LA CIUDAD HISPANOAMERICANA,
MEDIEVAL, RENACENTISTA Y AMERICANA
ALBERTO NICOLINI
Universidad de Tucumán,
Argentina
atrio, 10-11 (2005)
ISSN: 0214-8293 p. 27 - 36
RESUMEN:
El proyecto
urbano forma parte de la cultura de una época y se vincula
con las categorías estilísticas
de esa cultura. En este artículo,
examinamos los distintos aspectos de las ciudades hispanoamericanas que fueron proyectadas y trazadas en el siglo XVI, en relación a la cultura de la sociedad "hispano-americana"
que estilísticamente vivió el pasaje de la Edad Media
al Renacimiento y el encuentro
con lo americano. Antes de 1530, las fundaciones en el Caribe y Tierra Firme practicaron un urbanismo medieval,
regular pero lejano de la cuadrícula y funcionalmente
policéntrico.
Afirmamos que en la nueva ciudad hispanoamericana inventada como cuadrícula urbana hacia 1530, el
renacimiento es la categoría dominante de su estructura urbana
y de su organización funcional. Regularidad, geometría, modulación, simplicidad,
centralidad son las cualidades que la colocan en armónica
relación con el ambiente renacentista de los tiempos de la
corte del emperador. Pero también en la ciudad cuadricular pueden encontrarse rasgos del paisaje urbano de carácter medieval como también una sorprendente escala en
el tamaño de las manzanas y de la plaza mayor que sugieren
un origen americano.
PALABRAS CLAVE: historia urbana, ciudad hispanoamericana, cuadrícula,
damero, renacimiento, plaza central, iglesia matriz, mudéjar,
ABSTRACT:
The urban project is
related to the correspondent culture of each epoch and the stylistic categories of that
culture. In this article, we shall examine different aspects of sixteenth
century Spanish American urban projects as a social Spanish-American phenomenon
of the new world in the transition from de Middle Ages to Renaissance and the
clash with the American. Before 1530, Caribbean and Tierra Firme
Spanish foundations, which put into practice a Medieval urbanism, were made
with fairly regular "traza" or city plan
but did not conform a grid pattern or a central space
grouping all the major buildings. We assume that, around 1530, new cities were
laid out in checkerboard arrangement; the urban structure and the functional
organization are of renaissance character. The main qualities of this urban
design are regularity, geometry, modulation, simplicity and centrality, the
same renaissance qualities we see in the architectural public design at the
times of Charles V. But we can also
observe medieval forms in the townscape of the new cities
and an astonishing scale of the blocks and the "plaza"(major square),
that suggest an American origin.
KEY WORDS: urban history, Spanish American city, grid, checkerboard,
Renaissance, central square, major
church, mudejar.
De acuerdo
con la teoría de la Weltanschauung de Dilthey, en cada etapa de la historia de la cultura es posible verificar la correlación profunda entre sus diversas
manifestaciones, aun cuando pertenezcan a distintas esferas de la actividad humana.
Por su carácter
de producto individual y, a veces,
hasta utópico, es seguro
que pueda "verificarse"
en un preciso momento histórico la correlación entre los "proyectos
urbanos" y los diversos
aspectos de la cultura de un pueblo fuertemente marcados por el sello de una Weltanschauung
determinada. En cambio, la realidad urbana vivida
en ese mismo momento, pero que ha sido previamente construida, no necesariamente mostrará el mismo espíritu de la época propio de la weltanschauung
que sustenta al resto de los elementos
de la cultura en ese preciso tiempo.
