Algunas aportaciones sobre las trazas barrocas originales de la Casa de las Cadenas en Cádiz

Some Contributions on the Original Baroque Traces of the Casa de las Cadenas in Cádiz

Juan Alonso de la Sierra Fernández

Real Academia Provincial de Bellas Artes de Cádiz, España

juandlasi@hotmail.com

0000-0002-2103-9954

Recibido: 15/06/2021 | Aceptado: 01/10/2021

Resumen

Palabras clave

La Casa de las Cadenas fue edificada por un comerciante sobre el lugar que ocupaba su anterior vivienda. El motivo fue conmemorar que, durante la procesión del día del Corpus Christi de 1692, la custodia se había resguardado allí de una gran tormenta. Tras haberle concedido Carlos II el privilegio de Cadenas, encargó en Génova una importante portada y otras piezas de mármol, en una de las cuales, situada en la torre, se localiza la firma de Ponzanelli. Sucesivas reformas fueron alterando o eliminaron elementos sustanciales de las trazas barrocas originales. Pero en los paramentos renovados han pervivido algunos elementos antiguos, mientras que otros es posible identificarlos en documentos fotográficos. El análisis de estas evidencias y su cotejo con otras fuentes permite conocer características perdidas del diseño original y también comprender la ubicación de la firma del escultor en un lugar aparentemente secundario.

Cádiz

Corpus

Barroco

Arquitectura doméstica

Ponzanelli

Torre-mirador

Abstract

Keywords

The Casa de las Cadenas was built by a merchant on the site of his previous home. The reason was to commemorate the fact that it had provided him shelter from a great storm during the Corpus Christi day procession of 1692. After Charles II had granted him special privilege, he commissioned an important doorway and other marble pieces in Genoa. Inside the tower of one of these doorways, we find Ponzanelli’s signature. Subsequent renovations altered or eliminated substantial traces of the original baroque elements. Nonetheless, some elements have survived the renovations of these walls, while others can be identified in photographic documents. The analysis of this evidence and its comparison with other sources allows us to identify missing characteristics of the original design and to understand the location of the sculptor’s signature in an apparently minor spot.

Cadiz

Corpus

Baroque

Domestic Architecture

Ponzanelli

Lookout Tower

Cómo citar este trabajo / How to cite this paper:

Alonso de la Sierra Fernández, Juan. “Algunas aportaciones sobre las trazas barrocas originales de la Casa de las Cadenas en Cádiz.” Atrio. Revista de Historia del Arte, no. 27 (2021): 100-125. https://doi.org/10.46661/atrio.6052

© 2021 Juan Alonso de la Sierra Fernández. Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de la licencia Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 4.0. International License (CC BY-NC-SA 4.0).

Contexto histórico

La Casa de las Cadenas es uno de los edificios más emblemáticos de la arquitectura doméstica del barroco en Cádiz, no solo por la gran portada en mármol de procedencia genovesa, sino por los hechos que motivaron su construcción. El promotor, don Diego de Barrios de la Rosa era un rico comerciante perteneciente a una familia judeoconversa de origen portugués cuyo padre, el capitán don Manuel de Barrios Soto, se había establecido en Cádiz procedente de Villanueva de Portimao. Al igual que su hermano don Diego, formó parte del grupo más destacado de cargadores a Indias, coincidiendo con el extraordinario proceso de expansión económica y social que protagonizó la ciudad durante la segunda mitad del siglo XVII[1]. Don Manuel fundó mayorazgo a favor de su hijo don Diego en 1671 y lo amplió posteriormente con motivo de su matrimonio. En el mayorazgo se incluían varias casas sobre cuyos solares se levantó la de las Cadenas[2].

La construcción conmemora el suceso acaecido durante la procesión del Corpus Christi de 1692, cuando don Diego acogió al Santísimo en su propio hogar para protegerlo de una fuerte tormenta[3]. Su interés por perpetuar el acontecimiento fue inmediato y ese mismo día se registró un informe dando fe de lo que había sucedido[4]. Pasados unos meses, don Diego presentó al Cabildo un escrito acompañado de una Real Cédula firmada por Carlos II, con fecha de 5 de octubre, en la que se le otorgaba a perpetuidad el privilegio de inmunidad a la casa, en cuya puerta podía colocar dos columnas con cadena y una inscripción que informara sobre el singular suceso.

Además, se le concedía el honor de poner una orla en torno a su escudo de armas con el siguiente texto: “doy gracias y alabo al Santísimo Sacramento del altar”, que podía utilizar igualmente en todas las partes donde viviera o residiera, especialmente en la citada casa. El Cabildo acordó que se cumpliera y ejecutase lo contenido en la Real Cédula, la cual se copió en el libro capitular junto al escrito de don Diego, a quién se devolvió el original [5].

Con el fin de reforzar aún más la huella de lo sucedido, derribó la vivienda y levantó en el mismo lugar un edificio de nueva planta acorde con la condición del huésped que había acogido. El comerciante saboyano Raimundo Lantery narra en sus memorias el motivo de la iniciativa y destaca el elevado coste que tuvo la obra –cincuenta mil pesos– para darle el aspecto que presentaba, con un oratorio “mandado hacer con el mayor primor que se puede ponderar en aquella cortedad de sitio”. También comenta que trajo de Génova una gran portada de mármol y finalmente levantó una “suntuosa torre, de que no hay otra semejante en Cádiz”[6].

Secuencia de propietarios y principales intervenciones arquitectónicas

Don Diego murió en 1712 y el mayorazgo, incluida la casa, pasó a su hijo don Manuel, que no supo gestionar la herencia recibida. Veinte años después renunció a favor de un sobrino, quien se vio obligado a reparar el grave deterioro del edificio. Permaneció en manos de sus herederos, dedicado al alquiler, hasta que fue vendido en 1842 y, a partir de entonces, tuvo diferentes propietarios y usos. Después de 1851 se subarrendó una accesoria y almacén para negocio de tejidos, que entre 1869 y 1877 se extendió a toda la planta baja y entresuelo. Desde 1864 los pisos altos estuvieron ocupados por el Hotel Villa de Madrid y, entre 1884 y 1891, toda la finca se convirtió en el Hotel Paraíso. Posteriormente se instalaron dos congregaciones religiosas, las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús, hasta 1813, y los Padres Paúles, que vendieron el edificio en 1928 para alojar un almacén de especialidades farmacéuticas y productos químicos[7]. Por último, el Ministerio de Cultura compró la casa en 1979 para convertirla en sede del Archivo Histórico Provincial. Antonio Cruz y Antonio Ortiz redactaron el proyecto de reforma en 1984[8].

