ARQUITECTURA DOMÉSTICA EN SEVILLA DURANTE LA
SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII
FRANCISCO OLLERO LOBATO
Universidad Pablo de Olavide (Sevilla)
atrio, 10-11 (2005)
ISSN: 0214-8293 p. 113- 124
RESUMEN
El presente
artículo estudia el diseño y edificación de la arquitectura doméstica en la ciudad durante la segunda mitad del siglo XVIII. Se indaga sobre la labor proyectual de los arquitectos locales, y el modo en
que condiciona el proceso
de construcción de estos edificios la labor supervisora de
los maestros mayores de la ciudad y la normativa municipal, inspirada en los principios ilustrados. Se analizan las características de su arquitectura en cuanto a planta, volúmenes, alzados y decoración, y se documentan algunas de las casas principales y casas-palacios representativas
de la segunda mitad del siglo.
PALABRAS CLAVE: Arquitectura barroca.
Arquitectura ilustrada. Arquitectura doméstica. España. Sevilla. Siglo XVIII.
ABSTRACT
This article deals with
the relationship between design and building processes
of domestic architecture in Seville during the 18th century. It analizes
architectural features especially plans, spaces, and ornaments of this
buildings. Finally, it provides documents about palaces and houses built during
the second half of the century.
KEY WORDS: Baroque Architecture, Neoclasicism Arquitecture, Domestic
Arquitecture, Spain, Seville, 18th century.
El siglo
XVIII es un período histórico
de importancia sobresaliente
para el patrimonio arquitectónico
de la ciudad de Sevilla. Entre otras razones, la ruina de una parte importante del caserío de la ciudad tras el terremoto de Lisboa de 1755 obligó a proceder a un proceso de reconstrucción
posterior, cuyo resultado
se manifiesta al observar
el alto porcentaje de la arquitectura
doméstica objeto de protección que fue edificada durante esa centuria. Precisamente
este proceso de obras que se lleva a cabo en Sevilla consolida un modelo
de casa que sintetiza las aportaciones
que la tradición y la historia
han dejado sobre este género
arquitectónico. Pero además,
de manera dinámica, se producen una serie de cambios esenciales en la estructura del oficio de la arquitectura y en la responsabilidad sobre el diseño, relacionados con la política y el pensamiento ilustrados,
que tienen sus consecuencias sobre
los cambios reales en las plantas, espacios y alzados de las casas en Sevilla1.
Tradicionalmente, el gremio de albañilería,
quién decidía sobre la competencia para el ejercicio de la profesión de la arquitectura a través de los exámenes de maestría, gozaba igualmente del dominio sobre aspectos
fundamentales de la arquitectura
doméstica en la ciudad. Sus
alarifes, cargos ejecutivos
del gremio que se renovaban anualmente,
eran los encargados de inspeccionar y dar su aprobación a las medidas y diseño de los nuevos edificios que se fueran a construir en la ciudad. El acto
administrativo donde se concretaba tal vigilancia era la denominada
dación de medidas, en la que participaban también el
maestro encargado de la construcción, el maestro mayor de obras
de la ciudad y representantes delegados
del cabildo municipal. El maestro que recibía el encargo por el propietario del inmueble solicitaba al municipio
la presencia de sus representantes para este acto antes del inicio de la obras, y la aquiescencia del
arquitecto municipal, y sobre todo de los alarifes gremiales, era el trámite
principal para comenzar la construcción2.
Los alarifes cuidaban de que se cumplieran normas de policía y ornato urbano, como por ejemplo las dimensiones del vuelo de cornisas o portadas de las viviendas, así como de una modesta modernización urbanística de la trama de la ciudad, a través del atirantado de los frentes de fachada de las nuevas construcciones, que permitía una paulatina alineación de tramos de las vías públicas, si bien sobre el marcado carácter sinuoso e irregular de su trazado general3.
La presencia de los alarifes gremiales suponía la aceptación social de su papel preeminente
en lo legal y efectivo sobre las construcciones domésticas, dentro de una estructura
global de control exhaustivo del oficio,
de procedencia tardomedieval.
Pero asumido este reconocimiento de la superioridad
del gremio y sus representantes, las condiciones establecidas se circunscribían a la adopción de
ciertas normas de seguridad y respeto al común, de
modo que subsistía un amplio
margen para la libertad de
los maestros de obras en la
creación y el diseño arquitectónico, dentro del influjo
general de la estética del clasicismo
asumida desde el Renacimiento, y de la tradición específica local. En cualquier caso, debemos hablar, al menos para el siglo que nos ocupa, de una arquitectura de diseño y autor que evita encuadrar sus realizaciones bajo
el término de arquitectura
popular.
Los cambios
que se producen en la política ciudadana en el último tercio del siglo
tendrán sus repercusiones sobre la arquitectura doméstica
que se desarrolla en la ciudad.
La creación de la Real Academia de San Fernando de
Madrid y el establecimiento de unas
normas legales para promover el control del diseño arquitectónico y de la formación profesional de los arquitectos en el seno de esa
institución tendrán como consecuencia en la ciudad de Sevilla el intento
de reforzar la autoridad
del municipio y centralizar la actividad en este
aspecto. Para ello se adoptan
medidas para dotar a la
ciudad de unas ordenanzas
de policía y ornato propias, y para conseguir reforzar el papel del arquitecto titular de la corporación sobre la arquitectura doméstica.
En 1779 el municipio trató en cabildo sobre las ordenanzas de Madrid para la construcción de edificios,
normas que habían supuesto para la villa y corte la alianza entre la corporación municipal y la Real Academia y el alejamiento definitivo sobre cualquier responsabilidad en el diseño de la arquitectura doméstica de aquella ciudad del
gremio de albañilería4. En Sevilla se decidió adoptar esa normativa, con la
elaboración de unas ordenanzas propias y la adopción de una serie de medidas prácticas sobre la construcción en la ciudad. Las decisiones del
cabildo manifestaron una visión
global de los problemas de la ciudad, y una interpretación de la misma como objeto de las reformas políticas y estéticas de acuerdo con el marco de acción del pensamiento ilustrado. Las implicaciones de estas decisiones del cabildo en el
campo de la arquitectura doméstica son profundas, puesto
que se reconoce por el municipio
que “esta clase de policía no había sido mirada con el cuidado y esmero que exigía” con el resultado de “no establezerse la decoración del aspecto público”5.
