LA COFRADÍA DE SAN ELOY DE LOS PLATEROS DE LIMA
CRISTINA ESTERAS
Universidad Complutense de Madrid
RAMÓN GUTIÉRREZ
CEDODAL, Argentina
atrio, 10-11 (2005)
ISSN: 0214-8293 p. 159 - 168
RESUMEN:
Noticias sobre la
cofradía de San Eloy y de su capilla,
emplazada en la iglesia
conventual de San Agustín.
PALABRAS CLAVE: Platería, Lima, barroco, gremios
ABSTRACT:
News of the brothehood of St. Eloy's Chapel, located of ST. Agustin
Church
KEYWORDS: silversmith, Lima, Baroque, guilds
La orden de San Agustín se instaló en Lima hacia 1551 radicándose donde hoy se
encuentra la iglesia de San Marcelo pero su Convento
se ubicaría finalmente en el sitio en que hoy se halla recién en
1574. En esa oportunidad, a pesar de las contradicciones introducidas por
las órdenes de Santo Domingo y La Merced, por la cercanía a sus conventos, el virrey Toledo autorizó el nuevo emplazamiento de los agustinos.
La primera iglesia
agustina fue realizada hacia 1561 por el
Maestro de Obras Esteban de Amaya y la techumbre de madera fue realizada por el carpintero Cristóbal López. En 1563 el Maestro Ensamblador
Ojeda estaba concluyendo el
altar mayor, lo que evidencia que el templo estaba prácticamente
habilitado.
Al inaugurarse el segundo templo de San Agustín, iniciado en 1574 en el nuevo emplazamiento, se formaron capillas destinadas al Santo
Cristo de Burgos, Santa Mónica, Nuestra Señora de la Gracia y del Carmen, de Guadalupe, de la Correa, de San
Miguel Arcángel y la de San Eloy, tradicional
Patrono de los Plateros.
La formación de la Cofradía se produce imprecisamente
según reconocen diversas fuentes, aunque podemos hacer aproximaciones. Testimonios
varios indican que la misma se estructuró en 1597, época en que los miembros de la
Hermandad adquirieron a la Orden la capilla de San Eloy. En 1618
cuando se estaban tramitando la formación de las Constituciones
se decía textualmente que
"la dicha Cofradía a más tiempo de treinta años
que se fundó canónicamente",
es decir hacia 1588. Otras fuentes nos
indican que la Cofradía compró la Capilla de San Eloy al Convento por la suma de $ 2.500 según escritura del 19 de noviembre
de 1597.
Una precisión más concreta podemos
encontrar en la referencia que hace el Libro Manuscrito de la Cofradía, cuando dice en su segundo documento
que "el año de 1601 se fundó
esta Hermandad sin las Constituciones
que se hicieron el año de
1622". En esta fecha de 1601 habría comenzado,
según otras versiones, el primer libro de Cabildos de la Cofradía
y también se suscitó la primera polémica por la inclusión en la Capilla de las imágenes de San
Blas y de Santa Apolonia, solicitada por algunos cófrades. Al tratarse este tema
el 1 de enero de 1601 y al existir
una reunión de Cabildo del 24 de diciembre
de 1600, parece que la Cofradía
puede haberse formado más bien en este año.
Argumentaban los plateros
capitaneados por Antonio Ruiz Barragán
que en la compra de la Capilla no se estipulaban indicaciones que impidieran colocar otras imágenes
"no quitándosele la denominación
de San Eloy que se le queda y ha de quedar perpetuamente".
En síntesis podemos constatar
que la configuración formal de la Cofradía de San Eloy,
con sus libros de Cabildo se realizó
en el año 1600. Ello no
impide aceptar que la adquisición de la Capilla pudiera hacerse con anterioridad (1597) o que la propia
Cofradía funcionara informalmente desde tiempo antes(1588?). La estructuración
definitiva, de todos modos, habría
de conseguirse dos décadas más tarde.
Calle de Plateros
de San Agustín (Lima)
Planteadas algunas dudas acerca de la validez canónica de una Cofradía que carecía de Constituciones formales y suscitados problemas de jurisdicción eclesiástica, los Cófrades emprendieron la tarea de regularizar la situación.
En el año 1622 el Provisor
aprobó las Constituciones
de la Cofradía de San Eloy del Gremio de los Plateros de Oro y Plata de Lima. Gobernaba
por entonces la Orden de San Agustín
Fray Francisco de la Serna, de quien se decía con veneración y respeto que “ninguno gobernó la Provincia con mayor autoridad y vigilancia”.9
Coincidía esta instalación formal de la Cofradía
con el aderezo general del templo
de San Agustín, para el cual
el padre La Serna había construido
la sillería del coro, colocado la serie de lienzos de la vida de la Virgen, edificado el refectorio de bóveda y ornamentado su iglesia que quedó “hecha un ascua de oro” según
decía el cronista.
Cuando se trataron
las Constituciones el 13 de abril
de 1622 eran Mayordomos Antonio Ruiz Barragán y Diego de Requena. actuando como Asesor
el Notario Antonio de Trevejo.
