De la Vírgen de Monserrat al Señor Caído de Monserrate. Misterio, fe y lugar.

 

 

Marcela Cristina Cuéllar Sánchez

Ministerio de Cultura. Bogotá, Colombia

 

 

Fecha de recepción: 18 de septiembre de 2011

Fecha de aceptación: 17 de febrero de 2012

 

 

atrio, 18 (2012)      ISSN: 0214-8289        p. 43 - 60

 

 

Resumen: Las transferencias culturales que existieron entre España y América, tuvieron como uno de sus principales vehículos las devociones. Gracias a ellas, las manifestaciones materiales e inmateriales, las imágenes, las técnicas de elaboración, y los autores, entre otros, viajaron entre los mundos y se arraigaron o transformaron, hasta convertirse en piezas fundamentales para el fortalecimiento de las propias identidades. Una de las advocaciones que llegó desde España al nuevo mundo, fue la de Santa María de Monserrat, que en la capital de la Nueva Granada, Santafé hoy Bogotá, se arraigó y suscitó una serie de acontecimientos a partir de la llegada de su imagen: la construcción de una ermita y el esfuerzo por fundar una orden para su cuidado. Con los siglos se transformó dando paso a la génesis de una figura local, el Cristo caído a los azotes y clavado en la cruz, más conocido como el Señor de Monserrate. Hoy este fervor es el más importante de la ciudad, en su entorno se crearon y recrearon historias mágicas que sobrevivieron al olvido y lo convirtieron en uno de los fundamentos de su identidad y pieza fundamental de su patrimonio.

Palabras clave: Monserrate, Señor de Monserrate,Virgen de Monserrate, Santafé, Pedro Solís y Valenzuela.

 

Abstract Cultural transfers that existed between Spain and America had the devotions as one of its main vehicles. By these devotions, their material and inmaterial manifestations, images, manufacturing techniques, and the authors, among others travelled between the worlds to either root or transform until these transfers became the builiding blocks that reinforced their own identities.

One of the dedications that arrived from Spain to the New World was to the Holy Mary of Monserrat.This image rooted in the capital of the Nueva Granada, Santafé today Bogotá, and prompted a series of events upon its arrival: the construction of a shrine and the effort to found an order devoted only to its care, among others. The image of the Holy Mary of Monserrat transformed over the centuries generating the genesis of a new local image, a Christ nailed to the cross and fallen to the flogging, known as the Lord of Monserrate. To this day, this is the most important fervor of the city.Around this new image magical stories were created and recreated that have survived oblivion and made it one of the foundations of the citys identity and a fundamental part of its heritage.

Keywords: Monserrate, Lord of Monserrate,Virgin of Monserrate, Santafé, Pedro Solís y Valenzuela.

 

 

Hilos invisibles, las devociones que van y vienen.

 

En el descubrimiento de las Indias Occidentales, las creencias y experiencias fueron el arsenal mejor dotado que llevaron y al que se aferraron quienes se aventuraron a conquistar el Nuevo Mundo. Con las herramientas que brindaban sus propios dogmas, los hombres de los ejércitos españoles se enfrentaron al reto de conocer y apropiarse del territorio; con las mismas, pero transformadas y sumadas a las adquiridas, las siguientes generaciones consolidaron su propia forma de vivir en el lugar.

 

Unos y otros, en orillas opuestas del Atlántico, se miraban anhelando deseos comunes. Esos sueños arrastraron tras de las maneras de entender el mundo, referentes que viajaron a Indias y que fueron adaptados, fusionados y aprehendidos de tal manera, que se convirtieron en propios. De la misma forma, con los viajeros, comerciantes y aventureros que se sumergían en lo desconocido, llegaba a España el espíritu de ultramar, que como aire fresco impregnaba, ventilaba y recorría el mundo.

 

Las devociones fueron los hilos que tejieron gran parte de este entramado de influencias. Con ellas viajaron pinturas, esculturas y algunos de sus autores; también con ellas se materializaron edificios y se generaron hechos sociales que contribuyeron a consolidar la identidad de mundos con referencias a lo conocido, pero con espíritus completamente diferentes.

 

Es el caso de la veneración al Señor Caído de Monserrate de Bogotá, que tiene su origen en la advocación a la Virgen de Santa María de Monserrat, que llegó de Cataluña a Santafé, capital del Nuevo Reino de Granada, en donde se arraigó, transformó e inició la génesis de una devoción por una figura local, cuerpo a la manifestación religiosa y significado al espacio simbólico más importante para la ciudad. Esta adoración es el resultado de una amalgama que por siglos amasó fe, lugar y gente, con todo lo que ello podía implicar.

 

 

Baluarte de Monserrat, en la muralla de Santafé.

 

aunque Monserrate y Guadalupe se erguían como los cerros tutelares de una ciudad que creció a sus sombras, el casco urbano de origen colonial en realidad se desprendía únicamente del cerro de Guadalupe. En sus laderas comenzaban las empinadas calles que iban a morir en las tierras llanas de la sabana. Monserrate, en cambio, señoreaba sobre la ciudad al apartarse un poco de ella1.

 

Se tienen noticias de que la imagen más importante de la Virgen de Monserrat que llegó a Santafé fue durante la primera mitad del siglo XVII, gracias a Pedro Solís y Valenzuela (Santafé, 1624-1711)2, un sacerdote que estudió en el colegio de los jesuitas, donde obtuvo el título de bachiller, quien a los dieciséis años comenzó a manifestar su afición por las letras3 y se dedicó a custodiar y a acrecentar la fe a la Moreneta, hoy patrona de Cataluña. Al parecer, Solís y Valenzuela conoció la devoción a María Santísima de Monserrat por influencia de su hermano Fernando Fernández y Valenzuela (1611-1677), monje cartujo4.

 

Solís y Valenzuela llevó una réplica de la talla de la Virgen desde el monasterio benedictino de Monserrat, en España, al sitio que había dispuesto: la cima del “cerro alto que cae en la parrochia de Nuestra Señora de las Nieves”5, donde un siglo antes el fundador de la ciudad había impuesto una cruz, hecho que consagró la montaña para los santafereños e inició la tradición de peregrinar a su cumbre. “Los cerros orientales, con cruces en sus cumbres, altos, peñas y cuevas, nos señalarían entonces una disputa territorial entre los seres sobrenaturales nativos y los cristianos, o entre seres “diabólicos” y “divinos” que habitarían en aquellas montañas contiguas a la ciudad. Las alturas fueron quedando entonces visiblemente marcadas con cruces cristianas para ser domesticadas, exorcizadas, pertenecer a la ciudad y regir sobre sus habitantes”6.

 

En la escarpada cima, Jiménez de Quesada localizó el primer baluarte de lo que se convertiría en la fortaleza incorpórea de la ciudad, que se empezó a configurar desde la llegada del ejército español a las tierras altas del camino hacia El Dorado. En la búsqueda de un sitio para instalar a sus hombres, el adelantado7 divisó una fértil llanura de clima primaveral, rodeada por una cadena interminable de cerros que, como guardianes impasibles, la tutelaban. El paraje ofrecía dominio visual, recursos para el abastecimiento y, sobre todo, le evocó las campiñas andaluzas de ciudades amuralladas que sobre escarpadas topografías custodiaban el territorio, referentes conocidos que hicieron de aquel, al que llamó el valle de los Alcázares, el lugar adecuado. “… y descubriendo por el camino más del todo que hasta entonces la grandeza de largo y ancho, de este valle de Bogotá que son doce o catorce leguas las que tiene de largo y siete de ancho por algunas partes, vido que por todo él se descubrirán por aquellas espaciosísimas llanadas grandiosas poblaciones […] y se veían desde lo más alto del valle con agradable vista, y le pusieron á esta sabana, valle de Bogotá, el Valle de los Alcázares”8.

