Miriam Elena CORTÉS LÓPEZ

De Tiros, huellas y arrimos. Historia de la escalera monumental en Santiago de Compostela

Santiago de Compostela: Andavira Editora y Consorcio de Santiago, 2017. 353 págs.

ISBN: 978-84-8408-997-1 (Andavira) 978-84-16753-

23-9 (Consorcio de Santiago)

 

La escalera es una estructura arquitectónica que se caracteriza por su singularidad en términos de diseño y ejecución. Su atractivo y dificultad estriba en la complejidad formal, con una amplia diversidad de trazas y desarrollos. También en su exigencia técnica, por cuanto debe cumplir su condición de tránsito ascendente con un equilibrio entre su peso y apoyos, mediante un uso adecuado de los materiales de su construcción y su estereotomía. Por último, constituye un problema aritmético, vinculado a una geometría inspirada en ocasiones en tratados y plantillas impresas o manuscritas.

 

La escalera ocupó un papel esencial como elemento arquitectónico desde la introducción del Renacimiento en Europa. La dialéctica entre su configuración como elemento individual, y su difícil inserción en la distribución del edificio y su composición formal se observa en los palacios franceses como el de Blois. Objeto de atención en la literatura artística de la época, fue Alberti en De Re Aedificatoria el que inició una preocupación por el diseño, estructura y composición de este elemento que se acentuaría a través de los ejemplos posteriores de la literatura artística, como en Palladio. Convertida su traza y disposición en objeto de estudio por la pretensión de una arquitectura funcional y a escala humana, sus valores simbólicos, ceremoniales y su capacidad plástica quedarían patentes para los artífices de la Edad Moderna. La extensión creativa del diseño de las escaleras tendrá un referente esencial en la obra de Bramante, con construcciones como la doble hélice para el palacio vaticano o la situada en abierto para salvar los niveles del Cortile del Belvedere. Las posibilidades expresivas de tensión y monumentalidad que tendría la escalera se acredita en obras como la de la Biblioteca Laurentiana de Miguel Ángel. En España el Renacimiento traería la experimentación desde el tipo de escalera de doble tramos paralelos de ida y vuelta hacia las escaleras claustrales y la imperial.

 

Posteriormente, con la extensión del clasicismo y de un modo culminante durante el Barroco, la escalera pasará a formar parte del análisis de los elementos de la arquitectura en los tratados italianos y franceses del XVII y XVIII. Adquirirá mayor complejidad en sus esquemas y desarrollo, con diversidad de apoyos, aperturas y desembarcos, así como en el recorrido de tramos, mesas y huecos, dotándose de riqueza decorativa y preocupación por los problemas perspectivos. Además, serán piezas esenciales representativas –recordemos que ya Fray Lorenzo de San Nicolás indicaba que “una escalera bien fundada hermosea un edificio”– convirtiéndose en un elemento fundamental para la conexión de espacios, para la organización y distribución de los edificios religiosos o civiles, y como ejes de configuración compositiva y formal. Se desarrollarán escaleras monumentales en el interior de las construcciones, en los vestíbulos o en ámbitos que permitieran su contemplación por el visitante, así como en los exteriores, dotando de valores escenográficos a los accesos de los edificios y convirtiéndose también en obra urbana por su relación con la trama ciudadana y el espacio circundante. Su presencia se hará inexcusable en el diseño de la arquitectura monumental en los siglos posteriores, garantizando la representatividad de los edificios de la administración y el espectáculo en la sociedad burguesa del XIX.

 

En el contexto del estudio de este elemento arquitectónico se entiende la obra de Miriam Elena Cortés López, titulada De Tiros, huellas y arrimos. Historia de la escalera monumental en Santiago de Compostela, publicada en 2017 por las editoriales Andavira y Consorcio de Santiago. Se trata de una adaptación resumida de la tesis doctoral que la autora defendiera ante tribunal en el año 2016 con el título semejante, trabajo que fue dirigido por el profesor Juan Manuel Monterroso Montero. Esta publicación es parte de la producción científica del Grupo de Investigación Iacobus (GI-1907), y de los proyectos “El Patrimonio monástico y conventual gallego de la reforma de los Reyes Católicos a la Exclaustración” (HAR2016-76097-P) y del “Programa de Consolidación y estructuración REDES 2016” (ED341D R2016/023)


La obra presenta un extenso catálogo conformado por 63 escaleras de la arquitectura monumental de Santiago de Compostela, lo que inmediatamente induce al lector a considerar dos aspectos esenciales para entender el desarrollo del libro: la índole fundamentalmente pétrea del material empleado, como consecuencia de la importancia de la cantería en la ciudad gallega y su entorno, así como la preponderancia del patronazgo religioso sobre la construcción de este elemento como corresponde a una ciudad arzobispal y conventual.

