De la Vírgen de Monserrat al
Señor Caído de Monserrate. Misterio, fe y lugar.
Marcela Cristina Cuéllar Sánchez
Ministerio de
Cultura. Bogotá, Colombia
Fecha de recepción: 18 de septiembre de 2011
Fecha de aceptación: 17 de febrero
de 2012
atrio, 18 (2012) ISSN: 0214-8289 p. 43 - 60
Resumen: Las transferencias culturales que existieron
entre España y América, tuvieron como uno de sus principales vehículos las devociones. Gracias a ellas,
las manifestaciones materiales e inmateriales, las imágenes,
las técnicas de elaboración, y los autores, entre otros, viajaron entre los mundos y se arraigaron o transformaron, hasta convertirse en piezas
fundamentales para el fortalecimiento de las propias identidades.
Una de las advocaciones que llegó desde
España al nuevo mundo, fue la de Santa
María de Monserrat, que en la capital de la Nueva Granada,
Santafé hoy Bogotá, se arraigó y suscitó una
serie de acontecimientos a partir de la llegada
de su imagen: la construcción de una ermita
y el esfuerzo por fundar
una orden para su cuidado. Con los siglos se transformó dando
paso a la génesis de una figura
local, el Cristo caído a los azotes
y clavado en la cruz,
más conocido como
el Señor de Monserrate.
Hoy
este fervor es el más importante de la ciudad,
en su entorno se crearon
y recrearon historias
mágicas que sobrevivieron al olvido y lo convirtieron en uno de los
fundamentos de su identidad y pieza fundamental de su patrimonio.
Palabras clave: Monserrate, Señor
de Monserrate,Virgen de Monserrate, Santafé, Pedro Solís y Valenzuela.
Abstract Cultural transfers that existed between Spain and America had the devotions as one of its main vehicles. By these devotions, their material and inmaterial manifestations, images, manufacturing techniques, and the authors, among others travelled between the worlds to either root or transform until these transfers became the builiding blocks that reinforced their own identities.
One of the dedications that arrived from Spain to the New World was to the Holy Mary of Monserrat.This image rooted in the capital of the Nueva Granada, Santafé today Bogotá, and prompted a series of events upon its arrival: the construction of a shrine and the effort to found an order devoted only to its care, among others. The image of the Holy Mary of Monserrat transformed over the centuries generating the genesis of a new local image, a Christ nailed to the cross and fallen to the flogging, known as the Lord of Monserrate. To this day, this is the most important fervor of the city.Around this new image magical stories were created and recreated that have survived oblivion and made it one of the foundations of the city’s identity and a fundamental part of its heritage.
Keywords: Monserrate, Lord of Monserrate,Virgin of Monserrate, Santafé, Pedro Solís y Valenzuela.
En el descubrimiento de las Indias
Occidentales, las creencias y experiencias fueron el arsenal
mejor dotado que llevaron
y al que se aferraron quienes se aventuraron a conquistar el Nuevo
Mundo. Con las herramientas
que brindaban sus propios dogmas,
los hombres de los ejércitos españoles se enfrentaron al reto de conocer y apropiarse del
territorio; con
las mismas, pero transformadas y sumadas a las adquiridas, las siguientes generaciones consolidaron su propia forma de vivir en el lugar.
Unos y otros,
en orillas opuestas del Atlántico, se miraban anhelando deseos comunes. Esos sueños
arrastraron tras de sí las maneras de entender el mundo, referentes que viajaron a Indias y que fueron
adaptados, fusionados y aprehendidos de tal manera,
que se convirtieron en propios. De la misma
forma, con los
viajeros, comerciantes y aventureros que se sumergían en lo desconocido, llegaba
a España el espíritu de ultramar, que como aire
fresco impregnaba, ventilaba y recorría el mundo.
Las devociones fueron
los hilos que tejieron gran parte de este entramado
de influencias. Con ellas viajaron
pinturas, esculturas y algunos de sus
autores; también con ellas se
materializaron edificios y se generaron hechos sociales que contribuyeron a consolidar la identidad de mundos con referencias a lo conocido, pero con espíritus completamente diferentes.
Es el caso de la veneración al Señor Caído de Monserrate de Bogotá,
que tiene su origen en la advocación a la
Virgen de Santa María
de Monserrat, que
llegó de Cataluña a Santafé,
capital del Nuevo Reino de Granada, en donde se
arraigó, transformó e inició
la génesis de una devoción
por una figura local,
cuerpo a la manifestación religiosa y significado al espacio
simbólico más importante para la ciudad.
Esta adoración es el resultado de una amalgama que por siglos amasó fe, lugar y gente, con todo lo que ello podía implicar.
…
aunque Monserrate y Guadalupe se erguían como
los cerros tutelares
de una ciudad que creció
a sus sombras, el casco urbano de origen colonial en realidad se desprendía únicamente del cerro de Guadalupe. En sus laderas comenzaban las empinadas calles que iban a morir
en las tierras llanas de la sabana. Monserrate, en cambio, señoreaba sobre la ciudad al apartarse
un poco de ella1.
Se tienen noticias
de que la imagen más importante de la Virgen
de Monserrat que llegó
a Santafé fue durante la primera mitad
del siglo XVII,
gracias a Pedro Solís
y Valenzuela (Santafé, 1624-1711)2, un sacerdote que estudió en el colegio de los jesuitas, donde obtuvo el título de bachiller, quien a los dieciséis años comenzó a manifestar su afición por las letras3 y se dedicó a custodiar y a acrecentar la fe a la Moreneta, hoy patrona
de Cataluña. Al parecer, Solís y Valenzuela conoció
la devoción a María Santísima de Monserrat por influencia de su hermano
Fernando Fernández y Valenzuela (1611-1677), monje cartujo4.
Solís y Valenzuela llevó una réplica de la talla
de la Virgen desde el monasterio
benedictino de Monserrat, en España, al sitio que había dispuesto: la cima
del “cerro alto
que cae en la parrochia de Nuestra Señora
de las Nieves”5, donde
un siglo antes
el fundador de la ciudad
había impuesto una cruz,
hecho que consagró
la montaña para
los santafereños e inició la tradición de peregrinar a su cumbre.
“Los cerros orientales, con cruces en sus
cumbres, altos, peñas
y cuevas, nos señalarían entonces
una disputa territorial
entre los seres sobrenaturales nativos
y los cristianos, o entre seres
“diabólicos” y “divinos” que habitarían en aquellas montañas contiguas a la ciudad. Las alturas fueron quedando
entonces visiblemente marcadas con cruces cristianas para
ser domesticadas, exorcizadas, pertenecer a la ciudad y regir sobre sus habitantes”6.
En la escarpada cima, Jiménez de Quesada localizó el primer baluarte de
lo que se convertiría en la fortaleza
incorpórea de la ciudad, que se
empezó a configurar desde
la llegada del ejército español
a las tierras altas del camino
hacia El Dorado.
En la búsqueda de un sitio para
instalar a sus hombres, el adelantado7 divisó una fértil
llanura de clima
primaveral, rodeada por
una cadena interminable de cerros que, como guardianes impasibles, la
tutelaban. El paraje ofrecía dominio visual, recursos para el abastecimiento y, sobre todo,
le evocó las campiñas
andaluzas de ciudades amuralladas que sobre escarpadas topografías custodiaban
el territorio, referentes conocidos que hicieron de aquel, al que llamó
el valle de los Alcázares, el lugar adecuado. “… y descubriendo por el camino
más del todo
que hasta entonces la grandeza de largo y ancho, de este valle
de Bogotá que son doce
o catorce leguas las que tiene de largo y siete de ancho por algunas partes,
vido que por todo
él se descubrirán por aquellas espaciosísimas llanadas grandiosas poblaciones […]
y se veían desde lo más alto del valle
con agradable vista,
y le pusieron á esta sabana, valle
de Bogotá, el Valle de los Alcázares”8.
