas durante la conquista; dando paso a la singularidad de sus hechos y alejándose, intelectualmente, de las posturas europeas de Montesquieu, Voltaire y Cadalso, autores que, por otra parte, habían responsabilizado de las acciones cruentas de la conquista a los actos de los ejércitos españoles, eximiendo a Cortés de las mismas.
La importancia de las Cartas Marruecas de José Cadalso en la recreación de la figura de Hernán Cortés y de la conquista de México son evidentes desde el punto de vista artístico. Frente a los análisis externos anteriores, como el de Montesquieu, Cadalso con sus escritos influyó en la adaptación de su perfil a los nuevos tiempos, como recurso plástico al servicio de unos intereses geopolíticos que serán hábilmente utilizados por las instituciones de Bellas Artes, sobre todo por las academias. Todo cambiará cuando conceptualmente una imagen renovada forme parte de otra historia, la verdadera o falsa, creada en su momento y que, si es válida para la sociedad, se adaptará al paso del tiempo, ampliando su horizonte y sobreviviendo a las diferentes perspectivas intelectuales que sucederán en los nuevos escenarios. La supervivencia significativa de Hernán Cortés está marcada por la politización constante de su efigie, que ha impedido una percepción y lectura objetiva sobre las expresiones artísticas en torno al personaje.
La efigie clásica del héroe hispano al servicio de la monarquía, cuyo valor radicaba en los hechos realizados, no en ensalzar su figura[24], se diluye en sí misma e irá perdiendo fisonomía en cuanto a rasgos personalizados, para acabar esparciéndose en diferentes modelos de interpretación. Este interés se había iniciado en las decoraciones palaciegas del siglo XVIII, con un claro propósito de vincular las ramas monárquicas del viejo y nuevo continente[25], y su estela influirá en las decoraciones murales de casas nobiliarias y burguesas.
Las casas burguesas y los palacetes imitarán las decoraciones del Palacio Real, siendo ejemplo de ello la decoración pictórica del salón de la casa Alegre de Sagrera en Tarrasa. Son pinturas murales al temple de principios del siglo XIX, atribuidas a Josep Arrau i Estrada (Barcelona, 1774-1818), que desarrollan en seis paneles escenas figurativas de la conquista de México por Hernán Cortés. Iconografía que recuerda las ilustraciones del libro de Solís[26]. También los espacios nobles de las instituciones públicas, como los salones de plenos de los ayuntamientos reunirán escenas de la conquista de México, cuyo ejemplo podemos apreciar en el salón de plenos del ayuntamiento de Badajoz, ejecutado por el artista Manuel Montesinos en 1856, con dos escenas: la quema de las naves por Hernán Cortés y Cortés con los embajadores de Moctezuma.
Como referencia a la postura anterior, en la pintura destaca la obra del pintor sevillano Vicente Alanís[27], quien en la temprana fecha de 1778 realiza para el concurso de pintura de la Academia Hernán Cortés llegando a México (Fig. 1), mostrando el referente clásico del personaje como parte de la acción, que destaca los valores de la monarquía. La obra de Alanís refleja la influencia del teatro en la dinámica académica del siglo XVIII en la creación de la imagen heroica de Cortés[28]. Su huella perdura a inicios del siglo XIX, cuando el pintor José de Madrazo, en 1808, planteó temas relacionados con Cortés y la conquista de México para decorar el hemiciclo del Congreso de los Diputados[29].
Fig. 1. Vicente Alanís, Hernán Cortés llegando a México, 1778. © Museo de Bellas Artes de Sevilla. Fotografía: Pepe Morón.
Durante tres siglos el proceso estético de Cortés había estado sometido a la presión de la monarquía española como origen y fin de todas sus hazañas, es ahora y gracias a las propuestas europeas y a la utilización individualizada del personaje cuando se ensalza o se aniquila, única y exclusivamente, al hombre. El mito histórico de Hernán Cortés volverá a ser gestionado como figura al servicio de un poder político necesitado de estímulos para una sociedad española que, a grandes pasos, se desmoronaba[30], aunado por una nueva visión iconográfica, la del ser responsable de sus actos y, por ende, cuestionado e incomprendido. A estos dos factores se une un elemento que se transmite a lo largo de los textos editados de estos autores, preferentemente extranjeros, el concepto paternalista europeo con que se trata el tema americano. Textos que influyen en la percepción no solo literaria, sino artística de los protagonistas de la historia americana y que procede del pensamiento generalizado sobre la condición del otro[31].