 

Los antecedentes inmediatos de una historia de las escaleras compostelanas se tratan en el capítulo II, donde se estudian los ejemplos medievales existentes en la cripta y camarín del Apóstol, en la meta del camino de peregrinación que da lustre y fama a la ciudad gallega. Pero en ese apartado se reconoce que el desarrollo primordial de este elemento arquitectónico en la población tiene su punto de partida en los años iniciales del siglo XVI. Sorprende en el registro de las escaleras, la extensión y diversidad constructiva de las correspondientes a la arquitectura civil, que se estudia en el capítulo III del libro, comprendiendo obras realizadas en colegios, hospitales, pazos y teatros de la ciudad. En ese palimpsesto de tan diferentes edificios, sobresalen para los dos primeros grupos de esa clasificación, los casos existentes en el claustro de Fonseca, la dieciochesca de entreclaustros del Hospital Real,  o la del edificio de la universidad, actual Facultad de Geografía e Historia, obra de Ferro Caveiro. Del siglo XIX es la elegante e imperial del Manicomio de Conxo. En la arquitectura doméstica, destacan las escaleras de la Casa del Deán, la del Seminario de Confesores, obra de Charles Lemaur, que se aproxima a los modelos definidos por la tratadística francesa, aún siendo suspendida, y la del pazo de los Bermúdez, ubicado en un reformado Colegio de los Irlandeses. Entre los teatros se registra la correspondiente al Teatro principal.

 

El apartado de las escaleras conventuales y relacionadas con la propia catedral ocupará el capítulo IV de la obra. Los cenobios de Santiago alojaran grandes estructuras, especialmente durante la extensión de la ciudad conventual del Barroco desde comienzos del siglo XVII, con la ubicación de estos elementos constructivos entre los grandes claustros abiertos en los principales edificios de las órdenes religiosas instaladas en la ciudad. Así ocurriría con la escalera entre los dos patios del convento de San Francisco. La continuación de las obras en el monasterio de San Martín Pinario nos legará la bella escalera del Claustro de Oficinas, con una jugosa ornamentación que la autora, atinadamente, relaciona con los grabados del manierismo centro y norteeuropeo de los Vredeman de Vries y Dietterlin, o la claridad compositiva de la escalera del Claustro Abacial, obra posiblemente de Fray Gabriel de Casas. De entre las grandes obras del barroco compostelano destaca la escalera proyectada por Domingo de Andrade para el Convento de San Domingos de Bonaval, compleja y estilizada obra de caracol dispuesta en triple espiral volada, aquella sobre la que comentara Fernández Sánchez ser “atrevidísimo alarde de ingenio, de arte y de ciencia”; quizás inspirada en la obra de Vignola o Cristóbal de Rojas, la pericia demostrada en su obra y el riesgo asumido en su ejecución la convierten en un excepcional aval de actividad de este arquitecto gallego. De la fábrica catedralicia se registra la escalera de caracol cuadrado con cañón hueco edificada por Casas Novoa para servir de conexión entre pisos a los niveles del claustro de la seo.

 

El capítulo V se destina a los casos de escaleras en el entorno natural de la ciudad, bajo el prisma actual de una urbe que integra el jardín público y el parque como parte de su configuración. Se trata de ejemplos ya del siglo XX, que solucionan mediante una cuidada composición escenográfica la diferencia de niveles de terrazas, como son los casos de la del parque de la Alameda, y la que permite el acceso al atrio de la iglesia de Santa Susana. La regionalista escalera de la Residencia de Estudiantes rememora tanto los ejemplos de la historia arquitectónica local como la inspiración en las grandes construcciones de palacios y villas de la Roma papal.

