Puesta
en escena de los ángeles en la España del siglo XVII. Entre arte dramático y
artes pictóricas
Cécile Vincent-Cassy
Université Paris 13 - Nord. Francia
atrio,
13-14 (2008)
ISSN: 0214-8289 p. 161 -
176
Resumen: Este artículo trata sobre el culto de
los ángeles y su evolución a lo largo del siglo XVII, a partir del análisis de
sus representaciones pictóricas y teatrales. El estudio de este tema para
España ha sido desdeñado hasta ahora por los historiadores de la Iglesia en la
época moderna. A lo largo del siglo XVII se observa un proceso de
autonomización de la figura angélica que, para usar una metáfora, deja la corte
celestial para “tomar tierra”.
Palabras-clave: pintura, teatro, comedia de santos, ángeles, siglo XVII,
ángel de la guarda.
Abstract:This study focuses on
the cult of the angels and its evolution during the 17th c. analyzing its
representation in painting and theater. Spain has been ignored until now by
specialists of the History of Church in the early modern period. During the
17th c., the angelical figure acquires autonomy and, to use a metaphor, leaves the Heaven
Cort to “land on earth”.
Key words: painting, theater, comedia de santos, angels, 17th c., guardian angel.
En el
siglo XVII, tanto en España como en Italia, Francia o Flandes, la figura
angélica está omnipresente. Carlo Ossola habla para
la época de “invasión angélica”1, y los ejemplos de ello son
innumerables en la pintura y el teatro. La bibliografía de la que disponemos
sobre el tema de los ángeles, a pesar de la idea que uno se puede hacer, es escasa.Aparte de lo que presenta Émile Mâle
en su libro L’art religieux
du XVIIe siècle2, donde evoca al ángel
de la guarda, los estudios sobre los ángeles en el mundo hispánico cuentan con
el de Santiago Sebastián, quien le consagra unas páginas en Contrarreforma
y barroco3 y el más reciente de José Fernández López en sus
Programas iconográficos de la pintura barroca sevillana del siglo XVII4.
En el ámbito de los estudios teatrales, el campo permanece desértico, notándose
en particular la ausencia de un análisis de conjunto. Añadamos a estas
consideraciones que sobre la angeología no existe
ningún trabajo comparable, para España, al que Carlo Ossola
ha dedicado al ángel custodio en su libro titulado Gli
angeli custodi. Storie e figure dell “amico vero”5, ni siquiera algo comparable a
la introducción que este mismo ha hecho del sermón del predicador francés
Bossuet “Sur les anges gardiens”6.
Como si España, en la época moderna, hubiera escapado a los escuadrones
angélicos... Es una circunstancia historiográfica tanto más curiosa cuanto que
el Diablo sí que ha suscitado el interés, incluso en fechas recientes7.
La figura del ángel en España en la época moderna queda pues por perfilar.
La devoción a los ángeles en la Europa occidental es
antigua: desde la alta Edad Media se centra en San Miguel, príncipe de los
ejércitos celestiales, adversario del demonio, defensor de los Cristianos por excelencia, y por lo tanto patrono natural de
los territorios en guerra8. El famoso Castel Sant’ Angelo de Roma
extrae su nombre actual de una leyenda aparecida en el siglo IX a propósito de
la gran peste de 590. El Papa de entonces, Gregorio I, habría tenido la visión
del arcángel Miguel en lo alto del castillo. Éste se le hubiera aparecido
envainando la espada, significando el final de la epidemia. Para conmemorar el
evento, una estatua del ángel fue encargada en el siglo XVI (primero un mármol
de Raffaello da Montelupo,
de 1544, y en1753, un bronce de Piedro de Verschaffelt). En realidad, la leyenda explica a posteriori
la presencia de un capilla dedicada al arcángel por
Bonifacio IV en el siglo VII. Pero no deja duda sobre una presencia medieval
antigua. Paralelamente, Francia, desde Carlomagno, elige al príncipe de los
ejércitos celestiales como su patrono, y perpetúa la real tradición de amparar
el reino bajo su intercesión en la posteridad. Es sumamente conocida la abadía
del Mont Saint-Michel, lugar de peregrinación tan relevante como Roma y
Santiago de Compostela en la Edad Media9. Por fin, España recurre
también a su amparo, pero en el siglo XVII ya, en la época de Felipe IV, pues
el monarca apela al patrocinio de San Miguel arcángel a partir de las guerras
de los años 164010. El caso es que en la edad moderna el arcángel
San Miguel conserva su estatuto de primer inter paris.
Incluso se constata un incremento de su presencia iconográfica, haciéndose casi
inexcusable su figura de soldado aplastando al diablo con su lanza en todas las
parroquias de España. La historia de las representaciones angélicas en España
no se limita a esta única figura. En los decenios que siguen al Concilio de
Trento (1545-1563), en los países católicos, se observa un doble fenómeno: por
una parte se expande la devoción angélica, y por otra se enriquece de nuevas
figuras. Específicamente, el culto a los arcángeles y al ángel de la guarda
experimenta entonces un incremento que se suele vincular a las influencias
respectivas de Santa Francisca Romana y de San Francisco de Sales11
–en Francia e Italia–, así como a la promoción de su culto por los Jesuitas. En
resumen, desde finales del XVI se asiste a la paulatina entrada de los ángeles
en la liturgia católica, lo que se acompaña de una invasión de sus imágenes en
la literatura eclesiástica y profana tanto como en la pintura. El culto al
ángel de la guardia es instituido cuando el Catequismo de Pio V lo promulga en
1566. En 1615, se pasa a una nueva etapa en el proceso de subida de los ángeles
a los altares pues el papa Pablo V introduce el oficio de los ángeles
custodios, dejado en el 2 de octubre, en el Rituale
Romanum. Por fin, en 1670 su fiesta es solenizada por el papa Clemente X. Paralelamente, el culto
a los arcángeles, Miguel, Gabriel y Rafael a los que se les junta a Uriel, Sealtiel, Jeudiel y Baraquiel, nace en Palermo gracias a la devoción de un
sacerdote, Cefalù Antonio lo Duca,
cuando las imágenes de siete ángeles con sus nombres y atributos se descubren
debajo de las pinturas de la vieja iglesia de Sant’ Angelo
al Cassero. El culto, que encuentra un vivo
entusiasmo en Palermo, se expande en Roma, donde en 1561 Lo Duca
obtiene que se consagre la antigua sala de termas de Diocleciano a este culto.Así nace la iglesia de Santa
María de los Ángeles en Roma. Lo Duca también se
acerca a los Jesuitas, quienes favorecen este culto, rápidamente difundido por
Europa desde principios del siglo XVII. La estampa de Wierix
de los Siete Arcángeles (1610), copia del fresco panormitano, sirvió de
modelo iconográfico a todo el mundo católico, inspirando por ejemplo la obra de
Massimo Stanzione conservada en el Convento de las
Descalzas Reales de Madrid (antecoro)12. No es el único grabado que
se haya hecho famoso en el siglo XVII, pues Pieter de Jode y Philippe Galle
también representaron a estas figuras, aunque, es cierto, con un éxito no tan
notable.
