Arquitectura rural durante el
siglo XVIII en la hacienda
Buenavista de Lima, Perú
Sandra Negro
Pontificia Universidad Católica
del Perú. Lima, Perú
atrio, 12 (2006) ISSN: 0214-8289 p. 5 - 18
Resumen: La presente contribución analiza y reflexiona en torno
a la arquitectura de la hacienda Buenavista, situada en las inmediaciones de Lima actual. La propuesta
arquitectónica de mediados del
siglo XVIII ha perdurado hasta
la actualidad. Constituye un caso único que nos permite comprender
el uso del espacio y su funcionamiento, en el contexto
de una de las propuestas de diseño
para las viviendas rurales virreinales
en el Perú.
Palabras clave: hacienda, arquitectura rural, vivienda, Lima, Perú, siglo
XVIII.
Abstract: The present contribution analyzes and
reflects about the architecture of the hacienda Buenavista, situated in the
surroundings of Lima. The architectural proposal related with the 18th century,
has lasted to the present time. It constitutes an unique case that allows the understanding
related with the use of space and its organization, in the context of a specific
design proposal used in the rural architecture
in of viceregal Peru
Key words: hacienda, rural
architecture, domestic dwelling, , Lima, Perú, 18th century.
El estudio de las casas de morada rurales –muchas
veces asociadas con la existencia de haciendas, estancias y “chácaras
y chacarillas” diversas–
no ha llamado la atención de
los historiadores de la arquitectura
peruana hasta el presente. Entre las dificultades más visibles encontramos el hecho que
la información documental se halla sumamente dispersa y no siempre disponible para
los inmuebles que se pretende
investigar. Por otro lado, al tratarse de edificaciones para la vida cotidiana, han pasado de un propietario a otro con gran facilidad a través del tiempo. Desafortunadamente en las escrituras de compra- venta realizadas a lo largo de los
siglos, el elemento con frecuencia
inexistente es el relativo a
la descripción arquitectónica
de los inmuebles.Adicionalmente hay que tomar en consideración
que tales propiedades han sufrido un número significativo de refacciones y modificaciones, lo que no nos permite muchas veces aproximarnos a entender el desarrollo de la vivienda rural virreinal.
El caso de la hacienda Buenavista
se presenta como excepcional, ya que cuenta con información documental
de archivo a partir del último tercio del siglo XVII, la cual ha podido ser analizada comparativamente con el
inmueble que ha llegado hasta
nuestros días. La vivienda se encuentra situada encima de un promontorio, ubicado sobre la margen derecha del río Lurín, a corta distancia de su desembocadura y a escasos 30 km. al sur de la ciudad de Lima. El nombre de este predio alude al paisaje amplio e irrestricto que se tiene desde la casa hacia la playa, el mar
y la campiña circunvecina. La
importancia de dicha propiedad reside en que se trata de uno de los pocos casos en
la costa central del Perú, que ha llegado hasta la actualidad con escasas alteraciones a nivel de diseño arquitectónico. Propiciamente no ha sido demolida en años
recientes, si bien se halla protegida patrimonialmente tan sólo de manera parcial1.
Viviendas de tipología similar no han sobrevivido la expansión urbana de Lima y han desaparecido
durante el último tercio del
siglo XX. Dos significativos
ejemplos pertenecientes al siglo XVIII fueron las casas de las
haciendas Chacra Ríos2 y Maranga3, que compartieron
similar propuesta arquitectónica
que Buenavista. Un tercer caso
lo constituye la antigua hacienda San Isidro, cuya casa al presente
está muy modificada4. Se trata de
viviendas rurales de pequeñas
y medianas dimensiones, con
áreas edificadas que oscilan en torno
a los 1.000 m2.
Debido a su tamaño relativamente
reducido, no han desarrollado patios interiores organizadores de los diversos ambientes arquitectónicos. Se trataba de un diseño conceptualmente opuesto, ya que el núcleo de habitaciones se hallaba rodeado periféricamente por una amplia galería techada, la cual podía ser parcial o totalmente envolvente. Esta solución ofrecía
un ambiente semiabierto, gracias
al empleo de una arquería formada por arcos con diversas soluciones estructurales y ornamentales. En ciertos casos de viviendas edificadas con menores recursos,
los arcos fueron reemplazados
por pies derechos o columnas de madera,
que a manera de pórticos sustentaban la cubierta.
Ha sido posible documentar
la hacienda a partir de 1687, cuando
don Juan Hurtado de Cháves, la adquirió
en el remate público que llevó a cabo el Santo Tribunal de la Inquisición,
en el concurso de acreedores a los bienes de don Fernando
Perales y Saavedra.A su muerte –ocurrida tres años más
tarde– la propiedad fue heredada por su hermano, don José Hurtado de Cháves y Enríquez de Mendoza,
conde de Cartago. Poco tiempo
después la hacienda pasó a maños de doña Magdalena, en su calidad
de albacea y tenedora de los
bienes de su hermano difunto. En 1697 decidió venderla a don Diego de Chávez y la Madrid, si bien por entonces no se trataba de una propiedad muy extensa, ya que contaba solamente con treinta y una
fanegadas5 de tierras con calidades diversas.
Después del fallecimiento de don Diego, sus hijos
Diego y Martín –ambos presbíteros– tomaron en 1745 la decisión
de extender las tierras de la hacienda6. Para ello
adquirieron un total de ochenta
fanegadas de “tierras bajas” a doña María Fernández de Córdova y
Figueroa. A principios de 1767 don Diego de Chávez como único propietario
de la finca, ya que su hermano
había por entonces fallecido, optó por venderla a don Francisco Antonio Lastra.