 

Para proteger y resguardar de todo peligro “las poblaciones para conservación de lo ganado en servicio de Dios y el rey”9, en los territorios del mundo apenas por descubrir no era suficiente seguir uno a uno los pasos que dispuso la Corona española en lo referente a la fundación de los poblados10. Las adversidades divinas y humanas debían evitarse con la presencia de códigos que para los fundadores y pobladores fueran garantes de protección, referencias conocidas que fueron traducidas en la toponimia, el lenguaje alegórico, los símbolos y las imágenes, traídos, implantados y fusionados en el mundo por construir.

 

Así pues, Gonzalo Jiménez de Quesada bautizó la ciudad en honor de la urbe del Reino de Granada que “en su llana y apacible vega a que también se parecen mucho los anchos y agradables llanos de este Valle de las Indias Occidentales”11, y aprovechó la presencia majestuosa de los dos cerros que la amparaban y se alzaban, casi de forma perpendicular, a más de 500 metros sobre el nivel de la plaza mayor, para izar en cada una de sus cimas una cruz. Estos hechos revelaron la carga simbólica de la fundación. “Lo que no poco se advirtió para escoger este sitio, fue del amparo que tenía por parte del cerro y la serranía por parte del oriente, por donde no podía ser molestada la población de los enemigos”12.

 

El siguiente lugar que había que resguardar, por su ubicación estratégica, era el ingreso a la ciudad por el norte. Sobre el camino preexistente, conocido como de la Sal, se construyó en 1538 la ermita del Humilladero; siguieron las orillas de los ríos, límites naturales de la naciente urbe, en donde sobre el mismo camino se instalaron, como portadas infranqueables, las doctrinas de las dos primeras órdenes religiosas que llegaron a Santafé: desde 1550, los dominicos custodiaron la entrada septentrional, y los franciscanos, la opuesta. Sin embargo, pocos años después se iniciaron los traslados: en 1557 se erigió el conjunto conventual de los frailes de San Francisco, en el límite norte, sobre el río Viracachá, que a partir de entonces se conoció con el nombre de la orden. Los dominicos, por su parte, construyeron su convento e iglesia al otro lado del río, en el interior de la ciudad. De la puerta sur se encargaron los agustinos, que con su presencia en el lugar, a partir de 1637, también rebautizaron el río, conocido en tiempos anteriores como Manzanares.

 

Fig. 1 Croquis de la ciudad de Santafe de Bogotá y sus inmediaciones. Carlos Francisco Cabrer, 1797. Archivo General de la Nación, Bogotá.

 

Otras ermitas y conjuntos, que actuaban como baterías de la fortaleza, se construyeron sobre los cerros durante el primer siglo de vida de la ciudad: Egipto en 1556, el Carmen en 1560 y Belén en 1580. A medida que la ciudad crecía de manera lineal sobre el eje norte-sur que marcó el Camino de la Sal, y como apoyo a las portadas de la ciudad, el límite meridional se defendió de los rayos y las tormentas con la iglesia dedicada a Santa Bárbara, construida en 1565, y Nuestra Señora de las Nieves se encargó de resguardar el septentrional desde una capilla de la que se tienen noticias desde 1581; por otro lado, el camino de ultramar, el de occidente, se amparó con la dedicada a San Victorino, construida en 1568, que además abogaba ante la destrucción de las cosechas por las heladas (Fig. 1).

 

Santafé se amparó en sus iglesias. A diferencia de otras ciudades, sus murallas no fueron sólidas construcciones continuas elaboradas con tierra, piedra y argamasa. Las torres, los campanarios y espadañas que se imponían sobre los techos de las viviendas, las devociones y los ritmos de la vida cotidiana que estuvieron reglados por los toques de las campanas, eran los baluartes que la protegían de lo divino y lo humano. “Los cerros orientales, con cruces en sus cumbres, altos, peñas y cuevas, nos señalarían entonces una disputa territorial entre los seres sobrenaturales nativos y los cristianos, o entre seres “diabólicos” y “divinos” que habitarían en aquellas montañas contiguas a la ciudad. Las alturas fueron quedando entonces visiblemente marcadas con cruces cristianas para ser domesticadas, exorcizadas, pertenecer a la ciudad y regir sobre sus habitantes”13 (Fig. 2).

 

Fig. 2. Vista por la parte occidental de la ciudad de Santafé de Bogotá, capital del Nuevo Reino de Granada, detalle del mapa elaborado de orden de Francisco Antonio Moreno y Escandón. Joseph Aparicio Morata, 1772. Museo de la Independencia, Bogotá.

 

 

La materialización de una advocación.

 

Una serie de acontecimientos hizo posible la materialización de la advocación por la Virgen de Monserrat en Santafé: el traslado desde Cataluña de una imagen, la promoción de la fundación de una orden de ermitaños Benedictinos, para su cuidado, y la construcción de una ermita en su honor. El arraigo de este fervor en la ciudad también suscitó otros hechos, algunos non sanctus: rivalidades, intrigas y engaños, que aliñaron la génesis y dieron fuerza a la devoción.

 

Fundó [Solís y Valenzuela] así mismo su hermandad cuyo testimonio de constituciones estaba esperando de Roma que se pidio su aprovacion y la participación de jubileos y exçempciones de la casa principal de Monserrate que está en España[...] Don Solix y Valenzuela la hizo a su costa la Sancta y Milagrossíssima Imagen de Nuestra Señora para colocarla en la hermita con título de Sancta María de la Cruz de Monserrate […] de la cassa principal de Monserrate que está en España la cual SanctaYmagen se llebo y se coloco en la hermita juntamente con la cruz y con muchas reliquias a los lados y en medio la del Sacto Lignum Crucis14.

 

La imagen de la Virgen llegó a la Nueva Granada, gracias a la fe que por ella sentía Solís y Valenzuela quien, al parecer, llevó personalmente la talla desde España, cuando viajó a acompañar a su hermano Fernando, comisionado para trasladar a Madrid los restos del arzobispo Fray Bernardino de Almansa, muerto en Villa de Leiva15. De esta primera imagen pocos datos se conocen, se intuye que la réplica era una talla en madera policromada, de formas alargadas, que imitaba los rasgos románicos de la figura original: la Virgen carga en sus piernas al niño Jesús y en su mano sostiene una esfera; el niño, tiene la mano derecha levantada en señal de bendición y en la izquierda, sostiene una piña. En los vestidos resaltan los motivos geométricos y los tonos dorados de las figuras decorativas que contrastan con el tono castaño de las pieles, dado por la oxidación del plomo usado en el pigmento, por lo que se le conoce popularmente como la Moreneta (Fig. 3).

 

Para alojar la imagen y custodiar la devoción, Pedro Solís y Valenzuela con la ayuda de sus amigos Jacinto García, Domingo y Francisco Pérez, inició la fundación de la hermandad de monjes cartujos16 y la construcción de la ermita en la cima del cerro de las Nieves, en 165017: El templo se puso bajo la advocación de la Virgen de Monserrate, en su retablo mayor se instaló la talla y se determinó que allí se celebrarían las fiestas de la Santa Cruz, el 3 de mayo de cada año.

