Antonio de Alfián
y
Juan de Oviedo el Viejo.
El
retablo de la Inmaculada
de la Parroquia de Santa Ana de Sevilla (1573-1574)
Juan Antonio
Gómez Sánchez
Universidad de Sevilla
En este artículo se documenta el retablo concertado conjuntamente por el
pintor Antonio de Alfián y el entallador Juan de
Oviedo el Viejo para el altar de Melchor de Horozco
en la parroquia sevillana de Santa Ana. Del retablo sólo se han conservado en
la actualidad las pinturas que formaron parte del conjunto, pinturas que, a
pesar de haber sido atribuidas a diversos pintores, nunca se habían vinculado
con el estilo de Alfián. A partir del estudio de
éstas, es posible atribuirle otras obras, algunas de las cuales analizamos.
Palabras clave: Renacimiento español, pintura, retablo,
Antonio de Alfián, Juan de Oviedo el Viejo.
This
paper examines the painted and carved altarpiece made by the painter Antonio de
Alfián and the “entallador”
Juan de Oviedo the Elder for Melchor de Horozco in
the parish church of Santa Ana in Seville. Only the paintings, however, are
preserved. Never before linked to this master, these
paintings allow a more complete understanding of Alfián’s somewhat unknown style. Thanks to the documentation of the
altarpiece, it is now possible to attribute other works to this painter, some
of which we study.
Keywords: Spanish Renaissance, painting, altarpiece, Antonio de Alfián, Juan de Oviedo the Elder.
atrio nº 19 | 2013 ISSN: 0214-8293 | pp. 49-68
A pesar de que se le han dedicado importantes artículos monográficos, no es
Antonio de Alfián un artista cuyo perfil esté, a día de hoy, suficientemente delimitado. A partir de
Francisco Pacheco, que tuvo a bien incluirlo en el escueto número de pintores sevillanos
del siglo anterior que mencionó (más allá de otros clamorosos silencios) en su
influyente Arte de la Pintura1,
su nombre fue de obligada referencia para los historiadores posteriores de la
pintura hispalense del siglo XVI. El problema radicaba en la falta de obras que
podían serle atribuidas, problema que pareció solventarse asignándole pinturas
que en realidad no le pertenecían, como la tabla de San Sebastián ubicada sobre la Puerta de los Palos de la Catedral
de Sevilla2, o las laterales del retablo del
Mariscal Diego Caballero en el mismo recinto, concertado en efecto por Pedro de
Campaña y Alfián en 1555, pero en el que el segundo
sólo intervendría en los trabajos de pintura
y dorado de la estructura arquitectónica y las esculturas que rematan el
conjunto o, como mucho, en calidad de ayudante
de Campaña en alguna tabla, pero de labor imperceptible3.
No fue hasta 1929 cuando
Alfián pudo finalmente recuperar la autoría
de algunas de las tablas
que pintó. En esa
fecha Julia Herráez lograba documentar e identificar el retablo de la Virgen de la iglesia
del convento de Santo Domingo de Osuna, aún in situ y realizado por el artista
hacia 1564-1566 junto
con el entallador Lorenzo Meléndez4. Con alguna
contribución aislada de interés5, habría
que esperar a que, cincuenta años más tarde,
Juan Miguel Serrera identificara las pinturas del retablo
de Cristo de la misma iglesia
con el que previamente Herráez
había documentado como pintado por Alfián por
las mismas fechas, pero que había dado por perdido6.
Posteriormente su nombre ha aparecido en algunos artículos que se han ocupado de obras desaparecidas o en las que
intervino fundamentalmente como dorador y policromador7,
e incluso se le ha dedicado una monografía con motivo de la restauración del
retablo de la Virgen de Osuna8. Pero los estudios
fundamentales dedicados al artista giran,
invariablemente, sobre los retablos que pintó en esta localidad. El “estado de la cuestión” sobre el pintor
se ha detenido donde lo dejaron Julia Herráez
y Juan Miguel Serrera años atrás.
Antonio de Alfián: Inmaculada y santos. Sevilla, Parroquia de Santa Ana (Foto: Autor).
Quizá el alcance estético de la pintura de Alfián no iguale al de los artistas de primera fila en el
panorama pictórico español del Quinientos, y ni siquiera en el hispalense, pero
sí representó un papel de gran relevancia en la economía artística y en la producción de imágenes en el ámbito de
la ciudad y su extenso arzobispado. Disfrutando de una de las trayectorias vitales más
prolongadas entre los pintores de su siglo y una actividad incesante durante 60
años, desde su primera noticia por ahora conocida en 15399 hasta 1601, cuando Pacheco
y Diego Gómez, que se hacían cargo de una obra concertada por Alfián con anterioridad, lo declaran “tan viejo que ya no pinta”10,
su nombre es uno de los más recurrentes en los archivos hispalenses de la
segunda mitad de la centuria, interviniendo en un sinfín de obras de toda
índole: pintura de lienzos y guadamecíes, retablos, pintura mural, dorado y
policromía de altares e imágenes...
En el campo de la retablística, que constituye la parte del león de su producción,
intervino en no menos de cincuenta y cinco retablos o tabernáculos, solo o en
colaboración con otros pintores, un número que probablemente no tiene paralelo
en ningún otro pintor de su siglo en la ciudad. No hay duda de que, antes de la alusión de Pacheco y Gómez, Antonio de Alfián pintó mucho, e intensivamente, en Sevilla.
A la vista de la copiosa documentación
notarial referida al pintor que se incluye en los clásicos repertorios documentales
de la historia del arte sevillano, y aun teniendo en cuenta la pérdida
irreparable de gran parte de la pintura del siglo XVI español e hispalense,
resultaba del todo anómalo el parco número de obras que podían vincularse con
el pintor. Por nuestra parte, hemos podido localizar un número significativo de
nuevos documentos relacionados con su larga actividad en Sevilla, la mayor
parte de ellos, aunque no todos, referidos a obras hoy desaparecidas. Uno de
tales conjuntos, excepcionalmente conservado
aún hoy, al menos en parte, en el lugar para el que fuera pintado
fue el retablo que contrató junto
con Juan de Oviedo
el Viejo para el altar de Melchor
de Horozco en la parroquia de Santa Ana de Triana.
Antonio de Alfián: San Simón. Sevilla, Parroquia de Santa Ana (Foto: Autor). Antonio de Alfián: San Pablo. Sevilla, Parroquia de Santa Ana (Foto: Autor).
El sábado 19 de Septiembre de 1573, ante el escribano Gaspar de León, el entallador Juan de
Oviedo (el Viejo) y el pintor de imaginería Antonio de Alfián concertaban en sendos registros notariales con el señor Melchor de Horozco “vezino y fiel y executor de la ciudad de Guete”11, estante en Sevilla, la talla y pintura de un retablo
“conforme a uno questá fecho en la yglesia de Señora
Santana de Triana en un altar
de Santa Catalina”. En el concierto de la obra de talla, Juan de Oviedo se
comprometía a entregar los tableros a Alfián en 17
días, para que éste pudiera comenzar a pintarlos, y a terminar la talla del
retablo, que debía labrar en madera de borne, para Pascua de Navidad. El precio
de su trabajo se valoró en 125 ducados, cantidad que declaró le había sido
entregada por Horozco ese mismo día, aunque como era
habitual se estableció que una vez terminado el
retablo, éste sería tasado por dos maestros, con la condición de que no se le
pagaría la demasía, si la hubiera, pero el entallador sí tendría que devolver
la diferencia si era valorado en una cantidad inferior. Oviedo se obligaba así
mismo a asentarlo en la iglesia de Santa Ana “sin otro premio alguno”12.
Por su parte, Alfián
se obligó a realizar la pintura y dorado de “toda la talla y alquitetura de colunas y frisos y rremate
y trespilares y todas las demás cosas rrelevadas” del retablo, y a pintar los tableros de pincel
al óleo con “las figuras que están escritas de mano del dicho señor Melchior de Horosco y firmadas de
su nonbre... así la de Nuestra Señora de la Concesión
que va en el tablero principal como todas las demás”, y en el banco del retablo
dos escudos de armas, letreros “que declaren quien es el fundador de la obra”
y, en su centro, un resplandor con serafines como fondo de una cruz de talla que
allí iría ubicada. El pintor debía terminar su trabajo para el Domingo de
Lázaro13 del año siguiente por un
precio de 135 ducados, cantidad que así mismo declaraba haber recibido ese
mismo día. Terminada su labor, la obra habría de ser tasada por dos oficiales,
con las mismas condiciones —siempre ventajosas para el promotor— que ya se
habían establecido en el caso de la obra de talla14.
Pocos días después, el martes 22 del mismo
mes, Melchor de Horozco contrataba al albañil
Cristóbal de Salas para que éste se ocupara de abrirle un arco en la citada
iglesia de Santa Ana de Triana, “en la parte que me dixere
y conforme al grandor que se me señalare”, de entallarlo de yeso y cal y de
forrar sus lados con azulejos, una vez más según el modelo del altar de Santa
Catalina de la misma iglesia, obras que debía acabar en el plazo de un mes y
por las que recibió 20 ducados15.
El último de los documentos referidos al
altar de Melchor de Horozco en la parroquia de Santa
Ana que hemos localizado es una carta de pago otorgada el 7 de Enero de 1575,
en la cual Alfián reconocía a cierto Simón de Valdés haber recibido 90 ducados a
cumplimiento y entero pago de los 135 que debía cobrar por el retablo de
Melchor de Horozco16,
documento que, con alguna contradicción respecto a una de las declaraciones del
contrato inicial17, viene a confirmar que fue Alfián
quien en efecto llevó a su término el encargo y no hubo, al menos en lo que
respecta a la pintura, ninguna cesión de la obra a otros artistas,
un hecho no infrecuente en el periodo.
No era
la primera vez, ni sería la última, en la que ambos artistas colaboraban en un
encargo común. Juan de Oviedo de
Oviedo fue de hecho el entallador o escultor al lado del cual Alfián en más oportunidades encaró un trabajo conjunto:
desde 1569 los encontramos, solos o en compañía de otros artistas, realizando
al menos once retablos18 y dos sagrarios, aunque las fianzas mutuas que
hicieron respecto a otros —sin contar, claro está, la documentación que aún quede por localizar— permite suponer que debieron ser más.
La estructura arquitectónica del retablo de la Inmaculada desapareció en el siglo XIX, como veremos,
pero como también sucediera
con el retablo de Esturmio que se proponía como
modelo se han conservado en la parroquia las nueve tablas que conformaban el programa pictórico
del altar, del cual, si no hubo cambios después de su concierto
—una circunstancia no infrecuente— sólo se habrían perdido las tablas del
banco. En las nueve pinturas se representaron
la Inmaculada Concepción19, en el tablero
central, y ocho santos en los laterales: San Pedro, San Pablo, San Agustín20, San
Jerónimo, San Sebastián, San Simón, San Bartolomé y San Andrés21.
Antonio de Alfián: Piedad. Sevilla, Osuna, Santo Domingo (Foto: Autor).