El fenómeno de multiplicación angélica del siglo XVII y
de revitalización de su culto, constatado por los historiadores de la Iglesia y
del Arte, ha ocultado una cuestión importante: la de su escenificación, tanto
en las artes como en la literatura destinadas a los laicos. ¿Cómo se mostraba a
un ángel en aquella época? La respuesta procederá de un análisis de las
diversas formas de representación visual dirigidas a un público de masas, la
pintura y la comedia de santos.
El ángel, en palabras del tratadista Martín de Roa, autor
de Beneficios del Santo Angel de Nuestra Guarda, se define como aquel en
quien se refleja la perfección absoluta de Dios. Por lo tanto, este ser es un
compendio de la mayor sabiduría, la mayor belleza, el mayor entendimiento, la
máxima voluntad:
“El Angel es una criatura nobilissima,
en quien puso Dios los primores de su altissima sabiduria; en quien echó el sello de la la
lindeza de sus criaturas, una naturaleza, una sustancia espiritual, sin mezcla
alguna de corrupcion, agena
de toda conpostura de tierra, libre de todo pecho de
muerte, sin pesadunbre ni passiones
de cuerpo, porque no lo tiene; de un entendimiento tan vivo, tan presto que sin
cansarse en discursos como los onbres, de una vez,
como de una vista, aprehende quanto quiere entender;
de una memoria tan eterna, que jamas olvida lo que
una vez conocio; de una voluntad tan firme en lo
bueno, (no hablo de los demonios) que jamas
desfallece en amarlo. Todo el de tal grandeza de perfeccion,
tan cabal imagen de su hazedor, quanto
solo puede conprehender el que lo crió.
Un espejo resplandeciente de la Soberana Alteza, en quien sienpre
reverbera la luz ardiente de la divina esencia, a quien
sin cesar, tienen abiertos los ojos en gozosa contemplacion
de los infinitos bienes, que encierra, i les comunica, i nos comunica a los
onbres.”13
Por esencia, su cuerpo, incorruptible, es invisible, ya
que es un ente espiritual, sin sentimientos ni afectos algunos. Según esta
ortodoxia teológica, su representación debe indicar que no se trata de un figura terrenal, y aún menos de una figura individualizable:
es una simple imagen de Dios enviada a los hombres, como reza el término griego
angelos del que se origina la palabra ángel.
El angelos es el mensajero. La representación
de estos seres bajo apariencia humana está por lo tanto en contradicción con la
teología. Sin embargo el Padre Johannes Molanus (Molano), autor del Tratado de las sagradas
imágenes publicado por primera vez en latín en Lovaina en 1570, precisa que
las imágenes de los ángeles, como son una representación metafórica de Dios,
son representaciones de seres con aspecto humano para dar a entender a los
fieles hasta qué punto tienen inclinación por el género humano, que son unos
espíritus sirvientes de los hombres, son enviados para “cuidarlos en todas sus
vías”14. Siguiendo a Molano, el sevillano Francisco Pacheco, en las Adiciones
a algunas imágines, tratado de iconografía de su Arte
de la pintura (1649), da también indicaciones de la manera de pintar a los
ángeles:
Hanse de pintar ordinariamente con alas hermosísimas
de varios colores, imitadas del natural; y es alabada esta pintura de San
Crisóstomo, no porque Dios los haya criado con ellos, sino para dar a entender
su levantado ser, la agilidad y presteza de que están dotados, cómo baxan del cielo libres de toda pesadumbre corpórea y tienen
siempre fixas sus mentes en Dios; entre nubes, porque
el cielo es su propia morada y para que nos comuniquen, templadamente, la
inaccesible luz de que gozan15.
Según Pacheco los ángeles deben ser masculinos. A pesar
de que la voluntad de ceñirse al decoro intervenga sin lugar a duda en la
manera cómo Pacheco insiste en la virilidad de la apariencia angélica, la razón
profunda de esta instrucción, en la línea de los consejos de Molano, es
teológica. En efecto, los ángeles son espíritus valientes, y la valentía es una
virtud “varonil”. Por lo tanto, estos seres por naturaleza invisibles deben
darse a ver a los fieles con rasgos masculinos. Como vemos, la representación
de los ángeles, escándalo teológico consagrado por la tradición artística desde
la Antigüedad tardía, es reafirmada como necesaria en la época tridentina. Pero
el respeto de la Verdad no deja de ser una preocupación constante de aquellos
que se encargan de representar a los personajes de la historia eclesiástica. Si
la paradoja esencial de la representación angélica es indisoluble, se trata de
no cometer más errores.