La mención a la “decoración del aspecto público” alude por supuesto al diseño de la arquitectura de la ciudad, en
especial a la doméstica6. Para reforzar el control del cabildo y del arquitecto
titular elegido por la ciudad sobre
las trazas, se decide que los maestros de obras que fueran a realizar las obras pasasen al arquitecto municipal
un borrador, sobre el cual expresaba el arquitecto su conformidad
mediante una licencia de obras, y una vez aceptado podría procederse a la dación de medidas. Sin embargo, y a diferencia
de lo que sucede en Madrid,
en Sevilla se mantiene la presencia de los alcaldes alarifes
del gremio como parte de este acto de las medidas, de modo que aún se colegia y a la vez se dispersa la facultad del control sobre el diseño de la arquitectura doméstica. A lo largo
del resto del siglo, y también
durante las primeras décadas del siglo XIX los arquitectos titulares revindicarán un protagonismo único en la aprobación
de los diseños, de modo que solicitan
que los cargos gremiales no comparezcan
al acto de la dación de medidas. Para ello no dudan en acusar
a estos representantes del
gremio del “mayor desorden y falta
de conocimiento” como hace en 1794 el arquitecto municipal José Echamorro7.
Es indudable que sobre esa carencia
de decoración del aspecto público a la que se aludía anteriormente se aprecia una crítica a la libertad de los
maestros de obras sevillanos
autores de los edificios.
El acoso a su responsabilidad sobre tal apartado de la arquitectura de la ciudad proviene
tanto de una visión despectiva
generalizada que parte de ciertos promotores de los encargos en la Sevilla del XVIII como por la crítica ilustrada hacia los gremios y la formación intelectual de sus integrantes, y el prestigio de la enseñanza académica. Esta retórica se expresa desde el punto de vista
formal en una crítica a la utilización libre del ornato, es decir a la presencia del adorno barroquista en la arquitectura de la ciudad, mientras se potencia la homogeneidad del diseño y disminución de lo ornamental, especialmente
en las superficies murales domésticas.
Sin embargo, en el ámbito complejo del dieciocho sevillano, existen una serie de dificultades para la conversión
de la arquitectura a los presupuestos
ilustrados, y también en el campo de la arquitectura
civil. Las licencias de obras
otorgadas por los arquitectos
municipales no se ponen en marcha hasta 1789, y no se consolida el modelo hasta los inicios del siglo XIX, perviviendo con situaciones donde se limita la acción directora del arquitecto a su comparecencia en el acto de dar las medidas8. Además, los propios arquitectos al servicio del ayuntamiento, que no
tienen aún en Sevilla una formación ni grado académico,
no expresan reservas a la acción de los maestros de obras,
y no ponen excesivas dificultades a la hora de aprobar
los diseños de las viviendas
elaborados por sus colegas.
Finalmente, hay que considerar
que los autores de las casas siguen
patrones heredados de su formación tradicional,
de índole barroquista y
marcada por la tradición, presente especialmente en este
género arquitectónico.
El elemento fundamental
de la casa sevillana acomodada
es el patio, que se convierte en organizador de los diversos espacios de la vivienda. Por cualquier cambio que se produzca en la evolución de la arquitectura
doméstica en la ciudad, éste aparece
siempre como invariable núcleo esencial. Su carácter
instrumental y simbólico en la etapa musulmana fue rescatado
por a través de la síntesis
del mundo mudéjar para la
Sevilla cristiana. La casa sevillana
por excelencia, Los Reales Alcázares, en su
distribución de quartos y patios, conformó un modelo que se imita a través de las casas señoriales de las familias aristócratas residentes en la
ciudad. De este esfuerzo constructivo, y a través de la síntesis de diversos aspectos mudéjares con posteriores aplicaciones de materiales y lenguaje del Renacimiento durante la segunda mitad del siglo XV y el XVI se establece un
tipo de casa que aunque en constante
evolución no pierde sus
rasgos más esenciales hasta la Edad Contemporánea9.
En el siglo
XVIII se produce la definitiva integración
entre el patio como elemento
organizador de la casa y el diseño
de su planta, de modo que se adoptan
diseños regulares o semiregulares para establecer las
distintas estancias y habitaciones
en su entorno,
que toman para su simetría el eje central del
patio. La tendencia es que el propio
patio adopte una figura en ángulos rectos en las obras de nueva planta, como
ocurre en la casi completa reconstrucción
de Conde de Ibarra 18 por su propietario el comerciante Keyser
en 177410 [Lámina
de encabezamiento]. Esta relación proporcional entre el patio
y otros compartimentos de
la casa se produce igualmente entre aquel y el frente de fachada del edificio, de modo que
desaparece el característico eje acodado que había señalado el acceso desde la calle hacia las mansiones sevillanas y que ha sido identificado como pervivencia del concepto de intimidad propio de la casa musulmana. Durante la segunda mitad de siglo la conexión puerta-casa se realiza mediante un eje longitudinal, que se pretende
en muchos casos centrado en la mitad de su superficie, y que lleva directamente hasta el propio patio del edificio. Es posible que esta solución, que se va extendiendo como recurso en las obras realizadas después del terremoto de Lisboa, hiciera señalar a algunos viajeros, como el caso del conde Miot de Melito, una
cierta regularidad en la conformación de las viviendas
sevillanas, por lo demás caracterizadas por los patios de columnas cuya prolijidad
había asombrado a Ponz11. Su éxito es tal
que a comienzos del siglo
XIX se interviene en la más cualificada mansión de la ciudad, los Reales
Alcázares, para abrir
un acceso directo desde el portada del Palacio del
Rey Don Pedro hasta el Patio de las Doncellas, operación que hizo el maestro M a
n u e l Cintora en 180512 . El empleo de esta vía directa
de acceso al interior de la casa tiene diversas implicaciones.
