PATRIMONIO, MEMORIA E INDUSTRIA: CASTILLETES Y POZOS DE LA
MINERÍA DEL CARBÓN EN EL VALLE DEL ALTO GUADIATO (CÓRDOBA)
Luis Miguel Prados Rosales
atrio, 10-11 (2005)
ISSN: 0214-8293 p. 93 - 104
RESUMEN
La mutidisciplinariedad
que han venido caracterizando las investigaciones
entorno al patrimonio industrial, han otorgado a la
Historia del arte una perspectiva
en el estudio de estas manifestaciones, donde la estética particular y la
relación de tales obras con
su territorio ofrecen una visión integral de un
paisaje en el que los vínculos que presenta con su patrimonio más cercano, convierten este tipo de análisis en verdaderas
“constituciones” de su memoria
colectiva. El territorio
que abordamos, el valle del
alto Guadiato concentra alguna de sus identidades en los restos de su historia
industrial, esencialmente minera, donde los castilletes
metálicos son partícipes de
diferentes caracterizaciones
tipológicas, estéticas y tecnológicas, al mismo tiempo que se integran en una red de manifestaciones
que, a nivel global, otorgan
sentido al territorio.
PALABRAS CLAVE: Patrimonio industrial, valle del alto Guadiato, arquitectura industrial.
The multiple disciplines
that have being describing the investigation about industrial heritage, have
granted to the History of art a perspective in the study of this
manifestations, where the
particular aesthetic and the
relation of such work with their territory, offer an
all-round vision of a landscape whose cosest bonds with their heritage turn this type of analysis
in true “constitutions” of their collective memory. The territory we
approached, the Guadiato high valley, concentrates
some of its identities in the rest of this industrtial
history, esencialmente miner, where the metallic
drilling rigs participate
in different typological, aesthetic and technological characterzations,
which are as well integrated in a network
of manifestations that, at global level, grant sense to the territory.
KEYWORDS: Industrial heritage, Guadiato high valley, industrial architecture
La evolución
que ha experimentado la noción
de patrimonio, ha permitido situar
su círculo de significación cerca de manifestaciones como
la industria que, en diversos territorios constituye el componente más importante de su memoria colectiva.
La actividad industrial en
el valle del alto Guadiato tuvo como principal eje la minería, actividad que actuó como motor de creación económica y cultural. Este fenómeno,
se inserta en un contexto más amplio
que afectó a diversos territorios de la geografía andaluza, protagonizado por el efecto tardío que provocó el fenómeno de expansión industrial, decisivo
para el crecimiento de diversos
núcleos de población donde,
en un primer momento, la
Gran Revolución a penas
había tocado las estructuras urbanas y sociales. En este sentido, los principales núcleos que integran el alto valle del Guadiato, la actual Peñarroya-Pueblonuevo,
Belmez o Espiel se beneficiaron de esta realidad gracias a una coyuntura donde condicionantes históricos, económicos y legislativos ligados al capital francés, jugaron un papel clave en la profunda transformación que sufrió este territorio.
Como se ha indicado, la minería, se convirtió en motor de un territorio, la cuenca carbonífera del Guadiato, generando una ingente cantidad de obras de arquitectura e ingeniería repartidas por toda la
comarca y ocasionando una profunda transformación urbana que estuvo caracterizada por la ampliación de las ciudades en base al crecimiento demográfico, por un lado, y por el desarrollo de
trazas urbanísticas ortogonales, así como la construcción
de obras de arquitectura de
estilo francés o el desarrollo de una arquitectura ferroviaria, por otro. No obstante, el presente análisis se centra fundamentalmente en un tipo de
construcciones, los castilletes o malacates, repartidos por toda la cuenca carbonífera y caracterizados por distinciones tipológicas que, en su mayoría, escapan
a las concepciones estéticas
genéricas derivadas de la arquitectura del hierro. Sin
embargo, la intensidad con que estas
obras se relacionan con su entorno y su
enorme grado de significación para configurar las
identidades de este territorio,
obliga a acometer un estudio pormenorizado de las
mismas, teniendo en cuenta, no obstante, que su cronología nos ofrece unas fuentes
muy diversas para la investigación, tales como fotografía histórica o fuentes orales, así como los archivos
de empresa.
En la actualidad, los bienes integrantes de esta categoría patrimonial pasan casi desapercibidos
en una sociedad cuyos valores oscilan
vertiginosamente. Sin embargo
en el momento de su
desarrollo, estos edificios y obras de ingeniería irradiaban la ilusión de la prosperidad, la civilización y el
progreso2. A esta situación han contribuido
diversos factores inherentes
al fenómeno de la industrialización.
En primer lugar los matices del desarrollo industrial
que conllevan modificaciones
y transformaciones en el espacio de trabajo y, por consiguiente del propio edificio o instalación3,
que, aunque en algunos casos han
supuesto la eliminación de elementos verdaderamente significativos, este dinamismo ha generado y genera un
patrimonio creciente, cuyo volumen y características poco tienen que ver con la civilización preindustrial, planteándose ahora nuevas maneras
de abordarlo4; sin embargo, el problema reside
en el rechazo de las empresas industriales hacia mecanismos de tutela
cultural o restauración de “meros
espacios productivos”. En segundo lugar, no asistimos a una identificación de los receptores de estas obras con las mismas. El fenómeno es más bien el opuesto, si tenemos en cuenta la multitud de personas
que han dependido de la industria en todas sus manifestaciones y que
en la actualidad, debido al
cierre o transformaciones
de las mismas, no experimentan
gran empatía hacia este tipo de bienes,
que, por otro lado, son ajenos a las imágenes estereotipadas del patrimonio
artístico en las que nuestra sociedad
está educada5.
Por todo ello, la extremada cautela que exige poner en marcha
una investigación y puesta en valor de estos bienes, conviene orientarla hacia dos horizontes principales: de una lado, la necesidad de concienciar a las personas y organismos
públicos e institucionales en el ámbito local6; y
de otro, la realización de acciones diversas y coordinadas, tendentes a conocer, proteger, rehabilitar, reutilizar y difundir, para que este patrimonio sea social y económicamente
rentable7. Se trata, en
definitiva y mediante este tipo de acciones
de “traspasar el umbral que supone equiparar los espacios de
trabajo con los espacios señoriales y de culto y despojar a los objetos y herramientas de la mera consideración costumbrista”8. Actitud
esta bastante compleja pero que, sin embargo, ya encuentra amplio
desarrollo en diversos países9.