Se respetará la gran distinción entre los santos y los
ángeles: éstos no son seres sufrientes, a diferencia de aquéllos. El predicador
francés Jacques- Bénigne Bossuet (1627-1704) bien lo
recuerda en el sermón que pronuncia en el parisino convento de los Feuillants
en 1659:
“Ces esprits immortels peuvent être compagnons de la gloire de Notre-Seigneur; mais ils ne
peuvent pas avoir cet honneur
d’être les compagnons de ses souffrances. Ils peuvent bien paraître devant Dieu avec des cœurs
tout brûlants d’une charité éternelle;
mais leur nature impassible ne leur permet
pas de signaler la constance d’un amour fidèle par cette généreuse épreuve des afflictions.”16
Estos seres celestiales vendrán a ser presentados,
sencilla y tradicionalmente, como los que vienen a proteger a los fieles del
Maligno desde la alta Edad Media. La oposición entre diablo y ángel sigue
siendo una vía de representación no sólo pertinaz sino eficaz para mover los
ánimos de los fieles. Basta con hojear una recopilación de comedias de santos
como la que hizo Nicolás González Ruiz para constatarlo17. El ángel
es el adversario del demonio, y por lo tanto el artífice del Bien contra el Mal
en todos los sentidos –en figura de tentaciones, de persecuciones de un diablo
enfurecido por la perfección moral de un personaje, de enemigos del
cristianismo (infieles, paganos, etc.)–. En Santa Casilda, comedia
hagiográfica de los años 1620 atribuida a Lope de Vega, hallamos una escena
típica de las batallas que los dramaturgos se complacen en escenificar entre el
ángel y el demonio. Son un recurso dramático sin duda ideal para dinamizar la
acción de una pieza en que un protagonista principal progresa hacia la santidad:
“Váyanse (unos personajes) y hagan dentro gran
ruido de golpes, y salga CASILDA como que ha caído
CASILDA
¡Aquí, Señor, me ayuda!
(Descúbrese en un trono una
figura del DEMONIO)
DEMONIO
¡Detente, vuelve atrás, deja el camino!
CASILDA
¡Tu gran favor acuda!
DEMONIO
Nunca hallarás el lago cristalino.
¡Muere de espanto, muere!
CASILDA
Traidor, no morirá quien a Dios quiere
(Baja un ÁNGEL por una tramoya)
ÁNGEL
¡Vuelve, serpiente fiera,
al tremendo lugar donde saliste y el tormento te espera!
DEMONIO
¡Vencísteme, Casilda, tú
venciste!
ÁNGEL
Esta estrella luciente
los lagos te dirá de San Vicente.
El ÁNGEL desaparece, haciendo hundir
el DEMONIO, y quede una estrella.”18
En efecto, los ángeles son los agentes del comercio entre
el cielo y la tierra. Como tales, son muy útiles en las comedias de santos pues
autorizan a resolver los momentos de crisis en las intrigas, desvelando la
voluntad divina cuando los futuros santos se encuentran asediados por los
enemigos de su fe cuando parece que el destino no les favorece en nada.
Descifrando la esencia escenográfica de la oposición
entre el ángel y el demonio, comprobamos que el teatro y la pintura la tratan
de la misma manera: enseñando que, al contrario del diablo, el ángel es un ser
de movimiento. En el campo de la pintura, por ejemplo, esta oposición radical
le permite a Francisco de Herrera el Joven (1627-1685) hacer una demostración
de su talento colorista en La muerte de San Francisco Javier (ca. 1655-
1660), donde una verdadera efusión pictórica traduce el impulso angélico cuando
el Santo entra en el paraíso.
Prolongando esta calidad de oponente principal del
demonio, en La mayor corona, que escenifica la santificación de
Hermenegildo, Lope de Vega presenta al ángel como a la figura del consolador.
En las didascalias internas del diálogo teatral, indica que el ángel “baja de
las nubes para consolar”:
ÁNGEL
¡Hermenegildo!
HERMENEGILDO
¿Quién llama?
ÁNGEL
Quien por abismos de nubes
ansí a consolarte baja.
Glorioso es tu sufrimiento
y divina tu constancia
por quien porque el que hoy desprecias
mayor imperio te aguarda.
Quiere Dios que te atropellen
cuando defiendes su causa;
no es sin providencia eterna,
cuyos secretos no alcanzas.
Al fin, por ti y por tu esposa
logrará la Iglesia santa
en España eternamente
cristianísimos monarcas,
que, con el sacro apellido
de católicos, deshagan,
como el sol, oscuras nieblas
de apóstatas heresiarcas.”19
Antonio del Castillo Saavedra, San Rafael, óleo sobre lienzo, 190 x
150 cm, Córdoba, Excelentísimo Ayuntamiento, 1652.
Aquí
el uso del futuro del indicativo “logrará” señala que el ángel es el embajador,
el ser del anuncio, por no decir de la anunciación –palabra, como es sabido,
reservada a San Gabriel–. Los dramaturgos no vacilan en utilizar esta figura,
por lo demás imprescindible, hasta el momento final que sigue al desenlace: la
apoteosis. Así que, como muchísimas otras obras, La mayor corona de Lope
se concluye con una representación angélica múltiple. Uno de los dos ángeles
del cuadro final es el embajador de buena noticia. Lleva el atributo de la
corona del que cubre la cabeza de Hermenegildo. El ángel es por lo tanto el
instrumento de la santificación. En el extracto citado, constatamos también que
la mediación del ángel es la de un personaje que viene a revelar la existencia
del Misterio divino en un momento de la acción teatral en que Hermenegildo no
lo puede alcanzar. En definitiva, al aparecer, el ángel indica una vía de
acceso al Misterio y, a la vez, con su simple presencia, abre una
interpretación simbólica de la intriga basada en los acontecimientos de la vida
del Santo. En un ámbito totalmente distinto, se vuelve a encontrar esta función
angélica en el uso que de la figura se hace en la ilustración de un Ars moriendi. Esta
clase de libros que en algunos casos combinó texto e imagen estaba en voga en el siglo XVII entre los más letrados de la sociedad
católica. Respondía a la voluntad del comitente de disponer de un libro de
oraciones que le enseñara a bien morir. Aceptando el encargo de obispo Philippe
Cospéan, el franciscano David de laVigne
realizó el Miroir de la bonne
mort ou Méthode
pour bien mourir, y lo
publicó en París en 1646. En 1673, y en 1675 y 76, la misma obra fue reeditadaen los Países Bajos, ilustrada de 42 estampas de
un grabador famoso, Romeyn de Hooghe,
y encontró mucho éxito en la posteridad, con una nueva edición en Amsterdam en
1693, primera de una larga serie20. Las estampas siguen, como el
texto, la cronología de la Vida de Cristo, representando los episodios de la
Pasión dados a meditar.Varios
de los dibujos para los grabados ilustrativos de este Ars
moriendi se atribuyen a Antonio de Pereda
(Valladolid, 1611-Madrid, 1671). Forman parte de un conjunto de siete dibujos
para grabados que Pereda hubiera realizado para una edición española de la obra
en los años 167021. En uno de ellos se puede ver a un difunto en su
lecho de muerte, asistido de una compañía de personajes eclesiásticos o laicos.