 

[…]le pidieron y se los concedio licencia para la fabrica de la dicha iglesia y erección della con el titulo y nombre de la Santa Maria de la Cruz de Monserrate con facultad de poder fundar una confrateridad de meritos con la cofradía y hermandad de la Casa de Monserrate en el Principado de Cataluña con cuya facultad y licencia y mostrarnos su animo y buen celo y de otros devotos que se fue con el la fabrica de la dicha iglesia y otras poseciones de sacristía hospederías y vivienda alta para el sacerdote que hubiese de asistir que esta a mano directa como se entra en la dicha18 (Fig. 4).

 

El lugar atrajo cada vez más a quienes querían consagrar su vida al silencio y a la oración, hombres que tenían el anhelo de ingresar a la hermandad que cuidaba de la devoción a la Virgen de Monserrate. Esta fue la motivación que presentó, en 1651, el presbítero Bernardino de Rojas ante la Arquidiócesis para que le concediera licencia para retirarse al sacrificio “en aquellos riscos”19. “Y viendo el fervor con que la devoción crecía el Padre Bernardino de Roxas Presbytero se retiró a aquel Sancto lugar para en el estar recojido a que se presedio el consentimiento de los fundadores y por scriptura ante Pedro de Bustamante le dieron el uso de la hermita para que hissiese misa y se reservaron en si la propiedad”20.

 

 

Pasiones en torno a una devoción.

 

Bernardino de Rojas, dueño de una gran fortuna, llegó a la ermita de la Virgen de Monserrate para contribuir con sus riquezas a mejorar las condiciones del lugar; sin embargo, su condición de presbítero –la misma que tenía Solís y Valenzuela– lo ubicó en una posición jerárquica más alta que la de los hermanos que vivían en la cima. Al año siguiente de su llegada, le fue otorgado el permiso para celebrar misas, junto con Pedro Solís y Valenzuela. “Pronto [la hermandad] halla un eremita singular, poderoso como él [Pedro Solís y Valenzuela] en riquezas, que también quiere llevar la mejor parte en el empeño”21.

 

Fig. 3 Imagen de la Virgen de Monserrate. Fotografía, 2010. Archivo de Marcela Cuellar.

 

Fig. 4. Capilla de Monserrate,

Óleo de Enrique Price, 1843, en Bogotá, 1538-1938. Sociedad de Mejoras y Ornato, Bogotá

 

La presencia de Bernardino de Rojas desencadenó, al poco tiempo de su establecimiento en la ermita, una serie de acontecimientos que años después, permitieron evidenciar el atractivo que representaba la Virgen de Monserrate, pues tanto la devoción como las limosnas iban in crescendo.“… concede su merced licencia del bachiller don Pedro Solís y Valenzuela y el padre Bernardino de Roxas Presbyteros para que puedan asistir todo el tiempo que tubieren voluntad en este lugar sin que se entienda estar obligados a asistir a las processiones y edictos generales”22.

 

Casi de manera inmediata a su arribo, Bernardino de Rojas se interesó por mejorar las condiciones para acoger a quienes “quisieren y se hallasen con espíritu de seguir el retiro y la vida solitaria”23; solicitó licencia para construir un pequeño convento enclaustrado con 12 celdas, “…todos ayudamos a la obra y con las limosnas, cargando los materiales a cuestas y dichos hermanos y otras personas para lo cual entraron y han entrado y entran muchas limosnas en poder de dicho padre”24 y encargó la fabricación de imágenes para adornar la capilla. Una de ellas, la de un Cristo caído a los azotes y clavado en la cruz, que siglos más tarde cambiaría por completo la historia de la devoción. Recivi del padre Bernardino Roxas, Ciento y cinco Patacones por la hechura de Sancto Cristo Crucificado, y otro asentado, y porque conste lo firme en Santafé a quince de febrero de Mil seis cientos y cincuenta y seis años y por verdad lo firme. Don Pedro de Lugo”25.

 

Don Pedro de Lugo y Albarracín modela en su taller santafereño sus mejores obras. Pocas veces la toréutica —que en la actualidad comprende el labrado fundido de estatuas compuestas de diversas piezas ensambladas de madera y metal, ya sea fundido, ya repujado a martillo— llega a América colonial a cumbres tan elevadas, como en manos de este bogotano incógnito.

Maestro Lugo llámanle las crónicas santafereñas; […], el joven artífice enamorado de la tradición de los maestros escultores que florecieron en esta hidalga ciudad. Estudió el artista contemporáneo, a través de unas cuantas obras que se tienen como de Lugo. Cuánto el mérito de este místico, de tan extraño ascetismo, capaz de producir imágenes de tal martirizado realismo como sus Cristos lacerados y humillados, que tras cristales y cortinas se muestran en varias iglesias bogotanas.

¡Es el Señor de Monserrate, el divino! El que intuyó el artista en esa imagen soberana que avasalla de pavor y grandeza. Cárdena y sangrente encarnación, hinojos lacerados, sangre en hilos trágicos envuelve el mártir, que arrancando a su dolor una lágrima, estremece26.

 

El Señor Caído, obra del imaginero santafereño Pedro de Lugo y Albarracín, es una talla de un Cristo sangrante, de origen local, ejemplo representativo de la expresión de la cultura barroca neogranadina y como tal, materializa la transferencia cultural y la génesis de imágenes, expresiones y sentimientos propios de la cultura en el mundo americano, en proceso de consolidación de su propia identidad. La imagen, que llegó a la iglesia en 1656, fue la que años después acogió y fusionó los atributos que en principio, le fueron otorgados a la Virgen de Monserrate. “El Señor de Monserrate es el Jesús del Gran Poder de la ciudad gitana; el que hace brotar la saeta pasional. Cante jondo pide Nuestro Señor de Monserrate, tan santafereño; solo que solo es nuestro, y tan chapetón”27 (Fig. 5).

 

La estadía de Bernardino de Rojas en la cima del cerro ocasionó malestar entre los miembros de la hermandad, porque “quiere atribuirse aver todo suyo habiendoze por si solo donaciones y viéndose querer desbaratar lo edificado para bajarlo a esta ciudad para otras fundaciones”28 y constantemente los hermanos recibían agravios de su parte.

 

saviendo que ivan a celebrar la fiesta de Nuestra Señora como acostumbravan todos los años con prevención de sacerdote y predicador, música y cera y lo demás necesario yendo en su compañía el Padre Cura de las Nieves quien todavía assiste a dicha fiesta, se avia retirado el Padre Bernardino de Rojas dos días antes a un hato de los que avia comprado, dejando encerradas las campanas mayores de la iglesia, el choro donde se avia de officiar y las escaleras con que se ensendian las luces de la portada que paresia avian sido prevenciones para estas ocasiones aver mudado las escaleras que subian del choro por la iglesia y poniéndolas hazia su casa y debajo de su llave, que se decían volver a su lugar como estaban= asi mismo avia dejado encerradas con llave las vinajeras, calix, missal y el vino de la custodia en que aquellos días se descubre el Ssantissimo que era todo de la ermita…29

 

Fig. 5. Talla del Cristo caído y calvado en la cruz de Pedro Lugo y Albarracín. Fotografía, 2005. Archivo Compañía Teleférico a Monserrate S.A.

 

Los intereses de Bernardino de Rojas fueron más allá de buscar en la cima de Monserrate silencio y oración, como se evidenció tiempo después. A los dos años de su llegada a la cima y de la construcción del claustro, presentó una petición de reconocimiento de fundación de la ermita. “Consta que en veinte y ocho de junio de seiscientos y Cincuenta y tres el dicho Padre Bernardino de Roxas presentó una Petición alegando largamente sobre la fundación de dicha hermita, y offreciendo información, la cual consta aver dado, y presentado”30. Este reconocimiento le sirvió para escriturar las edificaciones, todos los bienes asociados a ellas y sus propiedades personales a una orden de monjes que bajo la regla de San Agustín, quiso instaurar en el lugar, “él mismo patrocina la fundación de una orden monástica, cuyos estatutos redacta…”31.