Después de este sucinta
visión de los problemas
y necesidades que el patrimonio
industrial presenta
y la necesidad de salvarlos
para otorgar un lugar adecuado a su ser, conviene definir los aspectos
que, dentro del amplio abanico de la producción
industrial, otorgan al patrimonio
minero unas señas de identidad que pueden rastrearse en los diferentes espacios donde éste ha dejado su huella. Al respecto,
este patrimonio se caracteriza por su dispersión y diversidad, encontrándonos elementos tan dispares como pozos con castilletes, cabrias o malacates, escombreras, sistemas de selección, molturaje o preparación, hornos y chimeneas
de fundición, almacenes,
naves, tolvas, líneas de ferrocarril y embarcaderos, generadores
de energía, etc10.
Así mismo, la especificidad y el fuerte componente medioambiental son aspectos que definen este tipo de bienes11.
Por todo ello, resulta conveniente matizar diversos aspectos que inciden en la caracterización, grosso modo, de los bienes
objeto de esta investigación. En este sentido, los restos materiales derivados de la actividad minera del carbón, en relación con su entorno de desarrollo
presenta diversas particularidades que aconsejan un
enfoque global independientemente
de la disciplina desde la
que se aborde su análisis. En primer lugar, mediante estos restos materiales puede evidenciarse una fuerte relación y vinculación de los recursos humanos y el territorio, en base a la propia actividad minera, lo que genera
un paisaje específico y singular que hoy día se mantiene en las zonas que tradicionalmente han desarrollado esta actividad; por otro lado, se
produce un establecimiento y ordenamiento
de las actividades en base
a cuatro funciones básicas: investigación, extracción, tratamiento y transporte del mineral; ello suscita la aparición de otras fuerzas industriales
como el ferrocarril –entre otras actividades-, así como el levantamiento de una
arquitectura industrial adaptada a las funciones requeridas. De esta diversidad participa también el
propio carácter patrimonial asociado a estos bienes, de manera que irrumpen en este
vasto ámbito aspectos históricos, culturales, técnicos, artísticos, emocionales, testimoniales o prácticos. Estas características, además de otras muchas que irán evidenciándose a lo largo del trabajo,
pueden rastrearse en las diferentes cuencas mineras españolas, las cuales, algunas más que otras, han experimentado
una investigación llevada a
cabo desde diferentes disciplinas y enfoques. Independientemente de
la zona investigada, en todas ellas supone
un alto porcentaje de la memoria
colectiva que ese territorio
o localidad posee. Al respecto Mercedes López García resume perfectamente
la importancia de conocer y
conservar este tipo de bienes: “En este fin de siglo al que asistimos a bruscos y repentinos cambios dominados por la automatización, que nos adentra en una nueva era neoindustrial, es necesario tener presente nuestro pasado más próximo
para comprender mejor el futuro y conformar con ello
la imagen y personalidad de nuestro
lugar”12 .
El valle
del alto Guadiato situado en la Sierra Morena cordobesa, al
noroeste de la provincia de
Córdoba, configura la comarca homónima
y se encuentra formada por
los municipios de Belmez, Peñarroya-Pueblonuevo,
Fuente Obejuna, Valsequillo, La Granjuela y Los Blázquez. Nosotros incluimos el término de Espiel por la unidad histórica que presenta con estos municipios vinculada a la impronta de la minería
del carbón.
Su trayectoria
histórica, sus condicionantes
socioeconómicos y la dispersión
y el aislamiento sufrido
por gran parte de la población, han
provocado una grave crisis que comenzó
en la segunda mitad del siglo XX13.
A pesar de estas visicitudes, la geografía que caracteriza este territorio presenta una variedad muy apreciable.
En este sentido,
limita al norte con el Valle
de los Pedroches; al este
se sitúan los términos municipales de la comarca del Alto Guadalquivir y hacia el oeste se encuentra el término municipal de
Hornachuelos. Por tanto, se trata
de una zona de transición entre los Pedroches y el área más montañosa de Sierra Morena, presentando una configuración orográfica desigual, combinando extensas llanuras con alineaciones montañosas de
media altitud, conformando
un amplio valle a través del cual discurre el río Guadiato. Este valle está flanqueado por la Sierra de
lo Santos y Sierra Boyera, al sur, y, por el batolito de los Pedroches, al norte. Por lo tanto, este afluente presenta una gran dependencia respecto al relieve, circulando paralelo al eje
de plegamiento y estableciendo
su cauce en el seno de un sinclinal herciniano, en este caso,
el sinclinal carbonífero
del Guadiato. No obstante, a escala
geográfica y, teniendo en cuenta el grado
de impacto que posteriormente
supondría la industria minera, el paisaje natural de dehesa que caracteriza este territorio constituye uno de los alicientes geográficos más interesantes por la variedad de color y formas generadas y, por la evolución que
presenta ante los diferentes
usos del suelo que ha experimentado.
Si entendemos la noción
de paisaje como la manifestación formal de las múltiples relaciones que existen
entre el individuo o una sociedad y un espacio topográficamente definido en un periodo determinado, y cuyo aspecto resulta
de la acción en el tiempo, de factores naturales y humanos y de su combinación14, su identificación con la realidad
industrial vendrá matizada
por la propia actividad. En este sentido,
el paisaje industrial se entiende
como creación voluntaria de un nuevo orden
social y económico, en el cual el azar y la necesidad han marcado de forma determinante
el territorio"15.
Partiendo de esta
conceptualización y aceptando
que las fases de desarrollo
del modelo productivo como respuesta de la población y círculo que genera unas relaciones concretas y diversas desembocando en un territorio determinado se evidencian también en la cuenca
hullera del Guadiato, entendemos
que el paisaje creado aparece como resultado de la implantación progresiva de un
mayor número de empresas cada vez más
tecnificadas, que suponen
un, cada vez más creciente, apego al territorio modificándolo de manera drástica tanto en usos del suelo como transformando los elementos naturales en pos de las
explotaciones carboníferas.