Para proteger y resguardar de todo peligro
“las poblaciones para conservación de lo ganado
en servicio de Dios y el rey”9,
en los territorios del mundo
apenas por descubrir no era suficiente seguir uno a uno los pasos
que dispuso la Corona española
en lo referente a la fundación de los poblados10. Las adversidades divinas
y humanas debían
evitarse con la presencia de códigos que para los fundadores y pobladores fueran
garantes de protección, referencias conocidas
que fueron traducidas en la toponimia, el lenguaje alegórico, los
símbolos y las imágenes, traídos, implantados
y fusionados en el mundo por construir.
Así pues, Gonzalo
Jiménez de Quesada
bautizó la ciudad
en honor de la
urbe del Reino de Granada
que “en su llana y apacible vega a que también se parecen mucho los anchos y agradables llanos
de este Valle de las Indias Occidentales”11, y aprovechó
la presencia majestuosa de los dos cerros que la amparaban y se alzaban,
casi de forma perpendicular, a más de 500 metros sobre
el nivel de la plaza mayor, para
izar en cada
una de sus cimas una
cruz. Estos hechos revelaron la carga simbólica de la fundación. “Lo que no poco se
advirtió para escoger
este sitio, fue del amparo que tenía por parte del
cerro y la serranía por parte del oriente, por donde no podía ser molestada
la
población de los enemigos”12.
El siguiente lugar
que había que resguardar, por
su ubicación estratégica, era el ingreso
a la ciudad por el norte. Sobre el camino
preexistente, conocido como
de la Sal, se construyó en 1538 la ermita del
Humilladero; siguieron las orillas
de los ríos, límites naturales
de la naciente urbe, en donde sobre el mismo camino se instalaron,
como portadas infranqueables, las doctrinas de las dos primeras órdenes
religiosas que llegaron
a Santafé: desde 1550,
los dominicos custodiaron la entrada septentrional, y los franciscanos, la opuesta. Sin
embargo, pocos años
después se iniciaron los traslados: en 1557 se erigió el conjunto conventual de los frailes
de San Francisco, en el límite
norte, sobre el río Viracachá, que a partir de entonces se conoció
con el nombre de la orden. Los dominicos, por su parte,
construyeron su convento e iglesia al otro lado del río, en el interior de la ciudad.
De la puerta sur se encargaron los agustinos, que con su presencia en el lugar,
a partir de 1637,
también rebautizaron el río, conocido
en tiempos anteriores como Manzanares.
Fig. 1 Croquis de la ciudad de Santafe de Bogotá y sus inmediaciones. Carlos Francisco Cabrer, 1797.
Archivo General de la Nación, Bogotá.
Otras ermitas y conjuntos, que actuaban como
baterías de la fortaleza,
se construyeron sobre los cerros
durante el primer
siglo de vida de la ciudad: Egipto
en 1556, el Carmen en 1560 y Belén en 1580. A medida que la
ciudad crecía de manera lineal
sobre el eje norte-sur que marcó el Camino
de la Sal, y como apoyo a las portadas de la ciudad,
el límite meridional se defendió de los rayos y las tormentas con la iglesia
dedicada a Santa Bárbara, construida en 1565, y Nuestra Señora de las Nieves se encargó
de resguardar el septentrional desde una capilla
de la que se tienen
noticias desde 1581;
por otro lado, el camino de ultramar, el de occidente, se amparó con la
dedicada a San Victorino, construida en 1568,
que además abogaba
ante la destrucción de las cosechas
por las heladas (Fig. 1).
Santafé se amparó
en sus iglesias. A diferencia de otras ciudades, sus murallas no fueron sólidas construcciones continuas elaboradas con tierra, piedra y argamasa. Las torres, los campanarios y espadañas que se imponían sobre
los techos de las viviendas, las devociones y los ritmos
de la vida cotidiana que estuvieron reglados por los
toques de las
campanas, eran los baluartes que la protegían de lo divino
y lo humano. “Los cerros
orientales, con cruces en sus cumbres, altos, peñas y cuevas, nos
señalarían entonces una disputa territorial entre los seres sobrenaturales nativos y los cristianos, o entre
seres “diabólicos” y “divinos” que habitarían
en aquellas montañas contiguas a la ciudad.
Las alturas fueron quedando
entonces visiblemente marcadas
con cruces cristianas para ser domesticadas, exorcizadas, pertenecer a la ciudad y regir sobre
sus habitantes”13 (Fig. 2).
Fig. 2. Vista por la parte occidental de la ciudad
de Santafé de Bogotá, capital del
Nuevo Reino de Granada, detalle del
mapa elaborado de orden de Francisco Antonio Moreno y Escandón. Joseph Aparicio Morata,
1772. Museo de la
Independencia, Bogotá.
Una
serie de acontecimientos hizo posible la
materialización de la advocación por la Virgen
de Monserrat en Santafé:
el traslado desde
Cataluña de una imagen,
la promoción de la fundación de una orden
de ermitaños Benedictinos, para su cuidado, y la construcción de una ermita
en su honor. El arraigo
de este fervor en la ciudad
también suscitó otros
hechos, algunos non sanctus: rivalidades, intrigas y engaños,
que aliñaron la génesis
y dieron fuerza
a la devoción.
Fundó [Solís
y Valenzuela] así mismo
su hermandad cuyo testimonio de constituciones estaba
esperando de Roma que se pidio su aprovacion y la participación de jubileos y exçempciones de la casa principal de Monserrate que está en España[...] Don Solix y Valenzuela la hizo a su costa
la Sancta y Milagrossíssima Imagen de Nuestra Señora para colocarla en la hermita con título de Sancta María de la Cruz
de Monserrate […] de la cassa principal de Monserrate que está en España la cual SanctaYmagen se llebo y se coloco en la hermita juntamente con la cruz
y con muchas reliquias a los lados
y en medio la del Sacto Lignum Crucis14.
La imagen de la Virgen
llegó a la Nueva
Granada, gracias a la fe que
por ella sentía Solís y Valenzuela quien,
al parecer, llevó personalmente la talla desde
España, cuando viajó
a acompañar a su hermano
Fernando, comisionado para trasladar a Madrid los
restos del arzobispo Fray Bernardino
de Almansa, muerto en Villa
de Leiva15. De esta primera
imagen pocos datos se
conocen, se intuye
que la réplica
era una talla
en madera policromada, de formas alargadas, que imitaba los rasgos románicos de la figura
original: la Virgen carga
en sus piernas al niño Jesús y en su mano sostiene
una esfera; el niño, tiene la mano derecha levantada en señal de bendición y en la izquierda, sostiene una piña. En los vestidos
resaltan los motivos geométricos y los tonos
dorados de las figuras decorativas que contrastan con el tono castaño de las pieles, dado
por la oxidación del plomo
usado en el pigmento, por lo
que se le conoce popularmente como la Moreneta (Fig. 3).
Para alojar la imagen y custodiar la devoción, Pedro Solís
y Valenzuela con la ayuda de sus amigos Jacinto García, Domingo y
Francisco Pérez, inició la fundación de la hermandad de monjes cartujos16 y la construcción de la ermita en la cima del cerro
de las Nieves, en 165017: El templo se puso
bajo la advocación de la Virgen de Monserrate, en su retablo
mayor se instaló la talla
y se determinó que allí
se celebrarían las fiestas de la Santa
Cruz, el 3 de mayo de cada año.