Encima del lecho se contempla la visión de un cuadro que representa la
Exhortación de Cristo a los Apóstoles designada por un ángel presente cerca
del devoto. El gesto del ángel, que designa el cuadro en el momento de la
muerte del hombre justo no se dirige a este personaje, por el lugar que ocupa
en la composición, sino al lector del libro. Como hemos visto en la obra
lopesca La mayor corona, y aunque se trate de un tipo de representación
totalmente distinto, el papel angélico no es (sólo) acompañar al Cristiano en el tránsito de la muerte, sino indicar,
designar, señalar al fiel, al creyente, la vía de apertura de la escena
representada hacia el Misterio. Es decir que el papel angélico no se ciñe sólo
a lo que San Bernardo de Claraval (1091-1153) expresa
en los sermones al Psalmo XC Qui habitat in adjuratio –los
ángeles “suben en la contemplación de Dios y bajan en su compasión por ti, para
cuidarte en todas vías” (Sermo XI, 6)– idea
prolongada (Sermo XI, 10) cuando los designa también
como “nuestros sirvientes, y no nuestros señores”, ascendentes y descendentes22.
Es cierto que se les representa subiendo y bajando, sea en el teatro, sea en
las representaciones plásticas. Por esta razón, son unas figuras predilectas de
la estética barroca, aficionada a yuxtaponer los movimientos verticales y
horizontales en contraste tajante23. Buen testimonio de ello es la el lienzo ya citado de Francisco de Herrera el Joven, La
muerte de San Francisco Javier. Pero el mensajero, en la época postridentina, se convierte en algo más que un mensajero
divino. De ser un intermediario, pasa a ser la figura de la mediación por
antonomasia, lo que recogen tanto los teólogos como los dramaturgos o los
pintores en el siglo XVII. En eco a Bernardo de Claraval,
el autor español del mayor tratado de angeología de
la época moderna Francisco Blasco de Lanuza –totalmente desdeñado por los
especialistas de esta cuestión– afirma:
“Todos los Santos ponderan la fidelidad de nuestros
Angeles, su tolerancia, y perpetua assistencia [...].
Grande es el cuydado, que tienen de nosotros; en
todas las horas, y momentos nos assisten, y socorren.
Con nosotros andan, en todos nuestros caminos, entrando, y saliendo, no fiandonos solos en tiempo, ni en lugar [...]. Las injurias
que hazemos a nuestros Angeles
Custodios cada dia, cuando ellos nos hazen mil beneficios, con paciencia las llevan; tan
benignos, que ofendidos no nos ofenden; antes se compadecen mas por vernos mas necessitados, y hacen como el
Medico, que ponen mayores diligencias con el enfermo, que con el sano.”24
Antonio de Pereda(?), Muerte de un
hombre justo, Pluma y tinta negra sobre papel, paradero desconocido.
La cuestión recogida aquí, la de la puesta en escena, de la escenificación del ángel, viene a ser la de la puesta en escena de una figura de la mediación, presente en todas y cada una de las circunstancias de la vida cristiana, desde el nacimiento hasta la muerte, y en todas las escalas, desde la individual hasta la nacional. Por esta razón, en el siglo XVII se multiplican las figuras angélicas: cada una representa un tipo de mediación. El ángel custodio; el angelito volador, variación sobre el famoso putto; el ángel turiferario, que representa Zurbarán en la Cartuja de la Defensión de Jerez de la Frontera; el ángel músico; el ángel de la Pasión; los siete arcángeles; aquellos de los arcángeles que tienen un oficio propio, San Miguel, San Rafael, San Gabriel (estos dos con sus respectivos oficios solenizados en la segunda mitad del XVII).Y esta lista no pretende ser exhaustiva. Francisco Pacheco enumera las funciones del ángel que los distintos tipos de iconografías representan:
“así toman los ángeles los trajes: ya de capitanes,
ya de soldados armados, ya de caminantes, ya de peregrinos, ya de guías y
pastores, ya de guardas y executores de la divina
justicia, ya de embaxadores y mensajeros de alegres
nuevas, ya de consoladores, ya de músicos, acomodando los intrumentos
convenientes a cada exercicio de éstos.”25
Estampa de portada de Francisco Blasco de Lanuza, Patrocinio de ángeles
y combate de demonios, San Juan de la Peña, Monasterio, 1652.