Los documentos no son excesivamente
detallados en la descripción del retablo, que resultaría innecesaria dado que
tanto a Oviedo como a Alfián se les indicaba que
debían tomar como modelo el de Santa Catalina que Hernando de Esturmio había pintado veinte años antes, si bien
“mejorándolo en la talla y dispusisión de mienbros guardando las proporsiones
en el tamaño y rrepartymientos”. Teniendo en cuenta que el contrato se
realiza en unas fechas en las que el retablo sevillano había evolucionado desde
el lenguaje plateresco a una corrección cada vez más ajustada y clásica,
podríamos interpretar dicha cláusula como una sugerencia de puesta al día del
modelo que se pretendía imitar, siendo significativo en este sentido que se
hable de “proporsiones” —palabra que en vano
buscaríamos en las condiciones, afortunadamente conservadas, del retablo que se
proponía como ejemplo—. Pero la
insistencia en que el retablo debía tener las mismas medidas que su modelo “no quitándole a ninguna cosa de su
tamaño”, repetida a lo largo del documento, parece contradecir esa impresión.
Sí se proponían ciertos cambios, como la sustitución de los rosarios que sostenían
los dos “niños” en el remate del retablo de Santa Catalina por festones de
frutas, o la talla de una estrella de medio relieve —alusiva al tema inmaculadista del panel central— en el tablero sobre la cornisa.
Si acudimos a la documentación conocida del
retablo de Santa Catalina, realizado por Esturmio y
el entallador Francisco de Vega para Catalina de Ojeda22,
la información es igualmente parca en detalles sobre la estructura de talla del mismo, excepto la decoración al romano que se cita de
pasada, por cuanto se remitían en esta ocasión a una traza dibujada que, como
era de esperar, no se ha conservado.
Con estas limitaciones, no es posible
proponer una reconstrucción visual precisa del retablo de Melchor de Horozco, que debió ser una estructura sencilla en forma de
arcosolio compuesta de banco, una calle central más ancha para el tablero
principal, más un remate posiblemente de
medio punto adaptado al arco que debía abrir Cristóbal de Salas, y cuatro calles más estrechas en los
laterales, a su vez subdivididas en dos cuerpos, pero desconocemos la tipología
de los soportes que, si se pretendió seguir el modelo del retablo de Vega y Esturmio y hacemos caso al testimonio posterior de Matute,
que comparó su talla con la del
retablo mayor de la iglesia23, debieron ser probablemente
balaustres o columnas retalladas, en ambos casos elementos arcaizantes en la retablística sevillana del momento. Tampoco podemos estar
seguros de la ubicación concreta de cada una de las tablas con
santos de las calles laterales, excepto por la dirección del movimiento y las miradas que permiten
deducir de una forma general cuales de entre ellos estarían
ubicados a izquierda
o derecha del tablero de la Inmaculada. En la fotografía que publicamos se ha buscado una cierta lógica formal e iconográfica en la disposición de los paneles
laterales, si bien también hay que tener en cuenta que las calles extremas
serían perpendiculares a las centrales, adaptándose así al arco que cobijaba el retablo.
Cornelis Bos según Lambert Lombard: Piedad. (detalle)
El retablo se menciona de forma escueta en
los inventarios de la parroquia, sin determinar el lugar exacto que ocupaba en
la iglesia, pero se cita como altar de Rodrigo Andeiro
al menos desde 159824. No
puede tratarse de un error de identificación puesto que no existía otro retablo de la Inmaculada y santos en Santa Ana por esas fechas. Como quiera
que los inventarios se refieren siempre de forma invariable a los fundadores de
capellanías y no a sus herederos, podría haber dos explicaciones para el cambio
del patronazgo: fallecido Horozco en Huete en 1587,
debió ser enterrado allí y pudo
llevarse a cabo una cesión de la capellanía a Rodrigo Andeiro,
opción que nos parece más plausible, aunque no podamos descartar que el contrato del retablo lo hubiese realizado
el primero en nombre del segundo25.
El retablo se conservó completo hasta una
fecha indeterminada en el siglo XIX. En 1816, Justino Matute tuvo la fortuna
de verlo y lo describió, cercado por rejas también hoy desaparecidas, en los primeros
tramos de la nave del Evangelio de la parroquia, entre la
capilla bautismal y la de San Cristóbal26,
probablemente su emplazamiento original. En él, el retablo habría
estado situado enfrente del
retablo de Santa Catalina que había
tomado como modelo Aunque su testimonio es sucinto, viene a confirmar la
identificación de las ocho tablas que acompañaban a la Inmaculada, si ésta fuera necesaria además de la afinidad
estilística que presentan con el tema central. González de León, en
1844, lo cita en el mismo lugar, aunque
podamos albergar ciertas
dudas sobre la fiabilidad de su testimonio al tratarse de una paráfrasis resumida
de la descripción de Matute27. A finales de siglo la estructura de
talla había sido ya desmontada y sus tablas fueron dispersadas. En un
inventario fechado en Diciembre de 1884
la tabla central, rodeada de cuatro santos, se cita entre los cuadros situados
en la nave del Evangelio28. Sin embargo, en 1889 Gestoso,
siempre atento a las pinturas del siglo XVI propiedad de la iglesia, no hace
referencia a ellas en su detenido
análisis del templo29. En el siglo XX las nueve tablas de Alfián pasarían a formar parte de los dos polípticos de sencillos marcos en los
que se presentan en la actualidad. En uno se ubicaron la Inmaculada como tabla central, más cuatro santos flanqueándola: San Sebastián, San Agustín, San Jerónimo y
San Andrés. En el otro hallaron acomodo San
Pedro, San Pablo, San Bartolomé y San Simón, y en el compartimento central
la tabla de Santa Catalina procedente
del retablo pintado por Esturmio. Aunque desconocemos
cuando se llevó a cabo la recomposición, es probable que tuviera lugar con
motivo de la Exposición Ibero Americana de 1929, en la que ambos polípticos
figuraron así expuestos como obras anónimas30.
Antonio de Alfián: Última Cena (detalle). Sevilla, Museo de Bellas Artes
La Inmaculada
Concepción pintada por Alfián para Melchor de Horozco representa un importante eslabón en la historia del
tema iconográfico en la pintura sevillana, tan afecta a él en fechas
posteriores31. Se trata del primer ejemplar por
ahora conocido en la pintura hispalense del tema en su formulación más
prototípica, hecho que ha dado lugar a que haya sido objeto de atención de
estudiosos interesados en la evolución del motivo como Trens, Hornedo o Delenda.
En la pintura sevillana anterior, el tema se había formulado a través de
tipologías tardomedievales, como el Abrazo
de San Joaquín y Santa Ana32, o la llamada Inmaculada de los Lirios33.
En la pintura de Alfián de 1573-1574, sin embargo,
confluyen la iconografía de la Virgen Tota Pulchra,
surgida hacia 1500 y basada en pasajes del Antiguo Testamento, en particular del Cantar de los Cantares, con el
tema algo más tardío de la Mulier Amicta Sole —que también había gozado de una cierta
fortuna en la pintura sevillana anterior—, en el cual la figura es identificada
con la mujer apocalíptica34.
Tal como
lo pintó Alfián para Melchor de Horozco,
el tema iconográfico encontraría una amplia difusión europea a través del
grabado, especialmente desde finales del siglo. Es posible que su fuente fuera
alguna estampa pero, más allá de los paralelismos
iconográficos, no hemos podido determinar el modelo concreto —que quizá le
facilitara Melchor de Horozco— del que pudo partir el
artista a la hora de pintar la tabla que presidía el retablo trianero. Por otra
parte, en ciertos aspectos puramente iconográficos, y son aquéllos que no pudo
tomar de una fuente grabada, la pintura es más avanzada que otras del mismo
tema que le sucederían en la escuela sevillana: nos referimos a los colores
blanco y azul de la túnica y el manto, que en la segunda mitad del siglo XVII
serían de rigor pero que no se encuentran en los ejemplares pintados a finales
del Quinientos ni en gran parte de los que proliferaron en el primer cuarto del
siglo siguiente, en los que se optó por los colores respectivos rosa fuerte o rojo (jazmín) y azul35.
Las novedades —al menos en el ámbito
hispalense— de la pintura de Alfián se limitan, eso
sí, al nivel iconográfico. Por el
contrario, y quizá como consecuencia indirecta de ese mismo carácter novedoso,
en el plano compositivo tanto la figura de la Virgen como los símbolos de las letanías se disponen en la
superficie de la pintura como símbolos casi heráldicos. Aunque se prescinda de
inscripciones aclaratorias, se ha buscado así la máxima legibilidad del
complejo discurso simbólico36 que
Melchor de Horozco ponía a la vista de los fieles que
frecuentaban la parroquia, cuya atención buscaría llamar, a otro nivel y con
diferentes intenciones, pero con la misma claridad que los letreros “que
declaren quien es el fundador de la obra” que ordenaba escribir a Alfián en el banco del retablo.
En cuanto a los ocho santos que flanqueaban
el tablero central no resulta fácil explicar las motivaciones específicas que
llevaron al jurado a hacerlos pintar en su altar. Como en el caso de los santos
que Esturmio había pintado con anterioridad en el retablo
de Santa Catalina, la elección
estaría condicionada por las preferencias devocionales privadas de Melchor de Horozco, aunque la elección no es enteramente casual. Excepto San Jerónimo y San Agustín (aunque en este caso sea dudosa su
identificación37), quienes en sus escritos defendieron
la gracia de la Virgen con argumentos
posteriormente aprovechados para justificar la creencia en la Inmaculada Concepción38, nada hay en ellos que los vincule con el tema inmaculadista
del retablo. Si no especialmente relacionados con el tema central, sí se buscó
un programa hagiográfico comprehensivo: Apóstoles,
Padres de la Iglesia y santos intercesores. De esta forma encontramos por
una parte la pareja que forman
San Pedro y San Pablo, dos Padres de la Iglesia, San Jerónimo
y San Agustín (?),
y una selección algo arbitraria de apóstoles: San Bartolomé, San Andrés y
San Simón, entre los que se inserta
el patrono contra la peste, San Sebastián.
Al menos en el ámbito local, a causa de su
ubicación en la parroquia de Santa Ana las tablas del retablo contratado por Alfián para Melchor de Horozco
han reclamado una cierta atención de la historiografía moderna, en particular la Inmaculada
que lo presidía, siendo de obligada
referencia para cuantos
se han ocupado del patrimonio histórico de dicha iglesia. Pero
la ausencia hasta el momento de cualquier referencia documental ha
propiciado una vida historiográfica particularmente azarosa.
Así, Justino Matute las atribuyó en 1816 a
un nombre de reconocido lustre en el arte sevillano del Quinientos: Pedro de Campaña39, una opinión que secundaron González
de León (1844)40, Mayer (1911)41 y Trens (1947)42. La propuesta
no parece que tuviera universal aceptación, puesto que en la Exposición del
Palacio de Bellas Artes de la Muestra Iberoamericana
de 1929 las piezas fueron exhibidas como anónimas43.