Como se irá desglosando, el análisis visual y algunas fuentes documentales han facilitado la identificación de varias obras posteriores a las reparaciones mencionadas de 1732. Las que más afectaron al diseño original barroco fueron acometidas durante su uso hotelero. Otras, menos significativas, coincidieron con la instalación de las Esclavas y su funcionamiento como almacén de especialidades farmacéuticas y productos químicos. El edificio estaba muy deteriorado cuando los arquitectos Cruz y Ortiz se hicieron cargo de la rehabilitación, por lo que tomaron la decisión de conservar únicamente los elementos que estimaron de mayor interés histórico: fachada, patio, escalera y torre-mirador. En torno a ellos se levantaron las dependencias para su nueva función[9].

Localización y rasgos tipológicos

La casa está ubicada en la antigua calle Juan de Andas, actual Cristóbal Colón, una travesía de la calle Nueva que era el centro comercial y financiero en aquella época. Ocupa un solar entre medianeras con amplia fachada, resultado de la agregación de cuatro casas, la principal, donde se alojó al Santísimo, y tres contiguas pertenecientes al mayorazgo[10]. Posee las características de las casas principales propias de la burguesía mercantil, que cobijaron durante la etapa barroca espacios destinados a vivienda, uso administrativo-comercial y almacenamiento.

Tiene cuatro plantas, organizadas en tres cuerpos: el primero integrado por el bajo y entresuelo, dedicado a almacenes y oficinas; el segundo y principal, de altura similar al anterior, donde se situaba la vivienda familiar, y el tercero, un soberado en la crujía de fachada destinado principalmente a espacio de servicio. También cuenta con una torre-mirador, el elemento más singular de este tipo de construcciones domésticas[11]. Las dependencias se organizan en torno a un patio principal y varios de luces o patinillos. La crujía de fachada presenta la particularidad de ser doble, lo que permitiría disponer de más espacio para almacenes. Debido a ello, el patio principal está más alejado de la fachada de lo que es habitual (Fig. 1).

Fig. 1. Plano de la casa (Dibujo de Juan Alonso de la Sierra. Copia de: Plano2. Estado actual. Planta baja. A. Cruz y A. Ortiz, 1981).

Materiales constructivos

Los materiales constructivos son los característicos de la arquitectura doméstica en la ciudad, piedra ostionera en el primer cuerpo de la fachada y pilastras de la torre-mirador[12], piedra arenisca de textura más fina en los arcos del patio, ladrillo macizo y mampuesto en distintos muros y mármol reservado a elementos ubicados en las zonas más emblemáticas: portada, columnas del patio, peldaños y balaustrada de la escalera o terraza superior de la torre. También algunos pavimentos que se han perdido o renovado. Los forjados antiguos, localizados en el primer y segundo cuerpo de las galerías del patio y distintas plantas de la torre, son de madera, tipo rasilla, herederos de los alfarjes mudéjares de un solo orden, con vigas paralelas y listones perpendiculares cerrados por ladrillos. Destacan igualmente los portones de la portada, con clavos de bronce, y el casetonado de la escalera.

Descripción comentada

La fachada coincide con un tramo levemente curvado de la estrecha calle. Los edificios fronteros se adaptan al trazado, pero en la Casa de las Cadenas se dispusieron dos paramentos rectos, en cuyo encuentro se configura un leve quiebro, situado a la izquierda de la portada. Se consiguió, de este modo, aumentar un poco la amplitud de la calle para mejorar su perspectiva y facilitar la colocación ante ella de las columnas con la cadena del privilegio sin entorpecer el tránsito.

En la fachada se han acometido transformaciones importantes[13]. El aspecto decimonónico actual debe corresponder básicamente a reformas efectuadas cuando se instaló el Hotel Paraíso. Su sencilla composición contrasta con la portada, que tiene tres cuerpos y vanos adintelados, enmarcados por molduras los del cuerpo superior[14]. Desde entonces se ha mantenido prácticamente intacta, excepto por la conversión en ventanas de la mayoría de los vanos de la planta baja, intervención que ya se había realizado en la primera década del siglo XX[15]. Cruz y Ortiz respetaron su aspecto, únicamente eliminaron dos cierros acristalados de madera, situados en los extremos del cuerpo principal y transformaron en ventana un vano de la planta baja.

El patio es cuadrangular y el primer cuerpo está porticado en sus cuatro frentes con arcos rebajados de piedra arenisca, apoyados en cuatro columnas toscanas de mármol blanco situadas en las esquinas. Otros arcos de menor luz se disponen entre las columnas y los muros perimetrales para contrarrestar los empujes. Las roscas de los arcos son molduradas y las enjutas tienen molduras planas, rematando el conjunto un entablamento.

El segundo cuerpo está cerrado por una estructura de madera y cristal que debió ser incorporada durante la segunda mitad del siglo XIX, probablemente en 1864, cuando la segunda y tercera planta se convirtieron en hotel, o al destinarse todo el edificio a la misma función[16]. Durante estas intervenciones, o en su posterior adaptación a residencia religiosa, debió colocarse en los muros perimetrales el zócalo de azulejos vidriados sevillanos con dibujos de lacería de inspiración mudéjar. Se ha considerado que es un patio sin pretensiones ornamentales[17], pero el aspecto original sería muy diferente, con la galería abierta, como era habitual en la etapa barroca. Transmitiría una sensación de mayor amplitud, con el forjado que cubría la galería apoyado en grandes vigas maestras dispuestas entre los muros opuestos sin ningún tipo de soporte intermedio. El cierre acristalado o montera superior también es un añadido decimonónico (Fig. 2).

Fig. 2. Patio (Fotografía de Lorenzo Alonso de la Sierra).

La escalera se sitúa en un lateral de la crujía del fondo, abierta al patio por un sencillo vano de arco rebajado como acceso. Tiene planta cuadrangular con cubierta abovedada sobre pechinas y dos tramos volados de ida y vuelta. El segundo tiene balaustrada de mármol blanco, igual que los peldaños, y el vano de tránsito a la planta principal se cierra mediante un portón de madera con casetones. Los paramentos de la caja son lisos hasta el arranque de las pechinas, a cuyo nivel se dispone una cornisa, sobre los que se definen lunetos con molduras de yeso que simulan en cada uno de los frentes marcos de vanos con aletas laterales. Sobre las pechinas discurre un entablamento de acusada cornisa con ménsulas en la que apoya la bóveda elíptica articulada en ocho paños por fajas molduradas (Fig. 3). Los lunetos que se abren en los paños tienen una decoración calada a modo de celosía y sobre ellos se disponen relieves de yeso con simbología eucarística que representan haces de frutas y espigas de trigo[18]. El trasdós va cubierto por una caja prismática con cubierta de tejas a cuatro aguas y pequeñas mansardas en cada uno de los frentes para facilitar la iluminación cenital. Fue renovada, elevando su altura, durante la intervención para la adaptación a archivo[19].

Fig. 3. Bóveda de la escalera (Fotografía de Lorenzo Alonso de la Sierra).