La hacienda constaba de 111 fanegadas equivalentes a poco más de 312 hectáreas,
más un pedazo de tierra conocido con el nombre de chacra El Olivar, en el cual
se había edificado un estanque de agua.También
formaron parte de la transacción las lomas de Pucara y
los cerros Conejo Grande, Conejo Chico y Manzano7. Estos
últimos habían sido reconocidos en propiedad a don Diego de Chávez
y la Madrid en 1718, por el virrey
don Carmine Nicolás de Caracciolo, príncipe de Santo Buono. Se trataba de amplias llanuras aprovechables para el pastoreo y faldas piedemontinas con bosques de algarrobo, las cuales habían sido
objeto de una larga disputa con Francisco Taulichumbi
Sabacapa Inga, curaca principal
del pueblo de Pachacamac. Esta
se había resuelto judicialmente a favor de don Diego Chávez y la Madrid algunos
años antes8.
El precio fijado
fue de 32.000 pesos, de los cuales 27.000 estaban colocados
en censos redimibles9. En cuanto a los 5.000 pesos pendientes,
1.000 debían ser entregados
de contado y con los restantes
4.000, el nuevo propietario debía fundar un Aniversario
de Legos para las cinco personas señaladas
por don Diego. Añadidamente Lastra
debía entregar 100 pesos mensuales al presbítero para su manutención.
La hacienda Buenavista hacia mediados
del siglo XIX. Dibujo a lápiz y carboncillo de Leonce Angrand, 1838.
En 1770 Lastra10 adquirió a los religiosos de la Hermandad
de San Felipe Neri, una propiedad
conocida con el nombre de Villena,
con 39 fanegadas de tierras sembradas con panllevar. El
precio pactado fue de 22.700 pesos. En su testamento11 Lastra señalaba que ambas haciendas habían sido reunidas bajo el nombre de Nuestra Señora de la Candelaria.
No obstante, esta denominación
no prosperó y desde entonces hasta el presente mantuvo el nombre original de Buenavista
y Villena.
Por aquellos años fue una propiedad agroganadera.
Dentro del rubro agrícola se
dedicó a la sembradura de maíz y trigo. Gracias a los extensos bosques de algarrobo que la complementaban, también comercializó leña para uso doméstico.
Sin embargo, la base económica principal fue la ganadería
vacuna, ovina, asnal y caballar que se sustentaba en los pastizales de las extensas colinas que formaban parte de la propiedad.
El 22
de febrero de 1775 don Francisco Antonio Lastra Florín –capitán de una de las compañías del
regimiento de Dragones de Caballería del valle de Carabayllo– otorgó su testamento, debido a que se hallaba gravemente postrado e inmovilizado a causa de un accidente
que había sufrido. Al no tener
descendencia, señaló como herederas universales a su esposa, doña
María Isabel Gastelu y a su
madre, doña María Josefa Florín Correa. El 3 de marzo de ese
mismo año, agregó un codicilo estableciendo dos buenas memorias –una pública y otra secreta– las cuales debían implementarse después de su
fallecimiento.
Tomando en cuenta que la hacienda estaba gravada con un censo de 40.700 pesos
de principal, especificó que a su
muerte se tomase el dinero necesario de su caudal para redimirlo a la brevedad12.También estipuló que si
sus bienes resultasen insuficientes para tal fin, se procediese a poner en venta la huerta
El Naranjito, situada en la Alameda de los Descalzos de
Lima, propiedad de su madre. A través de los años Lastra había invertido importantes sumas de dinero en dicha huerta,
motivo por el cual se sintió libre de poder disponer de ella.También
agregó la casa de morada que los cónyuges
tenían en la Alameda de los
Descalzos del Señor San Francisco,
si bien se trataba de una herencia que su esposa había recibido
de sus progenitores. En la división de los bienes, María Isabel
recibió las dos terceras partes del total y su madre el
tercio remanente13.
En cuanto a la buena memoria secreta, proponía la institución de un vínculo formado por tres personas: su madre, su esposa
y don Dionisio Mesa14, los tres en calidad de albaceas
y solamente las dos primeras
como herederas. Entre las instrucciones asociadas con los bienes
inmuebles, tenemos la disposición de contratar un sacerdote de vida recta y ejemplar, para oficiar misa obligatoriamente todos los días del año en el oratorio de la casa.
Este religioso debía hacerse
cargo de la enseñanza de la doctrina
cristiana a los esclavos de
la hacienda, recibiendo un estipendio anual de 500 pesos. En la buena memoria se percibe una permanente preocupación para que la hacienda se mantenga
intacta, lo que se refleja además en la disposición
por la cual, del total de las ganancias
obtenidas, se debía apartar la quinta parte para el arreglo y mantenimiento de la casa y demás dependencias15.
Tres
años después de su muerte –acaecida
en julio de 1775– su viuda contrajo
nuevas nupcias. En 1787 la hacienda fue entregada en arrendamiento a don Manuel
Espinosa de los Monteros. El contrato estipulaba un plazo de nueve años, de los cuales cuatro eran
forzosos. Evidentemente a pesar de las minuciosas estipulaciones testamentarias de Lastra, sus deseos en torno al buen
cuidado de la casa quedaron
prácticamente en el olvido. Poco después
la Real Junta de Temporalidades, ejecutó
un embargo preventivo sobre
la hacienda, por el pago atrasado
de los intereses devengados
del censo que pesaba sobre la propiedad y que no fueron oportunamente pagados. Por motivos que desconocemos, el censo no fue redimido tal
como Lastra instruyó en su
testamento. La confiscación
fue extendida sobre el alquiler de 4.000 pesos anuales que pagaba el arrendatario.