Hernández Díaz y Sancho Corbacho pensaron en
algún manierista flamenco
del círculo de Hernando
de Esturmio (1936)44, si bien algo más tarde para Guerrero
Lovillo eran del propio maestro (1952)45.
Fernando Hornedo recurrió, con dudas, al imaginado
Francisco Frutet (1953)46.
Angulo, siempre prudente, las devolvía al anonimato en 195447.
Juan Miguel Serrera negó la adscripción de las
pinturas a Esturmio
y confirmó su carácter anónimo,
situándolas también con acierto hacia 157048. Suponemos que en la obra colectiva Guía Artística de Sevilla y su provincia, en la que participara
Juan Miguel Serrera, hubo algún error, no extraño dado el desorden y dispersión de pinturas en la parroquia, puesto que por una parte se mencionaban algunas de las tablas
como pinturas anónimas de hacia 1560, pero por otra se citaban las pinturas de San Jerónimo y San Agustín, que sólo pueden ser las pintadas por Alfián, como vinculadas a las del desaparecido retablo de Esturmio49. Como anónimo hacia 1560-1570,
influido por Luis de Valdivieso, las ha considerado Delenda
(1988)50. En la más reciente contribución bibliográfica,
las pinturas del retablo de la Inmaculada han sido atribuidas por Rojas-Marcos
González a Antón Pérez o su círculo51, una atribución sobre la que habrá que volver más adelante en otro contexto.
Las tablas que ahora documentamos como de
Antonio de Alfián, realizadas 10 años más tarde
respecto a las de los retablos de Cristo y
la Virgen de Santo Domingo de Osuna,
vienen a confirmar algunas hipótesis previamente planteadas sobre su obra, pero
también a matizarlas. Por una parte, la supuesta influencia decisiva, aunque
siempre con el matiz de “mal asimilada”, de Miguel Ángel, una idea que está
unida de forma invariable a la interpretación de su obra.
Dejando aparte a Pedro de Campaña, artista
al que, a falta de su intensidad o sutileza, Alfián
debe gran parte de la definición de su
estilo, el ejemplo de Miguel Ángel es desde luego evidente en algunas de las
composiciones que pintó anteriormente en Osuna, en particular en las escenas
pasionistas del retablo de Cristo,
por otra parte más coherentes que las pinturas del altar de la Virgen, que manifiestan no pocos errores
de dibujo y composiciones convencionales y deshilvanadas, como ya
señalara Serrera a propósito de ambos retablos52.
En aquéllas, Alfián buscó con insistencia la monumentalidad en las figuras,
corpulentos personajes que ocupan la totalidad del plano pictórico en un
espacio mínimo (Oración en el Huerto, Ecce Homo y Piedad)
o inexistente (Camino del Calvario y Cristo a la Columna), siempre neutro.
Una forma de ver que, curiosamente y de una forma no premeditada, parece
preludiar tendencias posteriores de la pintura del Quinientos, cuando el arte manierista, esta vez sí de manera consciente, deviene contramaniera.
Juan Miguel Serrera
apuntó la posibilidad de que el conocimiento del estilo del artista florentino
vendría dado a Alfián a través de grabados, dibujos o
copias. La primera de tales vías de transmisión podemos confirmarla ahora con la identificación de algunos de los
grabados usados por el artista sevillano. Así, la figura de Cristo en la tabla del Ecce Homo es una paráfrasis de un asistente
al Martirio de San Pedro de Miguel
Ángel en la Capilla Paolina, grabado como figura aislada por Beatrizet como José
de Arimatea53, mientras que en la pintura de Ánimas del retablo de la Virgen se incluye una cita directa —dado
el tema, casi inevitable— del Juicio
Final, tomada con toda probabilidad
de una estampa54.
Pero el
recurso a fuentes grabadas no se agota con el ejemplo de Miguel Ángel,
demostrando que el horizonte de sus modelos impresos era mucho más amplio y, en ocasiones, peculiar. La Piedad que hoy corona el retablo de Cristo es una transcripción esta vez literal, aunque reducida
y concentrada sólo en el grupo central,
del grabado del mismo tema de Cornelis Bos, fechado en 1545, según un dibujo del italianizado
Lambert Lombard55.
En la ya citada tabla de Ánimas, en
el grupo de Cristo, la Virgen y San Juan Alfián hace uso de dos grabados: la Virgen y San Juan
constituyen variantes de las figuras correspondientes en una conocida
estampa de Raimondi
según Rafael o Giulio Romano56, mientras
que la parte inferior de la figura
de Cristo adapta
la homónima que preside la Disputa del Sacramento en las Estancias vaticanas, conocida
probablemente por mediación del grabado de Giorgio Ghisi
fechado en 155257. Más singulares son otras citas en
esta misma tabla, la más cargada de referencias a modelos impresos: en dos de
las ánimas que se retuercen —no muy felizmente— en la mitad inferior de la composición, el pintor recurre
nada menos que a Bronzino
y Salviati, paradigmas de la
alta maniera florentina
(respectivamente, al Paso del Mar Rojo de
la Capilla de Eleonora de Toledo en
el Palazzo Vecchio de Florencia y a
un diseño del Nacimiento de Adonis,
estampados en ambos casos por dos grabadores anónimos)58.
Es posible que la traducción no sea muy correcta y Alfián
tenga serios problemas con el vocabulario anatómico, más aun siendo como son
las figuras de peor calidad de todas las pintadas por el artista en ambos retablos, pero sin duda dejan traslucir la amplia naturaleza de su mundo de imágenes.
¿Qué quedaba de aquel miguelangelismo en las tablas
pintadas por Alfián para el retablo
de Melchor de Horozco casi una década más tarde? Como composiciones
complejas no es posible compararlas con los retablos de Osuna, en especial con
el de la Virgen, puesto que se
limitan, como sus modelos del retablo de Santa
Catalina de Esturmio, a la presentación de los
personajes en solitario, siendo el resultado lógicamente más equilibrado que
las composiciones un tanto incoherentes de aquel conjunto. El dibujo es ahora más correcto y se han limado en parte las asperezas y sequedad
de sus pinturas anteriores, su manejo del pincel es más ágil y fluido. En una
palabra, son más “italianas”, hecho explicable
si tenemos en cuenta que en ellas se percibe
la influencia de las nuevas corrientes que lentamente irían dominando
la pintura sevillana en el momento en que fueron pintadas, dependientes del
estilo importado de Luis de Vargas. La evolución estilística de Alfián se presenta así como un caso paralelo
al de su estricto coetáneo
Pedro de Villegas, pasando de cierta aspereza nórdica
influida por Pedro de Campaña —que nunca llegaría a desaparecer del todo— a un
no muy diestro clasicismo italianizante, ahora guiado por el ejemplo de Luis de
Vargas, un maestro ya fallecido en estas fechas pero que fue la figura clave,
aunque su influencia fuera póstuma, en la pintura
sevillana a partir del retorno
de Campaña a su Flandes natal.
De paso, en el trayecto Alfián había perdido buena
parte del miguelangelismo específico que la crítica ha señalado en sus retablos
de Santo Domingo de Osuna.
La pintura de la Inmaculada es difícil de apreciar en la actualidad. Aunque no
presenta daños materiales considerables, su superficie está cubierta de barnices oscurecidos, suciedad y repintes, con algunas zonas puntuales de pérdida
de la superficie pictórica, con riesgo de desprendimiento en algunas partes. No ocurre lo mismo con los ocho santos que
la flanqueaban en el retablo, que fueron satisfactoriamente restaurados hace
unos años en la Universidad de Sevilla, intervención en la que se procedió a
retirar los barnices oxidados, a la fijación de la pintura original y a la
reintegración con pigmentos no oleosos y reversibles de las lagunas, por lo
general no esenciales, de las tablas. Como en Osuna, no hay en estas pinturas un especial interés por la descripción
ambiental o el paisaje, siendo éstos mucho más minuciosos en las pinturas de Esturmio en el retablo que se proponía
como modelo, pero la restauración ha descubierto sin embargo a un excelente colorista con una marcada predilección por
los colores claros y los tonos cálidos, tanto en las vestiduras de los
personajes como en los hermosos cielos rosas y violáceos, de raigambre
manierista, que sirven de fondo a las figuras. Mostrando altibajos y
desigualdades en el dibujo o la ejecución de alguna que otra tabla, Alfián es capaz de crear pinturas de cierto aplomo y
serenidad clásicos como en la tabla de San
Pablo, una de las mejores de todo el conjunto. También con la restauración
salió a la luz la pintura original del demonio encadenado que acompaña como
atributo a San Bartolomé. Con
anterioridad a esta intervención esta zona de la pintura presentaba a un
personaje análogo burdamente pintado sobre la superficie de la tabla. Su propósito
era ocultar los daños que presentaba la figura pintada por Alfián,
que había sido rayada de forma deliberada con instrumentos punzantes en el
rostro y parte superior del torso de la figura diabólica. Aunque desconocemos si se trató de un acto puntual
o de una costumbre iconoclasta piadosa algo más prolongada, quien o quienes
lo hicieron habrían
considerado insuficientes las cadenas que sujetaban a la figura demoníaca, infligiéndole un daño que se pretendía comunicar
al infame prototipo
real59.
En cuanto al uso de estampas, la pintura de
las figuras aisladas y estáticas del retablo de la Inmaculada no planteaba a Alfián la
necesidad de acudir a ellas, como en otras ocasiones, para solventar posturas
audaces o complicadas. Las que hemos identificado en las pinturas del retablo
de la parroquia de Santa Ana son también menos inesperadas que en Osuna,
procediendo en todos los casos de Rafael y su entorno, hecho que viene a
confirmar los intereses más clasicistas de la pintura de Alfián
en esta fase. Los apóstoles, en particular, pueden estar inspirados en los
apostolados de Marcantonio a partir de diseños de Rafael pero, excepto en el caso de San Andrés60, sólo de una forma muy general. La
mitad superior de San Pedro, en
cambio, remite a la del apóstol sentado con un libro en la parte baja de la Transfiguración
vaticana, si bien el brazo en segundo término lo haya tomado Alfián de otro personaje que en la misma composición de
Rafael señala al grupo de Cristo61.
Gracias a la documentación del retablo de
Melchor de Horozco, el nombre de Alfián
viene ahora a sumarse a la nómina de
artistas que pintaron altares para la parroquia de Santa Ana a lo largo del
siglo XVI. Alejo Fernández, Juan de Zamora, Andrés Ramírez, Hernando de Esturmio, Pedro de Campaña, Pedro de Villegas, Antonio de Alfián, Alonso Vázquez, y otros maestros todavía anónimos
contribuyeron a la creación de retablos para el templo que todavía hoy —si
dejamos a un lado la Catedral—, a pesar de las pérdidas y el desmembramiento de
su patrimonio artístico, conserva la más completa y representativa muestra de
pintura del Quinientos en la ciudad. Esperamos que algún día algunos de estos
conjuntos, por los que la parroquia está demostrando en los últimos tiempos una
encomiable preocupación por su conservación y restauración, vuelvan a ser
agrupados y expuestos según criterios más acordes con sus intenciones originales, dejando atrás la dispersión que sufrieron a través del tiempo.