El espacio situado bajo los tramos de la escalera es independiente y está cubierto por las dos bóvedas rampantes del trasdós de estos y otra de cañón correspondiente a la meseta. El encuentro de los tramos de ida y vuelta apoya sobre una pequeña columna toscana de mármol blanco. En su conjunto, la estructura de la escalera es muy semejante a la de la Casa del Almirante (Fig. 4).

Fig. 4. Sección del patio y escalera (Dibujo de Juan Alonso de la Sierra. Realizado a partir de: Plano 5. Estado actual. Sección. A. Cruz y A. Ortiz, 1981).

La torre-mirador posee gran entidad en el conjunto del edificio, pese a no estar integrada en la fachada. Su estructura arranca de los cimientos y tiene forma prismática cuadrangular con seis plantas de diferentes alturas. Consta de un fuste liso que engloba las cuatro primeras plantas y un cuerpo articulado por pilastras correspondiente a los dos últimos. Los muros son de mayor grosor que los restantes del edificio y se sitúa en uno de los ángulos interiores del solar. En la zona inferior dos de sus frentes están separados de los edificios contiguos por estrechos patinillos, mientras que la zona superior del fuste y el cuerpo apilastrado, correspondiente a las tres últimas plantas, emerge sobre el edificio y su entorno. Las pilastras son toscanas y van pareadas en los cuatro frentes en torno a dos vanos superpuestos situados en el eje central. El inferior es de medio punto y el situado sobre él tiene forma de óculo. El arquitrabe y el friso del entablamento avanzan sobre las pilastras a modo de molduras y fajas planas.

La torre estaba rematada originalmente con una balaustrada de mármol blanco. Cuando dieron comienzo las obras para la adaptación a archivo, únicamente se conservaban ocho pedestales, mientras que los balaustres se habían sustituido por barandas de hierro. Un hecho singular es que la torre acoge al oratorio, pieza esencial en el conjunto de la casa por las razones históricas expuestas. Se ubica en el tramo correspondiente a la planta principal, con la que coincide en altura (Fig. 5, torre A). El interior fue desmantelado en su totalidad y únicamente conserva parte de la articulación en yeso en la zona superior de los muros, una sencilla imposta moldurada sobre la que se dispone la falsa bóveda con fajas planas en las aristas. Los medios puntos que se conforman en cada frente contienen vanos con marcos moldurados similares a los de la escalera, ciegos en los dos frentes contiguos a la casa y abiertos, de perfil abocinado con dintel capialzado, en los que comunican con los patinillos. A causa de tener el abocinamiento más acusado en la zona inferior desbordan el espacio de los lunetos, interrumpiendo la imposta[20].

Fig. 5. Sección y cuerpo apilastrado de la torre-mirador (Dibujo de Juan Alonso de la Sierra. Realizado parcialmente a partir de: Plano 17. Sección 2. A. Cruz y A. Ortiz, 1981).

El cronista de la ciudad preguntaba en una carta enviada al Diario de Cádiz en 1889 por el destino de un cuadro que estaba situado en la entrada de la casa y representaba la adoración del Santísimo por un coro de ángeles. Según él, había desaparecido, al igual que los valiosos azulejos del oratorio, durante las reformas realizadas en 1879. Suponía que el cuadro debería figurar entre los del Ayuntamiento o en el Cabildo de la catedral[21]. Pelayo Quintero también hace referencia a dos esculturas procedentes del oratorio que poseía la familia Escribano, propietaria de la casa entre 1842 y 1851[22].

Son datos fundamentales para intentar aproximarse a su aspecto original, que estaría acorde con el cuidado puesto en la construcción, como destacó Raimundo Lantery en sus memorias. El padre Labat, dominico francés que visitó Cádiz a comienzos del siglo XVIII, comenta que por respeto no se dormía sobre la sala que se convirtió en capilla para recibir al Santísimo[23]. El relato incluye ciertas dosis de fantasía, pero es cierto que se trataba de una zona no habitada, ya que sobre la capilla se disponen las plantas superiores de la torre con las escaleras para acceder a la terraza. Además, los frentes contiguos a la planta principal eran dos pequeñas habitaciones delimitadas lateralmente por sendos patinillos, en uno de los casos, o por un patinillo y la medianera con la casa vecina, en el otro. Este hecho reforzaría el aislamiento, actuando como ámbitos de transición con los espacios habitados por la familia.

Aproximación a la fachada original barroca

A pesar de las sucesivas intervenciones y la importante reforma decimonónica de la que es deudora la actual fisonomía de la fachada, se han conservado algunos elementos que proporcionan indicios significativos sobre su composición original barroca. El entablamento que remata la fachada tiene unas molduraciones que se repiten pareadas en tramos regulares, disponiéndose en el eje central de cada uno de ellos otras similares de dimensiones más reducidas (Fig. 6). Los primeros pueden relacionarse con el coronamiento o remate de fustes correspondientes a dobles pilastras o fajas y los otros con la prolongación de las claves de vanos que serían cegados posteriormente para abrir los actuales, coincidiendo con la eliminación de las pilastras. En la misma intervención se desmontarían igualmente las dos o tres líneas de tejas que, como era habitual en la época, se dispondrían sobre la cornisa. Los vanos de los cuerpos inferiores también pudieron reformarse para aumentar su número y regularizar la fachada. Las repisas de los balcones de la planta principal y las ménsulas cúbicas donde se apoyan son características del último tercio del XIX, al igual que los cierros, momento que también coincide con la reforma general del Hotel Paraíso (Fig. 7).

Fig. 6. Segundo cuerpo de la portada con relieve eucarístico y entablamento que remata la fachada (Fotografía de Lorenzo Alonso de la Sierra).

Fig. 7. Recreación de la fachada original barroca (Dibujo de Juan Alonso de la Sierra. Realizado a partir de: Plano 6. Estado actual. Alzado. A. Cruz y A. Ortiz, 1981).

La alternancia de vanos y pilastras en los últimos cuerpos es frecuente en la arquitectura doméstica de la Baja Andalucía durante la primera etapa de la Edad Moderna. Corresponden a los denominados sobrados o soberados, cuya morfología hunde sus raíces en la etapa bajomedieval. Se les ha relacionado con una costumbre heredada posiblemente del típico mirador de la casa musulmana andaluza, utilizada en Cádiz por influencia de la casa sevillana, pero se trata de un tipo de composición de ámbito geográfico mucho más amplio, común a la arquitectura hispana de los siglos XVI y XVII[24].