Pero
a pesar de las recomendaciones de los tratadistas y teólogos, es indudable que en el siglo XVII, el ángel se modeliza en función de la
figura humana y se humaniza26, especialmente cuando toma la forma del ángel de
la guarda. Para designar a este último personaje, en aquella época los autores
utilizan la expresión de “amigo fiel”, con la intención de convencer a su
lectorado de no decepcionarlo, pues él nunca les decepcionará. Retomando el
texto de Francisco Blasco Lanuza, notamos que así lo expresa:
“Estas son finezas de verdadero amigo, o alma! No te
ama por su provecho, sino por el tuyo: olvida sus injurias, y se compadece de
las tuyas: no te falta en las necessidades, y
aprietos, como los que en el mundo se fingen amigos; que los comparó bien Tulio
a la golondrina, que en el verano se aposenta en vuestra casa; y en apretando
el frio del invierno la desanpara, y la dexa sucia.”27
Martín
de Roa y Blasco de Lanuza, quienes son los que más se dedicaron a promover el
culto al ángel de la guarda en la España del XVII, comparten la adopción del
concepto de amistad entre hombres y ángeles. Su objetivo es reavivar unas
relaciones presuntamente desdeñadas por unos fieles muy desagradecidos ante la
ayuda angélica. A la par que los tratadistas así presentan el vínculo entre
hombres y ángeles como una respuesta a los beneficios de la amistad, se
producen unas mutaciones en la representación plástica de los ángeles.
Significativamente, la representación de estos seres celestiales ya no se
centra en las figuras de los angelitos. Incluso se cuaja la iconografía del
ángel de la guarda en una figura angélica que domina físicamente al alma de
quien custodia, representada como un niño desnudo. Así viene representado en la
estampa de portada del tratado de Blasco de Lanuza de 1652. El fenómeno
figurativo general al que se someten estos personajes da la sensación de que
éstos han crecido, haciéndose mancebos. Para ser más exactos deberíamos decir
que, mientras los angelitos, ángeles de Gloria o de Apocalipsis, permanecen presentes
en el arte y el teatro –piénsese en las escenas apoteósicas finales de las
comedias de santos–, los ángeles mancebos se les juntan, ocupando el primer
plano, o se les sustituyen.Así que las figuras de
ángeles niños desnudos no desaparecen de un conjunto tan famoso como es el
techo al fresco de Juan de Valdés Leal y Lucas Valdés en la iglesia sevillana
del Hospital de los Venerables (1686-1688). Pero los arcángeles, identificables
o no, les quitan el protagonismo. Incluso estos seres de mediación se
autonomizan: con ellos, el ser angélico pasa de ser personaje secundario a
personaje principal en las acciones dramáticas y las composiciones plásticas.
Es lo que evidencian igualmente los tratados que salen a luz a partir de los
años 1630 en España, siguiendo la oleada editorial que recorre toda Europa
desde que el ángel empezó a subir a los altares28.
Francisco de Herrera el Joven, La muerte de San Francisco Javier,
óleo sobre lienzo, 168 x 158 cm, Sevilla, Colegio Oficial de Peritos e
Ingenieros Técnicos Industriales.
La
representación del ángel en el teatro se centra en la figura del ángel de la
guarda, integrándose maravillosamente en una intriga humana como es la comedia
de santos –no estamos examinando la producción teológica que contienen los autos
sacramentales–.A través suyo, vemos cómo evoluciona la
representación de la mediación. El ángel no puede llegar a ser realmente un
personaje principal, pues por esencia es un compañero del hombre. Nunca
aparecerá de manera aislada, lo que también podemos constatar en la
representación pictórica. Pero su compañerismo lo lleva hacia una humanización
cada vez más evidente.
El
ángel de la guarda ya aparece en la primera parte de la tirsiana
trilogía teatral La Santa Juana, en fecha tan temprana como 1613.
Interviene desde la jornada II: primero sin hacérsele visible a Juana, y más
tarde en un momento de profunda soledad de la protagonista. Juana es maltratada
por la maestra de novicias de su convento, quien no cree que
en un barreño roto, y milagrosamente reparado, lo haya podido ser por la
intercesión de una “vanagloriosa, arrogante” como Juana. El personaje
principal, ya humillado, se humilla aún más besando la tierra donde la maestra
pone los pies. Se queda sola postrada en tierra tras su salida, y se acusa de
“soberbia e hinchazón”. En este momento le aparece el ángel de la guarda por
primera vez:
Levantándole el ÁNGEL DE LA GUARDA.
ÁNGEL
Juana.
SANTA
¡Ay Dios, qué hermoso mancebo!
ÁNGEL
El ángel soy de tu guarda,
que he venido a consolarte;
yo propio he de levantarte.
SANTA
El temor que me acobarda
viendo tan grande beldad,
ángel, no me deja hablaros,
porque vuestros rayos claros
esa hermosa majestad,
me ciegan; que de los pajes
sois vos el rey, mi señor,
que con tanto resplandor
viste a quien tira sus gajes.
Dichoso el que asiste allá
libre desta confusión;
si tales los pajes son,
¿qué tal el Señor será?
¿Hay más extraña belleza?
Pues la humana cortesía
llama al señor señoría
y al príncipe y rey alteza;
desde hoy mi lengua procura,
ayo mío venturoso
(pues sois tan bello y hermoso),
llamaros Vuestra Hermosura
Este título he de daros,
mas no os habéis de partir,
que ya no podré vivir,
ángel mío, sin miraros.
ÁNGEL
Dios quiere que hables conmigo,
siempre que hablarme quisieres,
dondequiera que estuvieres
y como a hermano y amigo
me veas y comuniques.”29
En esta comedia, el ángel todavía no ha perdido su carácter
celestial, ni ocupa el
primer papel en la intriga.Aparece en unos momentos-clave,
como agente divino, y es definido por la misma Juana como un bello mancebo, un paje celeste que ella elige nombrar
“Vuestra Hermosura”. A pesar de ello, al hacerlo entrar en el tiempo de los hombres, la comedia ya da el paso decisivo en
la escenificación de la mediación
angélica: el ángel ya interviene directamente
en la acción de la obra antes de la apoteosis. A lo
largo de las décadas siguientes,
no dejará de conquistar cada vez más
protagonismo y autonomía.
