UN EPÍGONO DEL CLASICISMO EN LA BAJA
ANDALUCÍA.
JUAN DE ARANDA SALAZAR
PEDRO GALERA ANDREU*
Universidad de Jaén
atrio, 10-11 (2005)
ISSN: 0214-8293 p. 17 - 26
RESUMEN
El artículo
trata de resaltar el papel del arquitecto Juan de Aranda
Salazar (1605-1654) como uno
de los más depurados Partidarios del clasicismo en la arquitectura de la primera mitad de siglo XVII en España
y heredero de la mejor tradición estereotómica del Renacimiento andaluz, que hace que su persona sea requerida en diversas
e importantes obras dede Toledo a Cádiz. Aquí nos centramos en esta proyección suya en la Baja Andalucía, centrándonos sobre todo en su
intervención en la iglesia prioral del Puerto de
Santa María a través de una serie
de dibujos inéditos.
PALABRAS CLAVE: Andalucía, arquitectura, barroco
ABSTRACT
This paper deals with
the figure of the architect Juan de Aranda Salazar (1605-1654) and highlights
his influence as a major representant of Classicism in XVII c. Spanish
Architecture. It goes on to study the author’s role as representing the best estereotomic tradition of Andalusian Renaissance, which earns
him many invitations to intervene in architectural projects in Toledo and Cadiz.
More precisely, this paper looks into his contribution
on Puerto de Santa María Church based on some of his drawings.
KEY WORDS: Andalusia, architecture,
baroque
La figura
del arquitecto Juan de Aranda Salazar (Castillo de Locubín, 1605 – Jaén, 1654) no ha
tenido todavía el reconocimiento por parte de la historiografía1 que, entiendo,
le debe corresponder a juzgar
por su obra realizada y por las numerosas, distintas y distantes, consultas e informes que le fueron requeridos por prelados, cabildos eclesiásticos
y civiles. La razón, sin embrago, paradójicamente puede estar en
el tipo de consultas para
el que era llamado, referidas
todas a aspectos
estructurales, menos visibles, y además no siempre seguidas o tenidas en cuenta.
Desde Toledo hasta Cádiz, aunque
centrado fundamentalmente en Andalucía, Aranda desplegó una
notable actividad, primero trabajando
para la catedral de Córdoba (1623- 1631), Granada
(1631-1634) y finalmente Jaén,
donde desempeñó hasta su muerte el cargo de Maestro
mayor de la catedral y más tarde, de la Ciudad. El retorno a
su tierra natal y el ambicioso
proyecto que le trajo aquí, la continuación de la catedral renacentista ideada por Vandelvira, sería decisivo en la conformación de su carrera artística.
El origen jiennense
significaba en lo formativo su vinculación
estrecha con el arte de la estereotomía renacentista, pues no sólo pertenecía
a una familia de canteros afamados, originarios de Baeza2, sino que su aprendizaje lo había hecho directamente
con su tío, Ginés Martínez de Aranda, autor además de uno de los pocos textos del siglo XVI que ha llegado manuscrito hasta nosotros sobre este tema: Cerramientos y
trazas de montea3. De otra parte, el contacto y asunción del proyecto vandelviriano de la catedral de Jaén reforzó su
conocimiento y experiencia en
el corte de la piedra.
Sin embargo no puede decirse, o sacar la conclusión, de todo esto que Juan de Aranda fuera un retardatario, anclado en un depurado saber canteril, pero ajeno a las corrientes y modelos más o menos
actualizados. A este respecto, señalaré que siempre tuvo dos significativos edificios por referencia, de
valor indiscutible, el templo
de El Escorial y San Pedro de Roma, como tendremos ocasión de comprobar. El primero, más lejano en el tiempo,
significaba un punto culminante
en el clasicismo para España y por razones políticas un referente obligado en el panorama arquitectónico de entre siglos. El segundo,
no lo es menos en el ámbito universal de un catolicismo
expansivo y contarrreformista,
aunque más lejano y también menos conocido entre el común de los maestros hispanos de
la época. Si la fachada de
la catedral de Jaén fue concebida en sus líneas compositivas por Aranda, como pienso, a tenor del plano en pergamino de este templo aparecido
hace unos años y firmado de su nombre, esta
doble confluencia, escurialense y romana –hecho del que ya se percató G. Kubler-4 confirmaría
la admiración y un grado de
inquietud innovadora nada desdeñable en el panorama de la primera
mitad del siglo XVII en nuestro país.
Los golpes de ornamentación superpuesta a esta fachada y el tratamiento
plástico de las esculturas exentas, responden bien a los treinta años posteriores que median entre
el dibujo del plano y del proyecto y su ejecución
por Eufrasio López de Rojas, explicaría
el resultado último.
En realidad,
la opción entre el pasado clásico hispano y el italiano colocaría a Aranda en un punto intermedio entre esas dos variantes, el clasicismo hispano herreriano y el de mayor animación
plástica del tardorenacimiento,
con que se ha planteado el debate de la arquitectura de la mitad, al menos, del Seiscientos español5. La reiterada
presencia de los dobles frontones, curvos y triangulares;
estípites, guirnaldas y florones, ventanas termales. molduras acodadas y cajeadas, o las placas recortadas, en su arquitectura, muestran a las claras su vinculación
con esa ornamentación rica y elegante, de la que ya su tío
Ginés había dejado ejemplos, a la vez que apunta una disposición hacia las formas abstractas de un estilo
geométrico sencillo, pero muy plástico, que haría tan suyo poco después Alonso Cano. Más con
todo, siempre esencialmente clasicista.