[…]le pidieron
y se los concedio licencia para la fabrica de la dicha iglesia y erección della con el titulo y nombre de la Santa
Maria de la Cruz de Monserrate con facultad de poder fundar
una confrateridad de meritos con la cofradía y hermandad de la Casa de Monserrate en el Principado de Cataluña con cuya
facultad y licencia
y mostrarnos su animo y buen
celo y de otros
devotos que se fue con el la fabrica de la dicha iglesia y otras poseciones de sacristía hospederías y vivienda
alta para el sacerdote que hubiese de asistir que esta a mano directa como se entra en la dicha18 (Fig. 4).
El lugar atrajo
cada vez más a quienes querían
consagrar su vida al
silencio y a la oración,
hombres que tenían
el anhelo de ingresar a la hermandad que cuidaba de la devoción
a la Virgen de Monserrate. Esta fue la motivación que presentó, en 1651, el presbítero Bernardino de Rojas ante la
Arquidiócesis para que le concediera licencia para retirarse al sacrificio “en aquellos riscos”19. “Y viendo
el fervor con
que la devoción
crecía el Padre
Bernardino de Roxas Presbytero se retiró a aquel Sancto lugar para en el
estar recojido a que se presedio el consentimiento de los fundadores y por scriptura ante Pedro de Bustamante le dieron el uso de la hermita para
que hissiese misa y se reservaron en si la propiedad”20.
Bernardino
de Rojas, dueño de una
gran fortuna, llegó
a la ermita de la Virgen
de Monserrate para contribuir con sus riquezas a mejorar las condiciones del
lugar; sin embargo,
su condición de presbítero –la
misma que tenía
Solís y Valenzuela– lo ubicó en una posición
jerárquica más alta que la de
los hermanos que vivían en la cima. Al año siguiente de su llegada, le fue otorgado
el permiso para celebrar
misas, junto
con Pedro Solís y Valenzuela. “Pronto [la hermandad] halla un eremita singular,
poderoso como él [Pedro Solís y Valenzuela] en riquezas, que
también quiere llevar
la mejor parte
en el empeño”21.
Fig. 3 Imagen de la Virgen de Monserrate. Fotografía, 2010. Archivo de Marcela Cuellar.
Fig. 4. Capilla de
Monserrate,
Óleo de Enrique Price, 1843, en Bogotá, 1538-1938. Sociedad de Mejoras y Ornato, Bogotá
La presencia de Bernardino de Rojas desencadenó, al poco tiempo de
su establecimiento en la ermita,
una serie de acontecimientos que
años después, permitieron evidenciar el atractivo que representaba la Virgen de Monserrate, pues tanto la devoción
como las limosnas iban in crescendo.“…
concede su merced licencia
del bachiller don Pedro Solís y Valenzuela y el padre Bernardino de Roxas Presbyteros para que puedan asistir
todo el tiempo que
tubieren voluntad en este lugar
sin que se entienda estar
obligados a asistir a las processiones y edictos
generales”22.
Casi de manera
inmediata a su arribo, Bernardino de Rojas se interesó
por mejorar las condiciones para acoger a quienes “quisieren y se hallasen con espíritu de seguir
el retiro y la vida solitaria”23; solicitó
licencia para construir un pequeño convento enclaustrado con 12 celdas,
“…todos ayudamos
a la obra y con las limosnas, cargando los materiales a cuestas y dichos
hermanos y otras personas
para lo cual entraron y han entrado
y entran muchas limosnas en poder de dicho padre”24 y encargó la fabricación de imágenes para adornar la capilla. Una de ellas,
la de un Cristo caído a los azotes y clavado en la cruz, que siglos más tarde cambiaría por completo
la historia de la devoción. “Recivi del padre Bernardino Roxas, Ciento y cinco Patacones por la hechura
de Sancto Cristo
Crucificado, y otro
asentado, y porque conste lo firme en Santafé a quince de febrero de Mil seis cientos y cincuenta y seis años y por verdad
lo firme. Don Pedro de Lugo”25.
Don Pedro de Lugo y Albarracín modela en su
taller santafereño sus mejores obras.
Pocas veces la toréutica —que en la actualidad comprende el labrado fundido de estatuas compuestas de diversas piezas
ensambladas de madera
y metal, ya sea
fundido, ya repujado a martillo— llega
a América colonial a cumbres tan elevadas,
como en manos de este bogotano incógnito.
Maestro Lugo llámanle las crónicas
santafereñas; […], el
joven artífice enamorado de la tradición de los maestros
escultores que florecieron en esta hidalga ciudad.
Estudió el artista
contemporáneo, a través de unas cuantas
obras que se tienen como de Lugo.
Cuánto el mérito
de este místico,
de tan extraño ascetismo, capaz de producir
imágenes de tal martirizado realismo
como sus Cristos lacerados y humillados, que tras cristales y cortinas se muestran en varias iglesias bogotanas.
¡Es el Señor de Monserrate, el divino! El que intuyó
el artista en esa imagen soberana que avasalla de pavor y grandeza. Cárdena y sangrente
encarnación, hinojos lacerados, sangre en hilos trágicos envuelve el mártir, que arrancando a su dolor una lágrima, estremece26.
El Señor Caído,
obra del imaginero santafereño Pedro de
Lugo y Albarracín, es una talla
de un Cristo sangrante, de origen local,
ejemplo representativo de la expresión de la cultura
barroca neogranadina y como tal,
materializa la transferencia cultural y la génesis de imágenes, expresiones y sentimientos propios de la cultura en el mundo
americano, en proceso
de consolidación de su propia identidad. La imagen, que llegó a la iglesia
en 1656, fue la que años
después acogió y fusionó los atributos que en principio, le fueron
otorgados a la Virgen de Monserrate. “El Señor de Monserrate es el Jesús del Gran Poder de la ciudad
gitana; el que hace brotar
la saeta pasional. Cante
jondo pide Nuestro Señor
de Monserrate, tan santafereño; solo que solo es nuestro, y tan chapetón”27 (Fig. 5).
La estadía
de Bernardino de Rojas en la cima del cerro ocasionó malestar
entre los miembros
de la hermandad, porque “quiere
atribuirse aver todo suyo habiendoze por si solo donaciones y viéndose querer
desbaratar lo edificado para bajarlo a esta ciudad para otras fundaciones”28 y constantemente
los hermanos
recibían agravios de su parte.
… saviendo que ivan a celebrar la fiesta de Nuestra Señora
como acostumbravan todos los años
con prevención de sacerdote y predicador, música y cera y lo demás necesario
yendo en su compañía el Padre Cura de las Nieves
quien todavía assiste a dicha fiesta,
se avia retirado
el Padre Bernardino de Rojas
dos días antes
a un hato de los que avia comprado, dejando encerradas
las campanas mayores de la iglesia,
el choro donde
se avia de officiar y las escaleras con que se ensendian las luces de la portada que paresia avian sido prevenciones para estas ocasiones aver mudado
las escaleras que subian del choro por
la iglesia y poniéndolas hazia su casa y debajo de su llave, que se decían volver a su lugar
como estaban= asi mismo
avia dejado encerradas con llave las vinajeras, calix, missal y el vino
de la custodia en que aquellos días
se descubre el Ssantissimo que era todo
de la ermita…29
Fig. 5. Talla del Cristo caído y calvado en la cruz
de Pedro Lugo y Albarracín. Fotografía,
2005. Archivo Compañía Teleférico a Monserrate S.A.
Los intereses de Bernardino de Rojas fueron más allá de buscar en la cima
de Monserrate silencio y oración, como
se evidenció tiempo
después. A los dos años de su llegada
a la cima y de la construcción del claustro,
presentó una petición
de reconocimiento de fundación de la ermita.
“Consta que en veinte y ocho
de junio de seiscientos y Cincuenta y tres el dicho
Padre Bernardino de Roxas presentó una
Petición alegando largamente sobre la fundación de dicha hermita, y offreciendo información, la cual consta aver dado, y presentado”30. Este
reconocimiento le sirvió
para escriturar las edificaciones, todos los bienes
asociados a ellas y sus propiedades personales a
una orden de monjes que bajo
la regla de San Agustín,
quiso instaurar en el
lugar, “él mismo
patrocina la fundación de una orden
monástica, cuyos estatutos redacta…”31.