José de Valdivielso es el primero en
dedicar una obra entera al personaje, en 1622. Su obra
se titula Del ángel de
la guarda. Comedia divina, y es publicada por primera vez en
1622 en Toledo, dentro de la recopilación
de Doze actos sacramentales
y dos comedias divinas.
La intriga nos muestra a un ángel que apoya al verdadero protagonista principal, Laurencio,
en su combate
contra el demonio30. Por lo tanto sus apariciones,
bastante escuetas, se reducen a unos diálogos con su enemigo tradicional. En la segunda mitad
del XVII ya, Calderón le dedica
una obra en la que ocupa el papel principal. Sin
embargo esta comedia de fecha incierta (El ángel de la guarda, comedia famosa)31
es de un sesgo teológico
tan marcado que nos aleja de la humanidad característica de una intriga, y
no permite verdaderamente examinar su puesta
en escena. La transformación de la figura del ángel de la guarda se hace realmente patente, llegando a un paroxismo dramático en una comedia de santos de Juan de Matos Fragoso (1608 (1614)-1689), publicada en Toledo, por Julián
de Paredes, en 1658. Esta pieza titulada La devoción del Angel de la Guarda
se basa en una intriga de comedia de enredo. En la jornada II Matilde,
reina de Bretaña y el español Don Berenguer, enamorados el uno del otro se citan en
el jardín de la reina para
la noche. Es el día de la
“fiesta singular/de San Angel”, de quien Berenguer, quien hasta ahora se ha hecho pasar por un tal don Juan de Moncada, es un fiel
devoto. Lo ha dado a saber la primera
escena de la obra. Berenguer se ha gastado toda su hacienda para construirle un templo al Santo Ángel de la guarda32. Cuando
los amantes están a punto
de encontrarse en su cita nocturna,
el templo de San Ángel se abrasa. Olvidando el deshonor que le causa a él y a la
reina su ausencia repentina, Berenguer se precipita para ir a apagar
el fuego. Abandona a
Matilde. Tan soprendente como
parezca, el ángel, fiel amigo del protagonista, remplaza entonces a Berenguer, tomando su apariencia, para requebrar a la dama.
“ÁNGEL
Pues el Cielo me permite
que pague tan gran servicio
y por sus piedades tiene
a Berenguer prometido
una Corona, por mí,
que soy Custodio, este sitio
he de ocupar en su nombre,
que pues se muestra tan fino
su celo, pagar intento
con mas alto beneficio.
...
Para lograr esta empresa
a Berenguer, en él mismo,
me he de transformar ahora,
con talle, voz, cuerpo y brío.
Húndese el Angel por un escotillón
grande en que quepan dos hombres, y al mismo tiempo que baja el Angel, sube
Berenguer: esto se ha de ejecutar con un torno, y con gran presteza.”33
Cuando
vuelve Berenguer, bajo otra apariencia, el ángel de su guarda le explica que un
amigo suyo le ha sustituido y que Matilde no ha notado nada. ¡Es decir que
llega a ayudarle en unos asuntos nada divinos! Esta comedia muestra la potencia
de esta devoción, así como el comprometimiento de este ser celestial en los
asuntos humanos. Gracias a él, Berenguer se casará con Matilde y ocupará el
trono de Bretaña. El mejor amigo del hombre desciende hasta sustituirle en un
juego de seducción, o incluso hasta pagar las deudas financieras de su
protegido, ya en la jornada III. Con ello podemos ver que el ángel de la guarda
se ha hecho tan cercano al hombre en las prácticas devocionales de la época, su
mediación se percibe según criterios tan humanos, que llega a personificarse y
formar parte integrante del mundo profane.
Se
da incluso un paso más en este proceso de humanización. Los ángeles bajan a la
tierra hasta confundirse con unos santos custodios. Rafael y Gabriel, quienes
al contrario de San Miguel no tenían oficios propios, hacen su entrada en la
liturgia en la segunda mitad del siglo XVII. Son el objeto de una operación de
incitación al culto, y es muy visible en España porque, en 1650-1651, Rafael
viene a ser el custodio de la ciudad de Córdoba durante la epidemia de peste.
La mediación de los ángeles se está visiblemente transformando, y ya es posible
representarlos como se hiciera con unos santos. Es la época en que el jesuita Francisco
García se hace una especialidad de las hagiografías de arcángeles, a los
que atribuye funciones delimitadas: San Gabriel es el embajador de las buenas
noticias; San Rafael es el perfecto médico, y San Miguel es primer ministro de Dios.Tomando modelo de la intercesión de los santos, la de
los arcángeles se precisa pues, y se especializa. Estos seres ejercen entonces
un “patrocinio”. Esta palabra se usa para los santos, es decir para los
virtuosos a los que se rinde culto, y es entonces extrapolada a los ángeles.
¿Qué es el patrocinio? Es el amparo, el favor, el auxilio, la ayuda y
asistencia (dice el Diccionario de Autoridades) la protección sobre
alguien, algo o un lugar. El patrocinio de tal o cual santo sobre un lugar, una
ciudad, una comunidad, vinculado muchas veces a su leyenda hagiográfica, es un
hecho tradicional y lógico. Los santos siempre están ligados a una comunidad.
Lo que equivale a decir que en el caso de los santos,
el patrocinio viene a ser un “patronazgo”34. Los santos son todos
patronos de una comunidad, sea pequeña o grande, sea geográfica o política, sea
eclesiástica o laica. La riqueza lexical de la lengua castellana en este punto
nos ayuda a concretar el fenómeno cultual al que se someten los ángeles. En
efecto, cuando se analiza el sentido del término “patrocinio” que Blasco de
Lanuza utiliza en el título de su obra de 1652 a la luz de sus escritos,
aparece que esta palabra es sinónima de gobierno, de administración, es decir
de un concepto de “patronazgo”. El paso hacia el patronazgo de un ángel lo da
la ciudad de Córdoba en el momento de la peste de mediados del XVII, lo que
consagra una asimilación entre la custodia de los santos y la de los ángeles, unas vez individualizados. Así que Rafael es representado
con el escudo de la ciudad, de frente, como si de una vera effigies se
tratara, como si fuera un santo –San Rafael–, en la obra votiva que encarga la
Municipalidad a Antonio del Castillo Saavedra (1616-1668) al finalizar la
epidemia (fig. 4).