Buena parte de su interés por la plasticidad del ornamento dentro
de la estructura clásica se
debe a su temprana colaboración con el hermano
Alonso Matías en el retablo
mayor de la catedral de Córdoba. El valor de esta importante pieza, tantas veces
reseñado6, y que a la postre
le granjeó la confianza del
cabildo catedralicio para obtener
la maestría de las obras y enseguida, por recomendación del mismo cabildo, la de la catedral de
Granada, supondría para él un
contacto de fecundas consecuencias con la Compañía de Jesús
y una relación con la Baja Andalucía, que no perdería ya a lo largo de su carrera. Este entramado de
relaciones tendría luego, en su madurez,
una especial vinculación con Sevilla, donde no sólo fue llamado a
consulta por la catedral hispalense con motivo de la construcción de la iglesia del Sagrario, primero en 1650, para que informara sobre el asiento que había hecho en «la esquina
que mira a la calle de Génova»7 y dos años después para inspeccionar «la obra del cerramiento», sino que hay constancia de una
estancia suya anterior, pues sabemos que en la
terrible epidemia de peste
de 1649 en Sevilla, morían en esta ciudad la primera mujer y parte de sus hijos, junto con su yerno, Juan Roldán, aparejador y Maestro de la Fábrica
del Sagrario, según poder otorgado por el suegro al rector del Colegio de San Isidoro
de Sevilla, Pedro Bosque, para cobrar todo lo que le debieran a Roldán8. Todo lo cual nos hace
pensar, que pese a su cargo de Maestro Mayor en Jaén, Aranda tuvo una vinculación laboral, bien fuera con la catedral o con su entorno, ya que resulta significativo que la persona de confianza a quien da poder para recaudar los bienes familiares sea el rector de este Colegio, instalado en el patio de San
Miguel, frente a la catedral,
y destinado a la educación
de los niños que atendían
al culto catedralicio, cuya traza ha sido
atribuida a Pedro Sánchez Falconete y datada en 16349.
Un maestro, Falconete, al que se le hace autor asimismo
de la portada de la catedral
de Sevilla que comunica con el interior del Sagrario, de gran similitud con el
diseño de portadas de Aranda
para la catedral de Jaén y donde son reconocibles algunos de los estilemas del jiennense, antes reseñados.
De similar naturaleza a su visita al Sagrario
de Sevilla y por las mismas fechas,
1653, era la que cursaba a la iglesia parroquial del Puerto
de Santa María, iglesia de origen
medieval, que tuvo importantes
modificaciones en el siglo XVI, pero que desde principios de la centuria siguiente ofrecía problemas, primero en sus cubiertas (1615) y después, en 1631, una amenaza de ruina de un pilar desemboca fatalmente en el derrumbe de buena parte de la nave central, a resultas
de lo cual mueren varios fieles10. Esto daría motivo a una intervención
urgente encargada en principio a los maestros locales, Martín Rodríguez de
Castro y Cristóbal de Liébana, para terminar llamando en 1647 al arquitecto Antón Martín Calafate, avecindado
en Jerez, a fin de que se hiciera
cargo de la obra. Su proyecto inicial, cuyas trazas han
publicado T. Falcón y C. García Peña11 junto
a las condiciones, transcritas
con anterioridad por H. Sancho12, dan
cuenta de la elección de una cubierta de cañón para la
nave central, rectificado en
un segundo proyecto por bóvedas
que serían del tipo baídas, trasdosadas y cubiertas con solería de ladrillo, separadas por arcos torales de piedra más ligera que la empleada en el resto de los muros y pilares, denominada “palomera” o “piña de
Rey”13, que a la postre sustituiría Calafate por piedra
franca, lo que da pie a la denuncia por parte de los antecesores en el encargo, Rodríguez de
Castro y Liébana, acerca del peligro
que podía acarrear al templo. Estos sucedía
en 1652 y un año después motiva el que sea llamado nuestro
Juan de Aranda a instancias del Gobernador,
D. Diego de Carvajal, y del Corregidor, D. Esteban de Hinojosa, para que diera su dictamen.
Si la historiografía sobre este
templo, ya señalada, por diversas razones se ha centrado en las intervenciones de los
maestros gaditanos, bien fuera
porque al fin y al cabo sus
proyectos y diseños fueron los ejecutados o, sobre todo, por el empleo “retardatario” de nervaduras góticas en las nuevas bóvedas cerradas tras la muerte de Antón Martín
Calafate en 1659, cuando se
hace cargo de la obra Francisco
de Guindos14, con muy diferentes
interpretaciones de este uso y gusto goticista por parte de cuantos se han ocupado del tema15, lo cierto es que el papel de Aranda
no ha suscitado mayores entusiasmos que la dura crítica que hizo el jiennense al proyecto de Calafate
y su concluyente descalificación profesional del maestro:
«...Halla la dicha trassa ser hecha sin ningún conocimiento del hecho de dicho cerramiento de lunetas y sus anotaciones en ella vienen
todos despropósitos»; «no sabe de esta parte
de arquitectura...» o «es sin fundamento lo que a este intento se escribe...»16
La puntual consulta a raíz
de los problemas tectónicos que presentaba la iglesia parece haber hecho desmerecer
su papel como arquitecto y relegarlo al de un mero técnico, experto en cuestiones constructivas. En mi opinión, sin embargo, dichas cuestiones referentes a la “firmitas” del templo no eran cosa baladí,
pero es que, además, contienen o van acompañadas de comentarios arquitectónicos y estéticos, claramente definidos, en un sentido bastante alejado del gusto dominante en el ámbito jerezano.
Todo ello con independencia de la mejor o peor fortuna que tuvieran sus propuestas. Vayamos por partes.