 

[…] Por esto pues y por el deseo entrañable que tengo de hazer a Nuestro Señor algún retorno en señal de lo mucho que de su Magestad e recibido me e resuelto a vivir en el zerro que llaman de las Nieves en lo alto de esta ciudad cuyo titulo es de Sancta María de la Crus de Monserrate donde de licencia del Señor Arzobispo de este Reyno é vivido mas tiempo de dos años en el qual e edificado casa en forma de claustro y officina y agrandando la hermita con ornamentos que constan de la visita eclesiástica que se me hizo y referiré adelante, y continuando lo que é pretendido que en dicho se funde y establesca casa de oración debajo de la regla y constituciones que estableció el Patriarcha San Agustín, y que guarden los clérigos reglares del Monte Sancto de Granada y que su Magestad (Dios le guarde) me de licencia para ello[…]32.

 

El documento que protocolizó el traspaso de los bienes, contenía algunas condiciones especiales que debían cumplirse, una de las cuales, disponía que si en un tiempo de cinco años no le aprobaban la licencia para fundar la orden, todos los bienes pasarían a ser propiedad de la Compañía de Jesús33: Dirígese al Rey en solicitud de su venia para la canónica institución del instituto agustiniano, pero, precavido, dicta la escritura de donación: si no se obtiene la venia de Su Magestad, los bienes todos irán a parar a manos de los Jesuitas”34.

 

La qual dicha donación hago según dicho es con las calidades siguientes= Que si dentro de cinco años no me hubiere concedido Su Magestad la licencia que pretendo conforme a los papeles que para su efecto e de remitir luego que pasen e de disponer de todos los bienes contenidos en esta donación a mi voluntad sin que se este a ella en manera alguna,[…] y no llevo otro fin que el que aquí refiero= y con que no se pueda impetrar, mudar, alterar, ni disminuir en cosa alguna de la dicha casa ni consumirse para otra obra pía, porque desde luego que lo tal suceda entre en todos los bienes que van mencionados los padres de la Compañía de Jesús de esta corte y dispongan dellos a su voluntad como mejor les paresiere usando de esta donación como si fuera fecha y otorgada en su favor haciendo en el dicho auto casa denominado para que de esta manera no se mude ni pase a otra parte a la Virgen Santissima de Monserrate que esta colocada en su capilla y este perpetuamente asistida de personas que la tengan con toda la beneracion que es justo, haciendo aceptación de esta clausula con las condiciones de ella y en esta conformidad hago esta dicha donación para que desde agora y para siempre jamás aya y goce de la dicha casa de todos los bienes que van expresados en esta scriptura y desde luego los transfiero en dicha casa según dicho y es y me desisto y aparto de toda propiedad señorio y acción y otras acciones reales y personales35.

 

En la Nueva Granada y los demás virreinatos, estaban prohibidos la fundación de órdenes religiosas y el establecimiento de casas, hospicios, conventos e iglesias36. La proliferación de comunidades, la mayoría instauradas sin el permiso Real, al parecer, generó una pugna de poder político y económico entre la Corona, la iglesia y las órdenes. Esta prohibición hacía casi imposible que a Bernardino de Rojas se le otorgara la licencia solicitada, por lo menos en el tiempo que fijó en las cláusulas de la escritura de donación37, que adelantó sin el conocimiento de Pedro Solís yValenzuela y de los demás miembros de la hermandad.

 

De hecho, y como era de esperarse, la licencia nunca llegó y una vez se cumplió el tiempo, la Compañía de Jesús38 inició el proceso de toma de posesión de los bienes, momento en el cual –corría el año 1657– Solís y Valenzuela y los miembros de la hermandad se enteraron del asunto e iniciaron una demanda en contra de los jesuitas:“Se les avia dado noticia cierta que avia otorgado scriptura de donación a los padres de la Compañía para fundar un noviciado en la ciudad”39. El mismo año, el pleito se resolvió a favor de Pedro Solís y Valenzuela40; de este modo, recuperó la propiedad de la ermita y los demás bienes que desde su origen habían sido destinados a la hermandad de monjes Cartujos, que Solís y Valenzuela quiso fundar en Santafé, pero a la que tampoco le otorgaron la licencia. “Se declaró hacerme volver como principal fundador de la dicha imagen y casa y bienes sin embargo de la contradicción que hicieron dichos religiosos y en cuya virtud, y sin embargo dejo con esta declaración y como principal y dueño de la dicha casa pude entrar en la posesión que tenia antes de la donación [Pedro Solís y Valenzuela]”41.

 

En vista de los acontecimientos, Bernardino de Rojas se retiró a Santafé y fundó el Noviciado de la Compañía de Jesús con el apoyo de Lucas Fernández de Piedrahita (1624–1688)42, quien en 1662 donó dos casas, y “el milagroso crucifijo que tenía y con el que murió San Francisco de Borja”43..

 

En 1662 Solís yValenzuela encargó el cuidado de la ermita, la celebración de las misas, las fiestas de la Santa Cruz y la devoción e imagen de la Virgen de Monserrate a “los Descalzos de San Agustín con quien tengo asentada hermandad”44, por las experiencias espirituales que vivió en el convento del Desierto de la Candelaria45.

 

Iglesia en que se continuo la dicha división y de algunos tiempos a esta parte por no aver clérigo sacerdote que la asista con continuación y otras personas sea ydo deteriorando la dicha fabrica y faltado muchos bienes muebles que tenia la dicha iglesia por el poco cuydado de los que an asistido por no poderlo hacer personalmente el dicho patrón y demás otorgantes y deseando el mejor servicio de Dios Nuestro Señor y de su bendita madre en su imagen Maria de Monserrate y su santísima cruz y que este con toda decencia y por el mayor bien de las almas vecinos y moradores desta dicha ciudad y de otras personas que suelen llegar a la dicha hermita de diferentes partes a sus romerías y porque tenga perpetuidad y no llegue efecto tal desconocimiento an acordado conferido y tratado de vuestro acuerdo y conformidad que la dicha posición para a poder de los descalzos de Señor San Augustin que se nombren del convento de la Candelaria con quienes se an consumado y tratado para su aceptación, y porque no tenga efecto mediante lo que asi iba esperado en la via y forma que mas convenga y aya lugar en derecho de hacer gracia y donación para mera perfecta e irrebocable que el derecho llama ynterinos a los dichos religiosos de la dicha posecion, iglesia sacristía ospederias altas y bajas que están como dicho es a mano derecha como se entra en ella que se fabricó y hizo a esta y mension del dicho bachiller Don Pedro Solis y Balenzuela y la dicha iglesia a la de los dichos Domingo Peres, Jacinto Garcia, Francisco Perez de la Puebla y del susodicho con las calidades y condiciones que abajo juran espresado46.

