BARTMANSKI, Francisco de. Manual de economía doméstica, rural y de curiosidades artísticas.

Baeza: Imprenta de la Comisión General de libros, 1848.

MORAL JIMENO, María F. edición y estudio preliminar. Baeza: Editorial el Olivo, 2009.

 

 

La obra aquí reseñada constituye un raro y precioso opúsculo editado a mediados del siglo XIX en una imprenta de Baeza en línea con los primeros tratados de higienismo escritos en la España decimonónica. El tono local de su edición y la personalidad de su autor, cultivada a partir de una vida azarosa e itinerante, contribuyen a su rareza e interés.

 

La adecuada contextualización, tanto del autor como de la obra, vienen de la mano de la autora del facsímil publicado en 2009. La historiadora del arte María F. Moral Jimeno ha realizado un excelente trabajo de edición y estudio preliminar, permitiéndonos así un mejor acercamiento al libro original, que no pierde el encanto de la reimpresión en el mismo formato que le dio vida y que, por ende, contribuye así a introducirnos mejor en un espíritu de época.

 

Como venimos diciendo, la intención del capítulo preliminar es introducirnos en el personaje y su tiempo. En cuanto a lo primero, se realiza un buen recorrido vital por la figura de Tomasz Franciszek Ksawery Bartmánski (Varsovia, 1797 Tadante, Kiev, 1880). Se trata de una persona inquieta, itinerante y polifacética. De sus inicios como militar de carrera, como subcoronel, tras la insurrección de 1830 vivió exiliado en Francia, donde se formó como ingeniero civil, destacando en su haber algunos trabajos, como la construcción de un puente en Argelia, diseños de fortificación para Alejandría e intervención en la línea ferroviaria de París-Lyon-Mediterráneo. Fue también incansable viajero, que llegó a formar parte de la expedición francesa a las montañas Ruwenzori y a las fuentes del Nilo, llegando a conocer el Congo Oriental, Siria, palestina, Arabia y la India.

 

La autora de la edición, lógicamente, dedica una amplia parte de su estudio a la estancia española de Bartmansky, entre 1844 y 1850, y a su trabajo en Baeza. Participó, a instancias del marqués de Salamanca, en la construcción de la línea férrea Madrid-Aranjuez, así como en la dirección de los gasómetros de Barcelona y Madrid. Pero lo que le llevó a Baeza fue la modernización y aprovechamiento a escala industrial de un antiguo latifundio olivarero a una escasa legua de la ciudad: la hacienda La Laguna, como encargo del rico asentista José Manuel Collado, marqués de la Laguna y ministro de Fomento en tiempos de Isabel II. A tal fin, realizó excelentes trabajos de canalización y embalse de las aguas del río Torres (en lo que hoy constituye la laguna artificial que da nombre a la finca), además de dirigir la construcción del área residencial, amén de los patios, muelles de descarga, molinos y bodega, conservándose hoy en día los trabajos de Bartmanski en muy gran medida, especialmente la mencionada bodega de almacenamiento, que resulta ser un interesante prototipo de arquitectura industrial bajo el signo del lenguaje arquitectónico historicista.

 

El espíritu de modernidad, progreso y mejora de las condiciones de la explotación agropecuaria es lo que lleva a Bartmánski a interesarse, igualmente, por las condiciones de vida en una ciudad histórica, pero ligada profundamente al monocultivo olivarero y aún con resabios de una tradición cultural dimanada de su Universidad extinguida en 1824, como era la Baeza del intermedio ochocentista. En consecuencia, se propuso el autor aunar su experiencia vital y sus conocimientos elaborando un tratado en línea con el ámbito historiográfico de los primeros escritos higienistas que reflejaban la preocupación de las élites sociales por la salubridad general de la población en unos términos transicionales entre el paternalismo iluminista y el positivismo liberalista. Si bien, como menciona la citada autora del estudio preliminar, este tipo de tratado se dio especialmente entre los médicos -Mateo Seoane o Pedro Felipe Monlau, entre otros- no fue extraño a otros sectores profesionales, como los procedentes en el ámbito de la ingeniería, siendo Bartmánski en este sentido prácticamente un pionero.

 

El Manual de economía doméstica que aquí reseñamos es más bien un compendio de saberes útiles que un tratado higienista al uso. En él volcó el autor su propia y dilatada experiencia vital, los conocimientos de su profesión y todo cuanto formó parte de su ambiente para ofrecer una obra funcional en un lenguaje directo, didáctico, pero no paternalista o moralizante. Trata todo tipo de temas que pudieran ser útiles en un entorno urbano orientado hacia el sector primario, como era el propio de la Baeza decimonónica, no muy diferente de cualquier otro gran núcleo agrario andaluz. Se estructura en nueve apartados diferentes, que en su diversidad recuerdan más bien a los manuales y repertorios anteriores al enciclopedismo ilustrado que a un producto sistemático, aunque quizás por ello gana en espontaneidad y pragmatismo.

 

Así, el primer capítulo encaja perfectamente con la orientación doméstica de la obra, al tratar sobre los diferentes tejidos, la forma de lavarlos, plancharlos y eliminar toda suerte de manchas, lo cual contrasta enormemente con el siguiente, al versar éste sobre diferentes tipos de construcciones, materiales y cálculo de fuerzas, siendo éste el más largo y más arduo, al quedar reflejada la naturaleza científica de la formación ingenieril del autor más allá por encima de la aplicación práctica de sus principios. El capítulo tercero, por su parte, es el más cercano al ámbito artístico, al ocuparse de pinturas, barnices, colores, así como al mantenimiento y restauración de los cuadros; un tono conservacionista que también se percibe en el siguiente, sobre la unión de objetos rotos, en actitud tan opuesta a la moderna sociedad de lo desechable.

 

Los capítulos centrales, quinto y sexto, están ligados, respectivamente, a las recetas culinarias básicas en un ambiente doméstico, así como a la preparación de vinos, licores y otras bebidas. El séptimo, por su parte, se dedica tanto al aseo corporal (productos de tocador) cuanto al adorno, al ocuparse de metales preciosos y piedras de valor, su reconocimiento y limpieza. No menos curioso es el octavo, que bajo el término genérico de “secretos”, agrupa consejos para eliminar chinches, pulgas, polillas o ratones, amén de otros para el tratamiento de tejidos costosos. Y, en fin, el noveno, y segundo más largo de tan variopinta agrupación de intereses, se dedica plenamente al mundo del higienismo, al versar sobre medicina doméstica en el tratamiento tanto de enfermedades comunes como otras epidémicas, con consejos sobre la nutrición, hábitos de descanso e incluso ejercicios de “gimnástica”.

 

El avezado lector, en definitiva, encontrará en esta deliciosa obra ocasión para imbuirse en el espíritu de una época, para reflexionar sobre las necesidades cotidianas de los hogares españoles del Ochocientos, en ocasiones para devanarse los sesos intentado desentrañar muchos productos habituales antaño, pero extraños entre nosotros –sangre de drago, esperma de ballena, agua de gavilla, por poner algún ejemplo al azar–, para, en fin, si se tercia, para saber eliminar manchas de cera o tinta, traspasar un lienzo, preparar alcachofas rellenas o aplacar la picadura de una abeja.

 

 

José Policarpo Cruz Cabrera

Profesor titular de historia del arte Universidad de Granada

 

atrio n.º 18 | 2012, p. 153-156

ISSN: 0214-8293