En primer lugar, por lo que toca a lo constructivo el conocimiento estereotómico de Aranda es sensiblemente superior al de Calafate,
según se desprende de las razones esgrimidas en su informe sobre las trazas y
explicaciones del gaditano, que le habían sido enviadas,
corroboradas luego “de visu” en la visita cursada a las obras. Para empezar, detecta que «en el tamaño que viene trassada no se combiene con el tamaño del modelo para que se pidió»17, cosa que no
es de extrañar si tenemos en cuenta
que de los dibujos de planta y alzados
firmados por Calafate, reproducidos
por T. Falcón Y C. García Peña, sólo lleva escala gráfica, expresada en varas,
la planta de la iglesia, lo cual
ya revela una falta de rigor o de dominio en la elaboración del proyecto
que cabe esperar de un arquitecto iniciado o conocedor de la disciplina en un sentido moderno.
Esto contrasta con los diseños elaborados por Aranda acompañando a dicho informe y que ven la luz ahora, creo que por primera vez18,con
su escala en pies bien definida, aparte de una precisa delineación, que denota su mayor dominio de los instrumentos proyectuales.
Dado que el motivo de toda la intervención había sido el derrumbe
de parte de la cubierta el tema de la consulta se centró en la cuestión de las bóvedas, por lo que tocaba a la tectónica, y a la ordenación del muro en cuanto
“ornato” del templo, campos bien diferenciados por el
maestro de Jaén ,que revelan su condición de verdadero arquitecto, como apuntaba antes.
Dentro del apartado de los cerramientos,
la primera, quizás por más extensa y crítica, cuestión que aborda es la de los lunetos insertos en el cañón con que se pensaba cubrir la nave central. Aquí arrancan su
acerbas observaciones a lo diseñado por Calafate, cuyos lunetos critica abiertamente por lo ilógico de su traza a la luz de lo que el conocimiento teórico-práctico de
los cortes de piedra dicen sobre este
punto. En efecto, la estereotomía renacentista había abordado este problema, como lo demuestran los dos textos más importantes
que conocemos, ambos jiennenses,
el Libro de cortes de Piedra, de Alonso de Vandelvira, y el ya citado de Cerramientos...
de Ginés Martínez de Aranda, con los cuales evidentemente se sentía vinculado Juan de Aranda por
lo anteriormente expuesto. En dichos manuscritos
el tema del luneto se plantea, dentro de la amplia serie de tipos de arcos que ofrecen, como el denominado “arco avanzado”, bastante frecuente, según
Alonso de Vandelvira «...porque
sirve cuando se ha de açer alguna ventana
que por la parte de adentro
guarde alguna bóveda»19, para lo que ofrece
dos soluciones, o “en cercha” o “a regla”. La primera de ellas es la que emplea su padre, Andrés de Vandelvira, en el Panteón de la catedral de Jaén, bajo la sacristía, y frecuente también en la arquitectura francesa renacentista, en Philibert de L´Orme, por ejemplo; la segunda variante, de aguda flecha, es a la que corresponde el
caso de esta iglesia del Puerto. Por su parte, Ginés Martínez plantea directamente de forma práctica la realización de algunas variantes de este tipo de arcos avanzados, comenzando por el que más relación guarda
con el luneto, «el arco abançado
en bobeda»20, cuya ejecución se equipara a
la segunda opción vandelviriana, “a regla” o recta,
para diferenciarlo de la primera,
“en cercha” o curva, esto es, asentando y avanzando las dovelas a plomo. Como quiera que las dovelas se presentan rectas en el intradós, pero curvas en
la testa, ésta ofrecerán diferentes valores de
ángulos, cuestión resuelta con otras tantas “saltarreglas” o falsas escuadras21. Pese a lo
farragoso del texto informativo, conocido por la transcripción
de H. Sancho, que dio Aranda sobre
las pruebas o examen a que fue sometido Martín Calafate, se evidencia su familiaridad
con estos problemas. Así, para demostrar los “despropósitos” del gaditano en el cerramiento de los lunetos que presenta, explica lo inapropiado de las catorce hiladas de piedra dibujadas ya que éstos «aviendo
de serrar(sic) siempre por regla, la qual con número impar, como trece, quince o dicisiete y a esta inteligencia en más o menos. Y asimismo las aristas que forman el ángulo acutto paran en
una punta de cañón al
derecho, con que viene la punta
por mitad en dicha luneta, cosa
que no se abrá en piedra executado en España, sino
es faltando a la verdad de
la trassa, como en esta falta».
Critica igualmente el dibujo de los “robos” (talla de la dovela en el bloque por cortes
verticales) y saltarreglas, por entenderlas fuera de lugar
«... porque ni son las que
le tocan y así no sirben de nada porque su lugar es en
el perfil de la forma que se toman
con las líneas concurrentes
capialzadas de las juntas...». En
fin, desaprueba el exceso
de ángulo resultante del luneto así planteado
y encuentra contradictorio
que tal pieza pudiera ser “más fuerte y más graciosa”, como sostenía Antón Martín Calafate, cuando
entiende que en la medida que el ángulo se abra más, la carga
de la bóveda sobre el arco formero será menor, desplazándola hacia los pilares.
La prueba material a esta crítica se contiene en el dibujo autógrafo (fig. 1) de
Calafate, tampoco reproducido
hasta ahora, que firma también Juan de Aranda. Se trata de
la proyección en planta de una
bóveda o fragmento entre cuatro pilares
con sus lunetos, uno a cada lado, el de
la parte superior acompañado
de su montea, y reforzado con las explicaciones y
leyendas correspondientes.