Por otra parte, mientras en España se crea una imagen de Cortés que se vincula no solo a los ideales nacionalistas, sino a los ideales románticos, como héroe insuperable, los planteamientos externos, en el ámbito de la ilustración y la estampa, en naciones tradicionalmente enemigas de las monarquías españolas, como Francia e Inglaterra[32], introducen modelos, a veces equívocos, del personaje, que han generado una rica iconografía del conquistador, alejada ya del retrato tradicional que había perdurado a lo largo de los siglos[33]. En Francia, su efigie es publicada en revistas y estampas, tomada de una de las obras publicitadas anteriormente por Alexandre Bixio en su Collection d’autographes, de dessins et de portraits de personnages célèbres, français et étrangers, du XVIe au XIXe siècle. Aunque con anterioridad, erróneamente, se había utilizado en España por José Murguía en el siglo XVIII. Bixio selecciona en su relación de obras de personajes célebres la pintura El bufón llamado don Juan de Austria de Diego Velázquez, cuya efigie se reproducirá en diversas revistas como la imagen de Hernán Cortés. Serán muy populares las estampas de Pierre Michel Adam (1824) y las ilustraciones de Magasin Pittoresque (1881)[34]. Su imagen también será expuesta en Francia desde la perspectiva de un prototipo heroico, con iconografías yuxtapuestas que indican su hazaña y su perfil romántico, recreadas con ciertos tintes exóticos que refuerzan la naturaleza de su acción, tal y como puede apreciarse en las series de La Conquista de México (1832) de Nicolas Eustache Maurin (1799-1850) (Fig. 2) y en las ediciones del mismo tema de L. Turgis & Fils. (1865).
Fig. 2. Nicolas Eustache Maurin, Cortés impide los sacrificios humanos en el templo del sol, h. 1836. Litografía iluminada. Museo de América, Madrid. Disponible en Red Digital de Colecciones de Museos de España, https://ceres.mcu.es/pages/Viewer?accion=4&AMuseo=MAM&Museo=MAM&Ninv=00310.
El impulso de la temática historicista desde las academias de Bellas Artes repartidas por las ciudades más importantes de la geografía española marcará la pauta de los procesos nacionalistas en las composiciones de sus diferentes convocatorias de premios. Esta iniciativa estará impulsada por la reina por Isabel II, de tal modo que desde 1852 se crean las grandes exposiciones nacionales de Bellas Artes, siendo el género de historia el más valorado y premiado entre las obras presentadas[35].
En España, en la Real Academia de San Fernando, en sus convocatorias plásticas anuales a lo largo del siglo XIX, los temas de pensado se alejan del cuestionamiento crítico sobre las acciones cortesianas, apoyándose en escritos e historias[36] como la istoria de la conquista de México, población y progresos de la América septentrional, conocida por el nombre de Nueva España de Antonio de Solís y Ribadeneira y las Cartas Marruecas de Cadalso, para determinar un perfil artístico de Hernán Cortés, textos que cobran fuerza en los últimos tiempos en el análisis de las obras presentadas a concurso.
El autor Carlos Reyero ha hecho una excelente reflexión sobre la selección de temas que, por parte de la Real Academia de San Fernando, debían expresarse plásticamente en las Bellas Artes del siglo XIX. En esta selección habrá una clara preferencia en materias comunes que permanecerán en el imaginario colectivo, como los descubrimientos, los héroes y las victorias americanas. Las diferentes propuestas de exaltación de los logros de la monarquía hispana en la historia universal mostrarán lo mejor del mito nacional y tratarán de evitar, en época de evidente decadencia institucional, ciertos factores históricos de carácter negativo[37].