Es que la ciudad, la realidad urbana edificada, es uno de los productos humanos que más claramente se presenta como resultado de la integración sucesiva, fragmentaria y compleja de acciones
colectivas adicionadas superponiendo obras de muchas generaciones; en suma, como producto
del tiempo largo, de la "larga
duración" de Fernand Braudel1. En ese sentido puede ser interpretada como un palimpsesto, imagen sugerente para describir metafóricamente la realidad de cualquier ciudad, cuyo proyecto en el momento fundacional, su
"escritura" inicial propia de su tiempo, se ve
luego permanentemente sometida a transformaciones,
demoliciones y nuevas construcciones; esto es borrada parcialmente por pequeñas y constantes escrituras que
realizan los usuarios y/o por radicales
transformaciones súbitas
que pueden sustituir buena parte de las escrituras anteriores. Además, las nuevas escrituras pueden pertenecer a lenguas distintas de
la original, lenguas que pueden expresarse con diversos signos caligráficos provenientes de diferentes culturas, es decir que pueden derivarse de diferentes "proyectos urbanos" concebidos a partir de diferentes teorías respondiendo a muy diferentes propósitos culturales. Además, por divergentes que sean esas modificaciones, se concretan
apoyándose en una trama estable, difícil de borrar que proviene del momento inicial de la instalación de la ciudad. «Dicha trama se sitúa en la historia de larga, de muy larga
duración... Ciertas estructuras que viven mucho tiempo se transforman en elementos estables
de una infinidad de generaciones;
ellas frenan la historia, controlan su desarrollo...»2
De ahí que la correlación verificable entre los
diferentes campos de la creación cultural en un tiempo determinado se haga mucho más
difícil si intentamos extenderla a los hechos de la realidad urbana en ese mismo
tiempo, y eso porque el conjunto de los objetos
urbanos efectivamente construidos que constituyen esa realidad en
ese tiempo, depende de la acumulación sucesiva de resultados originados en múltiples acciones colectivas y no
necesariamente contemporáneas y, por lo tanto, no explicables a partir de una sola Weltanschauung
común.
Una revisión de la bibliografía que se ha ocupado de
la historia urbana demuestra que siempre ha resultado engorroso aplicar a lo urbano colectivo las categorías estilísticas nacidas para explicar las creaciones individuales que elaboran las formas del arte. Los tiempos, las duraciones, son distintas en la cultura en general, en el arte y en
la ciudad. No es posible trasladar
el análisis estilístico a
lo urbano sin más, no teniendo en cuenta
esa condición de palimpsesto propia de la ciudad, en la cual estructuras
urbanas diversas se superponen y perduran mucho más allá
del tiempo estilístico
que les dio origen.
No puede resultar
extraño entonces que Enrico
Guidoni y Angela Marino, al tratar
el urbanismo del siglo
XVII, contestaran su propia pregunta sobre si tiene
sentido hablar de la antinomia clasicismo y barroco en lo que se refiere a la ciudad y al territorio,
afirmando que «...en sentido estricto no puede pensarse en una distinción neta respecto a los modelos de implantación de la
ciudad en todos los detalles y en todos sus aspectos...se trata siempre de una caracterización que no puede aplicarse a la ciudad en su conjunto y ni siquiera a sus partes perfectamente definidas... las categorías de lo 'clásico' y lo 'barroco' no se adaptan en efecto a aquellos
fenómenos políticos, económicos y sociales que acompañan de cerca y que
condicionan las realizaciones y las selecciones urbanísticas»3.
Tampoco debe sorprender,
que bastante antes, Cesare de Seta ya se hubiese preguntado
sobre la existencia cierta de la ciudad barroca, llegando a la conclusión de que «…risulta chiaro che nessuna delle
grandi capitali recordate, da Roma a Parigi, da Torino a Vienna, è mai divenuta cittá
barocca ma ciascuna di esse è stata cittá
del barocco…»4. Antes aún, Leonardo Benevolo tituló al capítulo 4 de su
El Arte y la ciudad moderna
del siglo XV al XVIII, 'Las capitales de la Europa Barroca', sugiriendo que lo barroco era Europa,
no necesariamente las capitales5.
La discusión sobre la posible ciudad barroca es especialmente pertinente para nuestro tema, la ciudad hispanoamericana, porque habiéndose ésta originado en el tiempo de Carlos V, el Barroco fue la primera mutación posible.
Igualmente interesante,
pero más pertinente para una interpretación
de la ciudad hispanoamericana, es el análisis del nacimiento de su proyecto en
forma de cuadrícula a comienzos
del siglo XVI. Aquí intentaremos identificar sus
rasgos medievales, renacentistas
y otros que calificaremos
como americanos por pertenecer a las culturas prehispánicas
americanas o porque surgieron, con originalidad, como productos de la coyuntura del encuentro cultural producido en América, es decir formando parte de «las ideas y elementos
que aparecen o se desarrollan
como resultado de la propia
situación de contacto»6.