El Provisor y Vicario General que las aprobó fue Juan de Cabrera
Benavides, Canónigo del Arzobispado.
Los Plateros
decían en sus Constituciones que habían comprado a los religiosos la Capilla, en la cual habían hecho
un retablo y una bóveda para enterramiento
de los hermanos y que “en la
dicha Iglesia y Capilla hemos celebrado
algunas fiestas a la advocación
del glorioso San Eloy y ocupándonos
en obras de piedad todo ello
a nuestra costa y de nuestra
propia hacienda y caudal”, en
lo que habían gastado más de veinte mil pesos.10
Uno de los problemas a deslindar era la jurisdicción eclesiástica a la cual se sometía la Cofradía y ella fue precisada como
sujeta al Arzobispo,
quien podría visitarla por sí o representantes y ante quien debían dar cuenta de sus bienes y juntarse a su convocatoria.
Más allá
de las cuestiones de organización
interna y administrativa, como la compra de una caja fuerte
de tres llaves para guardar los recursos
procedentes de limosnas, colectas y rentas de la Cofradía,
era evidente que la acción de carácter social y asistencial tenía una gravitación importante en las acciones de estos primeros años.
En efecto, se estipula acerca de los servicios funerarios que deberían recibir los familiares de un Cófrade cuando no furean explicitamente del oficio de plateros, disponiéndose que se
les hiciese sitio en la bóveda de enterramiento pero que no se les facilitase el servicio ceremonial de cera correspondiente, el que seguramente
debería ser pagado aparte. Cuando se trataba de plateros asociados había que dar una misa, siendo
rico o pobre “porqué en esto
no ha de haber excepción de
persona sino que con todos se
debe cumplir esta Ordenanza”.
La Cofradía
pagaba a las doncellas que acompañaban a las Procesiones que
organizaban una dote que era entregada
el día en que las mismas se desposaban y asimismo todos los años sacaban
dos huérfanas a costa de la Cofradía para que acompañaran en la fiesta de San Eloy.11
El crecimiento
de la Cofradía fue determinando también medidas para que los Fundadores mantuvieran ciertos
privilegios como el doble voto que se le asigna al platero Ruiz Barragán “por haber sido fundador y mayordomo de la
Hermandad y Administrador perpetuo
en lo que toca al casamiento de las doncellas”. Al otorgar voto a todos los veinte y cuatros se estipulaba que “los elegidos deben ser maestros de
tienda y no oficial ninguno”.
Este tema
en particular tuvo especial
tratamiento, ya que en 1630 el platero Pedro Negrillo observaba la costumbre de
que votaran todos los
Hermanos “de que se ha seguido muchas
confusiones y alborotos, perdiéndose el respeto”.12
Las Constituciones
fueron reformadas en 1645 por el Virrey Marqués de Mancera para limitar a
veinte y cuatro vocales los participantes, doce correspondientes a artífices de oro y doce a los de plata, ya que
el número anterior era superior a los setenta y enconaba mucho las disputas.13 Esta disposición en la medida que generaba una discriminación racial y una jerarquización
excluyente motivaría en el siglo XVIII un largo pleito dentro de la Cofradía.
La Iglesia
de San Agustín, comenzada en 1574 se concluyó a finess de ese siglo. Podemos pues considerar que las obras de la misma
duraron casi veinte y cinco años y aparecen vinculados a
ellas algunos de los más famosos arquitectos
del siglo XVI como el extremeño Francisco Becerra, de relevante actuación en
Nueva España y Quito. Hacia 1592 Becerra contrataba la realización de la bóveda de dos tramos del coro de la iglesia y de capillas-hornacinas bajo dichas bóvedas.
La Iglesia agustiniana,
la segunda de la orden pero primera junto a su convento,
muestra esa transición entre el artesonado mudéjar de
madera que cubría la nave
principal y las bóvedas de su
coro y capillas, así como las portadas
renacentistas dos de las cuales
pueden apreciarse hoy en día.14
El padre Antonio San Cristóbal ha analizado
que los cronistas hablan de
una iglesia de tres naves,
lo que lo lleva a considerar
que las capillas laterales tenían arcos abiertos entre sí que le permitían operar como naves laterales.15 Vázquez de Espinosa nos dice que la iglesia se terminó con un total de 17 capillas,
de las cuales sobresalía la
dedicada al Santo Cristo de Burgos.16 En rigor este número
de capillas nos parece exagerado atendiendo a los contratos
de obras que nos indican la existencia de 10 capillas
entre las realizadas por Becerra y Morales. También las
advocaciones que hemos identificado no llegan a totalizar un número tan elevado de capillas.
Becerra había realizado las cuatro capillas del sotocoro pero el maestro Francisco de Morales habría
de concluir entre 1595 y 1596 otras
seis capillas además de las
tres portadas del templo.