Adenda. Algunas obras de Antonio de Alfián.
Con la documentación del retablo de Melchor de Horozco,
nuestro conocimiento de la obra de Antonio de Alfián
se amplía considerablemente. No disponemos
ya sólo de una foto fija de lo que fue su estilo hacia 1565, pudiéndose constatar
que su pintura lógicamente evolucionó, siempre dentro de los límites fijados
por su medio y por sus propias capacidades como artista. A partir de ella es
posible atribuir a su mano una serie de pinturas hasta el momento tenidas por anónimas
o asignadas a otros pintores
activos en Sevilla en la segunda mitad del siglo XVI, porque Alfián, a pesar de ser buen
conocedor y usuario de fórmulas ajenas, como cualquier pintor de su siglo, supo
crear un estilo personal perfectamente reconocible. Por razones de espacio
posponemos para futuros trabajos el estudio de estas pinturas. Sin embargo, por
su especial vinculación estilística o “bibliográfica” con el retablo de la Inmaculada de Triana creemos oportuno
hacer referencia aquí a algunas de ellas.
La primera es la Cena del Museo de Bellas Artes de Sevilla, mucho tiempo guardada en
los almacenes pero recientemente expuesta, esperamos
que de forma permanente, en la sala dedicada a la pintura sevillana y flamenca del siglo
XVI62. Catalogada como anónima, se trata de una obra sin duda pintada por Alfián en un momento muy próximo
al altar de la Inmaculada, aunque
ciertos pasajes más lineales y de factura más cerrada —en particular en los
apóstoles situados a la izquierda— sugieren que debe tratarse de una obra algo
más temprana. Una simple comparación de los
miembros de la asamblea apostólica con sus contrapartidas en las tablas
del retablo de Triana corrobora la
identidad del autor: así, el segundo
apóstol de la parte inferior izquierda, que repite invertido el rostro de San Andrés, o el que aparece a la
derecha de San Juan, que muestra la
misma configuración y los rasgos de San
Simón; también son características de Alfián la
manos de los personajes, muy alargadas y sin apenas insinuación de estructura o
volumen, así como su concentración dirigida exclusivamente a los personajes de
la escena, en la que la mesa y las figuras, únicos elementos indispensables,
ocupan un espacio neutro.
Si bien no es en modo alguno seguro que
perteneciera al mismo conjunto del que formó parte la Cena, también se guarda en las colecciones del Museo de Bellas
Artes una tabla pintada en el anverso y reverso con los santos Catalina de Alejandría y Francisco de Asís63 que atribuimos a Alfián. La Santa de Alejandría en particular, una de las
figuras más bellas que pintó, está formal y estilísticamente muy próxima a los
santos del retablo de la Inmaculada.
La Cena
y la tabla con Santos del Museo
comparten, además de la identidad de estilo, una misma procedencia: el convento
de Madre de Dios, de donde fueron incautadas en la revolución de 1868. Este
hecho, y nuestra atribución conjunta a Antonio de Alfián,
obligan a plantear la posibilidad de que pudieran haber formado parte del
antiguo retablo mayor del convento, sustituido entre 1702 y 1704 por el actual,
en el que sabemos que Alfián trabajó entre 1570 y
1573 junto con el pintor Luis de Valdivieso, el imaginero Jerónimo Hernández y, una
vez más, el entallador Juan de Oviedo
el Viejo, en fechas por tanto cercanas al retablo de Melchor de Horozco64. No
estamos bien informados sobre la estructura o el programa iconográfico
del retablo de Madre de Dios, del que se sabe únicamente que se dividía en una
calle central de escultura —de las cuales se han conservado la Virgen y el Calvario y algunas otras esculturas de Jerónimo Hernández en
clausura— y calles laterales con pinturas. Sin embargo, las dimensiones y el
formato horizontal de la Última Cena corresponden más bien a un retablo
pequeño, quizá para comulgatorio65, mientras
que la tabla pintada por ambas faces también sugiere un
tabernáculo con puertas de dimensiones modestas66;
por estas razones nos inclinamos a pensar que pudieron formar parte
de cualquier otro altar
pintado en ese recinto por Antonio de Alfián
por las mismas fechas en que trabajaba en el retablo mayor del convento.
Anónimo según Primaticcio:
Ulises disparando a los pretendientes.
Algo más tardío es
el Juicio Final en propiedad privada
que ha sido publicado en fechas recientes con la atribución a Antón Pérez67, obra que
consideramos sin embargo pintada por Alfián. Como ya
señalamos, no ha sido la única pintura del artista que nos interesa atribuida
en los últimos estudios a Antón Pérez, un artista difuso que en realidad no
pintó el conjunto que se asocia de forma invariable
con su nombre68. Un conjunto con el que, por otra
parte, tampoco tienen relación estilística las obras que se adscriben en la bibliografía más reciente
al pintor cordobés. Sin entrar en la espinosa cuestión de los retablos de
Fuente Obejuna, vale decir que es necesario recortar de forma drástica el
creciente catálogo de Antón Pérez: de su labor sevillana, hasta el momento,
sólo podemos identificar algunas obras decorativas y la repintada Virgen con el Niño de la parroquia de
San Pedro.
Antonio de Alfián: Juicio Final (detalle), propiedad privada.
De vuelta con Alfián
y su Juicio Final, las dimensiones y
formato de la pintura permiten deducir que se trata del remate de un retablo de
tamaño medio, como ya apuntó Inmaculada Rodríguez Aguilar69,
similar a la composición que coronaba el que ya pintara el mismo artista en el
conjunto concertado el 18 de junio de 1546 junto con Alonso de Solís para la capilla del mercader
Francisco de Salamanca en el monasterio de San Francisco de Sevilla70.
En ambos casos las exigencias
del tema le llevarían a enfrentarse con las composiciones más complejas y multitudinarias de toda su carrera, aunque no pueda decirse que el resultado en
la única que se ha conservado fuese de los más afortunados71.
En las figuras de los condenados, en la parte derecha de la pintura, es posible
verificar cierta mejora en su dominio del desnudo respecto a los del retablo de
la Virgen de Osuna, pintados
aproximadamente quince años antes, algunos de cuyos gestos repite, pero
continúan delatando similares errores anatómicos y falta de articulación que
sus precedentes. En sintonía con el carácter que ya apuntamos respecto a las
tablas de Santa Ana, las figuras son más clásicas e italianizantes que las de
Osuna, aunque teniendo presente el carácter cada vez más internacional del arte
europeo del XVI avanzado no haya paradoja alguna en el hecho de que la pintura
dependa ahora de un prestigioso precedente flamenco: el Juicio Final de Marten de Vos del monasterio de San Agustín de
Sevilla, tabla central del tríptico firmado y fechado por el artista en 1570
conservado hoy en el Museo de Bellas Artes de esta ciudad72.
De él toma Alfián la estructura compositiva, si bien
se ve obligado a abreviar la zona media de la misma dado el formato mucho más
estrecho de su pintura, la configuración de los grupos y muchos motivos
específicos, tantos que no sería posible enumerarlos: desde las figuras de Cristo, la Virgen y San Juan Bautista hasta
el gesto de San Pedro, el grupo de
bienaventurados que sostiene la cruz, el ángel de espaldas a la izquierda de la
composición (invertido con torpeza respecto al original), la boca del Infierno, el demonio cortado por el marco a la derecha...
Citado notoriamente y no sin censura por
Pacheco73, se ignora el momento en el que el
influyente retablo del artista flamenco llegó a Sevilla. El patente y temprano
impacto que ejerció en el Juicio Final que
atribuimos a Alfián implica que debió importarse a
Sevilla desde Amberes en fechas inmediatas a su factura, quizá como
consecuencia de un encargo específico. Al mismo tiempo, establece un término post quem para
la pintura sevillana, que también por razones estilísticas podríamos situar
hacia 1575-1580.
A pesar de los débitos
señalados, la pintura
de Alfián no es una copia literal
de su modelo flamenco. La influencia
es desde luego mucho más iconográfica y compositiva que estilística, por cuanto
las figuras siguen respondiendo a los cánones y fórmulas de su repertorio
habitual. En el tropel de personajes exigidos por el tema Alfián
tiene espacio para introducir otros de cosecha propia o, fiel a viejas
costumbres, tomados de fuentes grabadas. Una de estas últimas no produce
especial sorpresa: una nueva cita aislada del Juicio Final de Miguel Ángel, aunque para llevarla a cabo traslada
a uno de los diablos del florentino —el que tiene una serpiente enroscada en su
cuerpo— de la parte derecha a la izquierda, bendiciéndolo y transformándolo en
alma bienaventurada74. Otra, en cambio, es del todo
inesperada y llamativa: en una de las figuras a la izquierda de la composición Alfián recurre a una análoga procedente de una composición
de otro de los exponentes de la más refinada bella maniera, Francesco Primaticcio. De
la serie de frescos que decoraba la Galería
de Ulises en Fontainebleau, en concreto de la escena en la que el
protagonista da cuenta de los pretendientes de Penélope75,
el sevillano extrae una figura de acusado contrapposto para situarla, no sin tosquedad y cierta falta de lógica
iconográfica, en la mitad bienaventurada de la
pintura.
Algunas de las fuentes gráficas que hemos
señalado, cuando menos singulares si tenemos en cuenta los grabados usualmente
utilizados por sus contemporáneos en la Sevilla del tercer cuarto del XVI,
arrojan nueva luz sobre la figura de Alfián y su
universo creativo. Eficaz y exitoso productor de imágenes, si no un artista
especialmente brillante sí fue uno de los más curiosos y abiertos a cuantas
novedades le pudiera aportar el caudal de imágenes impresas que llegaba a la ciudad desde Flandes e Italia.
1.
PACHECO, F., Arte de la Pintura. Su Antigüedad y Grandeza, Sevilla, 1649 (edición a cargo de Bonaventura Bassegoda i Hugas, Madrid, Cátedra,
1990), pp. 447, 461 y 500.
2.
CEÁN BERMÚDEZ, J.A., Descripción artística de la Catedral de
Sevilla, Sevilla, Casa de la Viuda de Hidalgo y Sobrino, 1804 (ed. Sevilla,
Renacimiento, 1981), p.67. Sobre la pintura, Cf. GÓMEZ SÁNCHEZ, J.A., “Andrés
de Segura y el San Sebastián de la Puerta de los Palos de la Catedral de
Sevilla (1506-1507)”, Archivo Hispalense.
Revista histórica, literaria y artística, Sevilla, Diputación Provincial,
XC, 2007, nº 273-275, pp. 365-380. Acerca de la pintura de San Roque colocada sobre la Puerta de las Campanillas, también atribuida a Alfián pero en pésimo estado de conservación y
cubierta de repintes todavía hoy, hacemos nuestra la prudencia del tristemente
desaparecido Juan Miguel Serrera, quien apuntó que había que esperar a que la pintura
se restaurase para discernir si era o no de Alfián,
extremo que no hay que descartar; Cf. SERRERA,
J.M., "Pinturas y pintores del siglo XVI en la Catedral de Sevilla", en A.A.V.V.,
La Catedral de Sevilla, Sevilla, Guadalquivir, 1984, pp.