Pero ¿Cómo se llega a una configuración paisajística de este calibre? ¿Qué categorías o
procesos se suceden hasta desembocar en un paisaje propiamente
dicho y, más
específicamente, en un paisaje industrial minero? La realidad
paisajística que nos encontramos parte, en este sentido,
de un medio natural que sufre una serie de procesos como son el descubrimiento del carbón de piedra que subyace a este entorno, la conquista del territorio, su “bautizo” y, finalmente, la apropiación en la que se engloban la numerosa lista de agentes antrópicos (empresas, particulares,...)
que toman este espacio16. Por ello, lo que realmente marca en
un primer momento la transformación
de este espacio natural
será este componente empresarial ya que, aunque existiera
población en los núcleos de
Espiel, Belmez o Peñarroya, su impacto,
aunque necesario para la llegada del anterior, no tendrá
la misma intensidad ni el mismo efecto.
En este sentido
el paisaje natural preexistente
a la llegada de estos agentes se caracterizaba por el predominio de encinas y, en algunos lugares
olivos, siendo la ganadería la principal fuente de riqueza económica. Sin embargo,
una nota dominante ha sido
la despoblación que había caracterizado al valle del Guadiato en los momentos previos al desarrollo industrial.
Por ello, el paisaje generado cobra importancia como elemento que une al hombre
con su entorno. Conviene pues
incidir en la vertebración general del paisaje
de esta comarca minera y, posteriormente analizar la tipología paisajística derivada de la explotación de los
recursos carboníferos. Sin
embargo, hasta llegar a esta
realidad, el medio natural descubierto,
conquistado, “bautizado” y apropiado, pasó a convertirse en territorio el cual, ahora aparece caracterizado
tras el proceso anterior, por
una serie de redes, nudos y
superficies17 que no hacen otra cosa que articular y hacer comprensible el espacio hecho como
propio marcando hitos de referencia de carácter visual y ordenándolo en base a la iniciativa de su apropiación. Si nos centramos en
este territorio, el establecimiento de los flujos de relaciones
y transporte mediante la utilización de diferentes vías de comunicación como la carretera a Córdoba o los
diferentes arroyos para la realización de sondeos carboníferos así como, en
un momento posterior, la llegada del ferrocarril, permiten
el establecimiento de una serie de flujos constantes y oscilantes por este espacio que van a incidir de manera importante en la naturaleza de la apropiación que cada individuo mantiene con su territorio que, con sus nudos, redes y sus superficies claramente
definidas por los propios pobladores/empresas, se divide a
su vez en diferentes lugares y que, por tanto, va a suponer que el paisaje resultante en la cuenca carbonífera del Guadiato no es sólo ambiente ni entorno
sino que, al contrario, es un
todo identitario, histórico y relacional que atañe a la propia sensibilidad de quien lo habita18.
Castillete metálico: Castillete del pozo Belmez.
En este sentido y concretando,
el territorio caracterizado
por sus redes, nudos y superficies,
se encuentra dividido en una serie de lugares que constituyen partes de dicho territorio que se caracterizan individualmente por esos aspectos identitario, histórico y relacional. Pero,
para que se convierta en paisaje es necesario que se produzcan por parte de quienes
lo habitan percepciones creativas o acciones creativas
que, en definitiva es el último paso que supone que hay tantos paisajes como miradas, es decir, artializar el paisaje, convertirlo en creativo.19 Por lo
tanto, existe una variación
en las percepciones que, a lo
largo de la historia han
incidido sobre este espacio por parte de los diferentes
pobladores que contribuyeron
al modelado y configuración
de la esencia que, en la actualidad, contemplamos y analizamos y que posee en tanto que paisaje un carácter estético particular20.
Por ello, nos interesa, no tanto el proceso, definido brevemente líneas arriba, sino el análisis de la realidad actual en la que nos encontramos un paisaje cultural donde la minería
ha permitido de una manera más intensa
la transformación de un medio natural en un territorio, definido por una serie de lugares y en el que bajo un paisaje común se esconde la historia de las percepciones creativas que marcaron y marcan la diversidad de paisajes.
De un modo general, este tipo de paisajes
viene determinado por el uso de grandes cantidades de energía de asentamiento y de mantenimiento/producción, en función de las necesidades de transformación de la materia. Se trata, por tanto, de una tipología
paisajística que podemos
denominar productora de energía21 y que caracteriza a todas las cuencas mineras suponiendo la localización de las fuentes energéticas lo que implica la necesidad del transporte al centro de consumo y, consecuentemente, la construcción de grandes infraestructuras
y una red de transporte fija
y permanente22. Este aspecto
en la cuenca carbonífera del Guadiato tendrá lugar de manera progresiva, pero el resultado será un paisaje erizado de
castilletes extractivos a los que se suman construcciones
anexas y stocks de carbón
al aire libre, es decir,
gran cantidad de escombreras.
Evidentemente el carbón supone un gran coste de transporte y transformación lo
que implica un proceso de optimización que pasa por enclavar la industria en uno de los lugares
de explotación, en este caso, la propia
fundición de la Sociedad Minera y Metalúrgica
de Peñarroya (S.M.M.P.) y toda
una serie de instalaciones fabriles destinadas a abaratar los costes.
El paisaje resultante conlleva la aparición de centros industriales especializados, con grandes instalaciones energéticas para transformar la materia, enorme almacenamiento de materias y
una potente red de transporte
(ferrocarril, principalmente).
Sin embargo, el gran volumen de materia
consumida respecto al producto final y la baja eficiencia energética dará lugar a una enorme entropía y contaminación
del paisaje23.
La figura
del castillete se centra en las labores de extracción, en función de las cuales ha derivado en una estructura y morfología que, a parte de la diversidad de tipologías existentes, nos ofrece un esquema
funcional similar en prácticamente todos los ejemplos. Las estructuras que componen los castilletes y pozos responden a una necesidad de transporte requerida en la industria extractiva tanto de la minería subterránea como la minería a cielo abierto. El transporte al que nos referimos (minería subterránea), consistente sustancialmente
en el desplazamiento de material y personal.