Después de la experiencia
que, desde el siglo XV, emprendió el naciente Imperio español fundando ciudades en Canarias, el Caribe y Tierra Firme,
hacia 1530 ya se había logrado elaborar
un tipo de ciudad que sirvió
de modelo para la mayor parte
de las fundaciones concretadas
desde entonces hasta fines
del siglo XVIII7. El tipo
fue la cuadrícula, estructura urbana novedosa y perfecta pero, al mismo tiempo, muy simple basada en la figura del cuadrado repetido en tres
escalas diferentes: una en el cinturón de rondas, dos en cada manzana y la plaza y tres en los solares entregados en propiedad
a instituciones y vecinos fundadores8.
Al tratarse de un tipo novedoso, es decir una propuesta de ciudad nunca experimentada antes -al menos en la escala
cuantitativamente decisiva
con la que se la aplicó en
América9-, podemos intentar
interpretar esta idea de
ciudad en relación con su contexto coetáneo,
con el conjunto de pensamiento y acción reinante en la España del primer tercio
del siglo XVI, la del pasaje
del mundo isabelino al francamente renacentista de la
corte del emperador Carlos. Se trataba
de un mundo en el que era esperable que la eclosión de novedades confrontara con la tradición. Más notable fue que todo ello, se trasladara
a un nuevo contexto geográfico, el americano, y confrontara,
en este caso,
con la mayor de las grandes culturas
americanas: la de la meseta
central mexicana. Sin duda,
la situación de coyuntura fue excepcional y en ese conjunto de condiciones articuladas entre sí tuvo su origen
la ciudad hispanoamericana.
Aquí nos
interesa explorar los diferentes aspectos del "tipo" de la ciudad hispanoamericana
tratando de precisar cuáles de aquellos pueden ayudar a categorizarla como medieval, renacentista o americana, teniendo en cuenta
la diversidad de opiniones
que, en forma global, se han
expresado al respecto; por ejemplo la de Gabriel Guarda: «La ciudad hispanoamericana
llegará con el tiempo a ser
renacentista en lo externo habiendo sido medieval en su concepción interna»10
y la de Jorge Enrique Hardoy: «el modelo de la ciudad
colonial hispanoamericana fue un modelo medieval tardío que al ser traído a
América fue gradualmente adaptado a las necesidades prácticas de un acelerado proceso fundacional de vastos alcances»11. Comenzaremos por la cuestión del renacimiento porque nos parece la categoría
dominante en la estructura urbana y en la organización funcional de la ciudad.
La "cuadrícula" o "damero",
vocablos que habitualmente
se asocian con la ciudad hispanoamericana,
hacen referencia al diseño geométrico con el que se concreta su estructura
urbana, es decir al dibujo de la traza que define el límite entre los espacios públicos, calles y plaza, y los
privados al interior de las manzanas. Si el término cuadrícula implica sólo una trama indefinida de calles que
determinan manzanas cuadradas, el significado de damero
es más preciso: se trata de una exacta figura
regular con un perímetro cuadrado. Es decir, que cuadrícula supone sólo el sistema modular en base a cuadrados y admite el
perímetro rectangular como de hecho sucedió en las trazas de muchas fundaciones, de las cuales la más ilustre
es, sin duda, la de Lima.
Damero, en
cambio, añade un grado más de regularidad
al sistema dado que su perímetro debe ser cuadrado; sin
embargo, es un término inapropiado
o, por lo menos, inexacto
para la ciudad hispanoamericana porque, en cualquiera de sus dos versiones, tiene número par de casillas: 64 ó 100,
es decir 8 ó 10 por lado. En cambio, a la cuadrícula de la ciudad hispanoamericana,
en la casi totalidad de los casos de fundaciones de los siglos XVI y
XVII, cuando se optó por el
perímetro cuadrado se lo diseñó con número impar de
manzanas por lado; cinco, siete o nueve. Ésta no es una cuestión baladí sino esencial,
porque la cifra imparde manzanas permitió que una de ellas quedara colocada
en situación central y, libre
de edificación, se habilitara para la función de plaza pública
destinada a albergar, simultánea o sucesivamente, la
mayor parte de las actividades
sociales del conjunto de la población.
De este modo, tanto la estructura urbana, es decir la trama geométrica de calles y manzanas como la organización funcional, es decir el conjunto
de las actividades sociales,
se ordenan de manera centralizada, más aún: centrípeta; porque la gran plaza, fenómeno urbanístico original respecto de
lo que sucedía por entonces
en España, focaliza la imagen urbana en su centro
geométrico, al mismo tiempo que la realidad de la vida social converge hacia el
gran espacio público transformándolo simultánea o sucesivamente en plaza de armas, de la justicia, de la procesión y de las fiestas o del mercado.