 

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Los Agustinos Descalzos permanecieron en el cerro hasta 1680, y en durante su permanencia construyeron un hospicio “constituido de colegio para veinte y quatro estudiantes”47, al parecer sin licencia, razón por la que recibieron Orden Real que los obligó a abandonar y demoler las casas fundadas48, “… la hubieron a su cargo tiempo de diez y ocho años, hasta que habiendo venido cédula de Su Majestad para extinguir la casa y hospicio que tenían en esta ciudad y en otras partes demolidose el dicho hospicio y declaradose así por el patrono real como por el ilustrísimo Señor Arzobispo de este Reyno que residían en esta santa casa no debían permanecer en ella por no poderse extraer de los conventos de regular observancia ni asistir fuera de la clausura ello se declaró de verme volver como principal fundador de dicha imagen y cassa y bienes…”49

 

A partir de entonces y una vez más, los ermitaños de la hermandad se hicieron cargo del cuidado de los bienes de la ermita, bajo la dirección de Solís y Valenzuela, quien dedicó su vida a custodiar y aumentar la devoción por la Moreneta en Santafé. En su testamento, redactado en 1693, enfatiza en su párrafo final:“Nombro por mi universal heredera a laVirgen Santísima de Monserrate que está en la ermita…”50.

 

[…] por el deseo de esta soberana imagen no descansa en su divino culto por falta de espera que acudían continuamente a dicha casa si faltar de esta mi voluntad que habían de asistir cuatro sacerdotes clérigos seculares los que yo dejare nombrados o los que nombrare el patrón que dirá a la de los cuales han de tener obligación de rendir perpetuamente todos juntos en la dicha casa de Monserrate por haber suficientes celdas para ello y las demás oficinas necesarias procurando el aumento de la dicha casa y que la dicha imagen este con toda veneración guarda y custodia de sus bienes teniendo cuenta y razón así de lo que se entregare por inventario y como lo que se adquiere por obras pías y limosnas de personas devotas sin que puedan prestarse ni enajenarse teniendo obligación de dar cuenta cada que se pidan por el señor juez ordinario que cuya jurisdicción queda sujeta esta disposición para que se reconociere algún menoscabo o que faltan a su obligación lo repare como conviniere= Así mismo han de tener obligación los dichos cuatro sacerdotes de decir en cada un año en dicha capilla y no en otra parte cincuenta misas a cada uno que se han de decir de esta manera, el uno de dichos capellanes[…]51

 

A la muerte de Solís y Valenzuela, en 1711, el Arzobispado de Santafé tuvo entera potestad sobre todas las rentas de la familia Solís y Valenzuela, entre las cuales se contaban: “3 casas altas; 29 tiendas en la plazuela de San Francisco; 100 varas castellanas de tierra, ubicadas en el sitio llamado La Toma de la Aduana en la falda del cerro de Monserrate; 322 libros de temas religiosos para la biblioteca de la Ermita de Monserrate; dos molinos; algunas administraciones de capellanías y otros bienes que asegurarán la subsistencia de la ermita y de la devoción a la Virgen”52.

 

La ermita contenía en su interior algunas obras de arte, bienes muebles y otros elementos que hicieron parte de su ornamentación. Las figuras más destacadas, la talla de laVirgen que desapareció y la imagen del Cristo Caído, de Pedro Lugo y Albarreacín. La mayoría de las obras pictóricas fueron de autoría de Antonio Acero, amigo de Solís y Valenzuela.

 

[…] y tiene la imagen de nuestra Señora de Monserrate, y el niño de bulto, que esta en el Altar Mayor dorada y granada con su Peana, y Sagrario, que le dio el dicho Don Pedro de Balensuela. Y tiene una Cruz de madera de Palo de Muso ensamblada con reliquias, y la del Sancto Lignuz Crucis en medio, que se dio por los dichos tres Primeros fundadores.= Una corona de suela dorada con su Cruz y mundo arriba de la dicha cruz. […]Un cuadro de san Jerónimo, otro de san Guillermo, otro de la adoración de los reyes, otro de la Asunción de Nuestra Señora, Nuestra Señora del Topo, otro de la Magdalena, otro de la Encarnación y Santa Clara, otro de San Luis de Beltrán, otro de Santa Clara, un retrato de Antonio Bahamón[…]53.

 

[…]Un cuadro grande de la hechura de San Pedro. Otro de la adoración de los Reyes.= otro de la Cena. Otro de la asumpción de nuestra señora.= otro de San Guillermo. = Otro de un sancto christo crucificado.= otro de un señor de san Agustín. = otro de san Ignacio, todos grandes de a dos baras y media de alto y bara y dos tercios de ancho. Otros ocho cuadros pequeños de a tres quartas guarnecidos con sus molduras que sirven en los pilares del claustro. = una campañilla que sirve en la portería. = Una pila de agua bendita de Piedra. Otra campana pequeña que sirve de tocar a oración. = un sancto Chrispto crucificado de bulto de estaño decorado que sirve en la librería. Librería con cien cuerpos de libros spirituales morables y predicables. = seis colchones con sus frezadas, y en cada alcoba su cortina de sayal. Diez y seis camas de quero con sus dos barandillas cada una. El refitorio con sus mesas de madera y en ellas manteles y servilletas duplicadas, cuchillos, jarros, candeleros, espavila de velas,losa y todo lo demás necesario para este efecto. = Un armario grande en que se guardan los ornamentos con sus quatro puertas, y dos lobas en la despensa, hechas, machetes, cuchillos, una romana, palas, asadores, barras, almireces y paila de bronce, asadores y cucharas de fierro y tenedores en todo lo qual están gastados los dichos seis mil pesos y mucho más. Que todas las dichas partidas suman y montan los dichos veinte mil quatrocientos y diez patacones según consta de las scripturas que están en los autos otrogados ante clemente grazón scrivano publico y del numero de esta ciudad y que esta cantidad es cierta y segura y que me pertenece consta bastantemente en la prueba que tengo dada sobre ello ante dicho señor provisor y vicario general…Más dos [patacones] que tiene recibidos don Pedro de Lugo por el consierto de dos angelitos de media bara de alto de pasta y manos de plomo encarnados de pulimento a su costa para que estén coronando a nuestra señora…Más dos en descargo la hechura de un sancto chrispto caído a los azotes y clavado a la cruz que esta en la sacristía…54

 

 

Génesis del culto a un santo Cristo santafereño. La transmisión de dones y otros misterios.

 

En medio de los temblores que azotaron a la capital del Nuevo Reino de Granada, entre abril y octubre de 1743, la devoción de los pobladores por la imagen de la ermita de Monserrate creció, pues consideraron que sus poderes milagrosos lograban que se mantuviera en pie la capilla, a pesar de las devastaciones que se producían por los movimientos de tierra en la ciudad.

 

En 18 de octubre de este año 1743, a los tres cuartos para las once del día, hubo un gran terremoto, ruido y ladridos de perros; el cielo oscurecido, con llovizna; se dañaron los más templos, pues la torre de la Catedral se ve fajada; las del Sagrario. sin pirámides; Santo Domingo, un claustro del patio de la cocina, nuevo, y el camarín de Nuestra Señora, nuevo, y los bastiones que había en el altozano cayeron con la Señora que está sobre la puerta de la iglesia. En San Francisco, la torre está nueva; en San Agustín, la torre nueva, y en la Compañía la media naranja nueva, como se ve. En Santa Clara nueva, lo mesmo en el Hospital, que era hermosa; y la de Santa Inés, que la apearon; la del Humilladero, nueva, y la de Egipto también, […] que confieso no haber visto procesión igual, pues las luces desde Egipto llegaban a la Catedral55

 

A partir de entonces, a la cima del cerro llegaron romerías de santafereños a rogar por auxilio ante los temblores. Estos dones protectores le fueron atribuidos al Cristo Caído, imagen que encontraron en el retablo mayor. La talla de la Virgen de Monserrate desapareció después de la muerte de Solís y Valenzuela, no se tienen noticias de este hecho que es el misterio más grande que rodea el santuario. A pesar de los esfuerzos por conservar la devoción y de las indicaciones que cuidadosamente Solís y Valenzuela consignó en su testamento, la advocación a Santa María de Monserrate se transformó, todos sus atributos fueron trasladados por los fieles al Cristo caído a los azotes y clavado a la cruz, representado en la talla de Lugo y Albarracín, lo que originó la devoción a una figura local, que con los siglos se convertiría en la más importante para la ciudad.