El análisis
de la infraestructura industrial de una instalación de extracción vertical
o, lo que es lo mismo, de las manifestaciones
materiales de la explotación
y extracción de las minas de carbón
del alto valle del Guadiato,
obliga a centrar la atención en el estudio de los castilletes que se
levantaron en este espacio haciendo
hincapié en una primera conceptualización, que sirva de marco para analizar las
diversas tipologías y los factores y condicionantes
que intervienen en ellas. Toda la diversidad de
tipologías que se presentan parte de un esquema base,
con una funcionalidad concreta.
Castillete de mampostería:
Castillete del pozo Franco.
De este modo todas estas construcciones actúan a modo de cabrestante,
consistente en una estructura de eje vertical que se emplea
para mover grandes pesos por medio de una maroma o cable que se va arroyando en él
a medida que gira movido por la potencia aplicada en unas
barras o palancas que se introducen en las cajas abiertas o en el canto exterior
del cilindro o en la parte alta de la máquina. Este tipo de construcciones se emplea en la industria naval o en los propios astilleros para levantar grandes pesos. En minería se va aplicar
el esquema funcional descrito para levantar la infraestructura que permita elevar la carga del mineral y poder transportar a los operarios sin ningún problema. Ahora bien, en la
literatura científica al uso, las denominaciones que nos encontramos son muy diversas, tales como castillete, malacate o cabria, diferenciadas por la disposición
de los elementos que conforman
su estructura. De manera que al hablar de un castillete hemos de referirnos a aquella construcción que presenta dos
tornapuntas que soportan la mayor parte de los esfuerzos
y que se une con la estructura
central, vertical, destinada a soportar
los esfuerzos residuales y
a alojar una serie de dispositivos, formada por cuatro pilares. En esta estructura
se alberga además el sistema de poleas que permite el deslizamiento del
cable, accionado mediante la máquina de extracción. Por otro
lado, la cabria se constituye como aquella infraestructura diseñada igualmente para levantar pesos y cuya armazón consiste en dos vigas ensambladas
en ángulo agudo, mantenidas por otras dos que conforman la estructura. Entre las dos vigas
se sitúan las poleas que reciben los cables con los que se maniobra
el peso.
Castillete mixto:
Castillete del pozo Albardado.
Finalmente el concepto
de malacate se asemeja mucho a las anteriores definiciones y, por ello, son muchos los investigadores que emplean este término
para hablar o referirse indistintamente a un castillete o
a una cabria; sin embargo esta
construcción constituye una
máquina, también a manera de cabrestante que tiene el tambor en la parte superior y debajo las palancas a que se engancha la fuerza motriz.
A la hora de referirnos a estas construcciones emplearemos el término castilletes para hablar del conjunto de todos ellos; sin embargo en la geografía
de la cuenca existen cabrias y castilletes indistintamente y, por ello, emplearemos el vocablo correspondiente para referirnos a
cada uno de ellos.
Apoyados en
estas definiciones, el desarrollo de la industria minera en la cuenca
carbonífera del Guadiato ha
generado una serie de tipologías que podemos agrupar de la siguiente forma:
El origen de esta diversidad hemos de buscarlo en una serie de condicionantes que de modo desigual intervinieron en las explotaciones del carbón de esta comarca. Así, el grado de planificación en el proceso de explotación, indica
una mayor o menor producción
prevista para explotar o
una variación en la técnicas de laboreo y, en consecuencia una dotación de altura y consistencia al castillete que varía considerablemente en
función de esos parámetros.
Por otro lado, existe una constante, evidente por otra parte, que nos habla de una mayor tecnificación en el levantamiento de estas estructuras a medida que nos acercamos al siglo XX, de manera que, los castilletes levantados en un principio eran fundamentalmente de madera o de mampostería, lo que
se encuentra estrechamente ligado con el condicionante expuesto líneas arriba ya que los recursos de las primeras empresas para explotar el carbón mineral, resultaron bastante precarios, unido a la deficiencia en el transporte, lo que incidía en el hecho
de que no era necesario extraer
excesivas cantidades de carbón. Al mismo tiempo, la propia formación de los ingenieros y la
influencia en la planificación de las empresas extranjeras
dieron un salto a la construcción de estas infraestructuras dotándolas progresivamente
de los más modernos sistemas
de seguridad y de unas estructuras metálicas que, ahora sí, entroncan
directamente con las realizaciones
ingenieriles más sublimes y
que muestran una tratamiento de la “estereotomía
del hierro” al que adscriben una valoración estética notable.
Este paso adquirió especial relevancia con la aparición de la Sociedad Minera y
Metalúrgica de Peñarroya
(S.M.M.P.) que comenzó a actuar
sobre todas las instalaciones que empezaba a colocar bajo su propiedad.
Cabria del pozo
Cervantes 1
Tras exponer
los factores que inciden en las variaciones a nivel tipológico, procederemos a analizar
cómo se manifiestan en la realidad patrimonial de este territorio haciendo hincapié en los aspectos específicos que otorgan un carácter genuino al conjunto de estos bienes. En
este sentido, respecto a las cabrias son
pocos los ejemplos que quedan en la cuenca, destacando la del pozo Cervantes 1 y
la levantada en el Pozo Aurora. La estructura de esta tipología viene definida por dos pilares roblonados24 y
dos contrafuertes que se unen
mediante una plaza metálicasoldada.
Se encuentran divididos en cuatro tramos
y en el cuerpo superior, al
que se accede por una escalera de mano, se sitúan las poleas dispuestas paralelamente.