Regularidad, geometría,
modulación, simplicidad, centralidad son las cualidades evidentes del nuevo tipo de
ciudad inventado entre 1522 y 1540 en la América continental12. Debido
a ello, esta manifestación de la cultura hispanoamericana se coloca en una armónica relación con la Weltanschauung moderna,
con el ambiente renacentista
que se vive en ese tiempo en la corte
del Emperador Carlos y que llega
a traducirse en obras esenciales en diversos lugares
de Andalucía. Citemos sólo
dos en orden cronológico: en primer lugar, el palacio real de la Alhambra de Granada de Pedro Machuca, comenzado en 1527, con la notable combinación
de volumen prismático de
planta cuadrada que encierra
un espacio centralizado en forma de patio circular rodeado
por su pórtico de 32 columnas; idea simple resuelta
con claridad formal y exactitud
matemática. En segundo lugar, el Pabellón de Carlos V en los jardines del Alcázar de Sevilla, construido por Juan Hernández en
1543, una perfecta solución geométrica
de planta cuadrada, con un pórtico
perimetral de veinte columnas
que apean cinco arcos en cada uno
de los cuatro lados; al centro se levanta el volumen de planta cuadrada, blanco por encima del pórtico y rematado por techo de tejas a cuatro aguas, cubierto
de azulejos por dentro del pórtico y al interior del único local; una pequeña gran obra brunelleschiana y mudéjar con exactas proporciones.
Nos parece, además, el mejor ejemplo andaluz
para plantear paralelismos
con San Pietro in Montorio de Bramante y, por otro lado, saltando
de la arquitectura al urbanismo,
nos parece también que el pabellón equivale
a la traza en cuadrícula perfecta de cinco por cinco manzanas de Mendoza en
1561, Caracas en 1578, y, antes, probablemente
Oaxaca en 1529 y Guatemala; de esta
última ha dicho Palm: «le tracé d'Antigua, la seconde capitale de Guatemala
(1541),... introduit dans l'urbanisme
de l'Amérique espagnole les
précepts de la renaissance»13.
Pabellón de Carlos V en
los Jardines del Alcázar de Sevilla. Juan Hernández, 1543.
Por supuesto, es posible
argumentar también que esta geometría urbana deriva, en realidad, de un proceso racional de perfeccionamiento práctico: una trama regular de ejecución fácil y crecimiento previsible con una distribución funcional equitativa pero jerarquizada y un plano fácil de trazar en el terreno por fundadores poco experimentados.
Por otro
lado, no ha podido dejar de señalarse también su contenido simbólico al tratarse de una forma perfecta14,
tan perfecta como la imagen escatológica
de San Juan al referirse a la Jerusalem
celestial: «La planta de la ciudad es cuadrada...»
(Ap.21,16) Y es significativo que esta
forma fuera concretada por primera vez en
el ámbito cultural mexicano hacia 1530 cuando, simultáneamente, se encontraban
en plena actividad los "doce apóstoles"
franciscanos que habían llegado a México en 1524 imbuidos
del pensamiento utópico de la época, manifestado particularmente a través del proyecto de la creación de una Nueva Cristiandad
en el Nuevo Mundo. E n ese sentido,
afirm a Salcedo: «la forma cuadrada
de la ciudad y de su plaza, con el rollo-omphalos en su centro, así
como otros indicios, permiten colegir que el modelo de la
ciudad indiana durante los
siglos XVI, XVII y XVIII fue una síntesis
de la Nueva Jerusalén de la visión
del profeta Ezequiel y de la Jerusalén
Celestial del Apocalipsis de San Juan: una ciudad
ideal cristiana...»15.
En suma, concepto renacentista, eficacia práctica y contenido simbólico no tienen por qué excluirse en el análisis interpretativo, independientemente del mayor o menor
peso motivador que hayan tenido en la real gestación histórica del tipo. Es posible, además, que las motivaciones hayan sido concurrentes,
como suele suceder con los tipos exitosos que se transforman en modelos de larga
duración, como ocurrió con
la cuaadrícula hispanoamericana.