 

“La dulce semblanza de la Virgen morena no llegó tan al fondo del alma del pueblo, como lo quisieran los fundadores de la ermita. Fue el Señor Caído a los azotes el que arrebató el alma de los granadinos; la obra milagrosa plasmada en místico arrebato por Lugo Albarracín, vaciado luego en plomo y encarnada como sólo el maestro lo sabía. Ignoro cuándo el pueblo creyente trocó la advocación de Santa María de la Cruz, para crear la del Señor de Monserrate, devoción y advocación sólo bogotanas”56.

 

Hacia finales del siglo XVIII, la ermita de Santa María de Monserrate cambió el carácter de retiro y oración que mantuvo por más de un siglo, para convertirse en una de las más visitadas por los santafereños. En la ermita ya no sólo se celebraban las fiestas de la Cruz, las personas empezaron a acudir los viernes de semana santa, día en que los católicos rememoran la pasión y muerte de Jesús. Las peregrinaciones a la cima del cerro aumentaron de manera sustancial durante todo el siglo XIX y en el olvidó quedaron la imagen de la Virgen y de la vieja ermita que fue reemplazada por grandes construcciones durante el siglo XX57.

 

El Cristo caído se convirtió en el abogado de la ciudad, inicialmente, sus milagros fueron asociados a la protección ante los temblores y las sequías, en el siglo XIX al auxilio de los patriotas en las batallas de la independencia y en el XX, al amparo frente a los problemas de salud y especialmente, frente a la violencia que azotó el país desde mediados de la centuria. Es tan fuerte la devoción, que en algunas ocasiones, el Cristo se traslada a la ciudad, en procesiones, verdaderos eventos urbanos al que asisten multitud de creyentes (Fig. 6). La fe de los santafereños cubrió al Cristo de Monserrate con dones especiales. El Cristo se pone más pesado, cuando no “quiere que lo bajen de su tabernáculo”, es alguna de las historias que cuentan los creyentes, recuerda la que existe sobre el hallazgo de la imagen de la Virgen, en Cataluña: “… por órdenes del obispo de llevarla a la catedral, comenzó la procesión, pero no llegó a su destino, ya que la estatua se empezó a poner increíblemente pesada y difícil de manejar. Entonces fue depositada en una ermita cercana, y permaneció allí hasta que se construyó el actual monasterio de los Benedictinos”.

 

Fig. 6. Procesión del Cristo de Monserrate  hacia Bogotá.

Fotografía, 2005. Archivo  Compañía Teleféricoa Monserrate S.A.

 

Al monasterio de los benedictinos en Monserrat, asisten quienes se van a casar para presentar a su pareja ante la Virgen y bendecir la unión. Tradición que se acostumbra porque el Niño sostiene en su mano izquierda una piña de pino, que para los griegos significaba la masculinidad, la inmortalidad y la fertilidad, símbolo que fue adoptado por los católicos para representar la regeneración y la unión. Al santuario de Monserrate en Bogotá, también suben quienes se quieren casar, pero cuenta la tradición oral que los novios que suben a la cima del cerro, nunca se casan.

 

En torno a la imagen del Cristo de Monserrate, los creyentes también construyeron algunas leyendas; entre ellas, las que se han transmitido sobre su origen. Aunque se conoce que la talla es obra de Pedro Lugo y Albarracín, algunos afirman que llegó por error desde Italia: “Aunque muchos escritores afirman que el Nazareno es obra de Pedro Lugo y Albarracín, existe una historia que dice que esta imagen llegó a Colombia por confusión. Los padres Agustinos de Lima pidieron a Europa una escultura de Jesús Nazareno y la misma orden en Bogotá encargó una de un Santo Cristo, pero las cajas se cambiaron llegando cada una al lugar equivocado…” y otros, que proviene, de Inglaterra.

 

Cuando la Reforma llegó a Inglaterra, los antiguos clérigos convertidos en Pastores protestantes, y por consiguiente iconoclastas, tuvieron el buen acierto de no destruir las imágenes existentes en las iglesias romanas sino que las dieron en venta. A Bogotá emigraron tres de aquellas desterradas efigies y por rara casualidad sobre todas ellas ha forjado la fantasía popular ingenuas leyendas y les atribuye prodigios y milagros. Son el bello Jesús Nazareno de San Agustín, conocido familiarmente por Mi Padre Jesús, el que habiéndose salvado de los herejes ingleses estuvo en peligro de desaparecer varias veces fue librado de las llamas por los sitiados de San Agustín en 1861 y se le han conferido títulos y dado honores militares; el Jesús Caído, de las Cruces y el Señor de Monserrate…58

 

Fig. 7. Detalle del pie de la Talla. Fotografía, 2010.

Archivo de Marcela Cuellar

 

Fig. 8. Vista aérea del cerro de Monserrate un Viernes Santo. Fotografía, 2005.

Archivo de Marcela Cuellar.

 

Algunos creen que tiene vida, pues aseguran que el pelo le crece o que mueve su cuerpo, “En el camarín de la iglesia se venera una bella estatua del Señor caído. Una vieja leyenda refiere que esta estatua, al ser adorada por una magdalena, retiró el pie que tiene recogido al sentir el contacto de los labios impuros, germen de la devoción que aún conservan las magdalenas de Bogotá por la bella efigie, a la cual visitan descalzas de pie y pierna los domingos al despuntar el alba”59 (Fig. 7).

 

Todas estas historias alimentan la fe, mantienen viva la tradición y rodean a la imagen con dones especiales. Una advocación que nació como resultado de la apropiación de creencias importadas, se nutrió de elementos locales, se arraigó y se fortaleció como propia del lugar. Por su parte, la imagen de la Virgen, fuente de la transferencia cultural de esta devoción, retornó a la cima; una réplica de la talla la donó, en 1998, el monasterio de los Benedictinos de Cataluña; paradójicamente, esta figura que se localiza en la capilla anexa, no representa para los bogotanos lo que significó para los santafereños, el Señor de Monserrate rige el santuario y es el responsable de los milagros.

 

Múltiples y variados son los misterios que rodean no sólo a la imagen del Señor de Monserrate, sino a toda la montaña que lo alberga: pozos milagrosos, tesoros ocultos, hechos sobrenaturales, explosiones volcánicas, en fin…La historia de la devoción a la Virgen de Monserrat que llegó desde España a la Nueva Granada en el siglo XVII y se transformó en una advocación local, ha tejido alrededor de la imagen y del lugar, historias, sobre fe, tradición, técnicas de imaginería, manifestaciones materiales e inmateriales, entre otras, que como hilos invisibles e infinitos se crean y recrean por generaciones, convirtiendo esta devoción, la figura que la representa y el espacio que la contiene en verdaderos símbolos, presentes y actuales en la memoria colectiva, piezas fundamentales de la identidad de la ciudad (Fig. 8).

 

 

 

 

 


1.     MEJÍA PAVONY, GERMÁN. Los años del cambio: Historia urbana de Bogotá, 1820- 1910. Bogotá, Centro Editorial Javeriano, 2000.