[…] Por esto pues y por el deseo entrañable que tengo de hazer a Nuestro Señor algún retorno en señal de lo mucho
que de su Magestad e recibido me e resuelto a vivir en el zerro que llaman de las Nieves en lo alto
de esta ciudad cuyo titulo es de Sancta María de la Crus de Monserrate donde
de licencia del Señor
Arzobispo de este
Reyno é vivido
mas tiempo de dos años
en el qual e edificado casa
en forma de claustro y officina y agrandando la hermita con ornamentos que constan de la visita
eclesiástica que se me hizo
y referiré adelante, y continuando lo que é pretendido que en dicho
se funde y establesca casa
de oración debajo de la regla y constituciones que estableció el Patriarcha San
Agustín, y que guarden los clérigos reglares del Monte Sancto de Granada
y que su Magestad (Dios
le guarde) me de licencia
para ello[…]32.
El documento que
protocolizó el traspaso de los bienes,
contenía algunas condiciones especiales que debían cumplirse, una de las cuales, disponía que
si en un tiempo de cinco años
no le aprobaban la licencia para fundar la orden, todos los bienes
pasarían a ser propiedad de la Compañía de Jesús33: “Dirígese al Rey en solicitud
de su venia para la canónica institución del instituto agustiniano, pero, precavido, dicta
la escritura de donación: si no se obtiene la venia de Su Magestad, los bienes todos
irán a parar a manos
de los Jesuitas”34.
La qual dicha donación
hago según dicho
es con las calidades siguientes= Que si dentro de cinco años no me hubiere concedido Su Magestad la licencia que
pretendo conforme a los papeles
que para su efecto e de remitir luego
que pasen e de disponer de todos los bienes contenidos en esta donación a mi voluntad sin que se este a ella
en manera alguna,[…] y no llevo otro
fin que el que
aquí refiero= y con que no se pueda impetrar, mudar, alterar,
ni disminuir en cosa alguna de la dicha
casa ni consumirse para otra obra pía, porque
desde luego que lo tal suceda
entre en todos
los bienes que van mencionados los padres de la Compañía de Jesús de esta corte
y dispongan dellos a su voluntad como mejor les paresiere usando
de esta donación como si fuera
fecha y otorgada en su favor haciendo
en el dicho auto casa denominado para que de esta manera no se mude
ni pase a otra parte
a la Virgen Santissima de Monserrate que esta colocada
en su capilla y este perpetuamente asistida
de personas que la tengan con toda la beneracion que es justo, haciendo
aceptación de esta clausula con las condiciones de ella y en esta conformidad hago esta dicha donación para que desde agora y para siempre jamás aya y goce de la dicha casa de todos los bienes que van expresados en esta scriptura y desde luego
los transfiero en dicha
casa según dicho
y es y me desisto
y aparto de toda propiedad
señorio y acción
y otras acciones
reales y personales35.
En la Nueva Granada
y los demás virreinatos, estaban
prohibidos la fundación de órdenes religiosas y el establecimiento de casas, hospicios, conventos e iglesias36. La proliferación de comunidades, la mayoría instauradas sin el permiso Real,
al parecer, generó
una pugna de poder político
y económico entre la Corona, la iglesia y las órdenes. Esta prohibición hacía
casi imposible que a Bernardino de Rojas se le otorgara
la licencia solicitada, por lo menos en el tiempo
que fijó en las cláusulas de la escritura de donación37, que
adelantó sin el conocimiento de Pedro Solís yValenzuela y de los demás
miembros
de la hermandad.
De hecho, y como era de esperarse, la licencia nunca
llegó y una
vez se cumplió
el tiempo, la Compañía de Jesús38 inició el proceso
de toma de posesión de los
bienes, momento en el cual
–corría el año 1657–
Solís y Valenzuela y los miembros de la hermandad se enteraron del asunto e iniciaron una demanda en contra de los jesuitas:“Se les avia dado noticia
cierta que avia otorgado
scriptura de donación
a los padres de la Compañía para fundar un noviciado en la ciudad”39. El mismo año, el pleito se resolvió a favor de Pedro Solís y Valenzuela40; de este modo, recuperó
la propiedad de la
ermita y los demás bienes
que desde su origen habían
sido destinados a la
hermandad de monjes
Cartujos, que Solís
y Valenzuela quiso fundar
en Santafé, pero a la que tampoco le otorgaron la licencia. “Se declaró hacerme volver como
principal fundador de la dicha
imagen y casa
y bienes sin
embargo de la contradicción que hicieron dichos
religiosos y en cuya virtud,
y sin embargo dejo con esta declaración y como principal y dueño de la dicha casa pude entrar en la posesión que tenia antes de la donación [Pedro Solís
y Valenzuela]”41.
En vista de los acontecimientos, Bernardino de Rojas se retiró a Santafé y fundó el Noviciado de la Compañía
de Jesús con el apoyo de Lucas Fernández de Piedrahita (1624–1688)42, quien en 1662 donó dos casas, y “el milagroso crucifijo que tenía y con el que murió
San Francisco de Borja”43..
En 1662 Solís yValenzuela encargó
el cuidado de la ermita,
la celebración de las misas, las
fiestas de la Santa Cruz
y la devoción e imagen
de la Virgen de Monserrate a “los Descalzos
de San Agustín con quien tengo asentada hermandad”44, por
las experiencias espirituales que vivió en el convento del Desierto de la Candelaria45.
Iglesia en que se continuo la dicha división
y de algunos tiempos a esta
parte por no aver clérigo
sacerdote que la asista con
continuación y otras
personas sea ydo deteriorando la dicha fabrica
y faltado muchos
bienes muebles que tenia la dicha iglesia
por el poco
cuydado de los que an asistido
por no poderlo hacer personalmente el dicho patrón
y demás otorgantes y deseando el mejor
servicio de Dios Nuestro Señor y de su bendita
madre en su imagen
Maria de Monserrate y su santísima cruz y que este con toda decencia
y por el mayor bien de las almas
vecinos y moradores desta dicha ciudad y de otras
personas que suelen
llegar a la dicha hermita de diferentes partes
a sus romerías y porque
tenga perpetuidad y no llegue efecto tal desconocimiento an acordado conferido y tratado
de vuestro acuerdo
y conformidad que la dicha posición para a poder
de los descalzos de Señor
San Augustin que se nombren del convento de la Candelaria con quienes se an consumado y tratado para
su aceptación, y porque no tenga efecto
mediante lo que asi iba esperado
en la via y
forma que mas convenga y aya lugar
en derecho de hacer gracia
y donación para mera perfecta
e irrebocable que el derecho
llama ynterinos a los
dichos religiosos de la dicha posecion, iglesia sacristía ospederias altas y bajas que
están como dicho
es a mano derecha como
se entra en ella que se fabricó y hizo a esta y mension del dicho bachiller
Don Pedro Solis y Balenzuela y la dicha
iglesia a la de los dichos Domingo
Peres, Jacinto Garcia, Francisco Perez de la Puebla
y del susodicho con las calidades y condiciones que abajo juran espresado46.
.