El tipo
cuadricular fue puesto en cuestión
por la legislación promulgada
por Felipe II en 1573, que fuera
probablemente redactada por
el presidente del Consejo de
Indias, Juan de Ovando. La "Instrucción..." en
149 ordenanzas, además de recopilar y ordenar lo ya legislado adicionó
algunas ideas entre las que la gran novedad fueron las
que contenían un modelo físico de ciudad que no coincidía
con el tipo empírico que acabamos de describir. Efectivamente,
entre las ordenanzas 112, 114, 115 y 119 del Libro IV
se prescribieron las características
principales de un nuevo tipo
de ciudad para las Indias: la plaza debía ser un rectángulo de proporciones una a una vez y
media y estar totalmente aporticada, de ella debían salir cuatro calles principales -también aporticadas- por el centro de los
cuatro lados de la plaza, además de las otras ocho calles de las cuatro esquinas y, finalmente, la iglesia debía levantarse fuera de la plaza. Queda claro
con todo ello que el diseño de la plaza y ciudad que se ordenaba
como modelo se contradecía lo que se había hecho hasta entonces en América. Frente a la pregunta acerca del motivo de esta legislación que ignoraba que «ya van trazadas en América doscientas magníficas ciudades»16,
nos permitimos mencionar que el diseño prescripto se asemejaba de manera evidente al de la plaza y mercado mayor nuevos de
Valladolid, la ciudad natal de Felipe II, plaza que acababa de ser retrazada en forma regular por Francisco de Salamanca luego del incendio que la destruyera en 1561. La nueva plaza, concluida en 1571, es rectangular, de proporción
una a una vez y media, está
totalmente aporticada y trece calles salen
de ella, las principales aporticadas, una de las cuales une, a más de 300 metros, la
plaza nueva con la de la catedral.
Muy sugestivo es que, justamente en esos años, el Presidente del Consejo
de Indias, Juan de Ovando, estuviese redactando el guión del título "de las cibdades, villas" del
Libro IV de la legislación que iba
a ser aprobada en 1573 por Felipe
II17.
Los resultados
prácticos de la legislación
fueron escasos; fracasó porque llegó tarde, cuando ya doscientas ciudades habían sido fundadas y se había producido una "cristalización"
del modelo urbano de la cuadrícula en la cultura americana. Como sugiere Foster, en la nueva cultura
hispanoamericana, una vez que
se hubieron integrado comparativamente bien las soluciones
preliminares que los colonizadores encontraron para
los problemas más urgentes,
«sus formas se volvieron más rígidas: puede
decirse que se cristalizaron. Después de la cristalización, y durante un período de ajustes razonablemente satisfactorios a
los medios social y natural, parece
que las nuevas culturas coloniales hispanoamericanas se
hicieron más resistentes a la influencia española continua»18.
Esta fundamentación
de origen antropológico, sumada a la ya mencionada sencillez del tipo de 1530, constituyen una explicación razonable acerca del por qué la cuadrícula resistió con éxito el intento de la imposición burocrática del modelo de
1573. Efectivamente, la cuadrícula
fue exitosa durante los siglos siguientes, planteando, donde era posible, la traza de perímetro cuadrado y adaptando el sistema a los sitios
donde era conveniente o posible sólo una traza rectangular,
"desplazándose" también la plaza hacia alguno
de los bordes y trasladando así el centro funcional fuera del centro geométrico.
Antes de la concreción
y difusión de la cuadrícula,
hacia 1530, las fundaciones
en América de las que tenemos
suficiente información19,
se trazaron con una cierta regularidad mediante calles rectas que se cortaban a intervalos variables y determinaban ángulos no siempre rectos, como podemos verificar hoy, tanto en Santo Domingo (1502), como en Panamá (1519), San Juan de Puerto Rico (1520) y La
Habana, de fecha incierta en su tercer
y actual asentamiento. En todos los casos, estas ciudades litorales pusieron en práctica un cierto urbanismo regular pero alejado de la exactitud de la cuadrícula. Por otro lado, la tendencia al policentrismo funcional que era habitual en el modelo medieval tardío fue general en el archipiélago antillano distribuyendo las funciones
jerárquicas de la ciudad sin concentrarlas alrededor de un único espacio abierto. En Santo Domingo, la plaza de la catedral
se distancia claramente del
conjunto de las Casas Reales y el Palacio de Colón, diferenciando el área religiosa
de la política. Otro tanto ocurrió en la vieja
Panamá de 1519 de Pedrarias Dávila;
a lo sumo, la vecindad de cabildo e iglesia matriz en la plaza pudo anticipar
la concentración funcional de la ciudad cuadricular. En La Habana, el sistema de
plazas, con funciones diferenciadas -religiosa, política y comercial- sufrió varias modificaciones
y se consolidó recién en el siglo XVIII20.