Existe un vacío documental
de casi un siglo, por lo cual no hemos podido
hacer un seguimiento detenido de los avatares que sufrió
la propiedad. En 1866 hallamos
que la hacienda pertenecía a doña
Isabel Uranga de Duffó, quien la había recibido en sucesión
de su madre16. De
acuerdo con su testamento, doña Isabel la heredó a sus siete hijos legítimos. Aquí comenzó un rápido
proceso de desintegración de la propiedad17,
ya que cada hijo comenzó a vender su parte por separado,
perdiéndose así la hacienda
como conjunto18. Una parte
de las tierras fue adquirida
por el doctor Pedro Arciniega19-20 cuyos descendientes cedieron gratuitamente al gobierno, un área considerable para
el tránsito del ferrocarril
Lima-Lurín21. En compensación fue establecido un paradero y un desvío ferroviario desde la estación del tren hasta la línea fronteriza de la casa. En el contrato quedó estipulado que dicha estación, habría de usarse exclusivamente para atender el servicio de carga de dicha hacienda y las colindantes que
pudieran existir, las que por
entonces habían orientado su producción al algodón.
A partir de 1880 se sucedieron las particiones, sucesiones, cesiones y ventas diversas, desmembrando la propiedad original y reduciéndola a parcelas de extensión variada22.
A pesar de ello, la casa y una
parte de las tierras aledañas
lograron llegar relativamente intactas hasta el último tercio del siglo XX. Con la
reforma agraria, impulsada por el dictador General
Juan Velasco Alvarado en 1969, la propiedad
fue ocupada por el sindicato de trabajadores agrícolas y en breve transformada en una cooperativa. Durante el segundo gobierno del presidente Fernando Belaúnde Terry (1980-85), se determinó
que cada campesino de una cooperativa debía recibir una
parcela de tierra para su cultivo y beneficio personal, lo cual generó una aguda atomización del agro que subsiste al presente.
En el caso de la antigua hacienda Buenavista –que a mediados
del siglo XVIII llegó a tener más de 434 hectáreas de extensión– quedó reducida a finales del siglo pasado a tan solo 20.000 m2. La mitad de dicha área está formada
por el promontorio rocoso sobre el cual se asienta la casa, mientras que la restante
es apta para el cultivo. El
penúltimo propietario fue Jorge Koechlin Von Stein quien la adquirió en 1996, cediéndola como donación a las Hermanas Agustinas de Jesús en el 2003. La
agonía de esta propiedad aun no termina, ya que las religiosas la mantienen en un estado de virtual abandono y expuesta a su destrucción total.
Plano de la planta de la hacienda Buenavista.
1. Zaguán, 2. Enfermería,
3. Corral, 4. “Corredor” o Galería,
5. “Principal” o Salón, 6. “Cuadra
de Estrado” o Comedor,
7. “Cuarto de dormir”o
Cámara pincipal,
8. Antecámara, 9. Cámara,
10. Despensa, 11. Cocina,
Patio de Servicio, 13. Escalera a la pieza alta, 14. Oratorio,
15. Sacristía, 16. Manantiales.
La arquitectura virreinal estuvo formada por la casa de morada,
las habitaciones utilizadas
por los negros y otras dependencias
de servicio. La vivienda principal
al parecer ya estaba edificada en 1767, con una solución arquitectónica idéntica a la que ha
llegado hasta nosotros. En la escritura de venta otorgada por el presbítero Diego de Chávez a don Francisco Lastra, se consigna “[...] la vivienda alta y baja, tapias, alfalfares
[...]23”. Si bien se hace referencia a una edificación alta y baja, esto
no significa que la vivienda tuviese dos pisos, sino más bien que estuvo edificada en dos distintos niveles sobre el altozano en que se hallaba.
En el plano más bajo y orientado hacia el suroeste, se encuentra la portada de ingreso, formada por un
simple arco de medio punto con archivolta
ornamental. Las jambas del vano
carecen de imposta, de tal manera que estas entregan directamente a la curvatura del arco. Esta abre
sobre un elemental zaguán, que
tiene a ambos lados los ambientes
arquitectónicos correspondientes a las antiguas enfermerías
para el cuidado de los esclavos, estrictamente separados
por género. En el inventario
de la hacienda realizado el 11 de agosto
de 1775 se señala que “[...] a la entrada de dicha casa dos piezas con diez y seis separaciones para formar camas por servir de enfermeria con sus postigos y ventanas corrientes y sus techos el uno de quartoneria y el otro de piñuelas, asimismo un arco grande de adoveria a la entrada de dicha
casa [...]” 24.
Casa principal de la hacienda Buenavista, estado acual. S. Negro, 2005.
Allí se hallaba también el corral de mulas, situado a un costado y próximo a la enfermería.Al
centro del área abierta y sin techar destacaba la
escalera, resuelta totalmente en adobes, que facilitaba
el acceso al siguiente nivel donde se desarrollaba la casa de morada. El núcleo
de la vivienda estaba rodeado por una galería techada “[...] con tres caras con veinte y tres arcos, los veinte y uno descubiertos y los dos que hacen la parte del oratorio [...]
y dichos arcos y pilares como toda la demas
obra que carga encima de adoveria corriente [...]”25. Actualmente
los veintitrés arcos aun se
conservan. Nueve de ellos están distribuidos en la fachada
principal y otros nueve en la
posterior, mientras que los cinco
restantes completan la fachada lateral orientada hacia el oeste. Esta galería perimétrica
facilitaba la comunicación entre
las distintas habitaciones.