2.     Fue uno de los siete hijos de Juana Vázquez de Solís con el cirujano español Pedro Fernández y Valenzuela, personaje excéntrico conocido por sus habilidades para curar con plantas medicinales y por su afición a temas mortuorios, quien llegó a la Nueva Granada por petición de su tío Pedro Fernández yV alenzuela, soldado del ejército conquistador de la expedición de Gonzalo Jiménez de Quesada. FLÓREZ DE OCÁRIZ, JUAN, Genealogías del Nuevo Reino de Granada, vol. 1. Bogotá, Prensas de la Biblioteca Nacional, 1943.

3.     Se lo reconoce como el primer novelista latinoamericano por su novela El desierto prodigioso y el prodigio del desierto, escrita hacia 1650. “… a pesar de la abundancia de obras de ficción, [entre las novelas hispanoamericanas] no hay en realidad, hasta donde dejamos nuestro estudio, un texto colonial que pueda llenar el vacío que en el género novelístico presentan las letras del Nuevo Mundo. Este vacío lo llena, sin embargo, en mi concepto, una obra virtualmente desconocida del escritor santafereño Pedro de Solís y Valenzuela. […] Por su riqueza de elementos y su complejidad narrativa ampliamente supera a todas las obras de ficción anteriores a Pablo de Olavide y Fernández de Lizardi, en quienes el género se define con mayor amplitud”. ORJUELA H., HÉCTOR, “El desierto prodigioso y prodigio del desierto de Pedro Solís y Valenzuela: primera novela hispanoamericana”, Boletín del Instituto Caro y Cuervo, 37, n.º 3, págs. 261-324.Véase también PINEDA BOTERO, ÁLVARO,“‘El desierto prodigioso y prodigio del desierto’ de Pedro Solís y Valenzuela: Un tesoro recién descubierto del barroco americano”, Actas del xII Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas (Birmingham, 21-26 de agosto de 1995),The University of Birmingham, vol. 3, 1998, págs. 139-146.

4.     Fernando ingresó en 1640 a la Cartuja del Paular con el nombre de Bruno. ORJUELA, H., op. cit., págs. 261-324.

5.     Archivo General de la Nación, Colombia (en adelante, AGN), fondo Miscelánea, sección Colonia, legajo 128, n.º de orden 1, ff. 1-62, 1657.

6.     MEJÍA, MARÍA DEL PILAR, "Monserrate, Guadalupe y la Peña: Vírgenes, naturaleza y ordenamiento urbano de Santafé, siglos XVII y XVIII", Fronteras de la Historia, 11, Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH), Bogotá, 2006, págs. 241-291.

7.     No se tiene certeza de la fecha de fundación de Santafé, ni de su fundador. Al parecer, Gonzalo Jiménez de Quesada tenía la intención de establecer en el sitio un campamento militar; sin embargo, se le atribuye la fundación de la ciudad. De ello da fe el título de ciudad para el pueblo de Santafé:“[…] en nombre del consejo de Santafe que es en el Nuebo Reyno de Granada que agora ha descubierto y poblado el licenciado Jimenez teniente del gobernador por el hadelantado de Don Pedro Fernandez de Lugo ha fecho fundación de el dicho pueblo es el mas principal de dicha probincia” Archivo General de Indias (en adelante, AGI), fondo Consejo de Indias, sección Patronato Real, 195, R6. No es este el espacio para ampliar los detalles de la polémica sobre la fundación de Bogotá; por tanto, remito a los textos: SIMÓN, PEDRO, Noticias historiales de las conquistas de Tierra Firme en Indias Occidentales, edición hecha sobre la de Cuenca, de 1626. Bogotá, Imprenta de Medardo Rivas, 1882. FRIEDE, JUAN, Descubrimiento del Nuevo Reino de Granada y fundación de Bogotá (1536- 1539), según documentos del Archivo General de Indias, Sevilla, Bogotá, Banco de la República, 1960. MARTÍNEZ, CARLOS, Reseña urbanística sobre Santafé en el Nuevo Reino de Granada, Bogotá, Litografía Arco, 1973. MEJÍA, G., op. cit.

8.     SIMÓN, P. op. cit., pág. 138.

9.     Ibid., pág. 261.

10.  Las “Ordenanzas para la elección del sitio para nueva población y sus circunstancias, que fueron retomados en el orden que ha de tener en descubrir y poblar”, promulgadas por Felipe II en 1573, donde el Rey sintetizó, corrigió y creó nuevas leyes para la fundación de poblados en Indias, fueron referentes, que no se cumplieron al pie de la letra. SALCEDO, JAIME. Urbanismo Hispano-Americano, siglos xvI, xvII y xvIII: El modelo urbano aplicado a la América Española, su génesis y su desarrollo teórico y práctico, 2.ª ed. Bogotá, Centro Editorial Javeriano, Pontificia Universidad Javeriana, 1996, pág. 56.

11.  SIMÓN, P. op. cit., pág. 230.

12.  Ibid., pág. 228.

13.  MEJÍA, MARÍA DEL PILAR, op. cit., págs. 241-291.

14.  Ibid.

15.  MEJÍA, M., op. cit., págs. 241-291. Al respecto, también: "A la edad de 22 años [Fernando Fernández y Valenzuela] y siendo ya doctor en Teología, fue escogido por las autoridades civiles y eclesiásticas de Bogotá, en 1638, para que acompañara a España el cadáver del arzobispo fray Bernardino de Almansa, muerto unos años antes en el desierto de La Candelaria, cerca de Tunja. El cadáver, que habría de ser depositado en el convento madrileño de Jesús, José y Marta, se encontraba incorrupto y exhalaba un suave olor ‘semejante al de las piñas’, hecho que se consideraba milagroso”. ORJUELA, H., op. cit., págs. 261-324.

16.  "La figura de su hermano mayor se había convertido en la de sustituto del padre y en paradigma obsesionante. Por ello, la construcción de la capilla de Monserrate se volvió una empresa en su honor, y prueba de ello es el cuadro que le mandó pintar a su amigo Antonio Acero con la imagen de san Bruno". MEJÍA, M., op. cit., págs. 241-291.

17.  El único documento que menciona la fecha de fundación de la ermita hace referencia a 1650 (AGN, Fondo Notarías, Sección Colonia, Notaría 3 de Bogotá, Protocolos de 1662-1668-1673. Fols. 280r- 280v). No se ha encontrado el documento de aprobación de la construcción de ese templo y los autores que han escrito sobre el tema no coinciden en la fecha. Algunos cronistas concuerdan con Ibáñez en que "Permitió el Presidente Borja en 1620 a Don Pedro y Valenzuela que construyese una capilla y casa anexa en la cumbre del cerro que se levanta al oriente de los barrios de Las Nieves y de Las Aguas, y que se llamó de Nuestra Señora de Monserrate” (IBÁÑEZ, P., op. cit., cap. IX).“En Santafé reciben apoyo económico de Pedro Solís y Valenzuela, quien en ese momento es el administrador de las riquezas de su padre, está obsesionado por la figura de su hermano (el primer cartujo santafereño) y es notario del Santo Oficio de la Inquisición, con lo cual consigue de parte del presidente de la Real Audiencia, Juan de Borja, el permiso necesario para la construcción de una ermita para el recogimiento de los ermitaños en el monte detrás de Las Nieves" (MEJÍA, M., op. cit., págs. 241-291). La fecha aportada por Ibáñez es anacrónica, pues Pedro Solís y Valenzuela, nació en 1624. Podría pensarse que el permiso se concibió para su padre, pero no se encontraron indicios que sustenten esta hipótesis. Los documentos hallados dan fe de que para 1651 ya existía la ermita, como se demostrará más adelante.