Los artistas románticos, en la mitad del siglo, se dejan seducir por los pensamientos ilustrados valorando los textos de intelectuales que preludian el nacionalismo decimonónico, también buscarán elementos compositivos a través de la novela histórica, tan de moda en Europa, sobre aquellos pasajes que muestran valores morales y heroicos, aludiendo a la historia de los siglos XVI y XVII de las monarquías hispanas, entre los que destacan la unificación del territorio español y la gesta americana.
En los premios anuales de la Real Academia de San Fernando la comisión encargada de determinar los temas a los que debían someterse los concursantes, así como a las diferentes pruebas[38], seleccionaron ciertos episodios de la conquista de México, muy acorde con las pretensiones sociales del momento y en línea con los textos seleccionados por los críticos e intelectuales de su tiempo[39]: la quema de las naves en Veracruz, donde se trata simbólicamente el esfuerzo y el tesón de un dirigente para llegar al éxito.
El encuentro de Cortés y Moctezuma pone en cuestión la habilidad diplomática ante el adversario, tema académico que utilizará tanto para Cuauhtémoc como para Moctezuma. En las exposiciones nacionales de 1842 y de 1866 figura este tema, con obras de Joaquín Manuel Fernández Cruzado, Presentación a Hernán Cortés de Cuauhtémoc por el capitán García de Holguín, y de Luis López Piquer, Primera entrevista de Hernán Cortés y Montezuma; en esa línea diplomática figura la obra de José Galofre (1819-1877) Hernán Cortés y los embajadores de Moctezuma. Abril 1519 (1854) (Fig. 3).
Fig. 3. José Galofre, Hernán Cortés y los embajadores de Moctezuma. Abril 1519, 1854. Archivo General de Indias, Sevilla. Disponible en Wikimedia Commons, https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Hern%C3%A1n_Cort%C3%A9s_y_los_embajadores_de_Moctezuma._Abril_1519_(Jos%C3%A9_Galofr%C3%A9).jpg.
De igual modo, se interpreta la rebelión como un acto oneroso que permite tomar decisiones difíciles. El prendimiento de Guatimocín, es un hecho que tiene un final cruento, pero que se justifica por el ejercicio del poder y el orden ante la conjura y la insurrección; un concepto que se aplicará por igual a Moctezuma, pero con connotaciones menos honrosas que las del héroe rebelde Cuauhtémoc. Se inicia con la obra de Carlos María Esquivel y Rivas La prisión de Guatimocín, último emperador de los mexicanos por las tropas de Hernán Cortés y su presentación de este en la plaza de México (1854) (Fig. 4) que, influido por las teorías de conciliación expresadas por Cadalso, muestra en igualdad de poder a los dos dirigentes. Le sigue José Benito Ortega (1858-1941), Moctezuma y Hernán Cortés (1890) (Fig. 5), y la espléndida pieza de Eusebio Valldeperas Guatimocín y su esposa presentados como prisioneros a Hernán Cortés (1866) (Fig. 6), premio medalla de tercera clase, con una nueva perspectiva del tema sobre la figura de Cuauhtémoc.
Fig. 4. Carlos María Esquivel y Rivas, Prisión de Guatimocín, último emperador de Méjico, 1854. Museo de Zaragoza. © Archivo Fotográfico del Museo Nacional del Prado. Disponible en Museo del Prado, https://www.museodelprado.es/coleccion/obra-de-arte/prision-de-guatimocin-ultimo-emperador-de-los/29d5dfab-bd22-4b33-9fd0-33439afbb250.
Fig. 5. José Benito Ortega, Moctezuma y Hernán Cortés, 1890. Colección particular.
Fig. 6. Eugenio Valldeperas, Guatimocín y su esposa presentados como prisioneros a Hernán Cortés, 1866. Museo Municipal de Madrid. Disponible en Biblioteca Digital Memoria de Madrid, https://www.memoriademadrid.es/buscador.php?accion=VerFicha&id=411051&num_id=127&num_total=309.