Al mismo tiempo era un espacio para descansar, muy fresco durante el verano y con una impresionante vista panorámica del mar y el
valle de Lurín.
La disposición de todas las habitaciones que han perdurado en
la vivienda, coinciden exactamente con las inventariadas en 1775, lo cual hace de esta
vivienda rural un acaecimiento
extraordinario y único en la costa central del Perú. La propuesta
arquitectónica a nivel de diseño es cerrada, ya que carece de patios o espacios abiertos interiores, como solía suceder en
las casas de morada urbanas o en
las grandes casas rurales. Esta
solución tiene relación directa con el reducido número de habitaciones que la componen, las
cuales en conjunto no superaban los 760 m2 de área
edificada.
Al terminar el ascenso por la escalinata de ingreso, hallamos hacia el oeste las habitaciones de uso social. Estas eran el salón o “principal26”
y el comedor o “cuadra de estrado”, tratándose en ambos casos de espacios
rectangulares alargados. El “principal” presentaba
la clásica disposición de una
Puerta central, flanqueada por dos ventanas que abrían hacia la galería, mientras que en el muro opuesto dos vanos posibilitaban la comunicación espacial con la “cuadra”. Esta última habitación fue objeto de una partición transversal,
llevada a cabo posiblemente en
algún momento durante el siglo XIX, generando dos cuartos cuadrados27. Estos ambientes y su disposición fueron consignados como: “[...]corredores de quatro varas de ancho donde se sigue la pieza de la sala de adoveria con sus puertas y ventanas en buen uso
de donde sigue la quadra de
estrado de adoveria asimismo
corriente [...]28”.
Tanto
desde la cuadra de estrado, como a partir de la galería principal, se
accedía a la cámara utilizada para el reposo y la pernoctación. Esta se comunicaba con una habitación adyacente, cuya función estuvo vinculada con el área de descanso asociada al ámbito familiar, ya que desde ella se accedía
al segundo dormitorio. Estas fueron descritas
como “[...] el quarto de dormir
con sus puertas y ventanas,
una camara y quarto que sale al corredor
de adoveria corriente con sus
puertas y ventanas [...]29”.
Hemos confirmado a nivel documental que solamente existieron dos dormitorios, ya que en el inventario
relativo a los muebles de la
casa se mencionan tres camas,
dos con un mismo diseño que
estuvieron en el dormitorio principal y un catre que
asumimos estuvo colocado en el dormitorio anexo.
Casa principal de la hacienda Buenavista, Esacalera
de acceso a la galería alta y restantes habitaciones. S. Negro, 2005.
La solución arquitectónica planteada –que contemplaba solamente dos habitaciones para pernoctar– tiene relación con el hecho que se trataba de una vivienda rural, en la cual su
propietario permanecía en ella solamente
por cortos periodos de tiempo, ya que habitaba de manera permanente en la ciudad de los Reyes.
Por otro lado, en este caso
concreto don Francisco Lastra y su esposa, carecían de
descendencia. En general, podemos afirmar que hemos logrado determinar
una marcada tendencia en las
casas pertenecientes a las haciendas virreinales, de contar con un número reducido de dormitorios. Es posible que la vida social no fuese muy intensa
en el campo y los huéspedes
no pernoctaran allí con frecuencia. Una situación totalmente distinta se vivió durante el siglo XIX, ya que por entonces las casas rurales fueron
transformadas en réplicas –en cuanto
a dimensiones, comodidades y
lujos– de las viviendas urbanas. En estas
últimas, las reuniones sociales, fiestas y tertulias, eran habituales y de gran boato. Durante dicha etapa fue común
que las casas rurales tuviesen más
de una decena de dormitorios,
para que sus invitados se hospedaran
durante considerables periodos de tiempo.
Hacia el este geográfico se hallaban las dependencias
de servicio formadas por la cocina, despensa y patio con
su respectivo horno. Documentalmente se reseña que:
“[...] sigue otra pieza que sirve de expensa con puerta al corredor, otra dicha con una pieza alta encima con su escalera [...] otra dicha que sirve de cocina con su fogon y chimenea [...] y en un patio hay un horno regular y
un pozuelo para botar agua de cal y piedra
y dos piezas pequeñas que sirven
de cuyeros [...]30”
Observando la disposición de cuartos que ha llegado hasta el presente, podemos determinar la existencia de una habitación que debió
ser la despensa. A continuación tenemos
la antigua cocina, sobre cuya pared lateral aun es visible la escalera que ascendía hacia habitación que se hallaba en el segundo nivel
y que actualmente ha desaparecido. Estas habitaciones
colocadas encima de las cocinas, amasijos
o eventualmente las caballerizas,
eran las utilizadas como cuarto de dormir para los sirvientes de la casa.
En las fotos de archivo del año 1964, podemos observar que encima del muro de la cocina que daba al patrio de servicio, existía una pequeña espadaña de un solo cuerpo y un único vano, que debió alojar una campana31. Probablemente
se trata de una adición llevada a cabo a finales del siglo XIX o principios del XX. Esta afirmación se sustenta en los documentos virreinales compulsados, ninguno de los cuales consigna una espadaña o una campana.