A partir de la ocupación de la Capilla de San
Eloy, adquirida en 1597 por
los plateros al Prior del Convento
Fr. Julián Martel, se realizarían en
la misma numerosas obras. Una década después de instalada la Cofradía en la capilla,
habiéndose realizado la bóveda para los enterramientos,
fue considerado como conveniente el proceder a la colocación de una reja protectora. En 1607 el maestro Ensamblador
Juan López, residente en
Lima se concierta con los Mayordomos Antonio Ruiz Barragán y Miguel Bonifaz para hacer una reja de tres arcos para la Capilla, conforme a una traza que firman comitentes y artífice.
Página 3 de las Constituciones
de la Cofradía de San Eloy, Lima 1622
Las estipulaciones
contractuales indicaban que
las cornisas y puertas serían “de roble con sus molduras
a cola de Milán y los balaustres
de madera amarilla” costando
el conjunto de la obra 1370 $.17 La realización de esta reja de madera de tres arcos está señalando que la Capilla de San Eloy
quedaba “cerrada y que no podía ser utilizada efectivamente como parte de una nave lateral
El retablo de San Eloy
estaba en construcción en 1610 y un año más tarde se
convoca a uno de los principales pintores
de Lima, a Angelino Medoro, para pintar
el retablo con “todo lo que hay que pintar en él,
que el banco ya lo tengo
pintado y el cuadro el el
medio de arriba que también le tengo pintado y más he
de pintar cuatro tableros de dicho retablo que
para este efecto tengo en mi casa y en un tablero de ellos ha de ir pintado el martirio de San Blas conforme al dibujo que en él está
hecho firmado de nuestros nombres y en el otro el martirio de Santa Apolonia y en
el otro cuadro de arriba la Asuncuión del Señor con los doce apóstoles conforme al dibujo y en el otro la Asunción de Nuestra
Señora”. Ointaría también los dos cuadros de arriba del retablo que tendría
que llevar “un pabellón con
sus ángeles de la manera
que está comenzado”. Este contrato fue sustanciado
el quince de junio de 1611.18
Luego de aprobadas
las Constituciones se decidió
impulsar el arreglo de la capilla que en el año 1629 se empieza a pintar y dorar por el Maestro Agustín de Sojo quien firma contrato
con los plateros Pedro Negrillo y Mateo Obregón, Mayordomos de la Cofradía
de San Eloy. Sojo hizo la
pintura mural en la techumbre de la bóveda, los arcos y los pilares
hasta el lugar donde habría de colocarse un zócalo de azulejos. Pintó también, en los huecos y hornacinas, “figuras de ángeles con insignias en las manos” colocando en los arcos “tarjas doradas con santos” todo por un monto total de $ 1.10019
Hacia 1640 se habría
de encarar la construcción
de un nuevo retablo que es encomendado al Maestro Ensamblador Pedro de Noguera, por
los Mayordomos de la Cofradía de San Eloy, Manuel Barbosa
y Benito Pereyra. La obra que se haría
según la traza que estaba en un dibujo
fiirmado por todos, tendría las dimensiones de altura de la capilla y el ancho
entre pilares de la cabecera de ella.
En el retablo se utilizarían
las esculturas que entonces
existían “y en particular
los cinco santos principales entre los cuales están
San Eloy, la Magdalena y San Blas y se han de poner las dos tarjas que están sobre las dos cajas de los santos y así mismo se han de poner los dos ángeles que tienen unos laureles
en la mano sobre la caja de San Eloy y de cada lado de la venera y los niños que se pudieran acomodar y en particular los dos grandes que vienen al propósito en el remate donde estan
dibujados teniendo unos frontispicios y todas las demás
esculturas que hoy tiene el
retablo viejo que se pudiera
acomodar se ha de poner por
ser escultura buena”20
Sorprende por una parte
la renovación del retablo a treinta
años de construido, probablemente por cambios de
gusto o quizás por daños sufridos en algún
temblor o incendio, pero a
la vez podemos constatar como se valoraba la obra que Angelino Medoro había realizado
para el viejo retablo.
La intencionalidad
de un cambio de estilo es evidente cuando se estipula que Pedro Noguera habría de hacer “todas las esculturas que tiene dibujadas, así de figuras como de serafines y en particular se ha de hacer en el banco primero un sátiro que
no tiene la traza” y que serviría de pedestal para que “caiga
el banco encima de él”. Se disponía que el retablo se hiciese
de cedro de Panamá y el ensamblaje de roble, debiendo ser dorado al oro limpio sin estofado (otro cambio de gusto) “como está el de los vizcaínos del
altar de Santo Cristo de San Francisco de esta ciudad”.
Se exigía
a Noguera que no se retirase
el retblo viejo de la capilla hasta que no estuviese concluido y asentado el nuevo, obra que se estimaba se realizaría en tres
años. Su pago sería de $ 4.800 más el retablo
viejo aunque sin sus esculturas
pues ellas serían reutilizadas. El dinero para esta obra procedía de
donativos realizados por Benito Pereyra y de los bienes
de la propia Cofradía.
