Arsenio Moreno Mendoza

Arsenio Moreno Mendoza, 1953-2021 (Fotografía de José Manuel Almansa Moreno).

De entre las palabras que puedo usar para recordar a Arsenio Moreno, el amigo y compañero que vivirá en nuestras memorias, hay dos muy representativas de nuestra relación: su capacidad y generosidad.

De su capacidad dio sobradas muestras desde que, siendo muy joven, obtuvo su acta política y tomó las riendas del gobierno municipal de Úbeda, en el amanecer democrático. Y siguió manifestándola a lo largo de toda su vida profesional, más allá de su erudición, como gestor de la cultura, investigador y docente hasta que la enfermedad dio término a su actividad apenas una semana antes de fallecer (en este mismo número de «Atrio» se incluye el último texto que escribió, la reseña de un libro recién publicado).

Entre otras tareas, destacó su dirección de los Museos de Bellas Artes de Granada y Sevilla, su labor en el gobierno de la Universidad Pablo de Olavide durante los primeros años tras su fundación, y la creación del Área de Historia del Arte de esta misma institución. Tuve la suerte de conocerle al frente del Museo de Sevilla, mientras velaba por la definición del plan museográfico con las piezas que iban a componer la colección permanente. Y mientras se ocupaba de ello, seleccionaba obras para otras exposiciones, aprovechando la oportunidad que en aquel año se produjo, con la celebración de la Exposición Universal de Sevilla.

Detrás de esta labor de gestión cultural, tan notoria como reconocida, está su enorme producción investigadora, en la que destacan los libros dedicados a su personal visión de la pintura barroca, que centra el interés en el encaje social del pintor. Y cómo no, las numerosas incursiones en el arte y la arquitectura de su tierra. Incluso, más allá de la calidad de esta producción científica, en sus numerosas creaciones literarias usó con maestría sus recursos de historiador, amplísimos conocimientos y sensibilidad.

Sin embargo, prefiero resaltar la cualidad en la que basó su relación con los miembros del Área de Historia del Arte de la UPO: la generosidad. Impulsó proyectos que compartió con el grupo, desde libros hasta encuentros académicos y de investigación que llegaron a ser multitudinarios. En especial la celebración, en 2001, del III Congreso Internacional sobre Barroco Iberoamericano, una convocatoria de enorme éxito, donde el Área comenzó a tomar forma y a ubicarse en el escenario en que se ha desenvuelto en sus dos décadas de existencia. Barroco e Iberoamérica, dos términos que han congeniado y se han extendido a la red creada durante este tiempo.

Su pasión por la investigación y difusión del arte barroco le llevó a producir numerosas obras publicadas en las más prestigiosas editoriales, pero sobre todo a generar la idea de un espacio donde estudiarlo y celebrarlo debidamente. Puso su mirada en Carmona, que se acomodaba bien a lo que pretendía, un foro para reflexionar y hablar en barroco. Así quiso establecer el vínculo entre pensamiento y lugar desde principios de los dos mil, aunque apenas ha llegado a conocer la puesta en marcha del Centro de Barroco Iberoamericano en la ciudad que señaló.

Y naturalmente, a su generosidad se debe la continuidad de esta revista, porque «Atrio» inició su segunda época en la Universidad Pablo de Olavide gracias a su intermediación y codirección. Aceptó recuperar una publicación que había detenido su trayectoria en el volumen diez y, aprovechando la incorporación al Área de Historia del Arte de una parte de los primeros colaboradores de la publicación, la impulsó y dio la estabilidad que hasta hoy ha mantenido.

Arsenio se abría y generaba lazos de amistad con quienes pudieron haber sido meros colegas. Su recuerdo y sus obras mantendrán su existencia, de lo contrario nos quedaría sufrir, como el loco Lope Arellano, que Arsenio Moreno retrató Por los sombríos corredores del Alcázar (2012) mientras caminaba abandonándose, «dejando su sombra mineral por el suelo, añadiendo tristeza a la tristeza».

Fernando Quiles García, noviembre de 2021