En Cádiz la encontramos en otras edificaciones barrocas de la época, entre ellas las casas del Almirante y Lasquetty, cuyos propietarios formaban parte del entorno familiar de don Diego. En algunas ocasiones, durante las primeras décadas del siglo XVIII, las pilastras comienzan a utilizarse también en los cuerpos inferiores de las fachadas. Es el caso de la Casa Pinillos, levantada entre 1715 y 1719, o el de la Casa de las Cuatro Torres, finalizada en 1745[25]. No obstante, la articulación limitada al último cuerpo, tipo soberado, continuó utilizándose ocasionalmente, como sucede en el hospital de Mujeres, construido en la cuarta década del siglo XVIII, durante la etapa de plenitud del barroco local[26].

Acabado y ornamentación de los paramentos originales

Las reformas decimonónicas eliminaron casi en su totalidad el acabado original de los paramentos. Actualmente solo son visibles restos significativos en la torre, concretamente en los tramos de friso comprendidos entre las fajas correspondientes a las pilastras, donde se distribuyen cartelas esgrafiadas con fragmentos de textos que, leídos conjuntamente, conforman el lema “Doy gracias y alabo al Santísimo Sacramento del altar”, concedido en el privilegio de Carlos II. Las cartelas, que son blancas enmarcadas en negro con letras almagra, se disponen sobre una imitación también pintada de ladrillos agramilados[27]. Parece razonable plantearse que este mismo tratamiento se extendería a los paramentos comprendidos entre las pilastras (Fig. 8). Se trata de una combinación de piedra y ladrillo, aunque en este caso sean esgrafiados, cuyo uso en paramentos exteriores no es ajeno a la arquitectura barroca hispana.

Fig. 8. Torre-mirador (Fotografía de Lorenzo Alonso de la Sierra).

Respecto a la fachada, es verosímil suponer que la sillería de piedra ostionera del primer cuerpo iría protegida por un fino enjalbegado rojizo con encintado blanco en las juntas, como era habitual en esa etapa del barroco local[28]. El paramento del último cuerpo o soberado también debió ser de un color similar, imitando ladrillo, como en la torre, sobre el que resaltarían las pilastras y marcos de los vanos. Durante unos trabajos de restauración realizados a finales de la década de los años ochenta del pasado siglo fue posible observar una pequeña zona de superficie original con estas características. Se trata de un recurso frecuente en la arquitectura local de finales del siglo XVII y primeras décadas del XVIII[29]. Existió, por tanto, una relación armónica, formal y cromática, entre la portada, el apilastrado del soberado y la policromía de los paramentos. Es probable que en la cúpula de la escalera y su entorno también se utilizara el color, como sucede en la Casa del Almirante.

La obra en mármol. Jacopo Antonio Ponzanelli

La portada es una gran estructura de origen genovés articulada en dos cuerpos y realizada en mármol blanco de Carrara con algunos embutidos de mármoles rojizos. En el primer cuerpo se abre el vano de acceso flanqueado por columnas salomónicas pareadas, dispuestas sobre pedestales lisos y antepuestas a pilastras igualmente lisas, que sostienen un entablamento en cuya cornisa apoya la balaustrada del balcón. El segundo se compone en torno al vano del balcón, de proporciones algo menores al inferior, flanqueado por pilastras pareadas de fuste acanalado con capiteles jónicos sobre los que se dispone un gran frontón curvo desventrado. Aletas laterales suavizan el tránsito entre los dos cuerpos (Fig. 9).

Fig. 9. Portada (Fotografía de Lorenzo Alonso de la Sierra).

Destaca el fino labrado de los capiteles y la calidad de los relieves distribuidos por todo el conjunto: elementos vegetales, carátulas y prótomos en los frisos (Fig. 10), guirnaldas de frutas alusivas a la prosperidad relacionada con la Eucaristía entre los pilares y en las aletas del segundo cuerpo o un cesto con frutas y flores entre dos flameros sobre el trasdós del frontón[30]. El motivo principal es un rompimiento de gloria con la alegoría de la Eucaristía situado en el tímpano (Fig. 6), y, sobre la puerta de entrada, se dispone la lápida con la inscripción latina alusiva a los hechos que motivaron la construcción del edificio[31].

Fig. 10. Detalle del entablamento del primer cuerpo de la portada (Fotografía de Lorenzo Alonso de la Sierra).

En el fuste de las columnas inmediatas al vano de entrada y la clave del dintel se disponen tres argollas, interpretadas por Pemán como los soportes de las cadenas del privilegio de inmunidad[32]. Pudieron incluirse en las trazas para tal fin, pero las cadenas apoyaban en dos columnillas de aproximadamente un metro de alto situadas ante la portada. Así lo describieron Lantery y con mayor detalle el padre Labat[33]. Se desconoce el momento en que fueron desmontadas. Otra pieza retirada de la portada es el escudo de armas familiar. Pudo hacerse durante las obras realizadas en 1879 y con bastante probabilidad estaría ubicado en el pedestal central de la balaustrada, cuyo aspecto difiere mucho del cuidado diseño con embutidos geométricos de los laterales[34].

El diseño de la portada y toda la obra marmórea de la casa se ha considerado obra del escultor genovés Giacomo Antonio Ponzanelli, cuya firma se localiza en la base de uno de los pedestales de la balaustrada de la torre[35]. También se ha estimado la posibilidad de que el autor fuera Andrea Andreoli[36]. En realidad, ambos pudieron estar implicados en el proyecto de un modo u otro, pues Andreoli firmó contratos para traer desde Génova retablos o portadas y ocuparse de montarlos sin ser suyas las trazas[37]. Además, la colaboración entre los artistas carrarienes era frecuente[38].

El diseño evoca el esquema tradicional de los retablos ligures, con pares de columnas salomónicas sobre pedestales[39]. No obstante, el referente inmediato es la gran portada de mármol blanco y columnas salomónicas de la catedral, contratada con Andrea Andreoli en 1673 y montada nueve años después[40]. Al contrario de lo que sucede con la reforma realizada en la portada de la casa de su primo, don Ignacio, cuyo segundo cuerpo también se inspira en el de la catedral, se renunció a las columnas salomónicas a favor de una composición apilastrada, más plana y diáfana, para no restar protagonismo al relieve eucarístico[41].

Resulta extraño que en el patio, epicentro del edificio y elemento intermedio entre la gran portada y la escalera, se utilizara como antepecho del segundo cuerpo una simple baranda de hierro, pero existen indicios razonables para intuir que originalmente pudo ser diferente. El entablamento que remata los arcos del primer cuerpo se quiebra para avanzar en los extremos y en el centro de cada frente. Podrían corresponder con la ubicación de pedestales pertenecientes a una balaustrada de mármol, que sería desmotada cuando se colocó el cierre de madera acristalado (Fig. 4). Un patio similar, aunque muy reformado en el XIX, es el principal del Ayuntamiento, cuya estructura original es de los últimos años del seiscientos.