Por su parte,
los pilares están formados por dos vigas paralelas unidas por un entramado
de pequeños travesaños a bisel y perpendiculares a la
dirección del pilar, desarrollando en toda su estructura
apoyos de tracción-compresión;
por el contrario, los contrafuertes
están realizados a partir de viga maciza. Al mismo tiempo, ambos elementos, pilares y contrafuertes se encuentran unidos entre sí por dos vigas paralelas de celosías, de manera que los puntos de inserción
están reforzados mediante chapas metálicas. Seguidamente, el segundo y tercer cuerpo se refuerzan mediante crucetas, que consisten en las aspas creadas a partir de la intersección de dos series de líneas
paralelas. Ahora bien, el cuerpo superior posee este refuerzo sólo
en su parte
frontal, ya que por la posterior se deslizaban los cables que permitían
la subida y la bajada de las jaulas.
Finalmente, la estructura
de la cabria descansa sobre unas zapatas
de hormigón mediante unos refuerzos metálicos con sección estrellada, conformando en planta una morfología rectangular.
El conjunto de castilletes
propiamente dichos se encuentra formado por el Pozo Belmez, Pozo
San José, Pozo Cervantes 2, el Pozo
nº 4 de la mina Terrible y, en el término
municipal de Espiel, el Pozo
Espiel, el pozo Retorno Espiel y el Pozo Antolín, de cual no quedan hoy restos materiales pero que representa, a través de los documentos gráficos, uno de los ejemplos más impresionantes
de la arquitectura metálica
de los ingenieros. De planta cuadrangular,
tipológicamente constituyen
una unidad pero al analizar cada uno
de los ejemplos, encontramos
diferencias que nos hablan de esa progresiva
introducción de mejoras técnicas y de seguridad en beneficio de la productividad y al amparo de la legislación
vigente. La mayoría de ellos están formados
por seis tramos, aunque este número puede
variar en función de la altura; en este sentido,
el pozo Cervantes 2 responde
a una articulación en tres cuerpos frente
a los cinco del pozo Belmez o los seis del pozo San
José. Las “columnas” que componen
la estructura son roblonadas
y en su coronación, la plataforma de apoyo de las poleas está cubierta
con el puente. Los puntales,
esto es, las piezas metálicas que sostienen las cubiertas,
identificadas con los contrafuertes de las cabrias, son vigas de celosía en su
mayor parte y poseen apoyos de tracción-compresión en toda su
estructura y que se manifiestan,
entre otros lugares, en el mecanismo de fuerzas que se establece en las crucetas mediante un sistema de aspa. Como norma general no presentan amaine.
Los realizados en mampostería son más numerosos, y se encuentran representados por Pozo Arcadio, Pozo
Lucas Mallada, Pozo Franco
y Pozo Padre Murillo. En ellos se observa el uso de pequeños bloques de piedra mezclados con fragmentos de ladrillo y argamasa, formando un bloque consistente que se articula en forma de dos alas que funcionalmente
actúan de la misma manera que las cabrias y castilletes metálicos, aunque más cercanos
a las primeras, de manera
que en una sola pieza sintetizan vigas principales y contrafuertes. Por otro lado, se observa
en alguna de esta manifestaciones el empleo del ladrillo común y, en otras
ocasiones, se encuentra compuesto por carbonilla, mezcla de cal y carbón que se puede constatar en el pozo Albardado, a pesar de que fuera mixto, y en Lucas Mallada.
Castillete del pozo Antolín (hoy desaparecido). Colección
Francisco José Aute.
De la mayoría de los castilletes no se conservan ni las poleas, ni las infraestructuras anexas, tales como salas de máquinas u otros espacios. Si es notorio, por otra parte, que las esquinas de estas construcciones en
mampostería se recubren en su mayoría con ladrillos
de carbonilla o con pequeños
cubos pétreos dispuestos a sardinel o bien, trabados. Al mismo tiempo, como
norma general se encuentran
cegados y aún presentan los huecos donde se engarzaban las vigas
metálicas que sostenían las poleas.
Finalmente los castilletes
mixtos realizados con base
de mampostería a la que se adosa una estructura metálica,
constituyen un grupo que integran
el Pozo Cervantes 3, Pozo Santa
Rosalía y Pozo Albardado. Aunque en la mayoría de estos castilletes sólo se conserve la estructura de
mampostería, ya que la infraestructura metálica ha
sido arrancada, a través de
documentación gráfica histórica es posible obtener una imagen de su estado
original, sobre todo en el pozo Albardado.
En este sentido,
responden a la misma nomenclatura y descripción que
los metálicos para la parte
realizada en este material y, al mismo tiempo, se identifican con los de
mampostería en su parte inferior.
Considerando la evolución
del enfrentamiento entre arte
y técnica25 y la disputa
entorno a la consideración estética de las obras de ingeniería, cercanas a la arquitectura del hierro, no debemos olvidar que nuestro objeto de investigación, aunque dentro de
la ingeniería, es quizás el
que menos se vincula directamente con esta polémica arte-técnica.
Ahora bien, como productos de una formación
integral en unas escuelas politécnicas en las que se respiran
estas nuevas tendencias, es posible rastrear en estos castilletes metálicos e incluso en los de
mampostería, así como en la morfología
de la propia maquinaria de extracción, diversos
aspectos que obligan a pensar en
un aporte estético, entendido desde la nueva
funcionalidad expresada por Etienne Souriau26,
a partir de la obra La Belleza Racional, escrita por su padre Paul Souriau, “Toda cosa es
perfecta en su estilo cuando es acorde con su fin”. De esta afirmación se deduce que, a
nivel general, los valores estéticos que venían atribuyéndose a las manifestaciones
de la industria se basaban en dos factores fundamentales como son los nuevos materiales, hierro y acero en un primer momento y, por otro lado
el propio sistema de dependencias derivado del fenómeno industrializador. No
obstante, no debemos olvidar
que las preocupaciones estéticas
de los grandes ingenieros
se ponen de manifiesto si
contrastamos su pensamiento con sus obras. Su declarado funcionalismo queda entonces matizado, rebatido por un proceder que no es tan funcionalista27.