Dicho elemento arquitectónico tampoco aparece graficado en el dibujo de la casa, realizado en 1838 por el viajero Leonce Angrand. Sin embargo, en la
representación llevada a cabo por el pintor Sabino Springuett en 1941, es claramente perceptible el remate de
una pequeña espadaña en el sector de servicio del inumeble.
El documento trascrito señala que la cocina
y despensa abrían sobre un patio de servicio en el cual había
un vertedero para botar las
aguas sucias, así como un espacio
para criar cuyes. No hay mención alguna acerca de la ubicación de la letrina. Hay que tomar en cuenta que tales servicios no se ubicaban por entonces en el interior de las viviendas, debido a que la falta de agua corriente
hacía que estas expidiesen malos olores y atrajesen
insectos y bichos indeseables. Era usual ubicarlas al
fondo de la huerta o en un traspatio. En el inventario de la presente casa, solamente se hace referencia a una “alcantarilla de cal y ladrillo que está a la entrada de
la casa”32. Para las necesidades fisiológicas nocturnas empleaban
los bacines de losa con tapa,
que eran vaciados y lavados cada mañana.
En Lima existieron diversas haciendas que los producían,
hallándose todas ellas situadas en las inmediaciones de las denominadas caleras o depósitos naturales de cal. El área donde se concentraba la
mayor parte de estas en Lima
durante el siglo XVIII, fue en
las proximidades del cerro “El
Agustino” a la salida de
la ciudad a través de la portada de Cocharcas.
En cuanto al abastecimiento de agua para el uso doméstico, existieron dos manantiales de agua dulce al pie del
promontorio que sustenta la vivienda principal. Aun al presente de ellos mana abundante agua cristalina, utilizada por los pobladores del asentamiento humano Buenavista.
Durante el siglo XVIII —aunque
probablemente desde que fue edificada la primera casa en el siglo anterior— el agua para beber, asearse y cocinar era conducida
mediante “una pipa de cargar agua”
hasta la tinajera de la casa, que contaba con su
respectivo candado33.
Por último formaba
parte de la casa un oratorio, el cual
estaba situado al final de la
galería opuesta al ingreso a la vivienda. Constaba de una pequeña nave con dos bancas de madera y dos confesionarios. Estos últimos serían se suma utilidad en
las confesiones que los esclavos
debían obligatoriamente hacer por lo menos en Navidad y con ocasión de la Semana Santa. El inventario de 1775 nos confirma
que se trataba de:
“[...] una pieza que sirve
de oratorio con su sachristia
techada con quartones de cinta embebida entablados con tablas de pino y en ella
dos bancas de roble con sus pies de amarillo y chambrana alta y baja y en los extremos
de dichas dos bancas sus rejas
que sirven de confesionario.
Asimismo tres
ventanas una con vidrio y
las dos llanas [...]”34
Completaban mobiliario, un retablo nuevo con hornacinas
donde se exhibían tres esculturas en bulto de tamaño
mediano y dos pequeñas. La
mesa del altar estaba adosada
al retablo y era de roble. Desde la nave se accedía a una minúscula sacristía donde había una cajonería para guardar los ornamentos sagrados. Las fuentes documentales nos indican que la
pared medianera entre la nave y sacristía era de quincha. A pesar que dicho tabique actualmente
se halla prácticamente al ras del suelo, aun es posible observar con claridad los restos del bastidor de madera que sustentaba las cañas amarradas con tiras de cuero y que constituían la pared de quincha antes
señalada. Las misas se acompañaban con la música proveniente de un arpa nuevo de cocobolo.
El mobiliario de la casa era muy simple y elemental, propio para
una vivienda en el campo. Algunas habitaciones, tales como el comedor y la recámara, contaban con hornacinas embutidas en el muro, para ser utilizadas como repisas. En cuanto a los muebles, podemos reseñar que en la sala había dos sillas rústicas forradas de tela carmesí y ocho sillas con sus cojines de baqueta, una mesa pequeña, una cómoda con sus cajones y dos rinconeras o armarios de forma
triangular colocados las esquinas.
El comedor contaba con una mesa
grande acompañada por ocho sillas corrientes,
dos escaños viejos tres mesas portátiles, una cómoda pequeña con sus cajones y un escaparate antiguo. Un aspecto interesante es que documentalmente
se hace referencia a “[...]
un estrado en la quadra [...]
una mesa pequeña de estrado
[...]”35. El estrado era una pequeña tarima de madera, sobre la cual se colocaban
sillas, mesas u otros muebles
y donde la dueña de casa se
reunía a departir con sus amistades femeninas. Estas eran muy
frecuentes en las casas de morada
situadas en las ciudades. Como podemos observar, su empleo
se extendió en las viviendas rurales.
En cuanto al mobiliario existente en los cuartos para dormir, solamente fueron reseñados tres catres –dos antiguos y maltratados que debieron estar en la cámara
principal y el otro de Guayaquil– dos sillas y dos mesas ordinarias. Dentro del conjunto de muebles tasados, también figuran nueve cornucopias de madera barnizadas. Se denominaban así a los marcos de madera tallados dentro de los cuales se colocaba un espejo. Contaban en la parte inferior con uno o más brazos
para poner bujías o velas. La luz de estas reverberaba en el cristal, aumentando la luminosidad del ambiente.
Las restantes dependencias complementarias a la
vivienda estaban formadas por los galpones para los esclavos,
emplazados al pie y hacia el suroeste del montículo rocoso
en cuya cima
se erigía la vivienda principal.