Los Agustinos Descalzos
permanecieron en el cerro hasta 1680, y en durante
su permanencia construyeron un hospicio “constituido de colegio para veinte
y quatro estudiantes”47, al parecer sin licencia, razón
por la que recibieron Orden Real
que los obligó
a abandonar y demoler las casas fundadas48, “… la hubieron
a su cargo tiempo de diez y ocho años, hasta que habiendo venido cédula de Su Majestad
para extinguir la casa y hospicio que tenían en esta ciudad
y en otras partes demolidose el dicho hospicio
y declaradose así
por el patrono
real como por
el ilustrísimo Señor
Arzobispo de este Reyno
que residían en esta santa
casa no debían
permanecer en ella
por no poderse extraer
de los conventos de regular observancia ni asistir fuera de
la clausura ello se declaró
de verme volver como principal fundador
de dicha imagen y cassa y bienes…”49
A partir de entonces y una vez más, los ermitaños de la hermandad se hicieron cargo del cuidado de los bienes
de la ermita, bajo la dirección de Solís y Valenzuela, quien dedicó su vida a custodiar y aumentar la devoción
por la Moreneta en Santafé.
En su testamento, redactado en 1693, enfatiza en su
párrafo final:“Nombro por mi universal heredera a laVirgen Santísima de Monserrate que está en la ermita…”50. …
[…] por el deseo de esta soberana imagen no descansa en su divino
culto por falta de espera que acudían continuamente a dicha casa
si faltar de esta
mi
voluntad que habían de asistir cuatro sacerdotes clérigos seculares los que yo dejare nombrados o los que nombrare el patrón que dirá a la de los cuales han de tener obligación de rendir
perpetuamente todos juntos en la dicha casa de Monserrate por
haber suficientes celdas
para ello y las demás
oficinas necesarias procurando el aumento de la dicha
casa y que la dicha
imagen este con
toda veneración guarda
y custodia de sus bienes
teniendo cuenta y razón así
de lo que se entregare por inventario y como lo que se adquiere por obras pías
y limosnas de personas devotas
sin que puedan
prestarse ni enajenarse teniendo obligación de dar cuenta
cada que se pidan por el señor
juez ordinario que cuya
jurisdicción queda sujeta
esta disposición para
que se reconociere algún menoscabo o que
faltan a su obligación lo repare como
conviniere= Así mismo han
de tener obligación los dichos cuatro
sacerdotes de decir
en cada un año en dicha
capilla y no en otra parte cincuenta misas a cada uno que se
han de decir de esta manera,
el uno de dichos capellanes[…]51
A la muerte de Solís y Valenzuela, en 1711, el Arzobispado de Santafé
tuvo entera potestad sobre
todas las rentas
de la familia Solís y Valenzuela, entre las cuales se contaban: “3 casas altas;
29 tiendas en la plazuela
de San Francisco; 100 varas castellanas de tierra, ubicadas
en el sitio llamado La Toma de la Aduana
en la falda del cerro
de Monserrate; 322 libros de temas
religiosos para la biblioteca de la Ermita
de Monserrate; dos
molinos; algunas administraciones de capellanías y otros bienes que asegurarán la subsistencia de la ermita
y de la devoción a la Virgen”52.
La ermita contenía en su interior algunas obras de arte, bienes
muebles y otros elementos que hicieron parte
de su ornamentación. Las figuras
más destacadas, la talla de laVirgen que desapareció y la imagen del Cristo
Caído, de Pedro Lugo y Albarreacín. La mayoría
de las obras pictóricas fueron
de autoría de Antonio Acero,
amigo de Solís y Valenzuela.
[…] y tiene la imagen
de nuestra Señora
de Monserrate, y el niño de
bulto, que esta en el Altar Mayor dorada y granada con su Peana,
y Sagrario, que le dio el dicho Don Pedro de Balensuela. Y tiene una Cruz de madera de Palo
de Muso ensamblada con reliquias, y la del
Sancto Lignuz Crucis en medio, que se dio por los dichos
tres Primeros fundadores.= Una
corona de suela dorada con su Cruz y mundo
arriba de la dicha
cruz. […]Un cuadro
de san Jerónimo, otro
de san Guillermo, otro de la adoración
de los reyes, otro de la Asunción de Nuestra Señora,
Nuestra Señora del Topo, otro de la Magdalena, otro de la Encarnación y Santa Clara,
otro de San Luis de Beltrán, otro
de Santa Clara, un retrato de Antonio Bahamón[…]53.
[…]Un cuadro grande
de la hechura de San Pedro.
Otro de la adoración
de los Reyes.= otro de la Cena. Otro
de la asumpción de nuestra señora.= otro de
San Guillermo. = Otro de un sancto christo crucificado.= otro de un señor
de san Agustín. = otro de san Ignacio, todos
grandes de a dos baras y media
de alto y bara y dos tercios de ancho. Otros ocho cuadros
pequeños de a tres
quartas guarnecidos con sus molduras
que sirven en los pilares
del claustro. = una
campañilla que sirve
en la portería. = Una pila de agua bendita
de Piedra. Otra campana
pequeña que sirve de tocar a oración.
= un sancto Chrispto crucificado de bulto de estaño decorado
que sirve en la librería.
Librería con cien cuerpos
de libros spirituales morables y predicables. = seis colchones con sus frezadas, y en cada
alcoba su cortina
de sayal. Diez y seis camas
de quero con sus
dos barandillas cada
una. El refitorio con sus mesas
de madera y en
ellas manteles
y servilletas duplicadas, cuchillos, jarros, candeleros, espavila de velas,losa y todo lo demás necesario para este efecto.
= Un armario grande
en que se guardan
los ornamentos con
sus quatro puertas, y dos lobas
en la despensa, hechas, machetes, cuchillos, una romana, palas, asadores, barras, almireces y paila de bronce,
asadores y cucharas
de fierro y tenedores en todo lo qual están gastados los
dichos seis mil
pesos y mucho
más. Que todas
las dichas partidas suman y
montan los dichos veinte mil quatrocientos y diez patacones según consta de las scripturas que están
en los autos otrogados ante clemente grazón scrivano publico y del numero de esta ciudad
y que esta cantidad es cierta
y segura y que me pertenece consta
bastantemente en la prueba que tengo
dada sobre ello ante dicho señor provisor
y vicario general…Más dos [patacones] que tiene
recibidos don Pedro de Lugo por
el consierto de dos
angelitos de media bara de alto de pasta y manos de plomo encarnados de pulimento a su costa para
que estén coronando a nuestra señora…Más dos en descargo la hechura de un sancto chrispto caído
a los azotes y clavado
a la cruz que esta en la sacristía…54
En medio
de los temblores que azotaron
a la capital del Nuevo Reino de
Granada, entre abril
y octubre de 1743, la devoción de los pobladores por la imagen de la ermita
de Monserrate creció, pues
consideraron que sus poderes
milagrosos lograban que se mantuviera en pie la capilla, a pesar de las
devastaciones que
se producían por
los movimientos de tierra en la ciudad.
En 18 de octubre de este año 1743, a los tres cuartos para las once del
día, hubo un gran terremoto, ruido y ladridos
de perros; el cielo oscurecido, con llovizna; se dañaron
los más templos, pues la torre de la Catedral
se ve fajada; las del Sagrario. sin pirámides; Santo
Domingo, un claustro del patio de la cocina, nuevo, y el camarín
de Nuestra Señora,
nuevo, y los bastiones que había en el altozano cayeron con
la Señora que
está sobre la puerta de la
iglesia. En San Francisco, la torre está
nueva; en San Agustín,
la torre nueva, y en la Compañía
la media naranja
nueva, como se ve. En Santa Clara
nueva, lo mesmo en el Hospital, que era hermosa; y la de Santa Inés,
que la apearon; la del Humilladero, nueva, y la de Egipto también, […] que confieso
no haber visto procesión igual, pues las luces desde
Egipto llegaban a la Catedral55
A partir de entonces, a la cima del cerro
llegaron romerías de santafereños a rogar
por auxilio ante
los temblores. Estos
dones protectores le fueron atribuidos al Cristo Caído,
imagen que encontraron en el retablo
mayor. La talla de la Virgen de Monserrate desapareció después de la muerte de Solís y Valenzuela, no se tienen
noticias de este
hecho que es el misterio
más grande que rodea
el santuario. A pesar de los esfuerzos por conservar la devoción
y de las indicaciones que cuidadosamente Solís
y Valenzuela consignó en su testamento, la advocación a Santa María de Monserrate se transformó, todos sus
atributos fueron trasladados por los fieles
al Cristo caído
a los azotes y clavado a la cruz,
representado en la talla de Lugo y Albarracín, lo que originó la devoción a una figura
local, que con los siglos
se convertiría en la
más importante para la ciudad.