353-404, 373, 378-379.
3.
El contrato del retablo
del Mariscal, fechado el 12 de Enero de ese año. fue
publicado en GESTOSO Y PÉREZ, J., Ensayo
de un diccionario de artífices que florecieron en Sevilla desde el siglo XIII al XVIII inclusive, Sevilla, Andalucía Moderna, T. III, 1900, pp. 279-282. Sobre éste, Cf. VALDIVIESO, E., Pedro de Campaña, Sevilla, Fundación Sevillana Endesa, 2008, pp. 102-112.
4.
HERRÁEZ Y SÁNCHEZ DE
ESCARICHE, J., "Antonio de Alfián. Aportaciones
al estudio del arte pictórico sevillano del siglo XVI", Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, Madrid, Sociedad Española de Excursiones, XXXVII, 1929, pp. 270-310.
5.
La publicación del pequeño tríptico
de la Asunción y Santos, firmado por el artista, hoy en el Museo Nacional
de Poznan; Cf. DOBRZYCKA, A.,
Malarstwo hiszpanskie XIV-XVIII wieku w zbiorach polskich: Katalog wystawy, Poznan, Muzeum Narodowe w Poznaniu, 1967, pp. 22-23, nº 2.
6.
SERRERA, J.M., "Antonio de Alfián: Las pinturas del retablo de Cristo del antiguo convento de Santo Domingo de Osuna", Archivo Hispalense. Revista histórica, literaria y artística, Sevilla, Diputación Provincial de Sevilla, LXII, nº 189, 1979, pp. 139-152.
7.
MORALES, A.J., “Blas Hernández
Bello. El retablo de San Agustín del convento sevillano de
San Leandro”, Archivo español de arte,
T. 55, nº 219, 1982 , pp. 311-315; LLEÓ CAÑAL, V., “El último contrato de Hernán Ruiz y el primero de Jerónimo Hernández. Documentos sobre la capilla de la Estrella de la Catedral de Sevilla”, Revista de Arte Sevillano, Sevilla, Caja de Ahorros Provincial San Fernando, nº 3, 1983, pp. 3-8; RÍOS, E.
de los, "Jerónimo Hernández y Antonio de Arfián:
sus intervenciones en el primitivo retablo mayor de la parroquia de San Miguel
de Jerez de la Frontera", Atrio. Revista de Historia y Crítica de Arte, Sevilla, Ayuntamiento de Sevilla, Área de Cultura, nº 3, 1991, pp. 33-39; RODA
PEÑA, M., “El Nazareno de las Fatigas
y su capilla en la parroquia de Santa María Magdalena de Sevilla”, Laboratorio de Arte, Revista del Departamento de Historia del Arte, Universidad de Sevilla, 22, 2010, pp. 73-101. Recientemente se han vinculado con su quehacer las tablas
conservadas en Santa Ana de Archidona, tablas que al parecer no han sido hasta
el momento objeto de estudio y que pueden pertenecer a Alfián y a otro pintor aún no identificado.
8.
A.A.V.V.,
El Retablo de la Virgen de Belén del Convento de Santo
Domingo de Osuna (Antonio Alfián y Lorenzo Meléndez), Osuna, Patronato de Arte Amigos de los Museos de Osuna, 1999.
9.
En junio de ese año,
cuando el artista estaba ya casado con Francisca de Ortega. Cf. HERNÁNDEZ DÍAZ,
J., Arte y artistas del Renacimiento
en Sevilla, Documentos para la Historia del Arte en Andalucía (en adelante, D.H.A.A.),
Sevilla, Universidad, Laboratorio de Arte, T. VI, 1933, p. 77.
10.
LÓPEZ MARTÍNEZ, C., Desde Martínez Montañés a Pedro Roldán,
Sevilla, Rodríguez Giménez y Compañía, 1932, p. 193. Ya en 1599 concedió un poder a su hijo Alonso para que terminara
el retablo de San Martín de Niebla (LÓPEZ MARTÍNEZ, C., Desde Jerónimo Hernández hasta Martínez Montañés, Sevilla, Rodríguez
Giménez, 1929, p. 156), aunque de hecho su heredero
moriría antes que él.
11.
Don Melchor de Horozco de Santa Cruz, apodado “el indio”, regidor de Huete
(Cuenca), quien fallecería en esa villa en 1587. Como se ha señalado, el apodo
le vendría dado a raíz de alguna estancia más o menos prolongada en Indias,
aunque ésta no ha sido documentada hasta el momento; vid. PARADA Y LUCA DE
TENA, M. de, Bibliografía sobre la ciudad
de Huete. Autores, documentos, citas sobre vecinos y naturales. Acontecimientos, incorporada en la
página web oficial www.Huete.org del Ayuntamiento de Huete. Su
presencia en Sevilla, puerta de las Indias y parada obligada para los viajeros
que cruzaban el Atlántico, desconocida hasta ahora, viene a corroborar esta
hipótesis. La especial vinculación marinera de la parroquia de Santa Ana, donde
a lo largo del siglo XVI capitanes, maestres y comitres
fundaron capellanías y levantaron retablos, puede explicar la elección de
Melchor de Horozco.
12.
A.H.P.Se., Protocolos, Oficio XIX, Gaspar de León, 1573, Libro 5º, fols. 304 r. y ss. (Apéndice documental, documento 1).
13.
Domingo anterior al de
Ramos, denominado así por la lectura del Evangelio que tenía lugar ese día: la
muerte y resurrección de Lázaro (Jn., 11, 1-46)
14.
A.H.P.Se.,
Protocolos,
Oficio XIX, Gaspar
de León, 1573,
Libro 5º, fols. 305 v. y ss. (Apéndice documental, documento 2).
15.
A.H.P.Se.,
Protocolos,
Oficio XIX, Gaspar
de León, 1573,
Libro 5º, fols. 307 r. y ss. (Apéndice documental, documento 3).
16.
A.H.P.Se., Protocolos, Oficio XIX, Gaspar de León, 1575, Libro 1º, fols. 77 v. y ss. (Apéndice documental, documento 4).
17.
Entonces, Alfián reconocía –y Gaspar de León lo ratificaba– que había
recibido al contado los 135 ducados que montaba el retablo; ahora, que los 90 ducados que se le pagaban se los había “donado” Melchor
de Horozco en una carta con igual fecha.
18.
Algunos de ellos, ya
conocida su documentación, se estudian en PALOMERO PÁRAMO, J.M., El retablo sevillano del Renacimiento:
Análisis y evolución (1560-1629), Sevilla, Diputación Provincial, 1983, pp. 236-240, 242, 248, 250, 255 y 290-292.
19.
19.
205 x 105 cms.
20.
El santo pintado por Alfián ha sido interpretado alternativamente como San Blas o San Agustín. Al carecer de atributos identificativos, en rigor podría tratarse de
cualquier santo obispo, aunque al aparecer como claro pendant
de San Jerónimo parece más pertinente
considerarlo como otro de los Doctores de la Iglesia. Descartado San Gregorio,
papa, podría tratarse de San Ambrosio o, más verosímilmente, San Agustín de Hipona.
21.
Las pinturas insertas
en el actual políptico de la Inmaculada miden
95 x 38,5 cms, y 90 x 43 cms
las que se ubicaron rodeando el tablero de Santa
Catalina de Esturmio. Estas medidas corresponden
no obstante a la superficie pintada hoy visible, pero hay que tener en cuenta
que las tablas habían sido aserradas de forma muy irregular en los bordes, como
tuvimos ocasión de comprobar durante el proceso de restauración del que fueron
objeto. El marco en el que fueron colocadas quizá a principios del XX oculta
parte de la superficie pictórica de los paneles. En la fotografía que publicamos, en la que las
imágenes laterales están igualadas en altura, es apreciable la discrepancia de
medidas entre ellas.
22.
Firmados ambos el 17 de
Julio de 1553. El concierto de la pintura sí fue mucho más detallado en cuanto
al programa iconográfico –que luego sería en parte alterado-, pero es una
información que no nos interesará en este lugar. Cf. La documentación publicada
en HERNÁNDEZ DÍAZ, J., Arte y artistas
del Renacimiento... Op. Cit., pp.
74-75 (concierto de
la talla) y del mismo
autor, Arte hispalense de
los siglos XV
y XVI, D.H.A.A., T. IX,
1937, pp. 47-48 (pintura). El costo de las labores de talla y pintura había
ascendido en 1553 a 47 y 77 ducados, respectivamente frente a los 125 y 135 que
pagaba Melchor de Horozco en 1573. Sobre este
conjunto, vid. SERRERA, J.M., Hernando de
Esturmio, col. Arte Hispalense, Sevilla, Diputación Provincial, 1983, pp. 94-96.
23.
“Entre esta capilla (se
refiere a la de San Cristóbal) y el baptisterio hay un apreciable retablo
cerrado con rejas, en que se venera la virgen Maria en el misterio de su Concepcion purisima, cuya imagen,
las de san Sebastian y san Andrés, san Blás y san Gerónimo, y otros cuatro apostoles
son de lo bueno que pintó el célebre Campaña. Es tambien
muy arreglada la composicion del retablo, del mismo
estilo y gusto que el mayor, unicos que conservan su primitiva forma”. Cf. MATUTE Y
GAVIRIA, J., Aparato para describir la
historia de Triana y de su iglesia parroquial, Sevilla, Imprenta de Don Manuel Carrera y Compañía, 1816, p. 33.
24.
“Yten
un rretablo de madera de talla Pintada en él la ymagen de la concepción de nuestra señora y las ymájenes de sant bartolomé y sant sebastián y sant jerónimo con un guardapolbo en una bara (sic) de
hierro de Rodrigo andeyro año de noventa y ocho está
en la iglesia / año 622 está en el dicho altar”, Archivo de la Parroquia de
Santa Ana, Inventario 1, 1509-1598, fol. 83 vto / 130
vto (doble numeración); la referencia se repite con
las mismas palabras en el Inventario 2, 1647-1671, fol. 167 vto., con notas
añadidas que verifican que se encontraba así en 1653, 1656 y 1677.
25.
Se nos escapa la
relación que pudo haber entre ambos o la vinculación de
Rodrigo de Andeiro con
Huete, de donde
quizá fuera natural, puesto que su nieto Tomás de Andeiro, miembro de la Hermandad de la Caridad de Sevilla,
fundaría un vínculo para pobres en esa localidad, donde por otra parte también residían otros descendientes de Rodrigo; Cf. PARADA Y LUCA DE TENA, M., “Huete y la guerra contra Francia. Llamamientos de hijosdalgo en 1635 y 1637”, Anales de la Academia Matritense de
Heráldica y Genealogía, Homenaje a don Faustino Menéndez Pidal, VIII, 2, 2004, pp. 663-708, esp. p. 701, nota 62.
26.
MATUTE Y GAVIRIA, J., Op. Cit., p. 33 (Vid. nota 23 supra).
27.