Los hechos militares tendrán dos líneas de interpretación: el componente religioso, que exime de la crueldad del conflicto basándose en el providencialismo, y el componente de acción militar, muy acorde con el militarismo nacionalista imperante del siglo. Obras como las de Antonio Moltó y Such, premio tercera medalla, marcan la esencia religiosa de la conquista con Hernán Cortés colocando la cruz sobre el Ara mexicana y aparta un indio que se indigna al ver derribados sus ídolos (1781). Asunto que se vuelve a exponer con Eduardo Gimeno y Canencia, quien presenta en la Exposición Nacional de 1871 Episodio de la conquista de México, donde Cortés impide los sacrificios humanos. En esta línea de interpretación inquietante es el intento de asesinato del líder que recrea Antonio Gómez Cros (1809-1863) con Hernán Cortés tratando de liberarse de los dos indios que trataban de asesinarle (1862). La acción militar propiamente dicha se utilizará como asunto durante la segunda mitad del siglo XIX, siendo la más destacada la batalla de Otumba, iniciándose con la obra de Antonio Gómez Cros (1809-1863) con el mismo título, La batalla de Otumba (1852). Le siguen Francisco de Paula van Halem con otro escenario militar, La noche de Zempoala: expedición de Hernán Cortes contra Pánfilo de Narváez (1866), y la magna obra de Manuel Ramírez Ibáñez, La batalla de Otumba (1887) (Fig. 7), donde incluye el aspecto religioso, plasmando en el fervor de la batalla la destrucción de los ídolos.
Fig. 7. Ramírez Ibáñez, fragmento de la Batalla de la Conquista de México (Otumba), 1887. Museo Nacional del Prado, Madrid. Fotografía de autora.
Estos temas, interpretados desde la moral y el enaltecimiento del valor, se mantienen hasta finales de siglo, fecha en la que se incorporan dos sucesos que, por su condición diferenciada, muestran un cambio de actitud ante la figura iconográfica de Cortés: el encuentro de Hernán Cortés ante Carlos V, un tema reflexivo donde se alaba la sumisión del dirigente a la corona, en un momento crítico de la nación, con enfrentamientos entre los poderes políticos de liberales y monárquicos. Un tema que interpreta el artista José Caballero Villaroel, La Visita hecha por Carlos V a Hernán Cortés hospedado en 1528 en casa del Duque de Béjar (1867), y culmina con la excelente pieza de José María Uría y Uría, Hernán Cortés ante Carlos V, exhibida en la Exposición Nacional de 1890. En cuanto a la “Noche Triste”, son escasas las representaciones en el ámbito académico desde la perspectiva argumental, que rompe el discurso anterior de méritos morales. En este caso, se planteará un alegato próximo a la fragilidad del ser humano en la derrota, y aunque existen algunas versiones en clave militar, la más famosa es la del autor Manuel Ramírez Ibáñez (1856–1925), La Noche Triste (1898), en clara alusión simbólica a la pérdida definitiva de los territorios americanos de Cuba y Filipinas.
El estudio de los rasgos, las composiciones, los personajes secundarios, las escenografías y los elementos iconográficos de las pinturas de la historia americana, nos permiten observar en cada uno de los detalles el pensamiento y el objetivo publicitario de aquellos que impulsaron los grandes temas en los concursos académicos. Estas imágenes secundarias suelen ser un reflejo contradictorio de la percepción del indígena en el ámbito artístico. La personificación del indígena, que forma parte de la composición narrativa del cuadro cortesiano, será un complemento más con fuertes simbologías paternalistas, próximas a las teorías rousseaunianas. El indígena aparecerá recreado de dos maneras fundamentalmente, como seres pasivos que huyen ante la ocupación o como seres activos que asisten y colaboran con el invasor[40]. Obras de reflejos pasivos serán las de Francisco Sans y Cabot (1828-1881), que pintará Hernán Cortés quemando las naves (1862) (Fig. 8) y la de Rafael Monleón (1843-1900) Hernán Cortés manda quemar sus naves (1887) (Fig. 9). Estas piezas nos indican cómo a pesar de todo, se impone el pensamiento racionalista del siglo XVIII de la superioridad del europeo frente al indígena americano, bajo el prisma del Romanticismo.