 

El capítulo VI se dedica a la escalera urbana, es decir, aquella que da acceso desde el exterior a los edificios uniendo escenografía y capacidad representativa en su relación con el entorno urbano. Algunos de los ejemplos presentados son tan relevantes para la comprensión de la propia ciudad y su historia como la escalera Maximiliana en la fachada occidental de la seo, la monumental de la fachada monacal de San Martín Pinario o la de acceso a su iglesia, admirable por su sentido teatral, que desciende desde el nivel de la calle hacia la puerta de ingreso al templo de este monasterio.

 

Un capítulo final de este registro corresponde al que se numera como VIII, que recoge algunas aportaciones de la arquitectura actual en la ciudad contemporánea. Así, se describen las escaleras del archivo histórico diocesano en San Martín Pinario, de Iago Seara, o la minimalista y a la vez extensa escalera del Parque de Carlomagno. Igualmente se exponen ejemplos en este apartado que fueron resultado de la intervención sobre la ciudad histórica en la época franquista, periodo de restauración arquitectónica estudiado por Belén Castro a través de la actividad profesional del arquitecto Pons-Sorolla. Bajo la iniciativa de este restaurador se monumentaliza el conjunto histórico introduciendo tramos de escaleras para el paso del arco del Palacio Arzobispal, o para facilitar la unión entre el Obradoiro y la Avenida de Raxoi. Este recorrido finaliza con los ejemplos existentes en la obra de Peter Eisenman para la Ciudad de la Cultura, aquellas que permiten el tránsito exterior a los edificios, así como las construidas en los interiores que están en uso en aquel proyecto de proporciones tan ambiciosas.

 

El trabajo finaliza con un apretado apéndice gráfico y una completa enumeración de fuentes bibliográficas y documentales, donde se incluyen tanto las referencias a tratados y obras coetáneas a las diferentes etapas históricas objeto de estudio, como a la bibliografía más actualizada.

 

Se podría entender que el enorme trabajo documental, gráfico y descriptivo del registro de las escaleras de la ciudad, con ser fundamental, podría rebajar el nivel de análisis y crítica de la publicación. Sin embargo, la autora manifiesta su extenso conocimiento sobre la historia de la ciudad, la teoría arquitectónica del elemento arquitectónico protagonista  y el análisis comparado de sus ejemplos a través de las reflexiones incluidas en el propio corpus de escaleras, mediante atinadas observaciones que alejan a este registro de ser una mera recopilación de datos. Pero, sobre todo, la obra adquiere profundidad con la incorporación de capítulos complementarios al catálogo que facilitan el entendimiento de la historia de la escalera compostelana. Así, la introducción del trabajo compone una estupenda guía para la identificación y normalización de términos vinculados con las partes de la escalera, así como un marco metodológico para su descripción basado en una caracterización tipológica fundamentada en varios apartados jerarquizados: esquemas, que se denominan simples y complejos, formas vinculadas a sus tramos, y modos en que éstos se disponen. Por otra parte, el capítulo  I vincula los ejemplos estudiados con el desarrollo de una literatura artística relacionada con los programas y reflexiones sobre la escalera, textos que estaban presentes en las bibliotecas conventuales o en los inventarios de bienes de maestros, canteros y arquitectos, y por tanto pertinentes como posibles fuentes de los casos que se exponen en la monografía. Por último, el capítulo VII se dedica a lo que se denomina acertadamente la “escalera sobre el papel”, es decir, una recopilación sobre fuentes gráficas o escritas de ejemplos que quedaron finalmente en la fase de proyecto, o de aquellos otros que, una vez construidos, fueron alterados o destruidos hasta su desaparición.

 

En definitiva, se trata de una publicación enormemente útil, de clara organización interna y adecuado estilo literario, que no solo se debe entender como un catálogo indispensable para la consulta de aquellos investigadores o lectores que precisen información sobre la historia de la escalera compostelana, sino como una monografía científica de interés para un conocimiento más general sobre tales elementos. Destacaría a este respecto su capacidad para arrojar luz sobre la compleja y diversa tipología de las escaleras; también la excelente inserción que hace de cada ejemplo en el contexto de los programas constructivos de cada edificio, y la capacidad del discurso para establecer vínculos entre teoría arquitectónica y práctica de obra, aspectos todos que redundan en un mejor conocimiento de la historia de la arquitectura gallega y española.

 

Francisco Ollero Lobato

Universidad Pablo de Olavide, Sevilla, España

 

atrio n.º 24 | 2018

ISSN: 0214-8293, eISSN: 2659-5230