La torre-mirador (Fig. 8) estuvo rematada originalmente por una balaustrada en mármol, que en 1984 solo se conservaba parcialmente por haber sido sustituida por una simple baranda de hierro. Cruz y Ortiz la recrearon durante las obras para la adaptación a archivo a partir de los elementos conservados, ocho pedestales con medios balaustres en sus laterales y la base de unión entre ellos con los huecos para encastrarlos. Cuatro pedestales situados en las esquinas se decoran con relieves de carácter vegetal y otros cuatro, situados en el centro de cada frente, con cuernos de la abundancia y filacterias que repiten un texto de alabanza similar al lema situado en el friso del entablamento de la torre. En la base del pedestal central situado en el lado norte de la torre se localiza la firma en latín de Ponzanelli: “IACOBUS ANTUS.PONZANELLUS. F.”[42] (Fig. 11).

Fig. 11. Firma de J. A. Ponzanelli (Fotografía de Lorenzo Alonso de la Sierra).

Sin embargo, la balaustrada, a pesar de haber sido recreada con muy buen criterio, permanece mutilada, pues carece de algunos elementos de los que se perdió la memoria de su existencia[43]. Algunas fotografías de la ciudad realizadas en el último cuarto del siglo XIX permiten conocer la fisonomía original, anterior a las reformas llevadas a cabo en el edificio durante ese periodo. Es el caso de la número 1437 del catálogo de Laurent y Cía., fechada en torno a 1872 y titulada El puerto de Cádiz. Vista desde la estación, en la que puede observarse la torre con su remate completo. Lo mismo sucede con la número 1438, con enfoque y cronología similares[44]. La datación coincide con un viaje de Jean Laurent a Sevilla, que aprovechó para desplazarse a Cádiz[45]. También puede observarse en una panorámica de la ciudad realizada desde la torre Tavira por la misma empresa siete años después, en 1879, aunque la perspectiva es más lejana[46]. Se trata de cuatro pináculos piramidales sobre los pedestales situados en los extremos y cestos con frutas en los centros (Fig. 5).

Fotografías posteriores, como la realizada en 1885 por Lévy et Cia., muestran ya a los pedestales sin remates y unidos por la baranda de hierro[47]. La cronología de estas imágenes permite situar la mutilación en un periodo comprendido entre 1879 y 1885, fechas que coinciden con las obras realizadas para el Hotel Paraíso, que incluiría la reforma de la fachada y probablemente la retirada del escudo de la portada.

El cuerpo apilastrado de la torre es muy semejante al central de la torre de la iglesia jesuita de Santiago Apóstol, construida hacia 1635. Tal relación podría responder a que la tipología de torres-miradores estaba aún sin definir plenamente a finales del siglo XVII, lo que justificaría recurrir a modelos de la arquitectura religiosa[48]. Pero existe otro referente muy cercano y emblemático a nivel local en la arquitectura civil, la antigua torre del Ayuntamiento, en concreto, su segundo cuerpo apilastrado. Se conserva una imagen de ella en el alzado de la fachada realizado por Torcuato Benjumeda antes de proceder a la renovación del edificio en 1799[49]. Las trazas iniciales, de tradición manierista, se atribuyen a Alonso de Vandelvira, que pudo construirla a comienzos del siglo XVII[50].

En 1702 la estructura que cobijaba a la campana tuvo que ser reconstruida por su estado de ruina. La intervención se encargó a Gerónimo Balbás, que se encontraba por aquél entonces en Cádiz, pero tras un tiempo de inactividad fue el alarife Blas Díaz el encargado de acabarla. La intervención quedó perpetuada en una inscripción que alude al añadido de “todos los mármoles de que se compone”[51]. Entre ellos estaba la balaustrada, que tenía remates piramidales y vasijas de frutas sobre los pedestales semejantes a los dispuestos hacía varios años en la torre-mirador de la Casa de las Cadenas.

Conclusiones

La casa construida por don Diego de Barrios de la Rosa constituye una manifestación singular de la religiosidad contrarreformista en el ámbito de la arquitectura doméstica local. La gran portada, que evoca a la de la catedral, con repertorio iconográfico de exaltación eucarística y texto informativo sobre lo acaecido en el lugar, es el inicio de un recorrido devoto que, a través del patio y la escalera, simbólicamente alumbrada por la cúpula calada con motivos también eucarísticos y portón casetonado con una cruz en el postigo, conduce al oratorio.

A su vez, la ubicación del lema de alabanza en la zona superior de la torre y la frase similar repetida en los pedestales de la balaustrada, parecen poseer cierto carácter votivo, de acción de gracias. Es un mensaje que se desea extrapolar desde la intimidad del oratorio, situado en la misma torre, a un entorno lo más amplio posible. No en vano, su lectura completa solo era posible desde las embarcaciones, cuando iniciaban la navegación en la zona portuaria de la bahía y rodeaban el entorno marítimo de la ciudad para tomar rumbo al sur.

Resulta, por tanto, razonable que Ponzanelli eligiera uno de los pedestales de la torre para dejar testimonio de su autoría, que pudo incluir todo el programa ornamental de carácter religioso disperso por el edificio. Un diseño impregnado del espíritu barroco, concebido en ciertos aspectos como una escenografía teatral a modo de theatrum sacrum, cuyo mensaje esencial ha pervivido, a pesar de las sucesivas reformas y mutilaciones[52].

Es inevitable plantearse, ante las manifestaciones de fervor de don Diego y su afán por mostrarlas, si no influiría la condición de pertenecer a una familia de judeoconversos junto a la situación poco favorable por la que atravesó esta comunidad en época de Carlos II[53]. Era consciente de que la amenaza era real, pues hacía poco tiempo que su tío se había visto involucrado en un problema con la Inquisición, si bien no llegó a tener consecuencias[54].

Referencias

Fuentes documentales

Archivo Histórico Provincial de Cádiz (AHP). Cádiz. Fondos: Protocolos Notariales, Cádiz; Comisión Provincial de Patrimonio.

Archivo Histórico Municipal de Cádiz (AHM). Cádiz. Fondos: Actas capitulares.

Fuentes bibliográficas

Alonso de la Sierra Fernández, Juan. “La Casa de las Cuatro Torres.” Imagen. La Historia de Cádiz, 9 (1982): 33-44.

–––. Las torres-miradores de Cádiz. Serie Arte 2. Cádiz: Ediciones de la Caja de Ahorros de Cádiz, 1984.

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[1] Álvaro Picardo y Gómez, ed., Memorias de Raimundo Lantery, mercader de Indias en Cádiz, 1673-1700 (Cádiz: Escelicer, 1949), 6; Manuel Bustos Rodríguez, Cádiz en el sistema atlántico. La ciudad, sus comerciantes y la actividad mercantil (1650-1830) (Madrid: Universidad de Cádiz, Sílex, 2005), 48-53.