Fig. 8. Francisco Sans Cabot, Hernán Cortés quemando las naves o La llegada de Hernán Cortés a México, 1863. Palacio del Segundo Cabo, La Habana. Disponible en https://servimg.com/view/19649906/10.
Fig. 9. Rafael Monleón, Hernán Cortés manda quemar sus naves, 1887. Museo Naval, Madrid. Disponible en Wikipedia Commons, https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Hern%C3%A1n_Cort%C3%A9s_ordena_dar_al_trav%C3%A9s_sus_nav%C3%ADos._Rafael_de_Monle%C3%B3n_y_Torres,_1887.jpg.
Los aspectos sugestivos de los escritos de Cadalso y del resto de los escritores europeos que definen la figura de Cortés en el siglo XIX, marcan el vínculo del pensamiento ilustrado y de las teorías de la defensa nacional, bajo la tutela de las academias. Estas instituciones serán imprescindibles en la creación del imaginario colectivo español, eludiendo asumir los retos de estudiar, desde el aspecto objetivo y crítico, nuestra historia con América. Una historia que quedará oculta en las interpretaciones pictóricas a lo largo del siglo XIX, cuyas imágenes estarán influidas por la fascinación que sienten los escritores de su tiempo por el protagonista de la gesta mexicana. Escritos que concluyen en admiración por el hombre, no por el héroe, con sus luces y sus sombras.
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[1] Tomás Pérez Vejo, Nación, Identidad Nacional y Otros Mitos Nacionalistas (Madrid: ediciones Nobel, 1999), 8, 16.
[2] Pérez Vejo,17.
[3] Ramón Ezquerra, “La crítica española de la situación de América en el siglo XVIII,” Revista de Indias, no. 22 (1962): 278; Miguel Artola, “América en el pensamiento español del siglo XVIII,” Revista de Indias, no. 29 (1969): 67; Javier Yagüe Bosch, “Aspectos de la visión de América en los ilustrados,” Cauce, no. 14-15 (1992): 64.
[4] Destacada será la labor de la prensa española en Inglaterra, realizada por los exiliados liberales, de contenido cultural, político, religioso o de entretenimiento, como El Español, editado por Blanco (1810), o La Colmena (1842-1845) de Ángel Villalobos, que pudo influir en el pensamiento crítico anglosajón sobre la historia española. Leonardo Romero Tovar, Panorama crítico del Romanticismo español (Madrid: Editorial Castalia, 1994), 197.
[5] Charles Louis de Secondat, señor de la Brède y barón de Montesquieu, Cartas persas, 3.ª ed. (1721; reimpr., Madrid: Tecnos, 1986), 208-211.
[6] Charles Louis de Secondat, señor de la Brède y barón de Montesquieu, Del espíritu de las leyes, XV, IV, 3.ª ed. (1735; reimpr. Madrid: Tecnos, 2007), 210.
[7] De Secondat, señor de la Brède y barón de Montesquieu, 354.
[8] Véanse los estudios realizados sobre las posturas antagónicas de los dos escritores, Paul Laborde, “Cadalso et Montesquieu,” Revue des Langues Romanes, vol. LXXI (1952): 171-80; Guillaume Barrera, “Espagne,” Dictionnaire électronique Montesquieu, consultado el 6 de septiembre de 2024, http://w7.ens-lsh.fr/dictionnaire-montesquieu/index.php?id=321; Emily Cotton, “Cadalso and his foreign sources,” Bulletin of Spanish Studies, no. 29 (1931): 5-18, https://doi.org/10.1080/14753825012331365805.
[9] Fue descubierta por el crítico francés Guy Mercadier a un librero madrileño en 1970. De este texto se tenía referencia al ser nombrado por el autor en una carta enviada a su amigo el poeta Juan Meléndez Valdés, que lo titula: Notas a la Carta Persiana N.º 78 en que el Sr. presidente Montesquieu se sirve decir un montón de injurias a esta nación sin conocerla. La localizada por Mercadier, tiene el título diferente: Defensa de la nación española contra la “Carta persiana LXXVIII” de Montesquieu. Notas a la carta persiana que escribió el presidente de Montesquieu en agravio de la religión, valor, ciencia y nobleza de los españoles y fue publicada por el descubridor en 1970. Ana Peñas Ruiz, “Algunas notas sobre la Defensa de la nación española contra la ‘Carta persiana LXXVIII’ de Montesquieu, de José Cadalso,” Cartaphilus3, Revista de Investigación y Crítica Estética, no. 3 (2008): 148.