Es en la parte superior donde aparece la firma de Juan de Aranda, en tanto
que en la opuesta lo hace el gaditano y dibuja sólo la planta del luneto indicando con color los “robos” que le tocan a cada hilada y una digresión acerca de conformar un luneto próximo a una bóveda por arista
sin sacrificar su anchura, a costa de tomar una vara de cada unos
de los arcos torales. Propuesta
igualmente rechazada por Aranda22.
Fig. 1.- Antón Martín de Calafate. Planta
de bóveda y lunetos. Prueba exigida para el Informe de
Aranda, lleva la firma de éste y del autor.
Complemento a las objeciones
puestas por escrito es el dibujo (fig 2) de un luneto con leyenda explicativa del
maestro jiennense, de mejor realización
gráfica, que señala la diferencia entre ambos maestros y relega
el anterior dibujo a una mera
prueba de examen, rubricada por el examinado y el examinador. Por supuesto, el número de hiladas de piedra, nueve, se ajusta a la disposición impar defendida en su
crítica a Calafate, aunque
el número elegido es simplemente indicativo, pues la figura, como indica, «es general su inteligencia para más y menor ámbito
y ansimismo para repartir
el número de hiladas que le
estuviere bien
al maestro que lo executare, porque con la disposición que está aquí mostrada
se a de executar en qualquier número las dichas hiladas»23.
Fig. 2.- Juan de Aranda Salazar. Planta y montea de un modelo de luneto para la iglesia de Santa
María
En la base del luneto
dibuja con todo detalle media ventana y la mitad del perfil de la arista del
luneto sombreado, dejando la otra mitad
para señalar el despiece en planta de las dovelas con indicación gráfica de los baibeles o saltarreglas en las juntas, como asimismo le recriminaba al
maestro local, en tanto que a la izquierda
desarrolla el alzado o montea de dicho despiece con el perfil curvo de la cubierta de la bóveda.
Una última anotación que
acompaña al dibujo, advierte de que el arco formero sobre el que se origina
el luneto se ha de alzar un pie sobre
la altura de los arcos torales
de la nave, en parte por
mayor holgura para abrir la
ventana, razón fundamental en la función del luneto, pero también
por la forma misma de éste,
que se perfila de esta manera como lo que verdaderamente es, un cañón menor que se corta con otro mayor de diferente altura, como lo definiera un siglo después Benito Bails: «Quando dos
cañones seguidos, ambos a nivel, pero desiguales,
se cortan de modo que ni
sus impostas ni sus claves puedan encontrarse, forma el menor en el mayor un hueco que llamamos luneto. Es, pues, el luneto la intersección de dos cañones, cuya arista de encuentro forma un contorno, que abraza un espacio parecido al creciente de la luna, de donde trae su nombre
el luneto. Y esto sólo sucede según
queda dicho, quando uno de los dos cañones es menos alto que el
otro»24. Lejos de la similitud
con la bóveda de arista, Aranda aboga
por la concavidad propia de
su forma y de este modo subraya, para su ejecución, el «avance de las
juntas hacia la arista (fiel a la denominación y
práctica de los Vandelvira y de su
propio tío Ginés) hasta que es superior el cañón
a dicha terçia», concluyendo con orgullo la “mucha bizarría” con que le salieron las que acababa de hacer para la catedral de Jaén.
El segundo
problema estereotómico abordado por Aranda, éste sin que
aparezca implicado en la crítica directa a Calafate, en un tema genuinamente
vandelviriano: un modelo de
bóveda baída para cubrir las naves laterales(fig 3). A partir de la medida del espacio y comprobar que la anchura de la
nave derecha es mayor, propone como
en el caso del luneto una “traza general” para un
número variable de hiladas25.
Se trata de la bóveda o “capilla perlongada por yladas quadradas”, que plantea Alonso de Vandelvira en su Libro de cortes...26 (fig 4 ),
es decir, una bóveda de
planta rectangular, aunque aquí
más bien cuadrangular, cerrada por hiladas cuadradas concéntricas. Éstas, al igual que en el modelo vandelviriano,
se hacen más anchas en las hiladas
centrales que circundan la
clave y decrecen en las más alejadas de ella. Se completa el dibujo con un corte vertical de
la bóveda con la finalidad
de mostrar el grosor de ésta en la base y en la clave, así como el modelado de su perfil al entestar
en el arco. A propósito de esto último dibuja aparte la dovela
angular o inglete, pieza fundamental para marcar o iniciar las primeras hiladas, las exteriores, de la bóveda. De nuevo en este caso la catedral
de Jaén brinda un excelente repertorio de bóvedas de este tipo, bien sean de planta cuadrada o rectangular, y con las variantes
de cerramiento por hiladas redondas
o cuadradas, realizadas todas las correspondientes al tramo
de la cabecera además por el propio Juan de Aranda.
Fig.3.- Juan de Aranda Salazar. Planta y corte de bóveda baída, del tipo "perlongada por hiladas",
para las naves laterales del templo.
Fig. 4.- Alonso de Vandelvira.
Libro de Cortes… "Bobeda perlongada por yladas
cuadradas"
El tercero
de los dibujos del maestro jiennense
se aparta de los problemas estereotómicos para entrar en los aspectos de orden más estrictamente
arquitectónicos. Aunque de menor tamaño que los otros dos, reviste el mismo carácter de diseño en lo formal, cuidado tanto en el aspecto lineal como en los detalles pictóricos de sombreado y dibujo de adornos a mano alzada, e igualmente a escala y con su pertinente leyenda explicativa(fig.
5)27.
Fig.5.- Juan de Aranda Salazar. Dibujo de un trozo de entablamento con fines ornamentales para la iglesia de
Santa María.