El panorama, hasta entonces, muestra la continuidad
del modelo policéntrico; como hemos visto, pronto llegaría, en 1522 o 1530, junto
con la cuadrícula, la transformación
que sustituiría el zoning funcional
especializado por la concentración
multifuncional en la plaza única.
Pero también
la ciudad cuadricular posterior a 1530 contenía decisiones de diseño que no pueden calificarse de renacentistas dado que afectaron la "clasicidad"
del conjunto como puede verificarse en el paisaje urbano resultante. La primera de ellas es la división de la
manzana o islote en cuatro solares, es decir en dos solares
por cuadra, con lo que la edificación
que se levantara en un
solar frente a la plaza, por monumental que fuese, no
podía instalarse con su eje de simetría
edilicio en coincidencia con el de la plaza. Dicho
de otro modo: en el eje de simetría de la plaza existía una costura, la de la división de los dos solares, que impedía una composición de
conjunto en forma simétrica.
Y esta cuestión no se resolvió ni siquiera
en 1785 con el plano de Bernasconi para la Plaza Mayor de la Nueva Guatemala, en el que la Catedral, aun compartiendo el lado de la plaza
con el Palacio Arzobispal, no llegó
a situarse en el eje de simetría21. Una
solución de este problema la observamos, sí, en el plano
de 1795 para San Ramón de la Nueva Orán: sobre la plaza se dispusieron tres solares y de ellos, el central de mayor tamaño,
para la iglesia matriz con
lo que se hace posible obtener una ubicación simétrica y dominante para el edificio de mayor monumentalidad22.
Plano de La Habana de 1739. A.G.I., Planos de Santo Domingo, No 531
Por otro
lado, un examen atento de la cartografía urbana hispanoamericana disponible permite verificar que, a
lo largo del siglo XVI, la iglesia
matriz de las nuevas ciudades recién fundadas tuvo un modo peculiar de situarse en relación con el espacio urbano. En efecto,
el edificio de la iglesia matriz se insertó "de lado" con respecto al espacio de la plaza, resultando
de ello que el acceso preferente, es decir el directo desde la plaza al
interior de la iglesia, se practicase
en su muro
lateral y no en la fachada
de los pies como había sido habitual en la tradición cristiana desde la época constantiniana.
Plano de Mendoza, fundada
el 2 de marzo de 1561 por Pedro del Castillo. El primer
plano que documenta la cuadrícula
regular de planta cuadrada
con sus manzanas cuadradas divididas
en cuatro solares. A.G.I., Planos de Buenos
Aires, No 221.
Esto ocurrió
tanto en las ciudades de
regularidad incipiente fundadas en la primera parte del
siglo en el área del Caribe y de la Tierra Firme
como en las ciudades mexicanas de la década del '20 y en las regulares en cuadrícula
que comenzaron a trazarse en toda América a partir de 1530.
Este fenómeno
ya fue señalado
por Salcedo para un buen número de ciudades fundadas en
el siglo XVI. En su texto y sus dibujos categoriza
como medieval este modo de emplazamiento, explicando que "la nueva corriente del humanismo renacentista" habría tenido como consecuencia «la
concepción del espacio en perspectiva... cuya versión popular podría expresarse en una
frase como la fachada de un edificio debe verse
desde la plaza»23.
Es nuestra
opinión que la modalidad urbanística de la iglesia de lado hacia la plaza, efectivamente de origen medieval,
debería entenderse como urbanismo mudéjar, puesto que se trata de un fenómeno aparecido en España como resultado de la mezcla, combinación, simbiosis o
integración de elementos urbano-arquitectónicos de origen musulmán con otros de origen castellano o aragonés24. Es más, creemos que la inserción urbana mudéjar de las iglesias hispanoamericanas, en particular la de las iglesias
matrices -sea su arquitectura
mudéjar o no- define la relación
entre el espacio más significativo de la ciudad y el interior arquitectónico a través
de un modo peculiar de acceso y que dicha inserción condicionó la composición de la volumetría del conjunto
eclesial, particularmente el número y posición de las torres-campanarios.