“La dulce semblanza de la Virgen
morena no llegó tan al fondo del alma
del pueblo, como lo quisieran los
fundadores de la ermita. Fue
el Señor Caído a
los azotes el que arrebató el alma de los granadinos; la obra milagrosa plasmada en místico arrebato por Lugo Albarracín, vaciado luego en plomo y encarnada como sólo el maestro lo sabía. Ignoro
cuándo el pueblo creyente trocó
la advocación de Santa María
de la Cruz, para crear
la del Señor de Monserrate, devoción y advocación sólo bogotanas”56.
Hacia finales del siglo XVIII,
la ermita de Santa María de Monserrate cambió el carácter de retiro y oración que mantuvo por más de un siglo,
para convertirse en una de las más visitadas
por los santafereños. En la ermita ya no sólo se celebraban las fiestas de la Cruz,
las personas empezaron a acudir los viernes
de semana santa,
día en que los católicos rememoran la pasión
y muerte de Jesús. Las
peregrinaciones a la cima del
cerro aumentaron de manera sustancial durante todo el siglo XIX y en el olvidó
quedaron la imagen de la Virgen
y de la vieja ermita
que fue reemplazada por grandes construcciones
durante el siglo XX57.
El Cristo caído se convirtió
en el abogado de la ciudad, inicialmente, sus milagros fueron asociados a la protección ante los
temblores y las sequías, en el siglo XIX al auxilio
de los patriotas en las batallas
de la independencia y en
el XX, al amparo frente a los problemas
de salud y especialmente, frente a la
violencia que azotó el país desde mediados de la centuria. Es tan fuerte
la devoción, que en
algunas ocasiones, el Cristo se traslada
a la ciudad, en procesiones, verdaderos eventos urbanos al que asisten multitud de creyentes
(Fig. 6). La fe de los santafereños cubrió al Cristo
de Monserrate con dones especiales. El Cristo se pone más
pesado, cuando no “quiere que lo bajen
de su tabernáculo”, es alguna de las historias
que cuentan los creyentes, recuerda la que existe sobre el hallazgo
de la imagen de la Virgen, en Cataluña: “… por órdenes
del obispo de llevarla a la catedral, comenzó la procesión,
pero no llegó a su destino,
ya que la estatua
se empezó a poner increíblemente pesada y difícil de manejar. Entonces
fue depositada en una ermita
cercana, y permaneció allí hasta que
se construyó el actual monasterio de los Benedictinos”.
Fig. 6. Procesión del Cristo de Monserrate hacia Bogotá.
Fotografía, 2005. Archivo Compañía Teleféricoa Monserrate S.A.
Al monasterio de los benedictinos en Monserrat, asisten
quienes se van a casar para presentar a su pareja ante la Virgen y bendecir la unión. Tradición que se acostumbra porque
el Niño sostiene
en su mano izquierda una piña
de pino, que para los griegos
significaba la masculinidad, la inmortalidad y la
fertilidad, símbolo que
fue adoptado por los católicos para representar la regeneración y la unión.
Al santuario de Monserrate en Bogotá, también suben quienes se quieren
casar, pero cuenta
la tradición oral
que los novios
que suben a la cima del cerro,
nunca se casan.
En torno a la imagen del Cristo
de Monserrate, los creyentes
también construyeron algunas leyendas; entre ellas, las que se han transmitido sobre su origen. Aunque
se conoce que la talla es obra de Pedro Lugo y Albarracín, algunos afirman
que llegó por error desde Italia: “Aunque muchos escritores afirman que
el Nazareno es obra de Pedro Lugo y Albarracín, existe
una historia que dice que esta imagen
llegó a Colombia por confusión. Los padres
Agustinos de Lima pidieron a Europa una escultura de Jesús Nazareno
y la misma orden
en Bogotá encargó
una de un Santo Cristo,
pero las cajas
se cambiaron llegando cada
una al lugar
equivocado…” y otros,
que proviene, de Inglaterra.
Cuando la Reforma llegó
a Inglaterra, los antiguos clérigos
convertidos en Pastores protestantes, y por consiguiente iconoclastas, tuvieron el buen
acierto de no destruir las imágenes existentes en las iglesias
romanas sino que las
dieron en venta.
A Bogotá emigraron tres de aquellas
desterradas efigies y por rara casualidad sobre todas ellas
ha forjado la fantasía popular ingenuas leyendas y les atribuye prodigios y milagros. Son el bello
Jesús Nazareno de San
Agustín, conocido familiarmente por Mi Padre Jesús,
el que habiéndose salvado de los herejes ingleses estuvo en peligro
de desaparecer varias
veces fue librado de las llamas por los sitiados de San Agustín
en 1861 y se le han conferido títulos
y dado honores militares; el Jesús Caído,
de las Cruces y el Señor de Monserrate…58
Fig. 7. Detalle del pie de la Talla. Fotografía, 2010.
Archivo de Marcela Cuellar
Fig. 8. Vista aérea del cerro de Monserrate
un
Viernes Santo. Fotografía, 2005.
Archivo de Marcela Cuellar.
Algunos creen que tiene vida,
pues aseguran que el pelo
le crece o que
mueve su cuerpo, “En el camarín de la iglesia
se venera una bella estatua
del Señor caído.
Una vieja leyenda refiere
que esta estatua,
al ser adorada por una
magdalena, retiró el pie que tiene recogido
al sentir el contacto de los labios impuros, germen de la devoción
que aún conservan las magdalenas de Bogotá
por la bella efigie, a la cual visitan descalzas de pie y pierna los domingos al despuntar el alba”59 (Fig. 7).
Todas estas historias alimentan la fe, mantienen viva la tradición y rodean
a la imagen con dones
especiales. Una advocación que nació como resultado de la apropiación de creencias importadas, se nutrió de elementos locales,
se arraigó y se fortaleció como propia del lugar. Por su parte, la imagen de la Virgen,
fuente de la transferencia cultural
de esta devoción, retornó a la cima;
una réplica de la talla
la donó, en 1998,
el monasterio de los
Benedictinos de Cataluña; paradójicamente, esta figura
que se localiza en la capilla
anexa, no representa para los bogotanos lo que significó para los
santafereños, el Señor
de Monserrate rige el santuario y es el responsable de los
milagros.
Múltiples y variados
son los misterios que rodean no sólo a la imagen del Señor de Monserrate, sino a toda la montaña que lo alberga: pozos milagrosos, tesoros ocultos, hechos
sobrenaturales, explosiones volcánicas, en fin…La
historia de la devoción a la Virgen
de Monserrat que
llegó desde España a la Nueva Granada
en el siglo XVII y se transformó en una advocación local,
ha tejido alrededor de la imagen y del lugar,
historias, sobre fe, tradición, técnicas de imaginería, manifestaciones materiales e
inmateriales, entre otras, que
como hilos invisibles e infinitos se crean y recrean por generaciones, convirtiendo esta devoción,
la figura que la
representa y el espacio que la contiene
en verdaderos símbolos, presentes y actuales en la memoria
colectiva, piezas fundamentales de la identidad de la ciudad
(Fig. 8).
1.
MEJÍA
PAVONY, GERMÁN.
Los años del cambio:
Historia urbana de Bogotá, 1820- 1910.