Casi un siglo más tarde la Cofradía
encararía la construcción
de un nuevo retablo. En efecto, sabemos que en 25 de junio
de 1739 el Cabildo deja constancia
“que les era notorio con la indecencia que estaba la
capilla del Señor San Eloy y por estar
como está por acabarse el retablo de ella y con
algunas imperfecciones”, parecía necesario que “Hermandad tan honrada y de personas de tanta
suerte era bien que se acabase y se pusiese el dicho retablo con el lustre y acrecentamiento que convenía” haciendo para ello una gran colecta en la cual todavía
se mencionan los aportes de
Benito Pereyra que estan pendientes
de cobro.21
El Virrey
del Perú Conde de Satisteban decidió
en 1665 entregar al Convento de San Agustín una
imagen de Nuestra Señora de la Misericordia, para que
se le diera culto debido en alguna
de las capillas de la Iglesia.
Resolvieron los frailes proceder a un sorteo entre los retasblos que tenía el templo y finalmente “y por repetidas veces” salió el de San Eloy.
Fue así
que el Predicador fray Juan
de la Serna procedió a fundar
la dicha Hermandad “con el referido título
especialmente para que en los temblores
ayudase a bien morir”.22
El 7 de noviembre de 1665 se donó
la imagen a la Cofradía de San Eloy para que se colocara en su
capilla y retablo subrayándose el carácter
intermediario de la advocación de la Misericordia como “abogada para los temblores y hora de la muerte”.
Avalaban la fundación
una serie de indulgencias, jubileo y gracias que el Papa Clemente IX otorgó a los devotos de la imagen
y que se transfirieron a los miembros
de la Hermandad y a la Cofradía de San Eloy. Impulsada por el nuevo Virrey
Conde de Lemos en 1667 se decidió dar forma a la Hermandad
de Nuestra Señora de la Misericordia cuyas Constituciones se formalizarían en 1670.
Escribían entonces:
“Los que aquí vamos nombrados y firmamos hemos resuelto de constituir y
firmar la dicha Hermandad debajo de la protección y amparo de Nuestra Señora
de la Piedad que está colocada, por suerte que sobre ella salió, en
el altar y capilla del Glorioso
Mártir San Eloy Obispo, que está
al cuidado y asistencia de los artífices
de oro y plata y para que dicha Hermandad tenga en todo forma y se encamine al
mayor bien de nuestras almas y de los próximos, pedimos y suplicamos se le de licencia”23
Las Constituciones de la nueva Hermandad fueron aprobadas por el Virrey y el Arzobispo el 9 de octubre de 1670
y fueron confirmadas por el
Papa Clemente XI en el año 1711.
Nuevamente el Papa sanciona algunos puntos en 1722 “con la misma
fuerza que dichas Constituciones con el nombre de Reforma”, “entendiéndose siempre dicha Hermandad de
Nuestra Señora de la Misericordia agregada
a la de San Eloy de los Plateros” como
se mantenía desde 1670.24
Las tablas de las Constituciones
fueron colocadas en un pilar de la capilla “a los pies del Señor San
Pedro”.
La Hermandad gozó desde un inicio de prerrogativas de importancia que mostraban la valoración que el culto de la Virgen de la Misericordia había concitado. Fue así que por Real Cédula del 28 de noviembre de 1671 le concedieron la gracia de poder alquilar tafetanes, perfumadores y otros ornamentos para las fiestas. Por ello no debe sorprendernos que los primeros miembros de la Hermandad fueran el propio arzobispo, el Virrey Conde de Lemos, el Provincial de la Orden de San Agustín y que sus primeros Mayordomos fueran Antonio de Silveyra y Miguel Gutiérrez, connotados vecinos de Lima y Mayordomos de los Plateros.
Las Constituciones de Nuestra Señora de la Misericordia indicaba
que tenía unión con la de San
Eloy y que compartían la capilla
lo que se esperaba premonitoriamente
que “no sea causa de discordia lo que debe ser de
mayor concordia y paz en el Señor”.25 En este espíritu
se decía que podían participar de las mismas
“personas de cualquier estado
y condición que sean
hombres y mujeres, hasta pardos,
indios y negros libres y esclavos que quisieren ser hermanos de ella”. La inscripción en la Hermandad significaba una erogación de dos pesos
y dos reales y una cuota anual de dos reales pagaderos dentro de los trece días previos a la fiesta de
la Patrona..26
Con la agregación de la nueva Cofradía. el título definitivo quedaría como “Cofradía del glorioso San Eloy y
Nuestra Señora de la Misericordia del Gremio de Plateros de Oro y plata” según se
dejaba constancia en 1719.27
Las Cofradías
privilegiaron aspectos de asistencialismo y de participación
en la vida ciudadana. En el primer caso es frecuente verificar, por las actas capitulares disposiciones que hacen a la relación de los miembros de la Cofradía y sus parientes. Así, en 1720 se disponía que las limosnas que otorgaba la hermandad en caso de fallecimiento solamente se debían entregar a las viudas y no a las madres, hijas y hermanas y que debían atender el traslado de los
Hermanos que fallecieran en
Hospitales.