El motivo: un trozo de entablamento correspondiente al orden compuesto que se sigue en la nave central del templo, según la anotación. Aquí enfatiza el molduraje basado en boceles,
cuartos de bocel y nacelas, que se superponen en las tres partes
del entablamento, subrayando
en su desnudez la fortaleza
tectónica del eje del pie derecho, y obvia el ornamento del capitel, reducido a un cuerpo troncocónico con una lacónica leyenda inscrita, dirigida a focalizar la atención sobre el fragmento soportado en el que aparte de las molduras dibuja a mano alzada en las fasciae del arquitrabe uno de sus repertorios ornamentales favoritos, visibles también en la catedral
de Jaén, de cuentas y husos
para las molduras divisorias
y unos motivos vegetales de ovas y flechas para la banda superior.
No cabe
duda de que esta muestra es una réplica alternativa al dibujo del alzado de la nave central hecho
por Calafate, reproducido en
dos ocasiones28, y que muestra
un pilar con pilastras adosadas, almohadilladas,
capitel “corintio” un tanto heterodoxo en su formalización,
y friso dórico, que resulta de mayor hibridez semántica, sin que tampoco pueda decirse que esta combinación de dos órdenes tan opuestos sea invención bárbara de los tiempos modernos, puesto que ya se usó en el mundo
romano, si bien activado en la cultura arquitectónica de principios del XVII a partir de
las especulaciones sobre el
Templo de Jerusalén, que desde Pablo de Céspedes a la
monumental obra de Juan Bautista Villalpando y Jerónimo del Prado establece ese
nuevo “orden armónico” hierosilimitano29.
Tal híbrido tomó carta de naturaleza y con variantes obtuvo una difusión apreciable en la arquitectura española de mediados de siglo, sobre todo en
la Corte y en los círculos jesuíticos, con la que se ha puesto
en relación este diseño30. Ahora bien, la tosquedad del dibujo y la obsesión por el aumento del adorno, que parece presidir la rectificación del proyecto de
1652 sobre el original de cinco
años antes, al que el mismo
Calafate califica de «muy pobre de adorno», dan indicio del
descuido o ignorancia acerca de la verdadera “ordenación” en la arquitectura clásica por parte de este maestro, para quien en definitiva
disocia estructura y ornamento por completo, como se pone de relieve en su comentario que acompaña al dibujo: «...Que aunque tenga tan demasiada costa en molduras y adorno
lo e de hazer porque la obra
y edificio lo pide y no se
le a de quitar de justicia ni de conciencia todo lo que fuere ese más adorno, que en quanto a la fortaleça siempre los pilares tienen un gruesso».
Resulta claro que el quid de la arquitectura actualizada para el gaditano reside en un cierto concepto ornamental al que le podría venir bien el calificativo de “bizarro”, pues más que seguir
con coherencia el mencionado
“orden armónico”, toma préstamos difusos de las más libres lecturas
vitruvianas posiblemente a través de la tratadística centroeuropea tardorenacentista,
tan dada al uso de los almohadillados y tan atractiva
como imagen para ser adaptada sin el menor criticismo. La ligereza con que despacha las cuestiones tectónicas y la frivolidad con que aborda el tema de las proporciones en su despechada
y despectiva nota dirigida
al gobernador, después de haber pasado por lo que parece para él una humillación el hecho de ser “examinado”, contrasta -y es contestada- por Aranda con este dibujo de entablamento. Decía, en efecto,
Calafate refiriéndose a la libertad
del maestro a la hora de ordenar, con reprimida ira, que «así
como el artífice tiene lisensia para largar y cortar de ocho tamaños a nueve, asimismo siempre ai lugar de usar de esa regla i así ocupando alquitrabe, friso i cornisa siete pies, biene a quedar en su medida
le tocara medio a cada miembro. Vuestra merced lo repare, que en todo se guardará
lo que vuestra merced ordenare»31. Apelando a la ortodoxia vitruviana
de la Ordenatio, Dispositio
y Distributio, Juan de Aranda hace
valer el principio de la taxis como
indispensable pilar de la arquitectura, pues ésta
consiste en «adonación(sic), disposición y compartimentos –como le replica-repartiendo
la proporción según la cantidad del altura y la distancia...».
Para rematar con la doble condición exigida al arquitecto por Vitruvio: el conocimiento práctico y el literario o intelectual «... i en todo
y de cada cosa se procede de dos maneras, la una de
saber, la otra de necesidad».
Todavía, a modo de corolario,
para demostrar su conocimiento y manejo del orden arquitectónico, y de paso un destello de cultura universal, apela a dos conspicuas obras, cercanas en el tiempo, por supuesto dentro del clasicismo:
Las Basílicas de San Pedro de Roma y la de El Escorial.
«...Más en tocándolas con
dichos capiteles (en referencia a las pilastras dibujadas
por Calafate) es preciso que tengan
alquitrabe, friso y cornisa y su altoje(sic)
dé la quarta parte del que tienen dichas pilastras con sus bases y capiteles inclusive. Beánse los diseños
de la iglesia de San pedro de Roma y el de la del Escorial, en
que están en dicha proporción, y son los mejores
templos de la cristiandad»32.
