Lina MALO LARA
pintor en la Sevilla del siglo XVII
Sevilla, Diputación Provincial, Arte
Hispalense n.º 113, 2017. 171 págs.
ISBN: 978-84-7798-414-6
Dentro de la colección Arte Hispalense, con un sencillo y claro lenguaje, Lina Malo Lara (Q.E.P.D.)
nos ofrece un trabajo de investigación que acercará, tanto a los
especialistas como a los no instruidos, a una realidad –el quehacer artístico y
social de un pintor sevillano en el Siglo de Oro–, donde Juan del Castillo,
tradicionalmente conocido por ser el maestro de Murillo, fue un interesante
pintor, inmerso en un contexto de endogamia gremial, dentro del cual, establecer relaciones de amistad
con otros artistas significaba la obtención o el
traspaso de grandes encargos.
El trabajo que el lector tiene entre
sus manos es el resultado de una
larga y rigurosa trayectoria investigadora, cuyos frutos sirven ahora para mostrarnos los múltiples entresijos de la actividad
artística de Castillo, la
evolución de su estilo o sus importantes vínculos sociales. Cimentado sobre un
gran corpus documental, la autora arroja un buen número de nuevas
e interesantes aportaciones,
dividiendo la obra en seis apartados que abarcan, desde un recorrido cronológico por la historiografía
relativa al artista y su perfil biográfico-estilístico, hasta
un detallado análisis evolutivo de su producción artística, que se ilustra con un
pequeño catálogo de carácter antológico.
Para comenzar, la autora nos ofrece un recorrido historiográfico a modo de estado de la cuestión. Así, se recogen las obras
fundamentales que desde el siglo XVIII con Palomino, hasta la actualidad, han
tratado la figura del artista. A lo largo del mismo, Lina Malo sitúa el foco
sobre una serie de noticias preexistentes que bien serán refutadas,
desmentidas, corregidas o ampliadas a lo largo
del presente trabajo, constituyendo un ejercicio de
gran rigor científico, que sumado a una inteligente
interpretación de los documentos, revelará nuevos enfoques sobre la semblanza
del artista.
A continuación, el segundo apartado
–probablemente el más importante– se dedica al perfil biográfico, donde va a
residir uno de los elementos más destacables de la investigación de la doctora
Malo, puesto que, si bien, gran cantidad de los aspectos aquí tratados ya nos
eran conocidos, se van a aportar numerosas novedades que vienen a llenar vacíos
documentales y clarifican la trayectoria vital y profesional del biografiado.
Así, a pesar de incidir en la carencia de información sobre los primeros años
de existencia del pintor −entre otros datos−, la detenida lectura y
el enfoque metodológico de la autora, cercano a un estudio sociológico del
artista, permiten intuir o relegar
a un segundo plano la relevancia de estas noticias. Como venimos diciendo, el
método de análisis empleado permite
reconstruir a lo largo del capítulo las redes tanto familiares como de amistad
del pintor, llevándonos más allá de la simple enumeración documental. Reside
pues, el principal aporte, en observar cómo actúa Juan del Castillo a la hora
de establecer relaciones sociales que acaban
conectándole con otros miembros activos y relevantes en la industria
pictórica, como pudieron ser Vasco Pereira, Antonio Pérez, Pablo Legot o los Cano –Miguel
y Alonso–, permitiendo esta endogamia profesional prosperar artísticamente al
protagonista de nuestro libro. Destacable es, sin duda, la aportación de más de
quince documentos inéditos que vienen a reforzar más aún, si cabe,
el conocimiento de uno de los asuntos
más desarrollados por la historiografía tradicional: su estrecho vínculo con la familia de Murillo y la
influencia de estos lazos para el futuro aprendizaje de este bajo el magisterio
de Castillo. Finalmente, para ilustrar todas las relaciones aquí aducidas, se
adjunta un revelador árbol genealógico, del que podemos deducir la integración
de Castillo en la que podríamos denominar una saga de pintores.