Los entierros constituían un punto importante y
se aceptaba que se enterraran
en la bóveda de la Cofradía no solamente los plateros sino sus mujeres e hijos. Las funciones religiosas eran desarrolladas con pompa y la hermandad se obligaba en cada caso
a “componer un túmulo con basa grande y una mesa con la cera de la pragmática que son 16
luces y otras tantas en los ocho altares
sin el gravamen de la música. porque
si la quisieran la han de costear los Mayordomos”28
También en
lo referente a las dotes que se entregaban
a las doncellas se definía
un tema que luego habría de tener trascendencia como conflicto social, ya que se estipulaba que estas doncellas debían ser hijas de hermanos veinte y cuatro “españoles y no de otras castas como en
dicha Cofradía se han introducido contra lo dispuesto
y determinado en el
cabildo” que se celebró el 25 de junio
de 1639.
Para la fiesta de San Eloy se decidía
que en la noche de la víspera solo se hagan los juegos de
cohetes y de luces, con candeladas en la torre y la plazuela de dicha Iglesia” de San Agustín y quew “se excuse para adelante el gasto que tienen ociosamente en dar leña a los hermanos que viven en la calle de plateros y otras partes”.29
Buena parte del jolgorio tenía lugar en la calle
donde tenían las tiendas
los plateros. Así se decía en 1630 que en ella “hubo
mucha fiesta de luminarias y fuegos
por la de san Eloy, su abogado, que celebraron al día siguiente en la Iglesia de San Agustín”. Culminaron los festejos con una
corrida de toros en la calle de los plateros que se efectuó “con mucho regocijo”.30
En diciembre
de 1650 la fiesta alcanzó ribetes
notables en “alabanza de la
Pura y limpia Concepción de la Madre de Dios”.Los plateros
formaron ocho carros decorados cpn yerbas y flores
“que regaban toda la
plaza”. Detrás de los carros
entró una nave grandea la
vela donde iban muchos
muchachos “como marineros”. En las alegorías llevaba un león sobre un mundo
que representaba al Rey de España
Felipe IV, la imagen de la Inmaculada Concepción, representada
con una espada que defendía su
limpieza. Había otro carro muy
grande con la Fama y tres ninfas sentadas
y otro con el Ave Fénix representando a la Virgen con mucho
ángeles cantando alabanzas.
Los carros dieron
vueltas alrededor de la
Plaza y “al volver a salr disparó la nao como cuando en
la mar piden socorro porque han topado
algún bajío”. Y luego todo se hizo
pedazos en la misma plaza que quedó así despejada para los bravos toros y caballeros que culminaron
los juegos luego de los “garrochones” y “alcancías”
De esta fiesta memorable fueron
comisarios Pedro González y Juan Melgar.31
Las temáticas de las alegorías en cada
festividad variaban. Así en la fiesta de San Eloy de 1659
salieron nueve carros representando los reinos de España con sus diversos tesoros. En la oportunidad “salieron todos los Grandes de España” muy bien vestidos y con muchas galas.
Cuando en
1667 entró en la ciudad de
Lima el Virrey Conde de Lemos
se hicieron dos arcos en la
calle de Mercaderes, bajo
de los cuales empedraron la
calle con 500 barras de plata. También cuando se inauguró la Iglesia de los Desamparados la calle
de los Plateros fue el escenario del júblio popular
adornándose con “mil aparatos de plata labrada y dorada y con otras
muchas curiosidades”.32
En 1720 tenemos un testimonio de como se engalanó la Iglesia para la
fiesta de San Eloy “adornando el altar mayor hasta el nicho
de Nuestra Señora y el del Santo en
el todo, como se ha hecho hasta aquí poniendo bufetillos y niños del cuerpo de la Iglesia y cazoletas con 140 luces
y las que fueran necesarias
para la procesión y adornos
de las andas con las luminarias, fuegos
de noche y día, chirimías, caja y clarín para su mayor solemnidad y que el sermón lo elijan los Mayordomos”, “cantándose
la vigilia y la misa en canto llano”.
Las disposiciones del Virrey Marqués
de Mancera del año 1645 otorgaba el poder de
la Cofradía a los “veinticuatros”
que eran los más connotados dentro del gremio. Ellos
eran los habilitados para elegir a las autoridades de la Cogradía y ibcviamente se aseguraban la persistencia del mismo grupo. Mancera
dis puso a la vez “que los sujetos que hubieran de ser veinticuatros y entraran en Juntas y elñecciones que hibiesen, siendo españoles como en dicha provisión
se expresa”, ratificando
que “sean españoles y en defecto de no haberlos se admite al que tuviere un cuarto de indio comno lo tiene prevenido y mandado el dicho auto”.
Por esta vía
es que se integraron a la Cofradía
en esta primera
fase algunos plateros que no tenían la condición que luego se exigiría de “español por los cuatro costados”. A ello se sumaría
que la Cofradía de la Misericordia anexada a San Aloy aceptaba, como hemos visto, hasta esclavos lo que
evidentemente ponía en crisis el carácter exclusivista que se quería dar a la Cofradía.