[2] Fundación de vínculo y obligación, 23 de junio de 1671, notaría 6-1146, Felipe de Herrera, Archivo Histórico Provincial (AHP), Cádiz; Fundación de mayorazgo, 25 de agosto de 1680, notaría 6-1151, Bartolomé de Mora, fol. 562-588, Archivo Histórico Provincial de Cádiz (AHP), Cádiz.

Se casó con su prima Teresa, hija de don Diego de Barrios Soto, que construyó la Casa del Almirante para su hijo don Ignacio, almirante de la Flota de Indias. Las trazas de las grandes portadas de ambos edificios tienen ciertas similitudes y, a la vez, diferencias sustanciales. César Pemán destacó este aspecto en el estudio monográfico que dedicó a ambas casas: César Pemán Pemartín, “Arquitectura barroca gaditana: Las Casas de don Diego de Barrios,” Archivo Español de Arte 28, no. 111 (1955): 199-206.

[3] La intensidad de la lluvia fue tal que la valiosa custodia procesional tuvo que ser desmontada para limpiar y blanquear la plata: Cabildo Municipal de 12 de junio de 1692, Actas Capitulares, fol. 79-80, Archivo Histórico Municipal (AHM), Cádiz.

[4] Antonio de Pro, Testimonio de haberse entrado a Nuestro Señor Sacramentado en la Casa de Don Diego Barrios por haber llovido llegando la custodia frente de sus casas, 5 de junio de 1692, notaría 1-19, Juan de Sena y Antonio de Pro, fol. 106-107, Archivo Histórico Provincial (AHP), Cádiz.

[5] El hecho llegó a conocimiento del rey a través del gobernador de la plaza, que envió el informe de lo acaecido y la solicitud de don Diego para que se concediera el privilegio de inmunidad al edificio. Le fue otorgado en un Despacho Real de fecha de 29 de junio y la prerrogativa de la orla por un decreto de fecha 23 de julio, ambos tras haberse visto en los respectivos consejos de la Cámara: Cabildo Municipal de 12 de noviembre de 1692, Actas Capitulares, fols. 165-169, Archivo Histórico Municipal (AHM), Cádiz. A comienzos del siglo pasado aún se conservaba el documento en Cádiz, cuyo texto iba acompañado de varios dibujos alusivos al contenido. Con posterioridad fue adquirido por los herederos del duque de T’Serclaes. Pelayo Quintero Atauri, “La procesión del Corpus y la Casa de las Cadenas,” Boletín de la Comisión Provincial de Monumentos Históricos y Artísticos de Cádiz, año 1, 2º semestre (1908): 43-46; Pemán Pemartín, “Arquitectura barroca gaditana: Las Casas de don Diego de Barrios,” 201.

[6] Picardo y Gómez, ed., Memorias de Raimundo Lantery, mercader de Indias en Cádiz, 1673-1700, 279-280.

[7] Mariano Retegui Bensusan, El mayorazgo de D. Manuel Barrios Soto y la Casa de las Cadenas de Cádiz (Cádiz: Imprenta Jiménez Mena, 1972), 15-18.

[8] Antonio Cruz y Antonio Ortiz, Casa de las Cadenas, proyecto de reforma, 1981, Caja 18221, Comisión Provincial de Patrimonio, Archivo Histórico Provincial (AHP), Cádiz. La inauguración oficial del edificio tuvo lugar en 1991.

[9] Manuel Ravina Martín, Guía del Archivo Histórico Provincial de Cádiz (Cádiz: Junta de Andalucía, Consejería de Cultura, 1999), 42-45.

[10] Retegui Bensusan, El mayorazgo de D. Manuel Barrios Soto y la Casa de las Cadenas de Cádiz, 10-11.

[11] Juan Alonso de la Sierra, Las torres-miradores de Cádiz, Serie Arte 2 (Cádiz: Ediciones de la Caja de Ahorros de Cádiz, 1984), 59-63.

[12] José María Esteban González, Nuestra querida piedra ostionera (Cádiz: Ed. J.M. Esteban, 2020), 123-171.

[13] César Pemán afirmó que “fuera de la segura alteración de sus huecos, no hay que creerla muy variada y fuera de su cornisa de modillones no presenta más interés que el de su portada”. Pemán Pemartín, “Arquitectura barroca gaditana: Las Casas de don Diego de Barrios,” 200.

[14] Durante la segunda mitad del siglo XIX se renovaron en Cádiz muchas fachadas y patios barrocos con el principal objetivo de modernizarlos y adaptarlos al gusto de la época. En el caso de los destinados a viviendas de distintas familias, también se buscaba mayor independencia. La fachada reformada de la casa puede contemplarse en una tarjeta de propaganda del Hotel Paraíso: Retegui Bensusan, El mayorazgo de D. Manuel Barrios Soto y la Casa de las Cadenas de Cádiz, 16 bis.

[15] En una fotografía de Hauser Menet anterior a 1912, cuando se alojaban en la casa las Esclavas del Sagrado Corazón, los vanos ya estaban transformados en ventanas: Pelayo Quintero Atauri, “La Casa de las Cadenas,” Boletín de la Comisión Provincial de Monumentos Históricos y Artísticos de Cádiz, no. 17 (1912): s.p.

[16] Rafaela María, la fundadora de las Esclavas del Sagrado Corazón, hace referencia en una de sus cartas a la existencia del cierre acristalado cuando describe la casa donde se iba a instalar la congregación: Inmaculada Yañez, Santa Rafaela María del Sagrado Corazón. Palabras a Dios y a los hombres. Cartas y apuntes espirituales (Madrid: Religiosas Esclavas del Sagrado Corazón, 1989), 400-401.

[17] Pemán Pemartín, “Arquitectura barroca gaditana: Las Casas de don Diego de Barrios,” 199.

[18] Sobre la simbología del trigo y frutas véase: Juan Clemente Rodríguez Estévez, El universal convite. Arte y alimentación en la Sevilla del Renacimiento (Sevilla, 2021), 96-103, 211-266.

[19] No existen bóvedas similares en la ciudad y su entorno, excepto la que cubre la capilla sacramental de la parroquia de la O de Sanlúcar en Barrameda: Ana Gómez Díaz, Guía Histórico Artística de Sanlúcar (Sanlúcar de Barrameda: A.S.E.H.A, 1999), 108. En la arquitectura hispanomusulmana se utilizaron bóvedas caladas y en la catedral de Burgos hay ejemplos extraordinarios del gótico final. El calado de la gaditana se relaciona con algunas celosías de cronología similar, habituales en miradores o coros de los conventos femeninos de la zona, deudoras a su vez de las decoraciones en yeso de la época. Es el caso de la que cierra el coro superior de la iglesia de Santa María de Cádiz. Así mismo, recuerda la concepción lumínica de las cúpulas de Guarino Guarini, aunque tenga una concepción tectónica muy diferente, o la teatralidad de los diseños de los Galli Bibiena.