[10] Francisco Castilla Urbano, “La conquista de América en la Ilustración francesa y española: Montesquieu y Cadalso,” Araucaria. Revista Iberoamericana de Filosofía, Política, Humanidades y Relaciones Internacionales, no. 40 (2018): 83, https://doi.org/10.12795/araucaria.2018.i40.04; José Cadalso, Cartas Marruecas, LXXXVII, consultado el 5 de septiembre de 2024, https://web.seducoahuila.gob.mx/biblioweb/upload/Cartas_Marruecas.pdf.
[11] Bernal del Castillo afirma que serán los caballeros de Hernán Cortés, quienes aparecen para salvar las huestes españolas en las dos batallas. Además, el apóstol Santiago fue declarado patrón de España posteriormente, en 1630. Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la Conquista de México, consultado el 7 de septiembre de 2024, https://www.rae.es/obras-academicas/bcrae/historia-verdadera-de-la-conquista-de-la-nueva-espana.
[12] Las Cartas Marruecas, fueron concluidas en 1774, pero publicadas en varios números impresos en el Correo de Madrid, en fechas posteriores a la muerte de Cadalso, entre 1788 y 1789. Como libro exento que recoge las Cartas Marruecas al completo se editaron por primera vez en la imprenta de Antonio de Sancha en 1793. Cadalso, Cartas Marruecas, IX, consultado el 5 de septiembre de 2024, https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/cartas-marruecas--0/html, 182-188.
[13] Francisco Castilla Urbano, “La Historia de la conquista de México de Antonio de Solís en la obra de José Cadalso y sus fuentes francesas,” en España y el continente americano en el siglo XVIII, eds. Gloria Franco Rubio, Natalia González Heras, y Elena de Lorenzo Álvarez (Gijón: Ediciones Trea, 2017), 827-841.
[14] Cadalso, Cartas Marruecas, IX, 187.
[15] Esta obra está dedicada casi en su totalidad a la figura de Hernán Cortés, en donde José Cadalso, al ensalzar la gesta de Cortés, dedicará tres epitafios imaginados al héroe español. José Cadalso, Los eruditos a la violeta o Curso completo de todas las ciencias, dividido en siete lecciones para los siete días de la semana (Madrid: Imprenta de Don Antonio de Sancha, 1772), 59, consultado el 7 de septiembre de 2024, https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/los-eruditos-a-la-violeta--3/html/ff14bdd2-82b1-11df-acc7-002185ce6064_2.html.
[16] Cadalso, Cartas Marruecas, 202; Hans Joachin Lope, “Cadalso y Hernán Cortés,” Dieciocho. Hispanic Enlightenment 9, no. 9 (1986): 188-200; Ismael López Martín, “José Cadalso y el proceso de reinterpretación neoclásica de Hernán Cortés como héroe nacional y personaje literario,” en XLIV Coloquios Históricos de Extremadura. Dedicados a Hernán Cortés y su tiempo de descubrimiento, conquista y colonización (Trujillo: Asociación Cultural Coloquios Históricos de Extremadura, 2016), 49-71.
[17] José Cadalso, al ensalzar la gesta de Cortés, dedicará tres epitafios imaginados al héroe español. Francisco Castilla Urbano, “La conquista y colonización de América en Cadalso,” Revista de Estudios Políticos, no. 167 (2015): 33-57.
[18] Voltaire, Essai sur les mœurs et l’esprit des nations (Quebec: Chicoutimi, 2002), consultado el 3 de septiembre de 2024, https://homepages.uc.edu/~martinj/French/Essai%20sur%20les%20Moeurs.pdf.
[19] Voltaire, 107.
[20] Voltaire describe a Cortés como un hombre admirable, frente a Pizarro, a quien considera cruel e inhumano. Voltaire, 110-113.