Se convierte en un nuevo recorrido representativo del edificio, y también en un nuevo eje visual y perspectivo. El zaguán de la casa
adquiere un papel protocolario, puramente un tránsito entre la puerta de la calle y el postigo de la casa, llamado en efecto
“puerta de enmedio”. En ejemplos más tardíos, la
profundidad de la vivienda es mejorada mediante la apertura de huecos en el frente
contrario del patio, que termina
en ocasiones en el jardín al fondo de la parcela, rematada tal fuga
en una fuente u otro
elemento significativo. La conexión portada-patio-jardín está presente en
Conde de Ibarra 18, Ximénez de Enciso
33, o Dos Hermanas 9, sólo
algunos ejemplos entre la arquitectura doméstica del conjunto
histórico de la ciudad. Otras
casas principales presentaban
variaciones en torno a este
tipo. En la desaparecida Casa-palacio de Molviedro,
este eje finalizaba en un patio abierto hacia el testero de la vivienda, por cuanto la amplitud en anchura de la casa hacia posible la situación lateral del jardín. En la Casa de las Columnas
en Triana, la axialidad longitudinal del edificio,
en una parcela estrecha entre Pureza y calle Betis, permitía el tránsito entre ambos accesos en los extremos del recorrido, mientras que la distribución del edificio, correspondiente a dos áreas análogas cada una en torno a un patio, tenía como eje
de simetría una crujía paralela a las líneas de fachada en el centro
del edificio, donde se disponía la escalera principal de
la casa [lám. 1]. La paulatina conciencia en la planificación
de la vivienda que exige tal modelo tendrá
un tardío y depurado ejemplo en la Casa de los
Condes de Casa-Galindo, construida ya en el XIX por el maestro Alonso
Moreno para Don Vicente Torres Andueza y que se conoce por el título de su posterior propietario, el aristócrata Andrés Lasso de la Vega. Esta
casa-palacio, con amplio zaguán
y triple arquería de acceso
al patio, posee una estancia intermedia y destacada entre éste
y el jardín trasero. Estos cambios aumentan
las posibilidades expresivas
de la arquitectura doméstica,
integrando sus interiores
dentro del concepto ilustrado
de “aspecto público”, por cuanto la visión desde la calle limita la intimidad a la vez que magnifica la capacidad de ostentación de las viviendas13. Esta ambivalencia entre lo privado y lo público
prepara la aparición de las
cancelas como sustitución de los cerrados postigos en los zaguanes, cuyo uso se extiende
por la ciudad a comienzos del siglo
XIX. La labor de rejería de “gitanilla”,
que se populariza como
escudos decorativos de balcones
y ventanas, pasa también a definir el acceso intermedio al patio desde el zaguán, de modo que se consigue atenuar el efecto de absoluta impudicia mientras permite vislumbrar el aspecto interior de los edificios.
Además, absorbe las posibilidades decorativas en las fachadas, mientras se insiste en la sencillez
y la exclusión del adorno
de sus paramentos14.
Lámina 1.- Planta de la Casa de las Columnas
Pese a los ajustes
que la tendencia a la regularidad
y a la axialidad implican en las casas sevillanas, la distribución del interior y la presencia
de determinados espacios tradicionales permanece sin alteraciones importantes en estos años
últimos del siglo. Continúa la escasa especialización de los espacios,
de modo que sólo se puede hablar de áreas funcionales en la casa, como las zonas de servicios y cocinas, situadas cerca de pozos, en áreas marginales
con respecto al eje de la
casa. Por lo que respecta a aquellos elementos de uso más definido,
el zaguán pierde su función como
apeadero, y adquiere el valor
representativo antes mencionado.
Las cocheras o caballerizas
toman acceso independiente desde el frente de fachada del edificio o se sitúan, si existe otro
frente a calle, en relación con esa entrada secundaria.
La parte más
esencial continúa siendo el cuerpo de la casa, la crujía de fachada, que suele ser
además la zona de la casa con un volumen más potente. Allí
suele disponerse el salón de estrado, o sala principal de la casa, que en
casas importantes se duplica
en el piso superior. En continuidad con el modelo tradicional,
pervive en los pisos principales
de las casas acomodadas la consabida
división en salas, recámaras y gabinetes15, aunque en
viviendas de menor prestancia se mantiene la tendencia a acomodar las estancias en los volúmenes determinados por las crujías. Sólo se mencionará expresamente el influjo francés de la distribución en departamentos a partir de la invasión francesa16.
El patio se forma con columnas sobre las que voltean arcos de medio
punto o escarzanos, a veces
coexistiendo en un mismo espacio, como el caso de Conde de
Ibarra 18 [lám. 2] . En el piso superior se emplean de nuevo galerías de columnas o balcones que se abren desde corredores.
No es extraño que aparezcan, incluso en casas de cierta
apariencia, patios sin columnas,
con corredores altos sobre vigas, quizás asociados al
uso de los bajos como
oficinas o casas comerciales. Así ocurre por ejemplo, en
varias viviendas construidas tas la ordenación del barrio de la Laguna desde 1772, como Castelar 14 y 16, Gamazo
24 o Padre Marchena 16 y 18, junto a otras más principales con amplio patio de arquerías, como la casa del hacendado Don
Pedro de la Cuesta en Castelar
26-2817. Las casas acomodadas abren escalera al piso superior en algún frente o ángulo del patio. Tras el patio
se abren diversas habitaciones a un lado del tránsito principal del edificio, o
a ambos en caso de estar centrado en eje con el zaguán.