El
ángel llega a un grado de individualidad y autonomía cada vez más acentuado a
lo largo del siglo XVII en el conjunto de los países católicos, y España no
escapa al movimiento general. En este país, es tan notable la producción de
obras plásticas y de tratados angeológicos como en Francia
o en Italia. Pero dos elementos lo distinguen. Por una parte la manera cómo se
representa a las figuras individualizadas en la pintura religiosa. San
Rafael de Antonio del Castillo es un ejemplo de lo que podríamos llamar los
“retratos de santos”, que usan el modelo de las veras effigies de los
santos contemporáneos para los demás personajes de la historia sacra. Por otra
parte, en España el género teatral de la comedia de santos da un terreno de
escenificación totalmente idiosincrásico al proceso de humanización de los
ángeles. Ningún corpus dramático se puede comparar en la producción literaria
del mundo católico postridentino. Por su calidad de
género híbrido, destinado a los laicos, representado en espacios públicos –los
corrales de comedias o la calle en ocasiones festivas–, cuya fórmula sirve para
temas profanos tanto como sagrados, dista mucho de ser un teatro de ideas. Por
lo que la comedia de santos es el máximo terreno de encarnación del ángel,
hasta llegar a un clímax en la obra de Matos Fragoso. Queda por abordar un
modelo iconográfico que, en España, tiene también sus particularidades. Se
trata del ángel de la Pasión, omnipresente en la producción andaluza, y que
plantea nuevos problemas de interpretación. Pero lo dejamos en el tintero para estudios
posteriores...
1.
Ossola, C., Prefacio de Bossuet, Sermon sur les Anges Gardiens, Paris,
Éditions Payot & Rivages, 2005, pág. 22.
2.
Paris, Armand Colin,
1984 (1ª edición 1951).
3.
Sebastián, S., Contrarreforma y barroco. Lecturas iconográficas e iconológicas, Madrid, Alianza, 1981.
4.
Sevilla, 1991.
5.
Turín, Einaudi, 2004.
6.
Bossuet, Sermon sur les Anges Gardiens, con un prefacio de Ossola, C., págs. 7-45.
7.
Duviols, J.-P. y Molinié-Bertrand, A., dir.,
Enfers et damnations dans le monde
hispanique et hispano-américain, Actas del coloquio internacional (París, 15-17 de noviembre de 1994), París, PUF, 1996 ; Tausiet, M. y Amelang, J. S., eds., El diablo
en la Edad Moderna, Madrid, Marcial Pons,
2004. Entre las contribuciones que más tienen que ver con el espíritu del estudio que aquí se pretende llevar a cabo, citemos las de Pedrosa,
J. M.,“El diablo
en la literatura de los
Siglos de Oro:
de máscara terrorífica a caricatura cómica”, págs. 67-98 ; Pereda, F. y Carlos, M. C. de,“Desalmados: imágenes del demonio en la cultura visual de Castilla
(siglos xiii-xvii). Un itinerario”, págs. 233-252 y Portús, J., “Infiernos
pintados: iconografía infernal en la Edad Moderna hispánica”, págs. 253-277.
8.
El arcángel Miguel es el primero de los ángeles en haber entrado en la liturgia, con una
fiesta el 29 de septiembre
9.
Bouet, P., Otranto, G. y Vauchez, A., dir.,
Culte et pèlerinages à saint Michel
en Occident : les trois monts dédiés à l’archange. Actas del coloquio (Cerisy-la-Salle y Le Mont
Saint- Michel, 27-30 septembre 2000),
Roma, École française de Rome, 2003.
10.
Es un hecho hoy desconocido, al que estamos dedicando un estudio. Citemos simplemente, como testimonio de la voluntad filipina de ampararse bajo la figura del arcángel San Miguel: Señor.Vuestra Magestad...queriendo mostrar la gran devocion que tiene al glorioso San Miguel...mandó el año passado (1643) por sus cartas
a las iglesias, prelados y ciudades destos reynos, que recibiessen por protector
dellos al santo arcangel juntamente con
el apostol Santiago, s.l., s. n., s. a.
11.
San Francisco de Sales evoca a menudo la figura de Santa
Francisca Romana en su correspondencia. Difundió la imagen
y la devoción de la santa en Francia. Santa Francisca
Romana, de su
verdadero nombre Francesca Bussi dei
Ponziani (1384-1440), cuya canonización inauguró en 1608
la serie de santos tridentinos, advocata urbis de Roma,
fue representada desde el siglo XV junto a su ángel de la guardia.Véase por ejemplo, en el monasterio de las Oblatas de Tor de’ Specchi, en Roma:
Visión de la beata Francisca Romana
acogida en el cielo por Cristo
y la Virgen, del círculo de Antoniazzo Romano, fresco,
h. 1468. En el siglo XVII, la
figura del ángel permanece bajo
forma del Custodio, o, como en el lienzo de Nicolas Poussin Santa Francisca
Romana anunciando a Roma el final de la peste (óleo sobre lienzo, París, Museo del Louvre, h. 1657), bajo la de un arcángel sin alas. Sobre esta obra y su contexto, véase Fumaroli, M., Nicolas Poussin. Sainte
Françoise Romaine annonçant à Rome la fin de la peste, París, Réunion
des Musées Nationaux, 2001.
12.
Sobre los arcángeles, véase Sánchez Esteban, N.,“Sobre los arcángeles”, Cuadernos de Arte
e Iconografía, tomo IV-8.1991, págs.
13.