En el siglo
XVIII luego de un período donde estas medidas
no se aplicaron taxativamente
se volvió a plantear
el tema en torno a quienes debían ser los electores. Algunos plateros protestan de que siendo en total 60 no parece lógico reducirse a los 24 “porque esto es contra la
Hermandad” implicando “un despojo
notorio del derecho que tienen
adquirido y destruir por este dicho camino
toda la Hermandad”.
Se aclara que hasta ese año 1718 “en esta
dicha Hermandad se han recibido de todas calidades de personas por no haber
número bastante para las elecciones de Mayordomos, y a hora al presente,
por ver los inconvenientes que
se pueden seguir así del mucho número
que hay y va creciendpo cada día, para pasar la paz y la quietud de la dicha Hermandad, me ha parecido pedir en este
Cabildio, para lo que de adelante
tengan por bien que todos
los veinticuatros que se recibieren
hayan de ser españoles calificados para ser admitidos
por tales veinticuatros y que los que no lo fueren de hoy en adelante se reciban solo por hermanos, para que gocen de todas las calidades que los demás veinticuatros gozan, excepto no poder tener ni
voz ni voto
en las elección de
mayordomos, ni alcaldes, ni
puedan ser sellados ni admnitidos en
los demás Cabildos”, “porque
se va aumentando grande número de personas que
antes perturban que ser necesarias
a la dicha Hermandad”33
Esta propuesta
fue apelada y debatida por quienes eran mestizos, mulatos o indígenas y se quedó en que podrían mantenerse los que estaban
así como sus hijos y nietos siempre que fueran también plateros y se eligieran veinticuatros. Pero al mismo tiempo se inscribió en las Constituciones que los veinticuatros debían ser “españoles calificados”.
Fue así
que en 1720 se despidió de
la Hermandad los que no reunían las condiciones de limpieza de sangre “indicando se testaran los nombres, así en sus registros
como donde apareciesen firmas suyas, para que no quede en tales memorias de la dicha Hermandad por la falta de respeto a lo mandado en dichas Provisiones
con que fueron admitidos contraviniendo lo en ellas dispuesto”. El 21 de marzo de 1721 “fueron despedidos de dicha confraternidad los hermanos comprendidos en dicho auto y provisiones y borrados de los libros de dicha Cofradía”.34
En el año
1733 se suscita un conflicto
entre las dos vertientes de la Cofradía.
por el manejo de sus recursos,
impulsando el Provincial de San Agustín
a “los hermanos de Gracia,
que no tienen voz ni voto en
la Cofradía”, quienes acudieron al Virrey diciendo que estaban fundadas las Hermandades sin licencia Real y que existía mala administración en la distribución de la limosna fruto de la agregación de las Hermandades. El Rey debe analizar
si esto era contrario al Real Patronato como afirmaban los querellantes y la pertinencia de
la acción de los mismos.
Consideró entonces,
con sabiduría, que “aunque debiera no proseguir, como fundada sin mi Real licencia, teniendo presente el desconsuelo que causaría a los fieles que cesaren los sufragios y alivios espirituales para vivos y difuntos, usando el Virrey de sus facultades diese Provisión para que del todo no se extinguiese y se formaren nuevas Constituciones que se observen y guardasen interín se obtenía mi Real aprobación y licencia”.
El Gremio de Plateros contradijo la demanda solicitando que se ratificaran
ambas Constituciones “en la
unión y agregación que tienen”, mientras que el Virrey por Decreto del 17 de julio de 1733 mandó hacer un testimonio de todas las actuaciones realizadas para enviarlas al Rey. Los Plateros
tuvieron en la oportunidad el apoyo del Arzobispo
que señalaba que todo se trataba “de un esforzado empeño de manifiesto poder y valimiento contra dicho Gremio” y entendiendo que
la posición de los Cófrades
debe ser atendida “por el celo
con que han procedido y haberse abstenido voluntariamente de la administración
de rentas y limosnas”.
El Rey analizó las reflexiones de los Plateros y señaló que la creación de su Cofradía en
1597 era anterior a la vigencia de su real Cédula del 15 de mayo de 1600 en
que mandaban no se fundasen
Cofradías ni Hermandades sin su Real permiso. también tuvo en cuenta
que si bien no había asistido a las Juntas un Ministro
Real “como mandan las leyes”, en los 65 años que llevaba de vigencia la Constitución de la Misericordia
(1670) “no ha habido inquietud
alguna”.
Su fallo,
incluido en la Real Cédula
del 6 de noviembre de 1735, fue
categórico y afirmaba que
“he resuelto confirmar y aprobar las referidas Cofradías en la conformidad en que se hallan establecidas antes del Decreto del Virrey del 17 de julio de 1733” añadiendo: “que se
mantengan unidas y agregadas y que no se pueda nombrar ningún religioso para el manejo y distribución de los caudales”.35
En 1736 el Virrey Marqués de Villagarcía. designó al Oidor Tomás de Salazar para que asista
a las Juntas de las Cofradías, ejerciendo
de esta manera la tutela
Real.