GONZÁLEZ DE LEÓN, F., Noticia artística, histórica y curiosa de todos los edificios públicos, sagrados y profanos de Sevilla, Sevilla, Imprenta de Don José Hidalgo y Compañía,
1844, T. II, p. 333. Aunque el
capítulo que dedica a la iglesia de Santa Ana es breve, ese mismo año Amador de
los Ríos no lo cita. Cf. AMADOR DE LOS RÍOS, J., Sevilla pintoresca, o descripción de sus más célebres monumentos
artísticos, Sevilla, Francisco Álvarez y Compañía, 1844.
28.
“Uno grande en tabla de
la Asunción y cuatro pequeños alrededor de cuatro
santos”. Debe tratarse de un error de identificación por parte del párroco Antonio López, puesto que en
ninguno de los inventarios anteriores se cita una pintura grande de la
Asunción. El inventario, realizado por orden del Arzobispado y conservado en el
archivo del Palacio Arzobispal de Sevilla, ha sido transcrito en RODRÍGUEZ
BABÍO, A., “Santa Ana en tiempos del Padre Mijares”,
Boletín de las Cofradías
de Sevilla, nº 559, 2005, pp. 634-639
29.
No obstante, en el
altar de Santa Teresa, recompuesto en
la nave de la Epístola, cita dos tablas con San
Sebastián y San Roque y otras dos
de las que no especifica la iconografía, considerando anónimas las primeras y
atribuidas las otras a “Campaña o Frutet”, aunque él
se inclinaba por el segundo. Dada la dispersión que sufrieron gran parte de los
retablos secundarios de la parroquia no sería extraño que las pinturas de Alfián hubieran encontrado acomodo en algún otro retablo,
como sucedió de hecho con las tablas de otros conjuntos, pero el carácter de la
cita de Gestoso no permite ser más precisos al respecto. La pintura de San
Sebastián podría ser la que pintara Alfián, al igual
que las dos que menciona como del inexistente Frutet,
pero la imagen de San Roque suscita perplejidad. En la actualidad se ha
conservado una tabla con la representación
del santo, no de Alfián, pero ésta debe ser la misma
que el propio Gestoso cita pocas páginas antes en un altar de la Virgen del Carmen. Si
se trató de un error de identificación en el caso de San Roque, las 4 pinturas
del altar de Santa Teresa pudieron ser algunas de las que pintó Alfián. Sobre los altares de la Virgen del Carmen y de Santa
Teresa, vid. GESTOSO Y PÉREZ, J., Sevilla
monumental y artística. Historia y descripción de todos los edificios notables..., Sevilla, Oficina Tipográfica El Conservador, 1889, T. I, pp. 184 y 187.
30.
Catálogo de la Sección de Arte
Antiguo: Palacio Mudéjar, Catálogo de exposición, Sevilla, Exposición Ibero-Americana,
1929-1930, p. 5, nºs 23 (políptico de la Inmaculada)
y 26 (políptico de Santa Catalina). La tabla de San Agustín (?) aún conserva una etiqueta de exposición pegada
en el dorso con el nº 309.
31.
Sobre el particular
empeño sevillano a partir de los inicios del XVII en exaltar y elevar la
tradición inmaculista a la altura de dogma teológico,
ver STRATTON, S., La Inmaculada
Concepción en el Arte Español, (tirada aparte de Cuadernos de Arte e Iconología, 1988, T. I, 2), Madrid, Fund. Universitaria Española, 1988, passim.
32.
Sobre la interpretación inmaculista de este episodio, ver STRATTON, S., Op. Cit., pp. 19-22.
33.
San Joaquín y Santa Ana arrodillados, de los que parten ramos que
confluyen en la figura sentada de la Virgen y el Niño, como lo representaron
entre otros, Esturmio en la tabla del Panteón Ducal
de Osuna, fechada en 1555, o el propio Alfián en la
pintura que remataba el desaparecido retablo del mercader Juan de Jerez en el
monasterio de Santa María la Real de Sevilla, concertado en 1557 y conocido por
el documento publicado en LÓPEZ MARTÍNEZ, C., Desde Jerónimo Hernández... Op. Cit., p.
31. Acerca del tema iconográfico, Cf. STRATTON, S., Op.
Cit., pp. 17-18.
34.
Sobre la iconografía de la Tota Pulchra, cf. STRATTON, S., Op. Cit., pp. 34-39; acerca del tema de la Mulier Amicta Sole, Ibidem., pp. 39-45; sobre la confluencia de ambos temas que dio lugar a
la versión “definitiva” de la Inmaculada,
Cf. DELENDA, O., “L’Art
au service du dogme. Contribution de l’Ecole Sévillaine et de Zurbarán à l’iconographie de l’Immaculée Conception”, Gazette des Beaux-Arts, Paris, Les Beaux-Arts. Société d'édition et de publication, CXI, 1988, pp. 239-248, esp. p. 242; STRATTON, S., Op. Cit., pp. 46-48.
35.
Así sucede en la Inmaculada firmada y fechada en 1589 por
Cristóbal Gómez, conservada en el Palacio Arzobispal de Sevilla, o en las diferentes
versiones pintadas por Alonso Vázquez en torno a 1600. El mismo Pacheco, que
abogaría decididamente en defensa del blanco y azul en su Arte de la Pintura –terminado en 1638-, había pintado antes Inmaculadas vestidas de rojo y azul; Cf. PACHECO, F., Op. Cit., p. 576. Respecto a la pintura de Alfián,
excepcional en las versiones conocidas del siglo XVI sevillano, cabe plantear
la posibilidad de que los colores blanco
y azul le fuesen sugeridos por el promotor, que recordemos era vecino de Huete.
A partir de los influyentes ejemplos de Joan de Joanes
en el tercer cuarto del siglo, en Valencia y sus áreas inmediatas de influencia
(en este caso, Cuenca) serán esos los colores que de forma casi invariable
aparecen en las vestiduras de la Inmaculada.
36.
Suzanne Stratton ha subrayado la dificultad de trasladar el tema de
la Inmaculada al medio visual, hecho
que explicaría el énfasis en el didactismo de las imágenes que se le dedicaron,
en particular las más tempranas;
Cf. STRATTON, S., Op. Cit., p. 6.
37.
Vid.
nota 20 supra.
38.
“Though
the early Fathers do not even consider the possibility of the Immaculate
Conception, they do perceive that Mary needed to be excepted in some fashion
from the normal postlapsarian state if she were to become the Mother of God,
thereby establishing a
fundamental principle concerning Mary’s sinlessness” (REYNOLDS, B. K., Gateway to Heaven. Marian Doctrine and
Devotion. Image and
Typology in the Patristic and Medieval Period, vol.
1, Nueva York, New City Books, 2012, p.
332). Irónicamente, la
doctrina del pecado original transmitido a través de la concupiscencia de los padres,
establecida por el santo de Hipona, sería indispensable para la creencia
posterior en la Inmaculada, puesto que sin ella es imposible pensar en el
privilegio inmaculista, y a la vez uno de los
obstáculos principales para la aceptación posterior del
dogma; Vid. FALGUERAS SALINAS, I., “La contribución de San Agustín al dogma de
la Inmaculada Concepción de María”, Scripta Theologica, Universidad de Navarra, vol. IV, 1972, pp. 355-433, esp. pp. 430-431 y STRATTON, S., Op. Cit., p. 4.
39.
MATUTE Y GAVIRIA, J., Op. Cit., 33.
40.
GONZÁLEZ DE LEÓN, F., Op. Cit., p. 333.
41.
MAYER,
A.L., Die Sevillaner
Malerschule. Beiträge zu ihrer Geschichte,
Leipzig, Klinkhardt & Biermann, 1911, p. 61. Por otra parte, Mayer atribuía a Alfián otro retablo de la parroquia de Santa Ana, el de la Estigmatización de San Francisco de la
capilla del capitán Francisco de Vallejo, cuyas pinturas, aún sin documentar,
pertenecen sin embargo a Pedro de Villegas Marmolejo, c. 1570; Cf. Ibidem., p.
61 e Idem., Historia
de la Pintura Española, Madrid, Espasa-Calpe, ed. 1942, p. 213.
42.
TRENS, M., María. Iconografía de la Virgen en el Arte Español, Madrid, Plus Ultra, 1947, p. 158.
43.
Catálogo de la Sección de Arte Antiguo... Op. Cit., p. 5, nºs 23 y 26.
44.
HERNÁNDEZ DÍAZ, J. y
SANCHO CORBACHO, A., Estudio de los
edificios religiosos y objetos de culto de la ciudad de Sevilla saqueados y
destruidos por los marxistas, Sevilla,
Imprenta de la Gavidia, 1936, pp. 49 y 57.
45.
GUERRERO LOVILLO, J., Guía artística de Sevilla, Barcelona, Ariel, 1952, pp. 86-88..
46.
HORNEDO, F., “La pintura de la Inmaculada en Sevilla (primera mitad del siglo XVII)”, Miscelanea Comillas, Santander, Universidad Pontificia de Comillas, XX, 1953, pp. 167-198, esp. pp. 173-174, 179 y 191.
47.
ANGULO IÑIGUEZ,
D., Pintura del Renacimiento, Ars Hispaniae, vol. XII, Madrid, Plus Ultra, 1954, p. 222.
48.
SERRERA,
J.M., Hernando de Esturmio, Op. Cit., p. 94.
49.
MORALES, A. J. et alt., Guía Artística de Sevilla y su provincia, Sevilla, Diputación Provincial, 1981, p. 240.
50.
DELENDA, O., Op. Cit., p. 242. A partir del estudio de Delenda la pintura ha sido citada, siempre como anónima, en
otros artículos interesados en la iconografía del tema inmaculadista,
p.e. SÁENZ PASCUAL, R., “La Inmaculada Concepción de
Eguino y su relación con el grabado”, Ondare: cuadernos de
artes plásticas y monumentales, San Sebastián, Sociedad de Estudios Vascos,
Eusko Ikaskuntza, 19, 2000,
pp. 621-628, esp. p. 626.
51.
ROJAS-MARCOS GONZÁLEZ,
J., Francisco Frutet, un pintor que nunca existió, Sevilla, Diputación, 2012, pp. 208-210,
nº VI.3.3.
52.
SERRERA, J.M., “Antonio
de Alfián...”, Op. Cit., p.
144. Aunque no es nuestra intención tratar aquí estos retablos, creemos
necesario recordar que poco después de concertarlos, Alfián
tomaba a su servicio como ayudante a un desconocido Pedro Fernández, según un
documento fechado el 12 de Febrero de 1565. Aunque no
se ha señalado hasta el momento, parece probable que participara en ellos; Cf.
HERRÁEZ Y SÁNCHEZ DE ESCARICHE, J., Op. Cit., p. 280.
53.
Nicolas Beatrizet según Miguel Ángel: José de Arimatea, c. 1540-1566 (Il primato del disegno, Catálogo de exposición, Florencia, Edizioni Medicee, 1980, nº 783).
54.