En conclusión,
Juan de Aranda al final de su vida
–recordemos que moriría un año después de este informese
confirma como el clasicista que siempre
fue, dominador de los fundamentos de la construcción en piedra, la estereotomía
renovada por la generación de
los grandes maestros andaluces
del Renacimiento, conocimiento
y práctica considerados por
él como parte
de la Arquitectura, pero tampoco el único y fundamental con el que pudiera en principio pensar identificarlo. Es cierto que las numerosas e importantes consultas que recibe
en la etapa final de su carrera de las catedrales de
Sevilla, Córdoba (torre de la mezquita y palacio episcopal), Toledo (Ochavo); iglesias parroquiales en Ciudad Real33
o esta Prioral del Puerto
de Santa María, parecerían apuntar
en tal sentido,
sobre todo en este último
caso, donde el rumbo seguido al hacerse con la dirección de la obra Francisco de Guindos consolidó
la bizarría ornamental, incluyendo
ahí hasta la fisonomía “gótica” de las bóvedas; sin
embargo, los comentarios y dibujos
realizados para esta iglesia revelan no sólo al experto
maestro de cantería sino al
arquitecto conocedor de los
principios vitruvianos, alineado por lo mismo dentro de
un clasicismo cuya estética de orden estructural no satisfacía por falta de elocuencia superficial
al gusto dominante, aunque
no fue nunca Aranda el seco y abstracto que menudeó en la generación
de los postecurialenses; por el contrario,
como ya apuntaba,
siempre hizo gala de un
repertorio ornamental de formas naturalistas y abstractas, manejadas hábil e inteligentemente en
función del “decoro” del espacio. Sirva de muestra el dibujo y comentarios sobre el ornato de la nave central o el dibujo esmerado de la ventana
del luneto, elegantísimo en su combinación
de molduras y placados geométricos contrapunteados con
los filetes de husos y cuentas o las pequeñas volutas del cierre, un modelo que remite sin duda a la catedral de Jaén, pero que contrasta visiblemente con la ventana termal diseñada por Martín Calafate
para ese mismo lugar, curiosamente en total sintonía con los herrerianos, sin
que ni una ni otra tengan nada que ver con la pobrísima solución de vano que tuvo después,
consecuencia de la no observación
de las instrucciones y diseños dejados por Aranda.
Los tiempos
de la belleza “añadida”, del
valor de la superficie sobre
la estructura, empezaban a hacer ya rara
aquella otra centrada exclusivamente en la taxis y en
los principios de una sólida construcción estereotómica.
Es en esa tesitura entre el reconocimiento
a un saber, cada vez más minoritario, por parte de los comitentes y la seducción por el pictoricismo creciente que se adueñaba de toda la cultura seicentista, donde Juan de Aranda
se nos presenta como el arquitecto respetado, epígono de aquella
brillante tradición renacentista andaluza que se extingue
justo al doblar la mitad de siglo.
Su premio y su
olvido.
*Este
trabajo se inscribe en la producción del Grupo de Investigación:
HUM-573 del sistema del PAI andaluz
de investigación.
1.
Aunque
reconocido por nuestros historiógrafos clásicos: Agustín Ceán y Eugenio LLaguno (LLAGUNO Y AMIROLA, Eugenio, Noticias de los arquitectos y arquitectura
de España desde su restauración: Acrecentadas con notas y adiciones y documentación por D. Agustín Ceán Bermúdez.
Madrid, 1829, p.131), su personalidad
y su obra no ha sido abordada de forma más amplia y sistemática
hasta la publicación de mi libro,
GALERA ANDREU, Pedro Antonio, Arquitectura de los
siglos XVII y XVIII en Jaén.
Granada, Caja de Ahorros de
Granada, 1979, pp.108-147, y con anterioridad en un artículo mío titulado: “Una familia de arquitectos jiennenses: Los Aranda”, Boletín del Instituto de EstudiosGiennenses. Jaén: Diputación Provincial,
1976, pp.3-13. Con todo, el carácter
de aquella obra, analítico de un periodo, no apuraba ni mucho
menos aspectos críticos sobre su obra y su figura.
2.
GALERA ANDREU, Pedro
Antonio, “Una familia…” y GILA MEDINA, Lázaro. “Ginés Martínez de
Aranda: Su vida, su obra y su
amplio entorno familiar”. Cuadernos de Arte de la
Universidad de Granada. Granada, Universidad de Granada, 1988, pp.65-82. Sobre la estima de los canteros baezanos a fines del siglo XVI, bien vale el juicio de
los ediles del Ayuntamiento
de San Clemente (Cuenca) al reclamar para los reparos y continuación de su edificio de cabildo a maestros
de Baeza porque era allí “donde y en su comarca ay maestros eçelentes…”(ROKISKI
LÁZARO, María Luz. Arquitectura del siglo XVI en Cuenca. Cuenca, Diputación
Provincial, 1985, p.335
3.
MARTÍNEZ DE ARANDA, Ginés. Cerramientos y Trazas de Montea. Ed. De José MAÑAS
MARTÍNEZ, con estudio preliminar de Antonio BONET CORREA).
Madrid, Biblioteca C.E.H.O.P.U. 1986
4.
KUBLER, Georges. Arquitectura española de los
siglos XVII y XVIII. “Ars Hispaniae” (XIV).
Madrid, Plus Ultra, 1957, p.86.
5.
MARÍAS FRANCO,
Fernando. “En torno al problema del barroco en la arquitectura española”. En Studi in onore di Giulio Carlo Argan.
Roma, 1984, vol.II, pp.83-99.
6.
CHUECA GOITIA, Fernando.
“El protobarroco andaluz”. En, Archivo Español de Arqueología. Madrid, 1969,pp.
139- 154.RODRÍGUEZ GUTIERREZ DE CEBALLOS, Alfonso. “El Hermano
Matías precursor de Cano”. En,
Centenario de Alonso Cano. 2 vols.
Granada, Universidad, 1969. Vol.I, pp. 165-201. Y
“Alonso Cano y el retablo”. En, Figuras e imágenes del Barroco.
Estudios sobre el Barroco español y sobre la obra de Alonso Cano. Madrid,
Argentaria y Visor, 1999,
pp.251-269. GALERA ANDREU, Pedro Antonio. “La arquitectura
en la obra de Alonso Cano”.