Esa disposición fue completamente normal en la práctica hispanoamericana del
siglo XVI para las iglesias mayores
de las ciudades, como podemos comprobar en los casos de Santo Domingo, La
Habana, Panamá, la México de Cortés, Puebla, Veracruz, Guadalajara, la Lima de
Pizarro, Arequipa, Cochabamba, Sucre, Santiago de Chile, Mendoza y Corrientes.
Ciudad de Santa Fe de Bogotá según Felipe Guaman
Poma de Ayala.
(En) Nueva Coronica y Buen Gobierno, Tomo II, México, Fondo de Cultura Económica, 1993, p. 815
Podemos verificar también que ésa era la
disposición natural de la iglesia en el imaginario
colectivo de principios del siglo XVI a través de los dibujos de Guaman Poma de Ayala en los que nos muestra a la mayoría de las iglesias y plazas
que documenta - aunque no
las conociera como Bogotá,
Cuenca y Cochabamba- colocadas de esa
manera ocupando el lado entero de la plaza25.
Creemos también que
los modelos de este fenómeno urbano-arquitectónico hispanoamericano fueron
andaluces y que -más precisamente- se encontraban en Andalucía Occidental. Ocurrió que, debido al avance de castellanos y aragoneses en el progresivo proceso
de la conquista de Al Andalus,
los cristianos utilizaron durante mucho tiempo -a veces siglos- los edificios de
las mezquitas como iglesias, incluso, a veces, compartiéndolos con los musulmanes. Esta costumbre practicada durante generaciones provocó que,
aun en las nuevas iglesias levantadas, finalmente,
para reemplazar a las mezquitas, no se plantearan puntos precisos de acceso a los lugares de culto en función
del uso del espacio
interior y de acuerdo con la liturgia,
sino en relación
con los usos sociales de
los espacios urbanos que rodean al edificio. Esto queda en
evidencia en un ejemplo tan
representativo como el de la Catedral de Sevilla, comenzada a construir en 1400 para reemplazar a la antigua mezquita aljama que había sido utilizada como iglesia desde
1240. En efecto, aun hoy, el acceso normal y cotidiano para el culto en la Catedral se practica por la Puerta de Palos desde
la Plaza de la Virgen de los Reyes26 y no por la portada
"principal" de la fachada oeste.
En la misma
Sevilla, cuando las pequeñas
mezquitas barriales fueron reemplazadas por iglesias -con frecuencia mudéjares- no es inusual que el acceso se plantee, desde una calle importante o plazoleta, en el costado de la iglesia; éste es el caso de las iglesias de San
Vicente y San Lorenzo, cercanas al Arenal de Sevilla desde donde partían
las flotas para América, en
cuya primera ciudad firmemente asentada, Santo
Domingo, se levantó la primera
iglesia matriz colocada de lado a la plaza.
Tanto en Andalucía como en América esta disposición de
las iglesias "de lado" hacia la plaza fue siendo sustituida, a medida que avanzaba el siglo XVI,
por composiciones de espíritu renacentista que jerarquizaban,
en perspectiva desde el espacio público, la fachada de los pies de
la iglesia. Así, en 1536, se comenzó la capilla del Salvador de Úbeda según el proyecto de Diego de Siloé colocada con su fachada de los pies al fondo de la gran plaza Vázquez de Molina, en claro contraste
con la iglesia de Santa María de los Reales Alcázares, construida, a partir de fines del siglo XV, sobre la antigua mezquita y dispuesta de lado hacia la misma
plaza. En América, la modificación
del criterio quedó
consagrada en ambas capitales virreinales, en forma casi simultánea alrededor
de 1570, en ocasión de comenzar, tanto en México como en Lima la construcción de nuevas y grandes catedrales según los modelos de las catedrales andaluzas con grandes fachadas de dos torres a los pies mirando hacia la plaza.
Sacra Capilla del
Salvador de (Úbeda) de Diego de Siloé y Andrés de Vandelvira
(1538-1550)
La impresión
de semejanza que usualmente
provoca la apreciación de
las ciudades hispanoamericanas no deriva solamente de la uniformidad
de su diseño geométrico sino también de la regularidad de sus medidas: el largo de la "cuadra"
y el ancho de la calle. Además,
estas medidas se perciben francamente diversas de las correspondientes en las ciudades españolas, donde son mucho más pequeñas27.