El ángel que aparece en
el centro de la escena está tomado directamente de otro que toca una trompeta
en el Juicio de la Sixtina, aunque convenientemente vestido en la versión
española. Alfián tendría fácil acceso a la
composición de Miguel Ángel en alguna de las versiones grabadas del fresco o,
quizá, en el fragmento estampado por Niccolo della Casa en 1545 (MOLTEDO, A. La Sistina riprodotta,
Roma, 1991, n.6).
55.
Cornelis Bos, según Lambert Lombard: Piedad, 1545 (Hollstein, 33 y 37). Juan Miguel Serrera, sin embargo, señaló que la composición de Alfián
derivaba de Raimondi y Cranach, opinión que no
podemos compartir; Cf. SERRERA, J.M., “Antonio de Alfián...”,
Op. Cit., p. 144.
56.
Marcantonio Raimondi, según Rafael o Giulio Romano: Cristo, la Virgen y Santos, c. 1520-1525 (Bartsch, XIV.100.105).
57.
Giorgio Ghisi según Rafael: Disputa del Santísimo Sacramento, 1552 (Bartsch, XV.394.23).
58.
Anónimo según Agnolo Bronzino: Paso
del Mar Rojo, s.f. (publ. Hieronymus
Cock) (Il primato
del disegno, Catálogo de exposición, Florencia, Edizioni Medicee, 1980, nº 773); anónimo según Francesco Salviati: Nacimiento de Adonis, grabado fechado en 1544 (publ. Antonio Lafrery) (Ibidem, nº 727; Bartscb, XV.42.12). Algo
menos clara resulta la derivación de otro de los desnudos de una figura análoga
en una estampa grabada por René Boyvin según diseño
de Rosso hacia 1545-1555 (Disputa de
Atenea y Poseidón, del relieve de la Galería de Francisco I en Fontainebleau)
(Robert-Dumesnil VIII.45.67).
59.
Vid. FREEDBERG, D., El poder de las imágenes.
Estudios sobre la teoría y la historia de la respuesta, Madrid, Cátedra, 1992, p. 461.
60.
El giro de la figura es
característico de Rafael, quien lo adapta en varias composiciones. Alfián pudo conocerlo posiblemente a través del grabado correspondiente a San Judas Tadeo
en el apostolado pequeño grabado por Raimondi (Bartsch, XIV.119.134).
61.
Una fuente discutible
si nos remitimos a la pintura de Rafael o al grabado de Cort
basado en ella, pero la versión que Alfián debió
conocer sería la tosca estampa del
Maestro del Dado, c. 1530-1560 (Bartsch, XV.136.6).
62.
Inventario nº 811. 74 x 128 cms.
Ingresada en el Museo en 1869 como de “escuela antigua”; Cf. IZQUIERDO, R. y
MUÑOZ, V., Museo de Bellas Artes. Inventario de pinturas, Sevilla, Junta de
Andalucía, Conserjería de Cultura, 1990, p. 28. Aunque no comentada en el
texto, la tabla es reproducida como anónima en VALDIVIESO, E., La pintura en el Museo de Bellas Artes de
Sevilla, Sevilla, Galve, 1991, fig. 50. El autor la fecha hacia 1570, opinión que compartimos. En
fechas recientes la pintura ha sido estudiada, como obra anónima, entre las alguna vez atribuidas al inexistente Frutet en ROJAS-MARCOS GONZÁLEZ, J., Op. Cit, pp. 189-190. A este autor remitimos para una más completa bibliografía de la pintura. Cf. así mismo CALDERÓN BENJUMEA, C. y
CALDERÓN BENJUMEA, J.A., El Real
Monasterio de Madre de Dios de Sevilla, Sevilla, Guadalquivir, 2004, p.
138. En la transcripción del acta de Incautación que publican, fechada el 16 de
Octubre de 1868, la pintura aparece consignada en el
piso alto del monasterio.
63.
No expuesta. Inventario nº
40. 114 x 48 cms. Ingresada en el Museo en 1869 como
de “escuela sevillana antigua”; Cf. IZQUIERDO, R. y MUÑOZ, V., Op. Cit., p.
27. La Santa Catalina fue reproducida
como pintura anónima hacia 1580 en VALDIVIESO GONZÁLEZ, E., La pintura en el Museo..., Op. Cit., fig. 54; en CALDERÓN BENJUMEA, C. y CALDERÓN
BENJUMEA, J.A., Op. Cit., p. 138, Santa Catalina es considerada del círculo
de Luis de Vargas. El reverso con San
Francisco sólo lo conocemos gracias a una fotografía del Laboratorio de
Arte de la Universidad
de Sevilla.
64.
Sobre la documentación del retablo, cf. LÓPEZ MARTÍNEZ, C., Desde Jerónimo Hernández... Op. Cit., pp. 218-220. Una síntesis sobre el mismo en PALOMERO PÁRAMO, J.M., El retablo sevillano... Op. Cit., pp. 236-237.
65.
Años antes, en Julio de
1557, el mismo Alfián se obligaba a pintar un retablo
de la Cena para el comulgatorio de
monjas de la Real, como una de las cláusulas adicionales al concierto de un
retablo para el mercader Juan de Jerez; Cf. LÓPEZ MARTÍNEZ, C., Desde Jerónimo Hernández... Op. Cit., p. 31.
66.
Su existencia implica
lógicamente la perdida de otra hoja que vendría a completar las puertas. Al
tratarse de un convento de monjas dominicas,
como hipótesis es posible que ella estuviesen
representados Santa Catalina de Siena y Santo Domingo.
67.
RODRÍGUEZ AGUILAR,
I.C., “Una tabla atribuible a Antón Pérez”, Laboratorio
de Arte. Revista del Departamento de Historia del Arte, Universidad de Sevilla, 16, 2003, pp. 399-404.
68.
Como estudiamos en
nuestra tesis de licenciatura El Retablo
de las Reliquias de la Catedral de Sevilla (1559-1584), bajo la dirección
del catedrático Alfonso Pleguezuelo Hernández
y defendida en la Facultad
de Bellas Artes de la Universidad de Sevilla en 2007.
69.
Según esta autora sus
dimensiones son 120 x 230 cms.
70.
Por razones de estilo,
descartamos que la tabla que nos ocupa pueda identificarse con la pintada en
esas fechas tempranas. Sobre la documentación del retablo de Francisco de
Salamanca, cf. SANCHO CORBACHO, H., Arte
Sevillano de los Siglos XVI y XVII, D.H.A.A., T. III, 1931, pp. 11-12.
71.
Sólo conocemos la obra
la obra gracias a las fotografías que en su día nos cedió amablemente Juan
Miguel Serrera, a quien ya entonces expresamos nuestra
opinión sobre su adscripción a Antonio de Alfián.
72.
Inventario nº 53. Ingresado en el Museo en 1840;
Cf. IZQUIERDO, R. y MUÑOZ, V., Op. Cit., p. 48. Sobre la pintura, vid. ANGULO IÑÍGUEZ,
D., “Martín de Vos en España y Méjico”, Miscellanea Prof. Dr. D. Roggen,
Amberes, Uitgeverij de Sikkel
N.V., 1957, pp. 9-14, esp. p. 10; ESTELLA, M., “Algunas obras de Martín de
Vos en
España”, Archivo Español de
Arte, Madrid, Consejo
Superior de Investigaciones Científicas,
Instituto Diego Velázquez, 1972, nº 177, pp. 66-71, donde la autora trata de otras versiones
de Vos del tema, siempre más alejadas de la versión pintada por Alfián y que no pueden considerarse su modelo; VALDIVIESO, E., La pintura en el Museo..., Op. Cit., pp. 96-98.
73.
PACHECO, F., Op. Cit., p. 316, en la extensa discusión sobre las propiedades e impropiedades del tema iconográfico del Juicio Final. Aunque dudamos que la pintura de Alfián
pudiera suscitar una respuesta lasciva, desde luego no hubiera contado con la
aprobación del decoroso –
en las dos acepciones del término– tratadista sevillano
posterior. En este sentido, es útil recordar que antes de la restauración
reciente, los desnudos de la pintura
de Ánimas del retablo de Osuna, como
ya señalara Palomero, se encontraban púdicamente cubiertos por llamaradas de fuego.
74.
La versión de Alfián es especialmente próxima al grabado correspondiente
de Cherubino Alberti, fechado en 1575 (Bartsch, XVII.75.71).
75.
Perdidos los frescos de
la galería pintada por el artista italiano en la corte francesa, hoy sólo son
conocidos a través de dibujos y grabados, uno
de los cuales, debido un grabador anónimo, fue sin duda el punto de partida
para la figura de Alfián. Anónimo según Primaticcio: Ulises y Telémaco disparando a los pretendientes,
c. 1530-1560 (publ. Marten
Peeters) (BEGUIN, S. et alt, La Galerie d'Ulysse
à Fontainebleau, Paris, Presses Universitaires de France, 1985, pp. 287-288).
1573, Septiembre,
19, Sábado.
“Sepan quantos esta carta vieren como yo Juan de
Oviedo, entallador vezino de la ciudad de Sevilla en
la collación de la Madalena, otorgo e conosco que soy
convenido y consertado con el señor Melchior de Horosco vezino y fiel y executor de la
ciudad de Guete, estante al presente en esta ciudad
de Sevilla, questá presente, en tal manera que yo sea
obligado e por esta presente carta me obligo de le hazer
e dar fecho e acabado en toda perfesión un rretablo
de talla conforme a uno questá fecho en la yglesia de señora Santana de Triana en un altar de
Santa Catalina en quanto a los rrepartymientos
y orden, mejorándolo en la talla y dispusisión de mienbros guardando las proporsiones
en el tamaño y rrepartymientos y dándole el ancho y
el largo conforme al dicho retablo así en lo questá
dentro del arco como en lo que guarnese por la parte
de fuera, no quitándole a ninguna cosa de su tamaño de manera que venga a tener
por dentro del arco la medida y tamaño que tiene el dicho rretablo
del dicho altar de Santa Catalina questá en la dicha yglesia de Santana al lado de la sacristía, e ansimesmo a
la guarnisión que está por de fuera que guarnese le daré el ancho y alto conforme al dicho rretablo, y los dos niños que están en el rremate alto que tienen un rrosario
de quentas en lugar de los rrosarios
echaré un festón de cada lado de frutas con sus hojas, y más he de hazer en un tablero
que viene ensima de la corniza de la ymagen que se a de pintar en el tablero grande una estrella de medio rrelieve de todo el grandor que cupiere en el dicho
tablero, y por esta dicha obra me obligo de hazer de madera
de borne seca bien labrada
y linpia a vista de ofiçiales sabidores dello, y me
obligo de os dar acabada la dicha obra para el día de pasqua
de navidad deste presente año en questamos, y
entregaré de oy en dies y
siete días de la fecha desta todos los tableros del
dicho dicho rretablo a
Antonio de Alfyán pintor de ymaginería
que los ha de pintar. La qual dicha obra me obligo de
hazer por
prescio de ciento e veinte y cinço
ducados de a trezientos e setenta e quatro maravedís que son a honze rreales cada ducado, los quales
me da e del rrecibo adelantados rrealmente
e con efecto en escudos de oro y rreales que lo
valieron e son en mi poder, de questoi contento e pagado a mi voluntad, e de la dicha paga de los dichos ciento e veinte e cinço ducados yo Gaspar de León escribano público de sevilla doy fee por que se hizo
en mi presencia e testigos desta carta; la qual dicha obra fecha e acabada que de
a ser de visitar por dos ofiçiales
sabidores dello, y si la tasaren en más que los
dichos ciento e veinte y cinço ducados la demasía no
la he de pedir yo el dicho Juan de Oviedo porque yo la rremito
al dicho señor Melchior de Horozco
desde luego, e si en menos que los
dichos ciento veinte y cinço ducados se tasare yo me
obligo de le dar e pagar los maravedís en que menos se tasare,
e por ellos me pueda executar como por deuda líquida
e averiguada porque así somos de acuerdo
e concierto, y si al dicho plazo no diere fecha e acabada la dicha obra en la
manera que dicho es dexo en su elesión
que me quede con la dicha obra o que la acabe o que la pueda encomendar el
dicho señor Melchior
de Horosco a otro ofiçial
por el prescio que le paresiere,
e por lo que más le costare e por los dichos ciento e veynte
y cinço ducados que he rrecibido
me pueda executar, e la prueba de como no lo acabé y
lo que más se consertó con otro ofiçial
para le pagar para la dicha obra delo en su juramiento
o de quien su poder oviere sin otra prueba de que le rrelievo, y si yo acabare la dicha obra me obligo de
asentar el dicho rretablo en la dicha yglesia de Santana
en la parte quel dicho señor Melchior de Horosco o quien su poder oviere me señalare
sin otro premio alguno, e si no lo hiziere pueda
tomar otro ofiçial que la asiente a mi costa (...)