En este
sentido, surgen nuevas virtudes asociadas a la actividad de los ingenieros, a saber, asegurar la satisfacción de las necesidades creadas, con la aparición del
nuevo orden socioeconómico,
derivado de la industrialización;
lograr esa satisfacción con el mínimo esfuerzo y crear posibilidades completamente nuevas,
produciendo objetos que no hay en la naturaleza del hombre. Para que esta
reflexión se llevara a cabo, resultó necesario
que se asentaran diversos condicionantes como la producción de estos materiales en grandes cantidades y a bajo
costo; la posibilidad de transportarlos fácilmente, incluso en forma de elementos prefabricados, de las fábricas a las obras; sus cualidades intrínsecas de materiales de soporte y la posibilidad de cubrir amplios espacios con el mínimo estorbo de puntos de apoyo28; la economía en tiempo y costo
de construcción; el progreso
de las ciencias de la construcción
y el cálculo matemático de cargas y tensiones y la formación de escuelas especializadas para ingenieros29.
Junto a todo ello y como agente directo en la propia
gestación de estos valores asociados
a las obras surgidas de la ingeniería, el proceso mediante el cual lo funcional fue
echando raíces cada vez más
profundas (...) fue acompañado de la bien conocida separación profesional entre
arquitectos e ingenieros, una grieta
que, al cabo de un siglo, sería casi un abismo insalvable30. Lo cierto es que los ingenieros supieron desarrollar una estética particular moviéndose en general en una especie de eclecticismo controlado, siguen[do] formas y tipologías que se imponen por razones eco - nómicas, constructivas o de fabricación de materiales. Aunque haya una considerable
permeabilidad internacional en las formas y a veces
un inconfesado o inconsciente
mimetismo de los maestros, lo que se puede afirmar es que no hay ismos en la ingeniería
en general [y, ni mucho menos en
la ingeniería de minas], al menos de modo liberado31.
Lo cierto es que, como marco a los aspectos estéticos que se barajan en la construcción de
infraestructuras para las actividades extractivas del
carbón en el valle del Guadiato, en la ingeniería civil convivieron formas, tipologías y materiales en combinaciones muy diferentes, siempre en competencia
unos con otros. Al respecto, los años que transcurren entre finales del siglo
XVIII y la primera mitad del
siglo XIX son un ejemplo nítido de esta distinción que venimos repitiendo, ya que, mientras que la arquitectura
se transformaba en bloque y unitariamente de barroca a neoclásica(...), en la ingeniería civil compiten entre sí con fuerza los diferentes
modos de transporte (carreteras, canales
y ferrocarriles) como los
distintos materiales (madera, piedra y hierro) y tipologías
estructurales (colgantes, celosías, cajones huecos, bóvedas, columnas y vigas,...), de forma
que las combinaciones son múltiples32.
Pero, aún hay más ya que la competencia técnica y económica entre las
distintas soluciones no se manifestaba
sólo a corto plazo, sino también valorando la
conservación; se trataba tanto de una competencia comercial, de lanzamiento e imposición
de nuevos materiales, y simbólica, que buscaba el triunfo de la última solución
entre las precedentes.
Ahora bien, sin olvidar este proceso
general que sufrieron las ideas aplicadas
a la relación arte-máquina y las consideraciones estéticas
que se desprendieron del establecimiento
de un ambiente propicio
para el levantamiento de estas
construcciones, para entender
la valoración de la belleza
que presenta el funcionalismo de las infraestructuras erigidas
para responder a las actividades mineras,
hemos de hacer hincapié en los factores que envolvieron la creación de tales manifestaciones,
centrados en la influencia francesa y en la propia formación
de los ingenieros entorno
al progreso de las escuelas
de ingenieros y la, cada vez más debilitada,
dependencia de la acción extranjera en la cuenca. Evidentemente la diferencia tecnológica que presentan los distintos castilletes nos obliga a centrar el discurso estético ligado a la arquitectura del hierro, solamente en ciertos ejemplos (Pozo Belmez, Pozo Cervantes 1, Pozo Aurora, Pozo San José). Sin
embargo, el pozo Antolín
(hoy desaparecido) nos ofrece
un testimonio verdaderamente revelador de la concepción
estética de la que participó. Realmente,
los valores estéticos que
se desprenden de estas construcciones metálicas son las que se respiraban en el ambiente de las escuelas de ingenieros del París de mediados y finales del siglo XIX33.
En este
sentido, material, construcción
y proporción determinan la
estética de la construcción-esqueleto de hierro y acero34.
La construcción, es decir,
la ordenación y unión de
las partes soporte, depende primariamente de la función de la instalación, de la profundidad
del pozo, de los empujes decisivos. Los intervalos y dimensiones de los soportes resultan de los programas de aprovechamiento y de
una distribución científica
de la carga y, al mismo tiempo, los perfiles de los apoyos y soportes son establecidos
en la producción industrial. Hay pocas formas básicas, pero éstas se escalonan
por centímetros en series desde un perfil fino como un lápiz
hasta otro que presenta un grosor considerable. Junto a todo
este entramado de estructuras y fuerzas que operan en sus constantes
relaciones, hemos de hacer hincapié en dos aspectos básicos que interviene de modo directo en sus valores estéticos como son la forma y los materiales,
a los que ya hemos aludido pero a los que nos referiremos en otro sentido.
En primer lugar, la forma
que, en definitiva, es un resultado dialéctico de muchas contradicciones y condicionantes (económicos, sociales, ambientales, ...).
Las formas de algunos de estos castilletes, pues, no se derivan exclusivamente de las
exigencias funcionales y resistentes, sino que escapan
del puro dominio de la lógica
para entrar en las secretas fronteras de la inspiración35. Sin embargo, y aquí existe una vasta tradición que subyace a la ingeniería de minas,
no debemos olvidar que las formas del pasado tienen consistencia y que en la configuración de las formas de los castilletes mineros decimonónicos y los valores estéticos que se desprenden, desempeñó un papel fundamental la situación
histórica de la extracción del carbón
ya que, participa en espíritu de las construcciones que constituyen el
núcleo central de nuestra investigación.
Así mismo,
y de modo progresivo, esa
complejidad [con que contaba
la ingeniería metálica del siglo XIX] nacía de las
limitaciones técnicas, de las
acuciantes exigencias sociales y de los presupuestos limitados que, en vez de estorbarles y apartarles de lo creativo, procuraban la grandeza y belleza de sus estructuras36.