El cambio dimensional asomó
en las tempranas ciudades del Caribe y Tierra Firme,
pero la escala descomunal del centro ceremonial de
Tenochtitlán, de 420 por 310 metros con volúmenes aislados en su
interior, determinó que la México de Cortés tuviera su plaza mayor de 240 por
350 metros y su catedral se
levantara como volumen aislado en el interior de la plaza. Es significativo
que en el Cuzco se repitiera
la disminución del tamaño de la plaza prehispánica para construir
la nueva plaza hispanoamericana.
Enseguida, hacia 1530, al definirse la cuadrícula, las ciudades mexicanas incluyeron manzanas de 75 a 85
metros de lado y las del virreinato
peruano desde 85 a 130. La derechura de las calles también impresionó tempranamente a los viajeros europeos, lo mismo que su ancho que tuvo como mínimo 10 metros... Nos parece, entonces, que la nueva
escala puede ser el más claro elemento
de origen americano, ya sea
como aporte de la dimensión monumental de Tenochtitlán
o Cuzco -que todavía podemos
imaginar apreciando
Teotihuacán- o como producto
de las ideas y elementos que aparecieron
o se desarrollaron como resultado de la propia situación de contacto, como sugiere Foster.
Catedral de Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, edificada en una de las esquinas de la plaza mayor.
En suma, no ha
de sorprender que en el siglo XVI persistieran conceptos y elementos medievales yuxtapuestos o sintetizados con las novedades renacentistas en el ámbito americano del Imperio español, si consideramos
que en España se estaban construyendo las catedrales de Segovia y Salamanca al mismo
tiempo que el Palacio de Granada. El ejercicio de intentar identificar elementos renacentistas y medievales y hasta mudéjares y americanos en la
ciudad hispanoamericana puede
ayudar a interpretar este estupendo siglo de la cultura hispano-americana, en paralelo con análisis semejantes que se vienen haciendo sobre el uso de lo "moderno" y
lo "romano" en casos tan ricos y complejos como las catedrales españolas de la Edad Moderna28.
1.
BRAUDEL, Fernand:
«Histoire et Sciences
Sociales: la longue
durée». [En] Annales. Economies, Societés, Civilisations, oct.-déc. 1958. Paris, Armand Colin. P. 726
2.
op. cit., p. 727
3.
GUIDONI, Enrico;
MARINO, Angela: Historia del urbanismo. El siglo XVI. Madrid:
Instituto de estudios de administración
local, 1985, p. 20. Original: Gius. Laterza & Figli Spa. Roma, 1982.
4.
DE SETA, Cesare: «Sulla presunta
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5.
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6.
FOSTER, George M.: Cultura y Conquista: la herencia
española de América. Xalapa:
Universidad Veracruzana, 1962.
7.
Un caso
ejemplar es el de Guatemala, ciudad que desde 1524, o por lo menos desde 1541, fue trazada en cuadrícula
y que, cuando debió trasladarse en 1776, siguió utilizando -aunque modificado- el principio básico del damero para el nuevo plano.
8.
La cuestión
de la precedencia de la cuadrícula
depende de si, en 1522 en la fundación
de Natá de los Caballeros, Pedrarias Dávila trazó las "isletas" con cuatro solares en forma de cuadrícula o alineados en un rectángulo. Si Natá hubiera sido trazada en
cuadrícula, sería un antecedente decisivo para la difusión de dicho diseño en América del Sur puesto que Francisco Pizarro,
el fundador de Lima en 1535, acompañó a Pedrarias en 1522. Ver TEJEIRA DAVIS, Eduardo: «Pedrarias
Dávila y sus fundaciones en Tierra Firme, 1513-1522» [En] Anales del Instituto de Investigaciones
Estéticas (vol XVIII, nº 69). México: 1996, pp.
41-77.
9.
Si bien es cierto que para Mallorca en 1300,
las ordenanzas de Jaime II establecían
un tipo muy semejante, se concretaron unos pocos casos como
Petra y Sá Pobla y no parece
que haya habido una relación causal entre aquel proyecto de poblamiento mallorquí y el hispanoamericano.
10.
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