18.  AGN, Fondo Notarías, Sección Colonia, Notaría 3 de Bogotá, Protocolos de 1662-1668-1673.

19.  Historia de la Arquidiócesis de Bogotá. Material de trasfondo. El santuario de Monserrate a través de la historia. Bogotá, s. e., 21 de noviembre de 1998.

20.  AGN, fondo Miscelánea, sección Colonia, legajo 128, n.º de orden 1, ff. 1-62, 1657.

21.  HERNÁNDEZ DE ALBA, GUILLERMO. Teatro del arte colonial. Primera Jornada. Edición conmemorativa de la fundación de Bogotá. Bogotá, Ministerio de Educación Nacional, Litografía Colombia, 1938.

22.  Decreto a favor de los hermanos de Monserrate, AGN, op. cit.

23.  AGI, Cartas y expedientes de personas eclesiásticas de las gobernaciones del Nuevo Reino, Santa Marta y Cartagena, vistos en el Consejo. Signatura Santa Fe, 247, años 1644-1671.

24.  AGN, op. cit.

25.  Ibid.

26.  HERNÁNDEZ DE ALBA, G. op cit.

27.  Ibid.

28.  AGN, op. cit.

29.  Ibid.

30.  Ibid.

31.  HERNÁNDEZ DE ALBA, G. op. cit.

32.  AGN, op. cit.

33.  AGI, op. cit.

34.  HERNÁNDEZ DE ALBA, G., op. cit.

35.  AGN, op. cit.

36.  "El caso fue así: El Licenciado Juan de Mena, Fiscal del Real Consejo de Indias, hizo relación a Su Majestad que, no obstante Cédula dada en postrero de diciembre de 1635, en que se manda que no se funde sin licencia y que se demuelan las casas que se han levantado sin esta solemnidad, se veían algunos hospicios nuevamente edificados; por lo cual consideraban necesario que los Virreyes, Oidores y Ministros pidiesen a las Religiones las cédulas obtenidas, y que mandasen observar estas Ordenes Reales. El Deán y Cabildo de la ciudad de los Reyes que decimos Lima, en las Provincias del Perú, presentó también a Su Majestad que habían en ella gran número de conventos que se multiplicaban con título de Hospicio, con torres y campanas; por lo cual le suplicaban se demoliesen los que estaban erigidos sin licencia, cometiendo al Arzobispo y Virrey su puntual ejecución; y lo mandó así Su Majestad a 18 de septiembre de 1635.”AYAPE DE SAN AGUSTÍN, FRAY EUGENIO, Fundaciones y noticias de la Provincia de Nuestra Señora de la Candelaria de la Orden de Recoletos de San Agustín, t. I. Bogotá, Editorial Lumen Christi, 1950.

37.  Años atrás, Pedro Solís y Valenzuela había hecho la donación de los bienes de la ermita a la Orden de los Descalzos de San Agustín. Al parecer esta escritura la utilizó Bernardino de Rojas para hacer de nuevo la donación, y así justificar el traspaso de los bienes a la Compañía de Jesús, pues era poco probable que la Licencia Real llegara desde España, debido a los antecedentes antes mencionados respecto de los permisos para fundar casas u hospicios por órdenes religiosas en América.

38.  AGI, op. cit.

39.  AGN, op. cit.

40.  Decreto a Favor de los Hermanos de Monserrate, AGN, op. cit.

41.  Testamento de Pedro Solís y Valenzuela, AGN, op. cit.

42.  Fue educado por los jesuitas; elegido Chantre Provisor y Gobernador del Arzobispado de Santafé, pero por pleitos con un Visitador, lo destituyeron y permaneció en España durante seis años, en los que escribió “Historia General de las Conquistas del Nuevo Reyno de Granada”, en 1669 fue consagrado como Obispo de Santa Marta, en 1676 fue promovido al Obispado de Panamá, donde falleció. Para más información ver la Nota Biográfica escrita por Joaquín Acosta en Fernandez de Pedrahita, Lucas, Historia General de las Conquistas del Nuevo Reino de Granada. Volúmen I, Imprenta de Medrano Rivas, Bogotá, 1881.

43.  MARROQUÍN, José Manuel. Los Cristos de La Veracruz. Papel Periódico Ilustrado, vol. IV, 250. Don JOSÉ S. PEÑA, en el Papel Periódico Ilustrado (vol. II, pág 26).

44.  Testamento de Pedro Solís y Valenzuela, AGN, op. cit.

45.  BRICEÑO, MANUEL, "Un Santuario Mariano en el siglo XVII", Regina Mundi, 38, año XVI, septiembre-diciembre, 2005.

46.  AGN, fondo Notarías, Notaría 3, op. cit.

47.  Testamento de Pedro Solís y Valenzuela, AGN, op. cit.

48.  “Respecto de la Provincia de la Candelaria, no relatamos como propia de esta biografía la serie de incidentes sucedidos en Bogotá cuando, en virtud de una Real Orden que mandaba demoler todos los conventos de América fundados sin la real licencia, fué demolido nuestro convento, demolición que fue civil y no material, como recurso para evadir la ley mientras se informaba a Madrid. Por eso, dicha Real Orden del año 1653 no había tenido aplicación hasta el año 1679, en que Carlos II, por Real Cédula de 15 de marzo, ordena que ‘sin embargo de los autos se demoliese’”. DEL CORAZÓN DE MARÍA, FRAY PEDRO FABIO, Historia general de la Orden de Agustinos Recoletos, tomoV. Madrid, Impresión del Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús, 1918.

49.  Testamento de Pedro Solís y Valenzuela. AGN, Fondo Notarias, Sección Colonia, Volumen 126, Año 1711, Folios 202 - 204.

50.  Testamento de Pedro Solís y Valenzuela, AGN, op. cit.

51.  Testamento de Pedro Solís y Valenzuela. AGN, Fondo Notarias, Sección Colonia, Volumen 126, Año 1711, Folios 202 - 204.

52.  Testamento de Pedro Solís y Valenzuela, AGN, op. cit.

53.  AGN, fondo Notarías, Notaría 3, op. cit.

54.  Ibid.

55.  IBAÑEZ, P. op. cit., pág. 138.

56.  HERNÁNDEZ DE ALBA, G. op. cit.

57.  La primera edificación que reemplazó la ermita se inauguró en 1925, una iglesia con características neogóticas, del arquitecto Arturo Jaramillo Concha (Manizales 1876- Bogotá 1956). Posteriormente, entre 1949 y 1955, se reformó, obra de los arquitectos José María González y Vicente Nasi. La iglesia cambió totalmente su aspecto: de neogótico pasó a verse neocolonial. Sobre la estructura de la iglesia se modificaron las fachadas y la torre, se eliminaron los arcos ojivales externos de las puertas y ventanas, se amplió el atrio y el altar se reemplazó por uno diseñado por la casa Rambusch de NuevaYork, que fue construido en Italia. Las reformas a la iglesia continuaron, durante la década de los ochenta del siglo XX, se construyó la capilla penitencial, anexa al costado norte, se construyeron salones de encuentro en el sótano y la pérgola que conducía a la Sacristía por la parte exterior de la iglesia.

58.  CORDOVES MOURE, JOSÉ M., Reminiscencias de Santafé y Bogotá, Bogotá, Fundación Editorial Epígrafe, 1962.

59.  IBAÑEZ, P. op. cit., pág. 138.