En un lugar contrario o distante de la parcela al de la crujía de fachada suele
situarse el jardín, definido en un tono culto, con la presencia en ocasiones de algún
frente de arcos formando una loggia abierta al mismo, y donde, en continuidad con la adquisición
de estos elementos en el Renacimiento, con la presencia
de fuentes parietales, los antiguos riscos, cuya visión completaba
en ocasiones el eje perspectivo de la casa desde su
principal acceso.
Lámina 2.- Patio de Conde de Ibarra 18
La distribución
de la planta baja suele repetirse en el principal en las casas acomodadas, dualidad más acusada
cuanto mayor rango tenga la vivienda. En cuanto al uso,
existía la conocida mudanza
en la ocupación de los pisos del edificio, meses de calor el bajo, invierno en el piso principal, rito que implicaba incluso el traslado del mobiliario de la morada18. Posiblemente
esta correspondencia entre
la habitación de la vivienda
y su altura en pisos fue
menos estricta cuanto menor rango
tuviese el edificio. En
esta planta superior, el salón de estrado se dispone sobre la portada principal de la
casa. Los dormitorios abren
en el cuerpo de fachada hacia la calle, o sobre el jardín en los ubicados
en cuerpos interiores de la vivienda. Una
escalera, en ocasiones llamada falsa escalera, comunica las cocinas del bajo con
las del piso superior, abarcando
entonces estos servicios un ámbito de la vivienda en torno
a un patinillo de luces. Los criados
vivían cerca de las
entradas secundarias, en
las cercanías de las cocheras
o caballerizas si están en
cuerpos independientes al de fachada o en una tercera planta. Este tercer piso no se extendía por toda la superficie del inmueble, sino que remataba los volúmenes de algunos cuerpos del mismo,
sin completa conexión, aunque tanto su presencia en las fincas urbanas construidas, como la superficie que en ellas ocupa, aumenta
en estos años finales del siglo. Si existe, siempre aparece al menos en la crujía de fachada del mismo, en continuidad con un deseo de ostentación o apariencia continuado desde el Barroco. Este piso último se compone de soberado o miradores, que actúan como depósito de paja o grano, palomar
o trasteros, abiertos a azoteas que conectan con otros miradores o lavaderos.
En definitiva,
es posible detectar desde las décadas avanzadas del siglo XVIII una tendencia
a la integración de las partes de la casa, que si no remite aún
una la existencia de funciones
específicas para cada espacio, si se concreta en una cierta regularidad y orden en la distribución
y una cierta homogeneidad en sus volúmenes. Este camino del modelo de casa patio sevillana está relacionado con la naturaleza de sus promotores. Establecidas ya en la ciudad las mansiones de la aristocracia de mayor abolengo, los
comitentes son ahora miembros de la nobleza de servicio, gentes recién ennoblecidas, o comerciantes, como Don Pedro de
la Cuesta, Francisco Keyser, o Manuel Prudencio de Molviedro, que requieren modelos simplificados de las
casas nobiliares históricas
de la ciudad, más racionales
en el tipo y más funcionales.
También se observa en el cambio de siglo, frente a la tradicional sobriedad de la decoración de la casa hispánica
de épocas anteriores, una
mayor preocupación burguesa
por el carácter del espacio doméstico. Se disminuye el
volumen aparente de las piezas con la incorporación de falsos techos rasos bajo los forjados
de madera, moda presente en
la ciudad desde los años setenta. Igualmente se dotan con chimeneas los salones de
las viviendas, y se refuerza
la dotación de portajes y el
uso de cristales19.
Finalmente se divulgan nuevos usos para ciertas piezas, convertidas en chineros o escritorios20.
Todo ello en un ámbito cultural de “domesticación” e individualización
de la vivienda.
Los arquitectos
y maestros de obras más cercanos a las ideas ilustradas
van a poner el acento en el orden y la simetría como valores
fundamentales para la organización
de los frentes de fachadas de los edificios. Tal preocupación es recurrente en los proyectos de reforma general de distintas áreas urbanas en
Sevilla. Cuando
los maestros de obras Lucas Cintora
y Félix Caraza informan sobre el proyecto de derribo y ampliación
de la zona del Corral de Olmos, tras el ábside de la Catedral, se pronuncian favorables a la proporción y correspondencia entre
los diverso edificios que conformen esta área monumental21. El maestro San Martín habla en 1789 de la obligación de seguir el “buen aspecto y simetría” en la creación de los alzados exteriores de las casas22. Esta simetría entre
los elementos de la fachada se convierte también en relación entre diversas
fachadas de una calle o plaza, guardando semejanzas en ornato y altura para sus
diferentes casas, “con la cimetría y proporción de estar en ambas hazeras
las Paredes y texados de una misma
altura” tal como se expresa el promotor de la
construcción del barrio de la Laguna, Manuel Molviedro, para explicar la debida apariencia de los alzados de la zona urbanizada23.
Estas consideraciones nos hablan de un nuevo papel con que se define a la arquitectura
civil bajo la visión ilustrada,
pues las nuevas edificaciones no son sólo expresión de los deseos individuales de sus dueños o constructores, sino también una responsabilidad colectiva que afecta a la imagen
de toda la ciudad, adoptando
un valor representativo que expresa el esfuerzo del
común de sus habitantes, y que se desprende
del uso de nociones ilustradas que aluden al aspecto o ornato público y al beneficio colectivo.
Lámina 3.- Casa de Pedro de la Cuesta. Actual Castelar 26-28
De este modo, el que los edificios estuvieran “arreglados a arte” era
un elemento tan importante para
que los arquitectos municipales
dieran su licencia a las nuevas obras como el hecho
de que no afectasen directamente
con sus medidas los derechos del común.
Conocemos algunos de los
aspectos que las ordenanzas exigían a las nuevas
casas que se fueran a edificar
en la Sevilla de fines del XVIII. Aunque ignoramos si
estas normas se explicitan en
la reforma de las ordenanzas
municipales de policía urbana en esta
época, o ya estaban presentes como fundamentos en la construcción de los edificios en las décadas anteriores del siglo, lo cierto es que guardan una relación evidente con la preocupación por los principios estéticos que hemos
señalado. Así, se pretende evitar la presencia de determinados elementos como los guardapolvos o tejaroces,
por un motivo instrumental, ya
que se consideran peligrosos por causar desprendimientos,
y también por razones estéticas,
ya que son vistos ejemplo de
barroquismo y pretexto de excesivos adornos24.