Bogotá, Centro Editorial
Javeriano, 2000.
2.
Fue
uno de los siete hijos de Juana
Vázquez de Solís con el cirujano
español Pedro Fernández y Valenzuela, personaje excéntrico conocido por sus habilidades para curar con plantas medicinales y por su afición a temas mortuorios, quien llegó a la Nueva Granada
por petición de su tío Pedro Fernández yV alenzuela, soldado del ejército conquistador de la expedición de
Gonzalo Jiménez de Quesada. FLÓREZ DE OCÁRIZ, JUAN,
Genealogías del
Nuevo Reino de Granada, vol. 1. Bogotá, Prensas de la Biblioteca Nacional, 1943.
3.
Se lo reconoce
como el primer novelista latinoamericano por su novela El desierto prodigioso y el prodigio del desierto, escrita hacia 1650. “… a pesar de la abundancia de obras
de ficción, [entre
las novelas hispanoamericanas] no hay en realidad, hasta
donde dejamos nuestro estudio,
un texto colonial
que pueda llenar el vacío que en el género
novelístico presentan las letras
del Nuevo Mundo. Este
vacío lo llena,
sin embargo, en mi concepto, una obra virtualmente desconocida del escritor santafereño Pedro de Solís y Valenzuela. […] Por su riqueza
de elementos y su complejidad narrativa ampliamente supera
a todas las obras de ficción anteriores a Pablo de Olavide y Fernández de Lizardi, en quienes el género se define
con mayor amplitud”. ORJUELA
H., HÉCTOR, “El desierto prodigioso y prodigio del desierto de Pedro Solís y Valenzuela: primera novela hispanoamericana”,
Boletín del Instituto Caro
y Cuervo, 37, n.º 3, págs.
261-324.Véase también PINEDA BOTERO, ÁLVARO,“‘El desierto prodigioso
y prodigio del desierto’ de Pedro Solís y
Valenzuela: Un tesoro recién descubierto del barroco americano”, Actas del xII
Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas (Birmingham, 21-26 de agosto de 1995),The University of Birmingham, vol.
3, 1998, págs. 139-146.
4.
Fernando ingresó en 1640 a la Cartuja del Paular con el nombre
de Bruno. ORJUELA, H.,
op. cit., págs. 261-324.
5.
Archivo General de la Nación,
Colombia (en adelante, AGN), fondo Miscelánea, sección Colonia,
legajo 128, n.º de orden
1, ff. 1-62,
1657.
6.
MEJÍA, MARÍA DEL PILAR,
"Monserrate, Guadalupe y la Peña: Vírgenes, naturaleza y ordenamiento urbano
de Santafé, siglos
XVII y XVIII", Fronteras
de la Historia, 11,
Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH),
Bogotá, 2006, págs.
241-291.
7.
No
se tiene certeza
de la fecha de fundación de Santafé, ni de su fundador. Al parecer, Gonzalo
Jiménez de Quesada
tenía la intención de establecer en el sitio
un campamento militar; sin embargo, se le atribuye
la fundación de la ciudad.
De ello da fe el título de ciudad para el pueblo de Santafé:“[…] en nombre del consejo de Santafe que es en el Nuebo Reyno de Granada
que agora ha descubierto y poblado el licenciado Jimenez teniente
del gobernador por el hadelantado de Don Pedro Fernandez de Lugo ha fecho fundación de el
dicho pueblo es el mas principal de dicha probincia” Archivo General
de Indias (en adelante,
AGI), fondo Consejo de Indias,
sección Patronato Real,
195, R6. No es este el espacio
para ampliar los detalles
de la polémica sobre la fundación de Bogotá; por
tanto, remito a los textos: SIMÓN,
PEDRO, Noticias historiales de las conquistas de Tierra Firme
en Indias Occidentales, edición hecha sobre la de Cuenca,
de 1626. Bogotá,
Imprenta de Medardo
Rivas, 1882. FRIEDE, JUAN, Descubrimiento del Nuevo Reino
de Granada y fundación de Bogotá (1536- 1539), según documentos del Archivo General
de Indias, Sevilla, Bogotá, Banco de la República,
1960. MARTÍNEZ, CARLOS, Reseña
urbanística sobre Santafé en el Nuevo Reino de Granada, Bogotá, Litografía Arco, 1973.
MEJÍA, G., op. cit.
8.
SIMÓN, P. op. cit., pág. 138.
9.
Ibid., pág. 261.
10. Las “Ordenanzas para
la elección del sitio para
nueva población y sus
circunstancias, que fueron
retomados en el orden que ha de tener en descubrir y poblar”, promulgadas por Felipe II en 1573, donde
el Rey sintetizó, corrigió
y creó nuevas leyes para
la fundación de poblados
en Indias, fueron
referentes, que no se cumplieron al pie de la letra.
SALCEDO, JAIME. Urbanismo Hispano-Americano, siglos
xvI, xvII y xvIII:
El modelo
urbano aplicado a la América Española, su génesis y su desarrollo teórico y práctico, 2.ª ed. Bogotá, Centro
Editorial Javeriano, Pontificia Universidad Javeriana, 1996, pág. 56.
11. SIMÓN, P. op. cit., pág. 230.
12. Ibid., pág. 228.
13. MEJÍA, MARÍA DEL PILAR, op. cit., págs. 241-291.
14. Ibid.
15. MEJÍA, M., op. cit., págs. 241-291. Al respecto, también: "A la edad
de 22 años [Fernando Fernández y Valenzuela] y siendo ya doctor
en Teología, fue escogido
por las autoridades civiles y eclesiásticas de Bogotá, en 1638, para que acompañara a España el cadáver del arzobispo fray Bernardino de Almansa, muerto
unos años antes
en el desierto de La Candelaria, cerca de Tunja. El cadáver,
que habría de ser depositado en el convento
madrileño de Jesús,
José y Marta, se encontraba incorrupto y exhalaba
un suave olor ‘semejante al de las piñas’, hecho
que se consideraba milagroso”. ORJUELA, H., op. cit., págs.
261-324.
16. "La figura de su hermano
mayor se había convertido en la de sustituto del padre
y en paradigma obsesionante. Por ello,
la construcción de la capilla
de Monserrate se volvió
una empresa en su honor,
y prueba de ello es el cuadro
que le mandó
pintar a su amigo
Antonio Acero con la imagen
de san Bruno". MEJÍA, M., op. cit., págs. 241-291.
17. El único documento que menciona
la fecha de fundación de la ermita
hace referencia a 1650 (AGN, Fondo
Notarías, Sección Colonia,
Notaría 3 de Bogotá, Protocolos de 1662-1668-1673. Fols. 280r- 280v).
No se ha encontrado el documento de aprobación
de la construcción de ese templo y los autores
que han escrito
sobre el tema no coinciden en la fecha. Algunos
cronistas concuerdan con Ibáñez en que "Permitió el Presidente Borja
en 1620 a Don Pedro y Valenzuela que construyese una capilla y casa anexa en la cumbre
del cerro que se levanta
al oriente de los barrios de Las Nieves y de Las Aguas, y que se llamó de Nuestra Señora
de Monserrate” (IBÁÑEZ,
P., op. cit., cap. IX).“En Santafé
reciben apoyo económico
de Pedro Solís y Valenzuela, quien en ese momento es el administrador de las riquezas de su padre,
está obsesionado por
la figura de su hermano
(el primer cartujo santafereño) y es notario
del Santo Oficio
de la Inquisición, con lo cual consigue
de parte del presidente de la Real Audiencia, Juan
de Borja, el permiso necesario para la construcción de una ermita
para el recogimiento de los ermitaños en el monte
detrás de Las Nieves"
(MEJÍA, M., op. cit., págs. 241-291). La fecha aportada
por Ibáñez es anacrónica, pues Pedro Solís y Valenzuela, nació en 1624.