En, Alonso
Cano. Arte e Iconografía. (Catálogo de la Exposición a cargo
de D. SÁNCHEZ-MESA) Granada, 2002, pp.95-109.
7.
FALCÓN MÁRQUEZ, Teodoro. La Capilla del Sagrario
de la Catedral de Sevilla. Sevilla, 1977,
p.46.Tb. CRUZ ISIDORO, Fernando. Arquitectura sevillana del siglo XVII.
Maestros Mayores de la Catedral
y del Concejo Hispalense. Sevilla,
1987, p.72.
Los
permisos para ir a Sevilla
por parte del Cabildo de la catedral
de Jaén le fueron concedidos el 14 de marzo de 1650
y el 2 de octubre de 1652 (GALERA ANDREU, pedro Antonio, Arquitectura… p.110
8.
GALERA ANDREU,
Pedro Antonio. Arquitectura…p.111
9.
CRUZ ISIDORO, Fernando.
Op. cit., p.74
10.
FALCÓN MÁRQUEZ, Teodoro. “Un edificio
gótico fuera de época. La Prioral del Puerto de
Santa María”.En, Laboratorio de Arte.
Sevilla, 1992, pp.205-222. Sobre problemas
y cuestiones de este templo, veánse además: SANCHO MAYI (DE
SOPRANIS), Hipólito. “La iglesia
parroquial del Puerto de Santa María”. En, Guión. Jerez, 1936, pp.5-7; Idem. Documentos para la historia
del arte de Cádiz y su provincia. Cádiz, 1939. TORIBIO GARCÍA, Manuel.
“Guindos, arquitecto portuense
del siglo XVII”. En, D´Aquí y de Antes. Revista
de Historia del Puerto. Puerto de Santa María, 1988, pp.43-54; GARCÍA PEÑA,
Carlos. “Algunas intervenciones
del siglo XVII en la iglesia Prioral del Puerto de
Santa María”. En, Anales de Historia del Arte. Madrid,
Universidad Complutense, 1995, pp. 65-76; POMAR,
Pablo J. “Arquitectura barroca
de progenie gótica en España e Hispanoamérica.
De la catedral de Jerez de la Frontera a la Casa Profesa de la Compañía de Jesús
de Méjico”. En, Barroco Iberoamericano. Territorio, Arte, espacio y Sociedad. (ARANDA,Ana Mª; GUTIÉRREZ, Ramón; MORENO, Arsenio;
QUILES, Fernando, Dir.). Sevilla, 2001, T.II,
pp.1109- 1122, en especial p. 117, nota
18. este último autor promete una monografía sobre la iglesia.
11.
En
los artículos anteriormente
citados con un apéndice de transcripción de las leyendas que
acompañan a los dibujos.
12.
SANCHO MAYI, Hipólito. Documentos…pp. 25-28. La transcripción,
sin puntuación actualizada,
contiene muchos sinsentidos, que Garcia Peña atribuye
a erratas(¿
13.
Idem.
p.25
14.
TORIBIO GARCÍA, Manuel. Op.cit. p.44 y ss.
15.
Las interpretaciones
oscilan entre el mero peso de la tradición
medieval local, más o menos
en relación con el dominio señorial de la villa por
el duque de Medinaceli, y
las tendencias estéticas goticistas que animan las teorías arquitectónicas del Barroco, ésta última
más defendida por Pomar. Sin entrar ahora en ese debate, la intervención de Aranda se sitúa tan
lejos del tradicionalismo
local como del neohistoricismo
esteticista, aunque evidentemente en su aceptación y olvido se puedan percibir los alcances de esas opciones, como el lector podrá comprobar en la conclusión de este artículo.
16.
SANCHO MAYI, Hipólito. Documentos… p.26
17.
SANCHO MAYI, Hipólito. Documentos…p.26
18.
Estos
dibujos llegaron a mis
manos, fotocopiados, gracias a Manuel Toribio, en 1988,
quien me los proporcionó
para que los estudiara. Un desgraciado
incendio en el Archivo Municipal del Puerto de Santa María ocurrido después, creo que destruyó este material. Si es cierta esta información las reproducciones que se publican ahora
deben ser las únicas o unas de las pocas existentes. Quiero dejar constancia expresa de mi agradecimiento y a
la vez de homenaje a un historiador, entusiasta defensor del Patrimonio, hoy en Córdoba, pero muy vinculado
con el Puerto, como es este
andujareño: Manuel
Toribio.
19.
VANDELVIRA,
Alonso de. Libro
de cortes de piedra. F.23r. (Ed. Facsimilar
con estudios a cargo de: BARBÉ COQUELIN DE LISLE,
Geneviève. Tratado de Arquitectura
de Alonso de Vandelvira. Albacete, Caja de Ahorros, 1977)
20.
MARTINEZ DE ARANDA, Ginés. Cerramientos…pp.89-90
21.
Instrumento
formado por dos brazos unidos por un punto a modo de compás
y que en este caso exigiría que uno de ellos, el empleado para medir la testa, fuera curvo.
Vid. Al respecto: PALACIOS, José Carlos. Trazas y cortes de cantería en el renacimiento español. Madrid,
Ministerio de Cultura,
1990. En especial,pp.18-21
22.
La leyenda autógrafa, firmada por Antón
Martín Calafate, en la parte
inferior, dice así:
“Las tres primeras iladas
de las lunetas an de ser engargadas,
detunbeada la segunda, guardando el corte que le tocare.Con la basa
se puede aser munchas capillas de lunetas y es menes ter abbertir en
la forma de los robos y saltarreglas.