En los edificios debe haber una proporción entre los pisos altos y bajos25.
Se determina que el vuelo
de cornisas y balcones se encuentre proporcionado con la anchura de la calle donde se abren. Las ventanas deben guardar una relación de ancho y altura dependiendo del piso donde se encontrasen,
y las ordenanzas señalaban
la obligación de asegurar
la intimidad de los vecinos26.
El uso de soportales se aconseja para las plazas y vías principales en razón de la comodidad
y aspecto público27.
En cuanto
a las realizaciones concretas,
en la segunda mitad del siglo XVIII se divulga un modelo de fachada que es resultado de la absorción de los recursos propios del clasicismo por la
arquitectura doméstica de la ciudad. Posee dos cuerpos, con inclusión usual de
un último piso o soberado,
que actúa compositivamente como ático autónomo de los pisos
inferiores. Los huecos en el muro se disponen de manera
regular, donde alternan, también dentro de una misma fachada, balcones y ventanas cerradas con rejas voladas. Se destaca moderadamente el eje principal de la fachada, donde se dispone la portada y un
vano correspondiente en el piso superior, con balcón destacado. Esta portada suele ser levemente saliente con respecto a la línea de fachada, y destaca en ella un juego
tectónico que suele ser muy sintético, con pilastras y
entablamento perfiladas por el resalte y balcón superior que invade el supuesto
entablamento de la portada.
Los paramentos son enlucidos,
y su superficie está parcial o totalmente avitolada. Si existe un soberado, suele diseñarse con vanos de medio punto cuya sucesión se inserta entre pilastras, sobre los que remata
un volado tejado28. Sobre este modelo general se establecen variantes, siendo la principal de ellas el desarrollo compositivo de
estos elementos dentro de un orden gigante que los enmarca, de modo
que se refuerzan los módulos
verticales con la inclusión
de cajas de pilastras, que
se disponen formando calles en la fachada
o señalado sus límites laterales, mientras se evita la autonomía formal del soberado. En este
tipo de fachada se refuerza en ocasiones
los signos clasicistas de su composición, con pilastras y frontones como ornato de los balcones dispuestos sobre las portadas, o definiendo los límites de la calle principal de la fachada. En este grupo
se incluirían, entre otras,
las fachadas de las viviendas
de empleados de la Fábrica
de Tabacos en la calle San
Fernando, la Casa de Don Benito del Campo, Conde de Ibarra 18, Sánchez Bedoya
12, la casa de Pedro de la Cuesta en Castelar 26-28 [lám. 3] o San
Marcos 13. La ordenación de los elementos de fachada y la austeridad decorativa pertenecen a una tradición local
que tiene como modelos arquitectónicos del clasicismo a edificios
como la casa Lonja o el
Hospital de la Sangre, pero que se acentúa con el ejemplo de la construcción de los grandes edificios fabriles del XVIII, en especial de la Real Fábrica de
Tabacos, en cuya obra se forman gran número de los maestros de obras
que toman los encargos de la construcción de las
nuevas residencias.
Como ocurría con el interior de
las viviendas, es este modelo de fachada el que va a
continuar perviviendo en la Sevilla de fines del siglo
XVIII, de modo que la incorporación
de las novedades de la Ilustración
en la arquitectura doméstica serán muy limitadas. En el caso de las fachadas que optan por ordenar
sus elementos insertos dentro de un orden gigante, la adopción o reflexión sobre los órdenes clásicos y el ornato se traduce en el uso de elementos extraídos del repertorio puramente tectónico. Sin embargo,
estos elementos se disponen, tanto cuantitativamente
como por su situación en las zonas significativas de los alzados, de
un modo aún barroquista. En la llamada casa de las Columnas de la calle Pureza (1780) el uso de formas del repertorio clásico, como la reaparición de las columnas en su portada,
se confunde en la reiteración de un orden mensular en el entablamento de la casa, portada y
cierros, y la concentración
de adornos fileteados en ventanas y vanos.
En la Casa de los Medina (Calle Santa Ana), cuya fachada se construye entre 1790 y 1791 por el arquitecto
Lucas Cintora, o en la adaptación como casa principal
del antiguo Hospital del Rey, desde
179529, se aprecia igualmente
la ambigüedad a la que nos referimos, pues junto a una
cierta recuperación de una tectónica más canónica, se observa, tanto en la concepción general de estas fachadas -como máscaras de la edificación-, como en la reiteración de sus elementos, la pervivencia de lo tradicional.