Por otra parte, el hierro como material esencial en la configuración estética de estas obras, supone
para la obra final que constituyen
los castilletes, forzosidad
y artificio, de manera que cada material crea sus propias formas resistentes y
constructivas. En nuestro caso, se trata de unas estructuras basadas en un sistema
de uniones tipológicas que
se repiten constantemente, basadas en vigas
roblonadas, vigas de celosías, crucetas y otros
elementos que configuran la morfología
de un castillete metálico.
La construcción estructural trata de conseguir la expresión artística por medio de la unidad de material, construcción
y forma con una lógica objetiva
que deja poco lugar a reflexiones artísticas e invenciones formales separadas37.
La forma debe poner de manifiesto
lo esencial sin ningún efecto decorativo, como Sullivan la definió en 1896: “La forma sigue siempre a la función, y esta es la ley”38. Se mantiene, al respecto, la
tradición de las construcciones amplias
y transparentes, como manifiestan numerosos edificios, tales como naves fijas y desmontables, puentes, postes de celosía (torres de estación emisora) y muchos edificios especiales para la industria. La tendencia al respecto consiste en el desarrollo de infraestructuras y espacios cada vez
más ligeros mediante el mejor aprovechamiento del material39. No obstante, hemos de diferenciar entre este tipo de obras
de ingeniería y las espaciosas
construcciones de entramado,
para las que se prefieren los tubos de acero sin soldaduras, los cuales, en las menores longitudes posibles e iguales secciones, son ensamblados con ayuda de múltiples puntos de unión iguales para formar grandes superficies de enrejado que se sostienen a sí mismas.
1.
La ley de Minas de 1825 supuso un empuje para el renacer de la industria minera española tras el fenómeno de la emigración hacia América,
el desarrollo de epidemias y el peso de la Guerra
de la Independencia, que provocaron que la primera Revolución Industrial apenas se detuviera en esta
comarca. Esta ley fue progresivamente completada en 1843, 1859 y 1868, definitivamente
y hasta 1944. PEÑARROYA-ESPAÑA, Libro del
Centenario, 1891-1981. Sociedad Minero Metalúrgica de Peñarroya. Madrid, 1983.
2.
Jorge D. TARTARINI, Arquitectura Ferroviaria, Ed. Colihue,
Buenos Aires, 2002, p. 11.
3.
Desde
el mismo momento en que se originan los espacios industriales, su carácter funcional,
racional y adaptativo, condicionan la naturaleza de tales transformaciones,
brevemente resumidas en: ampliaciones (adiciones de elementos correspondientes a etapas distintas de una historia acumulativa y que suponen ciertas demoliciones de algunos espacios); cambios de uso (modificando el espacio diáfano); transformaciones profundas en su
estructura ocasionadas por cambios en el proceso
productivo o en los modos de obtención de energía y, por último, reconstrucción de un espacio por demolición. Ver Inmaculada
AGUILAR CIVERA, “Restauración del patrimonio
arquitectónico industrial”, CUADERNOS del IAPH, XII, Ed. Comares,
Granada, pp. 160-203.
4.
Miguel GIMÉNEZ YANGUAS,
“Patrimonio Industrial en
Andalucía: una apuesta conservacionista”, Anuario Etnológico de andalucía 1995-1997,
DGBC, Consejería de Cultura,
Sevilla, 1999, p.301.
5.
Franco BORSI, Introduzione alla Archeologia industriale, Offizcina Edizioni, Roma, 1978, pp.
34-40.
6.
“A quienes -en último extremo- corresponde la defensa del Patrimonio es aquellos que están más próximos al mismo, y son las administraciones
culturales y educativas
locales las que tienen una importante
labor que hacer en este terreno, delimitando
los elementos a proteger y movilizando este patrimonio como un bien que posee un valor cultural y educativo
estimable”. Miguel GIMÉNEZ YANGUAS, op
cit, p. 303.
7.
Ibid,
pp. 303.
8.
Ibid, pp. 301.
9.
Este cambio de actitud se sintetiza en las palabras de
Louis Bergeron: “le respect porté aux témoins matériels et à la mémoire de l´industrie, la reconnaisance de leur porté culturelle,
sont affaire d´attitudes
collectives d´accueil ou de
refus à l´égard d´ingrédients nouveaux
que le XXe siècle finissant
nois invite à incorporer
aux grandes valeurs nationales propres aux différents pays industrialices”.
Louis BERGERON, “Le Place du Patrimoine industriel dans la culture occidentale
aujourd´hui”, En GARCÍA HOURCADE, J. L.; MORENO YUSTE, J. M. y RUÍZ
HERNÁNDEZ, G. (Coord): Estudios de Historia de las Técnicas,
La Arqueología Industrial y las Ciencias.
VI Congreso de la Sociedad Española de Historia de
las Ciencias y las Técnicas,
Junta de Castilla y León, Consejería de Cultura, Segovia, 1998, pp. 31.
10.
Lorenzo CARA
BARIONUEVO, “El Patrimonio minero
andaluz. El futuro de un pasado”, Boletín del IAPH, 45, 2003, pp.40.
11.
Ibid.
12.
Mercedes LOPEZ GARCIA,
“El concepto de patrimonio:
el patrimonio industrial o la memoria
del lugar”. en FERNANDEZ
GARCIA, A. y ALVAREZ ARECES, M.A., (Coords.): Arqueología Industrial
(monográfico) ÁBACO, Nueva Epoca,
Nº 1, Primavera 1992, Gijón, pp. 9-12.
13.
Plan
de Desarrollo Rural en el Valle del Alto Guadiato, Grupo de Desarrollo
Rural del Valle del Alto Guadiato, Fuenteobejuna, 2001.
14.
Fernando MORENO DE
BARREDA (dir.): El Patrimonio
Cultural en el Consejo de
Europa. Textos, conceptos y concordancias. Hispania Nostra-Boletín
Oficial del Estado, Madrid, 1999, pp. 351
15.
Julián SOBRINO SIMAL: Arquitectura industrial en España, 1830-1990, Cátedra,
Madrid, pp. 77.
16.