[21] Arturo Aguilar Ochoa, “Cortés en la litografía francesa de la primera mitad del siglo XIX, algunos casos para la construcción de su imagen como héroe universal,” Aportes, ANTROPOLOGÍA. Revista Interdisciplinaria del INAH, no. 8 (2020): 100-113.
[22] Rinaldo Froldi, “La conquista dell’America e Cadalso,” Studi di Iberistica in memoria di Alberto Boscolo (Roma: Editorial Bulzoni, 1989), 123.
[23] Isabel Fraile Martín, “El tema de la conquista en los pintores mexicanos,” en Hernán Cortés y las Bellas Artes. Iniciativas artísticas e Iconografía cortesiana, ed. Rosa Perales Piqueres (Madrid: Editorial Sindéresis, 2023), 188-209.
[24] Rosa Perales Piqueres, “Hernán Cortés y la iconografía de los Austrias en México: la obra de arte como expresión de la historia,” en Congreso Internacional Hernán Cortés en el siglo XXI: V Centenario de la llegada de Cortés a México, coord. José Ángel Calero Carretero y Tomás García Muñoz (Medellín: Fundación Academia Europea e Iberoamericana de Yuste, ayuntamiento de Medellín, 2020), 305-330.
[25] Claro ejemplo lo tenemos en las decoraciones pictóricas y escultóricas del Palacio Real de Madrid y en los jardines que decoran el Palacio Real de la Granja de San Ildefonso en Segovia. Otras pinturas sobre la conquista de México decoran las estancias de palacios reales, como “La representación en el Parnaso de españoles célebres, donde aparece una imagen de Hernán Cortés realizada por Juan Antonio de Ribera, que decora uno de los techos del Palacio del Pardo. Las más relevantes son las ejecutadas en papel pintado francés en el Palacio de la Real Quinta del Pardo, en la sala denominada de Hernán Cortés o Despacho del Príncipe, con secuencias de la guerra, de Hernán Cortés, Moctezuma y doña Marina, mandado decorar por Fernando VII, tras su regreso a España en 1816”, Martín Sarmiento, Sistema de adornos del Palacio Real de Madrid (Madrid: Sociedad Estatal de Conmemoraciones, 2002), 168; José Luis Sancho, “Las obras reales desde Felipe V a Fernando VII (1700-1833),” en Pintura mural de la Comunidad de Madrid (Madrid: Área de Promoción y Difusión Dirección General de Patrimonio Histórico Comunidad de Madrid, 2015), 205-291; Francisco Javier Cambero, “La representación escultórica de Hernán Cortés y la Conquista de México,” en Perales Piqueres, Hernán Cortés, 280; Rosa Perales Piqueres, “Representación iconográfica de Hernán Cortés,” en Perales Piqueres, Hernán Cortés, 186.
[26] Antonio Elías de Molins, Diccionario biográfico y bibliográfico de escritores y artistas catalanes del siglo XIX (Barcelona: Imprenta de Fidel Giró, 1889), 163-168. Museo Casa Alegre de Sagrera. Tarrasa, consultado el 2 de septiembre de 2024, https://visitaterrassa.cat/casa-alegre-de-sagrera/.
[27] Álvaro Cabezas García, Vicente Alanís (1730-1807), Colección Arte Hispalense 94 (Sevilla: Diputación de Sevilla, 2012), 235.
[28] Luis Méndez Rodríguez, “Arte y poder. La imagen de Hernán Cortés en el siglo XVIII,” en Memorias de Tlaxcala: Mesoamérica, la colonia, siglos XIX y XXI, eds. Adriana Montserrat Pérez Serrano y Serafín Ríos Elorza (Tlaxcala: El Colegio de Tlaxcala, 2021), 211-213.
[29] Perales Piqueres, “Representación iconográfica de Hernán Cortés,” 192.
[30] Carlos Reyero, La pintura de historia en España, esplendor de un género en el siglo XIX (Madrid: Cátedra, 1989), 15-50.