Lámina 4.- Mármoles
2 Lámina 5.-
Fernando Rosales. Alzado de casa en
Santa María la Blanca. 1806
Junto a este grupo de fachadas asociadas a casas principales aparece otro en
viviendas de menor entidad que avanza desde el modelo muy común de fachada
de dos pisos y soberado que antes mencionamos, en una
línea inspirada por los principios
estéticos y a las normas de
ordenanzas ilustradas. En general, se pierde la organización independiente del soberado, que poseía antes un sentido de término en altura o remate
de fachada de índole barroquista. En las décadas finales del siglo su alzado exterior se integra en la composición general de la fachada o se subordina a ésta, desapareciendo los arcos y pilastras toscanas para trasformarse en simples vanos cuadrados, como pequeñas ventanas
o balcones. Los dinteles de
los vanos de las fachadas adoptan un perfil ligeramente curvilíneo, a modo de
arcos rebajados. A la vez,
el vuelo del tejado va dejando paso
a una azotea con rejas y antepechos
de material que sirven de soporte
a jarrones y bomboneras, de
acuerdo a un ornato más ortodoxo en
el lenguaje clasicista. La integración de elementos y una cierta homogeneidad formal configuran el precedente inmediato de la casa burguesa sevillana del XIX. Sin embargo, el concepto
general aún es claramente tradicional, con portadas diseñadas con una tectónica específica, el característico perfil bulboso bajo balcones y cierros, y el diseño de marcos con orejetas para los vanos. La extensión de las azoteas incluso hace más compleja
la percepción volumétrica
del edificio, que remata en sucesivos terrados
y miradores. La tendencia a
la pérdida de autonomía
formal del soberado es ya distinguible en viviendas edificadas en el barrio de la Laguna en la década de los setenta, como en la casa esquina Castelar/Plaza
de Molviedro, muy transformada, Doña Guiomar 1,
o los citados nºs
Castelar 14 y 16 o Gamazo
24. El camino hacia una
mayor integración de los elementos
de la fachada se observa en Mármoles 2 [lám. 4], o San Isidoro 18, casa rematada en 1794. Ya quizás
de comienzos del siglo XIX
son ejemplos Don Remondo
13, Gravina 57 (desaparecida) y Teodosio
21, mientras que la casa de Santa María la
Blanca 17, cuya fachada
se construyó bajo diseño de
Fernando Rosales en 180630[lám. 5], puede ser ejemplo paradigmático de estos aspectos que hemos señalado.
En definitiva,
la evolución de la casa sevillana
bajo el influjo más o menos intenso de la Ilustración se caracteriza por la
confusión en la adopción de las novedades formales, y en la pervivencia de
los esquemas tradicionales hasta muy entrado el siglo XIX. La opción
por otros modelos tienen una escasa fortuna, como sucede
en 1794, año en que se decide edificar un
nuevo alzado para el frente
oriental de la plaza del Salvador, de índole más tradicional a la opción diseñada por el alarife Manuel de Silva, con un diseño
de soportales de líneas castellanas y portada monumental31.
Cuando se trata de
introducir algún aspecto aparentemente novedoso en su ornato,
éste más que integrarse se “incrusta” en el modelo dominante.
Como ejemplo de ello señalamos el caso de la construcción de la casa del comerciante
Antonio Agustín Méndez, que en
1802 lleva a cabo el alarife Julián José de la Vega. La casa, actual sede de una institución bancaria, fue objeto
de una reforma algunos años después, en
1807, por parte del mismo
maestro de obras que lo había
edificado, actuación de índole puramente estética, pues se limitó a cambiar la forma de la portada del edificio para incorporarle un entablamento de orden dórico con decoración icónica en las metopas, de modo que se justifica con un elemento culto y de modernidad el tono tradicional del propio diseño compositivo
de la vivienda32. Así,
la fuerza de la tradición domina en este
género arquitectónico, y pese a la crisis ilustrada, configura aspectos relativos al tipo, elementos y formas que van a continuar sin ruptura para integrarse en la arquitectura doméstica decimonónica.
El catálogo de la arquitectura doméstica del XVIII en Sevilla se incluye en el de COLLANTES DE TERÁN DELORME, Francisco y GÓMEZ
ESTERN, Luis. Arquitectura civil sevillana.
Sevilla. 1976, con dos ediciones más, la última en
Castillejos, 1999. Muy valiosos
y complementarios al anterior, VÁZQUEZ CONSUEGRA,
Guillermo. Cien edificios: susceptibles de reutilización
para usos institucionales.
Sevilla: Consejería de Obras
Públicas y Transportes,
1988, y Equipo 28 (ed.): Andalucía americana :
edificios vinculados con el
Descubrimiento y la Carrera de Indias.
Sevilla: Consejería de Cultura,
1989; SIERRA DELGADO, José Ramón. La Casa en Sevilla 1976-1996.
Sevilla: El Monte. Electa, 1996, y Base de Datos de intervenciones en edificios declarados
Bien de Interés Cultural. [CD] Sevilla: FIDAS. COAS. Consejería de Cultura. Gerencia de
Urbanismo, 2003.
Sobre la vivienda
sevillana en este siglo, el estudio más importante
está en SANCHO CORBACHO, Antonio.
Arquitectura barroca sevillana del siglo XVIII. Madrid: 1952. (CSIC, 1984). Además de los nombrados en citas bibliográficas,
cfr. igualmente PÉREZ ESCOLANO, Víctor. “Entre el rigor
y la retórica: Casa y ciudad en
la Sevilla moderna” en Archivo Hispalense. 1981, 196, pp.
63-74; SUÁREZ GARMENDIA, José Manuel. Arquitectura y Urbanismo en la Sevilla del siglo
XIX. Sevilla: Diputación, 1986; MARCHENA HIDALGO, Rosario.
“Fuentes para el estudio de la casa sevillana en la Edad Moderna” en
Actas del III Congreso
Nacional de Historia de la construcción. Madrid:
2000, II, pp. 629-639.
Algunos ejemplos concretos de casas del XVIII o comienzos
del XIX, junto a los ya mencionados
en ESPIAU EIZAGUIRRE, Mercedes. “Formas
que hacen ciudad (notas sobre la arquitectura doméstica sevillana de la segunda mitad del setecientos”. Archivo Hispalense. 1990, 224, pp. 137-146.; “Arquitectura
y ciudad en la Sevilla decimonónica.
A propósito de una reforma en los soportales de la calle Alemanes.” Archivo Hispalense. 1995, 237,
pp.163-171. GONZÁLEZ MORENO, Joaquín: “El mirador de la calle
Cano y Cueto, de Sevilla” Archivo Hispalense.
2000, 253, pp.151- 157; LUQUE, Andrés. “La casa León y Armero
de Sevilla” Laboratorio de Arte.
2002, 15, pp. 161-188.
Las láminas
en encabezamiento, 1, y 4 proceden del libro Arquitectura Civil Sevillana.
Sevilla: Ayuntamiento, 1984. La lámina
5 procede de los fondos del
Archivo Histórico Municipal
de Sevilla.
1.