La preocupación por las decisiones de los veinticuatro
que configuraban el cabildo se verifica
aún en 1754 cuando se pide que se retiren los supernumerarios pues solamente los veinticuatro pueden actuar como Cabildantes
y que se verifique no haya allí ninguno que no tenga tienda “para qe se proceda con quietud, paz y buen ejemplo
que es debido en funciones de tanta piedad y religiosidad”36
Estas medidas
discriminatorias parecen negar todo el espíritu
de “hermandad” que se declamaba en
los diferentes documentos, pero ellas respodían
a la estructura fuertemente
estratificada de la sociedad colonial. Si nosotros analizamos la propia Orden religiosa de San Agustín
bajo cuya tutela física y espiritual germinó y se
desarrolló la Cofradía de San Eloy, constataremos el mismo fenómeno.
En efecto,
los postulantes del hábito agustino debían aceptar que la “prohibición de recibir mestizos, indios, negros
o mulatos era tajante”. Hubo una época en que se hicieron excepciones para “los donados”
que en realidad eran empleados del Convento y no estrictamente religiosos. Sobre esto mismo también
hubo marchas y contramarchas pues el Capítulo de 1653 los reconoció
con votos, se les prohibió en 1681 y en 1689 se definió que no eran verdaderos religiosos, con lo cual muchos se retiraron del convento a la vida secular.37
La visión del siglo XVIII era la de que los indios,
negros y mulatos “suelen traer del mundo, por su mala crianza, muchos y perniciosos resabios” por lo que les imponían
cinco años de Noviciado
para pulirlos.
Sin embargo el comportamiento
de los propios religiosos agustinos en sus capítulos mostraban que tales
malas crianzas no eran patrimonio exclusivo de las “castas”. Así en
la elección del Padre Provincial del período
1627-1629 que preanunciaban la decadencia de la orden hubo graves disturbios mientras que los agustinos habiendo dejado las doctrinas pululaban por los claustros “sin oficio ni beneficio, gigantes en la
murmuración y el cabildeo político”.38
Con certeza que la pérdida de fuerza de la tarea conventual que se vislumbra
en el XVIII y que se concreta
a partir de la independencia
(cuando solamente quedaron dos conventos agustinos en el Perú en Lima e Ica), tienen relación con estas realidades sociales y étnicas que llevaron a que buena parte de los religiosos se alineara con la causa de
los realistas, enfrentándose
con el poder político
triunfante lo que determinó la supresión de la mayoría
de los claustros.
Los temas de administración económica de las Cofradías parecieron controlarse más detalladamente en los
últimos años del XVIII cuando
encontramos numerosos expedientes de aprobación por parte de Peritos designados por la Hermandad para analizar
las inversiones realizadas
por los Mayordomos.39 Esto sin dudas también muestra
los pleitos por la aplicación
de los fondos que se disponían.
En 1792 el Mayordomo
Julián Castillo decía que dos años
antes José de Mendoza había formado
el Libro de la Hermandad donde tenía
“compuestos” a 1725 hermanos,
pero que cuando a él se lo nominó para la cobranza la lista que recibió fue de 751 hermanos, dejando constancia de que había muchos borrados sin aclarale si ello
era deserción o traslación..
Cualquiera se a la cifra, más allá de la importante diferencia entre una y
otra lista, es notable la cantidad de miembros que tenía la Cofradía limeña a fines del siglo XVIII.40
Que los cargos de veinticuatro
de la misma eran muy codiciados
puede verificarse en el pedido de Luis de Rojas de 1793
para que lo inscriban como postulante a la vacante que dejó el fallecimiento del maestro platero Antonio de Córdova. Allí destacaba
“su honradez y capacidad de procedimientos como es público y notorio” y el hecho de que “desde mis tiernos años me destinaron mis padres a
que ejerciese elñ arte de la platería en el que me he mantenido hasta el
estadio presente sin dar la más leve
mala nota de mi persona”.41
En el año
1800 se redactó una “Carta de Confraternidad
o Escritura de Filiación Especial” que deberían suscribir
los devotos de la Virgen al tiempo de alistarse en la religiosa Hermandad
de Nuestra Señora de la Misericordia “que corre a cargo de los Artífices
del Oro y la Plata”
1. MONTES Fr. Graciano.
La gran sacristía de San Agustín de Lima. Datos históricos sobre este monumento artístico. Sanmartí y Cía. Lima. 1944.
2. HARTH
TERRÉ Emilio. La primera
iglesia agustina en Lima. En “El Arquitecto Peruano” Nº 53. Lima. Diciembre de 1941.
3. CALANCHA Antonio-
TORRES Bernardo. Crónicas agustinianas del Perú. Instituto
Diego de Florez. Madrid.
1972. Tomo II. Pág. 53.
4. ARCHIVO
DEL ARZOBISPADO DE LIMA (AAL).Cofradías.
Legajo LXX. Expediente 38.
El Maestro Platnuel Villar solicita en 1862 copia del Margesí d
5. AAL. Legajo L. expediente 1. Cofradía de San Eloy. 1618-1622..
6. ARCHIVO
GENERAL DE LA NACIÓN (AGN). Lima. Juzgados de Cofradías. Legajo 2.