fecha la carta en Sevilla sábado dies y nueve días del mes de setiembre de myll e quinientos e setenta e tres años y el dicho
otorgante lo firmó de su nombre al qual yo el dicho
escribano público doy fee que conosco.
Testigos Diego de Mesa y Luis Sánches Guerrero escribanos de sevilla.”
Firmado:
Juan de Oviedo, y Gaspar de León, Diego de Mesa y Luis Sánchez Guerrero,
escribanos de Sevilla. A.H.P.Se., Protocolos, Oficio
XIX, Gaspar de León, 1573, Libro 5º, fols. 304 r. y
ss.
1573, Septiembre, 19, Sábado.
“Sepan quantos esta carta vieren como yo Antonio
de Alfyán, pintor de ymaginería
vezino desta ciudad de
Sevilla en la collación de Santa María, otorgo e conosco
que soy convenido e consertado con el señor Melchior de Horosco, vezino y fiel y executor de la
cibdad de Guete estante al presente en esta cibdad de
Sevilla questá presente, en tal manera que yo sea
obligado e me obligo de pintar el rretablo que Juan
de Oviedo entallador vezino desta
cibdad se obligó oy día de la fecha desta carta ante el presente escribano de le hazer la talla del, y de dorar y estofar el dicho rretablo toda la talla y alquitetura
de colunas y frisos y rremate y trespilares
y todas las demás cosas rrelevadas así de lados como de dentro con los rremates y guardapolvos de la guarnisión
de afuera, y todos los canpos del artezón
del papo del arco an de ser de carmesí sobre plata, y
toda la demás obra a de ser en la talla dadas sus
colores finas sobre oro descubriendo sus labores de rrajado
e otras cosas que pertenescan a la bondad de la dicha obra, y todos los rrostros de çerafynes y niños an de ser encarnados de buena encarnasión
pulida abriendo los ojos los cabellos de oro mate, y toda esta dicha talla a de ser dorada de oro fyno
bruñido, y si algunos carmezíes hay en el rretablo a
cuyo modelo este se haze lo haré sobre plata de
manera que toda la talla sobredicha quede muy bien fecha e acabada así de
dorado como de esgrafiado, y los tableros deste dicho
rretablo los he de ennervar
por detrás e por delante e aparejallos en sus yesos
de manera que queden muy bien aparejados y asigurados
con todas las juntas con las diligencias que se rrequieren,
y he de pintar en los dichos tableros
de pinzel al olio de colores muy finas las figuras
que están escritas de mano del dicho señor Melchior de Horosco y
firmadas de su nonbre, de manera que an de quedar muy bien acabadas las dichas figuras así
la de
Nuestra Señora de la Concesión
que va en el tablero
principal como todas las demás,
y en el banco e de hazer en dos
tableros rredondos dos escudos de armas, y en los
lados unas letras que declaren quien es el fundador de la obra y en el tablero de enmedio deste dicho banco donde a de yr
una cruz de talla he de hazer un rresplandor
con unos serafines que adornen y enrriquescan este
tablero. Todo lo qual
me obligo de hazer a mi costa e dar fecho e acabado en toda perfesión a
vista de ofiçiales sabidores dello
y darla fecha por el día del domingo de lázaro del año que viene de myll e quinientos e setenta e quatro
años por presçio de çiento
e treynta y çinco ducados
de a honze rreales cada
uno, los quales otorgo que rresçibo
del dicho señor Melchior de Horosco
rrealmente e con efeto en escudos de oro e rreales de contado en presencia del escribano público y
testigos ynso escritos e son en mi poder de questoy contento e pagado a mi
voluntad, e de la dicha paga y entrego de los
dichos ciento e treynta y çinco
ducados yo Gaspar de León escribano público de sevilla
doy fee porque se hizo en mi presencia e testigos desta carta, y
fecha e acabada la dicha obra la an de ver e visitar
e apresiar dos ofiçiales sabidores
dello, y si la paresiaren
en más presçio de los dichos ciento y treynta y çinco ducados la
demasía no la he de poder pedir yo el dicho Antonio
de Alfyán ni otro por mí porque desde agora yo la rremito y entrego al
dicho señor Melchior de Horosco,
e si se tasare en menos que los dichos ciento e treynta
y çinco ducados yo
me obligo de le pagar luego de contado aquello en que menos se tasare y
por ello me pueda executar como por deuda líquida
e averiguada, e si en el dicho
plazo e según
dicho es no diere fecha
la dicha obra dexo en su elesión que se quede con lo que oviere
fecho en la dicha obra o que la acabe o darla a fazer
a otro ofiçial por el presçio
que le paresiere, e por lo que más le costare e por
los dichos ciento e treynta y çinco
ducados me pueda executar (...) fecha la carta en sevilla sábado dies y nueve días
del mes de setienbre de myll
e quinientos e setenta e tres años, y el dicho otorgante lo firmó de su nombre
al qual yo el dicho escribano público doy fee que conosco. Testigos
Diego de Mesa y Luis Sánches Guerrero escribanos
de sevilla.”
Firmado: Antonio de Alfián, y Gaspar de León,
Diego de Mesa y Luis Sánchez Guerrero, escribanos de Sevilla. A.H.P.Se., Protocolos, Oficio XIX, Gaspar de León, 1573,
Libro 5º, fols. 305 v. y ss.
1573, Septiembre, 22, Martes.
“Sepan quantos esta carta vieren
como yo Cristóbal de Salas,
albañi vezino desta cibdad de Sevilla en Triana,
otorgo e conosco que soy convenido e consertado con el señor Melchior
de Horosco, vezino y fiel y
executor de la cibdad de Guete,
estante al presente en la cibdad de Sevilla, en tal manera que yo sea obligado
e me obligo de le abrir un arco en la yglesia de señora
Santa ana en la parte que me dixere y conforme al grandor que se me señalare,
y de entallallo de su yeso e cal y formar el altar y aforrallo de azulexos con los
lados conforme al altar de Santa Catalina de la dicha yglesia, lo qual me obligo
de hazer de oy en un mes primero
siguiente bien fecho e de buena
obra por presçio de veynte
ducados, por los quales he de poner toda la costa de
manos y material y azulexos, los quales
dichos veynte ducados otorgo que rrescibo
del en dineros de contado e son en mi poder de questoy
contento e
pagado a mi voluntad, e çerca del rrescibo
dellos rrenuncio al execión de los dos años e de la
pecunia como en ella se contiene,
e me obligo que todas las vezes quel aforro
de los dichos azulexos se bexigaren o saltaren
en tienpo de un año que se quente
desde el día que se acabare los porné a mi costa e minsión, y si lo susodicho e cada cosa dello
así no lo hiziere e conpliere
consiento que lo pueda mandar hazer a otro ofiçial por el presçio que le paresiere, e por lo que le costare me pueda executar en prueba de como me lo
pidió que lo hiziese e no lo hize
(...) fecha la carta en sevilla en el oficio de my el escribano público ynso escripto que doy fee que conosco al dicho
otorgante y en my rregistro
firmó su nonbre. Martes veynte
e dos días del mes de setienbre de myll e quinientos e setenta e tres
años siendo testigos Luis Sánches Guerrero y Diego de
Mesa escribanos de sevilla.” Firmado: Cristóbal de
Salas, y Gaspar de León, Diego de Mesa y Luis Sánchez Guerrero, escribanos de
Sevilla. A.H.P.Se., Protocolos, Oficio XIX, Gaspar de León, 1573, Libro 5º, fols. 307 r. y ss.
1575, Enero, 7, Viernes.
“Sepan quantos esta carta vieren como yo Antonio
de Alfián, pintor de ymaginería
vezino que soy desta ciudad
de Sevilla en la collación de Santa María Magdalena, otorgo e conosco que he rresçibido del
señor Simón de Valdés, vezino desta
dicha ciudad de Sevilla en la collación de Santa María, que está ausente,
noventa ducados de esta moneda que se agora usa los quales son quel dicho señor Simón
de Valdés se obligó de me dar e pagar a cumplimiento y entero pago de los çiento y treynta y çinco ducados que yo he de aver
por la hechura de un rretablo que me encargué de hazer para Melchior de Horozco, de los quales dichos
noventa ducados me hizo donaçión en la (carta) firmada de su nonbre
fecha a diez y nueve de setienbre del año pasado de
setenta e tres, los quales dichos noventa ducados me a dado y pagado y de él he rresçibido
en esta manera: los quatroçientos rreales
antes de agora de que di un conoscimiento,
de todos los quales dichos noventa ducados me doy por
contento a mi voluntad sobre rrenuncio execión de la pecunia como en ella se contiene, y dello otorgué esta carta de pago ques
fecha en sevilla en el oficio de mi
el escribano público ynso escripto
que doy fee que conosco al
dicho otorgante, en mi rregistro firmó su nonbre, viernes siete días del mes de henero
de mill e quinientos e setenta e cinco años testigos Luis Sánches Guerrero y Juan de Velasco escribanos de sevilla.”
Firmado: Antonio de Alfián, y Gaspar de León,
Luis Sánchez Guerrero y Juan de Velasco, escribanos de Sevilla. A.H.P.Se., Protocolos, Oficio XIX, Gaspar de León, 1575,
Libro 1º, fols. 77 v. y ss.
Fecha de recepción: 25-02-2013 Fecha de aceptación: 24-06-2013