Los documentos hacen mención a la existencia
de “[...] un galpón que se halla situado en quadro
con quatro paños de arquería con su puerta nueva de dos hojas y [roto]
correspondiente y un postigo
bien tratado con su umbralada doble [...]”36.
En este espacio
arquitectónico pernoctaban los
negros, estrictamente separados por género y condición
familiar, a los cuales se les encerraba
con llave al anochecer. Si bien
no hay ninguna referencia concreta acerca de un cuarto de castigo para los esclavos, este debió funcionar en una de las cinco habitaciones anexas al galpón, ya que en el inventario de la herrería se hace referencia a instrumentos de castigo y restricción tales como “grillos y bragas corrientes”37.
En las proximidades del galpón se hallaba además la huerta, tres corrales
cercados con muros de adobe,
un molino de granos y una “colca” o depósito para guardar harinas y semillas. Allí se encontraban además dos eras nuevas donde se trillaban los granos, las cuales habían sido
soladas con adobes. Por último
tenemos los diecinueve establos para el ganado caballar, edificados con pilares dobles de adobe. Al presente todo este
sector ya no existe, pero hay suficientes restos arquitectónicos para poder identificar su ubicación original.Actualmente el área
se halla ocupada por un conjunto
de viviendas pertenecientes
a la cooperativa agraria de
usuarios Buenavista y por el centro educativo inicial
Manuel Miguel Valle y Valle.
La hacienda Buenavista a mediados del siglo XX. Dibujo de Sabino Springuett, 1941
La vivienda principal de la antigua hacienda
Buenavista y Villena que hemos
expuesto en esta contribución, a duras penas ha llegado hasta el
presente. Su estado actual es
deplorable, aunque todavía es
posible recuperarla si se actúa a la brevedad.
Las razones que hacen imprescindible su conservación y puesta en valor,
se sustentan en el hecho que es la única casa rural de
este tipo, situada en las inmediaciones la ciudad de Lima perteneciente
al siglo XVIII, que ha llegado hasta nuestros días. La
solución espacial, arquitectónica y constructiva, es
básicamente la misma que la
descrita en el inventario realizado en 1775 a la muerte de don Francisco
Lastra. Se trata de un caso
inusual de preservación no intencional de la arquitectura
virreinal en el país. Con frecuencia las viviendas de los siglos XVII al XIX, han
sufrido una serie de remodelaciones y arreglos diversos
a través del tiempo, siguiendo las modas y tendencias culturales que la sociedad
ha ido desarrollando.
La ciudad de Lima y sus alrededores
prácticamente carecen de viviendas rurales pertenecientes a
la etapa virreinal que perduren hasta el presente. Destacan en las inmediaciones las casas de las antiguas
haciendas San Juan Bautista de Villa y San Juan de Surco,
ambas pertenecientes a la Compañía de Jesús hasta su expulsión en 1767. Se trata sin embargo, de propuestas arquitectónicas distintas, propias de las grandes casas que contaban con uno o más patios, alrededor de los cuales se organizaban
los espacios arquitectónicos de uso social y privado de los habitantes
permanentes o eventuales de la hacienda.
La prolongada permanencia de la casa principal perteneciente a la antigua
hacienda Buenavista y su bucólico
emplazamiento sobre la cúspide de un montículo aislado, al pie de los cerros que
delimitan el delta del río Lurín, ha sido objeto de inspiración de viajeros y artistas. En 1838 el diplomático francés Leonce Angrand38
la reprodujo en una de sus ilustraciones en torno a la vida rural en los alrededores de Lima. Al ver el dibujo a mano alzada tomado del natural, podemos reconocer de inmediato la volumetría de la casa,
así como la perdurable arquería exterior. Sin embargo la composición del lugar es otra, el sitio ha sido considerablemente idealizado y el
conjunto tiene el inconfundible
aire romántico propio del siglo
decimonónico.
Más de una centuria después, continuaba siendo inspiradora de temas campestres. En 1941 fue objeto
de un dibujo hecho a pluma por el pintor Sabino Springett39, aun cuando su representación es
absolutamente arquitectónica y no paisajista. El ángulo
asumido por el artista es el
ingreso principal a la casa, no existiendo por lo tanto
a espaldas del inmueble nada
que pudiese complementar la
representación, ya que detrás se halla el fondo del valle de Lurín con el río que discurre por él, pero a una altura considerablemente inferior, que no logra verse desde el punto de visión utilizado en la composición.
Al presente su
situación de total abandono
es lamentable. El peligro de derrumbe
natural o intencional es inminente.
Personas inescrupulosas han
sustraído a través de los años las vigas del techo, las puertas y ventanas. Es necesaria sin duda una intervención institucional urgente para que un
patrimonio de esta naturaleza y único en Lima, no termine despareciendo irremediablemente.
1.
Ha sido declarada por el Instituto
Nacional de Cultura del Perú como “inmueble de presunción de patrimonio cultural”, mediante la resolución de fecha de 27 de octubre del 2003, partida 42246328, asiento C00001
y ficha 430955.
2.
Por falta de una adecuada tutela cultural, esta casa fue demolida en 1974 para
dar paso al polideportivo del colegio Santa Isabel de Hungría.
3.
La vivienda fue dibujada por el viajero Leonce Angrand
en 1838. El gráfico muestra una galería envolvente con arcos trilobulados. Desafortunadamente ha sido demolida en la década de 1960,
para dar paso a un parque municipal. Solamente queda en
pie la pequeña capilla de la ex-hacienda, que repite el arco trilobulado en el ingreso al templo.ANGRAND, Leonce. Imagen del Perú en el siglo XIX. Lima: Milla Batres, 1972.