Nos referimos
a un modelo de casa-patio, que incluye
junto con las llamadas por la documentación
“casas principales” o casas-palacios, a las viviendas acomodadas. Somos conscientes de la dificultad en establecer
estos límites de estudio, dada la diversidad terminológica y la complejidad de
lo que denominamos aquí como arquitectura doméstica. Nos basamos tanto en la tradición investigadora de este género como en las divisiones análogas que, bajo el término de arquitectura residencial, se reconocen en repertorios
de creación reciente sobre el patrimonio arquitectónico (p. e. Las bases de datos
del Patrimonio arquitectónico
del Instituto Andaluz de Patrimonio
Histórico, o la Base de datos de intervenciones en edificios declarados
Bien de Interés Cultural preparada
por la fundación FIDAS.) Una síntesis
general sobre las implicaciones
tipológicas de la vivienda conforme el estrato social de sus
propietarios en AGUDO
TORRICO, Juan. “Introducción” en
Arquitectura doméstica tradicional en Andalucía.
Jornadas Europeas de patrimonio
2002. Sevilla: Junta de Andalucía. Consejería de Cultura. Dirección General de Bienes Culturales, 2002.
2.
Como ejemplo, en el cabildo del 10 de julio de 1771 el maestro albañil
Pedro de Guzmán solicitó al municipio
la presencia de una caballero regidor al acto de medidas para la reedificación de unas casas de
Fernando de Torres frente al convento de Santa María
de Gracia “siéndome necesario sacar de simientos la Pared fachada de la calle para que los veedores Alarifes lo executen conforme ordenanza y sin perjuicio del público” Archivo Histórico Municipal de Sevilla. Sec. X. Actas Capitulares. 1771-1772. Libro 110. 2º escribanía.
Esta petición es usual a cualquier construcción de viviendas en la ciudad en esta época.
3.
AHMS. Sec. V. Tomo 251. Exp. 8. Sobre licencia para terminar de labrar portada en casa principal de calle Agujas, “con el vuelo de las cinco pulgadas de costumbre” y AHMS.
Sec. XVI. Varios Antiguos.
314.2. Signatura antigua. Al respecto
de la reedificación que hace
Ambrosio de Figueroa de unas casas en la calle de Alcazeros, el gremio de albañilería
solicita en 1753 que se
determine el atirantado de las fachadas
de las casas por sus veedores “sin perjuicio del público conforme a ordenanza”.
4.
Sobre
Madrid, véase QUINTANA MARTÍNEZ, Alicia. La arquitectura y
los arquitectos en la Real
Academia de Bellas Artes de San Fernando (1744-1774).
Madrid: Xarait, 1983. En otras ciudades de España, p.e. Cádiz, ANGUITA CANTERO,
Ricardo. “La imposición de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando sobre
el Ayuntamiento del Antiguo
Régimen: las Ordenanzas de Policía Urbana de Cádiz de 1792 y la pugna
ilustrada por la titulación
de maestros de obras.” Cuadernos de Arte de la Universidad de Granada. (1995),
26, pp. 411-422, y CIRICI, Juan Ramón. “La arquitectura
doméstica en la Andalucía
del siglo XIX” Revista de Historia y Teoría de la Arquitectura,
(1999), 1, pp. 140-153.
5.
Cabildo del 28 de mayo de 1779. El 19 de junio de asistente solicitó al Consejo de Castilla
la emisión de una Carta-Orden en
la que se verificase el seguimiento
por parte de la ciudad de Sevilla de las reglas por la que se regía la
villa de Madrid. El 6 de septiembre se nombraron caballeros diputados
para la redacción de unas ordenanzas propias. Cfr. OLLERO LOBATO, Francisco. “La Ilustración
en Sevilla: Tradición y novedad en la arquitectura
del XVIII” en Actas del IX Congreso Español de Historia del Arte. León: Universidad, 1994, II, pp. 115-125, y también Cultura artística y arquitectura en la Sevilla de la Ilustración.
Sevilla: Caja San Fernando, 2004.
6.
Sobre los fundamentos de la idea que sobre la ciudad tienen los ilustrados españoles cfr. ANGUITA CANTERO, Ricardo. "La concepción teórica de la idea de ciudad en
la Ilustración española: la
Policía urbana y los nuevos fundamentos de orden, comodidad y aspecto público". Cuadernos de arte de la
Universidad de Granada. (1996), 27, pp. 105-120.
7.
AHMS. Sec. V. Escribanía de
cabildo. Tomo 13. nº 23. Solicitud
de Echamorro para que los alcaldes alarifes no concurran a los actos de dación de medidas.
8.
Cfr. Cultura artística y arquitectura... Op. Cit.
9.
Aspecto éste destacado por las estudios de HAZAÑAS,
SANCHO y LLEÓ (de este último, especialmente Nueva Roma: Mitología y Humanismo en el Renacimiento sevillano. Sevilla: Diputación, 1979; La casa de Pilatos. Madrid: Electa, 1998).
10.
Sobre el edificio y su evolución histórica, TABALES,
Miguel Angel et al. Intervención arqueológica en Conde de Ibarra, 18. Sevilla: 1995. [Memoria arqueológica].
11.
Halló
la Sevilla ocupada por los franceses
compuesta de casas bastante
uniformes con respecto a un
plano formado por un patio cuadrado, y galerías en el piso superior rodeadas de habitaciones. MORENO
ALONSO, Manuel. Sevilla napoleónica. Sevilla: Alfar, 1995.
12.
Acceso
cegado luego para restituir la entrada primitiva al
palacio, de acuerdo con la óptica
de la restauración romántica.
Cfr. CÓMEZ, Rafael. El Alcázar del rey Don
Pedro. Sevilla: Diputación, 1996, pp. 96 y 97.
13.