Y sea de abbertir que no quitándole una
bara de su anchura de un lado i otro
bendrá a ser la luneta casi capilla por arista i no tendrá sonbra
de hondura, que es lo que agracia(¿) la lune ta. I lo otro por la firmeça.
Se
a
de mober la luneta una bara
de parte de cada toral, que es lo que figura lo amarillo. I del bibo de la pared adentro a de tener medio ladrillo adentro el arco i ventana.Se a de aser para ejecutar esta trasasaltareglas corbas i derechas,
baibeles i en las piedras que asen arista se an de robar por
dos partes i siempre se a de estar la has que ase al toral grande
i los robos a de ser por la
parte del arco minor tanbién le suelen aser maestrales, que son las más perfetas armando la preste(¿) de toda la luneta i tomar sus robos
i se escusa echar munchas piedras
en la ripiada, que aunque la trasa i los cortes sean
ajustados ai muncha dilación (faltan dos palabras).
Otras leyendas: En el centro:
“Sitio que ocupa
una bobeda entre cuatro pilares”.
A
la derecha: “la
buelta que redonda del toral del gueco da la nabe mayor De un pilar a otro por la parte
del arco de la bobeda
Al lado opuesto: “Hase la misma figura”
En
el centro de la planta del luneto
inferior: “Lo prito(¿) que señala las hiladas Por la salta redonda son los robos que le tocan a cada hilada”
23.
Leyenda
completa, en la parte superior:
“Figura que es
la traza de la bobeda con lunetas que se a de ejecutar en la nave mayor de la iglesia
mayor de la ciudad del Puerto de Santa María. Es general su
inteligencia para más y menor ámbito y ansimismo para repartir el número de hiladas que le estuviere bien al maestro que lo executare,
porque con la disposición
que stá aquí mostrada se a de ejecutar en cualquiera número
las dichas hiladas. Y sus despieços en las lunetas, conforme aquí está hecho
el despieço, que en la
planta está señalado con número 3, que corresponde en la montea al derecho y través con número 4. Y su gruesso a de ser, por la parte baxa, ansí
en el cañón como en las lunetas,
de pie y medio y por lo alto de las lunetas un pie y
quarto. Y con este
gueco se a de serrar el
resto de las bóbedas.
Y
se advierte que el arco sobre que carga la luneta se a de montar un pie más altto que los que atraviesan la dicha nave mayor. Esto, porque quepa
la ventana con capacidad y porque toma mejor
forma la dicha luneta. Y por esta
caussa las primeras juntas desde dicha forma abanzan asia la arista asta que es superior el cañón a dicha terçia. Y ansí se an ejecutado en la fábrica de la santa Iglesia de Jaén con mucha bisarría.” Transcripción
y puntuación actualizada, nuestra.
24.
BAILS, Benito. De la arquitectura
civil. Madrid, 1796 (Ed. Facsimilar con estudio crítico de Pedro NAVASCUÉS PALACIO. 2 vols. Murcia, Colegio
Oficial de Aparejadores-Galería
Yebra, 1983. Vol.II. pp.490-491)
25.
La leyenda correspondiente en la parte superior:
La
figura A es la traza con
que se an de serrar las bóbedas
de las dos naves colaterales de la Iglesia de la ciudad del Puerto de Santa María y es agustada a una que se midió, porque en otra
hubo difereçia en ser mayor por el derecho; más
la traza es general y corlatiba(sic) para mayor y menor
ámbito, como lo es tambiem para serrarse con más u menos número
de hiladas.
La
figura B es perfil de dicha bóbeda, que se a hecho para mostrar su grueço, que a de ser de pie y
medio por la parte baxa, y
que sierre con una terçia,
que es un pie, por la clave. Y tambiem se conose por dicho perfil lo que combiene remeter en esta
parte las testas de los
arcos: un pie con la saltarregla, que pide la tirantez de la buelta de esfera, que son las saltarreglas que se muestran con número dos, tomando cada una con el plomo de su arco que le corresponde por ser prelongadas dichas bóbedas.”
Al pie escala:
“Pitipié con
que está hecha esta traza” y firma de Juan de Aranda, autógrafa,
distinta a la letra de la leyenda. (Transcripción y puntuación actualizada nuestra)
26.
VANDELVIRA, Alonso.
Libro.. Título 99, f. 85
27.
En la parte superior, escala en pies. A continuación:
“Hornato para el alquitrave, friso y cornisa de la nave mayor
de la iglesia parroquial de
la ciudad del Puerto de Santa María. Es de la horden compositta y la que a de guardar
el maestro que tiene su
cargo la prosecución de la fábrica de la dicha iglesia. Y es de mi parecer no se talle nada porque tien más gravedad y asi está mejor”
En el
interior del capitel: Altto del capitel que está
assentado sobre que a de cargar este hornato”.
Al lado firma autógrafa
de Juan de Aranda.
28.
FALCÓN MÁRQUEZ, Teodoro. “Un edificio
gótico…”p.221; GARCIA PEÑA,
Carlos. “Algunas intervenciones…”p.75, fig.3, reproduciendo el texto que acompaña al dibujo.
29.
Vid. Al respecto: MARIAS FRANCO, Fernando. “Alonso Cano y la columna salomónica”. En, VV.AA. Figuras e imágenes del Barroco. Madrid, Argentaria, 1999, pp.291-321, en especial, pp.310-313
30.
GARCÍA PEÑA, Carlos. “Algunas intervenciones…”p.71
31.
SANCHO MAYI, Hipólito. Documentos…p. 27 (La puntuación
es nuestra)
32.
Ibidem.
33.
Sobre estas visitas, vid. GALERA
ANDREU, Pedro Antonio. Arquitectura de los Siglos…p.113