4.
Desconocemos su diseño original, si bien aun se conservan ciertos rasgos relacionados con la arquitectura virreinal rural. Estos se manifiestan en la doble escalinata de acceso que entrega a la galería frontal, resuelta con arcos de medio punto.
En el interior solamente han perdurado dos ambientes coloniales: el salón o “principal” y el comedor o “cuadra de
estrado”, ambos situados de manera transversal con respecto al ingreso principal. En
los siglos siguientes fue objeto de una serie de modificaciones republicanas y otras de fecha muy reciente. Sobre el lado de la Av. Paz Soldán fue adicionado durante la primera mitad del siglo XX un balcón “de cajón” o cerrado, de probable
filiación republicana tardía, el cual fue asentado sobre un voladizo de concreto armado. La casa
ha sido utilizada en años recientes como
restaurante y sala de exhibiciones temporales.
5.
La unidad básica de superficie agrícola, establecida por las
autoridades
en Lima en el año de 1579, fue la fanegada. Esta era un rectángulo de 144 x 288 varas, lo cual equivalía a 28.840 m2 o 2,88 hectáreas.
6.
La propiedad tenía un censo de 10.000
pesos perteneciente a los albaceas y herederos de don Antonio Bejarano, conde
de Villaseñor. Ambos
hermanos acordaron subrogar el censo existente por otro equivalente, con dinero proveniente del monasterio de las Nazarenas de San Joaquín.
Después de largas negociaciones, que duraron cinco años, lograron finalmente la redención del censo. Por otro lado, la madre Grimanesa Josepha
de Santo Toribio,
priora del monasterio aceptó otorgar los 10.000 pesos,
porque juzgaba que la finca era de reconocida utilidad a dicha casa religiosa y asimismo consideraba de gran importancia “tener este socorro para alivio de sus urgencias”. Archivo General de la Nación, Lima (A.G.N.L.)
Notarios,
Antonio José de Ascarrunz. Prot. 68, fs. 918 a 940 vta. 21 de agosto de 1751.
7.
La lomas de Pucara y los cerros señalados aun se denominan así en la actualidad. Al revisar el plano 25-J del Instituto Geográfico Militar del Perú, es posible ver la gran extensión adicional de lomas y faldas de cerros que formaban parte de la propiedad en la segunda mitad del siglo XVIII.
8.
A.G.N.L.Temporalidades,Títulos de haciendas. Leg.
14, 1789, f. 1 vta.
9.
De los
27.000 pesos de censo, 10.000 formaban parte de la Buena
Memoria de doña María Fernández de Córdova y Figueroa, 10.000
eran del Patronato de Mateo Pastor,
6.000 pertenecían a la capellanía de Juana de Sotomayor, viuda del general don Baltazar Pardo
y Figueroa y los últimos 1.000 pesos
eran a favor
de una capellanía de Jerónimo de Urvaneja.
A.G.N.L.
Notarios. Martín Pérez Dávalos,
Prot. 848, 13 de febrero de 1767, f.280 vta.
10.
En ese mismo año él y su madre fueron herederos universales de la fortuna del capitán don Miguel
Antonio Florín Correa,
de la caballería ligera destacada a la provincia de Tarma. Como este militar carecía de herederos directos, luego de dejar varios legados de limosna, otorgó el resto de sus bienes a su hermana, doña María Josefa
y a su
sobrino, don
Francisco Lastra. A.G.N.L. Notarios. Martín Pérez Dávalos, Prot. 850, 30 de agosto de 1769, fs. 320 vta. a 326.
11.
A.G.N.L. Notarios. Agustín Jerónimo de Portalanza, Prot. 873, 22 de febrero de 1775, f. 892 y ss.
12.
Dicho caudal provenía de dinero facilitado por el Colegio Máximo de San Pablo de
la Compañía de Jesús en Lima.
A la expulsión de los jesuitas en 1767,
el censo y el cobro de los intereses devengados fue asumido por la Real Junta
de Temporalidades. Existió un vínculo muy estrecho
entre Francisco Lastra y la Compañía
de Jesús. Este se desempeñaba como factor de la Orden,
comercializando vino, aguardiente y panes de azúcar producidos en las haciendas situadas en los valles de Lima,
Pisco e Ica.
A.G.N.L.Títulos, Leg.
76, Cuad.
4, 1767-1770, f. 24, y Leg. 101,
Cuad. 3, 1771,
fs. 76-80.
13.
El testador señalaba además que si su esposa se volvía a casar y hubiese tenido hijos legítimos, estos serían los herederos naturales
de sus bienes y de los 2/3 de la señalada hacienda.
Tomó la precaución de indicar cinco posibles sucesores, en caso que concurriesen ciertos hechos que imposibilitasen a su viuda o los restantes descendientes en orden de importancia heredasen. A.G.N.L. Notarios. Agustín Jerónimo de Portalanza, Prot. 873, 1770-1777, f. 893.
14.
Inicialmente por disposición del testador, el tercer miembro del vínculo debía ser el doctor
don Mariano de Salazar y Robles. Sin embargo, este decidió renunciar como albacea y fue señalado don Dionisio Mesa, por acuerdo de las dos herederas universales del interesado. A.G.N.L. Notarios. Portalanza, Idem. f. 896 vta.
15.