Prosigue la obra con una tercera
sección dedicada a establecer la cronología del pintor a través de toda la documentación conocida
actualmente, algo característico en muchas de las publicaciones monográficas de esta serie. Sin embargo,
no podemos pasar inadvertido el papel de la autora en
esta recopilación documental, puesto que de las casi ochenta noticias que se
recogen, alrededor de una veintena han sido aportadas por Lina Malo a lo largo
de su trayectoria investigadora. Si atendemos
a que el nacimiento del pintor sevillano ha de situarse en
fechas próximas a 1593, el marco cronológico, que abarca desde 1611 a 1657
−año de fallecimiento del artista−, nos revela una trayectoria
profesional netamente documentada.
El siguiente apartado, centrado en el estilo artístico
de Juan del Castillo, se dedica tanto a
la formación del pintor como a la configuración de su identidad
estilística, ligada a la raigambre artística de sus ascendientes. En consecuencia,
el estilo de nuestro biografiado se revela ciertamente continuista, puesto que
se inserta a medio camino entre el tardomanierismo y
el incipiente naturalismo de las primeras décadas del siglo XVII. De igual modo
se desgranan, desde las hipótesis sobre su primer aprendizaje, hasta la
formación visual que hubo de obtener
indirectamente de artistas como Vasco Pereira,
a través de su suegro Antonio Pérez Murillo,
quien había heredado la que en su momento fue la biblioteca más grande poseída por un artista en la
capital hispalense. Si atendemos,
pues, tanto a los útiles que poseía en su obrador –según consta en su inventario de bienes− como
al evidente empleo de modelos visuales basados en grabados de origen flamenco e
italiano, entre otros, Lina Malo nos descubre a un artista de limitadas
inquietudes. No obstante, Castillo se
erige como un pintor de considerable calidad artística, que aun con un limitado
talento es capaz de encontrar una relativa estabilidad profesional a causa de
la enorme demanda que supone dotar de programas iconográficos a los retablos de
numerosos templos.
Llegados al quinto y penúltimo capítulo
de esta obra, constituye un elemento fundamental el pormenorizado análisis de la producción
artística conservada o documentada, que la autora acomete de una manera ordenada, basada en la
división de etapas previamente establecida por Valdivieso y Serrera,
que divide en hasta cuatro momentos la producción del pintor y su
correspondiente evolución estilística. Asimismo, se nos presenta
a un artista, cuya dinámica de obtención de encargos se liga
estrechamente a sus ya mencionados círculos sociales en el gremio de pintores, siendo beneficiario, por
ejemplo, de multitud de traspasos de obras por parte de creadores cercanos como Pablo Legot o los Cano, figuras
dominantes del panorama
sevillano. De este modo, todas las obras conservadas o encargos conocidos se
analizan iconográficamente, amén de introducirnos, con especial énfasis, en la dinámica
por la cual el pintor obtenía el encargo y firmaba su correspondiente
concierto, profundizando en su
proceso creativo y localizando las fuentes visuales empleadas en cada uno de
sus lienzos. Todo lo anterior se
completa finalmente con un pequeño e interesante catálogo en el que se comentan
una serie de hasta dieciséis obras del autor –algunas inéditas hasta
ahora− que sirven para ejemplificar todos los aspectos analizados.
En conclusión, nos encontramos ante
una importante aportación al estudio de la pintura sevillana del siglo XVII,
que constituye un ejemplo metodológico sobre cómo hemos de continuar
redescubriendo a los artistas secundarios del
seiscientos hispalense. Una mirada histórico-social de los artistas, que complete la
visión historiográfica. Con todo ello, Lina Malo ha conseguido que Juan del
Castillo deje de ser un mero maestro de grandes pintores,
para mostrarnos a un hábil creador, que a través del entorno familiar y gremial, llegó a ser uno
de los más relevantes de su ciudad.
Jorge Juan Ortega Barea
Universidad de
Sevilla, España
atrio n.º 24 | 2018
ISSN: 0214-8293, eISSN: 2659-5230