Juan OJEDA:
“Desarrollo y
patrimonio paisajístico”, Curso de doctorado en Gestión de Patrimonio Histórico, Universidad Pablo de Olavide, Sevilla, 2004, publicado
en “Desarrollo y Patrimonio
paisajístico, Boletín del IAPH, 42.
17.
Juan OJEDA: Op. Cit.
18.
Ibidem.
19.
Ahora
bien, en última instancia hemos de caracterizar esas percepciones. Por ello, según Juan Ojeda, éstas pueden ser primarias, connotativas, comunes o institucionalizadas. Mientras que
la identitaria es la que vive
en el paisaje y que se sabe dentro del mismo con el establecimiento de una serie de elementos simbólicos (realmente es la que aquí empleamos), puede haber percepciones
connotativas, es decir, las que experimentamos a nivel global sin haber vivido ese paisaje concreto. Por otro lado, las instituciones pueden convertir elementos creativos o identitarios en paisajes propiamente
dichos y, finalmente el paisaje resultante de los factores que nos han inducido
a construirlo como elementos comunes a todos nosotros, se convierte, en definitiva,
en un tipo de paisaje que hemos asumido desde la infancia como arquetipo.
Ibidem.
20.
El carácter
estético de esta manifestación no responde a un paisaje natural ni a un agradable paisaje cultural de tiempos pasados, sino a un paisaje industrial con huellas evidentes de una reiterada transformación, explotación e incluso devastación. Tampoco es, ni mucho menos,
un trozo de pasado definitivamente ido: aún se sigue extrayendo
hulla. [...] Ahora bien, y esto es lo decisivo,
“aún” el final de esta época hace tiempo
que empezó. El presente no tiene mayor futuro, comienza a convertirse en pasado. Y ahora
[estas miradas] se detienen en la cuenca [minera] y percibe cualidades estéticas en la fealdad que antes no habían salido a la luz o no habían sido tomadas en
cuenta. [Sin embargo] Los edificios y los complejos no están aislados, sino que forman un conjunto, están en consonancia con su entorno, con los montículos de carbón y los baldíos, y entre todos forman un panorama lleno de interés. Y se funden en un paisaje, un paisaje industrial. Si bien este paisaje está alejado
del estado natural, también
hay aquí naturaleza. [...]
La naturaleza
industrial es una naturaleza secundaria de ese paisaje y por lo mismo constituye una parte de la cultura industrial que ha pasado desapercibida durante mucho tiempo. El proceso de estetificación de regiones en otra
época consideradas como feas puede
estudiarse actualmente. Antonia
DINNEBIER: “Altos Hornos en
Arcadia”, en Humbodlt, 134, Bonn, 2002.
21.
Gerard FERNÁNDEZ TATJÉ: “Clasificación
de paisajes en función de la energía”, en Actas IV Congrés de Ciencia del Paisatge, Universidad
de Barcelona, Barcelona, 2000.
22.
M. De BOLÒS: Manual de Ciencia del Paisaje.
Teoría, métodos y aplicaciones, Mason, Barcelona, 1992.
23.
Gerard FERNÁNDEZ TATJÉ: Op. Cit. Ver también
Jürgen NEFFE: “Flores en la Cuenca del Ruhr”, en Humboldt, 127, Bonn,
1999.
24.
Por roblón
entendemos el clavo o clavija de hierro o de otro metal destinado a ser remachado.
25.
Ver
Pierre FRANCASTEL, Arte y técnica en los
siglos XIX y XX, editorial debate, Madrid, 1990.
26.
Etienne SOURIAU: “L´abstraction sentimentales”, en Revue d´Esthétique, nº 13,
1952.
27.
José Antonio FERNÁNDEZ
ORDÓÑEZ: El pensamiento
estético de los ingenieros.
Funcionalidad y belleza, Real Academia de Bellas
Artes de San Fernando, Madrid, 1990, pp. 31.
28.
La aparición
del perfil "doble
T" en 1836, permite la
sustitución de la madera y, al mismo tiempo, revoluciona la industria de la construcción creando las bases para lo que será
una de las obsesiones de los arquitectos
modernos: la construcción en serie y la prefabricación.
Hoy en día, siglo y medio después, la arquitectura en hierro sigue apoyándose
en la estandarización de piezas, lo que crea grandes limitaciones para su uso. Ver Francisco CALVO SERRALLER:
“La arquitectura del hierro
como símbolo de la cultura industrial”, CAU,
65, 1980.
29.
Giulio Carlo ARGAN: El Arte Moderno 1770-1970. Ed. Akal. Madrid, pp.165.
30.
José A. FERNÁNDEZ
ORDÓÑEZ: Op. Cit,
pp. 38 y ss.
31.
Ibidem.
32.
Ibidem.
33.
Como análisis profundo de la difusión
de las ideas estéticas de los ingenieros
resultan muy interesantes las publicaciones:
RAGGHIANTI, C. L.: Estética industriale, Sele Arte, Florencia, 1952; COMBET, G.: “Esthétique
et économie, Technique, Art, Science”. En Revista de enseñanza técnica, Paris, 1954; AAVV:
Arquitecturas de ingenieros,
siglos XIX y XX, Ministerio de Cultura, Madrid, 1980; AAVV:
Betancourt. Los orígenes de la Ingeniería Moderna en Europa, MOTMA,
Madrid, 1996.
34.
Carlos FERNÁNDEZ
CASADO: Estética de las artes del ingeniero, Real Academia de Bellas
Artes de San Fernando, Madrid, 1976, pp. 18 y
ss.
35.
José A. FERNÁNDEZ
ORDÓÑEZ y José R. NAVARRO: Eduardo Torroja: ingeniero, Pronaos, Madrid, 1999, pp. 57.
36.
José A. FERNÁNDEZ
ORDÓÑEZ: Op. Cit,
pp. 50.
37.
Carlos FERNÁNDEZ
CASADO: La arquitectura
del ingeniero, Alfaguara,
Madrid, 1975, pp. 55 y ss.
38.
Ibidem.
39.
José Antonio FERNÁNDEZ ORDÓÑEZ: Op. Cit , pp. 44.