El documento contemplaba que si una de las tres partes involucradas en el vínculo lo quebrantaba, entonces la herencia debía pasar
al siguiente sucesor de los cinco señalados en forma descendente. En caso que con el decurso del tiempo, faltasen todas las personas señaladas como sucesores, la propiedad debía ser entregada a los religiosos de la Hermandad de San Felipe
Neri. Estos a su vez se obligaban a distribuir un tercio de las rentas para
el arreglo
de la casa, otro tercio para
dar de comer
y vestir a los pobres, mientras que el restante
debía servir para sustentar a los religiosos que enseñaban la fe cristiana.A.G.N.L. Notarios.Agustín Jerónimo de Portalanza, Prot. 873,
22 de febrero de 1775, fs. 894. La elección de la mencionada Hermandad por parte de Lastra no fue casual. En 1773,
cuando el Papa Clemente XIV suprimió la Compañía de Jesús,
tres de los seis claustros del Colegio Máximo de San Pablo de
Lima fueron entregados por la Real
Junta de Temporalidades a dichos religiosos, motivo por el cual
Lastra debió considerarlos como una suerte
de herederos espirituales.
16.
A.G.N.L. Notarios. Manuel
Iparraguirre,
Prot. 291, 29 de marzo de 1873, fs. 498 y 499. Prot. 292, 13 de octubre de 1873, fs. 856 y
856 vta.
17.
A.G.N.L. Notarios. Francisco Palacios, Prot. 571,
14 de diciembre de 1868, fs.
2050 a 2052 y Prot.
573, 10 de noviembre de 1869, fs. 118 a 1124 vta.
18.
A.G.N.L. Notarios. Claudio
José Suárez, Prot. 895, 22 de junio de 1869, fs. 187
vta. y 188.
19.
A.G.N.L. Notarios. Francisco Palacios, Prot. 571,
14 de diciembre de 1868, f. 2350 y
ss. Desafortunadamente ya
no aparece en las escrituras del siglo XIX,
mención alguna sobre el eventual destino de la vivienda que
se erigía dentro de la hacienda Buenavista.
20.
A.G.N.L. Notarios. Felipe
Orellana, Prot. 482, 17 de diciembre de 1852, fs. 692 y
692 vta.
21.
s/a “Indemnización por terrenos y cultivos en el ferrocarril Lima-Lurín”. En: Anales Públicos del Perú, Lima: s/e,
1918.
22.
A.G.N.L. Notarios. Manuel Orellana,
Prot. 537, 21 de septiembre de 1880, f. 447 vta.
23.
A.G.N.L.
Notarios. Martín Pérez Dávalos. Prot. 848, 13 de
febrero de 1767, f. 281 vta.
24.
A.G.N.L.Temporalidades,Títulos de haciendas. Leg.
14, 1775, f. 2.
25.
Idem
f. 2 vta.
26.
Las denominaciones de “principal”
para el salón de uso social
y “cuadra” o “cuadra
de estrado” para el comedor, fueron denominaciones utilizadas durante los ss. XVI al XVIII y como tales figuran en los documentos de archivo.
27.
Es posible sustentar esta modificación no solamente porque contradice los planteamientos arquitectónicos usuales dentro
del Perú virreinal, sino que además los adobes
empleados son de dimensiones distintas a los
utilizado en el resto
de la vivienda, semejando aquellos empleados a partir de mediados del siglo XIX.
28.
A.G.N.L.Temporalidades,Títulos de haciendas. Leg.
14, 1775, f. 1.
29.
Idem
f. 1.
30.
Idem
f. 1
31.
Lima: Instituto Nacional de Cultura, Archivo fotográfico, 1964, foto sin enumerar.
32.
A.G.N.L.Temporalidades,Títulos de haciendas. Leg.
14, 1775, f. 4.
33.
La tinajera era un mueble ubicado en el interior de la vivienda, generalmente empotrado en uno de los muros del comedor. En las viviendas rurales
con frecuencia se hallaba en el exterior de la casa.
En este último caso, se emplazaba sobre uno de los lados de la galería y adquiría la forma de un armario de madera con andanas de balaustres y postigos con
su respectivo candado. En el interior se colocaban varias tinajas hincadas en el suelo, las cuales recogían el agua que era filtrada a través de una piedra para destilar.
34.
A.G.N.L.Temporalidades,Títulos de haciendas. Leg.
14, 1775, f. 1 y 1 vta.
35.
Idem
f. 3 vta.
36.
Idem. f. 3 vta.
37.
Idem. f. 7 vta.
38.
Leonce Marie Angrand
(1808-1885), fue Vicecónsul de Francia
en el Perú entre
1834 y 1839. Además de diplomático fue un destacado dibujante, acuarelista y escritor.Viajero incansable, recorrió el Perú
recogiendo
impresiones
y visiones que plasmó en su obra americanista. Sus aportes comprenden tres aspectos principales. El primero se relaciona con la recopilación de libros y manuscritos sobre la historia del Perú. El segundo es la investigación arqueológica y el tercero la compilación de un repertorio gráfico de la arquitectura y urbanismo peruanos, la vida cotidiana de sus gentes y las costumbres populares.
39.
Sabino Canales
Casares, conocido como Sabino Springett, nació en Ayacucho en
1913. Como pintor fue discípulo de Jorge Vinatea Reinoso y José Sabogal. Se emancipó de las tendencias indigenistas del primer
tercio del siglo XX por considerar que su temática estaba demasiado circunscrita, Fue un pintor independiente y como tal optó por una gran libertad temática y compositiva, que lo llevó a dibujar a pluma y pintar sobre lienzo desde bodegones y paisajes, hasta temas sociales y humanos.