Roa, M. de, Beneficios del Santo Angel de la Guarda, Córdoba, Salvador de Cea Tesa, 1632, Capítulo II: Que suerte
de personas sean los santos Angeles de nuestra Guarda, su naturaleza, sus calidades, i estado. fol. 3v.
14.
Molanus, J., Traité des saintes images. Introduction, présentation, notes et index par Bœspflug, F., Christin,
O.,Tassel, B., Paris, Cerf,
1996, libro III,
cápitulo 40: Des peintures des saints anges, et pourquoi leurs statues
sont placées sur les autels, en
particular la pág. 438
15.
Pacheco, F. El Arte de la pintura, ed. Bassegoda i Hugas, B., Adiciones a algunas imágines, capítulo XI, Madrid,
Cátedra, 1990, pág. 570.
16.
Bossuet, Op. cit., pág.74.“Estos espíritus inmortales pueden ser compañeros de la
gloria de Nuestro Señor; pero no pueden tener el honor de ser los compañeros de sus sufrimientos. Bien
pueden parecer ante Dios
con unos corazones encendidos en una caridad eterna, pero su naturaleza impasible no les permite señalar la constancia de un amor fiel por aquella generosa experiencia de las afliciones”. (La traducción es mía)
17.
González Ruiz, N., ed., Piezas maestras del teatro teológico español, tomo II, Madrid,
Biblioteca de Autores Cristianos, 1996.
18.
Vega Carpio, Félix Lope de, Santa Casilda, en Ibidem, pág. 601.
19.
Vega Carpio, F. L. de, La mayor corona, en Ibidem, págs. 675-676.
20.
Sobre este libro, véase Boubli, L., “La “composition de lieu” dans le procédé du “tableau dans le tableau”. Contemplation et expérience de la vision
par la clôture”, Carlos,
M. C., Civil,
P., Pereda, F. y Vincent-Cassy, C., eds., La imagen religiosa en la Monarquía hispánica. Usos
y espacios, Madrid, Casa de Velázquez, 2008,
págs. 297-318, del que se extrae la información aquí expuesta.
21.
Lizzie Boubli ha estudiado el funcionamiento de la imagen
en los dibujos de Antonio de Pereda en Ibidem.
22.
Su naturaleza de ente
vertical, si se me permite la expresión, es recalcada y explotada, tras Bernardo de Claraval, por Bossuet,
en el sermón ya
citado. Sobre este punto esencial, véase el prefacio de Ossola, C. en Bossuet,
op. cit., en
particular pág. 16.
23.
Soy consciente de que esta afirmación es esquemática. Para
un estudio de la estética barroca en la segunda mitad del siglo XVII, en su complejidad, remito a los estudios sobre el tema. Aquí
sólo recalco uno de sus aspectos más llamativos.
24.
Blasco de Lanuza, F., Beneficios del Glorioso Angel
de nuestra guarda; y efetos del govierno de Dios
invisible, Primera
parte. Contiene muchos, y admirables exemplos con
utilissima
dotrina para
toda suerte de estados. Engrandece mucho la excelencia del hombre; la estimacion que Dios haze
del menor; el amor y reverencia que a su Angel deve; y alienta al mas caydo para caminar al cielo, Zaragoza, Diego
Dormer, 1637, pág. 105.
Esta obra constituye la primera parte del tratado sobre el Ángel de la guarda que el autor publicó quince años más tarde desde San Juan de la
Peña: Patrocinio de ángeles y combate de demonios, 1652.
25.
Pacheco, F. Op. Cit, pág. 568.
26.
Es un proceso al que
obedece también la figura del
diablo, como exponen Pedrosa, J. M., Op. Cit., Pereda,
F. y Carlos,
M. C. de, Op. Cit.
27.
Blasco de Lanuza, F., Beneficios del Glorioso Angel de nuestra guarda, Op. Cit., pág. 105.
28.
Los más
importantes
de estos tratados son: Vittorelli, A., Trattato della custodia che hanno i Beati Angeli de gli
uomini, Venecia, 1610; Albertini, F., Trattato dell’Angelo Custode, Roma, 1612; Drexel, J., Horologium auxiliariis tutelaris angeli, Colonia
Agrippina, 1629; Barry, P., de La dévotion aux
Anges,
Lyon, 1641; Segneri, P., L’amico vero. Panegirico in onor del santo Angelo Custode, Bolonia, 1664;
Pozzo, A., Sermoni degli Angeli santi nostri Custodi, Nápoles, 1692.
29.
Tirso de Molina,
La Santa Juana, primera parte, en González Ruiz, N., Ibidem,
págs. 853-854.
30.
Valdidielso, J. de, Del ángel de la guarda. Comedia divina, en Doze actos sacramentales y dos comedias divinas,Toledo, Juan Ruiz, 1622.
31.
Calderón de la Barca, P., El ángel de la guarda, comedia famosa, suelta, s.l., s.n., s.a., BNM: sig.T/21474
32.
Matos Fragoso, J., La devoción del ángel de la guarda. Comedia famosa, suelta, s.l., s.n., s.a., BNM: sig.T/18996, fol. 1v.
33.
Ibidem, fol.
17r.
34.
Patronazgo, lo mismo que patronato, es la calidad del “patrón”. En el Diccionario de
Autoridades, se encuentran dos definiciones de este término aplicado al Santo:“el Santo
que se elige por especial protector de algun Reino o Pueblo,
Cofradia y Hermandad: o el que alguno tiene por protector con particular devocion”; y “El Santo
de quien toma la advocacion o titula alguna Iglesia: por lo qual le suelen llamar Titular”. Es decir que el término “patrón”, derivado en primer lugar del latín patronus (el que defiende, el que ampara), una vez aplicado al Santo, viene a ser asociado a un sitio, comunidad o edificio sobre el que ejerce su patro- natus. En Diccionario de Autoridades, ed. facsímil, Madrid,
Gredos, 1979, tomo III,
pág. 166.