[20] Pemán comenta que no se conservó el oratorio donde se alojó el Santísimo, pero no plantea nada respecto a la posibilidad de haber sido sustituido por otro en la nueva construcción: Pemán Pemartín, “Arquitectura barroca gaditana: Las Casas de don Diego de Barrios,” 199. También se ha considerado que la congregación de Madres Esclavas del Sagrado Corazón volvió a dar culto externo a la Eucaristía en el oratorio, pero la verdad es que acondicionaron un espacio diferente: Retegui Bensusan, El mayorazgo de D. Manuel Barrios Soto y la Casa de las Cadenas de Cádiz, 17. La fundadora comenta, en una carta fechada el 6 de marzo de 1890, que las hermanas estaban limpiando la casa e iban a comenzar el derribo de tabiques para el oratorio interior. Además, se refiere al deseo de dedicar otro espacio a capilla pública: Yañez, Santa Rafaela María del Sagrado Corazón. Palabras a Dios y a los hombres. Cartas y apuntes espirituales, 400-401.

[21] “El antiguo Cuadro de la Casa de las Cadenas,” Diario de Cádiz, 11 de octubre de 2014 (publicado en 1889). Las reformas a las que se refiere podrían ser las de adaptación a Hotel Paraíso. Cabe presuponer que los azulejos pudieron ser holandeses, muy apreciados en la ciudad, donde se conservan valiosos ejemplares. Respecto al cuadro, podría tratarse de un lienzo de la parroquia castrense que representa el triunfo de la Eucaristía. Es una obra de finales del siglo XVII cuya iconografía deriva de un modelo de Federico Zúcaro reproducido en un grabado de Cornelis Cort. La estampa inspiró los grabados que acompañaban la festividad del Corpus Christi de algunos libros litúrgicos españoles del Nuevo Rezado tridentino: Juan Calvo Portela, “El triunfo de la Eucaristía en algunas estampas de libros litúrgicos españoles de finales del siglo XVI e inicios del XVII,” De Arte, 15 (2016): 131-139. Tema y cronología le relacionan estrechamente con el citado por el cronista. Parece muy adecuado para presidir el oratorio y pudo ser desplazado a la entrada de la casa cuando este cayó en desuso.

[22] Quintero Atauri, “La procesión del Corpus y la Casa de las Cadenas,” 46; Retegui Bensusan, El mayorazgo de D. Manuel Barrios Soto y la Casa de las Cadenas de Cádiz, 16.

[23] Augusto Conte y Lacave, Cádiz del Setecientos (Cádiz: Caja de Ahorros de Cádiz, 1978), 50-51.

[24] César Pemán Pemartín, El Arte en Cádiz (Madrid: Patronato Nacional de Turismo, 1930), s.p.; Alonso de la Sierra, Las torres-miradores de Cádiz, 40-41; Teodoro Falcón Márquez, Casas sevillanas. Desde la Edad Media al Barroco (Sevilla: Ed. Maratania, 2012), 118-123.

[25] Juan Alonso de la Sierra Fernández y Francisco Reina Fernández-Trujillo, “La Casa Pinillos, nuevo espacio expositivo para el Museo de Cádiz,” Revista Patrimonio Histórico, no. 84 (2013): 132-133; Juan Alonso de la Sierra, “La Casa de las Cuatro Torres,” Imagen. La Historia de Cádiz, 9 (1982): 40.

[26] María Pemán Medina, “Contribución al estudio de la arquitectura gaditana: el Maestro Afanador,” Archivo Español de Arte 50, no. 198 (1977): 113.

[27] Una restauración reciente ha recuperado en gran parte su aspecto original: Restauración de la torre-mirador del Archivo Provincial de Cádiz (Madrid: Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Gerencia de Infraestructuras y Equipamientos), https://www.culturaydeporte.gob.es/giec/obras/concluidas/archivos/cadiz.html.

[28] Juan Alonso de la Sierra Fernández y Lorenzo Alonso de la Sierra Fernández, “Datos para el estudio de la policromía en fachadas. El Cádiz Barroco,” Atrio. Revista de Historia del Arte, no. 3 (1991): 165.

[29] Alonso de la Sierra Fernández y Alonso de la Sierra Fernández, 163; Alonso de la Sierra Fernández y Reina Fernández-Trujillo, “La Casa Pinillos, nuevo espacio expositivo para el Museo de Cádiz,” 134.

[30] Rodríguez Estévez, El universal convite. Arte y alimentación en la Sevilla del Renacimiento, 365-378.

[31] El texto se atribuye al médico y humanista Diego Tenorio de León, quién le incluye en su obra Opuscula Varia junto a los agradecimientos a su amigo don Diego, promotor de la publicación: Luis Charlo Brea, “Un humanista gaditano desconocido: Diego Tenorio de León (siglo XVII XVIII),” Revista Gades, no. 17 (1988): 23-25.

[32] Pemán Pemartín, “Arquitectura barroca gaditana: Las Casas de don Diego de Barrios,” 200.

[33] Ravina Martín, Guía del Archivo Histórico Provincial de Cádiz, 40.

[34] En el dibujo de la fachada incluido en la tarjeta de propaganda del Hotel Paraíso, tiene en el mismo lugar un cartel rectangular que anunciaría el nombre del establecimiento. Pudo ser el motivo de la retirada del escudo: Retegui Bensusan, El mayorazgo de D. Manuel Barrios Soto y la Casa de las Cadenas de Cádiz, 16 bis. Fue subastado en 1996, procedente de una colección particular. En un artículo de prensa se indicaba que su ubicación original era el tímpano del frontón, el lugar que ocupa la alegoría eucarística. Se basaba en una afirmación errónea de Pelayo Quintero, que confundió al relieve con el escudo: Ana Rodríguez Tenorio, “El escudo de la Casa de las Cadenas a subasta en Madrid. Cultura intenta recuperar la pieza desaparecida del edificio,” Diario de Cádiz, 31 de enero de 1996; Quintero Atauri, “La Casa de las Cadenas,” s.p.

[35] Pemán Pemartín, “Arquitectura barroca gaditana: Las Casas de don Diego de Barrios,” 201-202.

[36] Manuel Ravina deduce por una descripción de Lantery, que hubo tres fases constructivas: edificación de la casa, montaje de la portada y construcción de la torre. Considera que cada una pudo tener autores diferentes y, por lo tanto, Ponzanelli sería solo el autor de la torre, aunque deja abierta la posibilidad de que lo fuera de toda la casa. Está de acuerdo con Pemán en la atribución de la portada de la Casa del Almirante a una misma mano, pero considera que ambas son de Andrea Andreoli: Manuel Ravina Martín, “Mármoles genoveses en Cádiz,” en Homenaje al profesor Dr. Hernández Díaz (Sevilla: Universidad de Sevilla, 1982), 1:609. Lo cierto es que la construcción de la Casa de las Cadenas responde a un proyecto y proceso único, aunque montaran la portada en una fase avanzada de construcción de la fachada y la torre fuera la última en culminarse.