[31] Diosdado Caballero, L’eroismo di Ferdinando Cortese confermato contre le censure nemiche (Roma: Antonio Fulgoni, 1806); Pedro Montengon, La conquista del Mégico por Hernán Cortes (Napoli: Presso Gio. Battista Settembre, 1820).
[32] Caso diferente será el de Estados Unidos, cuyo interés por la figura de Hernán Cortés y la conquista de México, irá en aumento a lo largo del siglo XIX, sobre todo a raíz de la publicación de History of the Conquest of Mexico (1843) del hispanista William H. Prescott, cuyo libro marcará un modelo estético de la figura cortesiana, tanto en grabados como en ilustraciones. William H. Prescott, History of the Conquest of Mexico (1843; facsímil de la primera edición, Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2020), 125, consultado: 19 de julio de 2024, https://www.cervantesvirtual.com/obra/history-of-the-conquest-of-mexico-with-a-preliminary-view-of-the-ancient-mexican-civilization-and-the-life-of-the-conqueror-hernando-cortes-985709/.
[33] Perales Piqueres, “Representación iconográfica de Hernán Cortés,” 159-173.
[34] Un inventario detallado de esta colección ha sido publicado por Léon Dorez, “La collection Alexandre Bixio à la Bibliothèque Nationale,” Bulletin philologique et historique jusqu’à 1715 du Comité des travaux historiques et scientifiques (1916): 276-423, consultado el 29 de agosto de 2024, http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k5787089t/f284.
[35] Antonio Duplá Ansuategui, “Gladiadores en la escalera o nota sobre la pintura histórica de temática antigua en España en el siglo XIX,” en Miscelánea de estudios en homenaje a Guillermo Fatás Cabeza (Zaragoza: IFC, 2014), 245-254.
[36] Las historias de Hernán Cortés serán, igualmente, recreadas en el ámbito literario del siglo XIX, tanto en el teatro como en la ópera. Algunas de estas puestas en escena influyeron en la composición artística de las obras presentadas a los concursos de pintura de la Academia. Wilfried Floeck y Sabine Fritz, La representación de la Conquista en el teatro español de la Ilustración hasta finales del franquismo (Hildesheim: Georg Olms Veidmann, 2009), 9-38; José Manuel Vidal Ortuño, “La conquista de América en el teatro español,” Monteagudo, no. 15 (2010): 155-158; A. Robert Lauer, “La representación de Hernán Cortés en el teatro español y europeo de la Ilustración,” Anagnórisis: Revista de investigación teatral, no. 21 (2020): 175-189.
[37] Carlos Reyero, La decadencia de la monarquía hispana en el imaginario del siglo XIX (Madrid: Ediciones Polifemo, 2015), 130-131.
[38] Existían dos pruebas, una de ellas era el concurso de repente, que se realizaba en un máximo de dos horas, con un tema elegido previamente por un jurado y comunicado en el momento. El segundo paso era el tema de pensado, elaborado ya en el taller y a partir del dibujo previo presentado con anterioridad. Claude Bedat, La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (1744-1808) (Madrid: Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 1989), 27; Carlos Reyero, “Primera parte: 1800-1880,” en Pintura y escultura en España, 1800-1910, eds. Carlos Reyero y Mireia Freixa (Madrid: Cátedra, 1995), 76.
[39] Antonio de la Banda y Vargas, “Temas hispanoamericanos en la pintura decimonónica española,” Temas de estética y arte, no. 16 (2002): 95-115.
[40] La autora argentina Marta N. Penhos plantea tres maneras de interpretar las escenas del encuentro entre invasores e indígenas: “el jinete terrible que trae la devastación, los grupos estáticos que esperan al hombre blanco y la figura que se integra en los actos de los invasores y asiste a fundaciones y gestos institucionales como creadores del panteón nacional”. Marta N. Penhos, “Actores de una historia sin conflictos. Acerca de los indios en Pinturas del Museo Histórico Nacional,” FILO, no. 6 (1996): 43-51, 48; M.ª José Villaverde, “Civilizados y salvajes: los amerindios vistos por los ilustrados franceses,” en Discursos legitimadores de la conquista y la colonización de América (Alcalá: Universidad de Alcalá, 2014), 149-175.