7. MANUSCRITO
“COFRADÍA DE SAN ELOY DE LOS PLATEROS”. 1622-1786.
8. AAL. Cofradías. Legajo L. Expediente 1. Reunión del 1 de enero de 1601.
9. TORRES
Bernardo de. Crónica Agustina. En Crónicas del Perú. Edición de
Ignacio Prado pastor. Lima. 1974. Tomo III pág. 771
10. MANUSCRITO
Op. Cit. foja 19
11.
Idem. Pág. 27
12.
Idem. Pág. 34
y 35
13.
MANUSCRITO. Op. Cit. Pág. 68. Disposición del Virrey Mancera del 7 de diciembre de 1645.
14.
COBO Bernabé. Historia de
la fundación de Lima. Imprenta
Liberal. Lima. 1882. Pág. 265-266.
15.
SAN CRISTÓBAL Antonio. Coro, bóvedas y portadas en la Iglesia de San Agustín (1592 -
1596). Copia facilitada
por el autor. Archivo
CEDODAL.
16.
VAZQUEZ
DE ESPINOZA Antonio. Compendio y descripción de las Indias
Occidentales. The Smithsonian Institution.
Washington. 1948. Pág. 406
17.
AGN. Protocolos de Escribanos. Pedro González
Contreras 1607. Protocolo 789, folio 394 vta. Agradecemos al Padre Antonio San Cristóbal la información de este contrato.
18.
AGN. Protocolos de Escribanos. Pedro
González Contreras. Año 1611. Protolo 793. Folio 80 Vta. Contrato de 15 de junio de 1611. Agradecemos a Antonio San Cristóbal copia
de este documento.
19.
SAN CRISTÓBAL Antonio.
“Capillas en Lima con
pinturas murales”. Revista del Archivo General de la Nación.Nº 8
Lima. 1985. Pág.
135 Véase AGN. Protocolos de Escribanías. Bartolomé
Torres de la Cámara. Año 1629. Protocolo 1892.
Folio 154 vta.
20.
AGN. Protocolos de Escribanos. Juan Cutino. 1640-1641. Protocolo 414.
Foja 21. 1ª de marzo de
1640.
21.
MANUSCRITO. Op. Cit.
Folio 63 y 64
22. AGN. Juzgado de Cofradías. Legajo 2.
23.
AAL. Cofradías. Legajo LXX. Expediente 10. Año 1670. Entre
los firmantes estaban Sebastián
de Garnica, Alonso Hidalgo, Francisco Quiñones, Miguel Gutiérrez, Juan de Collanos,
Marcos García Moreno, Juan de Ibarra, Gerónimo de
Oliva, V. Fernández de Córdoba, Agustín de Olivera, Juan de Herrera,
Juan de Ribera, Juan de Atienzo, Juan de Ordóñez y Antonio de Cabrera
24.
AGN. Juzgados de Cofradías. Legajo 2. Expediente que contiene las Reales Cédulas que
se hicieron a favor de la Cofradía de San Eloy y Nuestra
Señora de la Misericordia fundada en el Convento de San Agustín de esta Ciudad
de los Reyes.
25.
MANUSCRITO. Op. Cit. Pág.
39 vta.
26.
MANUSCRITO. Op. Cit. Pág.
41 vta.
27.
MANUSCRITO. Op. Cit. Pág. 48
28.
MANUSCRITO. Op. Cit. Pág
52 vta.
29.
MANUSCRITO. Op. Cit. Pág.
50 y 51.
30.
SUARDO Juan Antonio. Diario de Lima (1629-1634). Imp C. Vázquez L. Lima 1935. Tomo I. Pág. 69 y 70.
31.
MUGABURU Joseph y
Francisco. Diario de Lima (1640 - 1694). Crónica de la época colonial.
Lima. Imp. C. Vázquez. 1936. Tomo II Pag. 26
32.
MUGABURU Joseph y
Francisco. Op. Cit. Pág. 144
33.
MANUSCRITO. Op. Cit. Pág. 65
34.
MANUSCRITO. Op. Cit. Pág. 70. Los expulsados fueron Antonio de Betancur,
Clemente Moreno y Benito de Acuña
35.
AGN.Juzgados
de Cofradías. Legajo 2. Expediente suscitado sobre la legitimidad de las Cofradías.
36.
MANUSCRITO. Op. Cit. Pág.
77 vta. 10 de febrero de
1754. Escribano Julián de Lima.
37.
VILLAREJO Avencio. Los agustinos en el Perú y en Bolivia (1548 - 1965). Ed. Ausonia SA. Lima 1965. Pág. 63
38.
Idem. Pág. 173
39.
AGN. Juzgados de Cofradías. Legajo 5. Cuentas del año 1787 de los mayordomos Julián del Castillo y Santiago
de Iribarren así como las peticiones de Martín Luengo francisco sobre la casa de la Cofradía en la calle de San Sebastián. En el Legajo 4 del mismo fondo puede encontrarse
40.
AGN. Juzgados de Cofradías. Legajo 9.
41.
AGN. Idem.