RESEÑA

Revista de Historia del Arte, nº 27 (2021): 328-330. "https://doi.org/10.46661/atrio.5632"

Haskell, Francis

El museo efímero. Los maestros antiguos y el auge de las exposiciones artísticas

New Haven: Yale University Press, 2000. Barcelona: Editorial Crítica, 2002. 260 págs.

ISBN 84-8432-313-7

Actualmente, los visitantes a los museos asociamos estas instituciones tanto con su exposición permanente, como con las temporales que realizan de manera consecutiva año tras año. Pero esta práctica no siempre ha sido la más común. La presente obra profundiza en el significado de las exposiciones temporales desde sus orígenes en Italia en el siglo XVII hasta el siglo XX. El museo efímero es el último libro escrito por el historiador del arte británico Francis Haskell, finalizado durante su último mes de vida y en cuya publicación comenzó a trabajar poco antes de morir, el 18 de enero del año 2000. Este libro surge directamente del anterior, La historia y sus imágenes (1993), y complementa El gusto y el arte de la Antigüedad (1981) al tratar la preferencia del autor sobre cómo las circunstancias en las que fueron expuestas las obras de arte influyeron en su estima y comprensión. Formado en Historia en el King’s College, Haskell ocupó la cátedra de arte en la Universidad de Oxford hasta su retiro en 1995 y fue ampliamente conocido por su seriedad investigadora y erudición en el campo de la Historia del Arte.

La obra se estructura en nueve capítulos que recorren la historia de las exposiciones temporales de manera cronológica. Están precedidos de un prefacio y agradecimientos, redactado por el editor del libro, Nicholas Penny quien fue director de la National Gallery de Londres en el momento de su publicación, y un listado de las abreviaturas que aparecen a lo largo del libro. Se incluyen un total de 53 imágenes reproducidas en blanco y negro, procedentes de diferentes instituciones artísticas, todas ellas listadas en los créditos de las ilustraciones después del noveno capítulo. Al final del libro también se incluye una lista de las ilustraciones, un índice alfabético y el índice de la obra.

En la introducción, Haskell nos resalta lo significativos que han sido los cambios causados por la celebración de exposiciones de maestros antiguos desde el siglo XVII en la concepción del arte que tenemos en la actualidad. Permitieron, y siguen haciéndolo, reunir un número importante de obras de arte que originalmente habían sido concebidas para ser disfrutadas en emplazamientos diferentes.

En el primer capítulo el autor analiza el surgimiento de las primeras exposiciones de maestros antiguos en Roma durante el siglo XVII, con un objetivo principalmente ceremonial, y celebradas durante las festividades de los santos patronos. La importancia y periodicidad de las exposiciones crearon la necesidad de establecer las pautas para el montaje, organizar y encargar todo el material y de negociar la lista de obras con los potenciales benefactores un año antes de que se realizara la inauguración. Con los años, las exposiciones se centraron más en el propio artista que en el benefactor o donante de las obras, y con este nuevo rumbo comenzaron a celebrarse exposiciones en París y Londres.

El segundo capítulo se centra en la transcendencia histórica que tuvieron las exposiciones realizadas en París durante el siglo XVIII con la muestra de las grandes obras maestras más célebres de Europa, hasta la fecha prácticamente desconocidas. También explica cómo tras la batalla de Waterloo se produjo la declinación de las exposiciones en París y comenzaron a celebrarse en Londres las primeras muestras de maestros antiguos.

El tercer capítulo está dedicado a las exposiciones de la British Institution, fundada en 1805 con el fin de promover las Bellas Artes en el Reino Unido. En el cuarto capítulo se profundiza en la consolidación de las exposiciones de los maestros antiguos realizadas en la galería de la British Institution de Pall Mall hasta 1867, año en el que finalizó el alquiler de estas salas. El relevo fue tomado por el Burlington Fine Arts Club, el cual organizó las exposiciones en los salones de la Royal Academy a partir de 1870. Este cambio supuso un hito en la concepción de las exposiciones, ya que no serían los propietarios los que decidirían las piezas que iban a ser expuestas, sino un grupo de académicos los que elaborarían las listas de las obras que esperaban adquirir.

En el quinto capítulo se explica cómo a partir de la segunda mitad del siglo XIX se plantean nuevas posibilidades expositivas. El modelo inglés estimuló la comparación entre escuelas y permitió el estudio del auge y decadencia de los estilos y el descubrimiento de nuevas técnicas. Tuvo una gran repercusión en todo el mundo, hasta el punto en que muchos dirigentes de diferentes gobiernos extranjeros enviaron comisarios para que informaran acerca del citado modelo.

En el sexto capítulo el autor expone el carácter patriótico que toman las exposiciones celebradas en diferentes ciudades europeas al comienzo del siglo XX. Profundiza más en el capítulo séptimo con las exposiciones celebradas tras la I Guerra Mundial con un carácter fuertemente nacionalista, culminando con la celebrada en Londres en 1930.

En el capítulo octavo se describe el cambio que se produjo con el comienzo del siglo XX en la relación existente entre los coleccionistas privados, los museos y las instituciones, y de cómo los préstamos procedentes de las instituciones y museos públicos empezaron a ser más numerosos. Así, las exposiciones temporales no solo comenzaron a contar entre sus obras con préstamos de coleccionistas privados, sino también de instituciones de gran renombre mundial.

Finalmente, en el capítulo noveno Haskell concluye que todas las exposiciones de maestros antiguos inspiraron sucesivas muestras en diferentes partes de Europa y que, a pesar de considerarse cada una en su momento como única e irrepetible, siempre fueron superadas por la siguiente. La enorme influencia que tuvieron hizo que durante la segunda mitad del siglo XX la gran mayoría de los museos y galerías de todo el mundo comenzaran a preparar y albergar exposiciones temporales.

A modo de cierre, resaltar que esta obra es una excelente y rigurosa recopilación de las mayores y más representativas exposiciones realizadas entre los siglos XVII y XX. Ofrece una maravillosa oportunidad para adentrarnos en el origen e historia de las exposiciones temporales, y refleja el amplio estudio y conocimiento que poseía Haskell acerca de las instituciones artísticas y actitudes culturales de algunos de los países europeos más importantes a lo largo de los últimos cuatro siglos. En esta obra logra conciliar el interés por el gusto en general, con una verdadera pasión por los aspectos particulares de cada exposición y contexto histórico-cultural.

Noemí Delgado Mellado

Universidad Complutense de Madrid, España

0000-0002-8091-1706