Podría pensarse que
el permiso se concibió para
su padre, pero no se encontraron indicios que sustenten esta hipótesis. Los
documentos hallados dan fe de que para 1651
ya existía la ermita,
como se demostrará más adelante.
18. AGN, Fondo Notarías, Sección
Colonia, Notaría 3 de Bogotá,
Protocolos de 1662-1668-1673.
19. Historia de la Arquidiócesis de Bogotá. Material de trasfondo. El santuario de Monserrate a través de la historia. Bogotá, s. e., 21 de noviembre de 1998.
20. AGN, fondo Miscelánea, sección
Colonia, legajo 128,
n.º de orden 1, ff. 1-62, 1657.
21. HERNÁNDEZ DE ALBA,
GUILLERMO. Teatro del arte colonial.
Primera Jornada. Edición conmemorativa de la fundación
de Bogotá. Bogotá, Ministerio de Educación Nacional, Litografía Colombia, 1938.
22. Decreto a favor de los hermanos de Monserrate, AGN, op. cit.
23. AGI, Cartas y expedientes de personas eclesiásticas de las gobernaciones
del Nuevo Reino, Santa Marta
y Cartagena, vistos
en el Consejo. Signatura Santa
Fe, 247, años 1644-1671.
24. AGN, op. cit.
25. Ibid.
26. HERNÁNDEZ DE ALBA,
G. op cit.
27. Ibid.
28. AGN, op. cit.
29. Ibid.
30. Ibid.
31. HERNÁNDEZ DE ALBA, G. op. cit.
32. AGN, op. cit.
33. AGI, op. cit.
34. HERNÁNDEZ DE ALBA, G., op. cit.
35. AGN, op. cit.
36. "El caso fue así: El Licenciado Juan de Mena,
Fiscal del Real Consejo de Indias,
hizo relación a Su Majestad que, no obstante Cédula dada en postrero de
diciembre de 1635, en que se manda que no se funde sin licencia y que se demuelan las casas que se han levantado sin esta solemnidad, se veían algunos
hospicios nuevamente edificados; por lo cual consideraban necesario que los Virreyes, Oidores y Ministros pidiesen a las Religiones las cédulas obtenidas, y que mandasen observar
estas Ordenes Reales.
El Deán y Cabildo de la
ciudad de los Reyes que decimos
Lima, en las Provincias del Perú, presentó
también a Su Majestad que habían en ella gran
número de conventos que se multiplicaban con título de Hospicio, con torres y campanas; por lo cual le suplicaban se demoliesen los que estaban erigidos sin licencia, cometiendo al Arzobispo y Virrey su puntual ejecución; y lo mandó
así Su Majestad a 18 de septiembre de 1635.”AYAPE DE SAN AGUSTÍN,
FRAY EUGENIO, Fundaciones y noticias de la Provincia de Nuestra Señora
de la Candelaria de la Orden de Recoletos
de San Agustín, t. I. Bogotá,
Editorial Lumen Christi, 1950.
37. Años atrás, Pedro Solís
y Valenzuela había hecho
la donación de los bienes
de la ermita a la Orden de los Descalzos de San Agustín.
Al parecer esta escritura la utilizó
Bernardino de Rojas
para hacer de nuevo la donación, y así justificar el traspaso de los bienes a la Compañía de Jesús, pues
era poco probable que la Licencia Real llegara desde
España, debido a los antecedentes antes mencionados respecto
de los permisos para fundar casas u hospicios por órdenes religiosas en América.
38. AGI, op. cit.
39. AGN, op. cit.
40. Decreto a Favor de los Hermanos
de Monserrate, AGN, op. cit.
41. Testamento de Pedro Solís y Valenzuela, AGN, op. cit.
42. Fue educado por los jesuitas; elegido Chantre Provisor y Gobernador del Arzobispado de Santafé,
pero por pleitos
con un Visitador, lo destituyeron y permaneció en España
durante seis años,
en los que escribió “Historia General de las Conquistas del Nuevo Reyno
de Granada”, en 1669 fue consagrado como
Obispo de Santa
Marta, en 1676 fue promovido al Obispado
de Panamá, donde
falleció. Para más información ver la Nota
Biográfica escrita por Joaquín Acosta
en Fernandez de Pedrahita, Lucas, Historia General de las Conquistas del Nuevo Reino de Granada. Volúmen I, Imprenta de Medrano Rivas, Bogotá, 1881.
43. MARROQUÍN, José Manuel. Los Cristos de La Veracruz.
Papel Periódico Ilustrado, vol. IV, 250.
Don JOSÉ S. PEÑA,
en el Papel Periódico Ilustrado
(vol. II, pág 26).
44. Testamento de Pedro Solís y Valenzuela, AGN, op. cit.
45. BRICEÑO, MANUEL, "Un
Santuario Mariano en el siglo XVII", Regina Mundi, 38, año XVI, septiembre-diciembre, 2005.
46. AGN, fondo Notarías, Notaría
3, op. cit.
47. Testamento de Pedro Solís y Valenzuela, AGN, op. cit.
48. “Respecto de la Provincia de la Candelaria, no relatamos como
propia de esta
biografía la serie de incidentes sucedidos en Bogotá cuando,
en virtud de una Real
Orden que mandaba demoler
todos los conventos de América fundados
sin la real licencia, fué demolido nuestro convento, demolición que fue civil y no material, como recurso para evadir la ley
mientras se informaba a Madrid.
Por eso, dicha Real Orden del año 1653 no había tenido aplicación hasta el año 1679, en que Carlos
II, por Real
Cédula de 15 de marzo,
ordena que ‘sin embargo de los autos
se demoliese’”. DEL CORAZÓN DE MARÍA, FRAY PEDRO FABIO, Historia general de la Orden de Agustinos Recoletos, tomoV. Madrid, Impresión del Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón
de Jesús, 1918.
49. Testamento de Pedro Solís y Valenzuela. AGN, Fondo Notarias, Sección Colonia,
Volumen 126, Año 1711,
Folios 202 - 204.
50. Testamento de Pedro Solís y Valenzuela, AGN, op. cit.
51. Testamento de Pedro Solís y Valenzuela. AGN, Fondo Notarias, Sección Colonia,
Volumen 126, Año 1711,
Folios 202 - 204.
52. Testamento de Pedro Solís y Valenzuela, AGN, op. cit.
53. AGN, fondo Notarías, Notaría
3, op. cit.
54. Ibid.
55. IBAÑEZ, P. op. cit., pág. 138.
56. HERNÁNDEZ DE ALBA, G. op. cit.
57. La primera edificación que reemplazó la ermita se inauguró en 1925, una iglesia
con características neogóticas, del arquitecto Arturo
Jaramillo Concha (Manizales 1876- Bogotá 1956). Posteriormente, entre
1949 y 1955,
se reformó, obra
de los arquitectos José María González y Vicente Nasi.
La iglesia cambió
totalmente su aspecto: de neogótico pasó a verse neocolonial. Sobre la estructura de la iglesia
se modificaron las fachadas y la torre,
se eliminaron los arcos
ojivales externos de las puertas
y ventanas, se amplió el atrio y el altar se
reemplazó por uno diseñado por la casa
Rambusch de NuevaYork, que fue
construido en Italia. Las reformas a la iglesia
continuaron, durante la década de los ochenta
del siglo XX, se
construyó la capilla
penitencial, anexa al costado norte,
se construyeron salones
de encuentro en el sótano y la pérgola que conducía a la Sacristía por la parte
exterior de la iglesia.
58. CORDOVES MOURE, JOSÉ M., Reminiscencias
de Santafé y Bogotá, Bogotá, Fundación
Editorial Epígrafe, 1962.
59. IBAÑEZ, P. op. cit., pág. 138.