[37] Andrea Andreoli tuvo junto a su hermano un almacén de mármoles en Cádiz. Ambos se autodefinen en documentos como “maestros en arquitectura de mármoles o maestros en obras de jaspe”: Ravina Martín, “Mármoles genoveses en Cádiz,” 598. Andrea lo hace como cantero en el contrato de la portada de la catedral: Concierto y obligación de portada, 31 de octubre de 1673, notaría 6-1145, Felipe de Herrera, fol. 823, Archivo Histórico Provincial (AHP), Cádiz. Parece ser que, en el caso del retablo mayor del convento de Santo Domingo, se ocupó únicamente del traslado y montaje de materiales, pero el diseño no era suyo: Vicente Díaz Rodríguez, “El retablo de Santo Domingo de Cádiz,” Archivo dominicano 16 (1995): 341-360.

[38] Fausta Franchini Guelfi y Giuseppe Silvestri, Jacopo Antonio Ponzanelli. Escultore, Architetto, Decoratore. Carrara, 1654-Genova, 1735 (Carrara: Associazione Percorsi d’Arte, 2012), 80.

[39] Franchini Guelfi y Silvestri, 82-83. Cuando Ponzanelli emprendió el proyecto gaditano era un artista reconocido y maduro, había desarrollado un lenguaje artístico personal que sumaba a la impronta de su maestro, Filippo Parodi, lo aprendido de la escultura romana y los trabajos genoveses de Puget. Hacía una década que su obra era conocida en Cádiz, pues labró un santo Domingo para el retablo mayor del convento dominico que, junto a otras esculturas de Lisboa, supuso el inicio de su éxito internacional. En la península realizó otros trabajos para Mejorada del Campo y Valencia. En fechas cercanas a su intervención en la Casa de las Cadenas ejecutó para los capuchinos de Cádiz un vía crucis del que solo se conserva el crucifijo y una de las estaciones y se le atribuyen las esculturas pertenecientes a la portada del convento agustino de Jesús Nazareno de Chiclana, cuya estructura es igualmente deudora de la pieza catedralicia: Franchini Guelfi y Silvestri, 53, 83-85; Juan Alonso de la Sierra Fernández et al., Guía Artística de Cádiz y su Provincia, Bahía de Cádiz, Costa Noroeste, La Janda, Campo de Gibraltar Sierra de Cádiz (Cádiz: Diputación de Cádiz; Fundación José Manuel Lara, 2005), 2: 16.

[40] Concierto y obligación de portada. 31 de octubre de 1673, notaría 6-1145, Felipe de Herrera, fol. 823-824, Archivo Histórico Provincial (AHP), Cádiz; Fray Gerónimo de la Concepción, Cádiz ilustrada. Emporio del Orbe (Ámsterdam: Imprenta de Joan Bus, 1690), 157.

[41] La portada de la casa influyó a su vez en la que se colocó pocos años después en la parroquia del Rosario, también de mármol blanco y rematada por frontón curvo desventrado. El tímpano acoge un relieve eucarístico con embutidos rojos de iconografía similar, aunque la gloria de ángeles es más sencilla y se dispone en torno a una custodia: Juan Alonso de la Sierra y Lorenzo Alonso de la Sierra, coords., Iglesias de la diócesis de Cádiz y Ceuta. Guía Artística (Cádiz: Obispado de Cádiz y Ceuta, 2021), 69.

[42] Durante las obras realizadas para la adaptación a archivo se elevó el pavimento de la terraza y quedó oculta, pero se ha recuperado en la última restauración: Restauración de la torre-mirador del Archivo Provincial de Cádiz.

[43] César Pemán consideraba que el remate carecía de valor ornamental y que, pese a parecer inacabado, nunca habría tenido más que la sencilla baranda de hierro: Pemán Pemartín, “Arquitectura barroca gaditana: Las Casas de don Diego de Barrios,” 200.

[44] Rafael Garófano, Cádiz en la fotografía del siglo XIX (Cádiz: Unicaja, 1993), 180; Rafael Garófano, La Andalucía del siglo XIX en las fotografías de J. Laurent y Cía. (Almería: Junta de Andalucía, Consejería de Cultura, 1998), 17-18.

[45] Maite Díaz Francés, J. Laurent, 1816-1886. Un fotógrafo entre el negocio y el arte (Madrid: Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, 2016), 354.

[46] Negativos de cristal conservados en la Fototeca del IPCE (Archivo Ruíz Vernacci); Garófano, La Andalucía del siglo XIX en las fotografías de J. Laurent y Cía., 19.

[47] Rafael Garófano, Cádiz amurallada. Su registro fotográfico (Cádiz: Quorum Editores, 2012), 214.

[48] Alonso de la Sierra Fernández, Las torres-miradores de Cádiz, 75-76, 124-125.

[49] Teodoro Falcón Márquez, Torcuato Benjumeda y la Arquitectura Neoclásica en Cádiz (Cádiz: Instituto de Estudios Gaditanos; Diputación Provincial de Cádiz, 1974), Lám. XIII.

[50] Lorenzo Alonso de la Sierra Fernández, “Aportaciones de Alonso de Vandelvira a la configuración de Cádiz tras el asalto angloholandés de 1596,” Cuadernos de Arte de la Universidad de Granada 25 (1994): 50-52; Fernando Cruz Isidoro, Alonso de Vandelvira (1544-ca.1626/7) Tratadista y arquitecto andaluz (Sevilla: Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Sevilla, 2001), 249-254.

[51] Lorenzo Alonso de la Sierra Fernández y Guillermo Tovar de Teresa, “Diversas facetas de un artista de dos mundos: Gerónimo Balbás en España y México,” Atrio. Revista de Historia del Arte, no. 3 (1991): 80-83.

[52] Cuando Ponzanelli aceptó el encargo gaditano estaba finalizando, junto a su maestro Filippo Parodi y otros miembros del taller, un altar en Padua para exhibir las reliquias de san Antonio que era un theatrum sacrum arquitectónico y escultórico: Franchini Guelfi y Silvestri, Jacopo Antonio Ponzanelli. Escultore, Architetto, Decoratore. Carrara, 1654-Genova 1735, 54.

[53] Lantery comenta que don Diego siempre anteponía a su firma el texto de alabanza eucarística. Además, encargó la impresión de un libro sobre el Santísimo para repartirlo gratuitamente e instituyó limosnas perpetuas para el día del Corpus: Picardo y Gómez, ed., Memorias de Raimundo Lantery, mercader de Indias en Cádiz, 1673-1700, 279-280.

[54] Juan Moreau Prieto, “¿Un caso de solidaridad judeoconversa? Diego de Barrios, Vecino de Cádiz,” Baetica, no. 29 (2007): 367-384.