Los datos
de la finca de los Condes de Casa-Galindo en ÁLVAREZ-BENAVIDES Y
LÓPEZ, Manuel: Explicación/ del/ plano de Sevilla./ Reseña histórico-descriptiva/ de todas
las puertas ,calles,
plazas/ edificios notables y monumentos
de la ciudad. Sevilla: Imp. De D. A. Izquierdo,
1868. Pág. 266. Sobre los cambios decimonónicos en el concepto de la casa sevillana, entre otros, cfr. DÍAZ-Y.
RECASÉNS, Gonzalo. “La particularización de la
casa meridional y sus correspondencias” en La casa
meridional. Correspondencias. Sevilla: Consejería de Obras Públicas y Transportes, 2001, pp.
19-34.
14.
Este trabajo de los herrajes se hace común en
balcones corridos de planta
principal, ventanas y balcones
en casas de tipo medio de comienzos del XIX con fachada hacia vías y plazas de importancia, como se observa en Placentines
41, Alvarez Quintero 30 o en la derribada
vivienda de Cuna 48.
15.
Disposición
que se encuentra en la casa
del Conde la Villa de Santa Ana, según indica Pedro de Silva en el aprecio de obras que en ella se ejecutaron
en 1774. Cfr. OLLERO LOBATO, Francisco. Noticias de Arquitectura (1761-1780) Sevilla:
Guadalquivir, 1994, pp. 431 y 432
16.
Por ejemplo,
en la reforma de la casa de
los Medina Sidonia para residencia del gobernador militar de la ciudad. Cfr. OLLERO, Franciso: “La ocupación francesa de Sevilla y la
difusión del Neoclasicismo:
la decoración de la casa de los Cavaleri.”
Laboratorio de Arte.
(2002), 15, pp. 189-199.
17.
Construida
en el primer lustro de la década de los setenta por este hacendado y ganadero, vecino de Sevilla.
AHMS. Pretensión de que tengan salida la calle que se forma al lado de sus casas. Sec. V. 258. Exp. 9. Fols. 17-18.
18.
Costumbre descrita por contemporáneos o viajeros cercanos en el tiempo a estas fechas, p.e. FORD, Richard. Manual
para viajeros por Andalucía y lectores
en casa. Londres: 1845.
(Madrid: Turner, 1981, pp. 39-40.)
19.
En
las obras en la casa del
Conde de la Villa de Santa Ana, se rebajó la altura de tránsitos, sala principal, recámara y gabinete, y se colocó una chimenea en el salón principal. OLLERO,
F. Noticias de arquitectura... Op. Cit. (1994)
pp. 431 y 432.
20.
En
1814 una casa principal de José Echamorro tenía las siguientes piezas: Salón de estrado, alcoba principal, alcoba interior, chinero, comedor, jardín, cocina, escritorio y salón de estrado bajo. Se adornaba con puertas, cristales y mamparas. En escritura de un arrendamiento de
la casa a Francisco Herrera, que no llegó a otorgarse. Archivo
Histórico Provincial. Sección
Protocolos. Leg. 1934. Fol. 200.
21.
FALCÓN MÁRQUEZ, Teodoro. “Planos urbanísticos del Corral de los Olmos y su
entorno” en Homenaje al Dr. Muro Orejón. Sevilla: Universidad, 1979, I, pp. 247-256.
22.
La opinión del maestro de obras en GÓMEZ PIÑOL,
Emilio. La Iglesia Colegial del Salvador.
Arte y sociedad en Sevilla (siglos XIII al XIX).
Sevilla: Fundación Avenzoar, 2000, p. 378.
23.
AHMS. Sec. V. 265. Exp. 13. (2v)
24.
AHMS. Sec. V. Escribanía 1ª. Siglo XVIII. Tomo 26. Nº 40. Expediente de
1792 sobre un balcón que afeaba el aspecto público; AHMS... Tomos 183 y 184,
expedientes sobre guardapolvos; MATUTE: Anales... Op. Cit. Tomo III. Pág. 175.
25.
AHMS. Colección Alfabética. Abecedario de calles. 1808. nº
27.
26.
Se alude
por los maestros del cabildo eclesiástico Juan y
Fernando Rosales a esta norma,
y a la posibilidad de cegar
unos vanos, en relación al asunto de unas ventanas cerradas en una casa en la calle Catalanes. Archivo de la Catedral de
Sevilla. Autos de la Diputación de Negocios. Libro 16. 1799-1815. Fol. 200r.
27.
El arquitecto
Cintora se muestra
favorable al empleo de soportales
para la reedificación de unas
casas en la plaza del Salvador. Cfr. ESPIAU, Mercedes. “La reconstrucción de la ciudad: Los soportales de la Plaza del Salvador de Sevilla.”
Archivo Español de Arte. 1991, 256, pp. 519-527
28.
Siendo
comunes aún en el casco antiguo,
mencionamos como ejemplos de tales composiciones
las fachadas de San Vicente 3 (desaparecida),
Ximénez de Enciso 12, Santa
Teresa 12, Castellar 57 (desaparecida), Argote de Molina
22, o Matahacas 20. Una versión
especialmente cuidada en el perfil de sus adornos, y sujeto de reflexión sobre el repertorio clásico es Fernández y
González 11, donde
se incluyen pilastras a
ambos lados con superposición
de órdenes por piso.
29.
Cfr.
OLLERO, F. Cultura artística y arquitectura en la Sevilla de la Ilustración ... Op. Cit.
30.
Por encargo
de Doña Antonia Pérez. AHMS. Colección alfabética. Abecedario de calles. 25/1806. Cfr. Cultura artística y arquitectura...
31.
Mercedes ESPIAU: "La reconstrucción de la ciudad: los soportales
de la Plaza de El Salvador...” Op. Cit.
32.
Marcos FERNÁNDEZ GÓMEZ:
“Un ejemplo de conservación
de la arquitectura civil sevillana:
La sede del Banco de Sabadell en
la calle Tetuán (1802-1955)”
Atrio (1995), 7, pp. 95-99. La intervención de 1807, con dibujo
del maestro de obras que el arquitecto municipal Caraza consideró
“muy arreglada y decorosa” en AHMS. Colección alfabética. Abecedario de calles. 26/1807.